Pregunta 14 ¿Qué Soy?

14. ¿Qué Soy?



AUDIOS de la Pregunta 14
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Pregunta 14
A través de  Blanca Nivia Morales Contreras


Ocurrir de la Pregunta 14
a través de Martin Musarra


Tema de especial relevancia 14
comentado por Jorge Luis Álvarez Castañeda

14. ¿Qué Soy?


1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. ²En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. ³En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. ⁴Soy el santo hogar de Dios Mismo. ⁵Soy el Cielo donde Su Amor reside. ⁶Soy Su santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. ²Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. ³Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. ⁴La verdad de lo que somos no es algo de  lo que se pueda hablar o describir con palabras. ⁵Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. ²Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. ³Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. ⁴Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. ⁵No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. ⁶El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. ⁷Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. ²Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. ³Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. ⁴Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. ²Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. ³Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. ⁴Ahora ha sido redimido. ⁵Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.











TEMA DE ESPECIAL RELEVANCIA 
LIBRO DE EJERCICIOS 
14. ¿Qué soy?


Presentado por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda


Nos dice, Jesús, en el tema de especial relevancia 14. ¿Qué soy?:


Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su Creación se santifica y se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.


Esta es una declaración de independencia del sistema de pensamiento del ego. No soy un ego. No soy el personaje fabricado por el ego, el ser con minúscula, carente y que se considera lleno de pecado, culpa y miedo, separado de Dios y lleno de resentimientos y de conflictos.
  

Soy todo lo contrario del ego. Soy el Hijo de Dios. Soy el Hijo de la naturaleza de Dios: el Amor. Por lo tanto, el miedo es imposible. Me siento unido a todo y a todos. Mi Padre, en su infinita generosidad, ha querido compartir todas sus características conmigo, toda su santidad, toda su perfección e impecabilidad, toda su pureza. Soy la morada de Dios, quien reside en mi mente recta.


Continúa Jesús:

”La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos descubierto que compartimos un solo propósito”.
 

Las palabras son símbolos de símbolos que, como dice Jesús, en la lección 184 *El Nombre de Dios es mi herencia*, lo que hacen es separar y dividir. La herencia del mundo del ego es multitud de nombres con los cuales se pretende dar realidad a multitud de cosas separadas. La herencia de Dios es el Nombre de Dios, que es el mismo Nombre de Su Hijo, y que expresa la Unidad en Dios. El hacer a Dios como mi único objetivo y al perdón como mi único propósito, hace que continuamente esté atento a los juicios que fomentan la separación, y por eso es muy apropiada la lección 352:

Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la Paz de Dios.

 Nos dice, Jesús:

”La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo”.


El Hijo de Dios, el Ser, el Cristo que soy no se puede describir porque hace parte del Conocimiento, de la Unidad plena en Dios. No hay forma de describir con palabras, que hacen parte de la percepción, surgida cuando se da la creencia en la separación de Dios, lo que representa la Unidad como lo es mi condición de ser Cristo. Pero puedo valerme de ellas y ponerlas al servicio de la salvación si predico la unidad, el amor, la paz, con mi ejemplo y soy coherente: lo que piense, sienta, diga y haga, siempre expresará que Dios es mi único objetivo y que mi propósito es perdonar.


Continua Jesús:


”Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros”.


Nuestro papel es contribuir a la salvación, vale decir, al deshacimiento del sistema de pensamiento del ego mediante el reconocimiento, nuestro y de nuestros hermanos, de nuestra verdadera identidad como el Hijo de Dios, como el Cristo que somos.
 

Es necesario que nos decidamos a aceptar el papel de salvadores del mundo con todos aquellos que nuestro Padre nos envía para, ofrecerle a cada uno un milagro de amor mediante el perdón. De esa manera, sanamos nuestra mente y contribuimos a sanar la de nuestros hermanos pues la salvación es una empresa de colaboración.


 Recordemos la ley del amor:

lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo (lección344).

 
Si perdono, soy perdonado. Claro está que, perdonando con Dios, como vimos en la lección 46 Dios es el amor en el que perdono.


Nos dice, Jesús:


”Vemos a todos como nuestros hermanos y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas”.


 Todos somos Hijos de Dios. Detrás de la, aparente, imagen conflictiva, carente, llena de miedo y culpa, que hemos fabricado con el ego, se encuentra, el Hijo de Dios que somos: santo, inocente, impecable, y con todas las demás características de Dios con las cuales, nuestro Padre, generosamente, ha querido dotarnos. Para Dios no hay motivo de separación entre Sus Hijos. No hay Hijos más especiales que otros. Todos somos llamados, así algunos decidan no escuchar ahora. Pero, algún día, todos vamos a escuchar. Esa es la Palabra que Dios nos ha dado: todos hemos sido salvados, así en el momento no lo creamos. Si veo a todos como hermanos se acaban los conflictos, no hay necesidad de atacar, ni tampoco de defenderse. Y hago en mí realidad la lección 181 Confío en mis hermanos que son uno conmigo.

  
Si tengo la visión de Cristo todo lo que vea será bueno y bondadoso. Las cosas del mundo son neutras depende del maestro que elija para verlas. Se trata de hacer realidad la lección 349 Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí y que en lugar de juzgarlas le conceda a cada una un milagro de amor. 
 

Continúa Jesús:

”No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. El Conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad”.


  El objetivo del Curso no es ir más allá del Cielo porque se entraría en el terreno del Conocimiento, de la Unidad en Dios. El Curso está pensado para que nos ayude a remover todos los obstáculos que, siguiendo al ego, ponemos al Amor de Dios. Mediante la guía del Espíritu Santo y de Jesús, removeremos esos obstáculos de resentimientos, pecado, culpa, miedo mediante el perdón y la aceptación de la Expiación para nosotros mismos. 

Cuando lleguemos al umbral del Cielo dejaremos la percepción y Dios dará el último paso y nos llevará al Conocimiento, a la Unidad, al Cielo. Nuestro papel es aceptar la verdad de nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios, de esa manera, removemos todos los obstáculos que nos impiden el recuerdo de Dios que siempre ha estado en la mente, al igual que el Espíritu Santo, como nos dice Jesús en la lección352:


”Dentro de mí yace Tu recuerdo, así como Uno que me lleva hasta Él”. L-352. 1:7.

 Nos dice, Jesús:

”Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros son los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras son las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo”.


Podemos decidirnos a escuchar al Espíritu Santo quien, continuamente, nos llama a perdonar, de tal manera, que permitamos que la visión de Cristo se haga presente y podamos ver un mundo perdonado, un mundo de paz y de amor.


 El mundo, que tenemos en la mente es inocente. Y la inocencia de mi mente es la que extiendo a mis hermanos y veo en ellos, también, inocencia, santidad e impecabilidad que es la misma mía. Y, así, contribuyo a la unión de las mentes que bendicen al mundo y pongo el cuerpo al servicio de Cristo para que El bendiga el mundo con milagros, como nos ha enseñado Jesús.


Continúa Jesús:

”Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a sumarse a nuestra dicha”.


Desde la unión de nuestras mentes, bajo la guía del Espíritu Santo, lo único que se produce es paz y dicha infinita, en el instante santo. Es todo lo contrario de lo que significa la unión para el ego que busca la unión en la relación especial, creyendo que, ahora sí, va alcanzar la felicidad, pero esta no dura y tiene que volver a seguir buscando, para no encontrar. La razón: su búsqueda está centrada, en la carencia. La unión de las mentes, cuando bendecimos al mundo, están basadas en la abundancia de Dios.


Continúa Jesús:

”Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos a los que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir”.

Nuestro papel, en este mundo, es llevar la Palabra de Dios a nuestros hermanos, pero, para poder hacerlo, tenemos que perdonar todos los pensamientos no amorosos que tengamos basados en el ego. Recordemos que el ministro, maestro o mensajero de Dios es aquel que escucha el llamado de la Palabra de Dios, la acepta, se la da a sus hermanos y, luego, después de darla, la integra en su corazón. Este mundo es un aula de aprendizaje. Cada hermano con el que nos encontremos es una oportunidad para bendecirlo, ver su impecabilidad y no juzgarlo. Esta es la manera de llegar a Dios. A Dios no podemos llegar solos.


Finalmente nos dice, Jesús:


”Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios”.


Ahora, siempre es ahora, en el camino de la salvación. Ahora, he sido redimido cuando, a partir, primero, de mi decisión de pedir ayuda, reconozco que estaba equivocado por seguir al ego y me he abierto a la intervención del Espíritu Santo y de Jesús para que sanen mi mente mediante el perdón y la aceptación de la Expiación para mí mismo. 

Después, de dejar que la Ayuda divina obre en mi mente, asumo mi papel de ministro, mensajero o maestro de Dios y le llevo la Palabra a mis hermanos y, de esa manera, la integro. De esta forma, contribuyo al plan de Dios para la salvación que me puede llevar a las puertas del Cielo donde Dios dará el último paso y me entrará Corazón de Dios.



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