Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM
LECCIÓN 343
No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y la paz de Dios.
1. El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. 2El regalo de lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. 3Tú sólo das. 4Nunca quitas. 5Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. 6Yo también no puedo sino dar. 7Y así, todas las cosas me son dadas para siempre. 8Aún soy tal como fui creado. 9Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. 10Soy íntegro por ser Tu Hijo. 11No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente.
2. La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. 2La salvación no cuesta nada. 3Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. 4Y esto es lo que vamos a aprender hoy.
AUDIOS de la Lección 343
de CELEBRANDO EL MILAGROLectura de la Lección 343
A través de Mariano Noé
Ocurrir de la Lección 343
a través de Martin Musarra
Lección 343
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 343
No se me pide hacer ningún sacrificio para encontrar la Misericordia y la Paz de Dios.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Jesús, retoma de una de las ideas fundamentales del sistema de pensamiento del Espíritu Santo: dar y recibir son lo mismo. Igualmente, una de las ideas fundamentales del sistema de pensamiento del ego: la idea de sacrificio. Para la mentalidad errada del ego, si doy, pierdo, tengo menos. Para la mentalidad recta, si doy, no pierdo. Al contrario, aumento y conservo lo que tengo. Lo importante, de lo que se da, es el propósito que está detrás, la idea de paz y amor que lo acompaña.
El sacrificio se basa en la idea de que para tener algo tengo que perder algo. Es necesario que renuncie a algo en beneficio de algo o alguien. El sacrificio procede del miedo y cuando se tiene miedo, se puede llegar a ser crueles. Pero la realidad es que la idea de sacrificio, no es de Dios. Dios, no quiere que suframos ni nos sacrifiquemos por nada, ni por nadie.
Jesús, nos dice en la lección:
”El final del sufrimiento no puede suponer ninguna pérdida. El regalo de lo que es todo tan sólo puede aportar ganancias. Tú sólo das. Nunca quitas”.
No constituye ninguna pérdida, pero nos aferramos a ella porque no queremos perdonar la culpa que cargamos. Creemos que somos culpables para siempre y que, Dios, no nos va a perdonar el haber creído habernos separado de Él. Esta es una culpa inconsciente que se encubre detrás de las culpas que se adquieren en este mundo.
Al renunciar al sacrificio recibo el regalo de la paz, del amor, de la unidad, del reconocimiento de nuestra Identidad como Hijos de Dios. Dios, lo que da, lo da sin límites. Ya nos ha dado todo. Y para siempre. Y nunca nos lo quita. Lo que tenemos que hacer es reconocerlo y perdonar. El perdón permite que dejemos de lado la idea de sacrificio y permite que la mente se limpie de pensamientos de resentimiento, de separación, de conflicto, de culpa, para darle cabida a los pensamientos de la Paz y el Amor de Dios.
Continúa Jesús:
”Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. Y así, todas las cosas me son dadas para siempre”.
Si soy pleno como Dios, lo tengo todo. No necesito nada. No soy carente, sino abundante. No tengo que sacrificarme para obtener la Misericordia y la Paz de Dios. Ya la tengo. Es cuestión de decidirme a pedir la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús para que me ayuden a perdonar y pueda reconocer que, como Hijo de Dios, lo tengo todo. De tal manera, que pueda dar, para que reconozca que las cosas me han sido dadas para siempre. El perdonar es un proceso continuo. No basta decir ya perdoné. Si siento que he perdido la paz, por la más leve causa, necesito perdonar, pues esto limita mi capacidad de dar y, por ende, de recibir.
Esto lo explica Jesús en el capítulo 6 sección VA:
”El Espíritu Santo comunica únicamente lo que cada uno puede darle a todos. Nunca te quita nada que te haya dado, pues Su deseo es que lo conserves. Sus enseñanzas, por lo tanto, comienzan con esta lección:
Para poder tener, da todo a todos.
T-6. VA. 5: 10-13
Continúa Jesús en la lección:
”Aún soy tal como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios pues, es íntegro, al ser su función completarte a Ti. Soy íntegro por ser Tu Hijo. No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente”.
De nuevo, recuerda mi verdadera identidad como Hijo de Dios. Soy íntegro, completo y hago parte del todo. No necesito el sacrificio a no ser que me aferre al pasado, a los resentimientos y a la culpa que me hacen creer que no soy merecedor del Amor de Dios y necesito sacrificarme para conseguirlo. Lo cual no es cierto. Como Hijo de Dios soy íntegro. Hago parte de la totalidad.
Finalmente dice Jesús:
”La Misericordia y la Paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que vamos a aprender hoy”.
Todos tenemos derecho a la Misericordia y a la Paz de Dios. No cuesta nada. Lo único que requiere es mi decisión de reconocerla. Y la reconozco cuando no hago juicios con los cuales me ataque, me separe de mis hermanos y de Dios. Y si se presentan, requiero pedir ayuda y perdonar.
Con relación al tema del milagro
Nos dice, Jesús, en el tema especial 13. ¿Qué es un milagro?:
”En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se recibe cual uno solo. Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la verdad, que el mundo no acata porque es totalmente incapaz de entenderla”.
Recordemos que la Gracia es el atributo del Amor de Dios, de su extensión cuando nos revela Su Presencia, en este mundo de aparente odio y conflicto. Para ello se requiere el milagro que corrige la mente dominada por el ego siempre bajo la guía del Espíritu Santo y de Jesús y mediante el perdón. Esto es posible en el instante santo donde aceptamos la verdad de nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios.
Proceso de práctica de la lección
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Kenneth Wapnick
«No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y la paz de Dios.»
Lección 343
"Continuando con el tema de la unidad de dar y recibir, esta lección se enfoca específicamente en el sacrificio, que se basa en la idea de que si he de recibir algo, tengo que dar algo; si he de recibir amor, tengo que pagar por él.
(1:1-4) «El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. El regalo de lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. Tú sólo das. Nunca quitas.»
Esta es nuestra plegaria a Dios, pero el ego nos hace creer todo lo contrario: el Dios del mundo da vida y la quita. Los servicios funerarios casi siempre afirman ese pensamiento, y detrás de eso está la idea de que Le robamos a Dios, y ahora Él tiene justificación para quitarnos, a través de nuestra muerte, la vida que creemos que Le hemos robado.
(1:5-11) «Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. Y así, todas las cosas me son dadas para siempre. Aún soy tal como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. Soy íntegro por ser Tu Hijo. No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente.»
Esto corrige el sistema de pensamiento del ego que dice que la manera de ganar la misericordia y la paz de Dios es pagarle por ello, el nacimiento de la extraña noción de que Dios exige sacrificio. En tiempos bíblicos, Dios exigió el sacrificio de animales, luego el sacrificio de Su Hijo. Siguiendo estos pasos, sacrificamos el placer de nuestros propios cuerpos. Todo esto tiene perfecto sentido desde el punto de vista del ego, pero no tiene ningún sentido desde el punto de vista de la verdad, que no sabe nada de tal locura:
“El sacrificio es una noción que Dios desconoce por completo. Procede únicamente del miedo, y los que tienen miedo pueden ser crueles. Cualquier forma de sacrificio es una violación de mi exhortación de que debes ser misericordioso al igual como nuestro Padre en el Cielo lo es.” (T-3.I.4:1-3)
En otras palabras, “Dios, no obstante, sabe que eso no es posible.” (T-23. 1.2: 7), así que nuestro sistema de pensamiento de culpa y castigo, venganza y sacrificio, se deshace silenciosamente a través del perdón, lo que restaura a nuestra conciencia la compleción del Hijo de Dios. El sueño de sacrificio del ego - «uno o el otro» - termina en nuestro abrazo del principio del Espíritu Santo- juntos, «o ninguno en absoluto». Así recordamos nuestra Identidad, el eterno Cristo que Dios creó como Sí Mismo.
(2) «La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que vamos a aprender hoy.»
El Amor de Dios es total, y está totalmente presente para «todos» los Hijos, quienes en sus alucinaciones creen que están separados. Por lo tanto, creen que su separación de Dios debe ser comprada a un precio: el compromiso de la Unidad de Dios y Su Hijo. Sin embargo, Jesús nos salva de esta locura enseñando amablemente que la realidad no puede ser comprometida, porque el amor del Cielo no se ve disminuido por nuestra creencia en el infierno del juicio:
“La salvación no transige en absoluto. Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente.” (T-23.III.3:1-4)
Recuerda esta declaración reconfortante: “La Palabra de Dios no admite excepciones.” (M-13.7:5) "
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 343
"No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y la paz de Dios."
Desde tiempos antiguos creamos una imagen de dioses iracundos y vengativos, y para calmarlos le hacíamos ofrendas y sacrificios.
Inicialmente ofrendábamos sacrificios humanos, luego de animales, y luego cualquier sacrificio físico, emocional o simbólico sobre la falsa creencia que si nos esforzamos por obtener algo, y nos generaba algún dolor o sufrimiento el sacrificio estaba justificado. Buscamos deshacernos de la culpa y el miedo a través de los sacrificios.
También manejamos la idea que Dios valorará nuestro sufrimiento, y lo considerará como suficiente pago por nuestros pecados, entre más sufrimos más cerca estaríamos de la salvación. Algunas religiones hacen del martirio su praxis cotidiana. Semejante distorsión de nuestra imagen de Dios, deforma también nuestra percepción del amor, y el coctel del miedo y del sacrificio que el ego nos ofrece ha quedado servido.
ORACIÓN DEL DIA:
"El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. El regalo de lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. Tú sólo das. Nunca quitas. Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. Y así, todas las cosas me son dadas para siempre. Aún soy tal como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. Soy íntegro por ser Tu Hijo. No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente."
La oración nos aclara nuestra percepción de Dios: "Tú sólo das. Nunca quitas." Eso es lo que hace el Amor, dar y darse a sí mismo. Y un Amor que solo sabe dar, no condiciona el dar, pues no juzga ni condena. El Amor acoge, incorpora, integra, no excluye ni separa. El amor es dulce, tierno, cálido, no pide ningún pago a cambio, "La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que vamos a aprender hoy." el amor se da y se recibe libremente, esa es su naturaleza, no tenemos que sufrir para volver al Amor, pero nuestra creencia en el sufrimiento y en el castigo nos impiden experimentar el amor, de ahí que sólo el perdón nos libera de las creencias en el sufrimiento y el sacrificio.
La salvación no nos pide nada a cambio, no vamos a perder nada, en cambio lo vamos a ganar todo, solo tenemos que desear el amor y el perdón.
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "13. ¿Qué es un milagro?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.