LECCIÓN 158 Hoy aprendo a dar tal como recibo.

LECCIÓN 158

Hoy aprendo a dar tal como recibo.


1. ¿Qué se te ha dado? ²Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor. ³No has abandonado tu Fuente, por lo tanto, sigues siendo tal como fuiste creado. ⁴Esto se te dio en forma de un conocimiento que no puedes perder. ⁵Ese conocimiento se le dio asimismo a todas las cosas vivientes, pues sólo mediante él viven.

2. Has recibido todo esto. ²No hay nadie en este mundo que no lo haya recibido. ³No es éste el conocimiento que tú transmites a otros, pues ése es el conocimiento que la creación dio. ⁴Nada de esto se puede aprender. ⁵¿Qué es, pues, lo que vas a aprender a dar hoy? ⁶Nuestra lección de ayer evocó un tema que se expone al principio del texto. ⁷La experiencia, a diferencia de la visión, no se puede compartir de manera directa. ⁸La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. ⁹Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar.

3. Ese momento ya ha sido fijado. ²Esto parece ser bastante arbitrario. ³No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino. ⁴Todos lo han dado ya, aunque todavía no hayan emprendido la jornada. ⁵Pues el tiempo tan sólo da la impresión de que se mueve en una sola dirección. ⁶No hacemos sino emprender una jornada que ya terminó. ⁷No obstante, parece como si tuviera un futuro que todavía nos es desconocido.

4. El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. ²No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. ³El guion ya está escrito. ⁴El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado. ⁵Pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde termina, desde donde la podemos ver en retrospectiva, imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo ocurrido.

5. Un maestro no puede dar su experiencia, pues no es algo que él haya aprendido. ²Ésta se reveló a sí misma a él en el momento señalado. ³La visión, no obstante, es su regalo. ⁴Esto él lo puede dar directamente, pues el conocimiento de Cristo no se ha perdido, toda vez que Él tiene una visión que puede otorgar a cualquiera que la solicite. ⁵La Voluntad del Padre y la Suya están unidas en el conocimiento. ⁶No obstante, hay una visión que el Espíritu Santo ve porque la mente de Cristo también la contempla.

6. Aquí el mundo de las dudas y de las sombras se une con lo intangible. ²He aquí un lugar tranquilo en el mundo que ha sido santificado por el perdón y el amor. ³Aquí se reconcilian todas las contradicciones, pues aquí termina la jornada. ⁴La experiencia que no se puede aprender, enseñar o ver simplemente se encuentra ahí. ⁵Esto es algo que está más allá de nuestro objetivo; pues trasciende lo que es necesario lograr. ⁶Lo que nos interesa es la visión de Cristo. ⁷Esto sí que lo podemos alcanzar.

7. La visión de Cristo está regida por una sola ley. ²No ve el cuerpo, ni lo confunde con el Hijo que Dios creó. ³Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo; una idea que yace más allá de lo que puede ser palpado; una pureza que no se ve menguada por errores, por lamentables equivocaciones, o por los aterrantes pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado. ⁴No ve separación. ⁵Y contempla a todo el mundo, y todas las circunstancias, eventos o sucesos, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo.

8. Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo tiene que enseñarlo. ²Lo único que es necesario es el reconocimiento de que el mundo no puede dar nada cuyo valor pueda ni remotamente compararse con esto; ni fijar un objetivo que no desaparezca una vez que se haya percibido esto. ³Y esto es lo que vas a dar hoy: no ver a nadie como un cuerpo ⁴y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo en santidad.

9. Así es como sus pecados le son perdonados, pues la visión de Cristo tiene el poder de pasarlos a todos por alto. ²En Su perdón se desvanecen. ³Al ser imperceptibles para el Uno, simplemente desaparecen, pues la visión de la santidad que se halla más allá de ellos viene a ocupar su lugar. ⁴No importa en qué forma se manifestaban, cuán enormes parecían ser ni quién pareció sufrir sus consecuencias. ⁵Ya no están ahí. ⁶Y todos los efectos que parecían tener desaparecieron junto con ellos, al haber sido erradicados para ya nunca más volver.

10. Así es como aprendes a dar tal como recibes. ²Y así es como la visión de Cristo te contempla a ti también. ³Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo. ⁴Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados. ⁵Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios.

11. Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. ²No obstante, el tiempo aún nos tiene reservado un regalo, en el que el verdadero conocimiento se refleja de manera tan precisa que su imagen comparte su invisible santidad y su semejanza resplandece con su amor inmortal. ³Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. ⁴Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también.


AUDIOS de la Lección 158
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 158
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.


Ocurrir de la Lección 158
a través de Martin Musarra


Lección 158
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda

































LECCIÓN 158
 
Hoy aprendo a dar tal como recibo.
 
Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda
 
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
 
Esta lección sigue desarrollando las lecciones anteriores. Ayer, veíamos que, en cualquier momento, podíamos estar en la Presencia de Dios. Antes, habíamos estudiado el papel que Dios quiere que desempeñemos en el plan de Dios para la salvación: como ministros, mensajeros o maestros de Dios.

Recordemos que el mensajero de Dios es el que acepta recibir el mensaje de Dios- la verdad, el Amor de Dios, la Palabra de Dios-, recibe el mensaje de Dios, lo da a sus hermanos y, luego de haberlo dado, lo reconoce, lo integra. Pues bien, lo que vamos a dar a nuestros hermanos hoy es lo que siempre hemos recibido de Dios, pero que cuando nos decidimos a seguir al ego, no hacemos. Los vamos a ver con la visión de Cristo que trasciende al cuerpo y se centra en la naturaleza espiritual que los caracteriza. Los vamos a ver con la inocencia e impecabilidad que los caracteriza.

Nos dice Jesús en la lección:

_1.” ¿Qué se te ha dado? Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor. No has abandonado tu Fuente, por lo tanto, sigues siendo tal como fuiste creado. Esto se te dio en forma de un conocimiento que no puedes perder. Ese conocimiento se le dio asimismo a todos los seres vivos, pues sólo mediante él viven”_.

Como el Hijo de Dios, el Cristo, el Ser que somos hemos recibido el conocimiento de que somos una sola mente unida a la Mente de Dios, nunca hemos abandonado la Fuente, fuimos creados por el Amor, recordemos la lección 67 El Amor me creó a Semejanza de Sí Mismo y seguimos siendo tal como Dios nos creó. Jesús, nos dice que este conocimiento no lo podemos perder. Ese conocimiento se le dio a todos los seres vivos, nos dice Jesús, entendiendo la vida referida a la mente , no al cuerpo.

Nos dice Jesús en la lección:
2. Has recibido todo esto. 2No hay nadie en este mundo que no lo haya recibido. 3No es éste el conocimiento que tú transmites, pues es el conocimiento que la Creación otorgó. 4No es algo que se pueda aprender. 5¿Qué es, entonces, lo que vas a aprender a dar hoy? 6Nuestra lección de ayer evocó un tema que se expone al principio del texto. 7La experiencia, a diferencia de la visión, no puede compartirse de manera directa. 8La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. 9Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar.

Recordemos que el Conocimiento hace relación al Cielo o al mundo de Dios y de Su creación unificada que existía antes de darse la creencia en la separación. Después de la creencia en la separación, surge la percepción, surge el sujeto y el objeto, surgen las polaridades –alto, bajo; luz, oscuridad; vida, muerte, etc.-, surgen los sentidos, las comparaciones. 


En cada una de las mentes que se cree separada de Dios, existe el conocimiento, el recuerdo de Dios. No en el ser con minúscula, el personaje que hemos fabricado con el ego, sino en el Ser que somos como Hijo de Dios. A este recuerdo de nuestra unicidad con Dios, al conocimiento que todos recibimos cuando fuimos creados por Dios, podemos llegar con el Espíritu Santo que siempre está en nuestras mentes y, si avanzamos en el proceso de perdón y de aceptación de la Expiación para nosotros mismos, lo podemos lograr.  

Lo que quiere Jesús que demos hoy no es el Conocimiento, que ya lo tienen nuestros hermanos como el Hijo de Dios que son, sino el recordatorio del Amor de Dios que los caracteriza, pero que han olvidado. Jesús, quiere que practiquemos el ver a nuestros hermanos con la visión de Cristo, es decir, verlos más allá del cuerpo, verlos como el espíritu que son, como el Hijo de Dios que son. 

Jesús nos dice:

_4. “El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. El guion ya está escrito. El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado. Pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde terminó, desde donde podemos mirar hacia atrás e imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo que sucedió”_.
 
El tiempo surge con la separación. Antes se estaba en la Unidad de Dios, en la eternidad. Cuando aparece la idea loca de la separación en el Hijo de Dios que creyó separarse de Su Padre, surge el tiempo lineal como lo conocemos y aparece ligado a la trilogía en la que se fundamenta el ego: el pecado, asociado a la creencia en la falta cometida en el pasado de creer separarse de Dios; la culpa, por haberse separado, asociada al presente y el miedo, asociado al futuro relacionado con el posible castigo de Dios.
 
Para el ego el pasado es muy importante. El ego busca hacer énfasis en la culpabilidad del pasado para no ver el presente y hacer que el futuro sea una continuación de los errores del pasado. De esa manera, no se realizan cambios en el único tiempo en que podemos influir y establecer cambios que es el presente porque el pasado ya pasó y el futuro no ha llegado.
 
Recordemos la lección 7 Solo veo el pasado.     El pasado determina como trato a los hermanos y como enfrento las situaciones con las que me encuentro. No me interesan como son en el presente. Por eso, continuamente, no hago sino repetir y repetir las mismas situaciones conflictivas que no quiero perdonar y quedo atrapado en los resentimientos. De esa manera, nos negamos el mensaje de liberación que cada relación nos puede traer, en el ahora. 
 
El ahora, es lo que más se puede parecer a la eternidad en este mundo. En la realidad del ahora, sin pasado ni futuro, es donde se puede empezar a apreciar la eternidad. En el instante santo dejamos el pasado y entramos en un presente despojado de las ilusiones del ego y nos sentimos unidos completamente a nuestros hermanos y a Dios.
 
Para el Espíritu Santo tu función en el tiempo es curar, es decir, perdonar, y esto no puede hacerse en el pasado ni en futuro. Para el ego, tu función es destruir, es atacar, fiel las leyes del ego: alguien tiene que ganar a como dé lugar, lo que implica que otro pierda, lo cual, inevitablemente, lleva al conflicto. 
 
Mediante los milagros – la corrección de la manera de pensar –, realizados en el ahora, el tiempo se puede colapsar y no se necesita seguir ya cargando situaciones conflictivas del pasado, liberando de esta manera el futuro y centrándose en el ahora en el cual se puede dar la sanación.
 
Jesús, nos describe en el principio 13 de los milagros la relación entre el tiempo y los milagros:
 
_”Los milagros son a la vez comienzos y finales, y así, alteran el orden temporal. Son siempre afirmaciones de renacimiento, que parecen retroceder, pero que en realidad van hacia adelante. Cancelan el pasado en el presente, y así, liberan el futuro”_. T-1.I.13:1-3
 
Avanzamos hacia el momento en el que se produjo la idea loca de la separación y se desplegó el tiempo y el espacio, en una especie de pirámide que se va reduciendo, a medida, que se va ascendiendo hacia Dios, mediante los milagros. 
 
Jesús, nos dice también:

_“El guion ya está escrito”_.

Tanto desde el punto de vista de Dios como desde el ego.

Desde el punto de vista de Dios por dos razones:
La primera, todos vamos a regresar a casa, todos ya estamos salvados porque es la  Voluntad de Dios, como nos lo dice en la lección 234 Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo:

_”Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti y de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has concedido, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados”_. L-234.2:1-2

La segunda razón, es por el principio de la Expiación de que la separación nunca ocurrió.

 Jesús, nos los explica en el capítulo 26 en la sección V:

_”Dios te dio Su Maestro para que reemplazase al que tú inventaste, pero no para que estuvieses en conflicto con Él. Y lo que Él ha dispuesto reemplazar ya ha sido reemplazado. El tiempo tan sólo duró un instante en tu mente, y no afectó a la eternidad en absoluto. Y  así es con todo el tiempo que ha pasado; y todo permanece exactamente como era antes de que se construyese el camino que no lleva a ninguna parte. El brevísimo lapso de tiempo en que se cometió el primer error – en que todos los demás errores están contenidos – encerraba también la Corrección de ese primer error y de todos los demás que partieron de él. Y en ese breve instante el tiempo desapareció, pues eso es lo que jamás fue. Aquello a lo que Dios dio respuesta ha sido resuelto y ha desaparecido”_.  T-26. V. 3: 1-7 

Aquí, Jesús, nos explica que cuando el Hijo de Dios creyó separarse de Dios, al instante Él dio la respuesta: el Espíritu Santo para ayudarle a Su Hijo a salir del sueño de la separación. 

Desde el punto de vista del ego también “el guión está escrito”. El guión se refiere a todos los acontecimientos aparentes en la pantalla del ego, en el mundo del tiempo y el espacio.
 
Nada es accidental. Todos, tarde que temprano elegiremos aceptar la Expiación para nosotros mismos. Dios, no ordena nuestro guión particular ni elige por nosotros. Es nuestra planificación y nuestra elección elegir al maestro que nos guie. Pongamos un ejemplo. Supongamos que en el guión de un hermano está que lo van a despedir del trabajo. En ese momento, puede tomar la decisión de elegir el maestro que lo va a orientar en esa situación. Si elige al ego puede salir, por ejemplo, disgustado con el jefe y los compañeros de trabajo y con mucha ira y decepción. Si elige al Espíritu Santo, lo acepta como una oportunidad para perdonar, agradece al jefe y a los compañeros, sale tranquilo y puede recordar a un amigo que le puede ayudar a conseguir un nuevo trabajo. En ningún momento ha perdido la paz.

     Siempre, siempre, siempre podemos elegir el maestro que nos oriente. Y de eso se trata la lección.

     Jesús nos dice: 

_”Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también”_.

Proceso de práctica de las lección.

Como, Jesús, no vuelve a dar instrucciones sino a hasta mucho más adelante, me permito recordar las que hemos trabajado hasta hora.

Tiempo de quietud por la mañana y por noche.

Reflexión sobre la idea del día. Aquietar la mente. No engancharse en pensamientos distractores. Esperar a Dios.  Tiempo mínimo 5 minutos. Ideal 30 minutos o más. 
La idea de hoy es:

Hoy aprendo a dar tal como recibo.



Recordatorios cada hora.

1 o 2 minutos a la hora en punto.
Repite la idea recordando que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.

Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.

Respuesta a la tentación.

Cada vez que sientas la tentación de  desconocer el Hijo de Dios que eres, que necesitas perdonar y que estás perdiendo la paz: repite la idea del día.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo estudiar y realizar la lección de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Y sin olvidarse de reír pues la Voluntad de Dios para nosotros es perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda












Lección 158 comentada por Ken Wapnick

( Lección 158: “Hoy aprendo a dar tal como recibo.” )

“Las siguientes dos lecciones, Lecciones 158 y 159, comparten un tema similar: dar y recibir son lo mismo, un principio que se equipara con la visión. Puedes recordar que la Lección 108, “Dar y recibir son en verdad lo mismo.”, también habló del paralelo entre dar-recibir y la visión. Un tema importante en Un Curso de Milagros, al cual Jesús se refiere repetidamente, es que dar es igual a recibir debido a la unicidad del amor. Puesto que la base de la verdad es la realidad no dualista de la Unicidad del Cielo, todo lo que el Padre da, el Hijo debe recibir; todo lo que el Hijo da, él también recibe: el amor es Uno.

En este mundo, la unicidad se refleja como: si quiero saber que estoy perdonado, debo perdonar. Del mismo modo, si doy culpa a alguien, la culpa en mi propia mente se refuerza. Por lo tanto, dar y recibir son uno, no solo para el Espíritu Santo – que refleja la Unicidad del Cielo – sino también para el ego. La mente del Hijo de Dios es una, y el mundo y el cuerpo externos son simplemente sombras del pensamiento de culpa. Por lo tanto, cuando hablamos de dar y recibir, queremos decir que solo nos damos a nosotros mismos porque no hay nadie más.

(1:1-3) «¿Qué se te ha dado? Se te a dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor. No has abandonado tu Fuente, por lo tanto, sigues siendo tal como fuiste creado.»

Jesús nuevamente se refiere al principio «las ideas no abandonan su fuente». La idea del Hijo de Dios, Cristo, nunca ha dejado Su Fuente en Dios. Aquí hay otra declaración de la Unicidad del Cielo:

“Dios creó a Sus Hijos extendiendo Su Pensamiento y conservando las extensiones de Su Pensamiento en su Mente. Todos Sus Pensamientos están, por lo tanto, perfectamente unidos dentro de sí mismos y entre sí.” (T-6.II.8:1-2)

(1:4-5) «Esto se te dio en forma de un conocimiento que no puedes perder. Ese conocimiento se le dio asimismo a todas las cosas vivientes, pues sólo mediante él viven.»

Al comentar la Lección 156, discutí que el uso de Jesús del término «cosa viviente» (W-pI.156.5: 2) denotaba vida desde nuestra perspectiva. Aquí, sin embargo, se usa para denotar nuestra Identidad como espíritu, que es lo único que está vivo, ya que nada fuera del Cielo vive. El conocimiento de esta verdad se da a todos, ya que todos somos parte de la Unicidad de Cristo. Es imposible que Su amoroso conocimiento esté ausente de nosotros, sin embargo, el sistema de pensamiento del ego enseña lo contrario – las ideas abandonan su fuente y, por lo tanto, el Hijo de Dios puede dejar su Fuente en el Cielo.

Así el amor es hecho añicos y se pierde la unicidad de la verdad, destruida por el pecado que el ego hizo real, como lo hizo el mundo proyectado:

“El pecado es la creencia de que el ataque se puede proyectar fuera de la mente en la que se originó la creencia. Aquí la firme convicción de que las ideas pueden abandonar su fuente se vuelve real y significativa. Y de este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. Este mundo es un intento de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, de atribuirle valor al ataque. Su fallo estriba en que sigues sintiéndote culpable, aunque no entiendes por qué. Los efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas controlarlos o impedir que se produzcan. Y lo que de esta manera se mantiene aparte jamás se puede unir.” (T-26.VII.12:2-8)

Esa es la mala noticia. La buena noticia es que nuestra creencia no establece la realidad: «las ideas <no> abandonan su fuente»; el Hijo nunca abandonó a su Padre.

(2:1-2) «Has recibido todo esto. No hay nadie en este mundo que no lo haya recibido.»

Todos tenemos la ilusión de que estamos aquí en cuerpos. Sin embargo, el recuerdo de la unicidad está presente en nuestras mentes a través del Espíritu Santo. Hemos recibido este regalo porque el Amor de Dios nos lo ha dado. Recuerda, estos términos no son dualistas: Dios no es una entidad separada que da a Su Hijo, otra entidad separada. Hemos visto que Jesús usa palabras dualistas porque le habla a una audiencia que no sabe de la unicidad. Sin embargo, estas palabras deben tomarse como símbolos que reflejan la unicidad no dualista de Dios y Cristo.

(2:3) «No es éste el conocimiento que tú transmites a otros, pues ése es el conocimiento que la creación dio.»

Lo que damos en el sueño es el perdón que refleja el Amor del Cielo. El verdadero amor – es decir, sin ambivalencia – es imposible en este mundo, como leemos en el texto:

“Proyectas sobre el ego tu decisión de estar separado, y esto entra en conflicto con el amor que, por ser su hacedor, sientes por él. No hay amor en este mundo que esté exento de esta ambivalencia, y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin ambivalencia, el amor es un concepto que está más allá de su entendimiento.” (T-4.III.4:5-6)

Por lo tanto, reflejamos la paz del Cielo, para que podamos recordar el Amor del Padre: Refleje la paz del Cielo aquí, y traiga este mundo al Cielo. Porque el reflejo de la verdad atrae a todos a la verdad, y cuando entran en ella dejan atrás todos los reflejos.

“En el Cielo la realidad no se refleja, sino que se comparte. Al compartir su reflejo aquí, su verdad se vuelve la única percepción que el Hijo de Dios acepta. De este modo aflora en él el recuerdo de su Padre, y a partir de ese momento nada más puede satisfacerle, excepto su propia realidad.” (T-14.X.I:6-2:3)

(2:4-7) «Nada de esto se puede aprender. ¿Qué es, pues, lo que vas a aprender a dar hoy? Nuestra lección de ayer evocó un tema que se expone al principio del texto: La experiencia, a diferencia de la visión, no se puede compartir de manera directa. »

Jesús distingue entre la verdad no dualista, que no tiene lugar en este mundo, y su reflejo, también conocido como la visión. La distinción es entre lo que Dios nos dio – Su conocimiento y Amor – y lo que damos aquí, un recordatorio de ese amor, que Un Curso de Milagros nos enseña a recordar. No nos enseñan lo «que» recordamos – el Amor de Dios – sino «cómo» recordar – el perdón. Así leemos del texto:

“De la misma manera en que la nada no puede ser representada, tampoco existe un símbolo que represente a la totalidad. La realidad, en última instancia, sólo se puede conocer libre de cualquier forma, sin imágenes que la representen y sin ser vista. El perdón aún no se reconoce como un poder completamente exento de límites. Sin embargo, no fija ninguno de los límites que tú has decidido imponer. El perdón es el medio que representa a la verdad temporalmente. Le permite al Espíritu Santo llevar a cabo un intercambio de imágenes, mientras los recursos de aprendizaje aún tengan sentido y el aprendizaje no haya concluido.” (T-27.III.5:1-6)

Lo que sigue es un pasaje importante, en el que Jesús, en efecto, toma un breve desvío para hablarnos sobre la metafísica del tiempo. De hecho, podríamos pasar muchas páginas sobre este tema, pero dado que lo he tratado en otra parte, sólo lo repasaré brevemente aquí. Ten en cuenta que Jesús se está refiriendo a la total irrealidad del tiempo mismo, así como a nuestra experiencia personal de tiempo lineal:

(2:8-9) «La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar.»

La parte de la mente que determina cuándo recordaremos que el Padre y el Hijo son Uno es el tomador de decisiones, que está fuera del tiempo. Se nos enseña a deshacer las interferencias a nuestra conciencia de este recuerdo, pero no se puede enseñar lo que hay más allá de ellas. Aceptar la Expiación para nosotros mismos – la separación nunca ocurrió – revela la unicidad de Padre e Hijo. Puesto que todo el tiempo ocurrió en el instante ontológico – lo que en verdad nunca ocurrió en absoluto (M-2.2: 6-8) – la experiencia del deshacimiento de ese instante también ocurrió. Lo que «no» ha sucedido todavía es la atemporal elección del tomador de decisiones de volver a experimentar el deshacimiento.

Imagine una biblioteca de cintas de video con una cantidad casi infinita de cintas de video que contienen diferentes aspectos del sistema de pensamiento del ego, así como una cantidad casi infinita de cintas de video que reflejan la corrección de este sistema de pensamiento. Cada cinta de video del ego es una sombra de culpa, mientras que los videos del Espíritu Santo reflejan el deshacimiento de la culpa a través del perdón. Cuando Jesús dice a continuación que “el guión está escrito” (4: 3), piensa en estas bibliotecas como el guión, y el tomador de decisiones eligiendo a cuál biblioteca accederá.

Una cinta de video en la biblioteca del Espíritu Santo representa la aceptación de la Expiación, y depende de nosotros cuando elegimos identificarnos con su verdad. Un Curso de Milagros nos ayuda a ahorrar el tiempo que llevaría darse cuenta de que esta es la única elección que nos hará felices. Ahorrar tiempo, recordarás, es el propósito del milagro:

“El milagro reduce al mínimo la necesidad del tiempo…El milagro substituye a un aprendizaje que podría haber durado miles de años…El milagro acorta el tiempo al producir su colapso, eliminando de esta manera ciertos intervalos dentro del mismo.” (T-1.II.6:1, 7, 9)

(3:1-3) «Ese momento ya ha sido fijado. Esto parece ser bastante arbitrario. No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino.»

En otras palabras, nada es accidental. La cinta de video de cuándo elegiremos aceptar la Expiación para nosotros mismos ya está en la biblioteca de la mente, como de hecho están todos los de mentalidad errónea y correcta:

“Dios te dio Su Maestro para que reemplazase al que tú inventaste, no para que estuviese en conflicto con él. Y lo que Él ha dispuesto reemplazar ya ha sido reemplazado. El tiempo tan solo duró un instante en tu mente, y no afectó a la eternidad en absoluto. Y así es con todo el tiempo que ha pasado; y todo permanece exactamente como era antes de que se construyese el camino que no lleva a ninguna parte. El brevísimo lapso de tiempo en el que se cometió el primer error -en el que todos los demás errores están contenidos- encerraba también la Corrección de ese primer error y de todos los demás que partieron de él. Y en ese breve instante el tiempo desapareció, pues eso es lo que jamás fue. Aquello a lo que Dios dio respuesta ha sido resuelto y ha desaparecido.” (T-26.V.3)

Esto no significa, como se discutió muchas veces antes, que Dios ordena nuestro guión particular o que elija por nosotros. Es «nuestra» planificación y «nuestra» elección, hecha ya sea con el ego o con el Espíritu Santo.

(3:4) «Todos lo han dado ya, aunque todavía no hayan emprendido la jornada.»

La primera parte de esta oración refleja la idea de que todo esto ya pasó y terminó. Recuerda: “Hace mucho que este mundo desapareció.” (T-28.I.1: 6). La aceptación de esa verdad es el paso que ya hemos dado, y “aunque todavía no hayan emprendido la jornada” significa que todavía estamos optando por permanecer dormidos, soñando que estamos aquí, como esta frase familiar nos recuerda:

“En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad.” (T-10.I.2:1)

(3:5-7) «Pues el tiempo tan sólo da la impresión de que se mueve en una sola dirección. No hacemos sino emprender una jornada que ya terminó. No obstante, parece como si tuviera un futuro que todavía nos es desconocido.»

Experimentamos el tiempo como algo lineal, en el que hay un pasado, presente y futuro en el que nos movemos a lo largo de lo que creemos que es un camino espiritual que nos llevará a casa. Este pasaje nos dice – como tantos otros lo hacen – que este viaje ya terminó. De hecho, «no hay ningún viaje». De nuevo, sin embargo, mientras tengamos la ilusión de estar aquí, tenemos la ilusión de que el tiempo y el espacio son reales, al igual que el pecado y la culpa. Así, de vez en cuando, Jesús necesita recordarnos que todo esto es irreal, como lo hace en el siguiente pasaje usando la metáfora de una alfombra:

“…no es en el tiempo donde no eres culpable, sino en la eternidad. Has “pecado” en el pasado, pero el pasado no existe. Lo que es siempre no tiene dirección. El tiempo parece ir en una dirección, pero cuando llegues a su final, se enrollará hacia el pasado como una gran alfombra extendida detrás de ti, y desaparecerá. Mientras sigas creyendo que el Hijo de Dios es culpable seguirás caminando a lo largo de esa alfombra, creyendo que conduce a la muerte. Y la jornada parecerá larga, cruel y absurda, pues en efecto, lo es.” (T-13.I.3:2-7)

Todos caminamos por esta alfombra del tiempo, sin darnos cuenta de que nuestras vidas son ilusorias: yendo desde ningún lado, a través de ningún lado, hacia ningún lado. ¿Cómo podría el viaje «no» parecer ” largo, cruel y absurdo”?

(4:1) «El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia.»

El mundo del tiempo y el espacio no es más que otra parte de la estrategia del ego para convencernos de que la separación de Dios es real, y finalmente que el problema está fuera de nosotros en el mundo y no dentro de nuestras mentes. La línea anterior es una reminiscencia de estas familiares del texto:

“¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? ¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales?” (T-20.VIII.7:3-5)

(4:2-3) «No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. El guión ya está escrito.»

El plan es la Expiación. Nuevamente, “el guión está escrito” significa que el sistema de pensamiento del ego ya ha ocurrido, junto con la corrección del Espíritu Santo. En verdad, para decirlo una vez más, estamos fuera del tiempo y el espacio, observando los acontecimientos en el campo de batalla de los cuerpos del mundo.

(4:4) «El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado.»

La cinta de video de nuestra elección de aceptar la Expiación ya está allí – “ya se ha fijado” – y aguarda por nuestra elección de volver a experimentarla, como ahora vemos:

(4:5) «Pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde termina, desde donde la podemos ver en retrospectiva, imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo ocurrido.»

Imagínanos sentados en una sala de cine viendo la historia de nuestras vidas desplegarse ante nuestros ojos, olvidando que estamos en la audiencia. Esto no es diferente de nuestra identificación psicológica con los personajes de una película real, en la que perdemos todo el sentido de la realidad temporal y olvidamos que simplemente estamos viendo algo ficticio. De hecho, ya no estamos «viendo» a los personajes, nos hemos «convertido» en los personajes. De lo contrario, no nos reiríamos ni lloraríamos, estaríamos ansiosos, deprimidos o emocionados durante la película. La diferencia, sin embargo, es que cuando la película termina, volvemos a nuestros sentidos. En la película que llamamos nuestras vidas, por otro lado, nunca volvemos. Un pasaje como este, por lo tanto, nos ayuda a darnos cuenta de que estamos observando lo que ya sucedió. Se puede decir así que cuando nuestros tomadores de decisiones se sientan en la sala de cine con Jesús, se convierten en observadores.

Ahora volvemos a la visión:

(5:1-3) «Un maestro no puede dar su experiencia, pues no es algo que él haya aprendido. Ésta se reveló a sí misma a él en el momento señalado. La visión, no obstante, es su regalo.»

Lo escrito aquí lo hace sonar como si Dios, el Espíritu Santo o Jesús nos lo revelara. En verdad, el amor siempre está con nosotros. «Nosotros» somos nosotros quienes elegimos si recordarlo o no, quienes elegimos “el momento señalado” en el cual recordamos quiénes somos como hijos del amor. La experiencia naturalmente sigue a esa decisión, pero es una que no podemos darle a nadie. Otros sistemas espirituales y maestros pueden decirte que te dan una experiencia del Amor de Dios, pero no Un Curso de Milagros. “Todo” lo que podemos hacer es recordarles a las personas que la elección que hicimos en ese instante santo es la elección que ellos también pueden hacer. Este es el significado de la visión, que damos a través del perdón. Una vez que el sistema de pensamiento del ego de separación se deshace a través de esta visión todo-inclusiva del perdón, somos restaurados a la conciencia innata de nuestro Ser, el Amor que Dios dio en nuestra creación.

(5:4-6) «Esto él lo puede dar directamente, pues el conocimiento de Cristo no se ha perdido, toda vez que Él tiene una visión que puede otorgar a cualquiera que la solicite. La Voluntad del Padre y la Suya están unidas en el conocimiento. No obstante, hay una visión que el Espíritu Santo ve porque la mente de Cristo también la contempla.»

En esta lección, como en la anterior, Jesús identifica a Cristo con el Espíritu Santo, una identificación basada en la función. En términos de la teología del Curso, Cristo está en el Cielo y no conoce de este mundo; por lo tanto, Jesús usa el término «Cristo» libremente. Él en otra parte habla de la «faz de Cristo», el símbolo del Curso del perdón, aunque en verdad Cristo no tiene rostro. Aquí, la «visión de Cristo» es lo mismo que la percepción del Espíritu Santo, y Cristo comparte Su función dualista, descrita en Un Curso de Milagros como si Él tuviera un pie en el Cielo (conocimiento) y otro en el sueño (percepción) (por ejemplo, T-6.11.7). Por lo tanto, la visión deshace la percepción de pecado y separación que nunca fue. En este pasaje del texto, Jesús discute la «visión» en el contexto de ser el resultado de poner nuestra «fe» en el Espíritu Santo, lo que lleva a la «creencia» en la verdad de Su mensaje:

“La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. A través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. Ése es su rumbo, el único que Él jamás ve. Y cuando te desvías, Él te recuerda que no hay ningún otro. Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no tendrás necesidad de ellas. Pues la fe, la creencia y la visión únicamente tienen sentido antes de que se alcanza la certeza. En el Cielo son desconocidas. El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.” (T-21.III.4)

(6:1) «Aquí el mundo de las dudas y de las sombras se une con lo intangible.»

Lo “intangible” es el Espíritu Santo, o el principio de la Expiación que está fuera del sueño, al que llevamos el sistema de pensamiento erróneo del “mundo de las dudas y de las sombras” del ego. El resultado es el mundo real, maravillosamente descrito en el texto:

“Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el perdón. Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabilidad. Aquí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia, donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensamiento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. Ahí no se ataca al Hijo de Dios, y a ti se te da la bienvenida.” (T-18.IX.9:1-5)

(6:2) «He aquí un lugar tranquilo en el mundo que ha sido santificado por el perdón y el amor.»

Aquí se encuentra la corrección de la percepción y el deshacimiento del ego:

“Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a recibir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. Y cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama.” (T-26.IV.4:1-5)

(6:3-7) «Aquí se reconcilian todas las contradicciones, pues aquí termina la jornada. La experiencia -que no se puede aprender, enseñar o ver- simplemente se encuentra ahí. Esto es algo que está más allá de nuestro objetivo, pues transciende lo que es necesario lograr. Lo que nos interesa es la visión de Cristo. Esto sí que lo podemos alcanzar.»

El viaje termina en el mundo real o en la puerta del Cielo, más allá de lo cual no es el objetivo del Curso, ya que el amor no tiene contrapartida en el mundo perceptual. El deshacimiento del mundo es el único foco del perdón, cuyo otro nombre es la visión de Cristo, que refleja el pensamiento de Expiación de que el Hijo de Dios no está separado de Su Fuente. Por lo tanto, no se me pide que te experimente como uno conmigo, sino que empiece a aprender que tú y yo compartimos la misma necesidad, propósito y objetivo. La visión enseña que tú y yo no somos diferentes de ninguna manera excepto superficialmente. Las diferencias aparentes que nos mantienen separados unos de otros existen solo en el nivel de la forma, parte del plan del ego para convencernos de que la separación es la realidad y la unidad es la ilusión. El propósito de Un Curso de Milagros, por lo tanto, es enseñarnos que todos compartimos la necesidad de aprender a perdonar. Si la realidad es la unidad de Dios y Cristo, la percepción de las diferencias debe ser parte de la ilusión del ego. Todo lo que nos ayuda a darnos cuenta de que somos uno en propósito refleja la verdad no dualista de nuestra unicidad en el Cielo.

(7:1-2) «La visión de Cristo está regida por una sola ley. No ve el cuerpo, ni lo confunde con el Hijo que Dios creó.»

Esto no significa que se nos pida que neguemos el cuerpo, sino que neguemos la interpretación del cuerpo que hace el ego – dar rienda suelta al especialismo como una forma de mantenernos separados.

Recuerda este pasaje:

“La salvación no te pide que contemples el espíritu y no percibas el cuerpo. Simplemente te pide que ésa sea tu elección. Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él. Tu mundo es lo que la salvación habrá de deshacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar.” (T-31.VI.3:1-4)

Por lo tanto, miro el cuerpo, pero no le doy el poder que le había dado en el pasado. No veo el cuerpo como la fuente de mi placer o dolor, sino como una mera expresión de pensamiento. Por lo tanto, si veo tu cuerpo como una expresión de culpa o pecado, es porque proyecté ese pensamiento desde mi mente sobre ti. Nuevamente, esto se puede enseñar, y la experiencia del amor que está más allá de la visión simplemente aparece cuando las interferencias a su recuerdo desaparecen.

(7:3) «Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo; una idea que yace más allá de lo que puede ser palpado; una pureza que no se ve menguada por errores, por lamentables equivocaciones, o por los aterrantes pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado.»

El problema es que en el instante original elegimos la interpretación del ego de la diminuta y alocada idea sobre la del Espíritu Santo. De manera similar, el problema dentro del sueño de nuestras vidas es que elijamos la interpretación del cuerpo por parte del ego, lo que inevitablemente nos lleva a creer que nos dará lo que necesitamos – odio especial, en el que yo soy el chivo expiatorio de otros para mantener mi inocencia y su culpabilidad; o amor especial, en el cual uso a otro para satisfacer una necesidad que Dios no pudo llenar. De cualquier manera, el cuerpo simboliza el pecado, y por lo tanto merece ataque. Sin embargo, cuando miramos a través de los ojos de Jesús, miramos más allá de la «forma» de la oscuridad aparentemente sólida del pecado al «contenido» de la llamada de la luz:

“¡Si tan sólo reconocieseis lo poco que se interpone entre vosotros y la conciencia de vuestra unión! No os dejéis engañar por la ilusión de tamaño, espesor, peso, solidez y firmeza de cimientos que ello presenta. Es verdad que para los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como una montaña. Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. Este cuerpo tan solo parece ser inamovible, pero esa Fuerza es realmente irresistible. ¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? ¿Se puede seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?” (T-22.V.5)

Una vez más, no se nos pide que neguemos nuestros cuerpos, sino que los veamos como aulas de aprendizaje en las que elegimos al maestro que nos ayudará a aprender que lo que experimentamos afuera proviene de la decisión que tomamos dentro.

(7:4-5) «No ve separación. Y contempla a todo el mundo, y todas las circunstancias, eventos o sucesos, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo.»

La visión de Cristo nos ayuda a darnos cuenta de que no tenemos intereses separados – nuestras necesidades no se satisfacen a expensas de otro. Es crucial entender – como vimos en la oración 2 – que esto no significa que con la visión de Cristo no veamos un mundo y un cuerpo. Nuestros ojos continúan viéndolos, pero ahora a través de los “ojos” de un Maestro diferente. En lugar de elegir la interpretación del ego del mundo que vemos – siempre una forma de especialismo – elegimos la del Espíritu Santo, que nos ve a todos como recorriendo un sendero común hacia un objetivo común. Si el camino difiere en la forma es irrelevante. «Todos» estamos aquí porque creímos las mentiras del ego, y «todos» queremos desesperadamente demostrar que estamos equivocados. El siguiente pasaje, escrito en Año Nuevo, es la oración de Jesús para que hagamos un nuevo comienzo – de la separación a la unicidad:

“Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario cristiano…Dile, entonces, a tu hermano:

Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.
Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti para aprisionarme a mí mismo. En nombre de mi libertad elijo tu liberación porque reconozco que nos hemos de liberar juntos.

Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. Y permite que todas tus relaciones te sean santificadas.” (T-15.XI.10:1, 4-7; 8:11-12)

(8:1) «Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo tiene que enseñarlo.»

Volvemos al tema de la lección: “Hoy aprendo a dar tal como recibo”. Si quieres aprender la lección del perdón, debes demostrarlo. Siempre que abrigues resentimientos, te enojes o pienses que la salvación viene de afuera, no haces sino declarar que no quieres aprender, porque no quieres experimentar las implicaciones de la lección. Aprender el perdón significa comprender que tu especialismo e individualidad no solo no son lo que pensabas; ellos no son nada en absoluto. Esto lo enseñarías con el ejemplo, y la igualdad de la enseñanza y el aprendizaje es un tema principal:

“Un buen maestro clarifica sus propias ideas y las refuerza al enseñarlas. En el proceso de aprendizaje tanto el maestro como el alumno están a la par. Ambos se encuentran en el mismo nivel de aprendizaje, y a menos que compartan sus lecciones les faltará convicción.” (T-4.I.1-3)

“En el pensamiento del mundo, los papeles de maestro y estudiante están, de hecho, invertidos…El curso subraya, por otra parte, el hecho de que enseñar es aprender, y de que, por consiguiente, no existe ninguna diferencia entre el maestro y el alumno…Enseñar es demostrar…No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende enseñando.” (M-in.1:1,5; 2:1,3,6)

Es importante saber que tus pensamientos de especialismo no son el problema real, el cual se apoya en la decisión de la mente de no aprender las lecciones de Jesús – nosotros tenemos la razón y él está equivocado. Demuestras esto al juzgar que el mundo es un lugar terrible en el que suceden cosas terribles, o un lugar maravilloso en el que suceden cosas maravillosas. Sin embargo, estos son lados opuestos de la misma moneda del ego, como vimos en la Lección 155.

(8:2) «Lo único que es necesario es el reconocimiento de que el mundo no puede dar nada cuyo valor pueda ni remotamente compararse con esto; ni fijar un objetivo que no desaparezca una vez que se haya percibido esto.»

En otras palabras, te das cuenta de que nada en este mundo te hará más feliz que la visión de Cristo. Esto no pretende ser un principio abstracto, sino uno que debe experimentarse específicamente en tu vida diaria. Compartir la visión de Cristo significa no ver tus necesidades separadas de las de los demás. Esfuérzate por estar atento a las formas sutiles de amor y odio especial en las que trata de defenderse contra el aprendizaje de ese principio, intentando demostrar que tienes razón y que Un Curso de Milagros está equivocado.

(8:3-4) «Y esto es lo que vas a dar hoy: no ver a nadie como un cuerpo y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo en santidad.»

Jesús no quiere decir, literalmente, no ver el cuerpo, como ya hemos discutido. Es la interpretación del ego del cuerpo como algo pecaminoso lo que él quiere que no veamos, al enseñarnos a ver a través de sus ojos en su lugar:

“La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz brillante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. Estáte dispuesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es.” (T-20.VIII.3:1-4)

El siguiente párrafo extiende el primer principio de los milagros: «no hay grados de dificultad en los milagros». Todos los problemas lo mismo, porque provienen de un pensamiento. El lector puede recordar nuestra discusión de las Lecciones 79 y 80, en las que Jesús enfatiza que hay un sólo problema – la separación – y una sola solución – la Expiación:

(9:1-3) «Así es como sus pecados le son perdonados, pues la visión de Cristo tiene el poder de pasarlos a todos por alto. En Su perdón se desvanecen. Al ser imperceptibles para el Uno, simplemente desaparecen, pues la visión de la santidad que se halla más allá de ellos viene a ocupar su lugar.»

Esto no significa que el mundo físico necesariamente desaparezca, sino que dejas de identificarte con el sistema de pensamiento del ego de separación – pecado, culpa y miedo – y así el mundo que surgió de él ya no será tu experiencia. En ese instante santo de decisión de mentalidad correcta, el cuerpo no existe. Los ojos físicos continuarán viéndolo, pero el “tú” que ve ya no estará allí, porque has salido del sueño. Tu realidad se ha convertido en el amor de Jesús y no en nada del mundo. Todos los problemas desaparecen porque provienen de la creencia en la separación. Si te unes a Dios por medio del Espíritu Santo, el pecado de separación se desvanece. Por lo tanto, si defines los problemas como separación, y en el instante santo no estás separado, no puede haber problemas ni pecado. En ese instante, el mundo también se cura.

(9:4-6) «No importa en qué forma se manifestaban, cuán enormes parecían ser ni quién pareció sufrir sus consecuencias. Ya no están ahí. Y todos los efectos que parecían tener desaparecieron junto con ellos, al haber sido erradicados para ya nunca más volver.»

La forma del problema, la forma del éxtasis o el dolor, no importa. En el instante en que sales del sueño, la forma se desvanece. El principio es simple, como explica la razón ahora:

“La razón te diría que no es la forma que adopta el error lo que hace que éste sea una equivocación. Si lo que la forma oculta es un error, la forma no puede impedir su corrección. Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No pueden ver más allá de aquello para cuya contemplación fueron fabricados. Y fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. Su percepción es ciertamente extraña, pues sólo pueden ver ilusiones, al no poder ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa de lo que no es nada. Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es absolutamente real. Mas ¿cómo va a poder ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de un sólido muro se tratase? Está restringida por la forma, habiendo sido concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.” (T-22.III.5)

Dentro del sueño de la forma, el placer y el dolor son bastante reales. Sin embargo, cuando estás fuera de él, el cuerpo literalmente no existe, lo que la visión de Cristo nos ayuda a comprender. Lograr ese estado por completo es el mundo real, a diferencia de los instantes santos donde nuestras mentes aún fluctúan, y el miedo al perdón nos lleva de vuelta a los instantes impíos de pecado del ego.

(10) «Así es como aprendes a dar tal como recibes. Y así es como la visión de Cristo te contempla a ti también. Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo. Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados. Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios.»

El punto fundamental es tan increíblemente simple que es sorprendente cuán a menudo lo olvidamos. Si realmente pudiéramos ser conscientes de que cada juicio que hacemos y abrigamos contra alguien es un juicio contra nosotros mismos, manteniéndonos fuera del Reino, nunca juzgaríamos. Sin embargo, la amnesia es una de las principales armas del ego, por lo que nos olvidamos de que somos uno y – literalmente – la forma en que vemos, experimentamos y reaccionamos ante otro refleja una elección que hacemos para nosotros mismos. De nuevo, si reconociéramos que en todas y cada una de las veces que nos enojamos – de mayor o menor importancia – estamos reflejando una decisión de mantenernos separados del amor, no atacaríamos. Por lo tanto, necesitamos un curso y un maestro que nos expliquen que juzgamos continuamente porque es precisamente el amor lo que tememos – en su presencia, nuestro especialismo y singularidad han desaparecido, al igual que nuestra existencia separada.

Es esencial que sea consciente de la conexión entre la forma en que experimento a las personas y a mí mismo, y su efecto subyacente. Cuando elijo ver a otro como diferente de mí, estoy tratando de demostrar que tengo razón y que Dios está equivocado. No me importa lo miserable que sea, porque mi propia miseria demostrará aún más que alguien me hizo esto. A lo largo del día, por lo tanto, debo prestar mucha atención a cómo respondo a las personas y las circunstancias, y luego ver cómo estas respuestas me ofrecen la oportunidad de recordar la decisión de la mente que olvidé. Es por eso que es útil ver el mundo como un salón de clases y desarrollar una relación con Jesús. Su enseñanza me recuerda que mi experiencia contigo refleja directamente lo que he experimentado con él. Si me siento uno contigo – al no existir ninguna barrera entre nosotros – sé que no existe ninguna barrera entre él y yo. Por otro lado, cuando veo diferencias entre nosotros – tu cuerpo tiene lo que yo quiero u odio – sé que abrigo un pensamiento que dice que estoy separado de Jesús y, por lo tanto, separado de Dios.

(11:1-2) «Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. No obstante, el tiempo aún nos tiene reservado un regalo, en el que el verdadero conocimiento se refleja de manera tan precisa que su imagen comparte su invisible santidad y su semejanza resplandece con su amor inmortal.»

Jesús está diciendo que no debemos preocuparnos por Dios, ni prestar atención al Cielo, el amor o la verdad. En cambio, debemos enfocarnos en nuestras experiencias dentro del sueño. Al hacer que su sistema de pensamiento sea real, le damos un regalo al ego. Sin embargo, con Jesús como nuestro maestro, nos damos el regalo de darnos cuenta de que este mundo no es una prisión, sino un aula de aprendizaje amorosa que nos llevará dulcemente a casa. Él nos instruye de manera similar – no enfocarse en la realidad – al final de las diez características de los maestros de Dios:

“Habrás notado que la lista de atributos de los maestros de Dios no incluye las características que constituyen la herencia del Hijo de Dios. Términos tales como amor, inocencia, perfección, conocimiento y verdad eterna no aparecen en este contexto, pues no serían apropiados aquí. Lo que Dios ha dado está tan remotamente alejado de nuestro programa de estudios, que el aprendizaje no puede sino desaparecer ante su presencia. Sin embargo, mientras su presencia esté velada, el enfoque ha de centrarse necesariamente en el programa de estudios.” (M-4.X.3:1-4)

Por lo tanto, en efecto, Jesús nos dice: “En lugar de la verdad, enfócate en el mundo que fabricaste para mantener el amor fuera. Ahora es tu salón de clases del perdón, en el que aprendes a aceptar el amor inmortal que es el regalo de Dios para ti “.

(11:3-4) «Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también.»

El propósito de cada día es ser conscientes de nuestro deseo de visión y practicar la lección cuando nos sintamos tentados a olvidar. Cerramos con las dos últimas estrofas del hermoso poema de Helen, “The Quiet Dream”, un bello retrato de la visión de Cristo, el regalo de paz que Jesús ofrece para devolvernos al Amor de nuestro Padre:

«Hay una luz que resplandece sobre este mundo,
Y lo juzga como Cristo quiere que sea juzgado.
No hay ninguna condenación en eso. Él
Lo contempla impecable, a la luz que irradia
Desde Su Propia rostro. Su visión contempla
El seguro reflejo del Amor de Su Padre;
El cuadro que evoca Su recuerdo.
Qué maldad puede permanecer en el mundo
Que la visión de Cristo contempla? ¿Y qué podría aún
Parecerme temeroso, con la luz
De Su perfección sobre ello? ¿Qué podría enseñarme
Que la tristeza tiene una causa, o que la muerte es real?
Ayúdame a perdonar el mundo La paz que Tú das
En mi perdón me será dada.»

(Los dones de Dios, p. 65)”

~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.














LECCIÓN 158

"Hoy aprendo a dar tal como recibo."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

Hoy vamos aprender a dar con la visión de Cristo, a ver la inocencia de todos nuestros hermanos, de verlos con los ojos del amor y el perdón, pues eso es lo  que hemos  recibido de nuestro Padre, Su Conocimiento  y Su Amor cuyo reflejo recibimos en este mundo. 

Esta es una hermosa y profunda lección en la que vamos a conocer el significado metafísico de conceptos tales como Conocimiento, experiencia, visión de Cristo, el tiempo, dar y recibir. Así mismo, la consciencia de que logramos a través del aprendizaje y que  nos llega a través de la experiencia,  del Conocimiento y del Amor, que perteneciendo al estado del Cielo, nos llega como reflejo del perdón y el amor en este mundo

EL CONOCIMIENTO:

El concepto Conocimiento, es un atributo de Dios, es Su capacidad todo abarcante, Su capacidad de conocer la totalidad de la Creación, es igual a Omnisciente, que es la cualidad de saberlo todo, tal como nos dice  la Biblia  "Dios lo sabe todo" (1 Juan 3:20). En este mundo no tenemos acceso al Conocimiento, pero podemos experimentar su reflejo cuando conectamos con nuestro Ser, de ahí que esta lección parece equiparar conocimiento a experiencia.

Cómo fuimos creados a Su semejanza, quiere decir que el Hijo de Dios también goza del atributo del Conocimiento, de la omnisciencia. Esa es nuestra herencia natural, que la hemos olvidado tras la separación. Pero como las ideas no abandonan su fuente, si somos una idea en la Mente de Dios, tanto el recuerdo de Dios como Su Conocimiento permanecen en nuestra mente, así sea en estado latente, hasta que despertemos de este sueño de separación. Así que la lección empieza a decirnos que se nos ha dado como parte de  Dios

"Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor." esta es nuestra herencia natural, pues seguimos siendo tal como Dios nos creó, una mente eterna, impecable y amorosa. Y eso se nos dio en forma de Conocimiento, que no se puede perder, ni modificar, pues es tan inmutable como Dios mismo. Todos lo hemos recibido, pues todos gozamos de los mismos atributos del Padre. 

Ahora el Conocimiento tiene unas características que no son de este mundo, no se puede enseñar y tampoco aprender, el Conocimiento es, se tiene por nuestra condición inseparable de Hijos de Dios. 
El Conocimiento, "La experiencia, a diferencia de la visión, no se puede compartir de manera directa."  aquí se introduce una diferencia entre experiencias y visión, entre Conocimiento y visión de Cristo, que es importante que tengamos en cuenta.

La experiencia, el Conocimiento no se puede ver con los ojos del cuerpo, no se puede enseñar ni aprender, no se puede compartir de manera directa en este mundo, es algo que está más allá de nuestras posibilidades limitadas por el cuerpo y la percepción, pero que  se nos revelará en su debido momento. 

LA  VISIÓN  CRISTO:

En cambio la visión, si es algo que podemos aprender, enseñar, y compartir de manera directa. La visión de Cristo la alcanzamos a través del perdón y el amor, que nos libera de la culpa y de los juicios que hacíamos contra nuestros hermanos, al no proyectar culpa sobre ellos, ahora vemos su inocencia, la luz del amor que siempre había estado ahí, pero que  la teníamos velada por el ego con sus culpas y ataques. 

"La visión de Cristo está regida por una sola ley. No ve el cuerpo" sólo ve el amor. Más allá de los cuerpos, del mundo de las  formas,  ve el Hijo que Dios creó. Y se nos explica las características de la visión de Cristo:
"Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo; una idea que yace más allá de lo que puede ser palpado; una pureza que no se ve menguada por errores, por lamentables equivocaciones, o por los aterrantes pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado." esto es el perdón, la capacidad de ver a nuestros hermanos mucho más allá del error, es la capacidad de ver por encima del manto de la culpabilidad, ver su luz y su inocencia. 

La visión de Cristo " No ve separación. Y contempla a todo el mundo, y todas las circunstancias, eventos o sucesos, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo." quien tiene de la visión de Cristo, goza de una paz que no se altera por ninguna circunstancia o evento, y seguirá viendo la luz del amor sin que esta disminuya. 

Esto lo podemos aprender a través del perdón, y todo aquel que lo quiera alcanzar debe enseñarlo. Este mundo no puede dar nada que se le asemeje, pues es un mundo fabricado para ver separación y conflicto por doquier. 

PRÁCTICA:

Aquiétate durante 5 minutos como mínimo, o hasta 15 ó 30 minutos, de acuerdo a tu disposición, en dos ocasiones  en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la  otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo  en tu consciencia las siguientes palabras:

"Hoy aprendo a dar tal como recibo."

Y en la medida que te relajas, y en profundo silencio interior, le pides al Espíritu Santo que te ayude a ver a todos tus hermanos con la visión de Cristo, con la visión del perdón y del amor. 

" Y esto es lo que vas a dar hoy: no ver a nadie como un cuerpo y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo en santidad."

"Así es como sus pecados le son perdonados, pues la visión de Cristo tiene el poder de pasarlos a todos por alto."

"En Su perdón se desvanecen. Al ser imperceptibles para el Uno, simplemente desaparecen, pues la visión de la santidad que se halla más allá de ellos viene a ocupar su lugar."

De esta manera es como aprendemos a dar tal como recibimos. Así como el Espíritu Santo nos ve inocentes, así veremos a nuestros hermanos. De la misma manera la visión de Cristo nos contempla a nosotros. 

PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:

Nos sentaremos un par de minutos cada hora, en silencio a reiterar nuestro único propósito, de pedir ver a nuestros hermanos con la visión de Cristo, a perdonar todo aquello que nos impida ver la inocencia en ellos, pues de lo contrario, no vería mi propia inocencia, así que me lo recordaré diciendo:

"Hoy aprendo a dar tal como recibo."

Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo, renunciando a todo juicio y ataque, a perdonar todo pensamiento de culpa y condena, a percibir sólo amor e inocencia en cada hermano que se cruce en nuestro camino. 

 "Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo." 

"Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados."

"Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios."

Dar y recibir es un principio universal, que a nivel mental son lo mismo y se producen simultáneamente. La ilusión del tiempo lineal nos hace creer que hay una brecha de tiempo entre el dar y el recibir, pero es solo una ilusión, como todo en este mundo.

 El Amor se encuentra en la eternidad, y se extiende a sí mismo, cuando se da se recibe inmediatamente pues el tiempo no existe. Nuestra mente real, es atemporal, y cuando vemos a nuestros hermanos con la visión de Cristo los estamos viendo tal como fueron creados en la eternidad, y al verlos así, ellos también nos verán con los ojos del amor y la inocencia. Por eso enseña solo amor, pues eso es lo que eres, eso  es lo que significa  dar y recibir, da lo que  eres realmente,  pues es lo que  el Cielo siempre te ha dado en una abundancia y generosidad sin límites, pues el Amor no tiene límites, simplemente es, siempre ha sido y siempre será. 






TEXTO




CELEBRANDO EL MILAGRO 


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BENDICIONES!






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