LECCIÓN 350 Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.




Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 350

Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.

1. Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. 2Tal como tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. 3El que yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. 4Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. 5Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos. 6Así pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. 7Sólo Tu recuerdo me liberará. 8Y sólo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y á ofrecérselo al mundo con agradecimiento.

2 Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. 2Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.





AUDIOS de la Lección 350
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 350
A través de Mariano Noé


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a través de Martin Musarra


Lección 350 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda




































LECCIÓN 350

Los milagros reflejan el eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.

Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Ayer, Jesús, nos hablaba de la visión de Cristo y como esta nos permitía conceder milagros de amor a todo lo que contempláramos. Hoy, nos llama a ofrecer milagros como forma de recordar a Dios y salvar el mundo. ¿Cuál mundo vamos a salvar? El mundo interno, el mundo que he fabricado con mis pensamientos de ataque, con mis resentimientos, con mi culpa y mi miedo. Ese es el mundo a sanar, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús quienes nos ayudan a recordar nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios y adquirir la visión de Cristo. Ese mundo sanado será el que extendamos afuera de tal manera que, desde la paz y el amor que nos inspira, podemos convertir la relación con nuestros hermanos, en milagros.

Dice Jesús en la lección:

”Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. Tal como Tú creaste a Tu Hijo, el contiene dentro de sí todas las cosas”.

Todos los pensamientos de perdón nunca se pierden. En mi mente tengo un tesoro de pensamientos amorosos, de pensamientos de perdón, que podemos ofrecer a nuestros hermanos. Cada vez que perdono con Dios, contribuyo al restablecimiento de la unidad: la unidad conmigo mismo, con mis hermanos y con Dios. Renace en mí la conciencia de mi Identidad como Hijo de Dios completamente inocente e impecable, perfecto y lleno de paz y de amor. 

Continúa Jesús:

”El que yo Te pueda recordar depende del perdón que le conceda. Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos”.

Para recordar a Dios necesito perdonar a Su Hijo. En la oración, en la comunicación que tengo con Dios, esa es la condición para que se produzca. Primero perdono, luego oro y, luego, vendrá la curación de mi mente realizada por el Espíritu Santo. Pero primero, perdono.

 El perdón, las azucenas del perdón, constituyen la ofrenda que depositamos en el altar al Nombre de Dios que está en nuestra mente como nos dice Jesús en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:

”Cada azucena del perdón le ofrece al mundo el silencioso milagro del amor. Y cada una de ellas se deposita ante la Palabra de Dios, en el Altar Universal al Creador y a la Creación, a la Luz de la perfecta pureza y de la dicha infinita”. L. pII. 13. 3: 4-5

Lo que mi hermano es no se ve afectado por sus pensamientos, pues él puede pensar que no es el Hijo de Dios sino el personaje que ha fabricado con el ego: carente, débil, conflictivo, desvalorizado, lleno de miedo y de culpa y su verdadera Identidad, como Hijo de Dios nunca se va a perder, siempre tendrá el recuerdo de Dios. Recuerdo de Dios al que podrá acceder cuando perdone y acepte la Expiación para sí mismo.

Lo que contempla el Hijo de Dios es resultado de sus pensamientos. Si piensa con el ego verá conflicto, miedo,  carencia, culpa, separación…Si piensa con el Espíritu Santo verá paz, amor, abundancia, inocencia, unidad…

Dice Jesús:

”Así pues, Padre mío, quiero ampararme en Ti. Sólo Tu recuerdo me liberará. Y sólo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí y a ofrecérselo al mundo con agradecimiento”. 

Quiero ampararme en Dios, ampararme en Sus Pensamientos que están en mi mente. Quiero recordar a Dios, es decir, liberar mi mente del dominio del ego. Perdono mis percepciones sobre lo que, supuestamente, me ha hecho mi hermano que no es sino producto de mis  proyecciones de culpa y miedo que descargo sobre él. Este sanar mi mente es lo que me va a permitir ofrecer milagros a todos y a todo. No excluyo a ningún hermano y participo de buen grado en la función que asignó Dios en el plan de salvación. Desde cualquier lugar donde esté, desde cualquier profesión y relación especial, puedo cumplir mi función de perdonar y de ofrecer milagros. 

Finalmente nos dice:
”Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme Lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor”.

A medida que perdonemos, vamos haciendo acopio de los milagros y vamos corrigiendo nuestras mentes como nos dice Jesús en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:

”El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir. Cada azucena de perdón le ofrece al mundo el silencioso milagro del amor”. L. pII. 3: 1-4 

Con relación al tema del milagro.

Nos dice, Jesús, en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:

”Y por doquier brotan señales de vida para demostrar que lo que nace jamás puede morir, pues lo que tiene vida es inmortal”.

Los milagros permiten que la vida, en la mente que ha perdonado, renazca. La vida, es resultado de los Pensamientos de Dios. Cuando se llena la mente de vida es porque se han superado los pensamientos de muerte del ego que pretenden ponerle límites a la vida, lo cual es imposible, pues esta es eterna e inmortal. Si la mente se llena de los Pensamientos de Dios, aceptamos que no hay sino una sola vida y es la que compartimos con Dios y dejamos, de lado, la ilusión de la muerte que promueve el ego.

Proceso de práctica de la lección

1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.

Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 

Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.

Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios

Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. L-71. 9:7-10

2. Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios. Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.

4. Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.












Kenneth Wapnick 

”Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.»

Lección 350

"La forma en que recordamos el Amor de Dios es perdonando, retirando las proyecciones colocadas sobre el mundo. Puesto que es uno con nuestro pensamiento, a medida que el pensamiento de separación es sanado, el mundo también es sanado.

(1:1-2) «Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. Tal como tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas.» 

Mi ataque te enseña que eres diferente y estás separado de mí; no una parte de mí mismo. Ése es el propósito del ego para los cuerpos específicos - percibir a las personas como separadas y diferentes: “Tú eres pecador y yo inocente. Así que no eres parte de mí y evito tu presencia, no sea que tus pecados contaminen mi inocencia.”  Cuando dejo ir ese pensamiento demente, comienzo a entender que tú y yo somos uno, y que no puedo regresar a casa al Amor de Dios a menos de que en primer lugar me dé cuenta de que somos lo mismo - en la ilusión y en la verdad. Esto deshace nuestros intentos de mentalidad errada de separar todas las cosas de nosotros mismos. La corrección - el regalo del milagro - nos ayuda a recordar nuestra unicidad inherente como el Hijo de Dios.

(1:3-5) «El que yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos.» 

Recordemos lo que equivale a una fórmula en Un Curso de Milagros: vemos el rostro de Cristo en nuestro hermano y recordamos a Dios. Ver el rostro de Cristo es perdonar, lo que permite que el recuerdo del Amor de Dios vuelva a nosotros. La verdadera Identidad del Hijo de Dios nunca ha sido afectada por su pensamiento insano, pero lo que creemos que somos y percibimos con nuestros ojos es un resultado directo de los pensamientos del ego. Cuando consentimos estos pensamientos los hacemos reales, los proyectamos hacia afuera y creemos que los vemos a todo nuestro alrededor en lugar de en nosotros mismos. Sin embargo, nuestra verdadera realidad no se ve afectada por lo que pensamos: el significado de la Expiación. Sin embargo, debido a que pensamos que estos pensamientos de separación son reales, permanecemos dormidos, creyendo que nuestros sueños son la realidad. Nuestras experiencias físicas y psicológicas como cuerpos son los testigos que “demuestran” que lo que estamos soñando realmente está ahí. Es de ese sueño de locura que el milagro nos ayuda a despertar dulcemente.

(1:6-8) «Así pues, Padre mío, quiero ampararme en Ti. Sólo Tu recuerdo me liberará. Y sólo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y a ofrecérselo al mundo con agradecimiento.» 

La única manera en que el recuerdo de Dios volverá a mí y me daré cuenta que «soy» Su Hijo es cambiando mi sistema de pensamiento de separación y especialismo. Logro esto a través de dejar ir mi inversión en sus efectos - las proyecciones que he colocado en todos a mi alrededor, que han aprisionado al mundo, junto conmigo.

(2) «Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.»

Ese Hijo es la Unicidad de Cristo. Como dice el texto, la Unicidad del Hijo trasciende la suma de sus partes (T-2.VII.6: 3). No eres tú, yo y todos los demás sumando un todo glorioso, porque la totalidad de Cristo es su unidad indivisa y su ausencia de individualidad. Recordar esa Identidad a través del perdón es la cuna de nuestra gratitud y el retorno a la cordura."

~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.














LECCIÓN 350

"Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

En este mundo ilusorio no podemos experimentar de forma directa el Amor de Dios, pues este mundo sólo existe en nuestros sueños de separación. Pero lo que sí recibimos es un reflejo de Su Amor por medio de los milagros, a través del recuerdo que nos trae el Espíritu Santo. Ofrecer milagros es una forma de recordar a Dios, y cuando recordamos a Dios, recordamos quienes en verdad somos. 

ORACIÓN DEL DIA:

"Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. Tal como tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. El que yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos. Así pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. Sólo Tu recuerdo me liberará. Y sólo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y á ofrecérselo al mundo con agradecimiento."

Cada hermano encierra dentro de sí las cualidades con las que Dios lo creó, Lo que mi hermano en verdad es, su realidad inmortal de luz y amor, no se ve afectado por lo que él piense en este mundo, no se ve afectado por sus errores de percepción, sigue siendo un Ser de luz y amor.  Cuando lo perdono, lograré verlo en su realidad inmutable, y a la vez, podré contemplarme como en verdad Soy. Esto es lo que quiere decir la frase "Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros” cuando perdono me vuelvo uno con mi hermano, me doy cuenta que somos uno. 
 
"Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor."
El perdón no sólo sana mi mente y mis relaciones, sino que me ayuda a recordar a Dios y regresar a Él, y de esa manera se restaura el Amor en mi.

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "13. ¿Qué es un milagro?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazla tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.  









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