Texto Capítulo 25 - LA JUSTICIA DE DIOS - Un Curso de Milagros

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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Capítulo 25

LA JUSTICIA DE DIOS

Índice del Capítulo (Haz clic para desplegar)

Introducción


1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. ²Sin embargo, está en ti. ³De ello se deduce, por lo tanto, que no tú estás dentro de un cuerpo. ⁴Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. ⁵Y es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. ⁶Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, ⁷de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. ⁸Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían que estaban sus cuerpos. ⁹Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de reconocerlo en cualquier parte. ²Excepto en cuerpos. ³Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. ⁴Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no Lo pondrá de manifiesto. ⁵Y de este modo no reconocerá dónde se encuentra. ⁶El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. ⁷El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. ²Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. ³Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. ⁴Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. ⁵Y nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. ⁶De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. ⁷Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. ⁸Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma.


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Comentario de Mariano Noé sobre este tema
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I. El vínculo con la Verdad


1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te encomendó, pues es Él Quien la desempeña. ²Y a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. ³Pues la Mente es Suya. ⁴Por lo tanto, tiene que ser tuya. ⁵Su santidad dirige el cuerpo por medio de la mente que es una con Él. ⁶Y tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano tal como él lo hace ante ti. ⁷He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cuales se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? ²La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. ³Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. ⁴Y todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosidad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. ⁵¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? ⁶El mensaje y el mensajero son uno. ⁷Y no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. ⁸Enmarcado en su cuerpo, verás su pecaminosidad, en la que tú te alzas condenado. ⁹En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. ²La percepción elige dónde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. ³Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. ⁴Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testimonio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. ⁵Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. ⁶Y así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.

4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no algo separado, ni con una vida aparte de la Suya. ²Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. ³Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. ⁴Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la obscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. ⁵El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. ⁶Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. ²No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. ³El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno solo. ⁴Cristo y Su Padre jamás han estado separados; y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. ⁵El Espíritu Santo es el vínculo entre la otra parte—el diminuto y demente deseo de estar separado, de ser diferente y especial—y el Cristo, para hacer que la unicidad le resulte clara a lo que es realmente uno. ⁶En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.

6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. ²Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. ³Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una y que, consciente de que es una, así lo experimenta. ⁴La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo experimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para conseguirlo y adónde debes dirigirte para lograrlo.

7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. ²Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el Maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. ³Por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. ⁴Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que cree encontrarse. ⁵Y tiene que valerse de todo lo que esta mente ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte hasta la verdad que se encuentra más allá de ellas. ⁶Todo lo cual puede resumirse muy simplemente de la siguiente manera:
⁷Lo que es lo mismo no puede ser diferente y lo que es uno no puede tener partes separadas.


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Comentario de Isa Castrillón sobre este tema
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II. El que te salva de las tinieblas


1. ¿No es evidente que lo que perciben los ojos te infunde miedo? ²Tal vez pienses que aún puedes encontrar en ello alguna esperanza de satisfacción. ³Tal vez tengas fantasías de poder alcanzar cierta paz y satisfacción en el mundo tal como lo percibes. ⁴Mas ya te debe resultar evidente que el desenlace es siempre el mismo. ⁵A pesar de tus esperanzas y fantasías, el resultado final es siempre la desesperación. ⁶Y en esto no hay excepciones ni nunca las habrá. ⁷Lo único de valor que el pasado te puede ofrecer es que aprendas que jamás te dio ninguna recompensa que quisieras conservar. ⁸Pues sólo así estarás dispuesto a renunciar a él y a que desaparezca para siempre.

2. ¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfacción en el mundo que ves? ²Pues se mire como se mire, tu recompensa, en todo momento y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. ³¿Cuánto tiempo necesitas para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que sigas posponiendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? ⁴Pues una cosa es segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que vayas a tener éxito. ⁵Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna esperanza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. ⁶No obstante, esta desesperanza es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde jamás puede haber ninguna.

3. Mas ¿no es cierto también que aparte de esto has encontrado alguna esperanza, un cierto vislumbre— inconstante y variable, aunque levemente visible—de que está justificado tener esperanzas basándote en razones que no son de este mundo? ²Sin embargo, tu esperanza de que puedes encontrar satisfacción en este mundo te impide abandonar la infructuosa e imposible tarea que te impusiste a ti mismo. ³¿Cómo iba a tener sentido albergar la creencia fija de que hay razones para seguir buscando lo que nunca dio resultado, basándose en la idea de que de repente tendrá éxito y te proporcionará lo que nunca antes te había dado?

4. En el pasado siempre fracasó. ²Alégrate de que haya desaparecido de tu mente y de que ya no nuble lo que se encuentra allí. ³No confundas la forma con el contenido, pues la forma no es más que un medio para el contenido. ⁴Y el marco no es sino el medio para sostener el cuadro de manera que éste se pueda ver. ⁵Pero el marco que oculta al cuadro no sirve para nada. ⁶No puede ser un marco si es eso lo que ves. ⁷Sin el cuadro, el marco no tiene sentido, ⁸pues su propósito es realzar el cuadro, no realzarse a sí mismo.

5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra se tratase? ²Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás haciendo. ³La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único que se puede ver. ⁴El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. ⁵Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. ⁶Él te ofrece Su obra maestra para que la veas. ⁷¿Preferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?

6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. ²Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. ³Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en un cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. ⁴El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su propósito, no el tuyo separado del Suyo. ⁵Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. ⁶Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. ⁷No creas, no obstante, que el cuadro será destruido en modo alguno. ⁸Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.

7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. ²Contempla su belleza y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como ella misma. ³Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. ⁴No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo alguna vez nublada. ⁵Dios la mantuvo a salvo para que pudieras contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

8. Vislumbra dentro de la obscuridad al que te salva de las tinieblas, y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la Mente de tu Padre. ²Al contemplarlo, él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la obscuridad. ³Las tinieblas no lo afectaron, como tampoco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo contemplar. ⁴Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. ⁵Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. ⁶Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio a él tuvo que habérsete dado a ti. ⁷Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. ⁸Y al hacer esto, compartes la visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.

9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? ²¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gracias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? ³¿No te daría a conocer Su Amor sólo con que te unieras a Él para alabar lo que Él ama? ⁴Dios ama la Creación como el perfecto Padre que es. ⁵Y de esta manera, Su Júbilo es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas para compartirlo con Él. ⁶Este hermano es el perfecto regalo que te hace. ⁷Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. ⁸Y todo Su agradecimiento y regocijo refulgen sobre ti que haces que Su Júbilo sea total, junto con él. ⁹Y así, el tuyo se vuelve total. ¹⁰Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea absoluta y la suya propia junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de obscuridad. ¹¹Dios Mismo ofrece Su gratitud libremente a todo aquel que comparte Su Propósito. ¹²Su Voluntad no es estar solo. ¹³Ni la tuya tampoco.

10. Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. ²No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. ³Da, entonces, lo que Él te ha dado para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. ⁴No creas que Sus alabanzas no son para ti también. ⁵Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que te dio. ⁶Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. ⁷Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. ⁸Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

11. Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. ²Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo a ambos. ³Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. ⁴No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. ⁵Se os ha otorgado a cada uno de vosotros el poder de salvar para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir y para que podáis ver como uno lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios, el cual Él da a todos por igual.


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Comentario de Martín Musarra sobre este tema
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III. Percepción y elección


1. En la medida en que atribuyas valor a la culpabilidad, en esa misma medida percibirás un mundo en el que el ataque está justificado. ²En la medida en que reconozcas que la culpa no tiene sentido, en esa misma medida percibirás que el ataque no puede estar justificado. ³Esto concuerda con la ley fundamental de la percepción: ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. ⁴La percepción no está regida por ninguna otra ley que ésa. ⁵Todo lo demás se deriva de ella, para sustentarla y darle apoyo. ⁶Ésta es la forma que, ajustada a este mundo, adopta la percepción de la ley más básica de Dios: que el amor crea amor y nada más que amor.

2. Las Leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido. ²Sus Leyes, no obstante, se ven reflejadas por todas partes. ³No es que el mundo donde se ven reflejadas sea real en absoluto. ⁴Es real sólo porque Su Hijo cree que lo es, y Dios no pudo permitirse a Sí Mismo separarse completamente de lo que Su Hijo cree. ⁵Él no pudo unirse a la demencia de Su Hijo, pero sí pudo asegurarse de que Su Cordura lo acompañara siempre, para que no se pudiese perder eternamente en la locura de su deseo.

3. La percepción se basa en elegir, pero el Conocimiento no. ²El Conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador. ³Pero este mundo fue construido por dos hacedores que no lo ven de la misma manera. ⁴Para cada uno de ellos el mundo tiene un propósito diferente, y es el medio perfecto para apoyar el objetivo para el que se percibe. ⁵Para aquel que desea ser especial, es el marco perfecto en el que manifestar su deseo: el campo de batalla perfecto para librar sus guerras y el perfecto refugio para las ilusiones que quiere hacer reales. ⁶No hay ninguna ilusión que en su percepción no sea válida ni ninguna que no esté plenamente justificada.

4. El mundo tiene otro Hacedor, el Corrector simultáneo de la creencia desquiciada de que es posible establecer y sostener algo sin un vínculo que lo mantenga dentro de las Leyes de Dios, no como la Ley en sí conserva al universo tal como Dios lo creó, sino en una forma que se adapte a las necesidades que el Hijo de Dios cree tener. ²No obstante, error corregido es error eliminado. ³Y de este modo, Dios ha seguido protegiendo a Su Hijo, incluso en su error.

5. En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. ²En Su percepción del mundo, no hay nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; ³nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total ⁴ni nada que pueda permanecer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable más allá de los fútiles intentos del especialismo de expulsarla de la mente—donde no puede sino estar—e iluminar el cuerpo en su lugar. ⁵Los luceros del Cielo no son para que tu mente elija dónde los quiere ver. ⁶Si elige verlos en otra parte que no sea su hogar, como si estuvieran arrojando su luz sobre un lugar donde jamás podrían estar, entonces el Hacedor del mundo tiene que corregir tu error, pues de otro modo te quedarías en las tinieblas, donde los luceros no están.

6. Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido solo ²ni necesita quedarse más de un instante. ³Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. ⁴Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. ⁵Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. ⁶Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. ⁷Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. ⁸Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz.

7. ¿Cómo podría ser que una percepción errónea fuese un pecado? ²Deja que todos los errores de tus hermanos sean para ti sólo una oportunidad más de ver las obras del Ayudante que se te dio para que vieras el mundo que Él construyó en vez del tuyo. ³¿Qué puede estar entonces justificado? ⁴¿Qué es lo que quieres? ⁵Pues estas dos preguntas son la misma pregunta. ⁶Y cuando hayas visto que son la misma, habrás tomado una decisión. ⁷Pues ver ambas preguntas como una sola es lo que te libera de la creencia de que hay dos maneras de ver. ⁸Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas las oportunidades que te brinda para extender tu perdón. ⁹Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver la paz y el perdón descender sobre ellos y ofrecerles la luz.

8. El Hacedor del mundo de la mansedumbre tiene absoluto poder para contrarrestar el mundo de violencia y odio que parece interponerse entre Su mansedumbre y tú. ²Dicho mundo no existe ante Sus ojos indulgentes. ³Y por lo tanto, no tiene por qué existir ante los tuyos. ⁴El pecado es la creencia fija que lo percibido no puede cambiar. ⁵Lo que ha sido condenado está condenado para siempre, al ser eternamente imperdonable. ⁶Si entonces se perdona, quiere decir que tuvo que haber sido un error percibirlo como un pecado. ⁷Y es esto lo que hace que el cambio sea posible. ⁸El Espíritu Santo, asimismo, sabe que lo que Él ve se encuentra mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio. ⁹Pero el pecado no puede inmiscuirse en Su visión, pues ha quedado corregido gracias a ella. ¹⁰Por lo tanto, tuvo que haber sido un error, no un pecado. ¹¹Pues lo que el pecado afirmaba que nunca podría ocurrir, ha ocurrido. ¹²El pecado se ataca con castigos, y de esta manera se perpetúa. ¹³Mas perdonarlo es cambiar su estado, de manera que de ser un error pase a ser la verdad.

9. El Hijo de Dios no puede pecar, pero puede desear lo que le haría daño. ²Y tiene el poder de creer que puede ser herido. ³¿Qué podría ser todo esto sino una percepción falsa de sí mismo? ⁴¿Y es esto acaso un pecado o simplemente un error? ⁵¿Es perdonable? ⁶¿Necesita él ayuda o condenación? ⁷¿Es tu propósito que se salve o que sea condenado? ⁸No olvides que lo que decidas que él es para ti, determinará tu futuro. ⁹Pues estás construyendo tu futuro ahora: el instante en el que todo el tiempo se convierte en un medio para alcanzar cualquier objetivo. ¹⁰Elige, pues, pero reconoce que mediante esa elección se elige el propósito del mundo que ves, el cual se justificará.


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Comentario de Jorge Luis Álvarez Castañeda lee Blanca Nivia Morales sobre este tema
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IV. La luz que traes contigo


1. Las mentes que están unidas, y que reconocen que lo están, no pueden sentir culpabilidad. ²Pues no pueden atacar, y se regocijan de que así sea, al ver que su seguridad reside en ese hecho feliz. ³Su alegría radica en la inocencia que ven. ⁴Y por eso la buscan, puesto que su propósito es contemplarla y regocijarse. ⁵Todo el mundo anda en pos de lo que le proporcionaría alegría, según cada uno la define. ⁶No es el objetivo en sí lo que varía. ⁷Sin embargo, la manera en que se ve el objetivo es lo que determina la elección de los medios, y lo que hace que éstos no puedan cambiar a no ser que se cambie el objetivo. ⁸Si éste cambia, se escogen otros medios, ya que lo que ha de proporcionar felicidad se define de otra manera y se busca de forma distinta.

2. Podría afirmarse, por lo tanto, que la ley básica de la percepción es: “Te regocijarás con lo que veas, pues lo ves para regocijarte”. ²Y mientras creas que el sufrimiento y el pecado te pueden proporcionar alegría, seguirán estando ahí para que los veas. ³Nada es perjudicial o beneficioso aparte de cómo tú desees que sea. ⁴Tu deseo es lo que determina los efectos que ha de tener sobre ti, ⁵pues lo elegiste como un medio para obtener esos efectos, creyendo que eran los portadores del regocijo y la dicha. ⁶Esta ley rige incluso en el Cielo. ⁷El Hijo de Dios crea para ser feliz, puesto que comparte con su Padre el propósito que Éste tuvo al crearlo a fin de que su dicha fuera cada vez mayor y la de Dios junto con la suya.

3. Tú que eres el hacedor de un mundo que no es así, descansa y halla solaz en otro mundo donde mora la paz. ²Ése es el mundo que le llevas a todos los ojos fatigados y a todos los corazones desfallecidos que contemplan el pecado y entonan su triste estribillo. ³De ti puede proceder su descanso. ⁴De ti puede surgir un mundo cuya contemplación los hará felices y donde sus corazones estarán rebosantes de dicha. ⁵De ti procede una visión que se extiende hasta todos ellos, envolviéndolos con dulzura y luz. ⁶Y en este creciente mundo de luz, las tinieblas que ellos pensaban que estaban ahí se desplazan hasta convertirse en sombras lejanas y distantes, que no se recordarán por mucho tiempo una vez que el sol las haya desvanecido. ⁷Y todos sus pensamientos “malvados” y esperanzas “pecaminosas”, sus sueños de culpabilidad y venganza despiadada, así como todo deseo de herir, matar y morir desaparecerán ante el sol que traes contigo.

4. ¿No desearías hacer esto por el Amor de Dios? ²¿Y por ti mismo? ³Piensa en lo que ello representaría para ti. ⁴Pues los pensamientos “malvados” que ahora te atormentan te parecerán cada vez más remotos y alejados de ti. ⁵Y esto es así porque el sol que mora en ti ha despuntado para desvanecerlos con su luz. ⁶Persisten por un corto tiempo en formas enrevesadas, demasiado distantes como para que se puedan reconocer y luego desaparecen para siempre. ⁷Y en la luz del sol te alzarás sereno, lleno de inocencia y sin temor alguno. ⁸Y desde ti, el descanso que encontraste se extenderá para que tu paz jamás pueda abandonarte y dejarte desamparado. ⁹Aquellos que ofrecen paz a todo el mundo han encontrado un hogar en el Cielo que el mundo no puede destruir. ¹⁰Pues es lo suficientemente grande como para contener al mundo entero dentro de su paz.

5. En ti reside el Cielo en su totalidad. ²A cada hoja seca que cae se le confiere vida en ti. ³Cada pájaro que alguna vez cantó cantará de nuevo en ti. ⁴Y cada flor que alguna vez floreció ha conservado su perfume y hermosura para ti. ⁵¿Qué objetivo puede suplantar a la Voluntad de Dios y a la de Su Hijo de que el Cielo le sea restituido a aquel para quien fue creado como su único hogar? ⁶No ha habido nada ni antes ni después. ⁷No ha habido ningún otro lugar, ningún otro estado ni ningún otro tiempo. ⁸Nada que esté más allá o más acá. ⁹Nada más. ¹⁰En ninguna forma. ¹¹Esto se lo puedes brindar al mundo entero y a todos los pensamientos erróneos que se adentraron en él y permanecieron allí por un tiempo. ¹²¿De qué mejor manera se podrían llevar tus errores ante la verdad, mas que estando dispuesto a llevar la luz del Cielo contigo, según te diriges más allá del mundo de las tinieblas hacia la luz?


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Comentario de Carlos David Ameliach sobre este tema
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V. El estado de impecabilidad


1. El estado de impecabilidad es simplemente esto: todo deseo de atacar ha desaparecido, de modo que no hay razón para percibir al Hijo de Dios de ninguna otra forma excepto como es. ²La necesidad de que haya culpa ha desaparecido porque ya no tiene propósito, y sin el objetivo de pecado no tiene sentido. ³El ataque y el pecado son una misma ilusión, pues cada uno es la causa, el objetivo y la justificación del otro. ⁴Por su cuenta ninguno de los dos tiene sentido, si bien parecen derivar sentido del otro. ⁵Cada uno depende del otro para conferirle el significado que parece tener. ⁶Y nadie podría creer en uno de ellos a menos que el otro fuese verdad, pues cada uno de ellos da fe de que el otro tiene que ser cierto.

2. El ataque convierte a Cristo en tu enemigo y a Dios junto con Él. ²¿Cómo no ibas a estar atemorizado con semejantes “enemigos”? ³¿Y cómo no ibas a tener miedo de ti mismo? ⁴Pues te has hecho daño, y has hecho de tu Ser tu “enemigo”. ⁵Y ahora no puedes sino creer que tú no eres tú, sino algo ajeno a ti mismo, “algo distinto”, “algo” que hay que temer en vez de amar. ⁶¿Quién atacaría lo que percibe como completamente inocente? ⁷¿Y quién que desease atacar podría dejar de sentirse culpable por abrigar ese deseo aunque anhelara la inocencia? ⁸Pues ¿quién podría considerar al Hijo de Dios inocente y al mismo tiempo desear su muerte? ⁹Cada vez que contemplas a tu hermano, Cristo se halla ante ti. ¹⁰Él no se ha marchado porque tus ojos estén cerrados. ¹¹Mas ¿qué podrías ver si buscas a tu Salvador y lo contemplas con ojos que no ven?

3. No es a Cristo a quien contemplas cuando miras de esa manera. ²A quien ves es al “enemigo”, que confundes con Cristo. ³Y lo odias porque no puedes ver en él pecado alguno. ⁴Tampoco oyes su llamada suplicante, cuyo contenido no cambia sea cual sea la forma en que la llamada se haga, rogándote que te unas a él en inocencia y en paz. ⁵Sin embargo, tras los insensatos alaridos del ego, tal es la llamada que Dios le ha encomendado que te haga, a fin de que puedas oír en él Su Llamada a ti y la contestes devolviéndole a Dios lo que es Suyo.

4. El Hijo de Dios sólo te pide esto: que le devuelvas lo que es suyo, para que así puedas participar de ello con él. ²Por separado ni tú ni él lo tenéis. ³Y así, no os sirve de nada a ninguno de los dos. ⁴Pero si disponéis de ello juntos, os proporcionará a cada uno de vosotros la misma fuerza para salvar al otro y para salvarse a sí mismo junto con él. ⁵Si lo perdonas, tu salvador te ofrece salvación. ⁶Si lo condenas, te ofrece la muerte. ⁷Lo único que ves en cada hermano es el reflejo de lo que elegiste que él fuese para ti. ⁸Si decides contra su verdadera función—la única que tiene en realidad—lo estarás privando de toda la alegría que habría encontrado de haber podido desempeñar el papel que Dios le encomendó. ⁹Pero no pienses que sólo él pierde el Cielo. ¹⁰Y éste no se puede recuperar a menos que le muestres el camino a través de ti, para que así tú puedas encontrarlo, caminando con él.

5. Su salvación no supone ningún sacrificio para ti, pues mediante su libertad tú obtienes la tuya. ²Permitir que su función se realice es lo que permite que se realice la tuya. ³Y así, caminas en dirección al Cielo o al infierno, pero no vas solo. ⁴¡Cuán bella será su impecabilidad cuando la percibas! ⁵¡Y cuán grande tu alegría cuando él sea libre para ofrecerte el don de la visión que Dios le dio para ti! ⁶Él no tiene otra necesidad que ésta: que le permitas completar la tarea que Dios le encomendó. ⁷Recuerda únicamente esto: que lo que él hace tú lo haces junto con él. ⁸Y tal como lo consideres, así definirás su función con respecto a ti hasta que lo veas de otra manera y dejes que él sea para ti lo que Dios dispuso que fuera.

6. Frente al odio que el Hijo de Dios pueda tener contra sí mismo, se encuentra la creencia de que Dios es impotente para salvar lo que Él creó del dolor del infierno. ²Pero en el amor que él se muestra a sí mismo, Dios es liberado para que se haga Su Voluntad. ³Ves en tu hermano la imagen de lo que crees que es la Voluntad de Dios para ti. ⁴Al perdonar entenderás cuánto te ama Dios, pero si atacas creerás que te odia, al pensar que el Cielo es el infierno. ⁵Mira a tu hermano otra vez, pero con el entendimiento de que él es el camino al Cielo o al infierno, según lo percibas. ⁶Y no te olvides de esto: el papel que le adjudiques se te adjudicará a ti, y por el camino que le señales caminarás tú también porque ése es tu juicio acerca de ti mismo.


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VI. Tu función especial


1. La Gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que perdonan, y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al espectador. ²Él no ve maldad ni nada que temer en el mundo o nadie que sea diferente de él. ³Y de la misma manera en que ama a otros con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo. ⁴No se condenaría por sus errores tal como tampoco condenaría a otro. ⁵No es un árbitro de venganzas ni un castigador de pecadores. ⁶La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura que les ofrece a los demás. ⁷Pues sólo quiere curar y bendecir. ⁸Y puesto que actúa en armonía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a todos los que contempla con la Gracia de Dios en su mirada.

2. Los ojos se acostumbran a la obscuridad, y la luz de un día soleado les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue penumbra que se percibe durante el crepúsculo. ²Dichos ojos esquivan la luz del sol y la claridad que ésta arroja a todo lo que contemplan. ³La penumbra parece mejor: más fácil de ver y de reconocer. ⁴De alguna manera lo vago y lo sombrío parece ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente claro e inequívoco. ⁵Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién puede decir que prefiere la obscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?

3. Tu deseo de ver hace que la Gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. ²¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? ³A Dios le complacería que lo hicieras. ⁴No es Su Voluntad que no reconozcas a tu salvador. ⁵Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. ⁶No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.

4. Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste, para sanar en vez de para hacer daño. ²Él le asigna a cada cual una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. ³Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción.

5. Aquí, donde las Leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección perfecta. ²Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él y, por lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. ³El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. ⁴Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo, de modo que de pecado pase a ser salvación. ⁵El perdón es para todos. ⁶Mas sólo es completo cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. ⁷Entonces el tiempo cesa. ⁸No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que todavía queda por hacer. ⁹Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues todo el plan depende de su papel. ¹⁰Cada cual tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y al elegirlo, hizo que fuese así para él. ¹¹No se le negó su deseo, sino que se modificó la forma del mismo, de manera que redundara en beneficio de su hermano y de él, y se convirtiera de ese modo en un medio para salvar en vez de para llevar a la perdición.

6. La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. ²No se te imponen sus leyes ni sus valores son los tuyos. ³Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí. ⁴Esto se ve y se entiende a medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal como desempeñó un papel en su fabricación. ⁵Cada cual dispone de los medios para ambas posibilidades, tal como siempre ha dispuesto de ellos. ⁶Dios dispuso que el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuera igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa decisión. ⁷Su pecado especial pasó a ser su gracia especial. ⁸Su odio especial se convirtió en su amor especial.

7. El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la Suya pueda consumarse. ²No pienses que no tienes un valor especial aquí. ³Tú lo quisiste, y se te concedió. ⁴Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosamente, a favor de la salvación. ⁵El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. ⁶Sólo en la obscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. ⁷En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. ⁸Ésa es la función que se te encomendó con respecto a tu hermano. ⁹Aceptala dulcemente de su mano, y deja que la salvación se consume perfectamente en ti. ¹⁰Haz sólo esto y todo se te dará.


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VII. La roca de la salvación


1. No obstante, si el Espíritu Santo puede convertir cada sentencia que te impusiste a ti mismo en una bendición, entonces no pudo haber sido un pecado. ²El pecado es lo único en todo el mundo que no puede cambiar. ³Es inmutable. ⁴Y de su inmutabilidad depende el mundo. ⁵La magia del mundo parece ocultar de los pecadores el dolor del pecado y engañar con falsos destellos y con ardides. ⁶Mas todo el mundo sabe que el costo del pecado es la muerte. ⁷Y ciertamente lo es. ⁸Pues el pecado es una petición de muerte, un deseo de hacer que los cimientos de este mundo sean tan firmes como el amor, tan dignos de confianza como el Cielo y tan fuertes como Dios Mismo. ⁹Todo aquel que cree que es posible pecar mantiene al mundo excluido del amor. ¹⁰Y esto no cambiará. ¹¹Sin embargo, ¿sería posible que lo que Dios no creó compartiera los atributos de Su Creación cuando es lo opuesto a Ella desde cualquier punto de vista?

2. Es imposible que el deseo de morir del “pecador” sea tan fuerte como la Voluntad de Dios por la vida. ²Tampoco es posible que los cimientos de un mundo que Él no creó fueran tan firmes y seguros como el Cielo. ³¿Cómo iba ser posible que el Cielo y el infierno fuesen lo mismo? ⁴¿Y cómo podría ser que lo que Su Voluntad no dispuso no se pudiese cambiar? ⁵¿Qué otra cosa aparte de Su Voluntad es inmutable? ⁶¿Y qué puede compartir sus atributos, excepto ella misma? ⁷¿Qué deseo puede alzarse contra Su Voluntad y ser inmutable? ⁸Si pudieses darte cuenta de que lo único que es inmutable es la Voluntad de Dios, este curso no te resultaría difícil. ⁹No obstante, eso es precisamente lo que no crees. ¹⁰Sin embargo, no podrías creer nada más si tan sólo vieses lo que realmente es.

3. Volvamos a lo que anteriormente dijimos, y pensemos en ello más detenidamente. ²Debe ser, o bien que Dios está loco o bien que este mundo es un manicomio. ³Ni uno solo de los Pensamientos de Dios tiene sentido en este mundo. ⁴Y nada de lo que el mundo acepta como cierto tiene sentido alguno en Su Mente. ⁵Lo que no tiene sentido ni significado es demente. ⁶Y lo que es demente no puede ser la verdad. ⁷Si una sola de las creencias que en tanta estima se tienen aquí fuese cierta, entonces todo Pensamiento que Dios haya tenido sería una ilusión. ⁸Pero si uno solo de Sus Pensamientos es cierto, entonces todas las creencias a las que el mundo otorga significado son falsas y absurdas. ⁹Ésta es la elección que tienes ante ti. ¹⁰No trates de verla de otra manera ni hacer de ella lo que no es. ¹¹Pues lo único que puedes hacer es tomar una decisión. ¹²El resto depende de Dios, no de ti.

4. Justificar uno solo de los valores que el mundo sostiene es negar la cordura de tu Padre y la tuya. ²Pues Dios y Su Hijo bienamado no piensan de manera diferente. ³Y es esta concordancia en el pensar de Ambos lo que hace que el Hijo sea un co-creador con la Mente cuyo Pensamiento lo creó a él. ⁴De modo que si elige creer en un solo pensamiento que se oponga a la verdad, habrá decidido que él no es el Hijo de su Padre porque el Hijo está loco, y la cordura tiene que ser algo ajeno al Padre y al Hijo. ⁵Esto es lo que crees. ⁶No pienses que esta creencia depende de la forma en que se manifieste. ⁷El que de alguna manera crea que el mundo es cuerdo, que algunas de las cosas que piensa están justificadas o que está sustentado por algún tipo de razón, cree que eso es cierto. ⁸El pecado no es real porque ni el Padre ni el Hijo son dementes. ⁹Este mundo no tiene sentido porque se basa en el pecado. ¹⁰¿Quién podría crear lo inmutable a menos que estuviera basado en la verdad?

5. El Espíritu Santo tiene el poder de transformar todos los cimientos del mundo que ves en algo distinto: en una base que no sea demente, sobre la que se puedan sentar los cimientos de una percepción sana y desde la que se puede percibir otro mundo: ²un mundo en el que nada se opone a lo que conduciría al Hijo de Dios a la cordura y a la felicidad; ³un mundo en el que nada da testimonio de la muerte ni de la crueldad; de la separación o de las diferencias. ⁴Pues ahí todo se percibe como uno y nadie tiene que perder para que otro gane.

6. Pon a prueba todas tus creencias a la luz de este único requisito, y entiende que todo lo que satisface esta única petición es digno de tu fe. ²Nada más lo es. ³Lo que no es amor es pecado, y cada uno de ellos percibe al otro como demente y sin sentido. ⁴El amor es la base de un mundo que los pecadores perciben como completamente demente, ya que creen que el camino que ellos siguen es el que conduce a la cordura. ⁵Mas el pecado es igualmente demente a los ojos del amor, que dulcemente prefieren mirar más allá de la locura y descansar serenamente en la verdad. ⁶Tanto el amor como el pecado ven un mundo inmutable, según cada uno define la inalterable y eterna verdad de lo que eres. ⁷Y cada uno refleja un punto de vista de lo que el Padre y el Hijo deben ser para que ese punto de vista sea significativo y cuerdo.

7. Tu función especial es aquella forma en particular que a ti te parece más significativa y sensata para demostrar el hecho de que Dios no es demente. ²El contenido es el mismo. ³La forma se adapta a tus necesidades particulares; al tiempo y lugar concretos en los que crees encontrarte y donde puedes ser liberado de estos conceptos, así como de todo lo que crees que te limita. ⁴El Hijo de Dios no puede estar limitado por el tiempo, por el espacio ni por ninguna cosa que la Voluntad de Dios no haya dispuesto. ⁵No obstante, si se cree que lo que Su Voluntad dispone es una locura, entonces la forma de cordura que la hace más aceptable para los que son dementes requiere una decisión especial. ⁶Esta decisión no la pueden tomar los dementes, cuyo problema es que sus decisiones no son libres ni las toman guiados por la razón a la luz del sentido común.

8. Sería ciertamente una locura poner la salvación en manos de los dementes. ²Pero puesto que Dios no está loco, ha designado a Uno tan cuerdo como Él para que le presente un mundo de mayor cordura a todo aquel que eligió la demencia como su salvación. ³A Él le es dado elegir la forma más apropiada para ayudar al demente: una que no ataque el mundo que éste ve, sino que se adentre en él calladamente y le muestre que está loco. ⁴El Espíritu Santo no hace sino señalarle otra alternativa, otra forma de contemplar lo que antes veía, que él reconoce como el mundo en el que vive, el cual creía entender.

9. Ahora tiene que poner todo esto en tela de juicio, pues la forma de la alternativa es una que no puede negar, pasar por alto ni dejar de percibir en absoluto. ²La función especial de cada uno está diseñada de modo que se perciba como algo factible, como algo que se desea cada vez más a medida que se le demuestra que es una alternativa que realmente desea. ³Desde esta perspectiva, su pecaminosidad así como todo el pecado que ve en el mundo, tienen cada vez menos que ofrecerle. ⁴Y por fin llega a entender que todo ello le ha costado su cordura y que se interpone entre él y cualquier esperanza de volver a ser cuerdo. ⁵Puesto que tiene un papel especial en la liberación de todos sus hermanos, no se le deja sin la posibilidad de escapar de la locura. ⁶Sería tan inaudito que se le excluyera y se le dejara sin una función especial en la esperanza de alcanzar la paz, como lo sería que el Padre ignorara a Su Hijo y lo pasara de largo sin ningún miramiento.

10. ¿En qué otra cosa se puede confiar sino en el Amor de Dios? ²¿Y dónde mora la cordura sino en Él? ³Aquel que habla por Dios puede mostrarte esto en la alternativa que eligió especialmente para ti. ⁴La Voluntad de Dios es que recuerdes esto, y que pases así del más profundo desconsuelo al júbilo perfecto. ⁵Acepta la función que se te ha asignado en el plan de Dios para mostrarle a Su Hijo que el infierno y el Cielo son diferentes, no lo mismo. ⁶Mas en el Cielo son lo mismo, pues carecen de las diferencias que habrían hecho del Cielo un infierno y del infierno un cielo, si tal demencia hubiese sido posible.

11. La creencia de que es posible perder no es sino el reflejo de la premisa subyacente de que Dios está loco. ²Pues en este mundo parece que alguien tiene que perder porque otro ganó. ³Si esto fuese cierto, entonces Dios estaría loco. ⁴Mas ¿qué es esa creencia sino una forma de la premisa más básica según la cual, “El pecado es real y es lo que rige al mundo”? ⁵Por cada pequeña ganancia que se obtenga, alguien tiene que perder y pagar el importe exacto con sangre y sufrimiento. ⁶Pues, de lo contrario, el mal triunfaría y la destrucción sería el costo total de cualquier ganancia. ⁷Tú que crees que Dios está loco, examina esto detenidamente y comprende que, o bien Dios es demente o bien lo es esta creencia, pero no ambas cosas.

12. La salvación es el renacimiento de la idea de que nadie tiene que perder para que otro gane. ²Y todo el mundo tiene que ganar, si es que uno solo ha de ganar. ³Con esto queda restaurada la cordura. ⁴Y sobre esta única roca de verdad la fe puede descansar con perfecta confianza y en perfecta paz en la eterna cordura de Dios. ⁵La razón queda satisfecha, pues con esto todas las creencias dementes pueden ser corregidas. ⁶Y si esto es verdad, el pecado no puede sino ser imposible. ⁷Ésta es la roca sobre la que descansa la salvación, el punto estratégico desde el que el Espíritu Santo le confiere significado y dirección al plan en el que tu función especial tiene un papel que desempeñar. ⁸Pues aquí tu función especial se vuelve íntegra porque comparte la función de la totalidad.

13. Recuerda que toda tentación no es más que esto: la creencia descabellada de que la demencia de Dios te volvería cuerdo y te daría lo que quisieras; y de que o bien tú o Dios tendríais que perder ante la demencia porque vuestros objetivos son irreconciliables. ²La muerte exige vida, pero no la puede mantener a ningún precio. ³Nadie tiene que sufrir para que la Voluntad de Dios se haga. ⁴La salvación es Su Voluntad porque tú la compartes con Él. ⁵No es sólo para ti, sino para el Ser que es el Hijo de Dios. ⁶Éste no puede perder, pues si pudiese, supondría una pérdida para su Padre, y para Él la pérdida es imposible. ⁷Y esto es cuerdo porque es la verdad.


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Comentario de Mariano Noé sobre este tema
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VIII. La restitución de la justicia al amor


1. El Espíritu Santo puede usar todo lo que le ofreces para tu salvación. ²Pero no puede usar lo que te niegas a entregarle, ya que no puede quitártelo sin tu consentimiento. ³Pues si lo hiciera, creerías que te lo arrebató en contra de tu voluntad. ⁴Y así, no aprenderías que tu voluntad es no tenerlo. ⁵Él no necesita que estés completamente dispuesto a entregárselo, pues si ése fuera el caso, no tendrías ninguna necesidad de Él. ⁶Pero sí necesita que prefieras que Él lo tome a que tú te lo quedes sólo para ti, y que reconozcas que no sabes qué es lo que no supone una pérdida para nadie. ⁷Eso es lo único que se tiene que añadir a la idea de que nadie tiene que perder para que tú ganes. ⁸Nada más.

2. He aquí el único principio que la salvación requiere. ²No es necesario que tu fe en él sea firme e inquebrantable ni que esté a salvo del ataque de todas las creencias que se oponen a él. ³No tienes una lealtad fija. ⁴Pero recuerda que los que ya se han salvado no tienen necesidad de salvación. ⁵No se te pide que hagas lo que le resultaría imposible a alguien que todavía está dividido contra sí mismo. ⁶No esperes poder encontrar sabiduría en semejante estado mental. ⁷Pero siéntete agradecido de que lo único que se te pide es que tengas un poco de fe. ⁸¿Qué les puede quedar a los que todavía creen en el pecado sino un poco de fe? ⁹¿Qué podrían saber del Cielo y de la justicia de los que se han salvado?

3. Existe una clase de justicia en la salvación de la que el mundo no sabe nada. ²Para el mundo, la justicia y la venganza son lo mismo, pues los pecadores ven la justicia únicamente como el castigo que merecen, por el que tal vez otro debe pagar, pero del que no es posible escapar. ³Las leyes del pecado exigen una víctima. ⁴Quién ha de ser esa víctima es irrelevante. ⁵Pero el costo no puede ser otro que la muerte, y tiene que pagarse. ⁶Esto no es justicia, sino demencia. ⁷Sin embargo, allí donde el amor significa odio, y la muerte se ve como la victoria y el triunfo sobre la eternidad, la intemporalidad y la vida, ¿cómo se podría definir la justicia sin que la demencia formase parte de ella?

4. Tú que no sabes lo que es la justicia puedes todavía preguntar lo que es y así aprenderlo. ²La justicia contempla a todos de la misma manera. ³No es justo que a alguien le falte lo que otro tiene. ⁴Pues eso es venganza, sea cual sea la forma que adopte. ⁵La justicia no exige ningún sacrificio, pues todo sacrificio se hace a fin de perpetuar y conservar el pecado. ⁶El sacrificio es el pago que se ofrece por el costo del pecado, pero no es el costo total. ⁷El resto se toma de otro y se deposita al lado de tu pequeño pago, para así “expiar” por todo lo que quieres conservar y no estás dispuesto a abandonar. ⁸De esta forma, consideras que tú eres en parte la víctima, pero que alguien más lo es en mayor medida. ⁹Y en el costo total, cuanto más grande sea la parte que el otro pague, menor será la tuya. ¹⁰Y la justicia, al ser ciega, queda satisfecha cuando recibe su pago, sin que le importe quién es el que paga.

5. ¿Cómo iba a ser eso justicia? ²Dios no sabe nada de esa justicia. ³Pero sí sabe lo que es la Justicia y lo sabe muy bien. ⁴Pues Él es totalmente justo con todo el mundo. ⁵La venganza es algo ajeno a la Mente de Dios precisamente porque Él conoce la Justicia. ⁶Ser justo es ser equitativo, no vengativo. ⁷Es imposible que la equidad y la venganza puedan coexistir, pues cada una de ellas contradice a la otra y niega su realidad. ⁸No puedes compartir la justicia del Espíritu Santo mientras de alguna manera tu mente pueda concebir ser especial. ⁹Sin embargo, ¿sería Él justo si condenase a un pecador por los crímenes que éste no cometió aunque él crea que los cometió? ¹⁰¿Y a dónde habría ido a parar la justicia si Él les exigiera a los que están obsesionados con la idea del castigo que, sin ninguna ayuda, la dejaran a un lado y percibiesen que no es verdad?

6. A los que todavía creen que el pecado tiene sentido les resulta extremadamente difícil entender la justicia del Espíritu Santo. ²No pueden sino creer que Él comparte su confusión y, por lo tanto, no pueden evadir la venganza que forzosamente comporta su propia creencia de lo que es la justicia. ³Y así, tienen miedo del Espíritu Santo y perciben en Él la “ira” de Dios. ⁴Y no pueden confiar en que no los va a aniquilar con rayos extraídos de las “llamas” del Cielo por la Propia Mano iracunda de Dios. ⁵Pues creen que el Cielo es el infierno y tienen miedo del amor. ⁶Y cuando se les dice que nunca han pecado, les invade una profunda sospecha y les sobrecoge el escalofrío del miedo. ⁷Su mundo depende de la estabilidad del pecado. ⁸Y perciben la “amenaza” de lo que Dios entiende por justicia como algo más destructivo para ellos y para su mundo que la venganza, la cual comprenden y aman.

7. Y así, piensan que perder el pecado sería una maldición. ²Y huyen del Espíritu Santo como si de un mensajero del infierno se tratase, que fue enviado desde lo alto, disfrazado de amigo y redentor, para hacer recaer sobre ellos la venganza de Dios valiéndose de ardides y de engaños. ³¿Qué otra cosa podría ser Él para ellos sino un demonio que se viste de ángel para engañarlos? ⁴¿Y qué escape les puede ofrecer sino la puerta que conduce al infierno, la cual, sin embargo, parece ser la puerta al Cielo?

8. La justicia, no obstante, no puede castigar a aquellos que, aunque claman por castigo, tienen un Juez que sabe que en realidad son completamente inocentes. ²Él está obligado en justicia a liberarlos y a darles todo el honor que merecen y que se han negado a sí mismos al no ser justos y no poder entender que son inocentes. ³El amor no es comprensible para los pecadores porque creen que la justicia se escindió del amor y que representa algo distinto. ⁴Y de esta manera, se percibe al amor como algo débil y a la venganza como muestra de fortaleza. ⁵Pues el amor perdió cuando el juicio se separó de su lado y ahora es demasiado débil para poder salvar a nadie del castigo. ⁶Pero la venganza sin amor ha cobrado fuerza al estar separada y aparte del amor. ⁷¿Y qué otra cosa sino la venganza puede ser ahora lo que ayuda y salva, mientras que el amor es un espectador pasivo, impotente, injusto, endeble e incapaz de salvar?

9. ¿Y qué puede pedirte el Amor a ti que piensas que todo esto es verdad? ²¿Podría Él, siendo justo y amoroso, creer que en tu confusión tienes algo que dar? ³No se te pide que tengas mucha confianza en Él, ⁴sino la misma que ves que Él te ofrece y que reconoces que no podrías tener en ti mismo. ⁵Él ve todo aquello de lo que eres merecedor a la luz de la Justicia de Dios, pero también se da cuenta de que no puedes aceptarlo. ⁶Su función especial consiste en ofrecerte los regalos que los inocentes merecen. ⁷Y cada regalo que aceptas le brinda alegría a Él y a ti. ⁸Él sabe que el Cielo se enriquece con cada regalo que aceptas. ⁹Y Dios se alegra cuando Su Hijo recibe lo que la amorosa justicia sabe que le corresponde. ¹⁰Pues el amor y la justicia no son diferentes. ¹¹Y precisamente porque son lo mismo la misericordia se encuentra a la derecha de Dios y le da a Su Hijo el poder de perdonarse a sí mismo sus pecados.

10. ¿Cómo se le iba a poder privar de algo a aquel que todo lo merece? ²Pues eso sería una injusticia, y ciertamente no sería justo para toda la santidad que hay en él, por mucho que no la reconozca. ³Dios no sabe de injusticias. ⁴Él no permitiría que Su Hijo fuera juzgado por aquellos que quieren destruirlo y que no pueden ver su valía en absoluto. ⁵¿Qué testigos fidedignos podrían convocar para que hablaran en su defensa? ⁶¿Y quién vendría a interceder en su favor, en lugar de abogar por su muerte? ⁷Tú no le harías justicia. ⁸No obstante, Dios se aseguró de que se hiciese justicia con el Hijo que Él ama y de que ésta lo protegiese de cualquier injusticia que tratases de cometer contra él, al creer que la venganza es su merecido.

11. De la misma manera en que al especialismo no le importa quién paga el costo del pecado con tal de que se pague, al Espíritu Santo le es indiferente quién es el que por fin contempla la inocencia, con tal de que ésta se vea y se reconozca. ²Pues con un solo testigo basta. ³La simple justicia no pide nada más. ⁴El Espíritu Santo le pregunta a cada uno si quiere ser ese testigo, de forma que la justicia pueda ser restituida al amor y quede allí satisfecha. ⁵Cada función especial que Él asigna es sólo para que cada uno aprenda que el amor y la justicia no están separados ⁶y que su unión los fortalece a ambos. ⁷Sin amor, la justicia está llena de prejuicios y es débil. ⁸Y el amor sin justicia es imposible. ⁹Pues el amor es justo y no puede castigar sin causa. ¹⁰¿Y qué causa podría haber que justificase un ataque contra los que son inocentes? ¹¹El amor, entonces, corrige todos los errores con justicia, no con venganza. ¹²Pues eso sería injusto para con la inocencia.

12. Tú puedes ser un testigo perfecto del poder del amor y de la justicia, si comprendes que es imposible que el Hijo de Dios merezca venganza. ²No necesitas percibir que esto es verdad en toda circunstancia. ³Tampoco necesitas corroborarlo con tu experiencia del mundo, que no es sino una sombra de todo lo que realmente está sucediendo dentro de ti. ⁴El entendimiento que necesitas no procede de ti, sino de un Ser más grande, tan excelso y santo que no podría dudar de Su propia Inocencia. ⁵Tu función especial es invocarlo, para que te sonría a ti cuya inocencia Él comparte. ⁶Su entendimiento será tuyo. ⁷Y así, la función especial del Espíritu Santo se habrá consumado. ⁸El Hijo de Dios ha encontrado un testigo de su inocencia y no de sus pecados. ⁹¡Cuán poco necesitas ofrecerle al Espíritu Santo para que simplemente se te haga justicia!

13. Sin imparcialidad no hay justicia. ²¿Cómo iba a poder ser justo el especialismo? ³No juzgues, mas no porque tú seas un miserable pecador, sino porque no puedes. ⁴¿Cómo iban a poder entender los que se creen especiales que la justicia es igual para todo el mundo? ⁵Quitar a uno para dar a otro es una injusticia contra ambos, pues los dos son iguales ante los ojos del Espíritu Santo. ⁶Su Padre les dio a ambos la misma herencia. ⁷El que desea tener más o tener menos, no es consciente de que lo tiene todo. ⁸El que él se crea privado de algo no le da el derecho de ser juez de lo que le corresponde a otro. ⁹Pues en tal caso, no puede sino sentir envidia y tratar de apoderarse de lo que le pertenece a aquel a quien juzga. ¹⁰No es imparcial ni puede ver de manera justa los derechos de otro porque no es consciente de los suyos propios.

14. Tienes derecho a todo el universo, a la paz perfecta, a la completa absolución de todas las consecuencias del pecado, y a la vida eterna, gozosa y completa desde cualquier punto de vista, tal como la Voluntad de Dios dispuso que Su santo Hijo la tuviese. ²Ésta es la única justicia que el Cielo conoce y lo único que el Espíritu Santo trae a la tierra. ³Tu función especial te muestra que sólo la justicia perfecta puede prevalecer sobre ti. ⁴Y así, estás a salvo de cualquier forma de venganza. ⁵El mundo engaña, pero no puede reemplazar la Justicia de Dios con su propia versión. ⁶Pues sólo el amor es justo y sólo él puede percibir lo que la justicia no puede sino concederle al Hijo de Dios. ⁷Deja que el amor decida, y nunca temas que, por no ser justo, te vayas a privar a ti mismo de lo que la Justicia de Dios ha reservado para ti.


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Comentario de Isa Castrillón sobre este tema
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IX. La Justicia del Cielo


1. ¿Qué otra cosa sino la arrogancia podría pensar que la Justicia del Cielo no puede cancelar tus insignificantes errores? ²¿Y qué podría significar eso sino que son pecados y no errores, eternamente incorregibles y a los que hay que corresponder con venganza y no con justicia? ³¿Estás dispuesto a que se te libere de todas las consecuencias del pecado? ⁴No puedes contestar esta pregunta hasta que no entiendas todo lo que implica la respuesta. ⁵Pues si contestas “sí” significa que renuncias a todos los valores de este mundo en favor de la paz del Cielo. ⁶Significa también que no vas a conservar ni un solo pecado, ⁷ni a abrigar ninguna duda de que esto es posible que le permitiera al pecado conservar su lugar. ⁸Significa asimismo que ahora la verdad tiene más valor para ti que todas las ilusiones. ⁹Y reconoces que la verdad tiene que serte revelada, ya que no sabes lo que es.

2. Dar a regañadientes equivale a no recibir el regalo, pues no estás dispuesto a aceptarlo. ²Se te guarda hasta que tu renuencia a recibirlo desaparezca y estés dispuesto a que te sea dado. ³La Justicia de Dios merece gratitud, no temor. ⁴Ni tú ni nadie puede perder nada que deis, sino que todo ello se atesora y se guarda en el Cielo, donde todos los tesoros que le han sido dados al Hijo de Dios se conservan para él y se le ofrecen a todo aquel que simplemente extiende la mano dispuesto a recibirlos. ⁵El tesoro no merma al ser dado. ⁶Cada regalo no hace sino aumentar el caudal de su riqueza, ⁷pues Dios es justo. ⁸Él no lucha contra la renuencia de Su Hijo a percibir la salvación como un regalo procedente de Él. ⁹Mas Su Justicia no quedará satisfecha hasta que todos la reciban.

3. Puedes estar seguro de que la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una en la que nadie pierde. ²Y esto tiene que ser verdad porque Él no le exige sacrificios a nadie. ³Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto. ⁴Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cualquier clase de injusticia como la solución. ⁵Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque es injusto. ⁶Y todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente. ⁷De esta forma es como se priva de justicia al Hijo de Dios. ⁸Cuando se considera a alguien como un perdedor, se le ha condenado. ⁹Y el castigo, en vez de la justicia, se convierte en su justo merecido.

4. Ver la inocencia hace que el castigo sea imposible y la justicia inevitable. ²La percepción del Espíritu Santo no da cabida al ataque. ³Sólo una pérdida podría justificar el ataque, mas Él no ve pérdidas de ninguna clase. ⁴El mundo resuelve problemas de otra manera. ⁵Pues ve la solución a cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno y cuánto puede todavía defender el perdedor. ⁶Mas el problema sigue sin resolverse, pues sólo la justicia puede establecer un estado en el que nadie pierde y en el que nadie es tratado injustamente o privado de algo, lo cual le daría motivos para vengarse. ⁷Ningún problema se puede resolver mediante la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro problema, en el que el asesinato no es obvio.

5. La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlos. ²El problema queda resuelto porque se ha tratado con justicia. ³Hasta que esto no se haga, seguirá repitiéndose porque aún no se habrá solucionado. ⁴El principio según el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo de este curso. ⁵Pues los milagros dependen de la justicia. ⁶Mas no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la visión que ofrece el Espíritu Santo.

6. Nadie merece perder. ²Y es imposible que lo que supone una injusticia para alguien pueda ocurrir. ³La curación tiene que ser para todo el mundo, pues nadie merece ninguna clase de ataque. ⁴¿Qué orden podría haber en los milagros, si algunas personas merecieran sufrir más y otras menos? ⁵¿Y sería esto justo para aquellos que son totalmente inocentes? ⁶Todo milagro es justo. ⁷No es un regalo especial que se les concede a algunos y se les niega a otros, por ser éstos menos dignos o estar más condenados y hallarse, por lo tanto, excluidos de la curación. ⁸¿Quién puede estar excluido de la salvación, si el propósito de ésta es precisamente acabar con el especialismo? ⁹¿Dónde se encontraría la justicia de la salvación, si algunos errores fuesen imperdonables y justificasen la venganza en lugar de la curación y el retorno a la paz?

7. El propósito de la salvación no puede ser ayudar al Hijo de Dios a que sea más injusto de lo que él ya ha procurado ser. ²Si los milagros, que son el don del Espíritu Santo, se otorgaran exclusivamente a un grupo selecto y especial, pero se negaran a otros por ser éstos menos merecedores de ellos, entonces Él sería el aliado del especialismo. ³El Espíritu Santo no da fe de lo que no puede percibir. ⁴Y todos tienen el mismo derecho a Su don de curación, liberación y paz. ⁵Entregarle un problema al Espíritu Santo para que Él lo resuelva por ti, significa que quieres que se resuelva. ⁶Mas no entregárselo a fin de resolverlo por tu cuenta y sin Su ayuda, es decidir que el problema siga pendiente y sin resolver, haciendo así que pueda seguir dando lugar a más injusticias y ataques. ⁷Nadie puede ser injusto contigo, a menos que tú hayas decidido ser injusto primero. ⁸En ese caso, es inevitable que surjan problemas que sean un obstáculo en tu camino y que la paz se vea disipada por los vientos del odio.

8. A menos que pienses que todos tus hermanos tienen el mismo derecho a los milagros que tú, no reivindicarás tu derecho a ellos, al haber sido injusto con otros que gozan de los mismos derechos que tú. ²Si tratas de negarle algo a otro, sentirás que se te ha negado a ti. ³Si tratas de privar a alguien de algo, te habrás privado a ti mismo. ⁴Es imposible recibir un milagro que otro no pueda recibir. ⁵Sólo el perdón ofrece milagros. ⁶Y el perdón tiene que ser justo con todo el mundo.

9. Los pequeños problemas que ocultas se convierten en tus pecados secretos porque no elegiste que se te liberase de ellos. ²Y así, acumulan polvo y se vuelven cada vez más grandes hasta cubrir todo lo que percibes, impidiéndote de este modo ser justo con nadie. ³No crees tener ni un solo derecho. ⁴Y la amargura, al haber justificado la venganza y haber hecho que se pierda la misericordia, te condena irremisiblemente. ⁵Los irredentos no tienen misericordia para con nadie. ⁶Por eso es por lo que tu única responsabilidad es aceptar el perdón para ti mismo.

10. Das el milagro que recibes. ²Y cada uno de ellos se convierte en un ejemplo de la ley en la que se basa la salvación: que si uno solo ha de sanar, se les tiene que hacer justicia a todos. ³Nadie puede perder y todos tienen que beneficiarse. ⁴Cada milagro es un ejemplo de lo que la justicia puede lograr cuando se ofrece a todos por igual, ⁵pues se recibe en la misma medida en que se da. ⁶Todo milagro es la conciencia de que dar y recibir es lo mismo. ⁷Puesto que no hace distinciones entre los que son iguales, no ve diferencias donde no las hay. ⁸Y así, es igual con todos porque no ve diferencia alguna entre ellos. ⁹Su ofrecimiento es universal y sólo tiene un mensaje:

¹⁰Lo que es de Dios le pertenece a todo el mundo y es su derecho inalienable.

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Comentario de Martín Musarra sobre este tema
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