LECCIÓN 238
La salvación depende de mi decisión.
1. Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. 2Tú me creaste y me conoces tal como soy. 3Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. 4¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! 5Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.
2. Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. 2Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.
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Lección 238
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Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 238
La salvación depende de mi decisión.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Jesús, nos ha venido hablando del poder de nuestra mente y de cómo utilizarla. Es nuestra decisión escoger como hacerlo. Y esto depende del maestro que escojamos para dirigirla: el ego o el Espíritu Santo. La salvación no viene de afuera. No depende de nada ni de nadie. Es mi única responsabilidad.
Recordemos la enseñanza de Jesús en el capítulo 27 sección VIII:
_”El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo esto así mismo”_. T-27. VIII. 10:1
¿Qué me estoy haciendo a mí mismo? Si tengo pensamientos o actos de ataque, me estoy atacando a mí mismo; si hago juicios contra mis hermanos, me estoy juzgando a mí mismo. Por el contrario, si soy bondadoso y amoroso con mis hermanos, soy bondadoso y amoroso conmigo mismo. Esa es la decisión que tengo que tomar a todo momento: me decido por la salvación, o no.
El pensamiento de la lección de hoy habla del poder de mi decisión para sanar mi mente y elegir cambiar los pensamientos que me causen malestar. Esa decisión la tengo que tomar yo. Jesús, no me impone nada. Él simplemente está a mi lado hasta que me decida a escuchar la Voz de Dios y pueda salvar al mundo que se encuentra en mi mente. Recordemos la enseñanza de Jesús: no se trata de cambiar el mundo sino la manera como vemos el mundo. El mundo externo siempre es una proyección de nuestro mundo interno. Si en mi mente no hay sino pensamientos de amor y de paz eso será lo que extenderé al exterior. Dios siempre ha tenido plena confianza en mí.
Nos dice Jesús en la lección:
”Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digna de ella. Tú me creaste y me conoces tal como soy. Y así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. ¡Cuán grande debe ser Tu Amor por mí!
Aquí Jesús se refiere al Hijo de Dios, al Cristo, al Ser que soy. No al personaje que he fabricado en este mundo del ego que siempre se siente indigno, carente, culpable, temeroso, débil, atado a un cuerpo… Se refiere al Ser con mayúscula que soy. Al Ser creado por Dios con todas las cualidades de Él. Se trata de que nos decidamos a acudir al recuerdo de Dios que siempre nos acompaña con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, y siempre utilizando el perdón. Dios, confía plenamente en nosotros y nos encomienda a Su Hijo. Dios, quiere que reconozcamos en nuestro hermano el Hijo de Dios que es y que él, momentáneamente, lo ha olvidado y le ayudemos a reconocer la grandeza que tiene.
Cuando reconozco en mi hermano el Hijo de Dios que es, lo reconozco en mí mismo. Pero no puedo quedarme con este saber. Necesito decidirme y llevarlo a la práctica, a mis hermanos mediante la paz y el amor de Dios, mediante el perdón, los milagros, las relaciones santas, la aceptación de la Expiación para mí mismo.
Con relación al tema de la salvación
Jesús, en el tema especial *2. ¿Qué es la salvación?*, nos dice que diariamente vayamos al santo lugar de nuestra mente consagrado al Nombre de Dios.
_”Ahí compartimos nuestro sueño final. Es este un sueño donde no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la gloria que Dios nos ha dado”_.
Y entramos en un instante santo donde nos sentimos completamente unidos a Dios y a la Filiación. Sólo existe la paz y el Amor de Dios. Eso me permite adquirir la visión de Cristo y contribuir a la salvación. Pero esto implica que tome conciencia que esto es una decisión que tengo que tomar a todo momento, como vimos en la lección de hoy. Si me decido por tener muchos instantes santos donde purifique mi mente de los pensamientos del ego iré dando pasos en el camino de la salvación. Se trata de aceptar la plena confianza que tiene mi Padre en mí al confiarme Su Hijo para que lo ayude a despertar. Es cuestión de tomar conciencia de la responsabilidad que implica el saber que La salvación depende de mi decisión.
Proceso de práctica de la lección
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
_”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”_. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios. . Perdonamos, con Dios, lo que nos haya quitado la paz en esa hora.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Kenneth Wapnick
La salvación depende de mi decisión.
Lección 238
"Volvemos al tema del poder de nuestras mentes para elegir, el mensaje central de Un Curso de Milagros.
(1) «Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. Tú me creaste y me conoces tal como Soy. Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. ¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.»
El destino del mundo depende de mí, pero esto no se refiere al mundo externo, porque no hay ningún mundo externo. Esto no se puede decir con demasiada frecuencia. Puesto que yo y el mundo somos uno, el Hijo de Dios es uno, y el mundo no es más que una imagen externa de los pensamientos de la mente, el mundo se salva cuando cambio de mentalidad. De hecho, todo aquí descansa en este poder de elegir. Esto no tiene sentido desde la perspectiva de la experiencia corporal que parece tan real, pero es claro como el cristal cuando salimos del sueño con Jesús. Mirando retrospectivamente todo aquí, literalmente lo vemos todo de manera diferente.
Lo que hace que estas palabras sean tan difíciles de entender, y mucho menos de aplicar, es que nuestro deseo de ser un ser separado nos tienta a llevarlas al sueño, en lugar de llevar nuestro sueño a la mente que es la fuente de estas palabras. Este es el desafío planteado por la relación especial: reconocer en este aparente otro la parte escindida del ser de la mente. Volver a unir los fragmentos de la Filiación nos salva a todos, y elimina la interferencia a recordar nuestro verdadero Ser. Piensa de nuevo en esta oración que Jesús le dice a Dios en nuestro Nombre:
“Te doy las gracias, Padre, sabiendo que Tú vendrás a salvar cada diminuta brecha que hay entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo. Tu santidad, absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos. Y están unidos porque lo que mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos. ¡Cuán sagrado es el más diminuto grano de arena, cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada, pues el todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás.” (T-28.IV.9)
Por lo tanto, el reconocimiento del Hijo de Dios en una parte nos permite recordarle en todas - el Todo «se encuentra» en cada parte.
(2) «Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.»
Este sentimiento encuentra una bella expresión al final de «El Canto de Oración», donde las palabras de amor son puestas en la boca de Dios Mismo. Algo de esto ya nos es familiar, y ciertamente merece otra lectura:
“Regresa a Mí, que nunca abandoné a Mi Hijo. Oye, criatura Mía, tu Padre te llama. No rehúses escuchar la Llamada al Amor. No le niegues al Cristo lo que es Suyo. El Cielo está aquí y el Cielo es tu hogar...¡Qué encantador eres, criatura de la Santidad! ¡Cómo te pareces a Mí! ¡Qué amorosamente te acojo en Mi Corazón y en Mis Brazos!...Y recuerda esto; no importa lo que pienses acerca de ti mismo, ni importa lo que pienses acerca del mundo, tu Padre Te necesita y Te llamará hasta que vuelvas a Él en paz finalmente.” (S-3.IV.8:5-9; 9:4-6; 10:7)"
Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 238
La salvación depende de mi decisión.
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Si el viaje de separación fue nuestra decisión, el viaje de retorno debe ser también nuestra decisión. Con una importante diferencia. Si la separación la hicimos de la mano del ego, el retorno lo hacemos de la mano del Espíritu Santo, debido que tras la separación nos perdimos en el mundo de la percepción, por lo que requerimos de la guía del Amor para liberarnos del falso mundo que hemos fabricado. "La salvación depende de mi decisión." y esa decisión, incluye el maestro que ha de guiar mi mente hacia la verdad y el amor: el Espíritu Santo.
ORACIÓN DEL DIA:
"Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. Tú me creaste y me conoces tal como soy. Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. ¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo."
Dios nunca ha dudado de Su Hijo, pues nos creó a Su semejanza, los que perdimos la confianza fuimos nosotros, y esta la recuperamos con el perdón que deshace todo miedo y culpa en nuestra mente. Cuando elegimos la salvación, elegimos unir nuestra confianza con la de Dios, nuestra voluntad con la Voluntad de Dios. La salvación es una decisión, y siempre será una decisión a favor del Amor en lugar del miedo.
"Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre." hacer una pausa, es detener nuestra mente, abandonar el tiempo, (pasado y futuro) y ubicarnos en el ahora, en el eterno presente. Es en estos instantes santos, que podemos perdonar y conectar con el amor que somos.
"Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud." El Amor de Dios alcanza su plenitud, cuando crea a Su Hijo, como una extensión de Si Mismo. Nuestra salvación es recordar nuestro origen, y unirnos totalmente al Amor que jamás se olvidó de nosotros.
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "¿Qué es la salvación?"
Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazla tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.
TEXTO
T.23
CELEBRANDO EL MILAGRO
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