UN CURSO DE MILAGROS
PREFACIO
¿Qué postula?
Párrafo 1
Presentado por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.
”Así comienza Un curso de milagros, el cual establece una
clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento y la
percepción. El conocimiento es la verdad y está regido por una
sola ley: la Ley del Amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e
inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible
cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo
lo que Él creó es real. La verdad está más allá del aprendizaje
porque está más allá del tiempo y de todo proceso. No tiene
opuestos, ni principio ni fin. Simplemente es”.
Dice Jesús:
Nada real puede ser amenazado.
Es importante tener en cuenta el lenguaje que se utiliza en Un curso de
milagros que es diferente al lenguaje cotidiano del mundo del ego. Para
el Curso, lo real son las Creaciones de Dios y lo real hace parte de la
realidad que es espíritu puro que no cambia y es eterno. En la realidad
la parte y el todo son idénticos, no hay diferencias. Nuestra realidad nos
fue dada por Dios y por medio de ella, Dios, nos creó uno con Él. La
realidad es una sola y no cambia con el tiempo. Esa naturaleza
inmutable de la realidad es lo que hace que sea real. La realidad sólo
brinda perfecta paz y amor.
Para entender esta afirmación de Jesús es necesario tener en cuenta los
dos niveles en que está escrito Un curso de milagros. Por un lado, está
el llamado nivel uno en el cual la única realidad existente es Dios y Sus
Creaciones: el Hijo de Dios, el Cristo, el Ser Mismo. Es un nivel no-
dualista. Sólo existe el Espíritu y la Mente Una como energía creadora
del Espíritu. Se escribe en mayúsculas porque se refiere a Dios y Su
Creación. Se refiere al Conocimiento o al Reino de Dios. Es el reino de la
Unidad, de la Paz y el Amor perfectos.
Por el otro lado, existe el llamado nivel dos que es un nivel dualista que
admite como realidad la mente y el cuerpo. Es el reino de la percepción
en la cual hay un sujeto que percibe y un objeto percibido, lo cual
implica, necesariamente, separación. En él que existen las
comparaciones y las polaridades: alto- bajo, frío- caliente, etc., los
niveles y los grados. En el mundo del ego hablar de realidad tiene una
clara referencia a lo físico, a lo material, a lo que cambia.
Lo real no puede ser amenazado porque es eterno e inmutable y goza
de la perfecta Unidad y seguridad que da Dios. Las amenazas sólo se
dan en el mundo del ego donde, con la creencia en la separación de
Dios, surge la trilogía del ego: el pecado o la falta o la ausencia de amor,
ligado al pasado; la culpa, por haber cometido dicha falta o pecado,
ligado al presente y el miedo, por el posible castigo de Dios, en el
futuro. La separación de Dios, en realidad nunca se dio, nunca nos
hemos separado de Dios. Otra cosa es que, siguiendo al ego, lo
creamos. Por eso, Dios, en el momento en el que se dio la creencia en la
separación, creo al Espíritu Santo para que nos ayude a regresar a Dios.
Dice Jesús:
Nada irreal existe.
Fuimos creado como una expresión del Amor de Dios. Esa es la verdad.
No fuimos creados por el ego donde florece el ataque y el miedo, donde
florece la ilusión y el sueño. Hablar de la verdad es hablar de Dios. La
verdad es única, es constante, no cambia. Es sólo dicha y gozo a
diferencia de la ilusión que, en su pretensión de parecer real,
continuamente cambia, conduce al sacrificio y al sufrimiento, a la
continua insatisfacción y hace suya la enseñanza del ego: “busca, pero
no halles”. Y así, cuando cree que alcanzó la meta que buscaba resulta
que no es y tiene que seguir y seguir buscando. Por eso, nada irreal
existe. Nada fuera de la verdad puede existir. Fuera de la verdad sólo
existen las ilusiones. Lo que no viene de Dios, no existe.
Continúa Jesús:
En esto radica la paz de Dios.
¿Qué es la Paz de Dios? En el Manual para el maestro, Jesús nos habla
de la Paz de Dios. Nos dice que es una experiencia radicalmente distinta
de cualquier experiencia previa. No se relaciona con nada del pasado. Es
algo completamente nuevo.
¿Y cómo se encuentra esa paz? La Paz de Dios no aparece allí donde la
ira se presente, pues la ira, necesariamente, es la negación de la paz. El
perdón es la condición indispensable para que tengamos paz. Por eso,
nos dice Jesús en la pregunta 20 del Manual para el maestro:
”Donde hay perdón tiene que haber paz”. M.20. 3: 7
¿Y cómo se conserva la Paz de Dios una vez que se haya encontrado? Si
la ira retorna, en la forma que sea, la creencia de que es imposible
lograr la paz retornará. Y la guerra volverá a aceptarse como la única
realidad. Por eso, continuamente, tenemos que acudir al perdón para
sanar, en nuestra mente, los pensamientos de separación y de conflicto,
que desconocen la Voluntad de Dios que no tiene opuestos. ¿Y cuál es la
Voluntad de Dios? Que seamos felices, que estemos a salvo y en paz.
Cuando caemos en la ira desconocemos la Voluntad de Dios y nos
decidimos por el conflicto, por la culpa y el miedo, por el sufrimiento y el
sacrificio.
Continúa Jesús:
”Así comienza Un curso de milagros, el cual establece una clara
distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento y la
percepción”.
La verdad es que este comienzo constituye una excelente síntesis de lo
que es Un curso de milagros. Hemos visto lo referente a lo real y a lo
irreal. Con relación al Conocimiento con mayúscula hace relación al
Cielo. Entendiendo Cielo como el mundo de Dios y de Su Creación
unificada existente antes de que apareciera la creencia en la separación
de Dios. En el Cielo, en el Conocimiento, no hay diferencias. Se está en
la Unidad completa de Dios y de Su Creación. El conocimiento con
minúscula hace relación a la percepción donde hay un sujeto que
percibe y un objeto percibido. El conocimiento se relaciona con el
aprendizaje, fundamental en este mundo del ego. En el Cielo, en el
Conocimiento con mayúscula, se está en la completa Unidad en Dios y
por lo tanto no hay nada que aprender.
Nos dice Jesús:
”El conocimiento es la verdad y está regido por una sola ley: la
Ley del Amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e
inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible
cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo
lo que Él creó es real”.
Hablar de Conocimiento es hablar de la verdad y esta es regida por la
Ley del Amor o Dios. Fuimos creados como una extensión del Amor de
Dios. Por eso nos dice Jesús, en la lección 67 El Amor de Dios me creó
a Su Semejanza. La naturaleza de Dios es Amor. Esa es la verdad que
por más que pretendamos negarla, no podemos. La hacemos realidad
en mi relación con mi hermano como dice la lección 344
Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi
hermano es el regalo que me hago a mí mismo.
Continúa Jesús:
”La verdad está más allá del aprendizaje porque está más allá del
tiempo y de todo proceso. No tiene opuestos, ni principio ni fin.
Simplemente es”.
Hablar de verdad, como hemos visto, es hablar de Dios. Y Dios es
eterno y no está influido por el tiempo. La verdad no tiene opuestos
porque es única, inmutable, permanente. En el mundo del ego se busca
reemplazar la verdad por las ilusiones y contraponerlas. Pero la verdad
no tiene opuestos. No hay muchas verdades. Hay una sola verdad: Dios
y Su Creación. Por eso se dice, al igual que cuando nos referimos a
Dios: Dios es, la verdad es. Por eso nos dice Jesús en la Lección 169:
”La unicidad es simplemente la idea de que Dios es. 2Y en Su Ser,
Él abarca todas las cosas. 3Ninguna mente contiene nada que no
sea Él. 4Decimos “Dios es” y luego guardamos silencio, pues en
ese conocimiento las palabras carecen de sentido”. L-169. 5:1-7