Capítulo 21
RAZÓN Y PERCEPCIÓN
Índice del Capítulo (Haz clic para desplegar)
Introducción
1. La proyección da lugar a la percepción. ²El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. ³Nada más. ⁴Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. ⁵Por ende, es importante para ti. ⁶Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. ⁷Tal como el hombre piense, así percibirá. ⁸No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de parecer acerca de él. ⁹La percepción es un resultado, no una causa. ¹⁰Por eso es por lo que el concepto de grados de dificultad en los milagros no tiene sentido. ¹¹Todo lo que se contempla a través de la visión es sano y santo. ¹²Nada que se perciba sin ella tiene significado. ¹³Y donde no hay significado, hay caos.
2. La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. ²Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. ³Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. ⁴Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. ⁵Éstas son las únicas alternativas que tienes ante ti. ⁶Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. ⁷El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya. ⁸Y si ése es su significado, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti.
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I. La canción olvidada
1. No te olvides nunca de que el mundo que “ven” los ciegos tiene que ser imaginario, pues desconocen el verdadero aspecto del mundo. ²Tienen que inferir lo que se puede ver basándose en datos que son siempre indirectos, y reformular sus deducciones según tropiezan y se caen debido a lo que no reconocieron o bien pasar sin sufrir daño alguno a través de puertas abiertas que ellos creían cerradas. ³Y lo mismo ocurre contigo. ⁴Tú no ves. ⁵Las indicaciones en las que te basas para llegar a tus conclusiones son erróneas, y por eso tropiezas y te caes encima de las piedras que no viste, sin darte cuenta de que puedes atravesar las puertas que, aunque creías que estaban cerradas, se encuentran abiertas para los ojos que no ven, esperando a darte la bienvenida.
2. ¡Qué descabellado es tratar de juzgar aquello que simplemente se podría ver! ²No es necesario imaginar qué aspecto debe tener el mundo. ³Antes de que lo puedas reconocer como lo que es, tienes que verlo. ⁴Se te puede mostrar qué puertas están abiertas para que así puedas ver dónde radica la seguridad, qué camino conduce a las tinieblas y cuál a la luz. ⁵Los juicios siempre te darán indicaciones falsas, pero la visión te muestra por dónde ir. ⁶¿Por qué tratar de adivinarlo?
3. No hay que sufrir para aprender. ²Las lecciones benévolas se asimilan con júbilo y se recuerdan felizmente. ³Deseas aprender lo que te hace feliz y no olvidarte de ello. ⁴No es esto lo que niegas. ⁵Lo que te preguntas es si los medios a través de los cuales se aprende este curso conducen a la felicidad que promete o no. ⁶Si creyeses que sí, no tendrías dificultad alguna para aprender el curso. ⁷Todavía no eres un estudiante feliz porque aún no estás seguro de que la visión pueda aportarte más de lo que los juicios te ofrecen, y has aprendido que no puedes tener ambas cosas.
4. Los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. ²Creen saber cómo desenvolverse en él. ³Han aprendido a hacerlo, pero no a través de lecciones gozosas, sino a través de la dura necesidad impuesta por las limitaciones que no creían poder superar. ⁴Y como todavía lo siguen creyendo, tienen en gran estima a esas lecciones y se aferran a ellas porque no pueden ver. ⁵No entienden que son las lecciones en sí las que los mantienen ciegos. ⁶Eso no lo creen. ⁷Y así, conservan el mundo que aprendieron a “ver” en su imaginación, creyendo que sólo pueden elegir entre eso o nada. ⁸Odian el mundo que aprendieron a conocer mediante el dolor. ⁹Y todo lo que creen que habita en él sólo sirve para recordarles que están incompletos y que se les ha privado injustamente de algo.
5. Por lo tanto, definen su vida y donde viven, y se adaptan a ello tal como creen que deben hacerlo, temerosos de perder lo poco que tienen. ²Y lo mismo ocurre con todos aquellos que consideran que lo único que tienen tanto ellos como sus hermanos es el cuerpo. ³Tratan de comunicarse entre sí, y fracasan una y otra vez. ⁴Y se adaptan a la soledad, pues creen que conservar el cuerpo es proteger lo poco que tienen. ⁵Presta atención, y mira a ver si te puedes acordar de lo que vamos a hablar ahora.
6. Escucha... tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una canción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las circunstancias en las que la oíste. ²No puedes acordarte de toda la canción, sino sólo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar ni con nada en particular. ³Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravilloso el paraje donde la escuchaste y cuánto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.
7. Las notas no son nada. ²Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino como un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. ³Podrías acordarte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. ⁴Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. ⁵Escucha, y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces.
8. Más allá del cuerpo, del sol y las estrellas; más allá de todo lo que ves y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. ²El círculo se llena de luz ante tus ojos. ³Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. ⁴La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. ⁵Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. ⁶Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.
9. Ésta es la visión del Hijo de Dios, a quien conoces bien. ²He aquí lo que ve el que conoce a su Padre. ³He aquí el recuerdo de lo que eres: una parte de ello que contiene todo ello dentro de sí, y que está tan inequívocamente unida a todo como todo está unido en ti. ⁴Acepta la visión que te puede mostrar esto y no el cuerpo. ⁵Te sabes esa vieja canción, y te la sabes muy bien. ⁶Nada te será jamás tan querido como este himno inmemorial de amor que el Hijo de Dios todavía le canta a su Padre.
10. Y ahora los ciegos pueden ver, pues esa misma canción que entonan en honor de su Creador los alaba a ellos también. ²La ceguera que inventaron no podrá resistir el vibrante recuerdo de esta canción. ³Y contemplarán la visión del Hijo de Dios, al recordar Quién es Aquel al que cantan. ⁴¿Qué es un milagro sino este recordar? ⁵¿Y hay alguien en quien no se encuentre esta memoria? ⁶La luz en uno despierta la luz en los demás. ⁷Y cuando la ves en tu hermano, la recuerdas por todos.
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II. Somos responsables de lo que vemos
1. Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. ²Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesitas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrección. ³Y puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. ⁴Puede ser rechazado, pero no es ambiguo. ⁵Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incomprensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz.
2. Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y poder escapar completamente del pecado. ²Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación:
³Soy responsable de lo que veo.⁴Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.⁵Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido y se me concede tal como lo pedí.
⁶No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. ⁷Reconoce únicamente que estabas equivocado y todos los efectos de tus errores desaparecerán.
3. Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. ²Es imposible que él mismo no haya elegido las cosas que le suceden. ³Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. ⁴Y ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. ⁵Si sufres, es porque decidiste que tu meta era el pecado. ⁶Si eres feliz, porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. ⁷Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, e incluso eso Él te lo da para que te lo des a ti mismo. ⁸Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salvador para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti.
4. No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, ²pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. ³Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. ⁴Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. ⁵Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. ⁶Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. ⁷Y el mundo que sí deseas se te concede, puesto que lo deseas. ⁸Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. ⁹Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. ¹⁰Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dispuesto a reconocer que estaba equivocado.
5. El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. ²Es un testigo demente. ³Le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te convenciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. ⁴Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. ⁵Sólo con que comprendieras esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu “visión”. ⁶Eso no fue algo que se te dio. ⁷Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. ⁸Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la Verdad. ⁹Y a medida que observes el cambio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo.
6. Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. ²Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. ³Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercambio de la separación por la salvación. ⁴El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. ⁵Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. ⁶Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su Poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. ⁷Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. ⁸Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. ⁹No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes.
7. El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad y darte visión para que la puedas ver fácilmente. ²Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corresponde estar. ³Y donde ellos debieran estar has colocado tus ídolos, los cuales has consagrado a otra cosa. ⁴A esa otra “voluntad” que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. ⁵Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. ⁶Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la Verdad. ⁷No se te pide que inventes o que hagas algo que está más allá de tu entendimiento. ⁸Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado.
8. Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. ²El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. ³Pues el reconocimiento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. ⁴Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. ⁵Des-hacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des o no la bienvenida. ⁶La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea.
9. Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. ²No hay mejor demostración del poder del deseo y, por ende, de la fe, para hacer que sus objetivos parezcan reales y posibles. ³La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad para que se amolde al objetivo de la locura. ⁴El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. ⁵Verás aquello que desees ver. ⁶Y si la realidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que sea como lo ves.
10. Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. ²El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. ³Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo independiente, capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. ⁴Anteriormente hablamos de tu deseo de crear tu propio Creador, y de ser Su padre y no Su Hijo. ⁵Éste es el mismo deseo. ⁶El Hijo es el Efecto que quiere negar su Causa. ⁷Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. ⁸Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender ninguna de las dos.
11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. ²Pues se trata del mismo error. ³Nada que tu Creador no haya creado puede ejercer influencia alguna sobre ti. ⁴Y si crees que lo que hiciste puede dictar lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. ⁵Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confundiendo Padre e Hijo, Fuente y Efecto.
12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. ²Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. ³Su unión con Ella es la fuente de su capacidad para crear. ⁴Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no tiene ningún significado; ⁵no altera nada en la Creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. ⁶Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. ⁷De este modo, niega la Creación, ⁸y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. ⁹De este modo, niega haberlo fabricado.
13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. ²Ve lo que “prueba” lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. ³Reconoce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparentemente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. ⁴Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. ⁵La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. ⁶Ése es el mismo error que pensar que eres independiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado y que nunca has abandonado.
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III. Fe, creencia y visión
1. Todas las relaciones especiales tienen como meta el pecado, ²pues son tratos que se hacen con la realidad, a la que la aparente unión se adapta. ³No te olvides de esto: hacer tratos es fijar límites, y no podrás sino odiar a cualquier hermano con el que tengas una relación parcial. ⁴Quizá trates de respetar el trato en nombre de lo que es “justo”, exigiendo a veces ser tú el que pague, aunque lo más frecuente es que se lo exijas al otro. ⁵Al hacer lo que es ‘’justo”, pues, tratas de mitigar la culpabilidad que emana del propósito que aceptaste para la relación. ⁶Y por eso el Espíritu Santo tiene que cambiar su propósito para que sea de utilidad para Él e inofensiva para ti.
2. Si aceptas este cambio, habrás aceptado la idea de hacerle sitio a la verdad. ²La fuente del pecado habrá desaparecido. ³Tal vez te imagines que todavía experimentas sus efectos, pero el pecado ha dejado de ser tu propósito y ya no lo deseas más. ⁴Nadie permite que su propósito sea reemplazado mientras todavía lo siga deseando, pues nada se quiere y se protege más que un objetivo que la mente haya aceptado. ⁵Lo perseguirá, sombría o felizmente, pero siempre con fe y con la perseverancia que la fe inevitablemente trae consigo. ⁶El poder de la fe jamás se puede reconocer si se deposita en el pecado. ⁷Pero siempre se reconoce si se deposita en el amor.
3. ¿Por qué te resulta tan extraño que la fe pueda mover montañas? ²En realidad, ésa es una hazaña insignificante para semejante poder. ³Pues la fe puede mantener al Hijo de Dios encadenado mientras él crea que lo está. ⁴Mas cuando se libre de las cadenas será simplemente porque habrá dejado de creer en ellas, al retirar su fe de la idea de que lo podían aprisionar y depositarla en cambio en su libertad. ⁵Es imposible tener fe en dos orientaciones opuestas. ⁶La fe que depositas en el pecado se la quitas a la santidad. ⁷Y lo que le ofreces a la santidad se lo has quitado al pecado.
4. La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. ²A través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. ³Ése es su rumbo, el único que Él ve. ⁴Y cuando te desvías, Él te recuerda que no hay ningún otro. ⁵Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. ⁶Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no tendrás necesidad de ellas. ⁷Pues la fe, la creencia y la visión únicamente tienen sentido antes de que se alcance la certeza. ⁸En el Cielo son desconocidas. ⁹El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.
5. No es posible que al Hijo de Dios le falte fe, pero sí puede elegir dónde desea depositarla. ²La falta de fe no es realmente falta de fe, sino fe que se ha depositado en lo que no es nada. ³La fe que se deposita en las ilusiones no carece de poder, pues debido a ello el Hijo de Dios cree ser impotente. ⁴De manera que no tiene fe en sí mismo, pero sí una gran fe en las ilusiones que abriga acerca de sí mismo. ⁵Pues tú inventaste la fe, la percepción y la creencia a fin de perder la certeza y encontrar el pecado. ⁶Este rumbo demente fue tu propia elección, y al depositar tu fe en lo que habías elegido, fabricaste lo que deseabas.
6. El Espíritu Santo puede valerse de todos los medios que has empleado para ir en pos del pecado. ²Pero tal como Él se vale de ellos, te alejan del pecado porque Su propósito apunta en dirección contraria. ³Él ve los medios que empleas, pero no el propósito para el que los inventaste. ⁴Su intención no es quitártelos, pues reconoce su valor y los ve como un medio de alcanzar lo que Él dispone para ti. ⁵Inventaste la percepción a fin de poder elegir entre tus hermanos e ir en busca del pecado con ellos. ⁶El Espíritu Santo ve la percepción como un medio de enseñarte que la visión de la relación santa es lo único que deseas ver. ⁷Pues entonces depositarás toda tu fe en la santidad, al desearla y creer en ella por razón de tu deseo.
7. La fe y la creencia se unen a la visión, ya que todos los medios que una vez sirvieron para los fines del pecado se canalizan ahora hacia la santidad. ²Pues aquello a lo que tú llamas pecado, no es más que una limitación, y odias a todo aquel que tratas de reducir a un cuerpo porque le temes. ³Al negarte a perdonarlo, lo condenas al cuerpo porque tienes en gran estima los medios del pecado. ⁴Y así, depositas toda tu fe y creencia en el cuerpo. ⁵Pero la santidad quiere liberar a tu hermano y eliminar el odio eliminando el miedo, no en el nivel de los síntomas, sino de raíz.
8. Aquellos que quieren liberar a sus hermanos del cuerpo no tienen miedo. ²Pues han renunciado a los medios del pecado al elegir que se eliminen todas sus limitaciones. ³Puesto que desean ver a sus hermanos bajo el manto de la santidad, el poder de su creencia y de su fe ve más más allá del cuerpo, facilitando la visión, no obstruyéndola. ⁴Pero antes de eso decidieron reconocer lo mucho que su fe había limitado su entendimiento del mundo, y desearon depositarla en otro lugar en caso de que se les ofreciera otro punto de vista. ⁵Los milagros que siguen a esta decisión nacen también de la fe. ⁶Pues a todos aquellos que eligen apartar su mirada del pecado se les concede la visión y se les conduce a la santidad.
9. Aquellos que creen en el pecado deben pensar que el Espíritu Santo exige sacrificios, pues creen que ésa es la manera de alcanzar su objetivo. ²Hermano, el Espíritu Santo sabe que el sacrificio no aporta nada. ³Él no hace tratos. ⁴Y si intentas imponerle límites, lo odiarás porque tendrás miedo de Él. ⁵El regalo que Él te ha hecho es mucho más valioso que cualquier otra cosa a este lado del Cielo. ⁶El momento en que esto ha de reconocerse está al llegar. ⁷Une tu conciencia a lo que ya está unido. ⁸La fe que depositas en tu hermano puede lograrlo, ⁹pues Aquel que ama el mundo lo está viendo por ti, sin ninguna mancha de pecado sobre él y envuelto en una inocencia tal que contemplarlo es contemplar la belleza del Cielo.
10. Tu fe en el sacrificio ha hecho que éste tenga gran poder ante tus ojos, salvo que no te das cuenta de que no puedes ver debido a él. ²Pues sólo se le puede exigir sacrificio al cuerpo, y sólo otro cuerpo podría exigirlo. ³La mente, de por sí, no podría ni exigirlo ni recibirlo. ⁴El cuerpo tampoco. ⁵La intención está en la mente, que trata de valerse del cuerpo para poner en práctica los medios del pecado en los que ella cree. ⁶Y así, los que valoran el pecado no pueden sino creer que la mente y el cuerpo están unidos. ⁷Y de este modo, el sacrificio es, invariablemente, un medio para imponer límites y, por consiguiente, para odiar.
11. ¿Crees acaso que al Espíritu Santo le preocupa eso? ²Él no te da aquello de lo que, de acuerdo con Su propósito, te quiere apartar. ³Tú crees que Él te quiere privar de algo por tu propio bien. ⁴Pero los términos “bien” y “privación” son opuestos, y no pueden reconciliarse de ninguna forma que tenga significado. ⁵Es como decir que la luna y el sol son una misma cosa porque vienen de noche y de día respectivamente, y que, por lo tanto, no pueden sino formar una unidad. ⁶Mas ver uno de ellos significa que el otro ya no se puede ver. ⁷Tampoco es posible que lo que irradia luz sea lo mismo que lo que depende de la obscuridad para poder ser visto. ⁸Ninguno de ellos exige el sacrificio del otro. ⁹Cada uno de ellos, no obstante, depende de la ausencia del otro.
12. El cuerpo se concibió para que sirviera de sacrificio al pecado, y así es como aún se le considera en las tinieblas. ²A la luz de la visión, no obstante, se le considera de manera muy distinta. ³Puedes confiar en que servirá fielmente al propósito del Espíritu Santo, y puedes conferirle poder para que se vuelva un instrumento de ayuda a fin de que los ciegos puedan ver. ⁴Mas cuando vean, mirarán más allá de él, al igual que tú. ⁵A la fe y a la creencia que depositaste en el cuerpo les corresponde estar más allá de él. ⁶Transferiste tu percepción, tu creencia y tu fe de la mente al cuerpo. ⁷Deja que éstas le sean devueltas ahora a aquello que las produjo y que todavía puede valerse de ellas para salvarse de lo que inventó.
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IV. El miedo a mirar dentro
1. El Espíritu Santo jamás te enseñará que eres un pecador. ²Corregirá tus errores, pero eso no es algo que le pueda causar temor a nadie. ³Tienes un gran temor a mirar en tu interior y ver el pecado que crees que se encuentra allí. ⁴No tienes miedo de admitir esto. ⁵El ego considera muy apropiado que se asocie el miedo con el pecado, y sonríe con aprobación. ⁶No teme dejar que te sientas avergonzado. ⁷No pone en duda la creencia y la fe que tienes en el pecado. ⁸Sus templos no se tambalean por razón de ello. ⁹Tu certeza de que dentro de ti anida el pecado no hace sino dar fe de tu deseo de que esté allí para que se pueda ver. ¹⁰Sin embargo, esto tan sólo aparenta ser la fuente del temor.
2. Recuerda que el ego no está solo. ²Su dominio está circunscrito y teme a su “enemigo” desconocido, a Quien ni siquiera puede ver. ³Te pide imperiosamente que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará. ⁴Esto es lo que crees, por lo tanto, no miras. ⁵Mas no es éste el temor secreto del ego ni tampoco el tuyo que eres su siervo. ⁶El ego, vociferando destempladamente y demasiado a menudo, profiere a gritos que lo es. ⁷Pues bajo ese constante griterío y esas declaraciones disparatadas, el ego no tiene ninguna certeza de que lo sea. ⁸Tras tu temor de mirar en tu interior por razón del pecado, se oculta todavía otro temor y uno que hace temblar al ego.
3. ¿Qué pasaría si miraras en tu interior y no vieras ningún pecado? ²Esta “temible” pregunta es una que el ego nunca plantea. ³Y tú que la haces ahora estás amenazando demasiado seriamente todo su sistema defensivo como para que él se moleste en seguir pretendiendo que es tu amigo. ⁴Aquellos que se han unido a sus hermanos han abandonado la creencia de que su identidad reside en el ego. ⁵Una relación santa es aquella en la que te unes con lo que en verdad forma parte de ti. ⁶Tu creencia en el pecado ha sido quebrantada, y ya no estás totalmente reacio a mirar dentro de ti y no ver pecado alguno.
4. Tu liberación no es aún total: todavía es parcial e incompleta, aunque ya ha despuntado en ti. ²Al no estar completamente loco, has estado dispuesto a contemplar una gran parte de tu demencia y a reconocer su locura. ³Tu fe está comenzado a interiorizarse más allá de la demencia hacia la razón. ⁴Y lo que tu razón te dice ahora, el ego no lo quiere oír. ⁵El propósito del Espíritu Santo fue aceptado por aquella parte de tu mente que el ego no conoce ⁶y que tú tampoco conocías. ⁷Sin embargo, esa parte, con la que ahora te identificas, no teme mirarse a sí misma. ⁸No conoce el pecado. ⁹¿De qué otra forma, si no, habría estado dispuesta a considerar el propósito del Espíritu Santo como el suyo propio?
5. Esta parte ha visto a tu hermano y lo ha reconocido perfectamente desde los orígenes del tiempo. ²Y no ha deseado más que unirse a él y ser libre nuevamente, como una vez lo fue. ³Ha estado esperando el nacimiento de la libertad, la aceptación de la liberación que te espera. ⁴Y ahora reconoces que no fue el ego el que se unió al propósito del Espíritu Santo y, por lo tanto, que tuvo que haber sido otra cosa. ⁵No creas que esto es una locura, ⁶pues es lo que te dice la razón y se deduce perfectamente de lo que ya has aprendido.
6. En las enseñanzas del Espíritu Santo no hay inconsistencias. ²Éste es el razonamiento de los cuerdos. ³Has percibido la locura del ego, y no te ha dado miedo porque elegiste no compartirla. ⁴Pero aún te engaña a veces. ⁵No obstante, en tus momentos más lúcidos, sus desvaríos no producen ningún terror en tu corazón. ⁶Pues te has dado cuenta de que no quieres los regalos que el ego te quitaría de rabia por tu “presuntuoso” deseo de querer mirar dentro de ti. ⁷Todavía quedan unas cuantas baratijas que parecen titilar y atraer tu atención. ⁸No obstante, ya no “venderías” el Cielo por ellas.
7. Y ahora el ego tiene miedo. ²Mas lo que él oye aterrorizado, la otra parte de tu mente lo oye como la más dulce melodía: el canto que añoraba oír desde que el ego se presentó en tu mente por primera vez. ³La debilidad del ego es su fortaleza. ⁴El himno de la libertad, que canta en alabanza de otro mundo, le brinda esperanzas de paz. ⁵Pues recuerda al Cielo, y ve ahora que el Cielo por fin ha descendido a la tierra, de donde el dominio del ego lo había mantenido alejado por tanto tiempo. ⁶El Cielo ha llegado porque encontró un hogar en tu relación en la tierra. ⁷Y la tierra no puede retener por más tiempo lo que se le ha dado al Cielo como suyo propio.
8. Contempla amorosamente a tu hermano, y recuerda que la debilidad del ego se pone de manifiesto ante vuestra vista. ²Lo que el ego pretendía mantener separado se ha encontrado y se ha unido, y ahora contempla al ego sin temor. ³Criatura inocente de todo pecado, sigue el camino de la certeza jubilosamente. ⁴No dejes que la demente insistencia del miedo de que la certeza reside en la duda te detenga. ⁵Eso no tiene sentido. ⁶¿Qué importa cuán imperiosamente se proclame? ⁷Lo que es insensato no cobra sentido porque se repita o se aclame. ⁸El camino de la paz está libre y despejado. ⁹Síguelo felizmente y no pongas en duda lo que no puede sino ser cierto.
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V. La función de la razón
1. La percepción selecciona y configura el mundo que ves. ²Literalmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. ³Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían validez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. ⁴Pero no lo son. ⁵Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefieres pasar por alto. ⁶La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. ⁷La percepción es una elección, no un hecho. ⁸Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. ⁹Pues tu creencia acerca de Quién eres depende enteramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. ¹⁰La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. ¹¹Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad o aquellas en las que nunca sería posible.
2. La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. ²Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa conciencia es algo que tú eliges. ³Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y temeroso. ⁴Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimientos de inestabilidad e irrealidad. ⁵Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. ⁶Y creerás que el mundo que fabricaste rige tu destino. ⁷Pues tendrás fe en eso. ⁸Pero no creas que el tener tu fe puesta en eso, hace que sea real.
3. Hay otra Visión y otra Voz en las que reside tu libertad que sólo están a la espera de tu decisión. ²Y si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro Ser en ti. ³Este otro Ser considera que los milagros son algo natural, ⁴pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. ⁵Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. ⁶Los milagros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. ⁷Y si estuvieran separadas ciertamente no podrían hacerlo. ⁸Pero las mentes no pueden estar separadas. ⁹Este otro ser es perfectamente consciente de esto. ¹⁰Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. ¹¹Los milagros siempre cambian tu mente, ¹²pues no hay ninguna otra.
4. No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. ²La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. ³Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. ⁴¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está desprovisto de razón pueda entender lo que es la razón o comprender la información que ésta le podría suministrar? ⁵De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plantear. ⁶Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. ⁷Mas no creas que la razón no la podría contestar.
5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido establecer sin tu voluntad y consentimiento. ²Tuvo que haber sido aceptado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. ³Y Dios no dispone nada sin Su Hijo ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. ⁴Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. ⁵Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar y donde ya se encuentra. ⁶Tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante. ⁷Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. ⁸Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. ⁹El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego es prueba de que no hallarás la respuesta en él. ¹⁰No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. ¹¹Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.
6. El plan de Dios es muy simple; nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. ²Dios no tiene otros pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. ³Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. ⁴No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. ⁵Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. ⁶Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción.
7. ¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente? ²¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? ³Tu Identidad, que es un Efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a Ella y ser lo mismo que Ella. ⁴Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. ⁵Pero cualquier parte del Conocimiento supone una amenaza tan seria para la disociación como todo el Conocimiento en sí. ⁶Y dispondrás de todo el Conocimiento con cualquier parte de él. ⁷He aquí la parte que tú puedes aceptar. ⁸Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. ⁹Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. ¹⁰La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. ¹¹No se puede reinterpretar ni recanalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. ¹²Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.
8. La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la Verdad. ²Pero la razón no tiene cabida en la locura ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. ³La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. ⁴Pero la razón no participa en esto en absoluto. ⁵Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. ⁶La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. ⁷El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. ⁸Los que son parcialmente locos tienen acceso a ella y sólo ellos la necesitan. ⁹El Conocimiento no depende de la razón, y la locura no la deja pasar.
9. La parte de la mente donde reside la razón se consagró, de acuerdo con tu voluntad en unión con la de tu Padre, al des-hacimiento de la demencia. ²Ahí el propósito del Espíritu Santo se aceptó y consumó simultáneamente. ³La razón le es ajena a la demencia, y aquellos que hacen uso de ella han adquirido un medio que no puede emplearse para el pecado. ⁴El Conocimiento está mucho más allá de lo que se puede lograr. ⁵Pero la razón puede servir para abrir las puertas que tú le cerraste.
10. Ya estás muy cerca de esto. ²Tu fe y tus creencias han cambiado y has hecho la pregunta que el ego nunca haría. ³¿No te dice tu razón ahora que la pregunta debe haber emanado de algo que tú no conoces, pero que aún así debe ser parte de ti? ⁴La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. ⁵Y con este cambio se le hace sitio a la visión. ⁶La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hace el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución.
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VI. La razón en contraposición a la locura
1. La razón no puede ver pecados, pero puede ver errores y propicia su corrección. ²No les otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. ³La razón te diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. ⁴No obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes darla. ⁵De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creencia. ⁶Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. ⁷Si dicho poder puede llevar a cabo la corrección y tú no se lo permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. ⁸Y si él comparte contigo esta misma creencia, ambos creeréis estar condenados. ⁹Puedes evitarle esto a él y evitártelo a ti, ¹⁰pues la razón no facilitaría la corrección únicamente en ti.
2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu hermano. ²El pecado mantendría que sí puedes. ³Mas la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o considerarte a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti como inocente. ⁴¿Quién que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? ⁵¿Y quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese mundo? ⁶El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino estar separados. ⁷Pero la razón te dice que esto tiene que ser un error. ⁸Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener pensamientos privados? ⁹¿Y cómo podría ser que los pensamientos que se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuvieran ningún efecto en lo que sí es tuyo? ¹⁰Si las mentes están unidas, eso es imposible.
3. Nadie puede pensar por separado, tal como Dios no piensa sin Su Hijo. ²Eso sería posible únicamente si Ambos morasen en cuerpos. ³Tampoco podría ninguna mente pensar por separado a menos que el cuerpo fuera la mente. ⁴Pues únicamente los cuerpos pueden estar separados y, por lo tanto, ser irreales. ⁵La morada de la demencia no puede ser la morada de la razón. ⁶Pero es fácil abandonarla si ves la razón. ⁷No puedes abandonar la demencia trasladándote a otro lugar. ⁸La abandonas simplemente aceptando la razón en el lugar que antes ocupaba la locura. ⁹La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente.
4. La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente y ocupa su lugar. ²La razón no ataca, sino que, calladamente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. ³Pero los dementes no conocen su propia voluntad, pues creen ver el cuerpo y permiten que su propia locura les diga que éste es real. ⁴La razón sería incapaz de eso. ⁵Y si defiendes el cuerpo en contra de tu razón, no entenderás lo que es el cuerpo ni lo que eres tú.
5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. ²Pero la locura tiene un propósito, y cree también disponer de los medios que lo pueden convertir en realidad. ³Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. ⁴Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. ⁵¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un continuo? ⁶Y si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? ⁷Esto es lo que la razón te diría. ⁸Mas piensa en lo que tendrías que admitir si esto fuese así.
6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a algo que jamás puede ser corregido. ²Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre y sin ninguna esperanza de poder jamás retornar. ³Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. ⁴Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. ⁵Mas no pienses que esto es temible. ⁶Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. ⁷¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que a la Verdad? ⁸La razón te diría que ese hecho es tu liberación.
7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. ²Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. ³La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. ⁴El poder de curar al Hijo de Dios se te concede porque él no puede sino ser uno contigo. ⁵Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. ⁶Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo—la cual es una contigo—en sólo un instante. ⁷Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. ⁸El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que él se ha salvado completamente junto contigo. ⁹Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. ¹⁰Pues la razón, que es tan benévola como la finalidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la Verdad. ¹¹Y ahí te desharás de la carga que supone negar la Verdad. ¹²¡Y ésa es la carga que es terrible, no la Verdad!
8. En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vuestra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. ²¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? ³En la locura lo es. ⁴Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. ⁵La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. ⁶Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. ⁷Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demencia. ⁸No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. ⁹Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.
9. Tú eres el salvador de tu hermano. ²Él es el tuyo. ³A la razón le es muy grato hablar de esto. ⁴El Amor le infundió amor a este plan benevolente. ⁵Y lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que no puedes sino ser. ⁶Y dado que eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado dar lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. ⁷Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. ⁸Dar no es más bendito que recibir, ⁹pero tampoco es menos.
10. Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno solo. ²Y a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. ³La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. ⁴Y la razón te dice que sólo así puedes entender lo que tú no puedes sino ser. ⁵Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. ⁶Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?
11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una amenaza para su realidad. ²Por el contrario, sólo da testimonio de ella. ³Y si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? ⁴¿Y quién podría encadenarle sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? ⁵De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. ⁶Y por su propio deseo es también como se libera. ⁷En eso radica su fuerza, no su debilidad. ⁸Él está a merced de sí mismo. ⁹Y cuando elige ser misericordioso, en ese momento se libera. ¹⁰Mas cuando elige condenarse a sí mismo, se convierte en un prisionero que, encadenado, espera su propio perdón para poder liberarse.
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VII. La última pregunta que queda por contestar
1. ¿No te das cuenta de que todo tu sufrimiento procede de la extraña creencia de que eres impotente? ²Ser impotente es el precio del pecado. ³La impotencia es la condición que impone el pecado, el requisito que exige para que se pueda creer en él. ⁴Sólo los impotentes podrían creer en el pecado. ⁵La enormidad no tiene atractivo, excepto para los insignificantes. ⁶Y sólo los que primero creen ser insignificantes podrían sentirse atraídos por ella. ⁷Traicionar al Hijo de Dios es la defensa de los que no se identifican con él. ⁸Y tú, o estás de su parte o contra él, o lo amas o lo atacas, o proteges su unidad o lo consideras fragmentado y destruido como consecuencia de tu ataque.
2. Nadie cree que el Hijo de Dios sea impotente. ²Y aquellos que se ven a sí mismos como impotentes deben creer que no son el Hijo de Dios. ³¿Qué podrían ser, entonces, sino su enemigo? ⁴¿Y qué podrían hacer sino envidiarle su poder y, como consecuencia de su envidia, volverse temerosos de dicho poder? ⁵Éstos son los siniestros, los silenciosos y atemorizados, los que se encuentran solos e incomunicados, y los que, temerosos de que el poder del Hijo de Dios los aniquile de un golpe, levantan su impotencia contra él. ⁶Se unen al ejército de los impotentes para librar su guerra de venganza, amargura y rencor contra él, a fin de que se vuelva uno con ellos. ⁷Y puesto que no saben que son uno con él, no saben a quién odian. ⁸Son en verdad un ejército deplorable, cada uno de ellos tan capaz de atacar a su hermano o volverse contra sí mismo, como de recordar que una vez todos creyeron tener una causa común.
3. Los siniestros dan la impresión de estar frenéticos, de ser vociferantes y fuertes. ²Mas no saben quién es su “enemigo”, sino sólo que lo odian. ³El odio los ha congregado, pero ellos no se han unido entre sí. ⁴Pues si lo hubieran hecho no serían capaces de abrigar odio. ⁵El ejército de los impotentes se desbanda en presencia de la fortaleza. ⁶Los que son fuertes son incapaces de traicionar porque no tienen necesidad de tener sueños de poder ni de exteriorizarlos. ⁷¿De qué manera puede actuar un ejército en sueños? ⁸De cualquier manera. ⁹Podría vérsele atacando a cualquiera con cualquier cosa. ¹⁰Los sueños son completamente irracionales. ¹¹En ellos, una flor se puede convertir en una lanza envenenada, un niño en un gigante y un ratón rugir como un león. ¹²Y con la misma facilidad el amor puede trocarse en odio. ¹³Esto no es un ejército, sino una casa de locos. ¹⁴Lo que parece ser un ataque concertado no es más que un pandemónium.
4. El ejército de los impotentes es en verdad débil. ²No tiene armas ni enemigo. ³Puede ciertamente invadir el mundo y buscar un enemigo. ⁴Pero jamás podrá encontrar lo que no existe. ⁵Puede ciertamente soñar que encontró un enemigo, pero éste cambia incluso mientras lo está atacando, de modo que corre de inmediato a buscar otro y nunca consigue cantar victoria. ⁶Y a medida que corre se vuelve contra sí mismo, pensando que tuvo un pequeño atisbo del gran enemigo que siempre elude su ataque asesino convirtiéndose en alguna otra cosa. ⁷¡Cuán traicionero parece ser ese enemigo, que cambia tanto que ni siquiera es posible reconocerlo!
5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. ²No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. ³¿Quién, que crea en el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? ⁴¿Podría admitir que nadie lo ha hecho sentirse impotente? ⁵La razón seguramente le diría que dejara de buscar lo que no se puede encontrar. ⁶Sin embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay enemigos. ⁷No es necesario que entienda cómo sería posible que él pudiera ver un mundo así. ⁸Ni siquiera debería tratar de entenderlo. ⁹Pues si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino agudizar su sensación de impotencia y dejar que el pecado le diga que su enemigo debe ser él mismo. ¹⁰Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes preguntas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:
¹¹¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?¹²¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?¹³¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?¹⁴¿Y deseo ver aquello que negué precisamente porque es la verdad?
6. Tal vez ya hayas contestado las tres primeras preguntas, pero todavía no has contestado la última. ²Pues ésta aún parece temible y distinta de las demás. ³Mas la razón te aseguraría que todas son la misma pregunta. ⁴Dijimos que en este año se haría hincapié en la igualdad de las cosas que son iguales. ⁵Esta última pregunta, que es en verdad la última con respecto a la cual tienes que tomar una decisión, todavía parece encerrar una amenaza para ti que las otras ya no poseen. ⁶Y esta diferencia imaginaria da testimonio de tu creencia de que a lo mejor la verdad es el enemigo con el que aún te puedes topar. ⁷En esto parece residir, pues, la última esperanza de encontrar pecado y de no aceptar el poder.
7. No olvides que la elección entre el pecado y la verdad o la impotencia y el poder, es la elección entre atacar y curar. ²Pues la curación emana del poder, y el ataque, de la impotencia. ³Es imposible que quieras curar a quien atacas. ⁴Y el que deseas que sane tiene que ser aquel que decidiste que estuviese a salvo del ataque. ⁵¿Y qué otra cosa podría ser esta decisión sino la elección entre verle a través de los ojos del cuerpo o bien permitir que te sea revelado a través de la visión? ⁶La manera en que esta decisión da lugar a sus efectos no es tu problema. ⁷Pero tú decides lo que quieres ver. ⁸Éste es un curso acerca de causas, no de efectos.
8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. ²Y deja que la razón te diga que debe ser contestada y que la respuesta se encuentra en las otras tres. ³Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que necesitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:
⁴¿Es esto lo que quiero ver?⁵¿Es esto lo que deseo?
9. Ésta es la única elección que tienes, la base de lo que ocurre. ²No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. ³Pues sobre esto tienes control. ⁴Y si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas.
10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta? ²La razón te dirá por qué. ³Es igual a las otras tres, salvo en lo que respecta al tiempo. ⁴Las otras son decisiones que puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. ⁵Pero la verdad es constante, e implica un estado en el que las vacilaciones son imposibles. ⁶Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. ⁷Puedes desear intercambiar tu impotencia por poder y luego perder ese deseo cuando un ligero destello de pecado te atrae. ⁸Y puedes desear ver un mundo incapaz de pecar y, sin embargo, permitir que un “enemigo” te tiente a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.
11. El contenido de todas esas preguntas es el mismo. ²Pues cada una de ellas te pregunta si estás dispuesto a intercambiar el mundo del pecado por lo que el Espíritu Santo ve, puesto que es esto lo que el mundo del pecado niega. ³Los que ven el pecado, por lo tanto, están viendo la negación del mundo real. ⁴Sin embargo, la última pregunta suma a tu anhelo de querer ver el mundo real, el deseo de permanencia, de tal forma que ese deseo se convierta en el único que tengas. ⁵Si contestas esta última pregunta con un “sí”, añades sinceridad a las decisiones que ya has tomado con respecto a las demás. ⁶Pues sólo entonces habrás renunciado a la opción de poder cambiar de parecer nuevamente. ⁷Cuando eso deje de interesarte, las otras preguntas quedan perfectamente contestadas.
12. ¿Por qué crees que no estás seguro de que las otras preguntas hayan sido contestadas? ²¿Sería acaso necesario plantearlas con tanta frecuencia si ya se hubiesen contestado? ³Hasta que no se haya tomado la decisión final, la respuesta será a la vez un “sí” y un “no”. ⁴Pues has contestado sin darte cuenta de que “sí” quiere decir que has dicho “no al no”. ⁵Nadie decide en contra de su propia felicidad, pero puede hacerlo si no se da cuenta de que eso es lo que está haciendo. ⁶Y si él ve su felicidad como algo que cambia constantemente, es decir, ahora es esto, luego otra cosa y más tarde una sombra elusiva que no está vinculada a nada, no podrá sino decidir en contra de ella.
13. La felicidad elusiva, la que cambia de forma según el tiempo o el lugar, es una ilusión que no significa nada. ²La felicidad tiene que ser constante porque se alcanza mediante el abandono del deseo de lo que no es constante. ³La dicha no se puede percibir excepto a través de una visión constante. ⁴Y la visión constante sólo se les concede a aquellos que desean la constancia. ⁵El poder del deseo del Hijo de Dios sigue siendo la prueba de que todo aquel que se considera a sí mismo impotente está equivocado. ⁶Desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real. ⁷No hay un solo pensamiento que esté desprovisto del poder de liberar o de matar. ⁸Ni ninguno que pueda abandonar la mente del pensador o dejar de tener efectos sobre él.
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VIII. El cambio interno
1. ¿Son, entonces, peligrosos los pensamientos? ²¡Para los cuerpos sí! ³Los pensamientos que parecen destruir son aquellos que le enseñan al pensador que él puede ser destruido. ⁴Y así, “muere” por razón de lo que aprendió. ⁵Pasa de la vida a la muerte, la prueba final de que valoró lo efímero más que lo constante. ⁶Seguramente creyó que quería la felicidad. ⁷Mas no la deseó porque la felicidad es la verdad y, por lo tanto, no puede sino ser constante.
2. Una dicha constante es una condición completamente ajena a tu entendimiento. ²Sin embargo, si pudieras imaginar cómo sería, la desearías aunque no la entendieses. ³En esa condición de constante dicha no hay excepciones ni cambios de ninguna clase. ⁴Es tan inquebrantable como lo es el Amor de Dios por Su Creación. ⁵Al estar tan segura de su visión como su Creador lo está de lo que Él sabe, la felicidad contempla todo y ve que todo es uno. ⁶No ve lo efímero, pues desea que todo sea como ella misma, y así lo ve. ⁷Nada tiene el poder de alterar su constancia porque su propio deseo no puede ser conmovido. ⁸Les llega a aquellos que comprenden que la última pregunta es necesaria para que las demás queden contestadas, del mismo modo en que la paz no puede sino llegarles a quienes eligen curar y no juzgar.
3. La razón te dirá que no puedes pedir felicidad de una manera inconsistente. ²Pues si lo que deseas se te concede, y la felicidad es constante, entonces no necesitas pedirla más que una sola vez para gozar de ella eternamente. ³Y si siendo lo que es no gozas de ella siempre, es que no la pediste. ⁴Pues nadie deja de pedir lo que desea a lo que cree que tiene la capacidad de concedérselo. ⁵Tal vez esté equivocado con respecto a lo que pide, dónde lo pide y a qué se lo pide. ⁶No obstante, pedirá porque desear algo es una solicitud, una petición, hecha por alguien a quien Dios Mismo nunca dejaría de responder. ⁷Dios ya le ha dado todo lo que él realmente quiere. ⁸Mas aquello de lo que no está seguro, Dios no se lo puede dar. ⁹Pues mientras siga estando inseguro es que no lo desea realmente, y la dación de Dios no podría ser completa a menos que se reciba.
4. Tú que completas la Voluntad de Dios y que eres Su Felicidad; tú cuya voluntad es tan poderosa como la Suya y cuyo poder no puedes perder ni en tus ilusiones, piensa detenidamente por qué razón no has decidido todavía cómo vas a contestar la última pregunta. ²Tu respuesta a las otras te ha ayudado a estar parcialmente cuerdo. ³Es la última, no obstante, la que realmente pregunta si estás dispuesto a estar completamente cuerdo.
5. ¿Qué es el instante santo sino el llamamiento de Dios a que reconozcas lo que Él te ha dado? ²He aquí el gran llamamiento a la razón, a la conciencia de lo que siempre está ahí a la vista, a la felicidad que podría ser siempre tuya. ³He aquí la paz constante que podrías experimentar siempre. ⁴He aquí revelado ante ti lo que la negación ha negado. ⁵Pues aquí la última pregunta ya está contestada, y lo que pides, concedido. ⁶Aquí el futuro es ahora, pues el tiempo es impotente ante tu deseo de lo que nunca ha de cambiar. ⁷Pues has pedido que nada se interponga entre la santidad de tu relación y tu conciencia de esa santidad.
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