Índice de la Lección 154
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LECCIÓN 154
Me cuento entre los ministros de Dios.
1. No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes. ²Ya hemos superado tales necedades. ³No podemos juzgarnos a nosotros mismos ni hace falta que lo hagamos. ⁴Eso no haría más que aplazar la decisión que tenemos que tomar y demorar nuestro compromiso con nuestra función. ⁵No es a nosotros a quien corresponde juzgar nuestra valía, ni tampoco podríamos saber cuál es el mejor papel para nosotros o qué es lo que podemos hacer dentro de un plan más amplio que no podemos captar en su totalidad. ⁶Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno. ⁷Y lo que pensamos que es debilidad puede ser fortaleza, y lo que creemos que es nuestra fortaleza a menudo es arrogancia.
2. Sea cual sea el papel que se te asignó, fue seleccionado por la Voz que habla por Dios, Cuya función es asimismo hablar por ti. ²Dado que el Espíritu Santo ve tus puntos fuertes exactamente como son y es consciente de dónde se puede hacer el mejor uso de ellos, con qué propósito y a quién pueden ayudar y cuándo, elije y acepta tu papel por ti. ³No actúa sin tu consentimiento. ⁴Pero no se deja engañar con respecto a lo que eres y únicamente escucha Su Voz en ti.
3. Mediante esta capacidad Suya de oír una sola Voz, la Cual es la Suya Propia, es como por fin cobras conciencia de que en ti hay sólo una Voz. ²Y esa única Voz te asigna tu función, te la comunica y te proporciona las fuerzas necesarias para que puedas comprenderla, llevar a cabo lo que requiere, así como triunfar en todo lo que hagas que esté relacionado con ella. ³Dios se une a Su Hijo en esto, y Su Hijo se convierte de este modo en el mensajero de la unidad junto con Él.
4. Esta unión de Padre e Hijo, por medio de la Voz que habla por Dios, es lo que hace que la salvación sea algo aparte del mundo. ²Ésta es la Voz que habla de leyes que el mundo no obedece y la que promete salvarnos de todo pecado y abolir la culpa de la mente que Dios creó libre de pecado. ³Ahora esta mente vuelve a cobrar conciencia de Aquel que la creó y de su eterna unión consigo misma. ⁴Y así, su Ser constituye la única realidad en la que su voluntad y la de Dios están unidas.
5. El mensajero no escribe el mensaje que transmite. ²Tampoco cuestiona el derecho del que lo escribe ni pregunta por qué razón ha escogido aquellos que han de recibir el mensaje del que él es portador. ³Basta con que lo acepte, lo lleve a quienes va destinado y cumpla con su cometido de entregarlo. ⁴Si trata de determinar cuáles deben ser los mensajes, o cuál es su propósito o adónde se deben llevar, no estará desempeñando debidamente su papel de portador de la Palabra.
6. Hay una diferencia fundamental en el papel que desempeñan los mensajeros del Cielo que los distingue de los mensajeros del mundo. ²Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos. ³Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos más lejos y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos. ⁴Al igual que los mensajeros del mundo, ellos no escribieron los mensajes de los que son portadores, pero se convierten, en rigor, en los primeros que los reciben a fin de prepararse para darlos.
7. Un mensajero terrenal cumple su misión transmitiendo todos los mensajes de que es portador. ²Los mensajeros de Dios desempeñan su papel aceptando Sus mensajes como si fuesen para ellos mismos; y demuestran que han entendido los mensajes cuando se los transmiten a otros. ³No aceptan ningún papel que no les haya sido asignado por Su autoridad. ⁴Y de esta forma, se benefician con cada mensaje que transmiten.
8. ¿Queréis recibir los mensajes de Dios? ²Pues así es como os convertís en Sus mensajeros. ³Sois nombrados ahora. ⁴No obstante, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis recibido ⁵y de esta forma no os dais cuenta de que son para vosotros, por lo tanto, no los reconocéis. ⁶Nadie puede recibir y comprender que ha recibido, hasta que no da. ⁷Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido.
9. Vosotros que sois ahora los mensajeros de Dios, recibid Sus mensajes, ²pues es parte de la función que se os asignó. ³Dios no ha dejado de ofreceros lo que necesitáis ni tampoco ha dejado de aceptarse. ⁴No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha encomendado que todavía tiene que llevarse a cabo. ⁵Aquel que recibió los mensajes de Dios por vosotros quisiera que vosotros también los recibierais. ⁶Pues de esta manera os identificáis con Él y reivindicáis lo que es vuestro.
10. Esta unión es lo que nos proponemos reconocer hoy. ²No trataremos de mantener nuestras mentes separadas de Aquel que habla por nosotros, pues es nuestra propia voz la que oímos cuando Le prestamos atención. ³Únicamente Él puede hablarnos a nosotros y hablar por nosotros, al unir en una sola Voz el recibir y el dar de la Palabra de Dios; el dar y el recibir de Su Voluntad.
11. Nuestra práctica de hoy consiste en darle a Él lo que es Su Voluntad tener, de manera que podamos reconocer los dones que nos concede. ²Él necesita nuestra voz para poder hablar por medio de nosotros. ³Necesita nuestras manos para que reciban Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. ⁴Necesita nuestros pies para que nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone, de forma que aquellos que esperan acongojados puedan por fin liberarse. ⁵Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya para que podamos ser los verdaderos receptores de Sus dones.
12. Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos. ²Has oído esto cientos de veces y de cien maneras diferentes y, sin embargo, todavía no lo crees. ³Mas una cosa es segura: hasta que no lo creas, recibirás miles y miles de milagros pero no sabrás que Dios no se ha quedado con ningún don más allá de los que tú ya posees ni le ha negado a Su Hijo la más mínima bendición. ⁴¿Qué significado puede tener esto para ti mientras no te hayas identificado con el Hijo y con lo que es suyo?
13. Nuestra lección de hoy reza así:
²Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios por los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre.
14. El mundo retrocede a medida que iluminamos nuestras mentes y reconocemos la veracidad de estas santas palabras, ²pues constituyen el mensaje que hoy nos envía nuestro Creador. ³Ahora demostraremos cómo esas palabras han cambiado lo que pensábamos acerca de nosotros mismos y de lo que era nuestra función. ⁴Pues al demostrar que no aceptamos ninguna voluntad que no compartamos, los numerosos dones que nuestro Creador nos concede aparecerán de inmediato ante nuestra vista y llegarán a nuestras manos, y así reconoceremos lo que hemos recibido.
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A través de Blanca Nivia Morales Contreras.
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LECCIÓN 154 Comentada por Jorge Luis Álvarez Castañeda
Me cuento entre los ministros de Dios.
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
En esta lección, Jesús, quiere que pensemos acerca de cuál es nuestro papel, cuál es nuestra función en este mundo. Podríamos preguntarnos: lo que estamos haciendo en este momento, la relación especial que tenemos con nuestra familia, profesión, amistades, trabajo, etc. ¿le sirve a Dios en su plan de salvación?
Si contestamos esta pregunta con el ego nos dirá que no hemos hecho lo suficiente, que faltó mucho, que podía ser mejor. Las desvalorizaciones ante nosotros mismos no son sino variantes de la culpabilidad ancestral que cargamos por la creencia en la separación. Con el Espíritu Santo, este nos dirá que tenemos una misión aquí que desempeñar: aceptar la Expiación para nosotros mismos, es decir, el entregarle al Espíritu Santo nuestros errores para que Él los corrija tal como vimos en la lección 139 Aceptaré la Expiación para mí mismo.
Jesús, en el capítulo 25 en la sección VI nos aclara sobre nuestro papel en el plan de Dios para la salvación:
”Esta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tu hiciste, para sanar en vez de para hacer daño. Él le asigna a cada cual una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse así mismo en un mundo donde rige la incomplección”. T-25. VI. 4: 1-3
Recordemos que el deseo de ser especial surge con la creencia en la separación donde cada una de esas millones de partes de la mente que se creen separadas proyecta un personaje, un ser con minúscula, que se manifiesta en un cuerpo y construye su propio mundo particular: con familia, amigos, etc.
Y continúa, Jesús, hablándonos sobre la función especial:
”El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la suya pueda consumarse. No pienses que no tienes un valor especial aquí. Tú lo quisiste, y se te concedió. Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosamente a favor de la salvación. El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él”. T-25. VI. 7: 1-5
Jesús, nos dice que el Espíritu Santo escoge y acepta el papel por ti, que Él conoce nuestros puntos fuertes y donde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito y, a quienes puede ayudar y cuando. Y lo que es muy importante: El no actúa sin tu consentimiento. Esta última parte es muy importante. De alguna manera, en algún momento, hemos expresado nuestro deseo por determinada situación y El Espíritu Santo nos lo concede.
Jesús, nos dice que tengamos conciencia de escuchar una sola Voz. De parar el ruido del ego para oír al Espíritu Santo quien asignará tu función, te proporcionará las fuerzas necesarias para poder entender lo que es, así como para poder triunfar en todo lo que hagas que tenga que ver con ello.
Los mensajes que transmiten los ministros, mensajeros o maestros de Dios van dirigidos, en primer lugar, a ellos mismos, pues, enseñan lo que necesitan aprender. Si los aceptan para sí pueden llevarlos más lejos y transmitirlos allí donde se dispuso recibirlos. Son los primeros en recibir el mensaje para darlo. Los mensajeros de Dios desempeñan su papel aceptando Sus mensajes como si fueran para ellos mismos. Si quiero recibir los mensajes de Dios, así me convierto en su mensajero. Cuando doy, acepto que he recibido. Cuando oímos al Espíritu, Santo, nos oímos.
Este proceso lo podríamos resumir así:
Acepto, deseo, recibir los mensajes de Dios: la Palabra de Dios.
Recibo, el mensaje de Dios, la Palabra de Dios.
Doy el mensaje, la Palabra de Dios a mis hermanos.
Reconozco, integro el mensaje, la palabra de Dios.
Jesús, durante las próximas 48 lecciones que empezaron ayer no dará más instrucciones específicas de cómo realizar las prácticas de las lecciones. Voy a resumir lo que se ha hecho anteriormente. Confiemos en que Dios nos dará lo que necesitemos para que cumplamos con nuestro objetivo.
Proceso de práctica de la lección.
Tiempo de quietud por la mañana y por noche.
Reflexión sobre la idea del día. Aquietar la mente. No engancharse en pensamientos distractores. Esperar a Dios. Tiempo mínimo 5 minutos. Ideal 30 minutos o más.
Recordatorios cada hora.
1 o 2 minutos a la hora en punto.
Repite la idea recordando que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.
Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.
Respuesta a la tentación.
Cada vez que sientas la tentación de desconocer el Hijo de Dios que eres y que necesitas perdonar: repite la idea del día.
Esta es la oración de reflexión de hoy:
Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo realizar la lección como se les propone de la mano de Jesús y del Espíritu Santo sin olvidarse de reír, pues la Voluntad de Dios para nosotros es perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
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Lección 154 Comentada por Kenneth Wapnick
Me cuento entre los ministros de Dios.
“La palabra «ministros» no se usa muy a menudo en Un Curso de Milagros – de hecho, no se encuentra en absoluto en el texto o el manual – y la discusión central de ese concepto se encuentra aquí y en la lección anterior. Nuevamente, por «ministros de Dios», Jesús se refiere a los «maestros de Dios» – una frase reservada para el manual para los maestros – cuya función es aceptar la Expiación para sí mismos. En ese sentido, la lección es paralela a “Tu función especial” (T-25.VI).
(1:1-3) «No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes. Ya hemos superado tales necedades. No podemos juzgarnos a nosotros mismos, ni hace falta que lo hagamos.»
La necedad a la que se refiere Jesús es la arrogancia del ego que dice que él tiene razón y que Dios está equivocado. Cada vez que me juzgo a mí mismo, expreso culpa, lo que afirma que hice algo terrible y «soy» algo terrible: haber traicionado el Amor de Dios al destruir la Unicidad del Cielo, soy una persona despreciable – un juicio demente de un pensamiento demente.
(1:4) «Eso no es sino aplazar la decisión y posponer entregarnos de lleno al ejercicio de nuestra función.»
Juzgarnos a nosotros mismos es la manera del ego de mantener la decisión de la mente lejos de nosotros. Luego juzgamos nuestros cuerpos e inmediatamente después juzgamos los de los demás. Si nos hemos identificado con nuestros cuerpos y juicios negativos de nosotros mismos, o creemos que somos maravillosos y que todos los demás son despreciables, ocultamos nuestras mentes. Por lo tanto, sin ser conscientes de la mente, no podemos cambiarla, y demorar así el cumplimiento de nuestra función de perdón que cambia la mente.
(1:5-7) «Nuestro papel no es juzgar nuestra valía, ni tampoco podríamos saber cuál es el mejor papel para nosotros o qué es lo que podemos hacer dentro de un plan más amplio que no podemos captar en su totalidad. Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno. Y lo que pensamos que es debilidad puede ser fortaleza, y lo que creemos que es nuestra fortaleza a menudo es arrogancia.»
Esto es similar a lo siguiente, donde Jesús nos dice que no tenemos base para la evaluación personal:
“...no puedes distinguir entre lo que es un avance y lo que es un retroceso. Has considerado algunos de tus mayores avances como fracasos, y has evaluado algunos de tus peores retrocesos como grandes triunfos.” (T-18.V.1:5-6)
En otras palabras, no hay manera de que podamos entender dónde estamos en nuestro viaje, ni dónde está cualquier otra persona. Nuestros juicios se basan en datos muy limitados, interpretados desde el pasado y orientados en torno a nuestro especialismo. Por lo tanto, no podemos saber cómo el perdón cura «todos» los problemas, ya que no reconocemos que tanto el problema como la respuesta están en la mente. Esto lleva a Jesús a afirmar lo siguiente acerca de la imposibilidad de comprender la verdad desde la perspectiva de las ilusiones (es decir, el pasado), pidiéndonos que no juzguemos, sino que le llevemos todos los juicios:
“¿Crees acaso que puedes llevar la verdad ante las fantasías y aprender lo que significa la verdad desde la perspectiva de lo ilusorio? La verdad no tiene significado dentro de lo ilusorio. El marco de referencia para entender su significado tiene que ser ella misma. Cuando tratas de llevar la verdad ante las ilusiones, estás tratando de hacer que las ilusiones sean reales y de conservarlas justificando tu creencia en ellas.” (T- 17.I.5:1-4)
El lector puede recordar el énfasis inicial de las lecciones sobre cómo el pasado distorsiona nuestro presente.
(2:1) «Sea cual sea el papel que se te haya asignado, fue seleccionado por la Voz que habla por Dios, Cuya función es asimismo hablar por ti.»
Antes de continuar, permítanme decir algunas palabras sobre el lenguaje de Un Curso de Milagros, como he hecho de vez en cuando en estos comentarios. Una lección como esta puede mezclarse muy bien con la arrogancia del especialismo del ego: «yo» tengo un papel asignado en el plan de Dios; el Espíritu Santo «me» ha designado para hacer Su trabajo especial y muy importante. Casi invariablemente, esta arrogancia toma la forma de cosas que debo hacer o decir – obviamente involucrando al cuerpo y su comportamiento. Tal error ocurre fácilmente cuando las oraciones se sacan de contexto y se olvida la metafísica del Curso. Como digo frecuentemente, cuando aprendas y practiques Un Curso de Milagros, nunca dejes que su metafísica no dualista se aleje demasiado de ti. Si lo haces, dejarás de reconocer que Jesús te está hablando en el único nivel que puedes entender y aceptar, y por lo tanto pensarás que te dice la verdad literalmente. Sin embargo, si recuerdas que todo es una ilusión, incluido el “juego feliz” del perdón que Jesús describió en la lección anterior, te darás cuenta de que habla metafóricamente. De hecho, él debe hablar de esa manera, por lo que afirma lo siguiente, a partir de la familiar Introducción a la Clarificación de Términos:
“Este curso opera dentro del marco de referencia del ego, pues ahí es donde se necesita. No se ocupa de lo que está más allá de todo error, ya que está planeado únicamente para fijar el rumbo en dirección a ello. Por lo tanto, se vale de palabras, las cuales son simbólicas y no pueden expresar lo que se encuentra más allá de todo símbolo...El curso es simple. Tiene una sola función y una sola meta. Sólo en eso es totalmente consistente, pues sólo eso puede ser consistente.” (C-in.3:1-3, 8-10)
Una y otra vez Jesús nos dice que debemos perdonar a los demás, que al “Al arca de la paz se entra de dos en dos.” (T-20.IV.6: 5). Sin embargo, él no está hablando de algo que un cuerpo hace con otro cuerpo, lo cual no tendría ningún sentido en este Curso. «Él solo habla de deshacer el sistema de pensamiento de “uno o el otro”». El ego dice que llegas al Cielo a expensas de alguien más. Jesús dice que no puedes llegar al Cielo a expensas de alguien más porque esa persona eres tú: el Hijo de Dios es uno. Experimentamos esta enseñanza a nivel corporal porque creemos que somos cuerpos. Sin embargo, es esencial, nuevamente, entender que Jesús nos está hablando en el nivel con el cual nos identificamos. Sería absurdo que él hiciera lo contrario. Por lo tanto, como ya hemos visto, su curso utiliza el lenguaje de la dualidad – la condición en la que creemos que vivimos. Una “unicidad unida cuál una sola” – una declaración no dualista – no tiene sentido para nosotros:
“De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cuál una sola no tendrá sentido. Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas.” (T-25.I.7:1-5)
Cuando Jesús habla de ser un ministro de Dios, por lo tanto, no se refiere a una misión sagrada que el Espíritu Santo ha designado para que tú – «y sólo tú» – desempeñes. Él quiere decir practicar las lecciones del perdón; y dado que el plan de estudios es muy individualizado – como se nos dice al final del manual (M- 29.2: 6) – las lecciones de cada uno difieren en su forma, aunque su contenido sea el mismo. Por lo tanto, dado que tenemos cuerpos individuales que nacen en familias individuales, en relación con otros cuerpos individuales, el contenido no específico del perdón debe practicarse de maneras específicas. Mencioné anteriormente “Tu función especial” (T-25.VI), en el cual Jesús explica cómo nuestra función especial es perdonar nuestras relaciones especiales. Recuerda a medida que avances en esta lección que Jesús se está refiriendo al «contenido», compartido por nuestra única mente, aunque su expresión en la «forma» difiera obviamente para cada uno de nosotros.
(2:2) «El Espíritu Santo escoge y acepta tu papel por ti, toda vez que ve tus puntos fuertes exactamente como son, y es igualmente consciente de dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y cuándo.»
En los primeros capítulos del texto, Jesús repetidamente dice – originalmente destinado a Helen, pero aplicable a todos nosotros – y parafraseo: No elijas el milagro; déjame elegirlo para ti. Tu tarea es simplemente aceptar mi ayuda para sacar al ego del medio. Lo que queda es mi amor, que te guiará en lo que sea más útil para ti y para los demás. La forma de esa ayuda no es de tu incumbencia, ya que solo necesitas llevar tus ilusiones a mi verdad, que hará el resto.
En el nivel de nuestra experiencia, creemos que Jesús nos dice que hagamos cosas. Sin embargo, una vez más, cuando comprendamos la metafísica subyacente del Curso, no caeremos en la trampa del especialismo espiritual, creyendo que la maravillosa voz del Cielo desciende para decirnos específicamente qué debemos hacer con nuestras vidas. Nuestra experiencia puede informar tal orientación, porque creemos que somos especiales, pero la realidad es que la Voz celestial es inespecífica o abstracta – sólo ama. La mente inconsciente toma un amor no específico y lo traduce en formas específicas que podemos aceptar. El cerebro entonces interpreta esa experiencia como que Jesús nos dice que hagamos tal o cual cosa. Ciertamente, no hay nada malo en esa experiencia, pero no debemos construir una teología sobre ella, ni creer que eso es lo que realmente enseña Un Curso de Milagros. Jesús describe este proceso en la Clarificación de Términos, pero en el lenguaje dualista que el homo sapiens puede entender:
“Dios sabe lo que Su Hijo necesita antes de que él se lo pida. Dios no se ocupa en absoluto de la forma, pero al haber otorgado el contenido, Su Voluntad es que se comprenda. Y eso basta. Las formas se adaptan a las necesidades, pero el contenido es inmutable, tan eterno como su Creador.” (C-3.3:2-5)
En otras palabras, nosotros suministramos la «forma», el Amor de Dios suministra el «contenido».
(2:3-4) «Él no actúa sin tu consentimiento. Pero no se deja engañar con respecto a lo que eres, y escucha solamente Su Voz en ti.»
El Espíritu Santo no se ve afectado por los sueños de nuestro ego. Su presencia nos recuerda Quién somos como Cristo, a pesar de las pobres e ilusorias imágenes de nosotros mismos que fabricamos para que ocupasen Su lugar.
(3:1) «Mediante esta capacidad Suya de oír una sola Voz, la Cual es la Suya Propia, es como tú por fin cobras conciencia de que en ti solo hay una Voz.»
Encontramos aquí todavía un reflejo más del importante tema de la unicidad: somos uno con Dios, Cristo es Uno en Sí Mismo. Somos uno con el Espíritu Santo y con todos. No hay separación y especificidad, sin embargo, lo experimentamos porque la unidad es aterradora. Por lo tanto, la experiencia de «dos» voces es ilusoria también. ¿Cómo puede lo que no existe tener una voz? Solo en sueños de separación puede ser cierto, y el Espíritu Santo nos habla desde fuera del sueño.
(3:2-3) «Y esa sola Voz te asigna tu función, te la comunica, y te proporciona las fuerzas necesarias para poder entender lo que es, para poder llevar a cabo lo que requiere, así como para poder triunfar en todo lo que hagas que tenga que ver con ella. Dios se une a Su Hijo en esto, y Su Hijo se convierte de este modo en el mensajero de la unidad junto con Él.»
El mensaje de unidad del Espíritu Santo refleja el único mensaje de Amor del Cielo. Sin embargo, mientras creamos que estamos separados, el mensaje de amor unificado lo experimentaremos de maneras específicas. Sin embargo, una relación es santa no por lo que una persona específica hace con otra, sino porque nos unimos a la Voz de la Santidad – una Voz de Unicidad – en nuestras mentes.
(4) «Esta unión de Padre e Hijo, a través de la Voz que habla por Dios, es lo que hace que la salvación sea algo aparte del mundo. Ésta es la Voz que habla de leyes que el mundo no obedece, y la que promete salvarnos de todo pecado y abolir la culpabilidad de la mente que Dios creó libre de pecado. Ahora esta mente vuelve a cobrar conciencia de Aquel que la creó y de su eterna unión consigo misma. Y así, su Ser es la única realidad en la que su voluntad y la de Dios están unidas.»
La salvación no tiene nada que ver con el mundo, ni con cuerpos especiales o individuales. Consiste únicamente en unirse con su Voz en nuestras mentes, al elegir contra el ego. Por lo tanto, el perdón deshace nuestros errores específicos, deshace el único error de separación y restablece la conciencia de nuestra Identidad como Cristo, Uno con Su Creador y Fuente.
(5) «El mensajero no escribe el mensaje que transmite. Tampoco cuestiona el derecho del que lo escribe, ni pregunta por qué razón ha escogido aquellos que han de recibir el mensaje del que él es portador. Sólo necesita aceptarlo, llevárselo a quienes va destinado y cumplir con su cometido de entregarlo. Si trata de determinar cuáles deben ser los mensajes, cuál es su propósito o adónde se deben llevar, no estará desempeñando debidamente su papel de portador de la Palabra.»
Jesús enseña que ser ministro o mensajero de Dios es lo mismo que un mensajero mundano. No cuestionamos, sino que simplemente hacemos lo que se nos pide, que es entregar un mensaje de “A” a “B”. No abrimos el sobre y leemos el mensaje, cambiándolo si no nos gusta lo que dice, ya que esto nos colocaría en la posición arrogante de presumir saber mejor que el escritor del mensaje.
Ostensiblemente, esta posición se basa en la «forma», pero el problema real sería con el «contenido». Es por eso que nuestra función es ser el portador del «contenido» de perdón del mensaje, sin cuestionar su Fuente, de Quien no entendemos nada:
“La función de los maestros de Dios no es evaluar el resultado de sus regalos. Su función es simplemente darlos. Una vez que los han dado, han dado también el resultado, puesto que ello es parte del regalo. Nadie puede dar si está preocupado por los resultados de lo que da. Eso sería limitar lo que da, y, en ese caso, ni el que da ni el que recibe dispondrían del regalo...Haber abandonado toda preocupación por el regalo es lo que hace que sea verdaderamente dado...Y es el Espíritu Santo en la mente del donante Quien le da el regalo a él...¿Por qué habría de preocuparse, entonces, un Maestro de Dios por lo que sucede con sus regalos? Al ser Dios Quien se los da a Sí Mismo, ¿quién iba a dejar de recibirlo todo en este intercambio santo?” (M- 6.3:1-5; 4:1, 4, 11-12)
Como mensajero, por lo tanto, se nos pide simplemente que entreguemos el mensaje, y nada más.
Por cierto, casi siempre en Un Curso de Milagros, «Palabra» significa algún aspecto de la Expiación – perdón, salvación, el Espíritu Santo.
Jesús ahora explica la diferencia entre ser un mensajero en el mundo y un mensajero de Dios:
(6:1-2) «Hay una diferencia fundamental en el papel que desempeñan los mensajeros del Cielo que los distingue de los mensajeros del mundo. Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos.»
El único mensaje que debemos traer al mundo es que la separación nunca ocurrió: el Amor de Dios sigue siendo lo que es, para siempre imperturbable por el sistema de pensamiento del ego. Sin embargo, no puedo entregar ese mensaje a menos que lo haya aceptado primero, porque estamos hablando del «contenido», no de la «forma». No son las palabras las que traen el mensaje, por brillantes que sean, sino el amor con el que lo entrego. Sin embargo, no puedo tener amor sin aceptar la Expiación. Por lo tanto, si realmente quiero ser de ayuda en el mundo, no necesito preocuparme por ello ni a quién debo ayudar. Mi mayor interés es solo ayudarme a mí mismo, lo que significa pedirle a Jesús que me ayude a corregir mis percepciones y pensamientos erróneos, dándome cuenta de que estaba equivocado y de que él tenía razón. Una vez que el ego está fuera del camino, su amor fluye a través de mí, y cualquier palabra que diga o cosa que haga estará inevitablemente llena de ese amor.
El desafío es asegurarnos de haber hecho nuestra parte para deshacernos del especialismo, que es muy insidioso y sutil. Es por eso que lo esencial de ser un ministro o maestro de Dios, un obrador de milagros, es aceptar la Expiación para nosotros mismos. Al negar la realidad de la culpabilidad en nuestras mentes, miramos más allá de la oscuridad del ego, permitiendo que la luz del Cielo – el mensaje de la Expiación – brille a través de nosotros sin impedimentos.
(6:3-4) «Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos aún más lejos, y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos. Al igual que los mensajeros del mundo, ellos no escribieron los mensajes de los que son portadores, pero se convierten, en rigor, en los primeros que los reciben, a fin de prepararse para dar.»
Si realmente quiero ser un embajador de Jesús en este mundo, primero debo aceptar su amor para mí mismo. Lo hago tomando conciencia de cuánto «no» lo quiero, porque el amor amenaza mi especialismo e individualidad. Es por eso que Jesús nos insta a ser fieles a él y a sus enseñanzas, en una línea que hemos visto antes:
“No enseñes que mi muerte fue en vano. Enseña, más bien, que no morí, demostrando que vivo en ti.” (T- 11.VI.7:3-4)
(7) «Un mensajero terrenal cumple su misión transmitiendo todos los mensajes de que es portador. Los mensajeros de Dios desempeñan su papel aceptando Sus mensajes como si fuesen para ellos mismos, y demuestran que han entendido los mensajes al transmitírselos a otros. No eligen ningún papel que no les haya sido asignado por Su autoridad. Y de esta forma, se benefician con cada mensaje que transmiten.»
Retomamos este tema central en el Curso – «dar y recibir son en verdad lo mismo». Si quiero recibir el Amor de Dios, tengo que darlo. Si quiero saber que estoy perdonado, tengo que perdonar, lo que significa darse cuenta de que todas las personas comparten la misma necesidad y propósito. Sin importar cuán diferentes seamos, por diferentes que sean nuestros caminos religiosos o espirituales, de todos modos compartimos la necesidad de despertar del sueño del ego y volver a casa. Ese es el único mensaje que necesito recibir para mí y el único mensaje que puedo dar.
Es el corazón del plan de estudios:
“Un maestro de Dios es todo aquel que decide serlo. Sus atributos consisten únicamente en esto: de alguna manera y en algún lugar ha elegido deliberadamente no ver sus propios intereses como algo aparte de los intereses de los demás. Una vez que ha hecho esto, su camino ha quedado establecido y su dirección es segura...Se ha convertido en un portador de salvación. Se ha convertido en un maestro de Dios.” (M-1.1:1- 3, 7-8)
En otras palabras, aprendo lo que enseño y enseño lo que aprendo. Tal es el plan del Espíritu Santo para nuestra salvación:
“En la situación de enseñanza-aprendizaje, cada uno aprende que dar es lo mismo que recibir...Aquellos que han de aprender el mismo curso comparten un mismo interés y un mismo objetivo. Y así, el que era el alumno se convierte ahora en un maestro de Dios, pues ha tomado la misma decisión que hizo que su maestro llegase a él. Ha visto los intereses de otro como si fuesen los suyos propios.” (M-2.5:5, 7-9)
Le damos al mundo lo que hemos aceptado para nosotros mismos. Así, la separación cede el paso a la unicidad, a medida que nuestra práctica de intereses separados desaparece a la luz de la inclusividad compartida.
(8) «¿Queréis recibir los mensajes de Dios? Pues así es como os convertís en Sus mensajeros. Sois nombrados ahora. Sin embargo, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis recibido. Y de esta forma, no os dais cuenta de que son para vosotros, y así, no los reconocéis. Nadie puede recibir, y comprender que ha recibido, hasta que no dé. Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido.»
Si quieres enseñar este curso sobre el perdón, debes aprenderlo. Ese es el significado de: “Sin embargo, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis recibido. Y de esta forma, no os dais cuenta de que son para vosotros, y así, no los reconocéis.” Enseñar Un Curso de Milagros no tiene nada que ver con recitar su metafísica o predicar su mensaje. El Curso se enseña al decirle a alguien en tu mente y en tu corazón: “Tus pecados están perdonados, porque tú y yo no estamos separados”. Sin embargo, no hay manera de que puedas enseñar ese mensaje sin ejemplificarlo renunciando a la inversión de juzgar. Por lo tanto, uno de los temas clave en el Curso es desarrollar una relación con el Espíritu Santo. Unirse al Pensamiento de amor que viene desde fuera del sueño es la única forma de aprender que tu sueño no tuvo ningún efecto. Así recuerdas a tu Ser, y de ese recuerdo Su Amor es dado libremente, porque ha sido totalmente recibido. Y así define Jesús la verdadera generosidad:
“La palabra generosidad tiene un significado especial para el maestro de Dios. No es el significado usual de la palabra...Para el mundo, generosidad significa “dar” en el sentido de “perder”. Para los maestros de Dios, generosidad significa dar en el sentido de conservar...El maestro de Dios es generoso en interés propio. Pero no nos referimos aquí al interés propio del ser del que el mundo habla. El maestro de Dios no quiere nada que él no pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún valor para él...Pero sí quiere conservar todas las cosas que son de Dios, y que, por ende, son para Su Hijo. Ésas son las cosas que le pertenecen. Ésas sí que las puede dar con verdadera generosidad, conservándolas de este modo para sí mismo eternamente.” (M-4.VII.1:1-2, 4-5; 2:1-3, 10-12)
(9) «Vosotros que sois ahora los mensajeros de Dios, recibid Sus mensajes. Pues eso es parte de la función que se os asignó. Dios no ha dejado de ofreceros lo que necesitáis, ni ello ha dejado de aceptarse. No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado que todavía tiene que llevarse a cabo. Aquel que recibió los mensajes de Dios por vosotros quisiera que vosotros también los recibierais. Pues de esta manera os identificáis con Él y reivindicáis lo que es vuestro.»
Jesús te está diciendo aquí que si has llegado hasta aquí, probablemente hayas hablado con la gente acerca de esto y los hayas influenciado, pero aún no has cumplido tu función o papel: “No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado que todavía tiene que llevarse a cabo.” Todavía hay trabajo para que hagas: estar siempre atento al ego y su especialismo, pidiéndole a Jesús que te ayude a mirarlos a través de sus ojos gentilmente indulgentes, para que no juzgues a los demás ni a ti mismo. “Las recompensas que se derivan de enseñar” contiene un pasaje relevante que originalmente estaba destinado a Helen. La escriba de Jesús fue una maestra, terapeuta y amiga muy útil, cuyo sabio consejo benefició a muchos. Sin embargo, nunca fue capaz de obtener ganancias – al menos no en una medida observable – de lo que ella enseñó, o quién enseñó a través de ella. Le pregunté un día, después de asistir a una de sus sesiones informales de asesoramiento: “¿Escuchaste lo que dijiste?”. Sabía que no lo había hecho – ella nunca lo hizo – pero yo estaba planteando lo mismo; es decir, cuánto más feliz sería ella si pudiera seguir su propio consejo. Esto es lo que Jesús le dijo a ella, en palabras que obviamente son para todos nosotros:
“Es posible que hayas enseñado bien, pero que no hayas aprendido a aceptar el bienestar que te produce enseñar. Si examinases lo que has enseñado, y cuán ajeno es a lo que creías saber, no podrías por menos que darte cuenta de que tu Maestro tuvo que proceder de más allá de tu sistema de pensamiento...Pues ciertamente lo que Él ha enseñado y lo que tú has enseñado a través de Él, no tiene nada en común con lo que tú enseñabas antes de que Él llegase. Y como resultado de ello, has llevado paz allí donde antes había dolor, y el sufrimiento ha desaparecido para ser reemplazado por la alegría.
Puede que hayas enseñado lo que es la libertad, pero no has aprendido a ser libre...
Jamás podrías haber enseñado lo que es la libertad a no ser que creyeses en ella. Lo que enseñaste, pues, tuvo que haber procedido de ti. Sin embargo, es evidente que no conoces el Ser que eres, y que no lo reconoces a pesar de que está activo. Lo que está activo tiene que estar presente...El propósito de este curso es que aprendas a conocerte a ti mismo. Has enseñado lo que eres, pero no has permitido que lo que eres te enseñe a ti...Dentro de ti, no obstante, se encuentra todo lo que has enseñado.” (T-16.III.1:2-3, 6-2:1; 3:4- 7; 4:1-2, 4)
(10:1-2) «Esta unión es lo que nos proponemos reconocer hoy. No trataremos de mantener nuestras mentes separadas de Aquel que habla por nosotros, pues es nuestra propia voz la que oímos cuando le prestamos atención a Él.»
Jesús no se refiere a la voz de nuestro ego, que habla en favor del ataque, el especialismo y el principio de «uno o el otro», sino a la Voz del Espíritu Santo en nuestras mentes correctas con la que ahora nos unimos, habiendo abandonado el ego. Su Voz habla en favor del perdón, la curación y el principio de que “La salvación es una empresa de colaboración.” (T-4.VI.8: 2).
(10:3) «Únicamente Él puede hablarnos a nosotros y hablar por nosotros, uniendo en una sola Voz el recibir y el dar de la Palabra de Dios; el dar y el recibir de Su Voluntad.»
Recibir y dar, dar y recibir, son todos uno, al igual que solo hay una Voz. La Voz que habla dentro de mi mente es la misma Voz que habla dentro de la tuya. Porque creemos que estamos separados y somos diferentes, sin embargo, experimentamos la Voz de manera diferente. Se llama diversamente Jesús, el Espíritu Santo, el Buda, Dios, etc., pero sigue siendo la única Voz del amor y la sabiduría. Hablar de entidades desencarnadas, seres superiores e inferiores y otros fenómenos diversos son todos parte del sueño de separación. En verdad, puede haber una sola Voz, ya que solo hay «una» verdad. Las formas de ayuda son muchas; la Ayuda es una:
“Los ayudantes que se te proveen varían de forma, aunque ante el altar son uno solo. Más allá de cada uno de ellos se encuentra un Pensamiento de Dios, y esto jamás ha de cambiar. Pero sus nombres difieren por un tiempo, puesto que el tiempo necesita símbolos, siendo de por sí irreal. Sus nombres son legión, pero no nos extenderemos más allá de los nombres que el curso en sí emplea. Dios no provee ayuda, pues no sabe de necesidades. Sin embargo, Él crea todos los Ayudantes que Su Hijo pueda necesitar, mientras éste siga creyendo que sus fantasías son reales. Dale gracias a Dios por ellos, pues son quienes te conducirán de regreso a tu hogar.” (C-5.1:3-9)
(11:1) «Nuestra práctica de hoy consiste en darle a Él lo que es Su Voluntad tener, de manera que podamos reconocer los dones que nos hace.»
Un Curso de Milagros está repleto de pasajes que describen los dones de perdón que son nuestros para dar, ya sea que el objeto sea el Espíritu Santo, como lo es aquí, o nuestros hermanos. De hecho, el principio de aceptar el perdón ofreciéndolo va al corazón del mensaje del Curso. Aquí hay un pasaje representativo y bello del final de los Obstáculos a la Paz:
“Contempla a tu Amigo, al Cristo que está a tu lado. ¡Qué santo y hermoso es! Pensaste que había pecado porque arrojaste sobre Él el velo del pecado para ocultar Su hermosura. A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón para que compartas con Él Su santidad...Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. ¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. No hay gracia del Cielo que no puedas ofrecerle a tu hermano, y recibir de tu santísimo Amigo. No permitas que te la niegue, pues al recibirla se la ofreces a él. Y él recibirá de ti lo que tú recibiste de él. La redención se te ha concedido para que se la des a tu hermano, y para que de esta manera la recibas. Liberas al que perdonas, y participas de lo que das.” (T-19.IVD.14:1-4; 15:1-9)
Lo que sigue es una bella serie de oraciones – que aparecen en otros lugares también en Un Curso de Milagros, aunque con un tema diferente – que describen cómo el Espíritu Santo necesita la figura del sueño para expresar Su mensaje desde fuera del sueño:
(11:2-5) «Él necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. Necesita nuestras manos para que acepten Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. Necesita nuestros pies para que éstos nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone que vayamos, de forma que aquellos que esperan acongojados puedan por fin liberarse. Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga.»
Dado que hicimos el cuerpo como un símbolo de ataque, puede cumplir una función diferente si se le entrega al Espíritu Santo. En sí mismo, el cuerpo no es nada – ni santo ni profano – pero el mundo que fue fabricado como un ataque contra Dios puede convertirse en un aula de aprendizaje en la cual aprendemos que el ataque no tiene ningún efecto. El cuerpo – que fue hecho para limitar el amor (T-18.VIII.1: 2) como prueba de que el amor especial del ego tiene razón y el Amor de Dios está equivocado – ahora puede expresar un mensaje diferente. Esto no tiene nada que ver con el comportamiento, sino con reflejar nuestra elección de un maestro diferente. Cuando elegimos el amor no específico de Jesús, lo no específico se traduce en lo específico – es decir, el cuerpo.
El amor no tiene voz, ya que es insonoro, pero su reflejo de mentalidad correcta puede de hecho ser escuchado a través de nosotros. Así como el pensamiento abstracto del amor en la mente de Helen necesitaba su cuerpo -específicamente sus manos- para tomar Un Curso de Milagros, Jesús también necesita que reflejemos su amor en el mundo; no porque el mundo sea real, sino porque necesitamos sus símbolos de amor para corregir los símbolos de odio del ego. La Lección 184 ampliará este tema.
(12:1) «Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos.»
Si quieres saber que Un Curso de Milagros es cierto, que el amor de Jesús es una realidad, y que eres uno con Dios, debes renunciar a tu inversión en el principio de «uno o el otro». Si quiere saber que «dar y recibir son en verdad lo mismo» y que no hay pérdida ni ganancia – a pesar de la cuarta ley del caos (T-23.II.9-11) – , debes practicar durante todo el día estar atento a que tan a menudo eliges «uno o el otro» como tu principio reinante. Cuando quieres que tus juicios y especialismo sean verdad, sabes que has elegido el sistema de pensamiento del ego como propio. Por lo tanto, la manera de hacer que los pensamientos maravillosos en esta lección sean verdaderos para ti es ver cuánto «no» quieres aprender esta lección. Darse cuenta, entonces, del tremendo costo de basar tu vida en el principio de «uno o el otro», porque no te traerá paz, sino el mismo dolor que trae a todos los que siguen al ego.
Renunciar a este principio en favor del «dar y recibir son en verdad lo mismo» del Espíritu Santo dé es la clave para encontrar la felicidad que buscas.
(12:2-3) «Has oído esto cientos de veces y de cien maneras diferentes, y, sin embargo, todavía no lo crees. Mas ten por seguro esto: hasta que no lo creas, recibirás miles y miles de milagros, pero no sabrás que Dios Mismo no se ha quedado con ningún regalo que tú ya no poseas, ni le ha negado a Su Hijo la más mínima bendición.»
No conocerás el Amor de Dios a menos que te conviertas en su reflejo dentro del sueño, provocado por estar atento a las sombras del ego. Éstos emanan de pensamientos de pecado y culpabilidad, que dicen que el principio de «uno o el otro» estableció tu realidad y continúan sustentándolo: yo existo y alguien más paga el precio de mi pecado. De nuevo, debes darte cuenta del terrible costo de aferrarte a este sistema de pensamiento – olvidar el regalo que Dios te ha dado, el regalo que «tienes» y «eres», y que compartes con todos tus hermanos:
“El don de la vida es tuyo para que lo des, ya que fue algo que se te dio. No eres consciente de él porque no lo das...Por lo tanto, no estás extendiendo el don que a la vez tienes y eres, y consecuentemente no puedes conocer a tu propio Ser...Honra únicamente a los Hijos del Dios viviente, y alégrate de poder contarte entre ellos.
Honrar a tus hermanos es el único regalo apropiado para quienes Dios Mismo creó dignos de honor, y a quienes honra. Muéstrales el aprecio que Dios siempre les concede, pues son Sus Hijos amados en quienes Él se complace. No puedes estar separado de ellos porque no estás separado de Él. Descansa en Su Amor y protege tu descanso amando. Pero ama todo lo que Él creó -de lo cual formas parte- o no podrás aprender lo que es Su paz y aceptar Su don para ti mismo y como tú mismo. No podrás conocer tu propia perfección hasta que no hayas honrado a todos los que fueron creados como tú.” (T-7.VII.5:1-2, 4, 8; 6)
(12:4-13:2) «¿Qué significado puede tener esto para ti a no ser que te hayas identificado con el Hijo y con lo que es suyo? Nuestra lección de hoy reza así:
Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre.»
Los medios son mis relaciones especiales, y ahora pido la ayuda de Jesús sin decirle qué debe ser esa ayuda. Por lo tanto, miro con él mi inversión en el especialismo, permitiendo que su amor me guíe al cambiar mis percepciones de los demás como algo separado de mí, a su visión de la unidad inherente del Hijo de Dios – en la tierra como Él está en el Cielo.
(14) «El mundo retrocederá a medida que iluminemos nuestras mentes y reconozcamos la veracidad de estas santas palabras. Pues constituyen el mensaje que hoy nos envía nuestro Creador. Ahora demostraremos cómo han cambiado lo que pensábamos de nosotros mismos y de lo que nuestra función era. Pues al demostrar que no aceptamos ninguna voluntad que no sea la que compartimos, los numerosos dones que nuestro Creador nos otorga aparecerán de inmediato ante nuestra vista y llegarán a nuestras manos, y así reconoceremos lo que hemos recibido.»
Este último párrafo aguarda con interés la Lección 155, ya que esta lección amplía la anterior. Resume bellamente el mensaje central del Curso de que demostramos su verdad a nuestros hermanos – el ego no tiene poder sobre el Hijo de Dios, cuya paz y amor permanecen para siempre como Dios los dio, inmutables y eternos:
“Tu misión es muy simple. Se te pide que vivas de tal forma que demuestre que no eres un ego, y yo no me equivoco al elegir los canales de Dios.” (T-4.VI.6:2-3)
Por lo tanto, una vez que nos damos cuenta de que los deseos del ego ya no son nuestros, los dones de Dios, nacidos de nuestro perdón, darán un salto a la conciencia. Una canción de gratitud fluye a través de nuestros corazones, en agradecimiento por lo que hemos recibido. Jesús da palabras a esta canción en “Los Regalos de Dios”.
«Padre, te damos gracias por estos regalos que hemos encontrado juntos. Aquí somos redimidos. Porque es aquí donde nos unimos, y desde este lugar de unión sagrada vendremos a Ti porque reconocemos los dones que Tú nos has dado y no querríamos ningún otro. Cada mano que encuentre su camino hacia la mía tomará Tus dones de mí, y mientras miramos juntos en el lugar en el que puse sus regalos sin valor para ti, no veremos nada más que los dones de Dios reflejados en el resplandor alrededor de nuestras cabezas... Los regalos de miedo, el sueño de muerte, han acabado. Y damos gracias. Y damos gracias.»
Un curso de milagros L.pI.154 www.celebrandoelmilagro.com
LECCIÓN 154 Comentada por Oscar Gómez Díez
"Me cuento entre los ministros de Dios."
El término "ministro de Dios " no es de uso frecuente en Un Curso de Milagros, lo vemos en las lecciones 153 y 154, y se equipara con los conceptos de mensajero de Dios, y más adelante como maestro de Dios.
Dado el lenguaje cristiano del Curso, vale la pena precisar el significado tanto en la iglesia católica como en las iglesias no tradicionales: "Ministro viene del verbo ministrar o servir, así que un Ministro es alguien que sirve a los demás miembros de su grupo religioso."
"Ministro es el título dado a ciertas personas en algunas iglesias, quienes son autorizadas para realizar determinadas funciones que varían en cada religión."
En la Iglesia católica, el ministro es quien administra válidamente los sacramentos. Según el caso puede ser el obispo o el sacerdote, y en el caso del matrimonio los contrayentes. En las iglesias no tradicionales, es alguien del clero ordenado, el pastor o predicador.
En esta lección el término "ministro de Dios " se equipara con el de mensajero de Dios, de hecho se utiliza este último término para explicarnos el papel que debemos practicar en este mundo.
La lección empieza diciéndonos que así como no podemos juzgar a nuestros hermanos, tampoco podemos juzgarnos a nosotros mismos, pues no tenemos la capacidad para ello, ni podemos establecer nuestra propia valía, esa la determinó Dios y no está en cuestión. Tampoco podemos determinar nuestro papel dentro de un plan más amplio, que no podemos captar en su totalidad. Solo el Espíritu Santo tiene esa capacidad. "Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno."
"El Espíritu Santo escoge y acepta tu papel por ti, toda vez que ve tus puntos fuertes exactamente como son, y es igualmente consciente de dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y cuándo."
"Él no actúa sin tu consentimiento" de ahí que siempre debemos invocarlo para que nos guíe y oriente, para que nos ayude a sanar y perdonar.
y "asigna tu función, te la comunica, y te proporciona las fuerzas necesarias para poder entender lo que es, para poder llevar a cabo lo que requiere, así como para poder triunfar en todo lo que hagas que tenga que ver con ella."
Una vez asignado el papel, precisemos el como y el para que. El Curso dice que nuestro papel es la de mensajero de Dios. Y nos precisa las características que lo diferencian de los mensajeros del mundo.
Un mensajero es quien lleva un mensaje de un emisor a un destinatario, el mensajero no escribe el mensaje, no lo lee, no lo revisa ni lo juzga, sólo lo entrega. En el caso del mensajero de Dios, tampoco escribe el mensaje, ni cuestiona a Quien lo escribe, ni lo reescribe, tampoco cuestiona sobre los destinatarios del mensaje, solo acepta la misión y lleva el mensaje, pero si que tienen una característica que lo distingue de los mensajeros de este mundo: "Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos. Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos aún más lejos, y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos." el destinatario del mensaje es el propio mensajero, quien una vez ha comprobado en sí mismo la realidad del mensaje, se apropia del mismo, lo comparte con sus hermanos, y en ese momento se convierte en un mensajero de Dios,
"Nadie puede recibir, y comprender qué ha recibido, hasta que no dé. Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido." demostramos que hemos comprendido el mensaje al transmitirlo a otros, es enseñando que aprendemos, aplicando el principio de dar y recibir. Y aquel que recibe el mensaje también querrá compartirlo contigo de tal manera que nos convertimos en una sola Voz bajo la guía del Espíritu Santo, de esta manera unimos nuestras mentes y corazones para retornar a la unidad a la que siempre hemos pertenecido.
El Espíritu Santo "necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. Necesita nuestras manos para que acepten Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. Necesita nuestros pies para que éstos nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone que vayamos, de forma que aquellos que esperan acongojados puedan por fin liberarse. Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga."
Hoy aprenderemos la lección que no reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo hayamos dado.
PRÁCTICA:
Aquiétate durante 5 minutos como mínimo, o hasta 15 ó 30 minutos, de acuerdo a tu disposición, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia las siguientes palabras:
"Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre."
En la medida que nos aquietamos con estas palabras, hagamos consciencia que sólo puedo reconocer que soy libre, si acepto plenamente la verdad de lo que soy, y lo medios que se me dieron para llegar a tal reconocimiento, que son los milagros y el perdón, que deshacen las creencias de lo que no soy, que me liberan de la esclavitud del ego, y por lo tanto, doy gracias a Dios, al Espíritu Santo, y a Jesús por las bendiciones y la guía recibida; y así como a mis hermanos, que a través de mi perdón me permitieron reconocerlos y llevarles el mensaje de la salvación como demostración que lo he comprendido, asumiendo mi papel como ministro de Dios, como mensajero del amor y de la paz.
PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:
Y cada hora a lo largo del día nos sentaremos un par de minutos en silencio a recordar nuestro papel como mensajeros de Dios, diciéndonos:
"Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre."
La mejor demostración que hemos aprendido algo es enseñándolo, pues cuando enseñamos, cuando compartimos lo que hemos aprendido, se vuelve verdad para nosotros. Dar y recibir son lo mismo, esto se nos ha enseñado de múltiples maneras, si queremos recibir los regalos de Dios, primero debemos darlos, esta es una regla universal para todo lo que hacemos en la vida, si queremos recibir amor, ofrezcamos amor, si queremos recibir paz ofrezcamos paz, no hay otra manera de recibir que dando, pues todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.
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