LECCIÓN 354 Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí.




Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 354

Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí.

1. Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya. 2No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. 3No tengo otro propósito que el Suyo. 4Y Él es como Su Padre. 5Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él. 6Pues, ¿Quién es Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste? 7¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?





AUDIOS de la Lección 354
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 354
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.


Ocurrir de la Lección 354
a través de Martin Musarra


Lección 354
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda





































LECCIÓN 354

Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador mora en Él, tal como Él mora en mí.

Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Jesús, nos habla, nuevamente, de la unidad que compartimos con Cristo y de Cristo con Dios. Cristo fue creado por Dios. Cristo es el Ser que Dios creó como una extensión de Su Pensamiento y que compartimos cada una de las partes que se creyeron separadas de la Unidad de Dios. 

Nos dice Jesús:

”Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de las Tuyas”.

Jesús, nos sitúa, en esta lección, ya al final del camino donde hemos avanzado en nuestro proceso de liberarnos de la culpa por la creencia en la separación de Dios, hemos desarrollado el proceso de perdón y hemos aceptado la Expiación para nosotros mismos. Hacia allá tenemos que llegar. Como buen maestro, no se queda en el nivel en que nos encontramos ahora, sino que nos nuestra la meta hacia donde tenemos que llegar y a la que llegaremos, tarde que temprano. Es nuestra decisión emprender el camino ya o retrasarlo, según aceptemos al Espíritu Santo y a Jesús como maestros, o no. Mi unidad con Cristo está más allá del tiempo, en la eternidad. 

Recordemos que el tiempo es una defensa del ego que surgió al fabricar el mundo. El tiempo no es una creación de Dios. Jesús, nos dice que podemos colapsar el tiempo por medio del perdón que se traduce en milagros. Con el milagro corrijo mi mente de los pensamientos de culpa y miedo del pasado y el futuro, me centro en el ahora. Estando en unidad con Cristo reconozco mi verdadera identidad, reconozco mi perfección, mi santidad, mi bondad, el amor que soy, es decir, acepto las leyes de Dios. 

Continúa Jesús:

”No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí”.

Me puedo resistir a esta afirmación porque no quiero soltar el personaje que he fabricado con el ego que se sustenta en mi deseo de ser especial. Estoy aferrado a la percepción que fundamenta la separación pero, Jesús, nos ha enseñado que nadie sale de la percepción sin ayuda. La percepción me centra en los sentidos y necesito trascenderlos e ir hacia el contenido espiritual que me caracteriza como Hijo de Dios. Esto lo consigo si pido la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús quienes me ayudarán a cambiar la percepción y regresar a casa.

Continúa Jesús: 

”No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. No tengo otro propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él”.

Recordemos la lección 256 Dios es mi único objetivo hoy y que:

”La manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. No hay otra forma”. L-258. 1: 1-2

Por lo tanto, para poder tener el propósito de Cristo, para recordar el Cristo que se encuentra en mi mente, necesito quitar todos los obstáculos de los pensamientos no amorosos que se encuentran en mi mente y esto lo realizo mediante el perdón. Cristo, es la conexión con Dios que nunca se ha perdido. El Espíritu Santo nos ayuda a restablecer esa unidad con Cristo y con Dios. Esta unidad nunca se ha perdido. Sólo que entramos en el sueño de la creencia en la separación de Dios y la hicimos real en nuestra mente, siendo únicamente una ilusión. 

  Dice Jesús en la lección:

”Pues, ¿quién es Cristo sino Tu Hijo tal como lo creaste? ¿Y que soy yo sino el Cristo en mí?”

Cristo es la única parte de mi mente que es real, es decir, que es una creación de Dios. Es mi verdadera identidad, es mí Ser, es el Hijo de Dios. La otra parte de mi mente la influencia el ego y quiere que me mantenga en la ilusión. Pero puedo, cuando desee, cambiar al Espíritu Santo como maestro para que me ayude a perdonar y a aceptar la Expiación para mí mismo.


Con relación al tema de que soy.

Nos dice, Jesús, en el tema especial 14. ¿Qué soy?:

”Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros”.

Nuestro papel es contribuir a la salvación, vale decir, al deshacimiento del sistema de pensamiento del ego mediante el reconocimiento, nuestro y de nuestros hermanos, de nuestra verdadera identidad como el Hijo de Dios, como el Cristo que somos. 

Es necesario que nos decidamos a aceptar el papel de salvadores del mundo con todos aquellos que nuestro Padre nos envía para, ofrecerle a cada uno un milagro de amor mediante el perdón. De esa manera, sanamos nuestra mente y contribuimos a sanar la de nuestros hermanos pues la salvación es una empresa de colaboración.

 Recordemos la ley del amor: lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo (lección344). Si perdono, soy perdonado. Claro está que perdonando con Dios como vimos en la lección 46 Dios es el amor en el que  perdono.

Proceso de práctica de la lección

1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz


Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 

Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.

Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.


Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)

2. Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios. Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.

4. Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.











Kenneth Wapnick 

«Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí.»

Lección 354 

"Lo que sigue reitera el punto de la lección anterior:

(1:1) «Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya.» 

No se nos pide dentro de nuestra experiencia aquí ir más allá del tiempo, ni identificarnos con la ley de amor de Dios tal como realmente es, la cual solo involucra al espíritu unificado que está totalmente más allá del mundo de separación. Más bien, se nos pide que nos identifiquemos con un uso diferente del tiempo, reflejando la ley de Dios - que lo que le doy a mi hermano, me lo doy a mí mismo, porque somos uno. Cambiamos así nuestro propósito al unirnos con el perdón del Espíritu Santo y, a continuación, recordar nuestra Unicidad en el Cielo, que está más allá de todas las leyes, excepto de la ley del amor del Cielo.

(1:2) «No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí.» 

Dedica un tiempo a reflexionar sobre ese pensamiento. Si piensas en ello, es posible que empieces a sudar frío, acompañado de ansiedad y palpitaciones. El yo que lee estas palabras es muy real para ti, y no quieres dejarlo ir. Es por eso que te sientes tentado a traer la verdad a tu ilusión, en lugar de la ilusión de tu yo a la verdad de Cristo que yace más allá de todas las palabras.

(1:3-5) «No tengo otro propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él.» 

Somos Cristo, unidos como el Hijo de Dios, así como Cristo está unido con Dios. Cuando comprendemos verdaderamente estas palabras, nos damos cuenta de que estos mismos términos - «Dios» y «Cristo», «Padre» e «Hijo»- no tienen ningún significado real. Son símbolos dualistas que reflejan un estado de unidad mucho más allá de nuestra capacidad de comprender. Recordemos estas palabras del texto sobre el verdadero estado de la Trinidad:

“El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. Cristo y Su Padre jamás han estado separados, y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. El Espíritu Santo es el vínculo entre la otra parte -el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial- y el Cristo, para hacer que la unicidad le resulte clara a lo que es realmente uno. En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.” (T-25.I.5:3-6)

Esta unidad se enseña a través del perdón - el deshacimiento de los obstáculos que ponemos entre nosotros y nuestros hermanos; sombras de los obstáculos que erigimos entre nosotros y Dios.

(1:6-7) «Pues, ¿quién es Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste? ¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?»

Al elegir contra el yo falso del ego, hacemos espacio para que el recuerdo de nuestro Ser verdadero alboree en nuestras mentes sanadas, como leemos nuevamente en esta importante declaración cerca del final del texto:

“No sé lo que soy, por lo tanto, no sé lo que estoy haciendo, dónde me encuentro, ni cómo considerar al mundo o a mí mismo. Sin embargo, con esta lección nace la salvación. Y lo que tú eres te hablará de Sí Mismo.” (T-31.V.17:7-9) "

Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.











 

LECCIÓN 354

"Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez

Metafísicamente, Cristo y yo somos uno. Siempre lo hemos sido y siempre lo seremos. "Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya." Pero en este mundo nos creemos separados, y parece que vivimos experiencias de conflicto y sufrimiento que nos llevan a creer que este mundo es real. Por lo tanto, no nos creemos que Cristo y yo somos un solo Ser. 

"No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí." Llegar a pensar en este mundo,  que estoy unido a Cristo, y creérmelo de verdad no es cualquier logro. Significa entre otras cosas, unir mi voluntad de amor con el Amor, a contemplar todo desde la paz y el perdón, ver todo con inocencia e impecabilidad, no emitir ningún juicio, no permitir que mi paz se afecte con ninguna experiencia, pues mi paz no depende de ninguna experiencia de este mundo. 

Es reconocer que Cristo reside en Dios y yo en Cristo. Y a partir de esa unidad, bendecir juntos al mundo con milagros, este sería los últimos pasos que me conducirían a fundirme con Cristo, con mi realidad inmortal, mi yo individual desaparecía y me vuelvo uno con la totalidad. Me lo creo? Lo quiero? Lo deseo de verdad? Voy a por ello con la decisión,  la certeza y la alegría con la que un río desemboca en el mar, para fundirse con el océano infinito del Amor? O todavía conservó apegos, deseos o ilusiones que me aferran al ego, a mi yo individual?  O puedo hacer de esta pregunta una afirmación total y definitiva?: "¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?" respondámonos con total honestidad cada pregunta, solo cada cual la puede contestar, depende de cómo la contestemos reconocemos el Cristo que nos habita, el Ser que somos unidos a nuestro Creador. 

ORACIÓN DEL DÍA:

"Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya. No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. No tengo otro propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él. Pues, ¿quién es Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste? ¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?"

Proponerme unirme a Cristo y tener solo Su propósito, pensar y actuar tal como Cristo lo haría, desde el amor y sólo desde el amor, es la decisión de mi vida, pues implicaría renunciar a todo otro propósito mundano, "No tengo otro propósito que el Suyo. (Cristo) Y Él es como Su Padre.". El Curso nos prepara para ello, dependerá de cada cual, con que tanta dedicación perdonamos todo pensamiento que nos aleje del amor y la paz de Dios. 

Para muchos estas últimas lecciones son como un autoexamen respecto al Curso. ¿Que tan bien practiqué las lecciones? , ¿que tanto me aproximo a los escenarios que me muestran las lecciones finales? ¿El amor y sólo el amor gobierna mi mente? Me siento pleno y en paz? Que tanto miedo y culpa persiste en mi mente? Todavía me preocupan situaciones o circunstancias de mi vida cotidiana? Para muchos que están terminando por primera vez el libro de ejercicios la respuesta puede ser negativa, pero no así el balance. A lo largo de este año han experimentado como su mente se ha sanado y transformado, pero también son conscientes que su practica no estuvo al nivel que cada ejercicio le pedía. Esa fue mi experiencia. Cuando repetí nuevamente las lecciones empecé a descubrir temas y prácticas de perdón que "no había visto" la primera vez. Cada vez que  vuelvo a estudiar el Curso mi nivel de comprensión es mayor. 

Un Curso de Milagros es como una espiral descendente, entre más la recorras llegas a  mayores  profundidades de tu mente. También la puedes interpretar como una espiral ascendente, entre más la recorras más te elevas hacia la totalidad de lo que eres, hacia Dios, hacia el Cristo en ti. 

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "14. ¿Qué soy?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad. 







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