LECCIÓN 35 Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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LECCIÓN 35

Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

1. La idea de hoy no describe la manera como te ves a ti mismo ahora. ²Describe, no obstante, lo que la visión te mostrará. ³A todo aquel que cree estar en este mundo le resulta muy difícil creer esto de sí mismo. ⁴Sin embargo, la razón por la que cree estar en este mundo es porque no lo cree.

2. Crees que formas parte del lugar donde piensas que estás. ²Eso se debe a que te rodeas del entorno que deseas. ³Y lo deseas para proteger la imagen que has forjado de ti mismo. ⁴La imagen también forma parte de ese entorno. ⁵Lo que ves mientras crees estar en él, lo ves a través de los ojos de la imagen. ⁶Eso no es visión. ⁷Las imágenes no pueden ver.

3. La idea de hoy presenta una perspectiva de ti muy diferente. ²Al establecer tu Fuente establece también tu Identidad, y te describe como realmente debes ser en verdad. ³La manera en que vamos a aplicar la idea de hoy es ligeramente diferente, ya que el énfasis recae hoy en el que percibe en vez de en lo que éste percibe.

4. Comienza cada una de las tres sesiones de práctica de hoy de cinco minutos cada una repitiendo la idea para tus adentros, luego cierra los ojos y escudriña tu mente en busca de los diversos términos descriptivos que te adjudicas a ti mismo. ²Incluye todos los atributos basados en el ego que te adscribes, sean positivos o negativos, deseables o indeseables, halagadores o denigrantes. ³Todos son igualmente irreales porque en ellos no te ves a ti mismo con los ojos de la santidad.

5. En la primera parte del período de búsqueda mental, probablemente pondrás mayor énfasis en lo que consideres son los aspectos más negativos de tu auto-percepción. ²Hacia el final del ejercicio, no obstante, es probable que lo que te venga a la mente sean los términos descriptivos más autoengrandecedores. ³Trata de reconocer que no importa en qué dirección se inclinen las fantasías que albergas acerca de ti mismo. ⁴En realidad, las fantasías no se inclinan en ninguna dirección. ⁵Simplemente no son verdaderas.

6. Una lista adecuada para la aplicación de la idea de hoy, la cual no ha sido seleccionada conscientemente, podría ser:

²Me veo a mí mismo como alguien del que otros abusan.
³Me veo a mí mismo como alguien que está deprimido.
⁴Me veo a mí mismo como un fracaso.
⁵Me veo a mí mismo como alguien que está en peligro.
⁶Me veo a mí mismo como un inútil.
⁷Me veo a mí mismo como un vencedor.
⁸Me veo a mí mismo como un perdedor.
⁹Me veo a mí mismo como una persona caritativa.
¹⁰Me veo a mí mismo como una persona virtuosa.

7. No debes pensar acerca de estos términos de manera abstracta. ²Se te ocurrirán a medida que te vengan a la mente diversas personalidades, situaciones o acontecimientos en los que tú figuras. ³Escoge cualquier situación en particular que se te ocurra, identifica el término o términos descriptivos que consideres pertinentes a tus reacciones a esa situación, y úsalos para aplicar la idea de hoy. ⁴Después que hayas nombrado cada uno de ellos, añade:

⁵Pero mi mente es parte de la de Dios. ⁶Soy muy santo.

8. Durante las sesiones de práctica más largas probablemente habrá intervalos en los que no se te ocurra nada en particular. ²No te esfuerces en pensar cosas concretas para ocupar dichos intervalos, sino simplemente relájate y repite la idea de hoy lentamente hasta que se te ocurra algo. ³Si bien no debes omitir nada de lo que se te ocurra durante los ejercicios, no se debe “sacar” nada a la fuerza. ⁴No se debe usar ni fuerza ni discriminación.

9. Tan a menudo como sea posible en el transcurso del día, aplica la idea de hoy a cada atributo o atributos que te estés adjudicando en ese momento, añadiendo la idea en la forma indicada más arriba. ²Si no se te ocurre nada en particular, repite simplemente la idea en tu interior con los ojos cerrados.


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LECCIÓN 35 Comentada por Jorge Luis Álvarez Castañeda

Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

En la lección 30 Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente, Jesús, decía, que mi mente hacía parte de la Mente de Dios. Como Hijo de Dios fui creado como una extensión en la Mente Una de Dios. Y comparto todas sus cualidades, incluida la santidad. Jesús, viene enseñando que hay otra forma de ver el mundo distinta a la del ego. Hoy, habla de la santidad que comparto con Dios y que mi mente es parte de la de Dios. Soy una extensión de los Pensamientos amorosos de la Mente Una de Dios. Y, como tal, comparto todas sus características, comparto Su santidad.

La santidad es la cualidad de pureza divina, sin ninguna mancha de pecado o separación, culpa o miedo. Mediante la santidad no veo en mi hermano impurezas, ni nada que me separe de él mediante los juicios. La santidad debe incluir a todos mis hermanos, en los cuales, como en mí, se encuentra el recuerdo de Dios. La santidad implica ver inocencia en mi interior y, de esa manera, la veo también en mis hermanos.

Nos dice Jesús en la lección:

“La idea de hoy no describe la manera como te ves a ti mismo ahora. Describe, no obstante, lo que la visión te mostrará. A todo aquel que cree estar en este mundo le resulta muy difícil creer esto de sí mismo. Sin embargo, la razón por la que cree estar en este mundo es porque no lo cree”.

No me veo como un Hijo de Dios, con sus cualidades de eternidad y santidad sino como un ser carente, limitado, débil, conflictivo. He elegido estar en el tiempo y no en la eternidad de la Unidad con Dios. Esto se debe a que elegí creer que era posible separarme de Dios y como dice, Jesús, en el Capítulo 5 en la sección VI:

”Has elegido estar en el tiempo en vez de la eternidad, por consiguiente, crees estar en el tiempo. Sin embargo, tu elección es a la vez libre y modificable. No te corresponde estar en el tiempo. Te corresponde estar únicamente en la eternidad, donde Dios te ubicó para siempre”. (T-5.VI 1:4-7)

Como he olvidado mi condición de Hijo de Dios me siento separado y no creo que pueda ser parte de la Mente de Dios y, mucho menos, santo.

Continúa Jesús:

“Crees que formas parte del lugar donde piensas que estás. Eso se debe a que te rodeas del entorno que deseas. Y lo deseas para proteger la imagen que has forjado de ti mismo. La imagen también forma parte de ese entorno. Lo que ves mientras crees estar en él, lo ves a través de los ojos de la imagen. Eso no es visión. Las imágenes no pueden ver”.

Al creerme separado, con mis ilusiones, quiero formar mi pequeño mundo particular para poder hacer realidad mi deseo de ser especial. Este pequeño mundo, lo rodeo de todo lo necesario para consolidar la imagen que me haga ser mejor y diferente de mis hermanos. Pero este mundo no es real, no tiene que ver con Dios. Este mundo consolida la separación. Y el mantener la separación implica que no suelte el pasado y me niegue a perdonar para poder justificar mi negación a la unidad con mis hermanos y con Dios. La imagen que me presenta este mundo no tiene nada que ver con la visión. No es la mirada del amor y de la paz, de la bondad, de la unidad, del perdón, sino todo lo contrario.

Nos dice Jesús:

“La idea de hoy presenta una perspectiva de ti muy diferente. Al establecer tu Fuente establece también tu Identidad, y te describe como realmente debes ser en verdad. La manera en que vamos a aplicar la idea de hoy es ligeramente diferente, ya que el énfasis recae hoy en el que percibe en vez de en lo que éste percibe”.

Aquí, Jesús plantea uno de principales problemas que tenemos como seres que nos creemos separados: tenemos un problema de identidad. No sabemos quienes somos realmente. Esto se traduce en dudas, sentimiento de vacío, inseguridad, desconfianza, ansiedad, sensación de fracaso, etc. Hoy, Jesús, nos da la salida a dicha crisis. El decidirme a aceptar mi Origen: Dios. Mi mente es parte de la Dios. Dios es mi Fuente. Si acepto cuál es mi Origen así establezco mi Identidad. Mi Identidad es que soy el Hijo de Dios, Cristo, el Ser mismo. Todas las enseñanzas de Jesús están orientadas a que aceptemos nuestra verdadera Identidad. A aceptar que no somos el ego. Somos el Hijo de Dios.

Proceso de práctica de la lección

Objetivo

Empezar a reconocer mi verdadera Identidad como Hijo de Dios y que mi mente hace parte de la de Dios y, por lo tanto, soy muy santo.

Ejercicios

Realizar tres sesiones de práctica en la mañana, en la noche y en medio de las dos, de cinco minutos cada una.
Repite la idea varias veces.
Cierra los ojos. Busca en tu mente las palabras con la que te describes a ti mismo. Incluye las que consideres positivas, negativas, indeseables, deseables, halagadoras, denigrantes. Todos son irreales pues no describen tu verdadera Identidad. No debes pensar en estos términos de manera abstracta trata de relacionarlo con personalidades, situaciones acontecimientos en los que tú figures.
Podrías decir:

”Me veo a mí mismo como (alguien del que otros abusan, como un fracaso, como un perdedor, como caritativo, como una persona virtuosa, etc.)
Después de nombrar cada una de ella añade:
”Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”.

Si hay momentos en que no se te ocurre nada en particular no te esfuerces por encontrar. Simplemente, repite la idea del día hasta que se te ocurra algo.

Recordatorios frecuentes

Tan a menudo como sea posible a lo largo del día. Aplica la idea si ocurre algún atributo que te estés aplicando. Si no se te ocurre ningún atributo simplemente repites la idea del día.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Hagamos la lección siempre en compañía del Espíritu Santo y de Jesús, sin olvidarnos de reír.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda


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Lección 35 Comentada por Kenneth Wapnick

Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

"Como se señaló al final de la última lección, las enseñanzas de Jesús están cambiando, haciendo un énfasis en la mentalidad correcta. Él comienza a instruirnos sobre lo que se encuentra en la «otra» parte de nuestras mentes. Todos deberían tener problemas para creer esto, como dice el mismo Jesús en la lección. Si realmente supieras que eres parte de Dios y, por lo tanto, que tu mente es santa, no tendrías pensamientos de separación ni de especialismo. De hecho, tuvieras la certeza que no te encuentras aquí en lo absoluto. Por lo tanto, el que tú estés aquí - o mejor: el que tú «creas» que estás aquí - dice que tu mente no es parte de Dios y, por lo tanto, que no puedes ser santo.

En esta lección, y cada vez más en las próximas quince, Jesús nos ayuda a comprender que hay otra parte de nosotros - lo que se conoce en la primera parte del texto como la «mente recta». Esta parte, a través del Espíritu Santo, todavía está conectada con la santidad de Dios que nunca ha cambiado, a pesar de nuestros sueños impíos de culpabilidad y juicio.

(1:1-3) «La idea de hoy no describe la manera como te ves a ti mismo ahora. Describe, no obstante, lo que la visión te mostrará. A todo aquel que cree estar en este mundo le resulta muy difícil creer esto de sí mismo.»


Jesús nos está dejando saber que él sabe que no es así como nos vemos a nosotros mismos, y no espera que creamos lo que dice sobre nosotros. Su propósito es «comenzar» el proceso de enseñarnos que existe una verdadera alternativa en nuestras mentes. Él no desea que esto se use como un mantra que repetimos una y otra vez a lo largo del día para acallar nuestros pensamientos no amorosos. Más bien, de acuerdo con nuestro entrenamiento, él quiere que llevemos nuestros pensamientos no amorosos a este pensamiento amoroso. Estos pensamientos no amorosos implican alguna expresión de nuestra creencia de que somos impíos o pecaminosos. De este modo, un nuevo entendimiento despuntará aún más dentro de nosotros, el cual es que hay otra forma de no solo de «mirarnos», sino también otra forma de «pensar» acerca de nosotros mismos. Cuando traemos la oscuridad de nuestros pensamientos impíos e ilusorios a la luz del pensamiento santo y verdadero, la luz disipa la oscuridad.

(1:4) «Sin embargo, la razón por la que cree estar en este mundo es porque no lo cree.»


Esto es lo que acabo de decir. Debido a que no creemos que somos parte de Dios, debemos creer que estamos en este mundo. Viviendo aquí como un ser separado - física y psicológicamente - entre otros seres separados es la sombra del pensamiento que dice: estoy por mi cuenta, separado de Dios. Nuevamente, el hecho mismo de que creemos que estamos aquí como cuerpos atestigua la creencia subyacente de que estamos separados, y por lo tanto no creemos que nuestras mentes sean parte de Dios y sean santas. Esta lección, entonces, refleja el principio de la Expiación - la creencia de que aunque «pensamos» que hemos dejado a Dios, en verdad la separación nunca sucedió. Por lo tanto, realmente soy parte de Dios, y por lo tanto soy muy santo.

(2:1-2) «Crees que formas parte del lugar donde piensas que estás. Eso se debe a que te rodeas del medio ambiente que deseas.»


Creemos que estamos en este mundo, y que formamos parte de él como un cuerpo separado, viviendo entre otros cuerpos separados. En el nivel ontológico, como un Hijo separado, hemos fabricado un entorno que mantiene la separación, y entonces nos hemos olvidado de que eso es lo que hemos hecho, siguiendo ahora el plan del ego para «su» salvación. Como resultado, ahora creemos que el mundo es real, y que formamos una parte real de él. A nivel individual, si, como se comentó anteriormente, deseamos sentirnos injustamente tratados, ¿qué mejor manera de lograr eso que estar siempre cerca de aquellos que nos tratan injustamente? Ya sea que lo hagan o no, los percibiremos de esa manera. Como Jesús nos recuerda en esta declaración parafraseada del texto, una línea maravillosa que ya hemos citado:

“Si nosotros tenemos la experiencia de que nuestro hermano no nos está hablando de Cristo, es «únicamente» porque primero nos hemos acusado a nosotros mismos de no haberle hablado de Cristo a él.” (T-11.V.18:6)


Por lo tanto, terminamos completamente convencidos de que nuestras percepciones de victimización son válidas.

(2:3) «Y lo deseas [el ambiente de un mundo separado] para proteger la imagen que has forjado de ti mismo.»


Una vez más, esta es una declaración causal inconfundible. Hemos fabricado un mundo físico de separación para proteger la imagen de nosotros mismos como seres separados. Por eso debería quedar claro que Jesús nunca habla de cambiar o salvar el mundo - «el mundo no existe». Sólo habla de salvarnos de la autoimagen que hemos fabricado: la imagen pecaminosa, culpable, fragmentada, la imagen de miedo que todos abrigamos internamente. Nuestro «deseo» de estar separados es la causa del mundo separado. Por lo tanto, es ese deseo el que debemos cambiar si queremos que la verdadera paz venga a nosotros.

(2:4-7) «La imagen también forma parte de ese medio ambiente. Lo que ves mientras crees estar en él, lo ves a través de los ojos de la imagen. Eso no es visión. Las imágenes no pueden ver.»


¿A qué imagen se está refiriendo? Soy limitado, fragmentado, separado, independiente y autónomo. La naturaleza del mundo, y «todo» esto que está aquí, es la proyección de esa imagen. Todos en este mundo están solos, esta es la razón por la cual el especialismo es una defensa tan poderosa. Una de nuestras necesidades es que las personas estén con nosotros, para que no experimentemos el dolor y la soledad que inevitablemente conlleva ser parte de este mundo, viviendo en un lugar fuera del Cielo, nuestro verdadero Hogar.

Este párrafo es bastante significativo y debe ser estudiado cuidadosamente. El sistema de pensamiento de Un Curso de Milagros - su metafísica, el sistema de pensamiento del ego y su deshacimiento a través del perdón - todo puede ser reconocido en estos pasajes.

(3:1-2) «La idea de hoy presenta una perspectiva de ti muy diferente. Al establecer tu Origen establece también tu Identidad, y te describe como realmente debes ser en verdad.»


En otras palabras, soy parte de Dios y soy muy santo. Es por eso que «Fuente» e «Identidad» están en mayúscula: Jesús está hablando de Dios y del Cristo que es nuestro verdadero Ser. Jesús se dirige ahora al perceptor, en lugar de a lo que percibe. De hecho, en este punto, a Jesús no está interesado en lo que percibimos afuera, sino únicamente en lo que «pensamos»:

(3:3) «La manera en que vamos a aplicar la idea de hoy es ligeramente diferente, ya que el énfasis recae hoy en el que percibe en vez de en lo que éste percibe.»


Podemos entender mejor el énfasis primordial en estas primeras lecciones sobre cómo buscar en nuestras mentes, ya que son nuestras mentes - el verdadero «perceptor» - quienes necesitan corrección. Así leemos:

(4) «Comienza cada una de las tres sesiones de práctica de hoy de cinco minutos cada una repitiendo la idea para tus adentros, luego cierra los ojos y escudriña tu mente en busca de los diversos términos descriptivos que te adjudicas a ti mismo. Incluye todos los atributos basados en el ego que te adscribes, sean positivos o negativos, deseables o indeseables, halagadores o denigrantes. Todos son igualmente irreales porque en ellos no te ves a ti mismo con los ojos de la santidad.»


Lo que encontramos dentro de nuestras mentes son las formas multitudinarias del «único» error, el «único» pensamiento ilusorio de separación. En otras palabras, como dije antes, una vez que te identifiques con el yo separado del ego, todo lo que pienses, creas, sientes, percibes y experimentas estará equivocado. Ya sea que sea noble, hermoso, santo y bueno, o simplemente terrible, estará equivocado porque se habrá basado en el especialismo y la separación.

(5) «En la primera parte del período de búsqueda mental, probablemente pondrás mayor énfasis en lo que consideres son los aspectos más negativos de tu auto-percepción. Hacia el final del ejercicio, no obstante, es probable que lo que te venga a la mente sean los términos descriptivos más autoengrandecedores. Trata de reconocer que no importa en qué dirección se inclinen las fantasías que albergas acerca de ti mismo. En realidad, las fantasías no se inclinan en ninguna dirección. Simplemente no son verdaderas.»


Jesús nos advierte que no tomemos demasiado en serio el hecho de que lo más probable es que solo reconozcamos los pensamientos negativos en el interior, aunque «tanto» los pensamientos positivos y negativos sean ilusorios. Obviamente, él no puede enfatizar lo suficiente que no importa si estos pensamientos son uno o lo otro. Mientras creas que tienes un yo que es positivo o negativo, que puede relacionarse positiva o negativamente con otras personas, estarás equivocado acerca de ti mismo y con lo que pienses que está sucediendo. Los seres separados no son santos.

El único Ser unido con Dios es santo, y más allá de todos nuestros conceptos propios (T-31.V). En lecciones subsiguientes, Jesús habla cada vez más acerca de nuestro verdadero Ser. Recuerda de nuevo, no podemos llegar al verdadero Ser sin mirar primero al falso. Es por eso que las primeras lecciones del libro de ejercicios se centraron en nuestras percepciones y pensamientos erróneos. La corrección de estos errores es darse cuenta de que hay otra manera de ver el mundo; otra manera de vernos a nosotros mismos.

El siguiente párrafo proporciona una lista sugerida para que sigamos. De los nueve rasgos enumerados, tres son positivos: «vencedor, caritativo y virtuoso» - mientras que seis son negativos - «abusan de mí, deprimido, fracasado, inútil, perdedor, estoy en peligro». Nuevamente, para los propósitos de este ejercicio, la categoría no hace ninguna diferencia.

El párrafo 7 nos insta a ser específicos como el trampolín para alcanzar el estado mental de lo no específico - el rasgo de nuestro verdadero Ser:

(7) «No debes pensar acerca de estos términos de manera abstracta. Se te ocurrirán a medida que te vengan a la mente diversas personalidades, situaciones o acontecimientos en los que tú figuras. Escoge cualquier situación en particular que se te ocurra, identifica el término o términos descriptivos que consideres pertinentes a tus reacciones a esa situación, y úsalos para aplicar la idea de hoy. Después que hayas nombrado cada uno de ellos, añade: Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.»


Centrarse en lo específico, una vez más, es el requisito previo para lograr lo no específico. También es una parte esencial de nuestro entrenamiento para no negar nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones. La oscuridad de la culpa no puede ser traída a la luz y ser deshecha a menos que primero veamos sus manifestaciones específicas, la puerta a través de la cual regresamos a nuestros pensamientos.

En el siguiente párrafo, vemos a Jesús regresando a sus gentiles exhortaciones de que seamos amables con nosotros mismos en estos ejercicios. Es una guía útil recordar que cada vez que experimentamos un sentido de urgencia o una indicación de fuerza proveniente de "el otro lado", debemos reconocer de inmediato que este es el ego que nos guía. Jesús y el Espíritu Santo son siempre amables y pacientes, sabiendo que el tiempo es ilusorio. Sólo un ego impaciente, incierto del resultado, aplicaría presión. Experimentamos la amorosa enseñanza de Jesús sobre la amabilidad en este pasaje del texto:

“La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es simplemente un recordatorio. Es apremiante únicamente por razón de lo que te recuerda. Le ofrece a tu mente el otro camino, permaneciendo serena aun en medio de cualquier confusión a que puedas dar lugar. La Voz que habla por Dios es siempre serena porque habla de paz. La paz es más poderosa que la guerra porque sana.” (T-5.II.7:1-8)


Aquí, entonces, está el amable octavo párrafo:

(8) «Durante las sesiones de práctica más largas probablemente habrá intervalos en los que no se te ocurra nada en particular. No te esfuerces en pensar cosas concretas para ocupar dichos intervalos, sino simplemente relájate y repite la idea de hoy lentamente hasta que se te ocurra algo. Si bien no debes omitir nada de lo que se te ocurra durante los ejercicios, no se debe "sacar" nada a la fuerza. No se debe usar ni fuerza ni discriminación.»


La amabilidad siempre gana contra la fuerza, ya que refleja la fortaleza interna de Cristo. La fuerza, por otro lado, es la expresión sombría de la debilidad inherente del ego. Así leemos acerca de esta cuarta característica de los maestros avanzados de Dios:

“...Los maestros de Dios, por lo tanto, son completamente mansos. Necesitan la fuerza de la mansedumbre, pues gracias a ella la función de la salvación se vuelve fácil. Para los que hacen daño, llevar a cabo dicha función es imposible... ¿Y quién elegiría la debilidad que irremediablemente resulta de hacer daño, cuando puede elegir la fuerza infalible, todo-abarcante e ilimitada de la mansedumbre? El poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre…” (M-4 .IV.2:1-2,7-8)


En el cierre de la lección, una vez más vemos a Jesús pidiéndonos que seamos bastante específicos a lo largo del día - "tan a menudo como sea posible" - acerca de aplicar la lección del día. Solo así, para repetir esta importante idea, las enseñanzas de Un Curso de Milagros pueden volverse parte de nuestra experiencia:

(9) «Tan a menudo como sea posible en el transcurso del día, aplica la idea de hoy a cada atributo o atributos que te estés adjudicando en ese momento, añadiendo la idea en la forma indicada más arriba. Si no se te ocurre nada en particular, repite simplemente la idea en tu interior con los ojos cerrados.»


Para repetir un punto anterior, haz todo lo posible por mantenerte vigilante durante todo el día en busca de pensamientos del ego, pero también ten en cuenta la necesidad de perdonarte cuando recuerdes que has olvidado estar vigilante.


~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martínez.


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Lección 35 Comentada por Oscar Gómez Díez

Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

En este mundo nos auto identificamos con un "yo" que hemos construido a lo largo de nuestra vida. Creemos que ese "yo" nos define, y vamos construyendo una imagen que nos identifique y nos defina ante los demás. De ahí que nos identifiquemos con algún rol, nos presentamos como "yo soy un ingeniero", soy...un abogado, soy padre de familia, esposo, amigo, deportista, artista, etc. Y dependiendo de cómo nos va en el desempeño de esos roles, nos valoramos como exitosos, fracasados, felices, deprimidos, víctimas, solidarios, caritativos, virtuosos, orgullosos, enfermos, saludables, etc. Eso no es nuestra verdadera identidad, es una ilusión de lo que creemos ser, es una fantasía de nuestro ego. Eso "describe la manera como te ves a ti mismo ahora." te identificas con esa imagen, con ese rol, e incluso lo defiendes. Pero eso no es lo que realmente eres. Tu eres una mente libre, ilimitada, eterna e invulnerable. Pero mientras te sigas identificando con tu imagen no podrás acceder a tu verdadero Ser, a la mente amorosa, impecable y santa, que siempre has sido. El ejercicio nos propone que identifiquemos esa auto imagen, que la veamos y luego la invalidemos con la verdad que somos, diciéndonos que "Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo." a cada descripción de nuestra auto imagen la contrastamos con nuestra verdadera realidad.

Lo podemos hacer de esta manera:

"Me veo a mi mismo como un fracaso"

"Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo."

"Me veo a mi mismo como alguien exitoso"

"Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo."

Tu repertorio de cómo te describes puede ser muy amplio y variado, la lección nos da los siguientes ejemplos, pero no te detengas en ellos, tu más que nadie sabes como te describes:

"Me veo a mí mismo como alguien del que otros abusan."
"Me veo a mí mismo como alguien que está deprimido."
"Me veo a mí mismo como un fracaso."
"Me veo a mí mismo como alguien que está en peligro."
"Me veo a mí mismo como un inútil."
"Me veo a mí mismo como un vencedor."
"Me veo a mí mismo como un perdedor."
"Me veo a mí mismo como una persona caritativa."
"Me veo a mí mismo como una persona virtuosa."

Haga el ejercicio con los ojos cerrados, pues estamos trabajando con nuestro mundo interior.

Tanto la imagen positiva como la negativa que tengas de ti mismo, son parte de la misma ilusión, a cada imagen que tengas de ti, le aplicas el ejercicio del día: "Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo." Es muy posible que aún no te lo creas, pero en la medida que la practiques 5 minutos en la mañana, a mediodía, y en la noche, irás reconociendo tu realidad inmortal, irás invalidando a tu ego, y darás paso a la visión espiritual que te mostrará la luz y el amor que eres. Así que cierra los ojos, escudriña tu mente y permite que el amor disipe todo ese falso yo, que te aleja de tu auténtica verdad: Una mente creada a semejanza de su Creador, con sus mismos atributos de santidad, impecabilidad, amor, paz y plenitud. Eso es lo que eres, y seguirás siendo por siempre jamás, ninguna ilusión podrá ocultar la ilimitada y deslumbrante luz de tu amorosa mente.

Repite la idea del día con la mayor frecuencia posible, se trata de que recuerdes tu verdadera identidad, el amor que eres.


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