Lección 146 (4to Repaso)

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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Índice de la Lección 146
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LECCIÓN 146

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

(132) Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era.


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LECCIÓN 146 Comentada por Jorge Luis Álvarez Castañeda

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.
(132) Libero al mundo de todo lo que alguna vez pensé que era.


¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Jesús, nos da las pautas para hacer las prácticas de este Cuarto repaso. En dos ocasiones de cinco minutos al comenzar y terminar el día, nos dice Jesús:

”Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte”

La libertad y  la paz nos van a guiar en estas prácticas. ¿Y de qué libertad  y paz se trata? De la libertad y la paz que experimentamos cuando nos sentimos unidos a Dios, seguros y protegidos por Dios, confiados en Dios, sabedores de Su Amor, sabedores de que contamos con su fortaleza, con su luz, con su verdad, con su inagotable paciencia, con Su Palabra de que hemos sido salvados…Todo esto y más encierra el pensamiento central de la lección

”Mi mente sólo alberga lo que pienso con Dios.” 

Este pensamiento nos cuesta aceptarlo porque no queremos perdonar y nos cuesta soltar el rencor y los resentimientos. Pero contamos con la guía del Espíritu Santo y de Jesús que, si se lo solicitamos, nos ayudarán a perdonar.

A este pensamiento nos propone, Jesús, que le dediquemos cinco minutos, que sólo pensemos en este pensamiento y sintamos las bondades que se derivan de él. Sintamos la libertad y la paz que se derivan de sentirnos unidos a Dios y 

”para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir en ese Día”

Estemos decididos a tener sólo los Pensamientos de Dios. Ante cualquier situación que nos haga perder la paz podríamos preguntarnos: “Qué pensaría Dios en esta situación?” Eso nos podría ayudar a retornar a la senda del perdón.

Después de este período de preparación de nuestra mente que, Jesús, nos propone sea de cinco minutos, nos dice que cerremos los ojos, repitamos las ideas lentamente y pensemos en las dos ideas del repaso que se presentan sin comentarios. Pídele ayuda al Espíritu Santo para que sea Él quien te explique los pensamientos tal como nos lo describe Jesús:

”Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él”.

También, Jesús, nos propone hacer repasos, cuando marque la hora, en los cuales repitamos, lentamente, las dos ideas del día y nos demos un tiempo de recogimiento y de paz sin ninguna premura

”con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti”.

Y, Jesús, nos dice finalmente:

”Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cumplimiento de Su Palabra”.

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

Recordemos que la verdad se refiere a Dios, a que fuimos creados por Él no por el ego, fuimos creados como una extensión de Su Pensamiento. La verdad se refiere al Ser de Dios que es amoroso, por lo tanto, Mi mente alberga sólo lo que piensa con Dios, es decir, sólo pensamientos amorosos. Pues bien, Jesús nos dice que si nos proponemos alcanzar la verdad no podemos fracasar. Es decir, si tenemos en nuestra vida un solo objetivo: recordar a Dios. 

Esta es una meta segura a diferencia de las metas del ego que se basan en buscar y buscar, pero no encontrar. Cuando se encuentra algo que se quiere, resulta que este no es lo que esperábamos y, de nuevo, nos ponemos  a seguir buscando. Nuestra búsqueda siempre se relaciona con lo que consideramos nos hará felices. Y, cómo todo, dependerá del maestro que escojamos. Si escogemos al ego la buscaremos afuera lo cual implica que si yo gano habrá otro que pierda.

 Jesús nos plantea que el mundo del ego no tiene el poder de imponernos sus metas a no ser que nosotros lo permitamos. Nos propone que lo que busquemos sea el Cielo donde realmente, en el amor de Dios, seamos plenamente felices. Y no tenemos que esperar mucho tiempo. Podemos encontrarlo ahora mismo. La Voluntad de Dios dispone que estemos en el Cielo. Depende de que nos decidamos a considerar a Dios como la única alternativa en nuestra vida, nuestro único referente, nuestra razón de ser y, por eso, nadie que se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

Si escogemos al Espíritu Santo buscaremos la felicidad en nuestra paz interior, en el reconocimiento del Ser, del Hijo de Dios que somos. Al acudir a nuestro interior encontraremos la visión de Cristo que nos permite ver un mundo de amor y de perdón. Lo cual nos producirá una inmensa paz y libertad al estar sin juicios, comparaciones y exclusiones.

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(132) Libero al mundo de todo lo que alguna vez pensé que era.

Este pensamiento nos llama a la responsabilidad. Soy responsable del mundo que veo debido a los pensamientos que tengo. Si cambio los pensamientos veré un mundo diferente y es muy posible que me relacione con él de manera diferente. Se trata de recordar que Mi mente sólo alberga lo que pienso con Dios. Esa es mi responsabilidad, conmigo mismo y con mis hermanos. 

Mis creencias, mis valores, determinan el mundo que veo. Y esos pensamientos tienen dos fuentes: el ego y el Espíritu Santo. Si la fuente de mis pensamientos es el ego veré un mundo de separación, de conflicto, de culpa, de miedo, desvalorización, de relaciones especiales, de ataque y defensa, de enfermedad, etc. Si la fuente de mis pensamientos es el Espíritu Santo veré un mundo de unidad, de amor, de paz, de inocencia, de relaciones santas…

Yo le doy significado al mundo con mis creencias, con mi pasado, con lo que quiero ver que, en últimas, es mi deseo de ser el personaje especial, el ser con minúscula,  que me diferencie y me separe de mis hermanos.

 Este mundo que estoy viendo lo fabriqué yo. El mundo no es una creación de Dios. Por eso, no es real. Es una ilusión que fabricamos para mantener la separación. Los sentidos nos pueden indicar que si existe el mundo. Lo importante es que nos abramos a sanar nuestra mente con la ayuda del Espíritu Santo para llevar la sanación al mundo que vemos. Eso es lo que me permite decir: Libero al mundo de todo lo que pensé que era. Y el cambiar la manera como veo el mundo se traduce en paz y libertad.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo leer la introducción al Cuarto repaso y hacer la lección como se les propone de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Y sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que seamos felices. 

Muchas, muchísimas, bendiciones.

Jorge Luis Álvarez Castañeda


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Introducción al repaso 4

Comentada por Kenneth Wapnick

(hacemos una breve aclaración: el doctor Wapnick solo comentó la introducción al 4to repaso por lo que lo compartiremos este material en esta sección hasta llegar a la lección 151)


“Como este cuarto repaso hace referencia a las veinte lecciones anteriores y las siguientes, me gustaría revisar brevemente el sistema de pensamiento del Curso, específicamente el plan del ego, ya que esto surgirá en nuestra discusión de este repaso.

La realidad es el Cielo y la perfecta Unicidad de Dios y Su Hijo. Cuando la diminuta y alocada idea de estar separado de Dios pareció surgir en la mente del Hijo, su tomador de decisiones tuvo que elegir entre la interpretación del ego y la del Espíritu Santo. Eligió al ego porque ya se había enamorado de su individualidad, autonomía y especialismo. Una vez que se eligió la separación, el sistema de pensamiento de Expiación del Espíritu Santo desapareció de la conciencia del Hijo.

El ego – el deseo del Hijo por su yo separado – desarrolló un plan para asegurar que el Hijo de Dios nunca cambiaría su decisión equivocada, sabiendo muy bien que si elegía en contra de su individualidad, desaparecería. Así, el ego llevó a cabo su estrategia brillantemente concebida para hacer que el Hijo se volviera loco, porque ¿cómo puede cambiar una mente que no sabe que tiene? Esta estrategia tiene dos niveles de defensa. El primero es el mito del ego sobre el pecado, la culpa y el miedo, que establece que la separación realmente sucedió: «pecado», porque el Hijo de Dios tuvo que matar a su Padre para adquirir su existencia individual; «culpa» por sus acciones percibidas; y «miedo» a la retribución iracunda de un Dios que se levanta de la tumba para perseguirlo. La mente del Hijo se convierte en un campo de batalla en el cual, si permanece, sin duda será destruido. Este primer nivel de defensa, por lo tanto, es el sistema de pensamiento de pecado y muerte, que da lugar al segundo nivel – el mundo y el cuerpo. El propósito del mundo, y específicamente el cuerpo como fuente de placer o dolor, es garantizar que el Hijo permanezca firmemente identificado con su cuerpo. Así se olvida que tiene una mente, asegurando la supervivencia del ego. En pocas palabras dementes, ese es el sistema de pensamiento del ego.

El “plan” del Espíritu Santo deshace las defensas del ego al mostrar al Hijo de Dios que lo que ve afuera es simplemente una proyección de lo que ha hecho real dentro – la creencia de que está separado de todos los demás, estableciendo el cuerpo como el testigo «por excelencia» para esta separación. El reflejo de la Unicidad del Cielo es que tú y yo compartimos un objetivo e interés común. Lo que sea que nuestros cuerpos le hagan a, o para cada uno de nosotros no tiene ningún efecto en el hecho de que dentro de la mente dividida compartimos el sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo, así como el recuerdo de Cristo. En pocas palabras cuerdas, ese es el sistema de pensamiento de perdón del Espíritu, que corrige la creencia del ego en la separación.

Comenzamos ahora con el cuarto repaso. Una de las ventajas de estos repasos, destacada en sus introducciones, es que nos recuerdan que el perdón es un proceso: aprender Un Curso de Milagros en general y practicar el libro de ejercicios específicamente. En la Introducción, Jesús habla del libro de ejercicios como dividido en dos partes; el primero se enfoca en deshacer el sistema de pensamiento del ego, preparándonos para la segunda parte que trata sobre adquirir la verdadera percepción. Al comienzo de la Introducción a este repaso, Jesús anticipa la Parte 2, mientras que las lecciones anteriores y las inmediatamente posteriores comparten el propósito de deshacer el ego, permitiéndonos elegir al Espíritu Santo. Ver a través de Sus ojos es visión o percepción verdadera, lo cual no es posible en tanto nos aferremos a la capa de defensas de dos niveles del ego. Nuestro enfoque, por lo tanto, siempre es deshacer estas defensas como el requisito previo para la visión y el despertar del sueño.

(1) «Damos comienzo ahora a un nuevo repaso, conscientes esta vez de que nos estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad. Hoy empezaremos a prepararnos para lo que sigue más adelante. Tal es nuestro propósito para este repaso y para las lecciones que siguen. Así pues, repasaremos las lecciones más recientes y sus pensamientos centrales de forma que faciliten el estado de preparación que ahora queremos alcanzar.»

El perdón es el medio por el cual alcanzamos esta preparación, y estas lecciones de repaso facilitarán nuestra preparación a medida que la comprensión se profundice con cada lectura y práctica de cada día.

(2:1-2) «Hay un tema central que unifica cada paso del repaso que ahora emprendemos, el cual puede enunciarse de manera muy simple con estas palabras:

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

Esto refleja la Unicidad del Cielo – Dios y Cristo, nuestro verdadero Ser, están totalmente unificados, sin distinción ni separación. El principio de la Expiación dice que la separación del ego nunca ocurrió; expresado específicamente en el pensamiento: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.” Por lo tanto, los únicos pensamientos reales en la mente dividida son aquellos que reflejan nuestra perfecta Unicidad, los pensamientos que pensamos con Dios:

“Y la Mente de Dios no tiene fin, ni puede haber un instante en que Sus Pensamientos puedan estar ausentes o cambiar. Los pensamientos ni nacen ni mueren. Comparten los atributos de su creador, y no tienen una vida separada aparte de la de él. Tus pensamientos están en tu mente, tal como tú estás en la Mente que te concibió. Por lo tanto, no hay partes separadas en lo que existe dentro de la Mente de Dios. Su Mente es por siempre una, y está eternamente unida y en paz.” (T-30.III.6:4-9)

(2:3) «Esto es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es.»

Este hecho y verdad deshacen el sistema de pensamiento del ego. No puede haber individualidad si nuestras mentes albergan sólo lo que pensamos con Dios, porque Su pensamiento es unidad y amor, sostenido para nosotros por el Espíritu Santo. Nuestra aceptación de su regalo es la principal preocupación del ego, lo que motivó su estrategia de hacernos temer a nuestras mentes. El ego nos dice que no tememos al amor, sino al pecado y la culpa. Así es nuestra identidad como Cristo – el Hijo de la Inocencia – reemplazado por la identidad del ego – el hijo de la culpa.

(2:4-8) «Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como cocreador con Él. Éste es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo. Pues en su mente no puede haber otros pensamientos, salvo los que su Padre comparte con él. La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia. No obstante, es verdad eternamente.»

Para bloquear de la conciencia este pensamiento de la Unicidad del Cielo, el ego necesita pensamientos para sustituir los de la Expiación. El pecado, la culpa, el miedo y las expresiones específicas de la falta de perdón vienen todos al rescate. Por lo tanto, creo que he hecho algo terrible e imperdonable. Tal es el significado de la culpa, que proyecto, manteniendo así la falta de perdón de mí mismo contra todos los demás. Sin embargo, todo el tiempo, el recuerdo de la Unicidad de la creación permanece en mi mente recta, salvaguardado por el Espíritu Santo, que espera pacientemente mi decisión de regresar a Él. Luego recordamos la promesa de Dios:

“el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo”:

“Ésta es la promesa del Dios viviente: que Su Hijo viva, que toda criatura viviente forme parte de él y que nada más viva.” (T-29.II.6:1)

(3:1) «Comencemos nuestra preparación tratando de entender las múltiples formas tras las que se puede ocultar muy cuidadosamente la falta de verdadero perdón.»

Nuevamente vemos el «modus operandi» del Curso de entrenarnos para ser conscientes de las muchas formas que usamos para defendernos de la Presencia del Espíritu Santo en nuestras mentes. De tal comprensión surge la generalización final, en la cual reconocemos el hilo común que corre a través de todas las ilusiones. El siguiente pasaje articula esta enseñanza, usando el «contenido» del sacrificio – «uno o el otro»: uno gana, otro pierde – como el pensamiento subyacente a las «formas» del ego:

“Pues sólo hay un error: la idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de ello...Para este único error, en cualquiera de sus formas, sólo hay una corrección. Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. Tú no tienes problemas, aunque pienses que los tienes. No podrías pensar que los tienes si los vieses desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la complejidad, del lugar, del tiempo, o de cualquier otro atributo que percibas que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto...Todo problema es un error. Es una injusticia contra el Hijo de Dios, y, por lo tanto, no es verdad. El Espíritu Santo no evalúa las injusticias como grandes o pequeñas, mayores o menores. Para Él todas están desprovistas de atributos.” (T-26.II.2:5; 3:1-4; 4:2-5)

(3:2) «Puesto que son ilusiones, no se perciben simplemente como lo que son: defensas que te impiden ver y reconocer tus pensamientos rencorosos.»

Los pensamientos rencorosos que no se reconocen son la culpabilidad de la mente. Las defensas constituyen el segundo nivel de nuestra experiencia corporal. Es importante leer Un Curso de Milagros atentamente, ya que se puede encontrar un verdadero tesoro de información en casi cada oración. De hecho, si entendieras una oración en su totalidad, entenderías todo el sistema de pensamiento del Curso. En la presente oración encontramos la estrategia del ego revelada: los pensamientos rencorosos y artificiosos en nuestras mentes están protegidos por el mundo y el cuerpo, que también son artificiosos.

(3:3) «Su propósito es mostrarte otra cosa y demorar la corrección mediante autoengaños diseñados para que ocupen su lugar.»

El propósito de las defensas – las experiencias corporales de placer o dolor – es demostrar que nuestros problemas y soluciones existen fuera de nosotros, al igual que la felicidad, la espiritualidad y la enfermedad. Por lo tanto, nos muestran el “algo más”. Recuerda, el temor del ego es que en algún momento nos daríamos cuenta de nuestro error y elegiríamos la Expiación. La defensa de doble nivel, por lo tanto, tiene como propósito evitar que alguna vez elijamos la corrección. Enraizar nuestra atención en lo sin sentido – la “otra cosa” – nos impide de manera efectiva regresar a la plena conciencia que es nuestro objetivo de mentalidad recta. En el siguiente pasaje, Jesús nos insta a reconocer el poder de nuestras mentes, ya que él expone la estrategia del ego de menospreciarlo:

“Tu pensamiento ha dado lugar a esto [aceptado la mentira del ego] debido a su poder, pero puede también salvarte de ello porque su poder no lo creaste tú. Tu capacidad para dirigir tu pensamiento de acuerdo con lo que elijas es parte de ese poder. Si no crees que puedes dirigirlo, es que has negado que tu pensamiento tenga poder, y, por lo tanto, has hecho que sea impotente en tu pensamiento.

El ingenio del ego para asegurar su supervivencia es enorme, mas dicho ingenio emana del mismo poder de la mente que el ego niega. Esto quiere decir que el ego ataca lo que lo sustenta. Pues para subsistir el ego se nutre de la única fuente que es totalmente adversa a su existencia. Temeroso de percibir el poder de esa fuente, se ve forzado a menospreciarla...Desea, por lo tanto, involucrar a tu mente en su propio sistema ilusorio, ya que de otra manera la luz de tu entendimiento lo desvanecería.” (T-7.VI.2:5-3:2, 5-6; 8:5)

(4:1-2) «Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus autoengaños no pueden ocupar el lugar de la verdad...»

A pesar de nuestros sueños febriles de pecado, culpa y miedo, o cualquiera de nuestras experiencias autodestructivas en el mundo, la realidad no se ha visto afectada. En el texto, Jesús compara la culpa con nubes endebles, volutas de humo o velos frágiles sin ningún poder para ocultar la luz. Ya hemos examinado un pasaje que describe esta fragilidad. Aquí hay dos oraciones:

“Su delgadez y transparencia [de la culpa] no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.” (T-18.IX.5 :3- 4)

La misma idea se expresa nuevamente, pero con diferentes imágenes:

(4:3) «...de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas.»

El ego es como un niño sacudiendo un pequeño palo, tratando de detener la inevitabilidad de la verdad, pero sin ningún efecto. O, para cambiar las imágenes, somos como pequeños ratones que rugen en un pequeño rincón del universo, pensando que podemos efectuar el cambio o que alguien incluso nos nota (T21.VII.3: 11). Recuerda este pasaje de “El pequeño jardín” que también captura la insignificancia del ego; tan insignificante, de hecho, que Dios (el sol y el océano) ni siquiera es consciente de su existencia:

“Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella que, si sólo pudieses apreciar el todo del que forma parte, verías instantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol; o como la ola más pequeña en la superficie del océano. En su increíble ignorancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano...Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad.” (T-18.VIII.3:3-4; 4:1)

(4:4) «Así es como daremos comienzo a cada período de práctica de este repaso, preparando nuestras mentes para que comprendan las lecciones que nos corresponde leer y comprendan el significado que tienen para nosotros.»

Primero debemos tomar conciencia de nuestras defensas contra la verdad: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Continuamente nos vemos atraídos al principio fundamental en Un Curso de Milagros de que el propósito de una relación con el Espíritu Santo es para ayudarnos a mirar las defensas de nuestro ego. El amor en nuestras mentes no es el problema, sino el miedo a lo que representa – la pérdida de nuestro yo separado. Necesitamos ver cómo protegemos este yo por las cosas dementes que hacemos en el mundo, pensando que son importantes porque creemos que nuestro especialismo es importante.

(5:1-2) «Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte. Haz que tu mente tenga una actitud receptiva, despéjala de todo pensamiento engañoso»

(5:2-4) «...y deja que sólo éste la ocupe completamente y elimine los demás:


Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.


Cinco minutos que le dediques a este pensamiento serán suficiente para encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado y para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir ese día.»

Cuando liberamos nuestra inversión en los pensamientos del ego, solo queda el Espíritu Santo. No necesitamos hacer nada acerca de Sus pensamientos, solo con los nuestros. Esa es la vigilancia de la que Jesús habla a menudo en el texto:

“Si «tuvieras presente» lo que el Espíritu Santo te ofrece, no podrías mantenerte alerta excepto en favor de Dios y de Su Reino. La única razón por la que te puede resultar difícil aceptar esto es porque tal vez aún creas que hay algo más. Las creencias no requieren vigilancia a menos que estén en conflicto. Si lo están, es que hay elementos conflictivos en ellas que han desencadenado un estado de guerra, haciendo que sea imprescindible mantenerse alerta. Cuando se está en paz no es necesario estar alerta. El estado de alerta es necesario contra las creencias que no son ciertas, y el Espíritu Santo nunca lo habría solicitado si tú no hubieses creído lo falso. Cuando crees en algo, haces que sea real para ti. Cuando crees en lo que Dios no conoce, tu pensamiento parece contradecir al Suyo y esto hace que parezca que lo estás atacando.” (T-7.VI.7:1-7)

Por lo tanto, estar “alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino” (T-6.VC) significa que buscamos mantener la vigilancia de nuestro ego, llevando nuestras elecciones erróneas en favor de la separación y el especialismo a la Expiación, que refleja el Pensamiento de creación que albergamos con Dios.

(6) «Éstos [pensamientos] no procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él. Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto. Y así como Su compleción se une a Él, del mismo modo Él se unirá a ti que te completas al unirte a Él y al Él unirse a ti.»

Esta es otra hermosa expresión de nuestra Unicidad como Cristo, uno con Sí Mismo y uno con Su Fuente. La frase bíblica “Señor de los ejércitos” simboliza la Deidad: Dios y Cristo. Es interesante notar que en este repaso, Jesús nos está pidiendo que nos enfoquemos principalmente en nuestra Unicidad con Dios. En otra parte, su énfasis ha estado en darnos cuenta de nuestra unicidad entre nosotros, a través del perdón, como el paso hacia el recuerdo de nuestra Unicidad en el Cielo.

El procedimiento para este repaso es que primero nos demos cuenta de los pensamientos interferentes de nuestro ego, pidiéndole a Jesús que nos ayude a mirarlos. A medida que su oscuridad desaparece en su luz, lo que quedan son los pensamientos que albergamos con Dios. Jesús ahora nos presenta las instrucciones específicas para los diez días de repaso siguientes, dos lecciones por día:

(7:1-5) «Después de haberte preparado, lee simplemente cada una de las dos ideas que se han asignado para el repaso de ese día. Luego cierra los ojos y repítelas lentamente para tus adentros. No hay prisa ahora, pues estás utilizando el tiempo para el propósito que se le dio. Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él.»

Al dejar de lado nuestra inversión en los “pensamientos interferentes” del ego – los chillidos estridentes que nos impiden escuchar la Voz de Dios – el significado de Sus palabras resplandece a través de nuestras mentes felices. Cada una simboliza el final de la oscuridad, mientras llevamos nuestros pensamientos de culpa y juicio a Su luz de perdón. Así cada período de práctica será de alegría, reflejando nuestro gozo eterno cuando las palabras del Espíritu Santo para nosotros se conviertan en la Palabra de Dios, y estemos en casa.

(7:6-8:2) «Y no utilizaremos en nuestra práctica otro formato que éste: Cada vez que el reloj marque la hora, trae a la mente el pensamiento con el que comenzó el día y pasa un momento de recogimiento con él. Luego repite las dos ideas correspondientes a ese día sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.»

Jesús nos está pidiendo que unifiquemos nuestros días en torno a estos dos pensamientos, para que nuestros regalos de separación y especialismo puedan ser transformados por el perdón en los regalos de amor que él nos ofrece. Él siempre los tuvo en nuestras mentes, pero cuando los abandonamos, estos regalos amorosos esperaban nuestro regreso. Como parte de nuestra práctica meditativa, volvamos a leer las amorosas palabras de Jesús del texto, que expresan los mismos regalos que nos ofrece su repaso:

“¿Cómo es posible que tú que eres tan santo puedas sufrir? Todo tu pasado, excepto su belleza, ha desaparecido, y no queda ni rastro de él, salvo una bendición. He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abrigado. Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminiscencia. Se encuentran más allá de la destrucción y de la culpabilidad. Procedieron del Espíritu Santo en ti, y sabemos que lo que Dios crea es eterno. Puedes ciertamente partir en paz porque te he amado como me amé a mí mismo. Mi bendición va contigo para que la extiendas. Consérvala y compártela, para que sea siempre nuestra. Pongo la paz de Dios en tus manos y en tu corazón para que la conserves y la compartas. El corazón la puede conservar debido a su pureza y las manos la pueden ofrecer debido a su fuerza. No podemos perder. Mi juicio es tan poderoso como la sabiduría de Dios, en Cuyo Corazón y Manos radica nuestra existencia. Sus sosegadas criaturas son Sus Hijos benditos. Los Pensamientos de Dios están contigo.”

(9) «No vamos a añadir otros pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. No necesitamos otra cosa que esto para que se nos dé felicidad y descanso, eterna quietud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. Y concluiremos cada día de práctica a lo largo de este repaso tal como lo comenzamos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra fe, substituyó en el mundo la luz por la obscuridad, el gozo por los pesares, la paz por el sufrimiento y la santidad por el pecado.»

El objetivo de Jesús para nosotros, una vez más, es que cada uno de nuestros días se enmarque en un pensamiento de perdón, comenzando y terminando igual, con cada momento entre ellos lleno del mismo pensamiento, al cual traemos nuestro miedo, culpa, y dolor, para que puedan ser gentilmente reemplazados por la alegría, la paz y la curación. Me recuerda la imagen del arco – más tarde transmutada en un arcoíris – que D.H. Lawrence inmortalizó en su magnífica novela, El Arcoiris. Después de que Tom y Lydia sanan su inestable relación matrimonial, Lawrence describe el amor protector dentro del cual su hija Anna ahora puede crecer, su vida enmarcada por los dos pilares de amor y fortaleza representados por sus padres:

“El espíritu de Anna encontró la paz junto a sus padres. Los miraba y, al verlos tranquilos, se sentía segura y libre. Jugaba con confianza entre el pilar de fuego y el pilar de nubes, sintiendo la seguridad a su derecha y la seguridad a su izquierda. Ya no se sentía obligada a sostener con su poder infantil el extremo del arco roto. Su padre y su madre se encontraban ahora en la inmensidad de los cielos, y ella, la niña, era libre de jugar en el espacio inferior, intermedio.”

Jesús así nos pide que veamos nuestros días como enmarcados por los pilares del perdón y el amor, permitiendo que su serena fortaleza y su dulce protección nutran nuestra experiencia y sustenten nuestro aprendizaje, mientras nos movemos “de la oscuridad a la luz, del pesar al gozo, del sufrimiento a la paz, del pecado a la santidad “.

(10) «Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cumplimiento de Su Palabra. Y cuando expongas tu mente de nuevo a las ideas del día antes de irte a dormir, Su gratitud te envolverá en la paz en la que Su Voluntad dispone que estés para siempre, y que ahora estás aprendiendo a reivindicar como tu herencia.»

¿Qué mejor manera de terminar estas instrucciones, en preparación para nuestro período de repaso de diez días, que citar este precioso pasaje que nos recuerda el Amor y la gratitud de Dios, a medida que abrimos nuestras mentes y corazones para recibir Su regalo de Plenitud, el regalo de nuestro Ser:

“Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y le deje entrar y morar allí donde Él desea estar. Y al tú darle la bienvenida, Él te acoge en Sí Mismo, pues lo que se encuentra en ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él. Y nosotros no hacemos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienvenida dentro de nosotros. Los que reciben al Padre son uno con Él, al ser los anfitriones de Aquel que los creó. Y al abrirle las puertas, Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única relación que jamás tuvieron y que jamás querrán tener.” (T-15.XI.9) “


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LECCIÓN 146 Comentada por Oscar Gómez Díez

"Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios."

(131) "Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar."

(132) "Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era."

PRÁCTICA:

Aquiétate durante 5 minutos, en dos ocasiones  en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo  en tu consciencia las siguientes palabras:

"Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios."

Después de unos minutos en que introduces esta frase, en la que afirmas la indisoluble unidad de tu mente  con la de Dios, en la que excluyes de tu mente cualquier pensamiento contrario al amor, procedes a incluir las dos ideas de repaso, así:

(131) "Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar."

(132) "Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era."

Repite estas dos ideas ”sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos."

Y en la medida que estas palabras se asientan en tu consciencia, te relajas y te dejas ir de la mano de  Quien nos guía con amor y "Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz."

PRACTICAS CORTAS Y FRECUENTES:

Cada hora te aquietas durante un minuto y pasa un momento de recogimiento con el pensamiento que empezó el día, cierra los ojos y las repites lentamente para tus adentros. 

"Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios."

(131) "Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar."

(132) "Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era."

Terminaremos este día de práctica tal como lo empezamos, con una meditación de 5 minutos en la noche. 

Si queremos alcanzar la verdad debemos perdonar todo lo que no es verdad en nuestras mentes. En la medida que perdonamos, liberamos el mundo sobre el que hemos proyectado todos nuestros miedos y culpas, todas nuestras carencias y conflictos, en esa medida vamos liberando nuestras mentes de la falsas creencias, en esa medida el mundo ilusorio va desapareciendo, e irá emergiendo el mundo real, el mundo perdonado, el mundo interior de paz y amor, el mundo en el que finalmente reconozco quien en verdad soy, el mundo que me conduce de regreso a casa, en el que las búsquedas han concluido y el amor guiará el camino que recorro con gratitud hasta llegar a la verdad de mi Ser. 


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