T.15.III. La pequeñez en contraposición a la grandeza

 III. La pequeñez en contraposición a la grandeza



1. No te contentes con la pequeñez. ²Pero asegúrate de que entiendes lo que es, así como la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella. ³La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo. ⁴La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. ⁵En este mundo no hay nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte. ⁶Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. ⁷La pequeñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. ⁸Y siempre elegirás una a expensas de la otra. 

2. Sin embargo, de lo que no te das cuenta cada vez que eliges, es de que tu elección es tu evaluación de ti mismo. ²Opta por la pequeñez y no tendrás paz, pues habrás juzgado que eres indigno de ella. ³Y cualquier cosa que ofrezcas como substituto será un regalo de tan poco valor que te dejará insatisfecho. ⁴Es esencial que aceptes el hecho—y que lo aceptes gustosamente—de que ninguna clase de pequeñez podrá jamás satisfacerte. ⁵Eres libre de probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu retorno al hogar, ⁶pues sólo en la Grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho. 

3. Tienes una gran responsabilidad para contigo mismo, y es una responsabilidad que tienes que aprender a recordar en todo momento. ²Al principio, la lección tal vez te parezca difícil, pero aprenderás a amarla cuando te des cuenta de que es verdad y de que no es más que un tributo a tu poder. ³Tú que has encontrado la pequeñez que buscabas, recuerda esto: cada decisión que tomas procede de lo que crees ser, y representa el valor que te atribuyes a ti mismo. ⁴Si crees que lo que no tiene valor puede satisfacerte, no podrás sentirte satisfecho, pues te habrás limitado a ti mismo. ⁵Tu función no es insignificante, y sólo podrás escaparte de la pequeñez hallando tu función y desempeñándola. 

4. No hay duda acerca de cuál es tu función, pues el Espíritu Santo lo sabe. ²No hay duda acerca de la grandeza de esa función, pues te llega a través de Él desde la Grandeza. ³No tienes que esforzarte por alcanzarla, puesto que ya dispones de ella. ⁴Mas debes canalizar todos tus esfuerzos contra la pequeñez, pues para proteger tu grandeza en este mundo es preciso mantenerse alerta. ⁵Mantenerse continuamente consciente de la propia grandeza en un mundo en el que reina la pequeñez es una tarea que los que se menosprecian a sí mismos no pueden llevar a cabo. ⁶Sin embargo, se te pide que lo hagas como tributo a tu grandeza y no a tu pequeñez. ⁷No se te pide que lo hagas solo. ⁸El Poder de Dios respaldará cada esfuerzo que hagas en nombre de Su amado Hijo. ⁹Ve en pos de la pequeñez, y te estarás negando a ti mismo Su Poder. ¹⁰Dios no está dispuesto a que Su Hijo se sienta satisfecho con nada que no sea la totalidad. ¹¹Pues Él no se siente satisfecho sin Su Hijo y Su Hijo no puede sentirse satisfecho con menos de lo que su Padre le dio. 

5. Anteriormente te pregunté: “¿Qué prefieres ser, rehén del ego o anfitrión de Dios?” ²Deja que el Espíritu Santo te haga esa pregunta cada vez que tengas que tomar una decisión. ³Pues cada decisión que tomas la contesta y,  por lo tanto, le abre las puertas a la tristeza o a la dicha. ⁴Cuando Dios se dio a Sí Mismo a ti en tu creación, te estableció como Su anfitrión para siempre. ⁵Él no te ha abandonado ni tú lo has abandonado a Él. ⁶Todos tus intentos de negar Su Grandeza y de hacer de Su Hijo un rehén del ego, no pueden empequeñecer a aquel a quien Dios ha unido a Sí Mismo. ⁷Cada decisión que tomas es o bien en favor del Cielo o bien en favor del infierno, y te brinda la conciencia de la alternativa que hayas elegido. 

6. El Espíritu Santo puede mantener tu grandeza en tu mente a salvo de toda pequeñez, con perfecta claridad y seguridad, y sin dejar que se vea afectada por los miserables regalos que el mundo de la pequeñez desea ofrecerte. ²Pero para que el Espíritu Santo pueda hacer esto, no debes oponerte a lo que Él dispone para ti. ³Decídete en favor de Dios por medio de Él. ⁴Pues la pequeñez y la creencia de que ésta te puede satisfacer son decisiones que tomas con respecto a ti mismo. ⁵El poder y la gloria que hay en ti procedentes de Dios son para todos los que, como tú, se consideran indignos y creen que la pequeñez puede expandirse hasta convertirse en una sensación de grandeza que los logre satisfacer. ⁶No des ni aceptes pequeñez. ⁷El anfitrión de Dios es digno de todo honor. ⁸Tu pequeñez te engaña, pero tu grandeza emana de Aquel que mora en ti, y en Quien tú moras. ⁹En el Nombre de Cristo, el eterno Anfitrión de Su Padre, no toques a nadie con la idea de la pequeñez. 

7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la Santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. ²Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. ³Dar el don de Dios está más allá de tu pequeñez, pero no más allá de ti, ⁴pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. ⁵Él se extiende desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. ⁶Se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. ⁷No obstante, te ofrece todas Sus extensiones, pues eres Su anfitrión. 

8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deambular en vano? ²Despertar a la gloria no es un sacrificio. ³Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. ⁴Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. ⁵Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. ⁶El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios.⁷Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las pequeñas ofrendas que haces se desvanecen en la nada. 

9. Bendita Criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? ²Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tampoco lo hice. ³Puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. ⁴Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que mantiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpa y la debilidad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. ⁵Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. ⁶No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el Altar de la Santidad, en el que Ésta mora en perfecta paz. ⁷Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. ⁸Y tú eres de tu Padre. ⁹Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez. 

10. Decide como yo que decidí morar contigo. ²Mi voluntad dispone lo mismo que la de mi Padre, pues sé que Su Voluntad no varía y que se encuentra eternamente en paz consigo misma. ³Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. ⁴No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. ⁵Lo que mi Padre ama, yo lo amo del mismo modo que Él; y al igual que Él, no puedo aceptarlo como lo que no es. ⁶Ni tú tampoco.  ⁷Cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y que eres incapaz de aceptar nada para ti. ⁸Y habiendo recibido, darás gustosamente. ⁹El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar. 

11. Si estás completamente dispuesto a dejar que la salvación se lleve a cabo de acuerdo con el plan de Dios y te niegas a tratar de obtener la paz por tu cuenta, alcanzarás la salvación. ²Mas no pienses que puedes substituir Su plan por el tuyo. ³En vez de eso, únete a mí en el Suyo para que juntos podamos liberar a todos aquellos que prefieren permanecer cautivos, y proclamar que el Hijo de Dios es Su anfitrión. ⁴Así pues, no dejaremos que nadie se olvide de lo que tú quieres recordar, ⁵y de este modo, lo recordarás.

12. Evoca en todos únicamente el recuerdo de Dios y el del Cielo que mora en ellos. ²Allí donde desees que tu hermano esté, allí creerás estar tú. ³No respondas a su petición de pequeñez y de infierno, sino sólo a su llamamiento a la grandeza y al Cielo. ⁴No te olvides de que su llamamiento es el tuyo y contéstale junto conmigo. ⁵El Poder de Dios está a favor de Su anfitrión eternamente, pues su único cometido es proteger la paz en la que Él mora. ⁶No deposites la ofrenda de la pequeñez ante Su santo altar, el cual se eleva más allá de las estrellas hasta el mismo Cielo por razón de lo que le es dado.



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