MANUAL PARA EL MAESTRO - 4. ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS MAESTROS DE DIOS?

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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MANUAL PARA EL MAESTRO

 

4. ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS
DE LOS MAESTROS DE DIOS?

1. Las características superficiales de los maestros de Dios no son en modo alguno similares. ²Si se les mira con los ojos del cuerpo, se observa que no hay parecido entre ellos, que vienen de ambientes totalmente distintos, que sus experiencias acerca del mundo varían enormemente y que sus “personalidades” externas son muy diversas. ³Durante las primeras etapas en el desempeño de su función como maestros de Dios, aún no han adquirido las profundas características que los establecerán como lo que son. ⁴Dios concede dones especiales a Sus maestros porque tienen un papel especial que desempeñar en Su plan para la Expiación. ⁵El que sean especiales es, por supuesto, una condición estrictamente temporal, establecida en el tiempo a fin de que los conduzca más allá de él. ⁶Estos dones especiales, nacidos de la relación santa hacia la que se encamina la situación de aprendizaje-enseñanza, se convierten en algo característico de todos los maestros de Dios que han progresado en su aprendizaje. ⁷En este sentido todos son iguales.

 2. Todas las diferencias que puedan existir entre los Hijos de Dios son temporales. ²No obstante. puede afirmarse que, en el tiempo, los maestros de Dios más avanzados poseen las siguientes características:



I.    Confianza


1. He aquí la base sobre la que descansa su capacidad para llevar a cabo su función. ²La percepción es el resultado de lo que se ha aprendido. ³De hecho, la percepción es lo que se ha aprendido, ya que causa y efecto nunca se encuentran separados. ⁴Los maestros de Dios tienen confianza en el mundo porque han aprendido que no está regido por las leyes que el mundo inventó. ⁵Está regido por un poder que se encuentra en ellos, pero que no es de ellos. ⁶Este poder es el que mantiene todas las cosas a salvo. ⁷Mediante este poder los maestros de Dios contemplan un mundo perdonado. 
 
2. Una vez que hemos experimentado ese poder, es imposible volver a confiar en nuestra insignificante fuerza propia. ²¿Quién trataría de volar con las minúsculas alas de un gorrión, cuando se le ha dado el formidable poder de un águila? ³¿Y quién pondría su fe en las miserables ofrendas del ego, cuando los dones de Dios se encuentran desplegados ante él? ⁴¿Qué induce a los maestros de Dios a efectuar ese cambio?

A.    El desarrollo de la confianza


3.    En primer lugar, tienen que pasar por lo que podría calificarse como “un período de des-hacimiento”. ²Ello no tiene por qué ser doloroso, aunque normalmente lo es. ³Durante ese período parece como si nos estuvieran quitando cosas, y raramente se comprende en un principio que estamos simplemente reconociendo su falta de valor. ⁴¿De qué otro modo se iba a poder percibir lo que no tiene valor, a no ser que el perceptor esté en una posición desde la que no puede sino ver las cosas de otra manera? ⁵Aún no ha llegado al punto en el que puede efectuar el cambio interno totalmente. ⁶Por eso, a veces el plan requiere que se efectúen cambios en lo que parecen ser las circunstancias externas. ⁷Estos cambios son siempre beneficiosos. ⁸Una vez que el maestro de Dios ha aprendido esto, pasa a la segunda fase.

4.    Ahora el maestro de Dios tiene que pasar por “un período de selección”. ²Este período es siempre bastante difícil, pues al haber aprendido que los cambios que se producen en su vida son siempre beneficiosos, tiene entonces que tomar todas sus decisiones sobre la base de si contribuyen a que el beneficio sea mayor o si lo disminuyen. ³Descubrirá que muchas cosas, si no la gran mayoría de las que antes valoraba, no hacen sino obstruir su capacidad para transferir lo que ha aprendido a las nuevas situaciones que se le presentan. ⁴Puesto que ha valorado lo que en verdad no tiene ningún valor, no generalizará la lección por temor a lo que cree que pueda perder o deba sacrificar. ⁵Se necesita haber aprendido mucho para poder llegar a entender que todas las cosas, acontecimientos, encuentros y circunstancias son provechosos. ⁶Sólo en la medida en que son provechosos, deberá concedérseles algún grado de realidad en este mundo de ilusiones. ⁷La palabra “valor” no puede aplicarse a nada más.

5.    La tercera fase por la que el maestro de Dios tiene que pasar podría llamarse “un período de renuncia”. ²Si se interpreta esto como una renuncia a lo que es deseable, se generará un enorme conflicto. ³Son pocos los maestros de Dios que se escapan completamente de esta zozobra. ⁴No tiene ningún sentido, no obstante, separar lo que tiene valor de lo que no lo tiene, a menos que se dé el paso que sigue naturalmente. ⁵Por lo tanto, el período de transición tiende a ser un período en el que el maestro de Dios se siente llamado a sacrificar sus propios intereses en aras de la verdad. ⁶Todavía no se ha dado cuenta de cuán absolutamente imposible sería tal exigencia. ⁷Esto sólo lo puede aprender a medida que, de hecho, renuncia a lo que no tiene valor. ⁸Mediante esa renuncia, aprende que donde esperaba aflicción, encuentra en su lugar una feliz despreocupación; donde pensaba que se le pedía algo, se encuentra agraciado con un regalo.

6.    Ahora llega “un período de asentamiento”. ²Es éste un período de reposo, en el que el maestro de Dios descansa razonablemente en paz por un tiempo. ³Ahora consolida su aprendizaje. ⁴Ahora comienza a ver el valor de transferir lo que ha aprendido. ⁵El potencial de su aprendizaje es literalmente asombroso, y el maestro de Dios ha llegado a un punto en su progreso desde el que puede ver que en dicho aprendizaje radica su escape. ⁶”Renuncia a lo que no quieres y conserva lo que sí quieres.” ⁷¡Qué simple es lo obvio! ⁸¡Y qué fácil! ⁹El maestro de Dios necesita este período de respiro. ¹⁰Todavía no ha llegado tan lejos como cree. ¹¹Mas cuando esté listo para seguir adelante, marcharán a su lado compañeros poderosos. ¹²Ahora descansa por un rato y los convoca antes de proseguir. ¹³A partir de ahí, ya no seguirá adelante solo.

7.    La siguiente fase es ciertamente “un período de inestabilidad”. ²El maestro de Dios debe entender ahora que en realidad no sabía distinguir entre lo que tiene valor y lo que no lo tiene. ³Lo único que realmente ha aprendido hasta ahora es que no desea lo que no tiene valor, pero sí lo que lo tiene. ⁴Su propio proceso de selección, no obstante, no le sirvió para enseñarle la diferencia. ⁵La idea de sacrificio, tan fundamental en su sistema de pensamiento, imposibilitó el que pudiera discernir. ⁶Pensó que había aprendido a estar dispuesto, pero ahora se da cuenta de que no sabe para qué sirve estar dispuesto. ⁷Ahora tiene que alcanzar un estado que puede permanecer fuera de su alcance por mucho, mucho tiempo. ⁸Tiene que aprender a dejar a un lado todo juicio y a preguntarse en toda circunstancia qué es lo que realmente quiere. ⁹De no ser porque cada uno de los pasos en esta dirección está tan fuertemente reforzado, ¡cuán difícil sería darlos!
 
8.    Finalmente llega “un período de logros” ²Ahora es cuando se consolida su aprendizaje. ³Lo que antes se consideraban simples sombras, ahora son ganancias substanciales, con las que puede contar en cualquier “emergencia”, así como también en los períodos de calma. ⁴En efecto, el resultado de esas ganancias no es otro que la tranquilidad: el fruto de un aprendizaje honesto, de un pensamiento congruente y de una transferencia plena. ⁵Ésta es la fase de la verdadera paz, pues aquí se refleja plenamente el estado celestial. ⁶A partir de ahí, el camino al Cielo está libre y despejado y no presenta ninguna dificultad. ⁷En realidad, ya está aquí. ⁸¿Quién iba a querer ir a ninguna otra parte, si ya goza de absoluta paz? ⁹¿Y quién querría cambiar su tranquilidad por algo más deseable? ¹⁰¿Qué podría ser más deseable?
 
 


 

 

II.    Honestidad


1.    Todas las demás características de los maestros de Dios se basan en la confianza. ²Una vez que ésta se ha alcanzado, las otras se suceden naturalmente. ³Sólo los que tienen confianza pueden permitirse ser honestos, pues sólo ellos pueden ver el valor de la honestidad. ⁴La honestidad no se limita únicamente a lo que dices. ⁵El verdadero significado del término es congruencia: ⁶nada de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna palabra está en desacuerdo con otra. ⁷Así son los verdaderamente honestos. ⁸No están en conflicto consigo mismos a ningún nivel. ⁹Por lo tanto, les es imposible estar en conflicto con nadie o con nada.
 
2.    La paz mental que experimentan los maestros de Dios avanzados se debe en gran medida a su perfecta honestidad. ²Sólo el deseo de engañar da lugar a la pugna. ³El que es uno consigo mismo no puede ni siquiera concebir el conflicto. ⁴El conflicto es el resultado inevitable del autoengaño, y el autoengaño es deshonestidad. ⁵Para un maestro de Dios nada supone un desafío, ⁶pues ello implicaría que se abrigan dudas, y la confianza en la que los maestros de Dios descansan con absoluta seguridad hace que les sea imposible dudar. ⁷Por lo tanto, sólo pueden triunfar. ⁸En esto, como en todo, son honestos. ⁹Sólo pueden triunfar porque nunca hacen su propia voluntad. ¹⁰Eligen por toda la humanidad, por todo el mundo y por todas las cosas que en él habitan; por lo que es inalterable e inmutable más allá de las apariencias, y por el Hijo de Dios y su Creador. ¹¹¿Cómo no van a triunfar? ¹²Eligen con perfecta honestidad, tan seguros de sí mismos como de su elección.
 
 







III.    Tolerancia


1. Los maestros de Dios no juzgan. ²Juzgar es ser deshonesto, pues es asumir un papel que no te corresponde. ³Es imposible juzgar sin uno engañarse a sí mismo. ⁴Juzgar implica que te has engañado con respecto a tus hermanos. ⁵¿Cómo, entonces, no te ibas a haber engañado con respecto a ti mismo? ⁶Juzgar implica falta de confianza, y la confianza sigue siendo la piedra angular de todo el sistema de pensamiento del maestro de Dios. ⁷Si la pierde, todo su aprendizaje se malogra. ⁸Sin juicios todas las cosas son igualmente aceptables, pues, en tal caso, ¿quién podría juzgar de una manera u otra? ⁹Sin juicios todos los hombres son hermanos, pues, en tal caso, ¿podría haber alguno que fuese diferente? ¹⁰Juzgar destruye la honestidad y quebranta la confianza. ¹¹El maestro de Dios no puede juzgar y al mismo tiempo esperar aprender.
 
 
 


 

IV.    Mansedumbre


1.    Para los maestros de Dios el daño es algo imposible. ²No pueden infligirlo ni sufrirlo. ³El daño es el resultado de juzgar. ⁴Es el acto deshonesto que sigue a un pensamiento deshonesto. ⁵Es un veredicto de culpabilidad contra un hermano y, por ende, contra uno mismo. ⁶Representa el fin de la paz y la negación del aprendizaje. ⁷Demuestra la ausencia del programa de estudios de Dios y de su substitución por la demencia. ⁸Todo maestro de Dios tiene que aprender—y bastante pronto en su proceso de formación—que hacer daño borra completamente su función de su conciencia. ⁹Hacer daño lo confundirá, le hará sentir ira y temor, así como abrigar sospechas. ¹⁰Hará que le resulte imposible aprender las lecciones del Espíritu Santo. ¹¹Tampoco podrá oír al Maestro de Dios, Quien sólo puede ser oído por aquellos que se dan cuenta de que, de hecho, hacer daño no lleva a ninguna parte y de que nada provechoso puede proceder de ello. ¹²Los maestros de Dios, por lo tanto, son completamente mansos.

2.    Necesitan la fuerza de la mansedumbre, pues gracias a ella la función de la salvación se vuelve fácil. ²Para los que hacen daño, llevar a cabo dicha función es imposible. ³Pero para quienes el daño no tiene sentido, la función de la salvación es sencillamente algo natural. ⁴¿Qué otra elección sino ésta tiene sentido para el que está en su sano juicio? ⁵¿Quién, de percibir un camino que conduce al Cielo, elegiría el infierno? ⁶¿Y quién elegiría la debilidad que irremediablemente resulta de hacer daño, cuando puede elegir la fuerza infalible, todo-abarcadora e ilimitada de la mansedumbre? ⁷El poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre, pues han entendido que sus pensamientos de maldad no emanaban del Hijo de Dios ni de su Creador. ⁸Por lo tanto, unieron sus pensamientos a Aquel que es su Fuente. ⁹Y así, su voluntad, que siempre fue la de Dios, quedó libre para ser lo que es.

 


V.    Júbilo


1. El júbilo es el resultado inevitable de la mansedumbre. ²La mansedumbre significa que ahora el miedo es imposible. a ¿Qué podría entonces obstaculizar el júbilo? ³Las manos abiertas de la mansedumbre están siempre llenas. ⁴Los mansos no experimentan dolor. ⁵No pueden sufrir. ⁶¿Cómo no van a ser felices? ⁷Están seguros de que son amados y de que, por lo tanto, están a salvo. ⁸El júbilo va unido a la mansedumbre tan inevitablemente como el pesar acompaña al ataque. ⁹Los maestros de Dios confían en Él ¹⁰y están seguros de que Su Maestro va delante de ellos, asegurándose de que no les acontezca ningún daño. ¹¹Disponen de Sus dones y siguen Su camino porque la Voz de Dios los dirige en todo. ¹²El júbilo es su canto de gratitud. ¹³Y Cristo los contempla también con agradecimiento. ¹⁴La necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos tienen de Él. ¹⁵¡Qué gozo tan inmenso compartir el propósito de la salvación!


 

VI.    Indefensión


1. Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. ²No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. ³No tratan de forjarse a sí mismos. ⁴Su júbilo procede de saber Quién los creó. ⁵¿Y es acaso necesario defender lo que Dios creó? ⁶Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado mientras no comprenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. ⁷Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas parecen ser sus defensas. ⁸Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta finalmente mirar más allá de ellas, se da cuenta de que allí no había nada. ⁹Al principio, permite que se le desengañe lentamente, ¹⁰pero a medida que su confianza aumenta, aprende más rápido. ¹¹Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro. ¹²Lo que se experimenta es seguridad. ¹³Lo que se experimenta es paz. ¹⁴Lo que se experimenta es dicha. ¹⁵Lo que se experimenta es a Dios.
 
 
 





 

VII.    Generosidad


1.    La palabra generosidad tiene un significado especial para el maestro de Dios. ²No es el significado usual de la palabra; de hecho, es un significado que tiene que aprenderse y aprenderse muy bien. ³Al igual que todos los demás atributos de los maestros de Dios, éste se basa a fin de cuentas en la confianza, puesto que sin confianza nadie puede ser generoso en el verdadero sentido de la palabra. ⁴Para el mundo, generosidad significa “dar” en el sentido de “perder” ⁵Para los maestros de Dios, generosidad significa dar en el sentido de conservar. ⁶Se ha hecho hincapié en esta idea a lo largo del texto, así como en el libro de ejercicios, pero tal vez sea más extraña para el pensamiento del mundo que muchas de las otras ideas de nuestro programa de estudios. ⁷Lo que la hace más extraña es el hecho de que es obviamente lo opuesto a la manera de pensar del mundo. ⁸De la manera más clara posible y en el más simple de los niveles, la palabra significa exactamente lo opuesto para los maestros de Dios que para el mundo.

2.    El maestro de Dios es generoso en interés propio. ²Pero no nos referimos aquí al interés propio del que el mundo habla. ³El maestro de Dios no quiere nada que él no pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún valor para él. ⁴¿Para qué lo iba a querer? ⁵Sólo podría perder por su causa. ⁶No podría ganar nada. ⁷Por lo tanto, no busca nada que sea sólo para él, ya que eso sería la garantía de que lo perdería. ⁸No quiere sufrir. ⁹¿Por qué entonces iba a querer buscarse dolor? ¹⁰Pero sí quiere conservar todas las cosas que son de Dios y que, por ende, son para Su Hijo. ¹¹Ésas son las cosas que le pertenecen. ¹²Ésas sí que las puede dar con verdadera generosidad, conservándolas de este modo para sí mismo eternamente.
 
 

 


 

VIII.    Paciencia


1. Los que están seguros del resultado final pueden permitirse el lujo de esperar, y esperar sin ansiedad. ²Para el maestro de Dios tener paciencia es algo natural. ³Todo lo que ve son resultados indudables que ocurrirán en un momento que tal vez aún le sea desconocido, pero que no pone en duda. ⁴El momento será tan apropiado como la respuesta. ⁵Y esto es verdad con respecto a todo lo que ocurre ahora u ocurra en el futuro. ⁶En el pasado tampoco se produjeron errores ni ocurrió nada que no sirviera para beneficiar al mundo, así como a aquel a quien aparentemente le ocurrió. ⁷Tal vez esto no se entendió así en su momento. ⁸Con todo, el maestro de Dios está dispuesto a reconsiderar todas sus decisiones pasadas, si éstas le están causando dolor a alguien. ⁹Tener paciencia es algo natural para los que tienen confianza. ¹⁰Seguros de la interpretación final de todas las cosas en el tiempo, ningún resultado, ya visto o por venir, puede causarles temor alguno.
 



 

IX.    Fe


1.    El grado de fe de un maestro de Dios indica cuán avanzado se encuentra en su programa de estudios. ²¿Pone en práctica este aprendizaje sólo en algunos aspectos de su vida mientras mantiene otros aparte? ³De ser así, su progreso es lento y su confianza aún no se ha arraigado firmemente. ⁴La fe es la confianza que el maestro de Dios tiene de que la Palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. a No sólo algunas, sino todas. ⁵Comienza generalmente poniendo su fe en la resolución de sólo algunos problemas, manteniéndola así cuidadosamente restringida por un tiempo. ⁶Someter todos los problemas a una sola Respuesta es invertir completamente la manera de pensar del mundo. ⁷Y sólo eso es fe. ⁸Ninguna otra cosa merece que se le llame por ese nombre. ⁹Con todo, vale la pena lograr cada avance, por pequeño que sea. ¹⁰Estar dispuesto, como indica el texto, no quiere decir que se haya alcanzado la maestría.

2.    La verdadera fe, sin embargo, no se desvía. ²Al ser consistente, es completamente honesta. ³Al ser consecuente, goza de absoluta confianza. ⁴Al estar basada en la ausencia de temor, es mansa. ⁵Al gozar de certeza, rebosa júbilo, ⁶y al tener confianza, es tolerante. ⁷La fe, por lo tanto, encierra en sí todos los demás atributos de los maestros de Dios ⁸y entraña la aceptación de Su Palabra y de la Definición que Él tiene de Su Hijo. ⁹Hacia Ellas es adonde la fe, en el verdadero sentido de la palabra, siempre se dirige. ¹⁰En Ellas tiene puestas sus miras, buscándolas hasta que las encuentra. ¹¹La indefensión naturalmente la acompaña y su condición es el júbilo. ¹²Y una vez que las encuentra, descansa con sosegada certeza sólo en Aquello que es digno de toda fe.
 
  

 

X.    Mentalidad abierta


1.    El papel central que ocupa la mentalidad abierta—quizá el último de los atributos que el maestro de Dios adquiere—puede entenderse fácilmente cuando se reconoce la relación que guarda con el perdón. ²La mentalidad abierta procede de una ausencia de juicios. ³De la misma manera en que los juicios cierran la mente impidiéndole la entrada al Maestro de Dios, de igual modo la mentalidad abierta Lo invita a entrar. ⁴De la misma manera en que la condenación juzga al Hijo de Dios como malvado, de igual modo la mentalidad abierta permite que sea juzgado por la Voz de Dios en Su Nombre. ⁵De la misma manera en que la proyección de la culpa sobre él lo enviaría al infierno, de igual la mentalidad abierta permite que la imagen de Cristo le sea extendida. ⁶Sólo aquellos que tienen una mentalidad abierta pueden estar en paz, pues son los únicos que ven razones para ello.

2.    ¿Cómo perdonan los que tienen una mentalidad abierta? ²Han renunciado a todas las cosas que les impedirían perdonar. ³Han abandonado realmente el mundo y permitido que éste les sea restaurado con tal frescura y en un júbilo tan glorioso, que jamás hubiesen podido concebir un cambio así. ⁴Nada es ahora como era antes. ⁵Todo lo que antes parecía opaco y sin vida, ahora no hace sino refulgir. ⁶Lo que es más, todas las cosas les dan la bienvenida, ya que ha desaparecido toda sensación de amenaza. ⁷Ya no quedan tinieblas que oculten la faz de Cristo. ⁸Ya se ha logrado el objetivo. ⁹El perdón es la meta final del programa de estudios, ¹⁰pues allana el camino para lo que se encuentra más allá de todo aprendizaje. ¹¹El programa de estudios no hace ningún esfuerzo por excederse de su verdadera meta. ¹²El perdón es su único objetivo, en el cual converge en última instancia todo aprendizaje. ¹³Ciertamente eso es suficiente.

3.    Habrás notado que la lista de atributos de los maestros de Dios no incluye las características que constituyen la herencia del Hijo de Dios. ²Términos tales como amor, impecabilidad, perfección, conocimiento y verdad eterna no aparecen en este contexto, ³pues no serían apropiados aquí. ⁴Lo que Dios ha dado está tan remotamente alejado de nuestro programa de estudios, que el aprendizaje no puede sino desaparecer ante su presencia. ⁵Sin embargo, mientras su presencia esté velada, el enfoque ha de centrarse necesariamente en el programa de estudios. ⁶La función de los maestros de Dios es llevar al mundo el verdadero aprendizaje. ⁷Propiamente dicho, lo que llevan es un des-aprendizaje, que es a lo único que se le puede llamar “verdadero aprendizaje” en este mundo. ⁸A los maestros de Dios se les ha encomendado la función de llevar al mundo las buenas nuevas del completo perdón. ⁹Bienaventurados son en verdad, pues son los portadores de la salvación.
 
  








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