Capítulo 24
EL DESEO DE SER ESPECIAL
Índice del Capítulo (Haz clic para desplegar)
Introducción
1. No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y conservar el estado de paz. ²En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios. ³No es necesario que Le digas lo que debe hacer. ⁴Él no fallará. ⁵Allí donde puede entrar, Él ya ha entrado. ⁶¿Cómo no iba a poder entrar allí donde es Su Voluntad estar? ⁷Alcanzarás la paz porque ésa es Su Voluntad. ⁸¿Crees que una sombra puede frenar la Voluntad que mantiene al universo a salvo? ⁹Dios no tiene que contemporizar con las ilusiones para ser lo que es. ¹⁰Ni Su Hijo tampoco. ¹¹Ellos simplemente son. ¹²¿Y qué ilusión que en su vagar parezca flotar e interponerse entre Ellos tiene el poder de invalidar los designios de Su Voluntad conjunta?
2. Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. ²Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. ³Ninguna creencia es neutra. ⁴Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. ⁵Pues una decisión es una conclusión basada en todo lo que crees. ⁶Es el resultado de lo que se cree y emana de ello tal como el sufrimiento es la consecuencia inevitable de la culpa, y la libertad, de la falta de pecado. ⁷La paz no tiene substitutos. ⁸No hay alternativa para lo que Dios crea. ⁹La verdad surge de lo que Él sabe. ¹⁰Y así como toda la Creación surgió en Su Mente por razón de lo que Él sabe, del mismo modo tus decisiones proceden de tus creencias.
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I. El deseo de ser especial: el substituto del amor
1. El amor es extensión. ²Negarte a dar un regalo—por insignificante que sea—es no conocer el propósito del amor. ³El amor lo da todo eternamente. ⁴Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un substituto ocupe su lugar. ⁵Y ahora la pugna—el substituto de la paz—no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar del amor. ⁶El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que parece tener.
2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. ²Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantienen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensatos o no. ³Y son muchos los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otorgado el poder de determinar las decisiones subsiguientes. ⁴No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos para destruir tu paz. ⁵Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu decisión de dejarla en sus manos siga en pie. ⁶Los enemigos secretos de la paz—tu más mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor—se encuentran ahí por tu propia elección, sin ser reconocidos y prestos a desafiarte a combatir y a llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te puedas imaginar. ⁷No niegues su presencia ni sus terribles resultados. ⁸Lo único que se puede negar es su realidad, no sus consecuencias.
3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. ²Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la Creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo. ³¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? ⁴¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? ⁵Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. ⁶Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesidad de juzgar.
4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el universo que sea diferente de ello. ²Lo que es diferente, sin embargo, exige juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es “mejor”, alguien incapaz de ser como aquel a quien condena, alguien “superior” a él y, en comparación, inocente. ³Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un medio y en un fin. ⁴Pues ser especial no sólo separa, sino que también sirve como base desde la que el ataque contra los que parecen ser “inferiores”, es “natural” y “justo”. ⁵Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. ⁶Sin embargo, ellos lo protegen y lo llaman “amigo”. ⁷Luchan por él contra todo el universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.
5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones erróneas. ²He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. ³Y he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que vale la pena conservar. ⁴Ser especial es una postura que requiere defensa. ⁵Las ilusiones la pueden atacar y es indudable que lo hacen. ⁶Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. ⁷Hay que atacar a aquel que es “peor” que tú, de forma que tu especialismo pueda perpetuarse a costa de su derrota. ⁸Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria constituye la derrota y humillación de tu hermano. ⁹¿Cómo iba a poder vivir con el fardo de todos tus pecados sobre él? ¹⁰¿Y quién, sino tú, es su conquistador?
6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? ²¿Podrías atacarlo si te dieras cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? ³¿No harías todo lo posible por ayudarlo a alcanzarla si percibieras que su triunfo es el tuyo propio? ⁴Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido, eres su amigo. ⁵Ser especial jamás se puede compartir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. ⁶Y él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro. ⁷¿Qué significado puede tener el amor allí donde el objetivo es triunfar? ⁸¿Y qué decisión puede tomarse en favor de ese objetivo que no acabe perjudicándote?
7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. ²No hay diferencia alguna entre vosotros. ³Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. ⁴Lo que no das, lo pierdes. ⁵Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. ⁶Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. ⁷¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiera entre vosotros? ⁸Observa imparcialmente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo o lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. ⁹¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? ¹⁰¿Y no es éste el “enemigo” que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?
8. Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. ²Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. ³Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. ⁴Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. ⁵Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. ⁶Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois iguales. ⁷No tenéis ningún propósito que no sea el mismo ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. ⁸Pues se ha eliminado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. ⁹¿Destruirías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió? ¹⁰¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?
9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la Verdad, ²pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? ³No amas a tu hermano mientras eso sea lo que defiendes en su contra. ⁴Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. ⁵He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. ⁶Ahí él no puede sino ser tu enemigo, no tu amigo. ⁷Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. ⁸Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.
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II. La perfidia de creerse especial
1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. ²Creerse especial siempre conlleva hacer comparaciones. ³Pues se establece al ver una falta en otro, y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. ⁴Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. ⁵Y aquel a quien tu deseo de ser especial de este modo menosprecia, habría sido tu salvador si no hubieras elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. ⁶Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. ⁷No entiendes que al hacer eso es a ti a quien menosprecias.
2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. ²¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? ³¿Quién podría menoscabar su omnipotencia y al mismo tiempo compartir su poder? ⁴¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? ⁵Tienes una función que desempeñar en la salvación. ⁶Realizarla te brindará felicidad. ⁷Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. ⁸Pues es una meta que se opone a la salvación y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. ⁹Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la Verdad.
3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. ²Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. ³Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. ⁴He aquí al que se ha erigido a sí mismo en “salvador”, el “creador” que crea de forma diferente a como crea el Padre, y el que hizo que el Hijo de Éste fuera como él y no como su Padre. ⁵Sus hijos “especiales” son muchos, nunca uno solo, y cada uno se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. ⁶Ninguno de ellos ama la Unicidad que los creó cual uno solo con Él. ⁷Eligieron el especialismo en lugar del Cielo y de la paz, y lo envolvieron cuidadosamente en el pecado para mantenerlo “a salvo” de la Verdad.
4. Tú no eres especial. ²Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la Verdad? ³¿Qué respuesta del Espíritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? ⁴Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. ⁵Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el “poderío” de tu especialismo. ⁶Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te resulta insonora.
5. Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, ²pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. ³Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente y un significado distinto. ⁴Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? ⁵Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y “a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. ⁶La visión de Cristo es su “enemigo”, pues no ve aquello que ellos quieren ver y porque les mostraría que el especialismo que creen ver es una ilusión.
6. ¿Qué podrían ver en su lugar? ²Podrían ver el brillante fulgor del Hijo de Dios, tan semejante al de su Padre que el recuerdo de Éste alborearía de inmediato en sus mentes. ³Y con ese recuerdo el Hijo recordaría sus propias creaciones, que son tan semejantes a él como él es semejante a su Padre. ⁴Y el mundo que construyó, así como su deseo de ser especial y todos los pecados que en defensa de ese deseo albergó contra sí mismo, desaparecerían conforme su mente aceptase la verdad acerca de lo que él es y retornase para ocupar el lugar que aquéllos ocupaban. ⁵Éste es el único “costo” de la Verdad: jamás volverás a ver lo que nunca tuvo lugar ni a oír lo que no tiene sonido. ⁶¿Es acaso un sacrificio renunciar a lo que no es nada y recibir a cambio el Amor de Dios para siempre?
7. Tú que has encadenado a tu salvador a tu deseo de ser especial y otorgado a dicho deseo el lugar de aquél, recuerda esto: él no ha perdido la capacidad de perdonarte todos los pecados que crees haber interpuesto entre él y la función de salvarte que Dios le encomendó. ²No puedes cambiar su función ni tampoco la verdad que mora en él y en ti. ³Pero ten por seguro que esta verdad es exactamente la misma en cada uno de vosotros. ⁴La verdad no transmite mensajes diferentes y sólo tiene un significado. ⁵Y es un significado que tú y tu hermano podéis entender y que os brinda liberación a los dos. ⁶He aquí a tu hermano ofreciéndote la llave del Cielo que tiene en sus manos. ⁷No permitas que el sueño de ser especial continúe interponiéndose entre vosotros. ⁸Lo que es uno está unido en la Verdad.
8. Piensa en la hermosura que verás dentro de ti cuando lo consideres tu amigo. ²Él es enemigo de tu deseo de ser especial, pero amigo de lo que es real en ti. ³Ni uno solo de los ataques que pensaste haber lanzado contra él lo ha despojado del regalo que Dios quiere que te dé. ⁴Su necesidad de dártelo es tan imperiosa como la tuya de recibirlo. ⁵Permítele que te perdone tu deseo de ser especial, y que restaure la plenitud de tu mente y te haga uno con él. ⁶Él está en espera de tu perdón, pero únicamente para poder devolvértelo a ti. ⁷No fue Dios Quien condenó a Su Hijo, sino tú, para salvar su especialismo y matar a su Ser.
9. Has llegado muy lejos por el camino de la verdad, demasiado lejos para titubear ahora. ²Un paso más, y todo vestigio del temor a Dios quedará disuelto en el amor. ³El deseo de ser especial de tu hermano y el tuyo son enemigos, y en su mutuo odio están comprometidos a matarse el uno al otro y a negar que son lo mismo. ⁴Mas no han sido ilusiones las que han llegado hasta este último obstáculo, el cual parece hacer que Dios y Su Cielo estén tan lejos que no se pueden alcanzar. ⁵Aquí en este santo lugar se alza la verdad esperando para recibiros a tu hermano y a ti en silenciosa bendición y en una paz tan real y abarcadora que nada queda excluido. ⁶No traigas ninguna de las ilusiones que abrigas acerca de ti mismo a este lugar, al que vienes lleno de esperanza y honestidad.
10. He aquí el que te puede salvar de tu deseo de ser especial. ²Él tiene tanta necesidad de que lo aceptes como parte de ti, como tú de que él te acepte a ti. ³Eres tan semejante a Dios como Dios lo es a Sí Mismo. ⁴Dios no es especial, pues no se quedaría con ninguna parte de lo que Él es sólo para Sí, negándosela a Su Hijo y reservándola sólo para Sí Mismo. ⁵Y esto es lo que tú temes, pues si Él no es especial, entonces Su Voluntad dispuso que Su Hijo fuera como Él y, por lo tanto, tu hermano no puede sino ser como tú. ⁶No es especial, pero lo tiene todo, incluyéndote a ti. ⁷Dale sólo lo que ya es suyo, y recuerda que Dios se dio a Sí Mismo a ambos con el mismo amor para que ambos pudierais compartir el universo con Él, Quien dispuso que el amor jamás pudiese ser dividido ni mantenerse separado de lo que es y ha de ser por siempre.
11. Tú le perteneces a tu hermano, pues a él no se le negó ninguna parte del amor. ²¿Cómo iba a ser que tú perdieras por ser él íntegro? ³Lo que se le ha dado a él es lo que hace que tú seas íntegro, y lo que hace que él sea íntegro también. ⁴El Amor de Dios te dio a ti tu hermano, y a ti a él porque el Padre se dio a Sí Mismo. ⁵Lo que es igual a Dios es uno con Él. ⁶Y ahora que finalmente tienes la esperanza de paz a la vista, sólo el deseo de ser especial podría hacer que el hecho innegable de que tú y tu Padre sois Uno pareciera ser todo menos el Cielo.
12. El deseo de ser especial es el sello de la traición impreso sobre el regalo del amor. ²Todo lo que apoya sus propósitos no tiene otro objetivo que el de matar. ³Todo regalo que lleve impreso su sello no ofrece otra cosa que traición al que lo da y al que lo recibe. ⁴Ni una sola mirada de los ojos que él ciega deja de contemplar escenas de muerte. ⁵Todo aquel que cree en su poder no hace sino transigir y hacer concesiones para establecer al pecado como substituto del amor y servirle fielmente. ⁶Y toda relación que tenga el propósito del pecado en gran estima no hace sino aferrarse al asesinato como arma de seguridad y como el protector supremo de todas las ilusiones contra la “amenaza” del amor.
13. La esperanza de ser especial hace que parezca posible que Dios hiciera el cuerpo para que fuese la prisión que mantiene a Su Hijo separado de Él. ²Pues el especialismo requiere un lugar especial donde Dios no pueda entrar y un escondite donde a lo único que se le da la bienvenida es a tu insignificante yo. ³Nada es sagrado aquí, excepto tú y sólo tú: un ente aparte y separado de todos tus hermanos; a salvo de cualquier intrusión de la cordura en las ilusiones; a salvo de Dios, pero destinado al conflicto eterno. ⁴He aquí las puertas del infierno tras las cuales tú mismo te encerraste para gobernar en la demencia y en la soledad tu reino especial, separado de Dios y alejado de la verdad y de la salvación.
14. La llave que tú tiraste Dios se la dio a tu hermano, cuyas santas manos quieren ofrecértela cuando estés listo para aceptar el plan de Dios para tu salvación en vez del tuyo. ²¿Cómo puedes llegar a estar listo, salvo reconociendo toda tu abyecta desdicha y dándote cuenta de que tu plan ha fracasado y de que jamás te aportará ninguna clase de paz o felicidad? ³Ésta es la desesperación por la que ahora estás pasando, pero no es más que una ilusión de desesperación. ⁴La muerte de tu especialismo no es tu muerte, sino tu despertar a la vida eterna. ⁵No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de ti mismo tal como Dios te creó.
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III. Cómo perdonar el deseo de ser especial
1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. ²Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. ³El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. ⁴Nadie que se aferre a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues, en tal caso, aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. ⁵Y de este modo, lo califica de “imperdonable” y lo convierte en un pecado. ⁶¿Cómo iba a poder entonces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? ⁷Pues es seguro que lo recibiría completamente en el instante en que así lo concediera. ⁸Y de esta manera, la culpa que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.
2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has convertido en un pecado. ²Se alza inviolable, y la defiendes acérrimamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. ³Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. ⁴De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. ⁵Prefieres proteger lo que Dios no creó. ⁶Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en realidad te lo ha arrebatado. ⁷Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hundido en el pecado y en el sufrimiento junto con él, ante el ídolo que no puede salvaros.
3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. ²La verdad no es algo frágil ³y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. ⁴Pero ser especial no es lo que es verdad en ti. ⁵Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. ⁶Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. ⁷Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.
4. Sin cimientos nada es seguro. ²¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? ³¡De ninguna manera! ⁴Su Hijo permanece a salvo, descansando en Él. ⁵Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza o simplemente vive. ⁶Nada está a salvo de su ataque, y tampoco ello está a salvo de nada. ⁷Jamás estará dispuesto a perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que por siempre te opondrás a Su Voluntad. ⁸No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, convirtiéndolas en enemigas.
5. Dios te pide que perdones. ²Él no quiere que la separación se interponga—como si de una voluntad ajena se tratase—entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. ³Ambas son la misma, pues ninguna dispone ser especial. ⁴¿Cómo iban a poder disponer la muerte del Amor Mismo? ⁵Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. ⁶No son cuerpos; y esperan como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante Ellas y se dejen ahí. ⁷La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. ⁸Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu voluntad, no le queda otro remedio que decir: “Hágase tu voluntad” porque tú crees que lo es.
6. Perdona al Gran Creador del universo—la Fuente de la Vida, del Amor y la Santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto—por tus ilusiones de ser especial. ²He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. ³Él no eligió eso para ti. ⁴No Le pidas que entre ahí. ⁵El camino está cerrado al amor y a la salvación. ⁶Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel CuYa Voluntad es que descanses para siempre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. ⁷Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo que tú entonces inventaste.
7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodeados por un mundo de belleza que no ven. ²La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, junto al ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. ³Mas ellos no oyen nada. ⁴Están perdidos en sueños de especialismo. ⁵Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. ⁶Maldice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. ⁷Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieras contemplarlo y devolverle su patrimonio. ⁸Dicho patrimonio es también el tuyo.
8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. ²Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. ³¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? ⁴¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? ⁵Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. ⁶Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. ⁷Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. ⁸No se la niegues a ninguno de los Dos. ⁹Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. ¹⁰Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. ¹¹No ames tu deseo de ser especial en vez de amarlos a Ellos. ¹²La marca de los clavos está también en tus manos. ¹³Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueras crucificado.
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IV. Ser especial en contraposición a ser impecable
1. Ser especial implica una falta de confianza en todo el mundo excepto en ti mismo. ²Depositas tu fe exclusivamente en ti. ³Todo lo demás se convierte en tu enemigo: temido y atacado, mortal y peligroso, detestable y merecedor únicamente de ser destruido. ⁴Cualquier gentileza que este enemigo te ofrezca no es más que un engaño, pero su odio es real. ⁵Al estar en peligro de destrucción tiene que matar, y tú te sientes atraído hacia él para matarlo primero. ⁶Tal es la atracción de la culpabilidad. ⁷Ahí se entrona a la muerte como el salvador; la crucifixión se convierte ahora en la redención y la salvación no puede significar otra cosa que la destrucción del mundo con excepción de ti mismo.
2. ¿Qué otro propósito podría tener el cuerpo sino ser especial? ²Esto es lo que hace que sea frágil e incapaz de defenderse a sí mismo. ³Fue concebido para hacer que tú fueses frágil e impotente. ⁴La meta de la separación es su maldición. ⁵Los cuerpos, no obstante, no tienen metas. ⁶Tener propósitos es algo que es sólo propio de la mente. ⁷Y las mentes pueden cambiar sí así lo desean. ⁸No pueden cambiar sus cualidades inherentes ni sus atributos, ⁹pero sí pueden cambiar el propósito que persiguen y, al hacer eso, los estados corporales no pueden sino cambiar también. ¹⁰El cuerpo no puede hacer nada por su cuenta. ¹¹Considéralo un medio de herir y será herido. ¹²Considéralo un medio para sanar y sanará.
3. Sólo puedes hacerte daño a ti mismo. ²Hemos repetido esto con frecuencia, pero todavía resulta difícil de entender. ³A las mentes empeñadas en ser especiales les resulta imposible entenderlo. ⁴Pero a las que desean curar y no atacar les resulta muy obvio. ⁵El propósito del ataque se halla en la mente, y sus efectos sólo se pueden sentir allí donde se encuentra. ⁶La mente no es algo limitado, y a eso se debe que cualquier propósito perjudicial le haga daño a toda ella cual una sola. ⁷Nada podría tener menos sentido para los que se creen especiales. ⁸Nada podría tener mayor sentido para los milagros. ⁹Pues los milagros no son sino el resultado de cambiar del propósito de herir al de sanar. ¹⁰Este cambio de propósito pone “en peligro” el especialismo, pero sólo en el sentido de que la verdad supone una “amenaza” para las ilusiones. ¹¹Ante la verdad no pueden quedar en pie. ¹²No obstante, ¿qué consuelo encontraste alguna vez en ellas para que le niegues a tu Padre el regalo que te pide y para que en lugar de dárselo a Él se lo des a las ilusiones? ¹³Si se lo das a Él, el universo es tuyo. ¹⁴Si se lo das a ellas, no recibes ningún regalo a cambio. ¹⁵Lo que le has dado a tu especialismo te ha llevado a la bancarrota, dejando tus arcas yermas y vacías, con la tapa abierta invitando a todo lo que quiera perturbar tu paz a entrar y destruir.
4. Te dije anteriormente que no te detuvieses a examinar los medios con los que se logra la salvación ni cómo alcanzarla. ²Pero examina detenidamente si es tu deseo ver a tu hermano libre de pecado. ³Para todo aquel que se cree especial la respuesta tiene que ser “no”. ⁴Un hermano libre de pecado es enemigo de su especialismo, mientras que el pecado, si fuera posible, sería su amigo. ⁵Los pecados de tu hermano justificarían tu especialismo y le darían el sentido que la verdad le niega. ⁶Todo lo que es real proclama que él es incapaz de pecar; ⁷todo lo que es falso, que sus pecados son reales. ⁸Si es un pecador, tu realidad entonces no es real, sino únicamente un sueño de que eres especial que no dura más que un instante antes de desmoronarse y convertirse en polvo.
5. No defiendas este sueño insensato, en el que Dios se halla privado de lo que ama y tú te encuentras más allá de la posibilidad de salvarte. ²Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás completamente en paz o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. ³Tu sensación de ser especial pareció estar a salvo a causa de ello. ⁴Y así, salvaste lo que habías designado como tu salvador y crucificaste al que Dios te dio en su lugar. ⁵Y de este modo, estás en la misma encrucijada que él, pues sois uno. ⁶Por lo tanto, el especialismo es su “enemigo” así como el tuyo.
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V. El Cristo en ti
1. El Cristo en ti está muy quedo. ²Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. ³Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que es uno con Él y con Su Padre. ⁴El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. ⁵Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. ⁶Lo que deseas es verdad para ti. ⁷Pues es imposible desear algo y no tener fe en que es real. ⁸Desear otorga realidad tan irremediablemente como ejercer la voluntad crea. ⁹El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. ¹⁰Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.
2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuentre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. ²En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. ³No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y que tejió un cuadro de la nada. ⁴Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.
3. ¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? ²El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiera necesitar perdón. ³Él está en paz porque no ve pecado alguno. ⁴Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no tengas? ⁵Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. ⁶¡Qué afables los panoramas que contempla, los sonidos que oye! ⁷¡Qué hermosa la mano de Cristo que sostiene a la de Su hermano! ⁸¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!
4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. ²Y ambos caminaréis en peligro, intentando conducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. ³Pues ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial sino en matar? ⁴¿Qué busca sino ver la muerte? ⁵¿A dónde conduce sino a la destrucción? ⁶Mas no creas que fue a tu hermano a quien contempló primero ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. ⁷El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. ⁸Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos, es como tú?
5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver ni oídos con los que oír ni manos con las que sujetar nada ni pies a los que guiar. ²Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. ³Los Suyos son ilusiones también, lo mismo que los tuyos. ⁴Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. ⁵Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado.
6. El Cristo en ti está muy quedo. ²Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el trayecto. ³Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. ⁴Su Santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. ⁵Y lo que ves es igual a ti. ⁶Pues ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? ⁷Él te contempló primero, pero reconoció que no estabas completo. ⁸De modo que buscó lo que te completa en cada ser vivo que Él contempla y ama. ⁹Y aún lo sigue buscando, para que cada uno pueda ofrecerte el Amor de Dios.
7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. ²La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. ³Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. ⁴Él se extiende hasta otros a través de ellos y les ofrece Su mano para que puedan bendecir todo ser vivo y ver su santidad. ⁵Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su Júbilo. ⁶Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a todo ser vivo y recibir de cada uno de ellos el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. ⁷La visión de Cristo es lo único que se puede ver. ⁸El canto de Cristo es lo único que se puede oír. ⁹La mano de Cristo es lo único que se puede asir. ¹⁰No hay otra jornada, salvo caminar con Él.
8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salvación luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. ²Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. ³Él, que no dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin tus hermanos. ⁴¿Y te habría dado un hermano que no fuera tan perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo también?
9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. ²Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. ³Cristo no tiene ninguna duda y Su serenidad procede de Su certeza. ⁴Él intercambiará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que es Uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. ⁵Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. ⁶Su quietud se convierte en tu certeza. ⁷¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?
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VI. Cómo escapar del miedo
1. El mundo se aquieta ante la santidad de tu hermano, y la paz desciende sobre él dulcemente y con una bendición tan completa que todo vestigio de conflicto que pudiera acecharte en la obscuridad de la noche desaparece. ²Él es quien te salva de tus sueños de terror. ³Él sana tu sensación de sacrificio y tu temor de que el viento disperse lo que tienes y lo convierta en polvo. ⁴En él descansa tu certeza de que Dios está aquí y de que está contigo ahora. ⁵Mientras él sea lo que es, puedes estar seguro de que es posible conocer a Dios y de que lo conocerás. ⁶Pues Él nunca podría abandonar Su Creación. ⁷Y la señal de que esto es así reside en tu hermano, que se te da para que todas tus dudas acerca de ti mismo puedan desaparecer ante su santidad. ⁸Ve en él la Creación de Dios, ⁹pues en él su Padre aguarda tu reconocimiento de que Él te creó como parte de Sí Mismo.
2. Sin ti, a Dios le faltaría algo, el Cielo estaría incompleto y habría un Hijo sin Padre. ²No habría universo ni realidad. ³Pues lo que Dios dispone es íntegro y forma parte de Él porque Su Voluntad es una. ⁴No hay ningún ser vivo que no forme parte de Él ni nada que no viva en Él. ⁵La santidad de tu hermano te muestra que Dios es uno con él y contigo, y que lo que tu hermano tiene es tuyo porque tú no estás separado de él ni de su Padre.
3. No hay nada en todo el universo que no te pertenezca. ²No hay nada que Dios haya creado que no haya puesto amorosamente ante ti para que sea tuyo para siempre. ³Y ningún Pensamiento que se encuentre en Su Mente puede estar ausente de la tuya. ⁴Su Voluntad es que compartas con Él Su Amor por ti y que te contemples a ti mismo tan amorosamente como Él te concibió antes de que este mundo diera comienzo y como todavía te conoce. ⁵Dios no cambia de parecer con respecto a Su Hijo por razón de circunstancias pasajeras que no tienen ningún significado en la eternidad en la que Él mora y en la que tú moras con Él. ⁶Tu hermano es exactamente tal como Él lo creó. ⁷Y esto es lo que te salva de un mundo que Él no creó.
4. No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. ²Ése es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él y, por lo tanto, es el único que tiene. ³Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que se logre tanto por este mundo como por el tiempo y todas las apariencias, no conocerás al Padre ni te conocerás a ti mismo. ⁴Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte. ⁵Sin embargo, se te ha concedido estar más allá de sus leyes desde cualquier punto de vista, en todo sentido y en toda circunstancia; en toda tentación de percibir lo que no está ahí y en toda creencia de que el Hijo de Dios puede experimentar dolor por verse a sí mismo como no es.
5. Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo. ²Ve en su libertad la tuya propia, pues así es. ³No dejes que su deseo de ser especial nuble la verdad que mora en él, pues no te podrás escapar de ninguna ley de muerte a la que lo condenes. ⁴Y un solo pecado que veas en él será suficiente para manteneros a ambos en el infierno. ⁵Mas su perfecta impecabilidad os liberará a ambos, pues la santidad es totalmente imparcial y sólo emite un juicio con respecto a todo lo que contempla. ⁶Y ese juicio no lo emite sola, sino a través de la Voz que habla por Dios en todo aquello que vive y que comparte Su Ser.
6. Su impecabilidad es lo que los ojos que ven pueden contemplar. ²Su hermosura, lo que ven en todo. ³Y es a Él a Quien buscan por todas partes, y no hay panorama, tiempo o lugar donde Él no esté. ⁴En la santidad de tu hermano—el marco perfecto para tu salvación y para la salvación del mundo—se encuentra el radiante recuerdo de Aquel en Quien tu hermano vive y en Quien tú vives junto con él. ⁵No te dejes cegar por el velo del deseo de ser especial que oculta la faz de Cristo de los ojos de tu hermano y de los tuyos. ⁶No permitas tampoco que tu temor a Dios te siga privando de la visión que Él dispuso que tuvieses. ⁷El cuerpo de tu hermano no te muestra a Cristo. ⁸A Él sólo se le puede ver dentro del marco de su santidad.
7. Elige, pues, lo que deseas ver: su cuerpo o su santidad; y lo que elijas será lo que contemplarás. ²Y serán muchas las ocasiones en las que tendrás que elegir a lo largo de un tiempo que no parece tener fin, hasta que te decidas en favor de la Verdad. ³Pues la eternidad no se puede recuperar negando una vez más al Cristo en tu hermano. ⁴¿Y dónde se encontraría tu salvación si él sólo fuese un cuerpo? ⁵¿Dónde se encuentra tu paz sino en su santidad? ⁶¿Y dónde está Dios sino en aquella parte de Sí Mismo que Él ubicó para siempre en la santidad de tu hermano a fin de que tú pudieras ver la verdad acerca de ti, expuesta por fin en términos que puedes reconocer y comprender?
8. La santidad de tu hermano es sacramento y bendición para ti. ²Sus errores no pueden privarlo de la bendición de Dios ni tampoco a ti que lo ves correctamente. ³Sus errores pueden causar demora, de la que se te ha encomendado que lo liberes, para que ambos podáis completar una jornada que jamás comenzó y que no es necesario finalizar. ⁴Lo que nunca existió no es parte de ti. ⁵No obstante, pensarás que lo es mientras no te des cuenta de que no es parte de aquel que está a tu lado. ⁶Él es el reflejo de ti mismo, donde ves el juicio que has emitido de los dos. ⁷El Cristo en ti contempla su santidad. ⁸Tu deseo de ser especial percibe su cuerpo y no lo ve a él.
9. Contémplalo tal como es, a fin de que tu liberación no se demore en llegar. ²Lo único que te ofrece la otra opción es vagar sin rumbo, sin propósito y sin haber logrado nada en absoluto. ³Y mientras tu hermano siga dormido y no se haya liberado del pasado, te atormentará una sensación de futilidad por no haber llevado a cabo la función que se te encomendó. ⁴Se te ha encomendado salvar de la condenación a aquel que se condenó a sí mismo, y a ti junto con él, para que así tanto tú como él os podáis salvar. ⁵Y ambos veréis la Gloria de Dios en Su Hijo, a quien tomasteis por carne y a quien sometisteis a leyes que no tienen poder alguno sobre él.
10. ¿No te alegraría descubrir que no estás sujeto a esas leyes? ²No lo veas a él, entonces, como prisionero de ellas. ³No es posible que lo que gobierna a una parte de Dios no gobierne al resto. ⁴Te sometes a ti mismo a las leyes que consideras que rigen a tu hermano. ⁵Piensa, entonces, cuán grande tiene que ser el Amor de Dios por ti, para que Él te haya dado una parte de Sí Mismo a fin de evitarte dolor y brindarte dicha. ⁶Y nunca dudes de que tu deseo de ser especial desaparecerá ante la Voluntad de Dios, que ama y cuida cada aspecto de Sí Mismo por igual. ⁷El Cristo en ti puede ver a tu hermano correctamente. ⁸¿Te opondrías entonces a la santidad que Él ve?
11. Ser especial es la función que tú te asignaste a ti mismo. ²Te representa exclusivamente a ti, como un ser que se creó a sí mismo, autosuficiente, sin necesidad de nada y separado de todo lo que se encuentra más allá de su cuerpo. ³Ante los ojos del especialismo tú eres un universo separado, capaz de mantenerse completo en sí mismo, con todas las puertas aseguradas contra cualquier intromisión y todas las ventanas cerradas herméticamente para no dejar pasar la luz. ⁴Siempre bajo ataque y siempre furioso, y sintiendo que tu ira está plenamente justificada, te has empeñado en lograr este objetivo con un ahínco del cual jamás pensaste desistir y con un esfuerzo que nunca pensaste abandonar. ⁵Y toda esa feroz determinación fue para esto: querías que tu especialismo fuese verdad.
12. Ahora simplemente se te pide que persigas otra meta que requiere mucha menos vigilancia, muy poco esfuerzo y muy poco tiempo, y que está apoyada por el Poder de Dios que garantiza tu éxito. ²Sin embargo, de las dos metas, ésta es la que te resulta más difícil. ³Entiendes el “sacrificio” de tu ser que la otra supone, aunque no consideras que sea un costo excesivo. ⁴Pero tener un poco de buena voluntad, darle una señal de asentimiento a Dios o darle la bienvenida al Cristo en ti, te parece una carga agotadora y tediosa, demasiado pesada para poder sobrellevarla. ⁵Sin embargo, la dedicación a la verdad tal como Dios la estableció no entraña sacrificios ni conlleva esfuerzo alguno, y todo el Poder del Cielo y la Fuerza de la Verdad Misma se te dan a fin de proveerte los medios y garantizar la consecución de la meta.
13. Tú que crees que es más fácil ver el cuerpo de tu hermano que su santidad, asegúrate de que entiendes lo que dio lugar a ese juicio. ²Ahí es donde se oye claramente la voz del deseo de ser especial juzgando contra Cristo y estableciendo el objetivo que puedes alcanzar, así como lo que no puedes hacer. ³No olvides que ese juicio debe aplicarse igualmente a lo que haces con él en cuanto que aliado tuyo. ⁴Pero lo que haces a través de Cristo él no lo sabe. ⁵Para Cristo, dicho juicio no tiene ningún sentido, pues sólo lo que la Voluntad de Su Padre dispone es posible y no hay ninguna otra alternativa que pueda ver. ⁶De Su absoluta falta de conflicto procede tu paz. ⁷Y de Su propósito, los medios para lograr fácilmente tu objetivo y hallar descanso.
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VII. El punto de encuentro
1. ¡Cuán tenazmente defiende su especialismo—deseando que sea verdad—todo aquel que se encuentra encadenado a este mundo! ²Su deseo es ley para él, y él lo obedece. ³Todo lo que su deseo de ser especial exige, él se lo concede. ⁴Nada que este amado deseo necesite, él se lo niega. ⁵Y mientras este deseo lo llame, no oirá otra Voz. ⁶Ningún esfuerzo es demasiado grande, ningún costo excesivo ni ningún precio prohibitivo a la hora de salvar su deseo de ser especial del más leve desaire, del más mínimo ataque, de la menor duda, del menor indicio de amenaza o de lo que sea, excepto de la reverencia más absoluta. ⁷Éste es tu hijo, amado por ti como tú lo eres por tu Padre. ⁸Él es quien ocupa el lugar de tus creaciones, que sí son tu hijo, para que compartieras la Paternidad de Dios, no para que se la arrebatases. ⁹¿Quién es este hijo que has hecho para que sea tu fortaleza? ¹⁰¿Qué criatura de la tierra es ésta sobre la que se vuelca tanto amor? ¹¹¿Qué parodia de la Creación de Dios es ésta que ocupa el lugar de tus creaciones? ¹²¿Y dónde se encuentran éstas, ahora que el anfitrión de Dios ha encontrado otro hijo al que prefiere en lugar de ellas?
2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. ²Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la Creación; todo lo creado y todo lo que crea; todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. ³Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reconocerás también tu propia inmutabilidad. ⁴La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. ⁵Y al verla en él, regresa a ti. ⁶Todo tributo que le hayas prestado a tu especialismo le corresponde a él, y de esta manera retorna a ti. ⁷Todo el amor y cuidado que le profesas a tu especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por él día y noche, tu profunda preocupación, así como la firme convicción de que eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. ⁸Todo lo que le has dado a tu especialismo le corresponde a él. ⁹Y todo lo que le corresponde a él te corresponde a ti.
3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te domine el deseo de ser especial? ²¿Cómo no ibas a poder reconocerla en la santidad de tu hermano? ³No trates de hacer que tu especialismo sea la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. ⁴En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es la verdad. ⁵Y lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.
4. Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? ²El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente. ³Y mucho de lo que crees que lo protege, en realidad le hace daño. ⁴¿Para qué quieres proteger el cuerpo? ⁵Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. ⁶Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez o bien para albergar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putrefacción y a la muerte. ⁷Y si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del tuyo. ⁸Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de la putrefacción.
5. El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, ²lo cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, ya que tú no fuiste su creador. ³No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. ⁴Lo que es inmortal no puede ser atacado, y lo que es sólo temporal no tiene efectos. ⁵Únicamente el propósito que ves en ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. ⁶Si no es verdad, no tiene propósito alguno ni sirve como medio para nada. ⁷Cualquier cosa que se perciba como un medio para la verdad comparte la santidad de ésta y descansa en una luz tan segura como la Verdad Misma. ⁸Esa luz no desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. ⁹Su santo propósito le confirió inmortalidad, encendiendo así otra luz en el Cielo, que tus creaciones reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has olvidado de ellas.
6. La prueba a la que puedes someter todas las cosas en esta tierra es simplemente ésta: “¿Para qué es?” ²La contestación a esta pregunta es lo que le confiere el significado que ello tiene para ti. ³De por sí, no tiene ninguno, sin embargo, tú le puedes otorgar realidad, según el propósito al que sirvas. ⁴En esto no eres más que un medio, al igual que ello. ⁵Dios es a la vez Medio y Fin. ⁶En el Cielo, los medios y el fin son uno y lo mismo, así como uno con Él. ⁷Éste es el estado de verdadera creación, el cual no se encuentra en el tiempo, sino en la eternidad. ⁸Es algo indescriptible para cualquiera aquí. ⁹No hay modo de aprender lo que ese estado significa. ¹⁰No se comprenderá hasta que vayas más allá del aprendizaje hasta lo Dado y vuelvas a construir un santo hogar para tus creaciones.
7. Un co-creador con el Padre tiene que tener un Hijo. ²No obstante, este Hijo tiene que haber sido creado a semejanza de Él Mismo: un ser perfecto, que todo lo abarca y es abarcado por todo, al que no hay nada que añadir ni nada que restar; un ser que no tiene tamaño, que no ha nacido en ningún lugar o tiempo ni está sujeto a límites o incertidumbres de ninguna clase. ³Ahí los medios y el fin se vuelven uno, y esta unidad no tiene fin. ⁴Todo esto es verdad y, sin embargo, no significa nada para quien todavía retiene en su memoria una sola lección que aún no haya aprendido, un solo pensamiento cuyo propósito sea aún incierto o un solo deseo con dos objetivos.
8. Este curso no pretende enseñar lo que no se puede aprender fácilmente. ²Su alcance no excede el tuyo, excepto para señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. ³Aquí los medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se perciben. ⁴Por lo tanto, los tratamos como si lo estuvieran. ⁵Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito. ⁶La percepción no parece ser un medio. ⁷Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué punto depende del propósito que tú le asignas. ⁸Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. ⁹Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. ¹⁰Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.
9. Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. ²Contempla este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. ³Y sin ninguna luz parecerá haber desaparecido. ⁴Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movimientos. ⁵He aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; ⁶el medio para hacer que tu deseo se cumpla. ⁷Te proporciona los ojos con los que lo contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas los sonidos que emite. ⁸De este modo te demuestra su realidad.
10. Así es como el cuerpo se convierte en una teoría de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de él ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. ²Cuando se contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. ³El cuerpo crece y se marchita, florece y muere. ⁴Y tú no puedes concebirte a ti mismo aparte de él. ⁵Lo tildas de pecaminoso y odias sus acciones, tachándolo de malvado. ⁶No obstante, tu deseo de ser especial susurra: “He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco”. ⁷Así es como el “hijo” se convierte en el medio para apoyar el propósito de su “padre”. ⁸No es idéntico ni siquiera parecido, aunque aún es el medio de ofrecer a ese “padre” lo que él quiere. ⁹Tal es la parodia que se hace de la Creación de Dios. ¹⁰Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre—además de dar testimonio de Su Amor y de compartir Su propósito—así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.
11. De esta manera se concibieron dos hijos, y ambos parecen caminar por esta tierra sin un lugar donde poder encontrarse. ²A uno de ellos—tu amado hijo—lo percibes como externo a ti. ³El otro—el Hijo de su Padre— descansa en el interior de tu hermano tal como descansa en el tuyo. ⁴La diferencia entre ellos no estriba en sus apariencias ni en el lugar hacia donde se dirigen y ni siquiera en lo que hacen. ⁵Tienen distintos propósitos. ⁶Eso es lo que los une a los que son semejantes a ellos y lo que los separa de todo lo que tiene un propósito diferente. ⁷El Hijo de Dios conserva aún la Voluntad de su Padre. ⁸El hijo del hombre percibe una voluntad ajena y desea que sea verdad. ⁹Y así, su percepción apoya su deseo, haciendo que parezca verdad. ¹⁰La percepción, sin embargo, puede servir para otro propósito. ¹¹No está sujeta al deseo de ser especial, excepto si así lo decides. ¹²Y se te ha concedido poder tomar otra decisión y usar la percepción para un propósito diferente. ¹³Y lo que veas servirá debidamente para ese propósito y te demostrará su realidad.
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