LECCIÓN 239 Mía es la gloria de mi Padre.







LECCIÓN 239


Mía es la gloria de mi Padre.


1. No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. 2Por el contrario, sintámonos agradeci­dos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. 3¿Sería posi­ble acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? 4¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?

2. Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en no­sotros. 2Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. 3Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.





AUDIOS de la Lección 239
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 239
A través de Mariano Noé.


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a través de Martin Musarra


Lección 239 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda





































LECCIÓN 239

Mía es la Gloria de mi Padre.

Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Jesús, en la lección Mía es la Gloria de Dios, vuelve a retomar el tema de la verdad acerca de nosotros mismos: somos el Hijo de Dios. Pero, el ego trata de distraernos con las relaciones especiales - las relaciones de amor especial con parejas, hijos, amigos, etc., y de odio especial con los que consideramos nuestros enemigos o que no son de nuestros afectos, etc. - para que no veamos la verdad y sustituyamos la Voluntad de Dios. Centramos toda la atención de nuestra mente en dichas relaciones desconociendo nuestra grandeza como Hijos de Dios. El Espíritu Santo, no quiere privarnos de nuestras relaciones especiales, sino transformarlas. El reinstaurará en ellas la función que Dios les asignó ayudando a transformarlas en una relación santa, siempre y cuando se lo solicitemos. Esa es nuestra pequeña dosis de buena voluntad: el pedir la Ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. 

Dentro de la lógica de hacernos sentir carentes, insatisfechos, desvalorizados, débiles, etc., el ego nos centra en nuestras relaciones especiales donde el conflicto es permanente para que se reafirme, en nosotros, una imagen degradada de lo que somos. 

Por eso, dice Jesús:

_”No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros mismos se oculte tras una falsa humildad. Por el contrario, sintámonos agradecidos por los dones que nuestro Padre nos ha hecho”_.

Jesús, nos asegura que disponemos de la Gloria de Dios. Es decir, que merecemos todo el honor, toda la alabanza, toda la belleza, toda la grandeza, toda la santidad de Dios y que Él, en su infinita bondad, quiere compartir con Su Hijo. En otras tradiciones espirituales la gloria sólo es de Dios y no de Sus creaciones. Por eso, no constituye humildad sino arrogancia desconocer la Voluntad de Dios. Y la Voluntad de Dios es que seamos felices y no seres encadenados en el sufrimiento y el sacrificio, como quiere el ego.

Por eso, la oración de esta lección es para tenerla presente a todo momento:

Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge eternamente en nosotros. Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la Creación y con nosotros mismos.

Con relación al tema de la salvación

Jesús nos dice en el tema especial 2. ¿Qué es la salvación?:

”Desde ahí  extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos.” 

De esos instantes santos, que diariamente pasamos en el santo altar al Nombre de Dios de nuestra mente, regresamos al mundo para extenderlo a nuestros hermanos. Ahí, reconocemos que Mía es la Gloria de mi Padre. Gloria, que comparto con Dios y con mis hermanos. Investido de esa gloria voy a mirar a mis hermanos con la visión de Cristo: no veré sino paz, amor, perdón, amabilidad y los veré dignos de alabanza como Hijos de Dios.

Proceso de práctica de la lección

1. Tener momentos con Dios por la mañana y por noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes.  Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.

Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.

Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

_”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”_. (L-71. 9:7-10)

2. Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios. Perdonamos, con Dios, lo que nos haya quitado la paz en esa hora.   

Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos  a Dios.

4. Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda









Kenneth Wapnick
Viaje x Lecciones UCDM - 
Lección 239 - Mía es la gloria de mi Padre.

"Vemos en esta lección otra declaración del importante tema de nuestra unicidad, la premisa fundamental para todo lo que Jesús nos está enseñando en Un Curso de Milagros.

(1) «No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. Por el contrario, sintámonos agradecidos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. ¿Sería posible acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? ¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?»

La falsa humildad que algunas religiones promulgan es la aceptación de nuestra suerte como miserables pecadores. Sin embargo, ¿cómo puede ser esto otra cosa que la arrogancia del ego, cuando Dios nos creó impecables y perfectos como Él Mismo?  El siguiente pasaje del texto describe y cuestiona esta aparente humildad:

“Uno de los principales dogmas de la descabellada religión del ego es que el pecado no es un error sino la verdad, y que la inocencia es la que pretende engañarnos. La pureza se considera arrogancia, y la aceptación de nuestro ser como algo pecaminoso se percibe como santidad. Y es esta doctrina la que substituye a la realidad del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó, y tal como dispuso que fuese para siempre. ¿Es esto humildad? ¿O es más bien un intento de desgajar a la creación de la verdad, y de mantenerla aparte?” (T-19.II.4)

La verdadera humildad acepta la realidad de nuestro estado impecable, junto con todos nuestros hermanos; aceptando también nuestra gloria como el único Hijo perfecto de Dios, tal como Él lo creó.

(2) «Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en nosotros. Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.»

Estamos en paz con todo el mundo y con todas las cosas debido a que la guerra contra nosotros mismos ha terminado. El sistema de pensamiento del ego, incluyendo nuestra existencia como entidades individuales, estaba basado en el conflicto y la guerra. Si yo existo, alguien debe pagar el precio por ello; si consigo lo que quiero, otro tiene que perder - el principio del ego de «uno o el otro» reina por siempre supremo en su tenebroso reino de sacrificio. Lo que nos permite recordar nuestra unidad inherente como Hijo de Dios es reconocer que estábamos equivocados y que el principio de Expiación - la separación nunca ocurrió - está en lo cierto. En concreto, esto significa que el Espíritu Santo tiene razón sobre los intereses compartidos de nuestras relaciones, la curación que restaura a nuestra conciencia el único interés de toda la Filiación - el deseo de volver a casa al amor y la paz del Cielo:

“El Cielo le es restituido a toda la Filiación a través de tu relación, pues en ella reside la Filiación, íntegra y hermosa, y a salvo en tu amor. El Cielo ha entrado silenciosamente, pues todas las ilusiones han sido llevadas dulcemente ante la verdad en ti, y el amor ha refulgido sobre ti, bendiciendo tu relación con la verdad. Dios y toda Su creación han entrado a formar parte de ella juntos. ¡Cuán santa y hermosa es vuestra relación, la cual la verdad ilumina! El Cielo la contempla y se regocija de que lo hayas dejado venir a ti. Y Dios Mismo se alegra de que tu relación siga siendo tal como fue creada. El universo que se encuentra dentro de ti se une a ti junto con tu hermano. Y el Cielo contempla con amor aquello que está unido en él, junto con su Creador.” (T-18.I.11)

¿Quién en su mente recta podría alguna vez elegir el mundo de tinieblas del ego por encima de esta santa visión de amor y verdad?"

~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.











LECCIÓN 239
 
"Mía es la gloria de mi Padre."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

La idea del epígrafe de hoy nos lleva a recordar que el Curso de Milagros se escribió en un lenguaje cristiano. Así que precisemos el  concepto "Gloria de Dios" y que uso le da el Curso, para que entendamos el alcance de esta lección. 

"Gloria significa 'fama', 'honor', esplendor' y 'buena reputación'. También se utiliza para referirse a un gran gozo, gusto o placer. En religiones como el Cristianismo, también significa 'paraíso' o el lugar donde van los bienaventurados después de la muerte."

En el judaísmo significa:

'presencia o esplendor de Dios'. Deriva de un verbo hebreo que significa 'morar' o 'residir', por lo que también 'gloria' se puede identificar como la 'morada de Dios'.

Un Curso de Milagros utiliza el mismo término, con un significado similar, de gran  alabanza, belleza, y resplandor de la santidad, pero no tanto centrado en Dios, pues no se cuestiona Su grandeza. sino más bien como Dios comparte Su Gloria con Su Hijo que es el sentido de esta lección.

"Mía es la gloria de mi Padre." con esta idea estoy reconociendo y reclamando algo que considero mío, y se nos pide hacerlo sin dudas o temores de ninguna clase, "No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad."   la gloria de Dios es nuestra herencia natural, gozamos de Sus Mismos atributos pues fuimos creados a Su semejanza. Así que debemos aceptarla sin falsa modestia, como el regalo que nos hace nuestro Padre  "Por el contrario, sintámonos agradecidos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho."

En el estado del Cielo Dios comparte Su gloria con Su Hijo, y allí es imposible que se pueda experimentar pecado, culpa u otra emoción distinta al amor y la dicha. "¿Sería posible acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria?" el resplandor de Dios es todo abarcante y su luz hace imposible que surjan pensamientos que nieguen Su Amor. 

Los pensamientos de separación, y la culpa derivada en la creencia del pecado original es la  que nos hace sentir  excluidos de la gloria de Dios, pero cuando perdonamos esas falsas creencias y reconocemos nuestro origen y herencia como Hijos de Dios Su gloria resplandece en nosotros: "¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?"  Dios nos da Su gloria sin condiciones y con total generosidad, porque somos Su Hijo, sólo tenemos reconocer y aceptar nuestra verdadera identidad. 

ORACIÓN DEL DÍA:

"Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en nosotros. Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos."

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "¿Qué es la salvación?"
Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.  

 








TEXTO 



T.23






CELEBRANDO EL MILAGRO 

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BENDICIONES!




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