ALGUNAS CITAS DE UN CURSO DE MILAGROS SOBRE EL MUNDO
MUNDO QUE PERCIBES, EL:
El mundo de la percepción, por otra parte, es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y finales. Se basa en interpretaciones y no en hechos. Es un mundo de nacimientos y de muertes, basado en la creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte. Es un mundo que aprendemos, en vez de algo que se nos da; selectivo en cuanto al énfasis perceptual, inestable en su modo de operar e inexacto en sus interpretaciones (Prefacio. "¿Qué postula?").
Dicho mundo es, por lo tanto, una ilusión de aislamiento que se mantiene vigente por miedo a la misma soledad que es su ilusión: Os dije que estaría con vosotros siempre, incluso hasta el fin del mundo
(T- 8.IV.2:3-5).
El mundo, por lo tanto, no puede sino aborrecerme y rechazarme, ya que el mundo es la creencia de que el amor es imposible
(T-8.IV.3:7).
Has concebido muchas ideas que has interpuesto entre tu Creador y tú y estas creencias constituyen el mundo que percibes
(T-11.VII.4:4).
Todo lo que percibes como el mundo externo no es otra cosa que tu intento de mantener vigente tu identificación con el ego, pues todo el mundo cree que esa identificación es su salvación
(T-12.III.7:5).
Dios te dio el mundo real a cambio del mundo que tú fabricaste como resultado de la división de tu mente, el cual es el símbolo de la muerte
(T-12.III.8:4).
El mundo que percibes es un mundo de separación
(T-12.III.9:1).
El mundo que has fabricado es, por lo tanto, completamente caótico, y está regido por "leyes" arbitrarias que no tienen sentido ni significado alguno. Se compone de lo que tú no deseas, lo cual has proyectado desde tu mente porque tienes miedo de ello
(T-12.III.9:6-7).
El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que es así. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte
(T-13 intro.2:2-4).
Este mundo es la imagen de la crucifixión del Hijo de Dios. Y hasta que no te des cuenta de que el Hijo de Dios no puede ser crucificado, este será el mundo que verás
(T-13.intro.4:1-2).
De esta manera, cada uno se aisló en su propio mundo, en el que reina el desorden y en el que lo que está adentro aparenta estar afuera. Mas no ven lo que está adentro, pues no pueden reconocer la realidad de sus hermanos
(T-13.V.4:3-4).
Tu mundo privado está lleno de figuras tétricas que tú mismo has invitado, y, por lo tanto, no puedes ver todo el amor que tus hermanos te ofrecen
(T-13.V.5:7).
Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido. Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. No te comunicas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses lo único que existe en todo el universo. En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. Dios te llama, mas tú no le oyes, pues estás embebido en tu propia voz. Y no puedes ver la visión de Cristo, pues solo te ves a ti mismo(T- 13.V.6:1-7)
Tú no deseas realmente el mundo que ves, pues no ha hecho más que decepcionarte desde los orígenes del tiempo. Las casas que erigiste jamás te dieron cobijo. Los caminos que construiste no te llevaron a ninguna parte, y ninguna de las ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del tiempo. Todo lo que has hecho lleva impreso sobre sí el estigma de la muerte. No lo tengas en tanta estima, pues es un mundo viejo y decrépito, e incluso según lo construías estaba ya listo para retornar al polvo. Este mundo doliente no tiene el poder de influenciar al mundo viviente en absoluto. Tú no puedes conferirle ese poder, y si bien lo abandonas con tristeza, en él no puedes encontrar el camino que conduce más allá de él hacia el otro mundo
(T-13.VII.3:1-7).
El mundo te puede dar únicamente lo que tú le diste, pues al no ser otra cosa que tu propia proyección, no tiene ningún significado aparte del que tú viste en él, y en el que depositaste tu fe
(T-13.IX.3:1).
En el mundo de la escasez, el amor no significa nada, y la paz es imposible
(T-15.VI.5:1).
El Gran Transformador de la percepción emprenderá contigo un examen minucioso de la mente que dio lugar a este mundo y te revelará las aparentes razones por las que lo construiste. A la luz de la auténtica razón que le caracteriza te darás cuenta, a medida que lo sigas, de que este mundo está totalmente desprovisto de razón
(T-17.II.5:2-3).
Mas he ahí un mundo, que aunque claramente existe solo en tu mente, parece estar afuera.
(T-18.II.5:3).
El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. No existe en absoluto. Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. Esa es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. ... Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado.
(T-20.III.5:2-5,8).
El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. Nada más. Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. Por lo tanto, es importante para ti. Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. Tal como el hombre piense, así percibirá
(T-21-intro.1:2-6).
El mundo que ves está basado en el "sacrificio" de la unicidad. Es la imagen de una total desunión y de una absoluta falta de unidad
(T- 26.I.2:1-2).
Este mundo es un intento de probar tu inocencia y, al mismo tiempo de atribuirle valor al ataque (T-26.VII.12:5).
El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti
(T- 27.VIII.7:2-3).
El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, ya no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos
(T-27.VIII.8:1-2).
Pues aunque el mundo sea un sueño de muerte, no tienes por qué dejar qué sea eso para ti
(T-29.VI.5:2).
El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. Es un mundo de terror y desesperación. En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad jamás tendrá éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla
(T-31.I.7:4-8).
Existe una marcada tendencia a pensar que el mundo puede ofrecer consuelo y escape de los mismos problemas que tiene como propósito perpetuar. ¿A qué se debe esto? Se debe a que este es un lugar en el que elegir entre ilusiones parece ser la única opción, ya que tú crees tener control de los resultados de tu elección
(T-31.IV.1:1-4).
Existe una marcada tendencia a pensar que el mundo puede ofrecer consuelo y escape de los mismos problemas que tiene como propósito perpetuar. ¿A qué se debe esto? Se debe a que este es un lugar en el que elegir entre ilusiones parece ser la única opción, ya que tú crees tener control de los resultados de tu elección
(T-31.IV.1:1-4).
De nada sirve lamentarse del mundo. De nada sirve tratar de cambiarlo. No se puede cambiar porque no es más que un efecto
(L- 23.2:2-4).
El mundo que ves es un mundo vengativo, y todo en él es un símbolo de venganza. Cada una de las percepciones que tienes de la "realidad externa" no es más que una representación gráfica de tus propios pensamientos de ataque
(L-23.3:1).
La idea de hoy, al igual que las anteriores, es aplicable tanto a tu mundo interno como al externo, que en realidad son lo mismo
(L-32.2:1).
El mundo que veo no es en modo alguno la representación de pensamientos amorosos. Es un cuadro en el que todo se ve atacado por todo. Es cualquier cosa menos un reflejo del Amor de Dios y del amor de Su Hijo. Son mis propios pensamientos de ataque los que dan lugar a este cuadro
(L-55.2:1-5).
El mundo que ves es ciertamente despiadado, inestable y cruel, indiferente en lo que a ti respecta, presto a la venganza y lleno de odio inclemente. Da únicamente para más tarde quitar, y te despoja de todo aquello que por un tiempo creíste amar. En él no se puede encontrar amor duradero, porque en él no hay amor. Dicho mundo es el mundo del tiempo, donde a todo le llega su fin
(L-129.2:3-6).
El mundo en sí no es nada
(L-132.4:1).
La idea de hoy es verdad porque el mundo no existe. Y si en verdad este no es más que un producto de tu imaginación, puedes entonces liberarlo de todo lo que jamás pensaste que era, cambiando simplemente todos aquellos pensamientos que le daban su apariencia
(L-132.8:2-3).
El mundo no existe porque es un pensamiento separado de Dios, concebido para separar al Padre del Hijo y aislar una parte de Dios mismo, destruyendo de esta manera Su Plenitud
(L-132.13:1).
Nadie puede sufrir pérdida alguna a menos que esa haya sido su propia decisión. Nadie sufre dolor salvo cuando él mismo así lo decide. Nadie puede estar afligido, sentir temor o creer que está enfermo a menos que eso sea lo que desea. Y nadie muere sin su propio consentimiento. Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges. He aquí tu mundo, completo hasta el más ínfimo detalle. He aquí toda la realidad que tiene para ti
(L-152.1:1-7).
¿No es acaso extraño que consideres arrogante pensar que fuiste tú quien fabricó el mundo que ves? Dios no lo creó. De eso puedes estar seguro. ¿Qué puede saber Él de lo efímero, del pecado o de la culpabilidad? ¿Qué puede saber de los temerosos, de los que sufren y de los solitarios; o de la mente que vive dentro de un cuerpo condenado a morir? Pensar que Él ha creado un mundo en el que tales cosas parecen ser reales es acusarlo de demente
(L-152.6:1-5).
El mundo es una ilusión. Aquellos que eligen venir a él andan buscando un lugar donde poder ser ilusiones y así escapar de su propia realidad
(L-155.2:1-2).
Este mundo no es la Voluntad de Dios, por lo tanto, no es real
(L- 166.2:2).
Este mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente sabes que esto es verdad
(L-182.1:1-2).
¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma
(L- 184.3:1-4).
Santo hermano mío, piensa en esto por un momento: el mundo que ves no hace nada. No tiene efectos. No es otra cosa que la representación de tus pensamientos
(L-190.6:1-3).
Niega tu verdadera Identidad y no podrás escaparte de la locura que dio lugar a este extraño, antinatural y fantasmal pensamiento que se burla de la creación y se ríe de Dios. Niega tu verdadera Identidad, y te enfrentas al universo solo, sin un amigo: una diminuta mota de polvo contra legiones de enemigos. Niega tu verdadera Identidad y contemplarás la maldad, el pecado y la muerte, y verás la desesperanza arrebatarte de las manos todo vestigio de esperanza, dejándote solamente con ansias de morir
(L-191.3:1-3).
El mundo es una percepción falsa. Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida
(L-240.3.1:1-3).
El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo.
(L-240.3.2:1-2).
El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo.
(L-240.3.2:1-2).
El mundo que ves no es más que la ilusión de un mundo
(C-4.1:1).
El mundo acabará con alegría porque es un lugar triste. Cuando la alegría haya llegado, el propósito del mundo habrá terminado. El mundo acabará en paz porque es un campo de batalla. Cuando la paz haya llegado, ¿qué propósito podrá tener el mundo? El mundo acabará entre risas porque es un valle de lágrimas
(M-14.5:1-5).
Tanto este mundo como el mundo real son ilusorios, pues la mentalidad recta simplemente pasa por alto o perdona lo que nunca ocurrió
(C- 1.6:2).
Este es el mundo de los opuestos. Y tienes que elegir entre ellos a cada instante mientras el mundo siga siendo real para ti
(O-1.10:1).
MUNDO REAL:
Haz que el mundo real sea real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu Santo, y, por lo tanto te pertenece
(T-12.VI.3:6).
Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite para tus adentros: "El mundo real no es así. En él no hay edificios ni calles por donde todo el mundo camina solo y separado. En él no hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado con luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes que luego se nublan. En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. En él todo resplandece y resplandece eternamente"
(T-13.VII.1).
¡Imagínate cuán hermosos te parecerán todos aquellos a quienes hayas perdonado! En ninguna fantasía habrás visto nunca nada tan bello. Nada de lo que ves aquí, ya sea en sueños o despierto, puede compararse con semejante belleza. Y no habrá nada que valores tanto como esto ni nada que tengas en tanta estima. Nada que recuerdes que en alguna ocasión hiciera cantar a tu corazón de alegría te brindó ni una mínima parte de la felicidad que esta visión ha de brindarte. Pues gracias a ella podrás ver al Hijo de Dios. Contemplarás la belleza que el Espíritu Santo adora contemplar, y por la que le da gracias al Padre
(T-17.II.1:1- 7).
El mundo real, en toda su belleza, es algo que se aprende a alcanzar
(T-17.II.3:4).
El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar
(T-17.II.5:1).
El Espíritu Santo ha depositado dulcemente el mundo real en tu relación: el mundo de los sueños felices, desde los cuales despertar es algo tan fácil y natural
(T-18.II.9:4).
Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpa se topa con el perdón. Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabilidad. Ahí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia; donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensamiento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. Ahí se encuentra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte y prepararte para el paso final de tu viaje interno. Ahí se dejan de lado los sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente reemplazados por la pureza y el amor
(T-18.IX.9:1-7).
Este es el final de la jornada. Nos hemos referido a ese lugar como el mundo real
(T-26.III.3:1-2).
El mundo real es la contrapartida a la alucinación de que el tiempo y la muerte son reales y de que tienen una existencia que puede ser percibida
(T-26.V.12:3).
El mundo real es también un sueño. Excepto que en él los personajes han cambiado y no se ven como ídolos traicioneros. El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie para que sea el sustituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los pensamientos que la mente concibe y lo que ve
(T-29.IX.7:1-4)
El mundo real es un estado en el que la mente ha aprendido cuán fácilmente desparecen los ídolos, que, aunque todavía se perciben, ya no se desean más
(T-30.V.5:2).
El mundo real se alcanza cuando percibes que aquello en lo que el perdón se basa es completamente real y está completamente justificado
(T-30.VI.3:3).
En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes
(T-31.I.8:1).
Para el Espíritu Santo el mundo es un lugar en el que aprendes a perdonarte a ti mismo lo que consideras son tus pecados. De acuerdo con esta percepción, la apariencia física de la tentación se convierte en el reconocimiento espiritual de la salvación
(L-64.2:3-4).
Lo vemos en lo que aparenta ser doloroso, y el dolor da paso a la paz. Lo vemos en los que están desesperados; en los tristes y en los compungidos, en los que creen estar solos y amedrentados y a todos se les devuelve la tranquilidad y la paz interior en la que fueron creados. Y lo vemos igualmente en los moribundos y en los muertos, restituyéndolos así a la vida. Y podemos ver todo esto porque primero lo vimos en nosotros mismos(L-124.5:1-4).
¿Cómo podría ser una pérdida, entonces, encontrar un mundo en el que es imposible perder, en el que el amor perdura eternamente y en el que el odio no existe y la venganza no tiene sentido? ¿Cómo podría ser una pérdida hallar todas las cosas que realmente anhelas, y saber que no tienen fin y que perdurarán a través del tiempo exactamente tal como las deseas? Incluso esas cosas se intercambiarán finalmente por aquello de lo que no podemos hablar, pues desde allí te trasladarás a donde las palabras son completamente inútiles, a un silencio en el que el lenguaje, si bien no es hablado, se entiende perfectamente.
(L-129.3:1-3).
El mundo real representa la pureza del Cielo
(L-159.3:5).
Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que este acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. Y ahora su voluntad es una con la Tuya. Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.
(L-270.1:4-6).
El mundo de Dios es un mundo feliz
(L-301.2:1).
El mundo real es un símbolo como todo lo demás que la percepción ofrece. No obstante es lo opuesto a lo que tú fabricaste
(L-290.8.1:1-2).
El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado
(L-290.8.4.1).
Tanto este mundo como el mundo real son ilusorios, pues la mentalidad recta simplemente pasa por alto o perdona lo que nunca ocurrió
(C- 1.6.2).