LECCIÓN 188
La paz de Dios refulge en mí ahora.
1. ¿Por qué esperar al Cielo? ?Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos. 3La luz ya está en ellos. 4La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio. 5La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. 6La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. 7Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. 8Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.
2. Esta luz no se puede perder. 2¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? 3Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios. 4¿Quién podría negar la presencia de lo que contempla en sí mismo? 5No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión. 6Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. 7Ahí comienza la percepción y ahí termina. 8No tiene otra fuente que ésta.
3. La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. 2Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. 3Lo que da no puede sino ser eterno. 4EIimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor. 5Renueva todos los corazones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. 6 Todos sus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.
4. El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvidado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti. 2Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. 3A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. 4Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendición, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.
5. La paz de Dios jamás se puede contener. 2El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. 3Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. 4Puede perdonar porque reconoció la verdad en él. 5La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. 6En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. 7Pues lo que tu visión interna contempla es tu percepción del universo.
6. Siéntate en silencio y cierra los ojos. 2La luz en tu interior es suficiente. 3Sólo ella puede concederte el don de la visión. 4Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. 5Ellos conocen el camino. 6Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.
7. Éstos son los pensamientos que piensas con Él. 2Ellos reconocen su hogar 3y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. 4La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo también, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació en la de Dios. 5Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.
8. Ellos acatan la Voz de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar. 2Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras. 3Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. 4Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.
9. El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. 2Tomamos rienda de nuestros pensamientos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. 3No vamos a permitir que sigan descarriados. 4Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. 5Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apartasen de nosotros. 6Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. 7Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.
10. De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en nosotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida. 2Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho. 3Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. 4Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. 5Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:
6La paz de Dios refulge en mí ahora. 7Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.
AUDIOS de la Lección 188
de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la introducción a las Lecciones 181-200
A través de Mariano Noé
Lectura de la Lección 188
A través de Mariano Noé.
Ocurrir de la Lección 188
a través de Martin Musarra
Lección 188
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 188
La Paz de Dios refulge en mí ahora.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Ésta es una hermosísima lección. El obstáculo que quiere Jesús que superemos, en nuestra mente, es dejar de lado los pensamientos del ego e ir al interior de nuestra mente en busca de los pensamientos honestos con los cuales llegaremos a la paz que yace dentro de nosotros. Estos pensamientos se convierten en los santos mensajeros de Dios y con los cuales podremos reconocer que la iluminación siempre nos ha acompañado.
Jesús nos dice en la lección:
“Por qué esperar a llegar al Cielo? Los que buscan la luz están simplemente tapándose los ojos. La luz ya está en ellos. La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio. La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. La luz vino contigo desde tu hogar natal y ha permanecido contigo porque es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. Refulge en ti porque ilumina tu hogar y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar”_.
Jesús, nos dice que ahora podemos tener la luz, ahora podemos llegar al Cielo. Esto lo hacemos en el instante santo donde encontramos la luz que siempre nos ha acompañado. Representa ese lugar de paz, ese faro de luz, en nuestra mente al que podemos acudir en cualquier momento en que tengamos dificultades. Cuando esto suceda, aquietamos nuestra mente, es decir, no hacemos juicios, pedimos la ayuda del Espíritu Santo y descansamos, como vimos en la lección 109 Descanso en Dios.
Todos podemos acudir a ese lugar de paz en nuestra mente cuando lo queramos, pues en todos está la luz, el recuerdo de Dios, el Espíritu Santo. Si este recuerdo no existiera en las mentes de todos los hermanos este mundo del ego en que vivimos es muy posible que fuera peor. De alguna manera, este recuerdo de Dios constituye un límite a los excesos de locura del ego.
Jesús, nos dice que la Paz de dios brilla en mí ahora y, desde mi corazón, se extiende por todo el mundo. Sólo es cuestión de estar atento y no dejarla perder. Y cuando sintamos que la perdemos, pedimos ayuda al Espíritu Santo y a Jesús y perdonamos. Desde la paz, podemos bendecir a nuestros hermanos y ser bendecidos, como vimos en la lección de ayer. Los dones que recibimos de Dios: el Ser, la dicha, la paz, el perdón, la visión y la luz, se los damos a todo el mundo.
Jesús, nos llama a recordar nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios. Nuestro valor va más allá de las trivialidades del ego. Cuando estamos en la luz de nuestra mente está resplandece y se extiende a nuestros hermanos y contribuye a que recuerden a Dios. También, la salvación irradia sus inmensos dones que se dan y se devuelven. Jesús, dice que Dios nos agradece el dar el regalo de la paz. La Paz de Dios no se puede contener. Debemos extenderla. La Paz de Dios siempre nos ha acompañado, pero decidimos olvidarla y tomar partido a favor del conflicto del ego.
Bueno. Ahora podemos decidirnos a reconocer que tenemos la Paz de Dios. El que la reconoce dentro de sí tiene el deber de darla. Y los medios para hacerlo, están en su entendimiento. Puede perdonar porque reconoció la verdad dentro de él.
Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es suficiente. Sólo ella puede concederte el don de la visión. Puedes ir a la paz dentro de ti. Es darle alas a tu pensamiento hasta que llegues a la paz. Los pensamientos honestos, no dominados por el ego, se convierten en los mensajeros de Dios. Estos pensamientos son pensamientos de unidad, amor, de dicha, de paz. Si estoy en paz es porque he perdonado. Los pensamientos honestos, también, te instan a aceptar la Palabra de Dios y a recordar que, en tu condición de Hijo de Dios y no del ego, eres co-creador con Dios. Este trabajo con tus pensamientos honestos que te llevan a la Paz de Dios no lo haces solo: siempre de la mano del Espíritu Santo y de Jesús. Ahora elegimos que el mundo sea inocente y decimos:
La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.
Proceso de práctica de la lección
1. Tiempo de quietud por la mañana y por noche.
Reflexión sobre la idea del día. Cerrar los ojos. Aquietar la mente. No engancharse en pensamientos distractores.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta sin palabras sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Comienza diciendo:
La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.
Siéntate en silencio. Cierra los ojos.
Trae a tu mente los pensamientos honestos que andaban dispersos y pide que regresen a ti y guíalos hacia la luz de la paz y del perdón que hay en tu mente recta donde está el Espíritu Santo.
De allí, pueden regresar al mundo como mensajeros de paz y de amor bendiciendo cada cosa viviente devolviéndoles el recuerdo de Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz.
Tiempo mínimo 5 minutos. Ideal 30 minutos o más.
La idea de hoy es:
La paz de Dios refulge en mí ahora.
2. Recordatorios cada hora.
1 o 2 minutos a la hora en punto.
Repite la idea recordando que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.
Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.
3. Respuesta a la tentación.
Cada vez que sientas la tentación de perder la paz repite la idea del día y que necesites perdonar, repite la idea del día.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo leer la Introducción a las lecciones 181-200 porque ayudará a no perder la perspectiva de lo que propone Jesús.. De igual manera, realizar las prácticas como se les propone, siempre, de la mano de Jesús y el Espíritu Santo y sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios para nosotros es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 188
comentada por Ken Wapnick
LA PAZ DE DIOS REFULGE EN MÍ AHORA (Lección 188)
Nuestras próximas dos lecciones, Lecciones 188 y 189, comparten el simbolismo de la luz. La primera, por cierto, fue una de las favoritas de Bill Thetford. La lección comienza con misma súplica de Jesús de la Lección 131: “¿Por qué esperar al Cielo?” (L-pI.131.6:1) ¿Por qué, pregunta Jesús, demoras la paz – el feliz efecto del perdón – eligiendo creer que tienes que sufrir para recibir tu eventual recompensa? Esta es la visión Cristiana tradicional de que tu crucificada vida será recompensada en el más allá. Este mensaje que demora la salvación – central para el sistema de pensamiento del ego de culpa y castigo – es corregido por Jesús en “La inminencia de la salvación”:
El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se derivan de confiar en tu hermano….. En el intervalo que crees que existe entre dar el regalo y recibirlo parece que tienes que sacrificar algo y perder por ello. Ves la salvación como algo que tendrá lugar en el futuro, pero no ves resultados inmediatos. Sin embargo, la salvación es inmediata….. Pues el milagro es algo que es ahora. Se encuentra ya aquí, en gracia presente, dentro del único intervalo de tiempo que el pecado y el miedo han pasado por alto, pero que, sin embargo, es el único tiempo que hay. Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en absoluto.
No te contentes con la idea de una felicidad futura. Eso no significa nada ni es tu justa recompensa. Pues hay causa para ser libre ahora….. El propósito del Espíritu Santo es ahora el tuyo. ¿No debería ser Su felicidad igualmente tuya? (T-26.VIII.1:1; 2:6-3:1; 5:8-6:1; 9:1-3,9-10)
Y así comienza la lección:
(1:1-4) ¿Por qué esperar al Cielo? Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos. La luz ya está en ellos. La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio.
Cuando creemos que tenemos que buscar la luz, simplemente cubrimos nuestros ojos, que es una manera de decir que negamos la visión de Cristo y elegimos ver a través de los ojos del ego en lugar de los Suyos. No tenemos que buscar la luz, solo necesitamos mirar hacia adentro, donde está la luz. Recordando la verdad que ya está presente en nosotros, nos damos cuenta de que nada tiene que ser cambiado, por lo que nada necesita cambiar. Así, Jesús nos exhorta, nuevamente, a no exceder la poca disposición que nos pide el Espíritu Santo.
No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada más. No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide, o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con otro. (T-18.IV.1:5-6)
Jesús no quiere que lo intentemos, porque luchar contra el ego le da la realidad que no tiene. El reconocimiento de la luz no es un cambio, ¡ya que no hay nada que cambiar!
(1:5) La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí.
Este es un tema ya familiar. Aquí somos verdaderamente extraños, porque el mundo de los cuerpos no es nuestro hogar – el ser que creemos que somos no es nuestro Ser.
(1:6-8) La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.
La luz simboliza la Presencia del Espíritu Santo, el recuerdo del Amor de Dios que tomamos de nuestro hogar natal. Es lo único de Dios que tenemos dentro del sueño, y por lo tanto lo único que nos une de nuevo a Él. Recordemos este inspirador pasaje sobre la luz del mundo real, recordándonos la luz del Cielo, donde habita Dios y Su único Hijo:
Hay una luz que este mundo no puede dar. Más tú puedes darla, tal como se te dio a ti. Y conforme la des, su resplandor te incitará a abandonar el mundo y a seguirla. Pues esta luz te atraerá como nada en este mundo puede hacerlo. Y tú desecharás este mundo y encontrarás otro. Ese otro mundo resplandece con el amor que tú le has dado. En él todo te recordará a tu Padre y a Su santo Hijo. La luz es ilimitada y se extiende por todo ese mundo con serena dicha. Todos aquellos que trajiste contigo resplandecerán sobre ti, y tú resplandecerás sobre ellos con gratitud porque te trajeron hasta aquí. Tu luz se unirá a la suya dando lugar a un poder tan irresistible que liberará de las tinieblas a los demás según tu mirada se pose sobre ellos. (T-13.VI.11)
Así, la luz nos lleva a casa y a todos nuestros hermanos con nosotros.
(2:1-3) Esta luz no se puede perder. ¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios.
Se nos dice que perder algo no significa que haya desaparecido; sino que simplemente significa que olvidamos dónde está (T-3.VI.9). La luz está en nuestras mentes, sin embargo, nos hemos hecho un gran esfuerzo para olvidar nuestra identidad, erigiendo defensas masivas para evitar que regresemos al hogar que nunca abandonamos. Sin embargo, es fácil recordarlo, ya que solo soñamos que nos habíamos desterrado de la luz, la cual espera pacientemente nuestro despertar del auto-impuesto sueño de exilio:
Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo porque las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. ¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de que tu destierro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe. (T-10.I.1:4-7)
(2:4) ¿Quién podría negar la presencia de lo que contempla en sí mismo?
Como ya está en ti, ¿por qué querrías negarla? ¿Podrías dejar a un lado por el momento las alucinaciones de la psicosis?
(2:5) No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión.
El ego, por supuesto, afirma lo contrario, diciendo que es más difícil mirar hacia adentro, porque si lo haces, como hemos visto muchas veces, “tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará” (T-21.IV.2:3), una manera eufemística de decir que Dios te destruirá a causa de tu pecado. Sin embargo, en verdad no puede ser difícil mirar hacia adentro ya que ya estás adentro. Tu ser reside en la mente, sin cambios por tu creencia de que está en el cuerpo. Siguiendo el camino del milagro, nuestra atención es traída del mundo de vuelta a la mente, desde el sueño al soñador.
Esta declaración familiar resume sucintamente el papel del milagro:
En realidad, no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan sólo una parte del sueño de otro. El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra quién es el soñador. (T-28.II.4:1-2)
(2:6-8) Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. Ahí comienza la percepción y ahí termina. No tiene otra fuente que ésta.
Este también es un tema familiar, que reaparece en la próxima lección. Primero miramos dentro y decidimos a que maestro seguimos, y luego miramos a través de sus ojos. Si hemos elegido el ego, vemos a través de los ojos de separación y ataque; si Jesús, vemos a través de los ojos de unidad y perdón. La percepción comienza y termina en nuestras mentes. Como las ideas no abandonan su fuente, nunca vemos ni escuchamos a través de los ojos y oídos del cuerpo, sino que experimentamos en la forma de lo que nuestras mentes primero hicieron realidad.
Repetidamente vemos el énfasis de Jesús en nuestra necesidad de reconocer que ambos, problema y solución, están en nuestras mentes. De hecho, no hay nada más que nuestras mentes, donde la percepción comienza – luz u oscuridad – y donde termina – amor o miedo. Todo es proyección. Comprender esta carac-terística de la mente dividida es la visión de Cristo a la que Jesús nos conduce, y la cual conocemos bien:
La visión depende de la luz. En la obscuridad no puedes ver. Más en la obscuridad – el mundo privado que habitas cuando duermes – ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. Ahí es donde lo que ves es obra tuya. Con todo, si abandonas la obscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver….. No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tu mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la obscuridad, y en eso te engañas. Más allá de esta obscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien contempla todo en la luz. Tu “visión” emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. (T-13.V.8:1-6; 9:1-3)
(3:1-4) La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. Lo que da no puede sino ser eterno. Elimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor.
Dado que el mundo es una proyección de la idea de separación y no ha abandonado su fuente en la mente del Hijo, elegir la luz de Jesús en lugar de la oscuridad del ego nos permite percibir a la Filiación también en esa luz. Como sabemos, la visión no tiene nada que ver con ver luz física, como las auras, sino que extendemos la luz de la verdad cuando aceptamos al Espíritu Santo como nuestro Maestro. En ese punto, cualquier pensamiento de “lo efímero y de lo que carece de valor” desaparece porque nos hemos dado cuenta de su irrelevancia. Con el ego desaparecido, la paz interior se extiende naturalmente por toda la Filiación, bendiciendo a todas las mentes con su reflejo de la paz eterna de Dios. La Introducción a “Los obstáculos a la paz” describe esta extensión:
A medida que la paz comience a extenderse desde lo más profundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle descanso, se topará con muchos obstáculos….. La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, extendiéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna….. La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección. Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro templo, donde la curación le espera….. Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros. (T-19.IV.1:1,4,6-7,9)
(3:5-6) Renueva a todos los corazones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. Tus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.
Esta es otra expresión del tema de dar y recibir. Al decidir descansar en la paz de Dios, permitimos que su luz curativa se extienda a la Filiación como una, abrazándola con suavidad y amor, mientras leemos estas hermosas palabras del texto:
Y en la luz del sol te alzarás sereno, lleno de inocencia y sin temor alguno. Y desde ti, el descanso que encontraste se extenderá para que tu paz jamás pueda abandonarte y dejarte desamparado. Aquellos que ofrecen paz a todo el mundo han encontrado un hogar en el Cielo que el mundo no puede destruir. Pues es lo suficientemente grande como para contener al mundo entero dentro de su paz.
En ti reside el Cielo en su totalidad. A cada hoja seca que cae se le confiere vida en ti. Y cada flor que jamás floreció ha conservado su perfume y hermosura para ti. ¿Qué objetivo puede suplantar a la Voluntad de Dios y a la de Su Hijo de que el Cielo le sea restituido a aquel para quien fue creado como su único hogar? No ha habido nada ni antes ni después. No ha habido ningún otro lugar, ningún otro estado ni ningún otro tiempo. Nada que esté más allá o más acá. Nada más. En ninguna forma. Esto se lo puedes brindar al mundo entero y a todos los pensamientos erróneos que se adentraron en él y permanecieron allí por un tiempo. ¿De qué mejor manera se podrían llevar tus propios errores ante la verdad, que estando dispuesto a llevar la luz del Cielo contigo, según te diriges más allá del mundo de las tinieblas hacia la luz? (T-25.IV.4:7-5:12)
(4:1) El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvidado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti.
Nuestra función como maestros de Dios es que nuestra paz les recuerde a los demás que pueden hacer la misma elección que nosotros hicimos. Al hacerlo, reforzamos nuestra propia decisión. Así nosotros nos unimos a Jesús y a nuestro hermano perdonado, convirtiéndonos en la luz de nuestro hermano mayor, que brilla en la oscuridad del mundo como un faro de cordura y amor:
Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la obscuridad. Has estado dispuesto a llevar la obscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la obscuridad. Los que quieran ver verán. Y se unirán a mí para llevar su luz a la obscuridad cuando la obscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. (T-18.III.6:1-4)
(4:2-4) Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendición, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.
Otra afirmación de que dar y recibir son uno. Cuando damos amor, nosotros recibimos el amor que hemos dado, que no solo les recuerda a otros una elección diferente, sino que fortalece esa elección en nosotros mismos. ¿Quién podría oponerse a leer de nuevo las maravillosas palabras que cierran “Luz en el sueño”, y que hacen eco del mensaje lleno de luz de esta lección?
Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la Mente de Dios deja de iluminaros. El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infunden a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros seguir en la obscuridad? Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la obscuridad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su resplandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz. (T-18.III.8)
(5:1-2) La paz de Dios jamás se puede contener. El que la reconoce dentro de sí tiene que darla.
La característica principal de la mente es que cualquier cosa que esté dentro de ella debe proyectarse o extenderse. Si es culpa, la vemos en todos los demás, atacándolos; si la paz de Jesús, amamos lo que vemos en los demás. Reconocemos nuestra elección al observar nuestras actitudes hacia el mundo, lo cual nos ayuda a definir su propósito de reflejar la decisión de la mente: los pensamientos de especialismo y juicio son las proyecciones del sistema de pensamiento del ego; y el reconocimiento de que compartimos un interés, con todos – sin excepción – es parte de Cristo.
(5:3-7) Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. Puede perdonar porque reconoció la verdad en él. La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. En la quietud de la paz de Dios se reconoce universalmente. Pues lo que tu visión interna contempla es tu percepción del universo.
Lo que hemos hecho real dentro, lo percibimos fuera. Habiendo escogido al Espíritu Santo como nuestro Maestro, la paz es el resultado feliz e inevitable en la cual el sueño del pasado y el futuro, desaparecen en el instante santo – primero en felices sueños de perdón, y luego en la nada, mientras el Amor de Dios brilla donde antes se encontraba el sueño de la separación:
La paz de Dios supera tu razonar sólo en el pasado. Sin embargo, está aquí, y puedes entenderla ahora mismo. Dios ama a Su Hijo eternamente, y Su Hijo le corresponde eternamente….. Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. Tu primer intercambio de lo que has hecho por lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el Espíritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda percepción. (T-13.VII.8:1-3, 9:1-3)
(6:1-2) Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es suficiente.
No es necesario ver a través de los ojos físicos – los cuales ni siquiera ven, como nosotros hemos aprendido. La visión real ocurre a través de la tranquilidad interior.
(6:3-6) Sólo ella puede concederte el don de la visión. Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. Ellos conocen el camino. Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.
Jesús habla de nuestros pensamientos de mentalidad-correcta de perdón, intereses compartidos y paz, que reflejan el Pensamiento de Dios. Jesús, por lo tanto, apela a nuestra mente tomadora de decisiones para que revierta su elección equivocada y se aleje del ego y del mundo que surgió de él, para volver al principio de Expiación del Espíritu Santo – la visión de Cristo – y compartirla con aquellos que no pueden ver:
El Espíritu Santo es un Pensamiento de Dios, y Dios te lo dio porque Él no tiene ningún Pensamiento que no comparta. El mensaje del Espíritu Santo habla de lo intemporal en el tiempo, y por eso es por lo que la visión de Cristo contempla todas las cosas con amor….. Cada milagro que le ofreces al Hijo de Dios no es otra cosa que la verdadera percepción de un aspecto de la totalidad….. Cada hermano que ves libre de su pasado, pues, te aproxima más al final del tiempo al introducir una manera de ver sana y sanadora en la obscuridad, capacitando así al mundo tenebroso para que la visión de Cristo sea posible incluso ahí. Ayúdale a ofrecer Su don de luz a todos los que creen vagar en la obscuridad, y deja que Él los reúna en Su serena visión que hace que todos sean uno solo. (T-13.VIII.4:3-4; 5:2,4-6)
(7) Éstos son los pensamientos que piensas con Él. Ellos reconocen su hogar y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo también, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació de la de Dios. Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.
Nuestros pensamientos honestos reflejan la Mente en la que Dios y Cristo son Uno. Jesús describe nuevamente el proceso por el cual el tomador de decisiones revierte su elección equivocada, eligiendo ahora identificarse con los pensamientos de mentalidad-correcta que nos conducen a Dios.
(8:1) Ellos acatan la decisión de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar.
Cuando estos pensamientos de mentalidad-correcta de perdón – siempre presentes en nuestras mentes – amenazan nuestra individualidad, los rechazamos al negarnos a escuchar.
(8:2) Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras.
Estos son los pensamientos de pecado, culpa y miedo, que proyectamos en el cuerpo.
(8:3-4) Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.
“Todas las cosas que viven” se refiere al universo del espíritu. Dentro del sueño no cocreamos con Dios, pero reflejamos esta habilidad al ver intereses compartidos. Así, a través del perdón, deshacemos los pensamientos que nos impiden recordar que somos uno con Dios, y, por lo tanto, cocreadores con Él: Dios creó a Cristo, Quien luego extiende el Amor de Su Creador – a las “creaciones” de Cristo. Este pasaje lo explica:
A tus creaciones les corresponde estar en ti del mismo modo en que a ti te corresponde estar en Dios. Tú eres parte de Dios, tal como tus hijos son parte de Sus Hijos. Crear es amar. El amor se extiende hacia fuera simplemente porque no puede ser contenido….. El amor crea para siempre, aunque no en el tiempo. Las creaciones de Dios han existido siempre porque Él ha existido siempre. Tus creaciones han existido siempre, porque tú sólo puedes crear como Dios crea. (T-7.I.3:1-4,6-8)
(9) El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. Tomamos rienda de nuestros pensamientos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. No vamos a permitir que sigan descarriados. Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apartasen de nosotros. Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.
Jesús nos insta gentilmente a elegir de nuevo; tomar nuestras mentes errantes – los pensamientos proyectados – y llevarlos de vuelta a donde elegimos erróneamente. Así somos liberados para aceptar la santidad que es nuestra herencia, la inocencia del Hijo de Dios, y rechazamos la pequeñez de las lamentables ofrendas del ego:
No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez….. ¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. ¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez….. el mundo brillará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. ¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! ¿Qué otra cosa podría ser más importante para ti? Pues he aquí tu salvación y tu libertad. Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer. (T-23.in.4:1,3-6; 6:4-8)
(10:1) De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en nosotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida.
Jesús no habla de carne y hueso – cuerpos – sino de la mente del Hijo fragmentado. Recordemos la declaración en “Las leyes del caos” de que no hay vida aquí (T-23.II.19:1) – aquí se puede encontrar el reflejo de la mentalidad-correcta de nuestras vidas compartidas; pero nuestra verdadera vida permanece en el Cielo como espíritu.
(10:2) Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho.
Así, Jesús me enseña a perdonar a mis hermanos por lo que no han hecho. El mundo no me hizo nada, porque lo he construido para ser cruel y victimizador; y que entonces yo pueda ser el que queda absuelto.
(10:3-7) Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:
La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.
La clave de nuestra práctica es darnos cuenta de que todos somos parte de la Filiación. Nosotros necesi-tamos observar los juicios y los apegos especiales de nuestras mentes, entendiendo que provienen de una decisión, aunque reprimida, de creer que la oscuridad del ego es la realidad y la luz de Cristo una ilusión. Utilizamos las experiencias del día para discernir sobre la decisión de la mente, reconociendo que la elección equivocada nos hizo infelices, mientras que la felicidad proviene de pedir la ayuda de Jesús para corregir el error. Así, nuestra voz se une a la suya al entonar “La canción de la paz”, para nosotros y todos nuestros hermanos:
La melodía de la paz siempre está ahí.
No muere ni vacila. Permanece como
Un sonido tranquilo y suave, más quieto que el silencio, y
Como un recuerdo eterno en la mente
Que Dios creó. Incesantemente canta
A todo el mundo, que lo recuerden a Él.
Los sonidos de la tierra se calman ante
Esta ancestral melodía, que habla de amor
En dimensiones ilimitadas. ¿Dónde está el miedo
Cuándo Dios ha garantizado que Él está aquí?
(Los Regalos de Dios, p. 10) (En inglés)
Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick. TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL POR DANIEL BEZVESELNY.
LECCIÓN 188
La paz de Dios refulge en mí ahora.
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
En esta lección aprendemos que la paz, y la luz siempre han existido en nosotros pues es nuestra herencia natural, son los dones que Dios nos dio cuando nos creó y permanecen eternamente con nosotros.
Cuando vinimos a este mundo, trajimos con nosotros la luz, pero la hemos ocultado con el velo de la separación, la culpa y el miedo. Nos ocultamos y nos identificamos con cuerpos densos diseñados para ver afuera y no dentro de sí. Invertimos la realidad y ahora nos creemos víctimas del mundo que hemos fabricado.
La lección nos recuerda quienes somos y nos llama a despertar. Lo primero que nos pide es que nos liberemos de la esclavitud del tiempo, estamos atrapados entre el pasado y el futuro. Cada vez que estamos inmersos en conflictos y sufrimientos anhelamos la paz y construimos expectativas futuras, y soñamos que quizás la salvación nos llegará en algún futuro incierto, que tendré que trabajar haciendo muchos sacrificios y rituales para liberarme. Más Jesús cuestiona esa creencia: "¿Por qué esperar al Cielo?" la salvación es ahora, el despertar es ahora, contemplar nuestra luz y nuestra paz es ahora.
Nos recuerda que la luz ya está en nosotros, solo basta correr el velo con que cubrimos la luz que somos. Y nos hace una definición sencilla y poderosa acerca de la iluminación:
"La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio." no tenemos que hacer nada en el mundo físico ni en nuestros cuerpos para iluminarnos, solo tenemos que reconocer que ya somos luz, que la luz nos ha habitado siempre, y una vez reconocida la luz, la aceptamos como nuestra, la experimentamos, la vivimos y la irradiamos al mundo como una bendición de amor.
"La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente." así que porque no tenemos que esperar a un futuro incierto para contemplar la luz que somos?
"¿Quién podría negar la presencia de lo que contempla en sí mismo? No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión." la luz está en nuestro interior, siempre lo ha estado, para que esperar, como la podríamos negar si decidimos mirar hacia nuestro interior?
Es en nuestra mente donde comienza y termina la percepción. Esa es su única fuente. Depende si miramos con los ojos del cuerpo o con la visión interior.
"La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo." cuando reconoces que la luz siempre te ha habitado, también reconocerás la paz que eres, los conflictos que creías percibir en el mundo no son reales, la paz de Dios es tuya por ser Su Hijo bien amado. La paz de Dios jamás se puede contener. El que la reconoce dentro de sí tiene que darla." y cuando la reconoces brota desde tu corazón e irradia su luz sobre todo el mundo. Con tu luz y tu paz perdonas toda falsa creencia acerca de ti y del mundo.
PROPÓSITO:
"El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros."
PRÁCTICA LARGA:
Aquiétate durante 5 minutos como mínimo, o hasta 15 o 30 minutos, de acuerdo a tu disposición, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia la idea de hoy:
"La paz de Dios refulge en mí ahora."
Y en la medida que te vas relajando, profundiza en tu meditación y comienza a reconocer tu luz y paz interior, "En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. Pues lo que tu visión interna contempla es tu percepción del universo."
"Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es suficiente. Sólo ella puede concederte el don de la visión."
"Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti."
Desde las profundidades de tu silencio emergerán los pensamientos amorosos que son los santos mensajeros de Dios, "Éstos son los pensamientos que piensas con Él. Ellos reconocen su hogar y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno." estos pensamientos conocen el camino de regreso a casa, y así mismo te permiten discernir todo pensamiento no amoroso, todo juicio o toda culpa, que podrás soltar, y no interpondrán más en nuestro camino de regreso a nuestro Hogar
PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:
Nos sentaremos un par de minutos cada hora, en silencio a reiterar nuestro único propósito de reconocer la luz y la paz que somos, y nos decimos:
"La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí."
RESPUESTA A LA TENTACION:
Si a lo largo del día sientes que estas ante una situación conflictiva responde inmediatamente con la idea del día:
"La paz de Dios refulge en mí ahora."
Cuando reconocemos que la luz y la paz moran en nuestro interior, nos adentramos en la quietud de nuestro silencio, donde afloran los pensamientos amorosos y nos dejamos guiar por ellos, perdónanos nuestros errores con la luz y la paz de Dios. Y tomamos las riendas de nuestros pensamientos, que serán iluminados con la luz del amor, con la luz de la paz, y toda culpa y todo miedo se desvanecen al contemplarlos con la luz que somos.
Nuestra inocente sonrisa dará testimonio de un mundo de conflictos y sufrimientos que vamos dejando atrás, un mundo que soñamos pero que se va borrando de nuestra memoria mientras despertamos y ascendemos por la escalera del amor y la oración que el perdón nos facilita.
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