Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM
LECCIÓN 344
Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.
1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. 2Al no comprender lo que significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. 3Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. 4¿Quién puede compartir un sueño? 5¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? 6Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. 7Permite que mis hermanos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. 8Así se cumple la ley del amor. 9Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.
2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! 2¡Qué cerca está Él de nosotros! 3¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!
AUDIOS de la Lección 344
de CELEBRANDO EL MILAGROLectura de la Lección 344
A través de Mariano Noé
Ocurrir de la Lección 344
a través de Martin Musarra
Lección 344
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 344
Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Otra lección dedicada al dar y recibir. Hoy, al dar y recibir amor. Podemos decir que es la continuación de la lección de antier. Si perdono, estoy en condiciones de dar amor, y, por lo tanto, de recibirlo. Si no perdono, recibiré conflictos porque la ley del dar y recibir también opera también para el ego.
Jesús, nos dice:
”Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo que significaba dar, procuré que lo que deseaba fuese sólo para mí”.
La ley del dar y recibir es la ley de Dios. Dios es Unidad. Nos ha dado todo. Se supone que lo debemos dar todo para que podamos conservarlo. Es todo lo contrario del modo de pensar del ego que nunca da incondicionalmente, siempre conserva algo para sí porque se siente carente y cree que, algún día, puede tener necesidad de lo que da. Desconfía de la abundancia que Dios le dio.
Continúa Jesús:
”Y cuando vi el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el que no hay nada ahora y en el que nunca habrá nada. ¿Quién puede compartir un sueño? ¿Y qué puede ofrecerme una ilusión?”
El tesoro del ego nunca fue nada. Sólo sueños e ilusiones con los cuales he montado un mundo particular a la medida de mi deseo de ser especial. Un mundo en el que me sienta mejor, más grande, más importante que mis hermanos. Mundo que consigo, a como dé lugar, porque de acuerdo a las leyes del ego o del caos, para que yo tenga, otro tiene que dejar de tener. En el proceso de conseguir mi propósito puede aparecer la violencia física o mental. Surgen los pensamientos de ataque hacia mi hermano donde, como mínimo, deseamos que le vaya mal. Esto que he construido con el ego está destinado a fracasar. Y cuando sucede, vuelve y juega. Aparecen nuevas ilusiones donde pienso, “ahora sí”, las cosas van a salir bien y voy a ser feliz. Y nunca lo consigue.
Dice Jesús:
”Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra”.
He liberado mi mente de estar encadenado a resentimientos y odios, mediante el perdón, que me apartaban de la unidad, de la totalidad, que comparto con mis hermanos y con Dios.
Recordemos la lección 122 El perdón me ofrece todo lo que deseo:
”¿Por qué habrías de buscar una respuesta distinta de la que lo contesta todo? He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y escaza confianza. ¡He aquí la respuesta! Deja de buscar. No hallarás ninguna otra en su lugar”. L-122. 4:1-5
Continúa Jesús en lección:
”Que los hermanos que he perdonado llenen mis arcas con los tesoros del Cielo que son los únicos que son reales. Así se cumple la Ley del Amor. Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti”.
Cuando perdono, redimo a mis hermanos. Los miro como lo que son: Hijos de Dios. Veo inocencia e impecabilidad en ellos y, de esa manera, la reconozco en mí. Y así cumplo la ley del amor y emprendo el camino de regreso a casa con mi hermano en, y, desde, la inocencia.
Finalmente nos dice Jesús:
”¡Qué cerca nos encontramos unos a otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca se encuentra de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño de pecado y la redención del Hijo de Dios!”
Con el Espíritu Santo y Jesús, apoyados en el perdón, me dirijo a casa con mis hermanos. Dejo de verme un ser separado y empiezo a sentir la unidad que comparto con mis hermanos. Empiezo a sentir que somos uno. Empiezo a sentir que el amor es mi naturaleza y que esta la comparto con mi hermano. Reconozco que el amor envuelve todo cuanto existe y que mi hermano es como es Dios, al igual que yo.
Con relación al tema del milagro.
Nos dice, Jesús, en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:
”El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés y de esa manera pone fin a las extrañas distorsiones que manifestaba. Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad. Ahora puede verse que el perdón está justificado”.
De nuevo, retomamos la enseñanza de Jesús sobre la proyección y la percepción: lo que vea internamente será lo que proyecte, lo que perciba afuera. Y esto se relaciona con el maestro que escoja: el Espíritu Santo o el ego. Con el Espíritu Santo, tendré pensamientos amorosos que extenderé a mis hermanos y al mundo. Con el ego. tendré pensamientos de conflicto que proyectaré al mundo. En ambos casos, dichos pensamientos, determinarán la manera como vea el mundo.
Jesús, nos ha enseñado que lo importante es cambiar los pensamientos que tenemos acerca del mundo. Esa es la labor del milagro que corrige la mente valiéndose del perdón. El ego siempre nos va decir que todo lo que nos sucede viene de afuera, colocándonos en posición de víctimas y no de responsables de cambiar los pensamientos que nos generan sufrimiento. Si me decido a cambiar los pensamientos, con el Espíritu Santo y con Jesús, estaré dispuesto a aceptar la verdad de Dios como mi Creador.
Proceso de práctica de la lección
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Kenneth Wapnick
«Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mi mismo.»
Lección 344
"Esto reitera la idea de que dar y recibir son en verdad lo mismo, tanto desde el punto de vista de la mentalidad errónea como de la correcta. Esto es válido para la ley del odio «y» para la ley del amor, y por tanto la culpa que le doy a mi hermano es la culpa que me doy a mí mismo, como es el caso con el perdón.
(1:1-2) «Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo que significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí.»
Tenemos un lugar secreto en nuestras mentes donde nos aferramos a lo que valoramos y llamamos nuestro. Nunca renunciaremos a ello, y por lo tanto nunca podremos dar amor por completo. Tanto si somos conscientes de este pensamiento o no, está en todos nosotros. No daremos todo a una relación; no le daremos todo a Jesús o Un Curso de Milagros; no le daremos todo a Dios. Sigue habiendo un pedazo de nuestra individualidad que retenemos. Esa es «nuestra» ley, porque si perdemos esta identidad especial nos perdemos a nosotros mismos.
(1:3-4) «Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. ¿Quién puede compartir un sueño? »
Este es el sueño de especialismo, comenzando con el sueño de nuestra propia existencia. Buscamos por sobre todo preservar esta existencia especial, aunque ello signifique matar a alguien que la amenace. Después de todo, matamos a Dios con el fin de existir, y esta mentalidad de «matar o te matarán» se refleja todos y cada uno de los días de nuestras vidas. Si no lo hacemos físicamente, lo hacemos psicológicamente - los demás tienen lo que queremos, y debemos matar para conseguirlo. Cuando tenemos éxito, o creemos que lo tenemos, debemos continuar protegiendo nuestro tesoro con la misma táctica llena de odio que pareció ganarlo en primer lugar.
(1:4-9) «¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. Permite que mis hermanos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. Así se cumple la ley del amor. Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.»
Los regalos que me das cuando perdono son los regalos de recordar mi impecabilidad. Cuando te perdono, me doy cuenta de que la luz de Cristo brilla tanto en ti como en mí, y tu falta de bondad no es más que una petición de amor que refleja la mía. Estamos unidos en esa petición de amor, ya que estamos unidos en el amor que es nuestro verdadero Ser.
(2) «¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!»
Necesitamos aprender a medida que volvemos a casa cuán cerca estamos unos de otros, y al final del viaje nos damos cuenta de que no estamos cerca unos de otros en absoluto, sino que nosotros «somos» los otros. No los yoes individuales que parecemos compartir, sino el único Hijo de Dios que quedó dormido y el único Hijo de Dios que permaneció despierto dentro de su Padre. Recuerda este pasaje de El Canto de la Oración:
“La escalera termina con esto, puesto que el aprendizaje ya no se necesita. Ahora estás ante el portal del Cielo, y tu hermano se encuentra allí al lado tuyo. Los prados son profundos y tranquilos, pues aquí el lugar señalado para el momento en que vinieras tú te ha esperado largo tiempo. Aquí terminará el tiempo para siempre. En este portal la misma eternidad se unirá a ti. La oración se ha convertido en lo que siempre estuvo destinada a ser, porque has reconocido el Cristo en ti.” (S-1.V.4)"
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 344
"Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
La ley del amor, es la ley de dar y recibir, que es lo mismo y simultáneo. Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy. Este es un tema reiterativo en Un Curso de Milagros.
En el plano de nuestra mente, esta ley aplica tanto con los pensamientos amorosos como a los pensamientos del ego. Si lo que ofrezco son juicios, condenas y ataques, voy a recibir exactamente lo mismo. Si ofrezco paz y perdón, voy a recibir exactamente lo mismo. Ni más ni menos.
La diferencia está que cuando ofrecemos amor vamos a recibir regalos de amor, que es lo único real. Cuando ofrecemos ilusiones vamos a recibir ilusiones, que es igual a no recibir nada, pues las ilusiones no son reales. Todo lo que damos con el ego, ya sean culpas, miedos, ataques, resentimientos, es lo que recibiremos, pero ello en realidad no es nada, no son más que pensamientos errados que podemos elegir abandonarlos, entregándoselos al Espíritu Santo para que los deshaga por nosotros. En eso consiste el perdón.
ORACIÓN DEL DIA:
"Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo que significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. ¿Quién puede compartir un sueño? ¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. Permite que mis hermanos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. Así se cumple la ley del amor. Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti."
La naturaleza del amor es compartirse. La naturaleza del ego es retener, acumular, pues cree que si comparte, si da, pierde. El Curso diferencia estas dos características diferenciadas con nombres distintos: extender (amor), proyectar (ego).
Cuando ofrecemos amor, este se extiende, se incrementa, cada vez que se da, cada vez que damos amor, nos unimos a nuestros hermanos, deshacemos la separación y nos aproximamos a Dios, "¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!"
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "13. ¿Qué es un milagro?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.