PSICOTERAPIA Propósito, proceso y práctica

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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PSICOTERAPIA

Propósito, proceso y práctica

Índice del Anexo (Haz clic para desplegar)

INTRODUCCIÓN


1. La psicoterapia es la única forma de terapia que existe. ²Puesto que la mente es lo único que puede enfermar, es asimismo lo único que puede ser sanado. ³Sólo la mente tiene necesidad de curación. ⁴Esto no parece ser así, pues las manifestaciones de este mundo ciertamente parecen reales. ⁵Por ello, la psicoterapia es necesaria para que el individuo comience a cuestionar la realidad de éstas. ⁶En algunos casos puede comenzar a abrir su mente sin ayuda profesional, pero incluso entonces es siempre algún cambio en su manera de percibir las relaciones interpersonales lo que le permitirá hacerlo. ⁷Algunas veces necesita una relación más estructurada y extensa con un terapeuta “oficial”. ⁸En ambos casos, la tarea es la misma: al paciente se le debe ayudar a cambiar de parecer acerca de la “realidad” de las ilusiones.


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1. EL PROPÓSITO DE LA PSICOTERAPIA


1. Dicho llanamente, el propósito de la psicoterapia es eliminar los obstáculos a la verdad. ²Su finalidad es ayudar al paciente a abandonar el sistema fijo de creencias ilusorias que alberga y a empezar a reconsiderar la falsa relación de causa y efecto sobre la que descansa dicho sistema. ³Nadie en este mundo se escapa del miedo, pero todo el mundo puede reconsiderar sus causas y aprender a evaluarlas correctamente. ⁴Dios ha dado a todos un Maestro Cuya sabiduría y ayuda sobrepasan ampliamente cualquier aportación que un terapeuta terrenal pueda ofrecer. ⁵No obstante, hay momentos y situaciones en los que una relación terrenal paciente-terapeuta se convierte en la manera a través de la cual Él ofrece a ambos Sus más preciados regalos.

2. ¿Qué mejor propósito podría tener una relación que el de invitar al Espíritu Santo a formar parte de ella y otorgar Su magno regalo de regocijo? ²¿Qué meta más elevada puede haber para cualquiera que aprender a invocar a Dios y oír Su Respuesta? ³¿Y qué objetivo más trascendente que el de evocar el Camino, la Verdad y la Vida y recordar a Dios? ⁴Contribuir a que esto tenga lugar es el auténtico propósito de la psicoterapia. ⁵¿Podría haber algo más santo? ⁶Pues la psicoterapia, si se entiende correctamente, enseña lo que es el perdón y ayuda al paciente a reconocerlo y a aceptarlo. ⁷Y en su curación, el terapeuta es perdonado junto con él.

3. Todo aquel que necesita ayuda, sin importar la forma de su desasosiego, se está atacando a sí mismo y, consecuentemente, su paz interior sufre. ²Estas tendencias a menudo se describen como “autodestructivas” y, con frecuencia, el mismo paciente las considera así. ³De lo que no se da cuenta, y necesita aprender, es que ese “yo” que puede atacar y también ser atacado es un concepto que él mismo inventó. ⁴Aún más, lo atesora, lo defiende, y en ocasiones incluso está dispuesto a “sacrificar” su “vida” por él. ⁵Pues lo considera su propio ser. ⁶Y ve a ese “yo” a merced de otros, reaccionando a fuerzas externas tal como éstas exigen e indefenso ante el poderío del mundo.

4. La psicoterapia, entonces, debe restablecer en su conciencia la capacidad de poder tomar sus propias decisiones. ²Debe llegar a estar dispuesto a invertir su manera de pensar y a entender que aquello que él creyó que proyectaba sus efectos sobre él fue causado por sus propias proyecciones sobre el mundo. ³Por ende, el mundo que ve no existe. ⁴Hasta que no acepte esto, al menos en parte, el paciente no podrá considerarse a sí mismo como verdaderamente capaz de tomar decisiones. ⁵Y luchará contra su libertad al creer que es su esclavitud.

5. El paciente no necesita creer que la verdad es Dios para avanzar en el camino de la salvación. ²Pero debe comenzar a distinguir la verdad de la ilusión reconociendo que no son lo mismo, así como a estar paulatinamente más dispuesto a ver las ilusiones como algo falso y a aceptar que la verdad es verdad. ³A partir de ahí, su Maestro lo llevará tan lejos como él esté dispuesto a ir. ⁴La psicoterapia tan sólo puede ahorrarle tiempo. ⁵El Espíritu Santo utiliza el tiempo como lo estima más conveniente, y nunca se equivoca. ⁶La psicoterapia, bajo Su dirección, es uno de los medios que emplea para ahorrar tiempo y para preparar maestros adicionales para Su obra. ⁷La ayuda que Él comienza y dirige es ilimitada. ⁸Sea cual sea la ruta que el Espíritu Santo elija, toda psicoterapia conduce finalmente a Dios. ⁹Mas esta decisión se le deja a Él. ¹⁰Todos somos Sus psicoterapeutas, pues quiere que todos seamos sanados en Él.


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2. EL PROCESO DE LA PSICOTERAPIA

Introducción (al Proceso)


1. La psicoterapia es un proceso que cambia la manera en que uno se ve a sí mismo. ²En el mejor de los casos, este “nuevo” yo es un concepto más benévolo de uno mismo, pero no se puede esperar que la psicoterapia establezca lo que es real. ³Ésa no es su función. ⁴Si consigue abrirle paso a la realidad, ya ha logrado el máximo éxito posible. ⁵Su única función consiste, en última instancia, en ayudar al paciente a lidiar con un error fundamental: la creencia de que la ira le puede proporcionar algo que él realmente desea y de que al justificar el ataque se está protegiendo a sí mismo. ⁶En la medida en que llegue a darse cuenta de que eso es un error, en esa misma medida se ha salvado.

2. Los pacientes no inician una relación terapéutica con este objetivo en mente. ²Por el contrario, tales conceptos significan muy poco para ellos o no necesitarían ayuda. ³Su meta es conservar el concepto que tienen de sí mismos intacto, pero sin el sufrimiento que ello conlleva. ⁴Todo su equilibrio descansa sobre la creencia demente de que esto es posible. ⁵Y como para la mente sana es claramente imposible, lo que andan buscando es magia. ⁶En la ilusión lo imposible se consigue fácilmente, pero sólo a costa de hacer las ilusiones reales. ⁷El paciente ya ha pagado ese precio. ⁸Ahora quiere una ilusión “mejor”.

3. Al comienzo, pues, la meta del paciente y la del terapeuta son divergentes. ²Tanto terapeuta como paciente pueden abrigar conceptos falsos de sí mismos, pero aun así sus respectivas percepciones sobre lo que constituye una “mejoría” no pueden sino diferir. ³El paciente espera aprender cómo lograr los cambios que desea, pero sin alterar de manera significativa el concepto que tiene de sí mismo. ⁴De hecho, espera que este concepto se estabilice lo suficiente para poder incluir dentro del mismo los poderes mágicos que busca en la psicoterapia. ⁵Desea volver invulnerable lo vulnerable e ilimitado lo finito. ⁶El yo que ve es su dios, y lo único que procura es servirle de la mejor manera posible.

4. El terapeuta, no importa cuán sincero pueda ser, debe querer cambiar el concepto que el paciente tiene de sí mismo de alguna manera que él considere real. ²La tarea de la terapia es reconciliar estas diferencias. ³Con suerte, ambos aprenderán a abandonar sus metas originales, pues sólo en las relaciones puede encontrarse la salvación. ⁴Mas al comienzo, es inevitable que tanto pacientes como terapeutas acepten por igual metas poco realistas que no están completamente libres de matices mágicos. ⁵Finalmente, dichas metas se abandonarán en las mentes de ambos.


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I. Los límites de la psicoterapia


1. El resultado ideal, no obstante, rara vez se alcanza. ²La terapia comienza con el descubrimiento de que la curación tan sólo puede tener lugar en la mente, y los que ya creen esto se unen en el proceso psicoterapéutico. ³Puede que no lleguen mucho más lejos, pues nadie aprende más de lo que está dispuesto a aprender. ⁴Sin embargo, los niveles de buena disposición cambian, y cuando el terapeuta o el paciente ha alcanzado el siguiente nivel, se le ofrece una relación que se ajusta a su nueva necesidad. ⁵Tal vez se vuelvan a encontrar de nuevo y sigan adelante en la misma relación, haciéndola más santa. ⁶O quizá cada uno de ellos adquiera un nuevo compromiso. ⁷Mas una cosa es segura: los dos progresarán. ⁸Los retrocesos son temporales. ⁹La dirección general es siempre una de progreso hacia la verdad.

2. La psicoterapia de por sí no puede ser creativa. ²Uno de los errores que el ego fomenta es que él es capaz de un verdadero cambio y, por lo tanto, de verdadera creatividad. ³Cuando hablamos de “la ilusión salvadora” o “del sueño final” no es eso lo que queremos decir, mas aquí radica la última defensa del ego. ⁴La “resistencia” es su manera de ver las cosas; su interpretación del progreso y del crecimiento. ⁵Estas interpretaciones son necesariamente erróneas, puesto que son ilusorias. ⁶Los cambios que el ego procura no son realmente cambios. ⁷Son sólo sombras más profundas o tal vez diferentes patrones de nubosidad. ⁸Mas lo que está hecho de nada no puede calificarse como algo nuevo o diferente. ⁹Las ilusiones son ilusiones; la verdad, verdad.

3. La resistencia, como se define aquí, puede ser un rasgo típico tanto del terapeuta como del paciente. ²En cualquier caso, limita la psicoterapia porque restringe sus miras. ³El Espíritu Santo no puede luchar contra las intrusiones del ego en el proceso terapéutico. ⁴Pero esperará, y Su paciencia es infinita. ⁵Su meta es por siempre completamente indivisa. ⁶Sean cuales fueren las resoluciones a las que arriben paciente y terapeuta con respecto a sus propias metas divergentes, no podrán reconciliarse completamente cual uno solo hasta que se unan a la meta del Espíritu Santo. ⁷Sólo entonces acaba todo conflicto, pues sólo entonces puede haber certeza.

4. De manera ideal, la psicoterapia consiste en una serie de encuentros santos en los que dos hermanos se encuentran para bendecirse y recibir la paz de Dios. ²Y llegará un día en que esto sea así para todo “paciente” sobre la faz de la tierra, pues ¿quiénes sino pacientes podrían haber venido aquí? ³El terapeuta es sólo un maestro de Dios un poco más especializado. ⁴Aprende enseñando, y cuanto más avanzado, más enseña y más aprende. ⁵Mas sea cual sea la fase en la que se encuentre, habrá pacientes que lo necesitarán tal como es, ⁶pues no pueden asimilar más de lo que por el momento él puede dar. ⁷No obstante, tanto ellos como él finalmente hallarán la cordura.


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II. El lugar de la religión en la psicoterapia


1. Para ser un maestro de Dios no es necesario ser religioso ni de alguna manera conmensurable creer en Dios. ²Es necesario, no obstante, enseñar perdón en lugar de condenación. ³Mas ni siquiera en esto se requiere total consistencia, pues cualquiera que hubiese llegado a ese punto podría enseñar lo que es la salvación en un instante y sin una sola palabra. ⁴Sin embargo, quien lo ha aprendido todo no necesita un maestro, y el que ha sanado no necesita un terapeuta. ⁵Las relaciones personales siguen siendo el templo del Espíritu Santo, y con el tiempo se perfeccionarán y serán restituidas a la eternidad.

2. La religión institucionalizada no ocupa ningún lugar en la psicoterapia, pero tampoco tiene un auténtico lugar en la religión. ²En este mundo existe una tendencia asombrosa a unir palabras contradictorias en un mismo término sin percibir la contradicción en absoluto. ³Tratar de institucionalizar la religión es un intento tan obvio por parte del ego de reconciliar lo irreconciliable, que no merece que nos extendamos en ello aquí. ⁴La religión es experiencia; la psicoterapia también lo es. ⁵En sus niveles más elevados se vuelven una. ⁶Ninguna es verdad en sí misma, mas ambas pueden conducir a la verdad. ⁷¿Qué se necesita hacer para encontrar la verdad, que sigue siendo perfectamente obvia, sino eliminar los aparentes obstáculos a la verdadera conciencia?

3. Nadie que aprenda a perdonar puede dejar de recordar a Dios. ²El perdón, pues, es todo lo que se necesita enseñar, ya que es todo lo que es necesario aprender. ³Todos los obstáculos al recuerdo de Dios son formas de falta de perdón, y eso es todo. ⁴Esto nunca le resulta obvio al paciente, y muy rara vez al terapeuta. ⁵El mundo ha aglutinado todas sus fuerzas en contra de esta toma de conciencia, pues en ella radica el fin del mundo y todo lo que éste representa.

4. Sin embargo, tener conciencia de Dios no constituye una meta razonable para la psicoterapia. ²Ésta llegará cuando se complete la psicoterapia, pues allí donde se ha alcanzado el perdón, la verdad no puede sino llegar. ³Sería injusto en verdad que se tuviera que creer en Dios para que la terapia tuviese éxito. ⁴Creer en Dios no es realmente un concepto significativo, puesto que a Dios sólo puede conocérsele. ⁵Creer implica que es igualmente posible no creer, mas tener conocimiento de Dios no tiene un verdadero opuesto. ⁶No conocer a Dios es no tener conocimiento, y es a esto a lo que conduce toda falta de perdón. ⁷Sin conocimiento, uno sólo puede tener creencias.

5. Hay diferentes recursos de aprendizaje para diferentes clases de personas. ²Algunas formas de religión no tienen nada que ver con Dios y algunas formas de psicoterapia no tienen nada que ver con la curación. ³Mas si alumno y maestro se unen para compartir una misma meta, Dios entrará a formar parte de su relación porque se Le invitó. ⁴De igual modo, la unión de propósitos entre paciente y terapeuta restituye el lugar de Dios a un primer plano, primero a través de la visión de Cristo y luego a través del recuerdo de Dios Mismo. ⁵El proceso psicoterapéutico es el retorno a la cordura. ⁶Maestro y alumno; terapeuta y paciente, están todos dementes, pues, de lo contrario, no estarían aquí. ⁷Juntos pueden hallar una salida, pues nadie encuentra la cordura solo.

6. Si la curación es una invitación que se le hace a Dios para que entre a Su Reino, ¿qué importa la manera cómo está escrita la invitación? ²¿Qué importa el papel, la tinta o el bolígrafo? ³¿O no es acaso el que escribe y hace la invitación lo que realmente importa? ⁴Dios acude a aquellos que desean restaurar Su mundo, pues han encontrado la manera de invocarle. ⁵Siempre que dos se unen, allí está Él. ⁶Sea cual sea el propósito que tengan es irrelevante, mas para triunfar tienen que compartirlo completamente. ⁷Es imposible compartir un objetivo que Cristo no haya bendecido, pues lo que no se ve a través de Sus ojos está demasiado fragmentado para poder tener sentido.

7. De la misma manera en que la verdadera religión cura, la verdadera psicoterapia debe ser religiosa. ²Existen muchas formas de ambas, pues ningún buen maestro utiliza el mismo enfoque con todos sus alumnos. ³Por el contrario, escucha pacientemente a cada uno y lo deja formular su propio programa de estudios; no la meta de éste, sino la manera en que mejor puede alcanzar el objetivo que dicho programa establece para él. ⁴Puede que el maestro no crea que Dios forma parte de la enseñanza. ⁵Tal vez el psicoterapeuta no entienda que la curación procede de Dios. ⁶No obstante, pueden triunfar allí donde muchos que creen haber encontrado a Dios fracasan.

8. ¿Qué debe hacer el maestro para asegurarse de que el aprendizaje tenga lugar? ²¿Qué debe hacer el terapeuta para que la curación se dé? ³Sólo una cosa, el mismo requisito que la salvación le pide a todo el mundo: ⁴cada uno debe compartir una meta con alguien más para de ese modo perder todo sentido de intereses separados. ⁵Sólo al hacer esto es posible trascender los estrechos límites que el ego quiere imponerle al yo. ⁶Sólo al hacer esto pueden maestro y alumno, terapeuta y paciente—o podemos tú y yo—aceptar la Expiación y aprender a darla tal como fue recibida.

9. La comunión es imposible si se está solo. ²Nadie que permanezca aparte puede recibir la visión de Cristo. ³Ésta se le ofrece, pero él no puede extender su mano para recibirla. ⁴Que se aquiete y reconozca que la necesidad de su hermano es su necesidad. ⁵Y que entonces la satisfaga como si fuese la suya propia y vea que ambas se satisfacen cual una sola porque, en efecto, lo son. ⁶¿Qué es la religión sino un recurso para ayudarle a ver esto? ⁷¿Y qué es la psicoterapia sino una ayuda que lo lleva a esa misma comprensión? ⁸Es la meta lo que hace que estos procesos sean el mismo, pues son uno en propósito y, por ende, no pueden sino ser uno en los medios.


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III. El papel del psicoterapeuta


1. El psicoterapeuta es un líder en el sentido de que camina ligeramente por delante del paciente y lo ayuda a evitar algunos de los escollos del camino advirtiéndolos primero. ²Lo ideal es que también sea un seguidor, pues hay Uno que debe caminar delante de él para proporcionarle la luz con la que poder ver. ³Sin Éste, tanto psicoterapeuta como paciente no harían sino dar tumbos a ciegas sin llegar a ninguna parte. ⁴Mas si el objetivo es la curación, es imposible que Aquél esté totalmente ausente. ⁵Es posible, no obstante, que no se Le reconozca. ⁶Así, pues, la tenue luz que en ese caso se puede aceptar es todo de lo que se dispone para iluminar el camino hacia la verdad.

2. La curación está restringida tanto por las limitaciones del psicoterapeuta como por las del paciente. ²El objetivo del proceso es, por lo tanto, trascender esos límites. ³Ninguno de los dos puede hacer esto por su cuenta, pero cuando se unen, se les proporciona el potencial para trascender toda limitación. ⁴La medida de su éxito depende ahora de cuánto de ese potencial estén dispuestos a utilizar. ⁵Al principio, la buena voluntad puede proceder de cualquiera de ellos, y según el otro la comparta, aumentará. ⁶Su progreso se convierte en un asunto de decisión: pueden llegar casi hasta el Cielo o no alejarse más que a uno o dos pasos del infierno.

3. Es muy posible que la psicoterapia parezca fracasar. ²Incluso es posible que el resultado parezca un retroceso. ³Pero al final siempre se produce algún grado de éxito. ⁴Hay uno que pide ayuda; hay otro que escucha y responde tratando de ayudar. ⁵Ésa es la fórmula de la salvación, y no puede sino curar. ⁶Lo único que puede interferir en la curación perfecta son objetivos divididos. ⁷Un terapeuta completamente desprovisto de ego podría curar al mundo sin una sola palabra, simplemente por el hecho de estar ahí. ⁸Nadie necesitaría verlo o hablar con él o, incluso, saber de su existencia. ⁹Su sola presencia es suficiente para curar.

4. El terapeuta ideal es uno con Cristo. ²Mas la curación es un proceso, no un hecho. ³El terapeuta no puede progresar sin el paciente, y el paciente no está listo para recibir a Cristo o, de lo contrario, no podría estar enfermo. ⁴En cierto sentido, el psicoterapeuta desprovisto de ego es una abstracción que se encuentra al final del proceso de curación; demasiado avanzado para creer en la enfermedad y demasiado cerca de Dios para poder conservar los pies sobre la tierra. ⁵Ahora puede ayudar a través de aquellos que necesitan ayuda, pues de esta manera lleva a cabo el plan establecido para la salvación. ⁶El psicoterapeuta se convierte en el paciente, al trabajar a través de otros pacientes para expresar sus pensamientos a medida que los recibe de la Mente de Cristo.


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IV. El proceso de la enfermedad


1. De la misma manera en que toda terapia es psicoterapia, del mismo modo toda enfermedad es enfermedad mental. ²Es un juicio acerca del Hijo de Dios, y todo juicio es una actividad mental. ³Un juicio es una decisión que se toma una y otra vez contra la creación y su Creador. ⁴Es la decisión de percibir el universo como tú lo habrías creado. ⁵Es decidir que la verdad puede mentir y que es una mentira. ⁶¿Qué otra cosa, entonces, puede ser la enfermedad sino una expresión de aflicción y culpa? ⁷¿Y por qué sollozaría alguien sino por su inocencia?

2. Una vez que al Hijo de Dios se le considera culpable, la enfermedad es inevitable. ²Es lo que ha pedido y, por ende, es lo que recibirá. ³Todos los que piden enfermedad se han condenado a sí mismos a buscar remedios que no los pueden ayudar, pues han depositado su fe en la enfermedad y no en la salvación. ⁴No hay nada que un cambio de mentalidad no pueda hacer, pues todas las cosas externas no son sino sombras de una decisión ya tomada. ⁵Si se cambia la decisión, ¿cómo podría su sombra no cambiar? ⁶La enfermedad no es más que la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. ⁷Si una deformidad se ve como real, ¿cómo podría su sombra no ser deforme?

3. Una vez que se ha decidido que la culpa es real, el descenso al infierno sigue paso a paso su inevitable trayectoria. ²La enfermedad, la muerte y la miseria fustigan ahora la tierra en implacables oleadas, a veces simultáneamente, y otras en siniestra sucesión. ³Todas estas cosas, no obstante, por muy reales que puedan parecer, son sólo ilusiones. ⁴¿Quién podría tener fe en ellas una vez que ha entendido esto? ⁵¿Y quién podría no tener fe en ellas hasta que lo entienda? ⁶La curación es terapia o corrección, y como ya hemos dicho y volveremos a repetir, toda terapia es psicoterapia. ⁷Curar al enfermo no es sino ofrecerle este entendimiento.

4. La palabra “cura” ha caído en desprestigio entre los terapeutas más “respetables” del mundo, y con toda razón. ²Pues ninguno de ellos puede curar, y ninguno de ellos entiende lo que es la curación. ³En el peor de los casos, le otorgan realidad al cuerpo en sus propias mentes, y una vez que han hecho esto, apelan a la magia para curar los males con las que sus mentes dotaron al cuerpo. ⁴¿Cómo podría este proceso curar? ⁵Es ridículo de principio a fin. ⁶Mas una vez comenzado, del mismo modo ha de concluir. ⁷Es como si Dios fuese el diablo y fuera necesario encontrarle en el mal. ⁸¿Cómo podría haber amor ahí? ⁹¿Y cómo podría lo enfermo curar? ¹⁰¿No son acaso estas dos preguntas una y la misma?

5. En el mejor de los casos, es posible que los “sanadores” del mundo—y el término “sanadores” tal vez sea cuestionable aquí—lleguen a reconocer que la mente es la fuente de la enfermedad. ²Pero su error estriba en la creencia de que la mente puede sanarse a sí misma. ³Esto tiene algún mérito en un mundo donde el concepto de “grados de error” tiene sentido. ⁴No obstante, sus curas siguen siendo provisionales o bien puede surgir otra enfermedad, pues mientras no se comprenda el significado del amor, la muerte no se ha superado. ⁵¿Y quién podría comprender el significado del amor sin la Palabra de Dios que Él le dio al Espíritu Santo para que fuese Su regalo para ti?

6. Cualquier clase de enfermedad puede definirse como el resultado de verse uno a sí mismo débil, vulnerable, malvado y en peligro y, por ende, en constante necesidad de defensa. ²Sin embargo, si el yo fuera realmente así, cualquier defensa sería inútil. ³Las defensas que se procuran, por lo tanto, no pueden sino ser mágicas. ⁴Deben superar todos los límites percibidos en uno mismo y, simultáneamente, forjar un nuevo concepto propio en el que el antiguo no tenga cabida. ⁵En resumen, el error se acepta como real y se lidia con él mediante ilusiones. ⁶Al haberse llevado la verdad al ámbito de las ilusiones, la realidad se ha vuelto una amenaza y se percibe como algo malvado. ⁷El amor se vuelve temible porque la realidad es amor. ⁸De este modo se cierra el círculo contra las “incursiones” de la salvación.

7. La enfermedad es, por lo tanto, un error que necesita corrección. ²Y como ya hemos subrayado, la corrección no puede tener lugar “justificando” el error primero y luego pasándolo por alto. ³Si la enfermedad fuese real, en verdad no podría pasarse por alto, pues obviar la realidad es demencia. ⁴No obstante, el propósito de la magia es hacer que las ilusiones sean verdad mediante una percepción falsa. ⁵Eso no puede curar porque se opone a la verdad. ⁶Tal vez una ilusión de salud substituya la ilusión de enfermedad por un breve periodo, mas no perdurará. ⁷Las ilusiones no pueden ocultar el miedo por mucho tiempo, pues éste forma parte de ellas. ⁸Escapará y adoptará otra forma, al ser la fuente de todas las ilusiones.

8. La enfermedad es demencia porque toda enfermedad es enfermedad mental, y en esto no hay grados. ²Una de las ilusiones que hace que la enfermedad se perciba como real es la creencia de que puede variar de intensidad: que el grado de amenaza es distinto según la forma que adopte. ³En esto radica la base de todos los errores, pues todos ellos no son más que intentos de transigir, al ver sólo una pequeña parte del infierno. ⁴Esto es una burla tan ajena a Dios que por siempre ha de ser inconcebible. ⁵Pero los dementes lo creen porque están locos.

9. Un loco defiende sus ilusiones porque ve en ellas su salvación. ²Por lo tanto, atacará a todo aquel que trate de salvarlo de ellas, al creer que está siendo atacado por él. ³Este curioso círculo de ataque-defensa es uno de los problemas más difíciles que debe enfrentar el psicoterapeuta. ⁴De hecho, ésa es su tarea principal, la esencia de la psicoterapia. ⁵Al terapeuta se le ve como alguien que está atacando la posesión más preciada del paciente: su imagen propia. ⁶Y puesto que esta imagen se ha convertido en la seguridad del paciente tal como él la ve, el terapeuta no puede sino ser percibido como una verdadera fuente de peligro, que hay que atacar e incluso matar.

10. El psicoterapeuta, pues, tiene una enorme responsabilidad. ²Debe hacer frente al ataque sin atacar y, por consiguiente, sin defenderse. ³Su tarea consiste en demostrar que las defensas no son necesarias y que la indefensión es fortaleza. ⁴Ésa debe ser su enseñanza, si quiere que su lección sea que la cordura es seguridad. ⁵No puede hacerse suficiente hincapié en el hecho de que el demente cree que la cordura es una amenaza. ⁶Éste es el corolario del “pecado original”: la creencia de que la culpa es real y de que está plenamente justificada. ⁷Por lo tanto, la función del psicoterapeuta consiste en enseñar que la culpa, al ser irreal, no tiene justificación ⁸ni ofrece seguridad alguna. ⁹Por consiguiente, siempre será indeseable además de irreal.

11. Esta única doctrina de la salvación es la meta de toda terapia. ²Pues alivia la mente de la insensata carga de culpa que tan fatigosamente arrastra, y de este modo la curación se logra. ³No se cura al cuerpo. ⁴Simplemente se le reconoce como lo que es. ⁵Si se percibe correctamente, se puede entender su propósito. ⁶¿Qué necesidad hay entonces de enfermedad? ⁷Con este único cambio, todo lo demás vendrá por añadidura. ⁸No hay necesidad de complicados cambios. ⁹No hay necesidad de largos análisis ni de discusiones o búsquedas fatigosas. ¹⁰La verdad es simple, al ser una y la misma para todos.


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V. El proceso de curación


1. Aun cuando la verdad es simple, de todas maneras se les debe enseñar a aquellos que han perdido el rumbo en interminables laberintos de complejidad. ²Ésa es la gran ilusión. ³En su estela surge inevitablemente la creencia de que para estar a salvo uno debe controlar lo desconocido. ⁴Esta extraña creencia depende de ciertas pautas que nunca llegan hasta la conciencia. ⁵En primer lugar, se produce debido a la creencia de que existen fuerzas que se deben vencer para que uno pueda incluso estar vivo. ⁶Y luego parece como si esas fuerzas sólo se pudiesen mantener a raya mediante un inflado sentido de uno mismo que mantenga oculto lo que en realidad se siente, y procurando elevar las ilusiones a la luz.

2. Recordemos que los que acuden a nosotros en busca de ayuda están severamente atemorizados. ²Lo que creen que los ayudará, les hará daño; lo que creen que les hará daño es lo único que los puede ayudar. ³El progreso se vuelve imposible hasta que el paciente es persuadido para cambiar completamente su tergiversada manera de ver el mundo; su tergiversada manera de verse a sí mismo. ⁴La verdad es simple. ⁵No obstante, debe enseñarse a aquellos que creen que los pondría en peligro. ⁶Debe enseñarse a aquellos que atacan cuando se sienten amenazados y a aquellos que, por encima de todo, necesitan la lección de la indefensión para mostrarles lo que es la fortaleza.

3. Si este mundo fuera ideal, tal vez podría haber una terapia ideal. ²En un estado ideal, no obstante, la terapia no tendría ningún propósito. ³Hablamos de una enseñanza ideal en un mundo en el que el maestro perfecto no podría permanecer por mucho tiempo, y el perfecto psicoterapeuta es tan sólo el tenue destello de un pensamiento aún no concebido. ⁴De todas maneras, hablamos de lo que se puede hacer para ayudar a los dementes dentro de los límites de lo posible. ⁵Mientras estén enfermos, se les puede y se les debe ayudar. ⁶No se le pide más que eso a la psicoterapia ni es digno del terapeuta dar menos de todo lo que tiene para dar. ⁷Pues Dios Mismo le ofrece su hermano para que sea su Salvador del mundo.

4. La curación es santa. ²No hay nada más santo en este mundo que ayudar a alguien que pide ayuda. ³Este intento, aunque sea limitado, aunque carezca de sinceridad, lleva a ambos muy cerca de Dios. ⁴Donde dos se unen para lograr la curación, allí está Dios. ⁵Y Él ha garantizado que en verdad los escuchará y les responderá. ⁶Pueden estar seguros de que la curación es un proceso que Él dirige, porque se rige de acuerdo con Su Voluntad. ⁷Disponemos de Su Palabra para que nos guíe, mientras procuramos ayudar a nuestros hermanos. ⁸No olvidemos que por nosotros mismos no podemos hacer nada, y apoyémonos en una Fuerza que está más allá de nuestro limitado alcance con respecto a qué debemos enseñar y a qué debemos aprender.

5. Un hermano que busca ayuda puede brindarnos regalos que exceden en mucho lo más elevado que se pueda percibir en sueño alguno. ²Nos ofrece la salvación, pues viene a nosotros como Cristo y Salvador. ³Lo que pide, lo está pidiendo Dios a través de él. ⁴Y lo que hacemos por él, se convierte en el regalo que le hacemos a Dios. ⁵La sagrada petición de ayuda que el santo Hijo de Dios hace en su percibido infortunio, el Padre no puede dejar de contestarla. ⁶Él necesita, no obstante, una voz a través de la cual pronunciar Su santa Palabra; una mano con la que alcanzar a Su Hijo y tocar su corazón. ⁷En semejante proceso, ¿quién no se curaría? ⁸Esta interacción santa es el plan de Dios Mismo, por medio del cual Su Hijo es salvado.

6. Pues dos se han unido. ²Y ahora Dios cumple Sus promesas. ³Los límites impuestos tanto por el paciente como por el terapeuta ya no cuentan, pues la curación ha comenzado. ⁴Lo que ellos deben comenzar el Padre lo completará. ⁵Pues nunca ha pedido otra cosa que la más mínima muestra de buena voluntad, el más pequeño de los avances y el más leve susurro de Su Nombre. ⁶Pedir ayuda, en la forma que sea, es apelar a Él. ⁷Y Él enviará Su Respuesta a través del terapeuta que mejor pueda servir a Su Hijo en su actual necesidad. ⁸Tal vez la respuesta no parezca ser un regalo del Cielo. ⁹Puede incluso parecer un empeoramiento y no una ayuda. ¹⁰No obstante, no seamos nosotros quienes juzguemos el resultado.

7. En alguna parte todos los dones de Dios serán recibidos. ²En el tiempo ningún esfuerzo puede ser en vano. ³No se nos pide que seamos perfectos cuando intentamos curar. ⁴Ya nos hemos engañado si creemos que hay necesidad de curación. ⁵Y la verdad nos llegará sólo a través de alguien que parece compartir nuestro sueño de enfermedad. ⁶Ayudémosle a perdonarse a sí mismo por todas las transgresiones por las que se condenaría sin causa alguna. ⁷Su curación es la nuestra. ⁸Y según veamos su impecabilidad brillar a través del velo de culpa que cubre al Hijo de Dios, contemplaremos en él la faz de Cristo y comprenderemos que no es sino la nuestra.

8. Permanezcamos en silencio ante la Voluntad de Dios y hagamos lo que Ésta ha dispuesto que debemos hacer. ²Sólo hay una manera de llegar allí donde comenzaron todos los sueños. ³Y es ahí donde los dejaremos, para marcharnos en paz para siempre. ⁴Si oyes la petición de ayuda de un hermano, respóndele. ⁵Será a Dios a Quien respondes, pues Lo invocaste. ⁶No hay otra manera de oír Su Voz. ⁷No hay otra manera de buscar a Su Hijo. ⁸No hay otra manera de encontrar tu Ser. ⁹La curación es santa, ya que el Hijo de Dios retorna al Cielo a través de su tierno abrazo. ¹⁰Pues la curación le dice, por medio de la Voz que habla por Dios, que todos sus pecados le han sido perdonados.


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VI. La definición de la curación


1. El proceso de la psicoterapia se puede definir, entonces, simplemente como perdón, pues ninguna curación puede ser otra cosa. ²Los que no perdonan están enfermos, al creer que no han sido perdonados. ³El aferrarse a la culpa, ceñirla estrechamente y ofrecerle refugio, protegerla amorosamente y estar alerta para defenderla no es otra cosa que una implacable negativa a perdonar. ⁴”Dios no puede entrar aquí” repiten los enfermos una y otra vez mientras lamentan su pérdida y, sin embargo, encuentran deleite en ella. ⁵La curación tiene lugar una vez que el paciente comienza a oír el canto fúnebre que entona y cuestiona su validez. ⁶Hasta que no lo oye, no puede entender que es él quien se lo canta a sí mismo. ⁷Oírlo es el primer paso en la recuperación. ⁸Cuestionarlo debe ser, entonces, su elección.

2. Hay una tendencia, y muy fuerte por cierto, a oír este canto de muerte sólo por un instante y a descartarlo sin haberlo corregido. ²Estas fugaces tomas de conciencia representan las muchas oportunidades que literalmente se nos brindan para “cambiar de melodía”. ³En su lugar podemos oír el sonido de la curación. ⁴Pero antes debe surgir la buena voluntad de cuestionar la “realidad” del canto de condenación. ⁵Las extrañas distorsiones que de manera inextricable están entretejidas dentro del concepto del yo, que en sí no es más que una seudocreación, hacen que ese feo sonido parezca verdaderamente hermoso. ⁶Mas en lugar de esos estrepitosos y desagradables chillidos podría oírse “el ritmo del universo”, “el cántico del ángel heraldo” y otros más.

3. El oído traduce, no oye. ²El ojo reproduce, no ve. ³La tarea de ambos es hacer agradable aquello que se invoca, por muy desagradable que pueda ser. ⁴Responden a las decisiones de la mente, reproduciendo sus deseos y traduciéndolos a formas aceptables y placenteras. ⁵A veces el pensamiento tras la forma se deja entrever, pero sólo por un momento, y la mente se asusta y comienza a dudar de su cordura. ⁶Mas no permite que sus esclavos cambien las formas que contemplan ni los sonidos que oyen. ⁷Éstos constituyen sus “remedios”; sus “protectores” contra la demencia.

4. Estos testimonios que los sentidos ofrecen tienen un solo propósito: justificar el ataque y de esta manera conservar la falta de perdón sin que se reconozca como tal. ²Cuando se la ve sin disfraz resulta intolerable. ³Sin protección no podría perdurar. ⁴He ahí donde se atesora toda enfermedad, pero sin reconocer que es así. ⁵Pues cuando una falta de perdón no se reconoce, la forma que adopta la hace parecer algo distinto. ⁶Y ahora es ese “algo distinto” lo que parece aterrorizar. ⁷Pero no es el “algo distinto” lo que puede ser sanado. ⁸No está enfermo y no necesita remedio alguno. ⁹Concentrar tus esfuerzos curativos en ello es inútil. ¹⁰¿Quién podría curar lo que no está enfermo y hacer que se recupere?

5. La enfermedad adopta muchas formas, y lo mismo hace la falta de perdón. ²Las formas que adopta una no hacen sino reproducir las formas que adopta la otra, pues son la misma ilusión. ³Tan fielmente la una se traduce a la otra, que un estudio riguroso de la forma que adopta una enfermedad revela claramente la forma de falta de perdón que representa. ⁴No obstante, ver esto no produce una curación. ⁵Ésta se logra mediante un solo reconocimiento: que sólo el perdón cura una falta de perdón y que sólo una falta de perdón puede ser el origen de cualquier clase de enfermedad.

6. Darse cuenta de esto es la meta final de la psicoterapia. ²¿Cómo se alcanza? ³El terapeuta ve en el paciente todo aquello que él no se ha perdonado a sí mismo, y de esta manera se le da otra oportunidad de verlo, reevaluarlo y perdonarlo. ⁴Cuando esto ocurre, ve sus pecados desaparecer en un pasado que ya no está aquí. ⁵Hasta que no lo haga, no podrá sino pensar que el mal lo asedia aquí y ahora. ⁶El paciente es la pantalla sobre la que el terapeuta proyecta sus pecados, permitiéndole así deshacerse de ellos. ⁷Mas si conserva un pequeño aspecto del pecado que está percibiendo, su liberación es parcial y no está asegurada.

7. Nadie se cura solo. ²Éste es el feliz canto que la salvación entona a todo aquel que oye su voz. ³Nunca serán suficientes las veces que esta afirmación deba ser recordada por todos aquellos que se consideran terapeutas. ⁴No hay otra manera de ver a sus pacientes salvo como los portadores del perdón, pues son ellos quienes vienen a demostrar su impecabilidad ante ojos que aún creen que el pecado existe y que se puede ver. ⁵Mas la prueba de la impecabilidad, vista en el paciente y aceptada en el terapeuta, le ofrece a la mente de ambos un convenio en el que se encuentran, se unen y se hacen uno.


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VII. La relación paciente-terapeuta ideal


1. ¿Quién es, entonces, el terapeuta y quién el paciente? ²Al final, todo el mundo desempeña ambos papeles. ³Aquel que necesita curación debe curar. ⁴Médico, cúrate a ti mismo. ⁵¿Quién más, si no, necesita curarse? ⁶¿Y quién más, si no tú, tiene necesidad de curación? ⁷Cada paciente que acude a un terapeuta le ofrece a éste la oportunidad de curarse a sí mismo. ⁸Por lo tanto, es su terapeuta. ⁹Y cada terapeuta debe aprender a curarse de cada paciente que acude a él. ¹⁰De esta manera, el terapeuta se convierte en el paciente. ¹¹Dios no sabe nada de separación. ¹²Lo único que sabe es que tiene un Hijo. ¹³Su conocimiento se ve reflejado en la relación paciente-terapeuta ideal. ¹⁴Dios acude a aquel que lo llama, y éste se reconoce a sí mismo en Él.

2. Piensa detenidamente, maestro y terapeuta, por quién oras y quién es el que necesita curación. ²Pues la terapia es oración, y la curación es su mira y su resultado. ³¿Qué es la oración sino la unión de mentes en una relación en la que Cristo puede entrar a formar parte? ⁴Ésa es Su morada, a la que la psicoterapia lo invita. ⁵¿Qué sentido tiene la curación de un síntoma si siempre hay otro que se puede elegir? ⁶Mas una vez que Cristo ha entrado, ¿qué otra elección hay salvo permitir que se quede? ⁷No hay necesidad de más, pues eso es todo. ⁸Ahí está la curación, la felicidad y la paz. ⁹Estos son los “síntomas” de la relación paciente-terapeuta ideal, que reemplazan a aquellos con los que el paciente llegó cuando vino pidiendo ayuda.

3. El proceso que realmente tiene lugar en esa relación es uno en el que el terapeuta le dice a su paciente, de todo corazón, que todos sus pecados le han sido perdonados junto con los suyos propios. ²¿Qué diferencia hay entre la curación y el perdón? ³Sólo Cristo perdona, pues conoce Su total falta de pecado. ⁴Su visión sana la percepción y la enfermedad desaparece. ⁵Pues una vez que su causa ha sido eliminada no vuelve a presentarse más. ⁶Para que esto tenga lugar, no obstante, se necesita la ayuda de un terapeuta muy avanzado, capaz de unirse al paciente en una relación santa en la que todo sentido de separación finalmente se supera.

4. Para ello se requiere una cosa y sólo una: que el terapeuta no se confunda a sí mismo con Dios en modo alguno. ²Todo “sanador no sanado” cae en esta confusión fundamental de una u otra forma, al considerarse su propio creador en lugar de creado por Dios. ³Rara vez, si acaso, es ésta una confusión de la que es consciente, o el sanador no sanado se convertiría instantáneamente en un maestro de Dios y consagraría su vida a la verdadera curación. ⁴Antes de llegar a este punto pensó que estaba a cargo del proceso terapéutico y que, por lo tanto, era responsable de sus resultados. ⁵Los errores del paciente se convirtieron así en sus fracasos, y la culpa se convirtió en la envoltura, obscura y férrea, de lo que debía ser la santidad de Cristo. ⁶La culpabilidad es inevitable para aquellos que se valen de su propio juicio al tomar decisiones. ⁷Pero es imposible para aquellos a través de los cuales habla el Espíritu Santo.

5. Eliminar la culpa es el verdadero objetivo de la terapia y el evidente objetivo del perdón. ²En esto su unicidad se puede apreciar claramente. ³Mas ¿cómo podría experimentar el final de la culpa quien se siente responsable de su hermano en el papel de guía suyo? ⁴Tal función presupone un conocimiento que nadie aquí puede poseer: una certeza del pasado, del presente y del futuro, así como de todos los efectos que en ellos puedan ocurrir. ⁵Sólo desde esta perspectiva omnisciente podría ser posible semejante función. ⁶Mas ninguna percepción es omnisciente, ni es el diminuto yo de uno solo contra el universo capaz de asumir que posee tal sabiduría, excepto en la locura. ⁷Que muchos terapeutas están locos es obvio. ⁸Ningún sanador no sanado puede estar completamente cuerdo.

6. No obstante, es tan demente negarte a aceptar una función que Dios te ha encomendado, como lo es inventar una que Él no te dió. ²El terapeuta avanzado en ningún caso puede dudar del poder que hay en él ³ni tampoco de la Fuente de ese poder. ⁴Comprende que todo poder en la tierra y en el Cielo le pertenece por ser Quien es. ⁵Y él es Quien es debido a su Creador, Cuyo Amor reside en él y Quien jamás puede fallar. ⁶Piensa en lo que esto significa: los regalos de Dios son suyos para darlos. ⁷Sus pacientes son los santos de Dios, quienes invocan su santidad para hacerla suya. ⁸Y según él se la concede, ellos contemplan la radiante faz de Cristo que, a su vez, los contempla a ellos.

7. Los dementes, al creer que son Dios, no temen ofrecer debilidad al Hijo de Dios. ²Y por esa razón, lo que ven en él ciertamente los atemoriza. ³El sanador no sanado no puede evitar sentir miedo de sus pacientes, y sospecha de su lealtad por la traición que ve en sí mismo. ⁴Intenta curar, y en ocasiones tal vez lo consiga. ⁵Pero su éxito será limitado y de corta duración. ⁶No ve el Cristo en aquel que acude a él. ⁷¿Qué respuesta puede dar a uno que parece un extraño, ajeno a la verdad y pobre en sabiduría, desprovisto del dios que le debe ser dado? ⁸Contempla a tu Dios en él, pues lo que veas será tu respuesta.

8. Piensa en lo que en realidad significa la unión de dos hermanos. ²Y luego olvídate del mundo y de todos sus míseros triunfos, así como de sus sueños de muerte. ³Todos son uno y lo mismo, y ahora nada puede recordarse del mundo de la culpa. ⁴La habitación se transforma en un templo, y la calle, en un torrente de estrellas que suavemente se desliza más allá de todos los sueños enfermizos. ⁵La curación se ha dado, pues lo que es perfecto no necesita curación, ¿y qué puede necesitar perdón allí donde no hay pecado?

9. Siéntete agradecido, terapeuta, de que puedas contemplar cosas como éstas sólo con entender tu verdadero papel. ²Si no lo haces, habrás negado que Dios te creó y, por ende, no sabrás que eres Su Hijo. ³¿Quién es tu hermano ahora? ⁴¿Qué santo puede venir para llevarte con él a casa? ⁵Has perdido el rumbo. ⁶¿Cómo puedes ahora esperar ver en él una respuesta que te has negado a dar? ⁷Cura y cúrate. ⁸No hay otra alternativa que pueda jamás conducir a la paz. ⁹Deja entrar a tu paciente, pues viene a ti de parte de Dios. ¹⁰¿No es acaso su santidad suficiente para despertar en ti tu memoria de Él?


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3. LA PRÁCTICA DE LA PSICOTERAPIA

I. La selección de pacientes


1. Todo aquel que se te envía es tu paciente. ²Esto no significa que seas tú quien lo selecciona o el que decide el tipo de tratamiento adecuado. ³Pero sí significa que nadie viene a ti por error. ⁴No hay errores en el plan de Dios. ⁵Sería un error, no obstante, presumir que sabes lo que debe ofrecérsele a todo aquel que acude a ti. ⁶No es a ti a quien corresponde tomar esa decisión. ⁷Tienes la tendencia a creer que continuamente se te está pidiendo algún sacrificio en beneficio de aquellos que vienen a ti. ⁸De ninguna manera podría ser esto cierto. ⁹Exigir que te sacrifiques es exigirle un sacrificio a Dios, y Él no sabe nada de sacrificios. ¹⁰¿Quién podría pedirle a lo Perfecto que sea imperfecto?

2. ¿Quién decide, entonces, lo que cada hermano necesita? ²Obviamente no tú, que aún no reconoces quién es aquel que pide. ³Si escuchas, hay Algo en él que te lo dirá. ⁴Y ésa es la respuesta: escuchar. ⁵No hagas exigencias, no decidas nada ni hagas ningún sacrificio. ⁶Sólo escucha. ⁷Lo que oyes es cierto. ⁸¿Te enviaría Dios Su Hijo si no estuviera seguro de que reconocerías sus necesidades? ⁹Piensa en lo que Dios te está diciendo: Él necesita tu voz para que hable por Él. ¹⁰¿Podría haber algo más santo? ¹¹¿O un mayor regalo para ti? ¹²¿Preferirías decidir quién es dios o más bien escuchar la Voz de Aquel que es Dios en ti?

3. Tus pacientes no necesitan estar físicamente presentes para que les sirvas en Nombre de Dios. ²Esto puede ser difícil de recordar, pero Dios no va a dejar que los regalos que te ha dado se limiten a los pocos que en efecto ves. ³También puedes ver otros, pues la visión no se limita a los ojos del cuerpo. ⁴Hay quienes no necesitan tu presencia física. ⁵Pero te necesitan tanto o incluso más en el instante en que te son enviados. ⁶Los reconocerás en la forma que sea más útil para ellos y para ti. ⁷No importa cómo lleguen. ⁸Serán enviados en la manera que resulte más beneficiosa: un nombre, un pensamiento, una imagen, una idea o tal vez simplemente una sensación de que te conectas con alguien en alguna parte. ⁹La unión está en manos del Espíritu Santo. ¹⁰No puede dejar de darse.

4. Un terapeuta santo, un maestro de Dios avanzado, jamás olvida una cosa: no fue él quien elaboró el programa de estudios de la salvación ni el que estableció su papel dentro del mismo. ²Se da cuenta de que su parte es necesaria para el todo y que a través de ella reconocerá el todo cuando la haya cumplido. ³Entre tanto, debe aprender, y sus pacientes son el medio que se le ha provisto para ello. ⁴¿Qué otra cosa sino gratitud podría sentir por ellos y hacia ellos? ⁵Traen a Dios consigo. ⁶¿Rechazaría este regalo por una minucia o le cerraría la puerta al Salvador del mundo para dejar entrar un fantasma? ⁷Que no traicione al Hijo de Dios. ⁸Aquel que lo llama está más allá de su comprensión. ⁹Mas ¿cómo no se iba a alegrar de poder responder cuando sólo así puede oír la llamada y entender que es la suya propia?


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II. ¿Es la psicoterapia una profesión?


1. Estrictamente hablando, la respuesta es no. ²¿Cómo podría considerarse exclusiva una profesión que todo el mundo desempeña? ³¿Qué límites podrían imponérsele a una interacción en la que cada quien es a la vez paciente y terapeuta en toda relación de la que forma parte? ⁴Sin embargo, desde un punto de vista práctico, se puede decir que hay algunas personas que se dedican fundamentalmente a alguna u otra forma de curación como su tarea principal. ⁵Y es a ellos a los que un gran número de personas acude en busca de ayuda. ⁶Ésa es, en efecto, la práctica de la terapia. ⁷Ellos son, por consiguiente, los ayudantes “oficiales”. ⁸Están dedicados a satisfacer ciertas clases de necesidad en sus actividades profesionales, aunque pueden ser maestros mucho más capaces fuera de ellas. ⁹No necesitan, evidentemente, pautas específicas, pero se les puede pedir que utilicen ciertas aplicaciones de los principios generales que rigen la curación.

2. En primer lugar, el terapeuta profesional se encuentra en una posición idónea para demostrar que no hay grados de dificultad en la curación. ²No obstante, para poder hacer esto necesita un adiestramiento especial, puesto que el aprendizaje mediante el cual se convirtió en terapeuta probablemente le enseñó poco o nada acerca de los verdaderos principios de la curación. ³De hecho, probablemente le enseñó cómo imposibilitarla. ⁴La mayoría de las enseñanzas del mundo siguen un programa de estudio en cómo juzgar, con miras a hacer del terapeuta un juez.

3. Mas aun de esto se puede valer el Espíritu Santo y lo hará a la menor invitación. ²El sanador no sanado puede ser arrogante, egoísta, indiferente e incluso deshonesto. ³Puede no estar interesado en la curación como su meta principal. ⁴Pero algo le sucedió, no importa cuán leve pudo haber sido—ni cuán equivocada la dirección que pudo haber elegido—cuando decidió ser un sanador. ⁵Ese “algo” es suficiente. ⁶Tarde o temprano ese algo despuntará y crecerá: un paciente tocará su corazón y el terapeuta silenciosamente le pedirá ayuda. ⁷Ha encontrado un terapeuta para sí mismo. ⁸Le ha pedido al Espíritu Santo que entre en la relación y la sane. ⁹Ha aceptado la Expiación para sí mismo.

4. Se dice que Dios contempló todo lo que había creado y lo declaró bueno. ²No, Él lo declaró perfecto y así fue. ³Y dado que Sus Creaciones no cambian y son eternas, así es ahora. ⁴Sin embargo, es imposible que exista un terapeuta perfecto o un perfecto paciente. ⁵Ambos han tenido que negar su perfección, pues la misma necesidad que uno tiene por el otro implica un sentido de carencia. ⁶Una relación de uno-a-uno no es la Relación Una. ⁷No obstante, es el medio de retorno: el camino que Dios eligió para el regreso de Su Hijo. ⁸En este extraño sueño debe adentrarse una extraña corrección, pues sólo eso es la llamada a despertar. ⁹¿Y qué otra cosa, si no, debe ser la terapia? ¹⁰Despierta y regocíjate, pues todos tus pecados te han sido perdonados. ¹¹Éste es el único mensaje que dos personas deberían siempre darse la una a la otra.

5. Algo bueno debe resultar de todo encuentro entre paciente y terapeuta. ²Y ese algo bueno se salvaguarda para los dos, hasta el día en que ambos puedan reconocer que sólo eso fue real en su relación. ³En ese momento se les devuelve, bendecido por el Espíritu Santo, como un regalo de parte de su Creador y como muestra de Su Amor. ⁴Pues la relación terapéutica debe llegar a ser como la relación entre el Padre y el Hijo. ⁵No hay otra porque no hay nada más. ⁶Los terapeutas de este mundo no esperan ese resultado, y muchos de sus pacientes serían incapaces de aceptar su ayuda si ése fuera el caso. ⁷No obstante, ningún terapeuta establece realmente el objetivo de las relaciones de las que forma parte. ⁸Su comprensión comienza con este reconocimiento y se profundiza a partir ahí.

6. En el instante en que el terapeuta se olvida de juzgar al paciente es cuando tiene lugar la curación. ²Algunas relaciones jamás llegan a ese punto, aun cuando tanto paciente como terapeuta puedan cambiar de sueños en el proceso. ³Sin embargo, el sueño no será el mismo para ambos y, por ende, no es el sueño de perdón en el que ambos despertarán algún día. ⁴Lo bueno se salvaguarda, de hecho, se atesora. ⁵Pero es poco el tiempo que se ahorra. ⁶Los nuevos sueños perderán su atracción temporal y se convertirán en sueños de miedo, que es el contenido de todos los sueños. ⁷No obstante, ningún paciente puede aceptar más de lo que está listo para recibir, y ningún terapeuta puede ofrecer más de lo que cree tener. ⁸Por lo tanto, hay un lugar para todas las relaciones de este mundo, y aportarán tanto bien como cada una pueda aceptar y utilizar.

7. De todos modos, la curación tiene lugar cuando cesa todo juicio, porque sólo entonces se puede entender que no hay grados de dificultad en la curación. ²Este entendimiento es crucial para el sanador sanado. ³Ha aprendido que no es más difícil despertar a un hermano de un sueño que de otro. ⁴Ningún terapeuta profesional puede mantener este entendimiento todo el tiempo en su mente y ofrecerlo a todo el que acude a él. ⁵Hay algunos en este mundo que casi lo han logrado, pero no han aceptado el regalo del todo para de este modo poder permanecer aquí y dejar que su comprensión permanezca en la tierra hasta el final de los tiempos. ⁶Realmente no se les debe llamar terapeutas profesionales. ⁷Son los Santos de Dios. ⁸Son los Salvadores del mundo. ⁹Su imagen ha de permanecer porque así lo eligieron. ¹⁰Ocupan el lugar de otras imágenes y su ayuda llega en forma de tiernos sueños.

8. Una vez que el terapeuta profesional se ha dado cuenta de que las mentes están unidas, puede también reconocer que el concepto de grados de dificultad en la curación no tiene sentido. ²No obstante, mucho antes de llegar a este entendimiento en el tiempo, puede encaminarse en dirección a él. ³Y son muchos los instantes santos que pueden ser suyos a lo largo del camino. ⁴Una meta marca el final de una jornada, no el comienzo, y según una meta se alcanza, otra puede vislumbrarse más adelante. ⁵La mayoría de los terapeutas profesionales apenas se encuentran al comienzo de la fase inicial de la primera jornada. ⁶Incluso aquellos que han comenzado a comprender lo que deben hacer pueden aún oponerse a dar el primer paso. ⁷Sin embargo, todas las leyes de la curación pueden ser suyas en un solo instante. ⁸La jornada no es larga, excepto en sueños.

9. El terapeuta profesional posee una ventaja que puede ahorrarle una enorme cantidad de tiempo si la usa adecuadamente. ²Ha elegido una senda en la que existe una gran tentación a hacer mal uso de su papel. ³Si escapa de la tentación de asumir una función que no le ha sido dada, podrá superar muchos obstáculos a la paz con bastante rapidez. ⁴Para entender que no hay grados de dificultad en la curación, tiene que reconocer también su igualdad con el paciente. ⁵No hay términos medios en esto. ⁶O bien son lo mismo o bien no lo son. ⁷Los intentos de los terapeutas de transigir con respecto a esto son extraños en verdad. ⁸Algunos utilizan la relación únicamente con el fin de coleccionar cuerpos para que les rindan culto en sus santuarios, y ven esto como una curación. ⁹Muchos pacientes, también, consideran este extraño procedimiento como la salvación. ¹⁰Aun así, en cada encuentro hay Uno que dice: “Hermano mío, elige de nuevo”.

10. No olvides que cualquier forma de especialismo debe ser defendida, y lo será. ²El terapeuta que camina sin defensas dispone de la Fortaleza de Dios, pero el terapeuta que anda a la defensiva, ha perdido de vista la Fuente de su salvación. ³Él ni ve ni oye. ⁴¿Cómo puede, entonces, enseñar? ⁵Puede hacerlo porque la Voluntad de Dios es que él ocupe su puesto en el plan para la salvación. ⁶Porque es la Voluntad de Dios que ayude a su paciente a unirse a él allí. ⁷Y porque su incapacidad de ver y oír no limita al Espíritu Santo en modo alguno, ⁸excepto en el tiempo. ⁹Pois en el tiempo puede haber un gran intervalo entre el ofrecimiento y la aceptación de la curación. ¹⁰Éste es el velo que cubre la faz de Cristo. ¹¹Pero no puede ser sino una ilusión porque el tiempo no existe y la Voluntad de Dios ha sido siempre exactamente como es.


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III. La cuestión del pago


1. Nadie puede pagar por la terapia, pues toda curación es de Dios y Él no pide nada. ²Sin embargo, es parte de Su plan que el Espíritu Santo se valga de todo en este mundo para ayudar a que el plan se lleve a cabo. ³Incluso un terapeuta avanzado tiene algunas necesidades terrenales mientras esté aquí. ⁴Si necesita dinero, se le dará, no como pago, sino para ayudarlo a desempeñar mejor su función dentro del plan. ⁵El dinero no es malo; ⁶sencillamente no es nada. ⁷Pero nadie aquí puede vivir sin ilusiones, pues aún debe esforzarse en lograr que la última ilusión sea aceptada por todo el mundo y en todas partes. ⁸En este único propósito tiene una magna función y es para lo que vino. ⁹Permanece aquí sólo para eso. ¹⁰Y mientras esté aquí se le dará todo lo que pueda necesitar.

2. Sólo un sanador no sanado intentaría curar por dinero, y en la medida en que le atribuya valor, no tendrá éxito ²ni encontrará su propia curación en el proceso. ³Habrá algunas personas a quienes el Espíritu Santo les pida algún tipo de pago para Sus propósitos. ⁴Y habrá otras a quienes no les pida nada. ⁵Sin embargo, no debe ser el terapeuta el que tome estas decisiones. ⁶Hay una diferencia entre pago y coste. ⁷Dar dinero allí donde el plan de Dios quiere que se dé no supone un coste. ⁸Pero no darlo donde propiamente se debe dar supone un coste enorme. ⁹El terapeuta que determina esto pierde el nombre de sanador, pues nunca podrá entender lo que es la curación. ¹⁰No puede darla y, por ende, no puede gozar de ella.

3. Los terapeutas de este mundo son ciertamente inútiles para la salvación del mundo. ²Hacen exigencias, por lo tanto, son incapaces de dar. ³Por lo único que los pacientes pueden pagar es por el intercambio de ilusiones. ⁴Y por esto, ciertamente se exige un pago y el coste es enorme. ⁵Una relación “comprada” no puede ofrecer el único don mediante el cual se logra toda curación. ⁶El perdón, el único sueño del Espíritu Santo, no debe tener coste alguno. ⁷Pues si lo tuviera, simplemente crucificaría al Hijo de Dios otra vez. ⁸¿Puede ser así como se le perdona? ⁹¿Puede ser ésta la manera de poner fin al sueño de pecado?

4. El derecho a vivir es algo por lo que nadie necesita luchar. ²Se le ha prometido, y está garantizado por Dios. ³Por consiguiente, es un derecho que tanto terapeuta como paciente comparten por igual. ⁴Si su relación ha de ser santa, lo que uno de ellos necesite el otro se lo dará; lo que a uno le haga falta el otro lo proveerá. ⁵Así es como la relación se vuelve santa, pues así es como ambos son sanados. ⁶El terapeuta compensa al paciente con su gratitud, lo mismo que el paciente lo compensa a él con la suya. ⁷No hay coste para ninguno de los dos. ⁸Pero ambos se deben gratitud por su liberación del largo aprisionamiento y de la duda. ⁹¿Quién no estaría agradecido por semejante regalo? ¹⁰¿Y quién podría ni siquiera imaginar que este regalo se puede comprar?

5. Se ha dicho correctamente que a aquel que tiene se le dará. ²Porque tiene, puede dar. ³Y porque da, se le dará. ⁴Ésta es la Ley de Dios, no la del mundo. ⁵De la misma manera ocurre con los sanadores de Dios. ⁶Ellos dan porque han oído Su Palabra y la han comprendido. ⁷Y así, todo cuanto puedan necesitar se les proveerá. ⁸Pero perderán esta comprensión a menos que recuerden que todo lo que tienen procede únicamente de Dios. ⁹Si creen que necesitan algo de un hermano, ya no podrán reconocerlo como tal. ¹⁰Y si hacen esto, desaparece una luz incluso en el Cielo. ¹¹Allí donde el Hijo de Dios se vuelve contra sí mismo, sólo puede contemplar obscuridad. ¹²Él mismo ha negado la luz y ahora no puede ver.

6. Hay una regla que siempre debe observarse: no se debe rechazar a nadie porque no pueda pagar. ²Nadie es enviado a otro por casualidad. ³Las relaciones siempre tienen un propósito. ⁴Es irrelevante cuál pudo haber sido su propósito antes de que el Espíritu Santo entrase a formar parte de ellas, siempre tienen el potencial de ser Su templo; el lugar de reposo de Cristo y la morada de Dios Mismo. ⁵Todo el que viene ha sido enviado. ⁶Tal vez vino para darle a su hermano el dinero que éste necesitaba. ⁷Ambos serán bendecidos en este intercambio. ⁸Tal vez fue enviado para enseñarle al terapeuta cuán grande es su necesidad de perdón y cuán poco valor tiene el dinero en comparación. ⁹Una vez más, ambos son bendecidos. ¹⁰Sólo en términos de coste podría uno de ellos tener más. ¹¹Mas al compartir, todos ganan una bendición sin coste alguno.

7. Esta visión acerca del pago puede parecer poco práctica, y a los ojos del mundo así es. ²Sin embargo, ni uno solo de los pensamientos del mundo es realmente práctico. ³¿Qué se gana con ir en pos de ilusiones? ⁴¿Cuánto se pierde al repudiar a Dios? ⁵¿Y sería acaso esto posible? ⁶Es sin duda poco práctico afanarse por lo que no es nada e intentar hacer lo imposible. ⁷Detente entonces un momento, lo suficiente para pensar en esto: tal vez has estado buscando la salvación pero sin saber dónde. ⁸Sin embargo, quienquiera que sea que te pida ayuda puede mostrarte dónde encontrarla. ⁹¿Qué mejor regalo se te podría dar? ¹⁰¿Qué mejor regalo podrías dar?

8. Médico, sanador, terapeuta, cúrate a ti mismo. ²Muchos vendrán a ti portando el don de la curación, si ésta es tu elección. ³El Espíritu Santo jamás rehusará la invitación para entrar y morar contigo. ⁴Te dará infinitas oportunidades de abrir la puerta a tu salvación, pues tal es Su función. ⁵También te dirá exactamente cuál es la tuya en toda circunstancia y en todo momento. ⁶Quienquiera que Él te envíe llegará a ti, tendiéndole la mano a su Amigo. ⁷Permite que el Cristo en ti le dé la bienvenida, pues ese mismo Cristo mora igualmente en él. ⁸Niégale la entrada, y habrás negado al Cristo en ti. ⁹Recuerda la triste historia del mundo y las felices nuevas de la salvación. ¹⁰Recuerda el plan de Dios para la restauración de la dicha y la paz. ¹¹Y no olvides cuán simples son los caminos de Dios:

¹²Estabas perdido en la obscuridad del mundo hasta que pediste la Luz.
¹³Y entonces Dios envió a Su Hijo para que te la diera.

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