Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM
LECCIÓN 345
Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.
1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero perdón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.
2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.
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de CELEBRANDO EL MILAGROLectura de la Lección 345
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Lección 345 comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 345
Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Hoy, continuamos desarrollando la idea de que dar y recibir es lo mismo. Ayer, Jesús, nos hablaba de dar amor. Hoy, de dar milagros para recibir milagros. Hemos visto que los milagros son correcciones en nuestra mente de pensamientos no amorosos. Estos pensamientos los proyectamos o extendemos, según el maestro que escojamos, y es así como nos percibimos en relación a nuestros hermanos. El milagro permitirá sanar mi percepción y ver, en mis hermanos, a Hijos de Dios como yo, merecedores de la paz y el Amor de Dios. Mediante el milagro no acepto la imagen que mi hermano tiene de sí mismo. Sólo veré en él, el Cristo, el Ser que es.
Jesús nos dice:
“Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo”.
El principal regalo que Dios me ha dado es mi Ser, mi condición de Hijo de Dios, de Cristo. De ahí, se desprenden los demás regalos que Dios me ha dado: el amor, la dicha, la paz, la bondad, la gratitud, la libertad, el perdón, la Gracia, el mismo Espíritu Santo para que ayude a salir de este sueño de la separación… El milagro es la corrección, en mi mente, de la idea equivocada de no verme como Hijo de Dios.
Continúa Jesús:
”Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor es universal. Incluso aquí, dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer y cuya eficacia puede verificarse”.
Por la ley del amor, que estudiamos ayer, cada milagro que ofrecemos, retorna a nosotros. Si he escogido al Espíritu Santo, la respuesta de mi hermano será amorosa, de paz, de bondad, de aceptación. Los hermanos responden de acuerdo a la bondad que doy. En caso de no hacerlo, lo que veré en mi hermano es una petición de ayuda o de amor y yo le responderé con ayuda o amor. No lo atacaré. Veré en él su naturaleza de Hijo de Dios.
Dice Jesús:
”Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo”.
Aquí, volvemos al tema de la relación entre contenido y forma que, Jesús, nos ha enseñado. Si aceptamos que el contenido es Dios y Sus creaciones, este contenido se podrá manifestar en distintas formas en los hermanos de acuerdo a la situación en que se encuentren, lugar, profesión, relación familiar, social, etc.
Desde cualquier función especial en que nos encontremos, podemos contribuir al plan de Dios para la salvación si la ponemos al servicio del Espíritu Santo y de Jesús quienes nos ayudan a perdonar nuestra manera equivocada de percibir a nuestros hermanos y a Dios. Y, cuando lo hacemos, los milagros nos ayudarán a perdonar las situaciones particulares, que, siguiendo al ego, nos agobian.
Dice Jesús:
“Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que a cualquier otro regalo que yo pueda hacer. Así pues, que hoy haga sólo este regalo, que al haber nacido del verdadero perdón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte”.
Los milagros me permiten ver a mi hermano como lo que verdaderamente es: como un Hijo de Dios. Este es el mejor regalo que le puedo hacer. El ego quiere que no vea su naturaleza de Hijo Dios, su naturaleza divina. Quiere que me aferre al pasado y no vea sino los errores que, el personaje fabricado por el ego, realizó. Quiere que me aferre al pasado y no perdone mi manera de verlo. En realidad lo que, supuestamente, hizo mi hermano no es lo que tengo que perdonar sino mis interpretaciones sobre ello. A mi hermano le ofrezco milagros, de tal manera, que pueda caminar con él por el camino que me conduce a Dios.
Finalmente nos dice Jesús:
”Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido”.
Los milagros permiten que llegue la paz. Los milagros permiten dejar de ver a mi hermano como un enemigo y verlo como mi salvador al mostrarme lo que necesito cambiar y perdonar.
Ofrecemos milagros y los recibimos en consecuencia. De esa manera, el mundo podrá descansar de los conflictos.
Con relación al tema del milagro.
Nos dice, Jesús, en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:
”El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”.
Si pido ayuda, al Espíritu Santo y a Jesús, para mirar, con los ojos de Cristo a mis hermanos, valiéndome del perdón, corregiré la manera de ver a mis hermanos, es decir, realizaré un milagro, como nos dice Jesús en el capítulo 26 sección IX:
”El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente”.
T-26. IX. 6:1
Cada vez que perdono, corrijo mi mente, y se produce un milagro. Corrijo la percepción y, en lugar de maldecir, bendigo; en lugar de condenar, perdono; en lugar de seguir al miedo, sigo al amor; en lugar de fomentar separación, fomento la unidad; en lugar de fomentar el conflicto, fomento la paz. De esa, manera el perdón hace posible los milagros.
Proceso de práctica de la lección
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios. Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Lección 345.
Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.
Kenneth Wapnick
"El tema de la unicidad de dar y recibir se discute aquí en el contexto de los milagros. Los milagros que ofrecemos corrigen nuestros pensamientos proyectados. No son nada externo; ni bello, amable, santo y puro, no es algo para presumir. No son más que retiros de la proyección, reflejando el cambio de mentalidad sobre nuestra culpabilidad original. Ellos deshacen, revirtiendo lo que el ego ha hecho. Así, contemplamos los sueños de devastación del ego - internos y externos - y sonreímos gentilmente a medida que aceptamos que no son la verdad. Por lo tanto, nuestro objetivo es enseñarnos unos a otros, mostrando que los ataques no tienen ningún efecto sobre nuestro amor por aquellos que buscaron hacernos daño. A medida que enseñamos ese milagro a los demás, reforzamos su verdad en nosotros mismos.
(1:1) «Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo.»
El regalo de Dios es Su Amor; el milagro, Su reflejo. Al principio del texto, Jesús dice que la fuente de los milagros es el amor (T-1.I.3), lo que significa que el milagro no es el amor, sino el principio de corrección del Espíritu Santo en nuestras mentes - el pensamiento de mentalidad recta de la Expiación que refleja el amor del Cielo.
(1:2-4) «Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor es universal. Incluso aquí, dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo.»
La ley del amor es universal, válida para todos; el principio de la Expiación es universal, válida para todos. Sin embargo, las maneras específicas en que practicamos la Expiación diferirán para cada uno de nosotros, el significado de las palabras de Jesús al final del Manual de que el plan de estudios es altamente individualizado (M-29.2: 6). Es a lo que él se refiere aquí al decir que experimentaremos la corrección en las formas que necesitemos. Puesto que escribimos nuestros guiones de relaciones especiales, y éstos difieren de los guiones de otros, nuestras experiencias del deshacimiento del ego también diferirán. El principio subyacente siempre es el mismo, sin embargo - la mente ha soñado el sueño y, por lo tanto, es únicamente la mente la que puede cambiarlo.
(1:5-7) «Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero perdón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.»
Nuestra única necesidad aquí es el perdón o el milagro, porque, como dice el texto, ya tenemos todo lo que necesitamos como Hijo de Dios (T-3.V.6). El milagro nos recuerda de nuestra elección previa en favor de la nada, que ahora puede ser reconsiderada a la luz del reflejo de la verdad del Todo. Al final, hacer la elección correcta es inevitable, como recordamos:
“¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?” (T-23.IV.9:8)
(2) «Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.»
De nuevo, el milagro no es necesario en el Cielo. Sin embargo, mientras crea estar en este mundo exhausto, necesito el descanso que sólo la sanadora luz del milagro puede ofrecer."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 345
"Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Esta es una lección que aplica el principio de dar y recibir a los milagros. Si ofrezco milagros, recibo milagros. Los milagros son un reflejo del amor de Dios en este mundo, el mejor regalo que nos puede dar, porque nos permite liberarnos de las de culpas y miedos y nos conduce de regreso a nuestro Hogar eterno. Los milagros son la mayor expresión de amor en este mundo.
Ofrecer milagros es corregir la percepción que tenemos de nuestros hermanos, negándonos a juzgarlos o condenarlos; traer a nuestra mente los juicios que hayamos emitido y proceder a perdonarlo. De esta manera contemplamos a nuestros hermanos tal como son: inocentes, amorosos y plenos.
ORACIÓN DEL DIA:
"Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero perdón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte."
Los milagros sólo son necesarios en este mundo, pues en el Cielo no hay nada que corregir ni perdonar. Cuando practicamos los Milagros estos nos van demostrando su eficacia en la medida que vamos sanando distintos aspectos de nuestra mente. Al ofrecer milagros estos retornan a mi en la forma que mejor los necesite, pueden ser relaciones sanadas, donde el amor fluye con espontánea alegría sin las interferencias de los juicios, condenas o ataques.
En el Cielo vivimos en un estado de plenitud y abundancia. En este mundo creemos estar en condición de carencia a todo nivel. Nos sentimos incompletos y buscamos completarnos casi de manera obsesiva, ya sea través de relaciones de pareja u otro tipo de relaciones especiales, o través de otros sustitutos como el trabajo, el prestigio, el dinero o la acumulación de cosas u objetos. Pero los milagros nos llevarán desde la inútil búsqueda externa a la búsqueda interna, y desde allí podemos ofrecer milagros al mundo diciendo: "Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido." el mejor indicador de la eficacia de los milagros en este mundo es una sensación de paz que pareciera habíamos perdido. Nuestra paz es el mejor regalo que podemos ofrecer a un mundo sediento de ella.
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "13. ¿Qué es un milagro?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.