Introducción a las lecciones 181-200
LECCIÓN 184
El Nombre de Dios es mi herencia.
1. Vives a base de símbolos. ²Has inventado nombres para todas las cosas que ves. ³Cada una de ellas se ha convertido en una entidad aparte, identificada por su propio nombre. ⁴De esta manera la segregas de la unidad. ⁵De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. ⁶Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.
2. Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo. ²Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú. ³De esa manera, crees haber "creado" vida en la separación. ⁴Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.
3. ¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? ²Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. ³A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. ⁴Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.
4. Así es como se construye la realidad a base de una visión parcial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad. ²Su enemigo es la unidad. ³Concibe cosas sin importancia y las contempla. ⁴Y la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.
5. Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción. ²Es difícil enseñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. ³No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunicación y compartir conceptos de manera que tengan sentido.
6. Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa. ²Y todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real. ³Eso es lo que propugnan. ⁴No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí. ⁵Se puede ver, tal como es de esperar. ⁶Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. ⁷Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.
7. Tal es la enseñanza del mundo. ²No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar. ³Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus premisas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos. ⁴El aprendizaje que se limita. a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado. ⁵Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser puestos en duda.
8. No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. ²¡Las ilusiones, sí! ³Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. ⁴Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges. ⁵Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente. ⁶Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en aceptar ese nombre que le das como su nombre. ⁷Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.
9. Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente. ²Todavía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. ³Mas no te dejes engañar por ellos. ⁴No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. ⁵Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comunicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero reconoces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.
10. Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. ²Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reconocimiento de lo que es verdad. ³Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irrealidad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.
11. Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la oscuridad. ²Mas no los aceptes como tu realidad. ³El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. ⁴Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conveniencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.
12. Dios no tiene nombre. ²Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una ay con esta lección finaliza todo aprendizaje. ³Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. ⁴Toda brecha se cierra y la separación se subsana. ⁵El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. ⁶Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabricaste como justo tributo para el Hijo que Él ama.
13. Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. ²La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra. ³Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. ⁴Invocamos un solo Nombre en nuestras prácticas. ⁵Y nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.
14. Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos comparten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. ²Este es el Nombre que usamos en nuestras prácticas. ³Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen. ⁴Y se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. ⁵Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendiciones que podemos dar según las recibimos.
15. Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. ²En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. ³Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. ⁴Y nos sentimos contentos y agradecidos de haber estado equivocados. ⁵Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. ⁶Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. ⁷Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que nosotros mismos hemos hecho. ⁸Tu Nombre nos une en la unicidad* que es nuestra herencia. y nuestra paz. ⁹Amén.
AUDIOS de la Lección 184
de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la introducción a las Lecciones 181-200
A través de Mariano Noé
Lectura de la Lección 184
A través de Mariano Noé.
Ocurrir de la Lección 184
a través de Martin Musarra
Lección 184
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 184
El Nombre de Dios es mi herencia.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
La lección 184 El Nombre de Dios es mi herencia, continúa con el tema del Nombre de Dios que vimos ayer.
El obstáculo que, Jesús, quiere que superemos hoy y que limita nuestras miras, es el creer que la realidad se compone de una multitud de nombres que separan las cosas y no del Nombre de Dios que fomenta la unidad.
Jesús nos dice en la lección:
_”Vives a base de símbolos. Has inventado nombres para todas las cosas que ves. Cada una de ellas se ha convertido en una entidad aparte, identificada por su nombre propio. De esta manera, la segregas de la unidad”_.
Al segregarlas surgen espacios entre las cosas y, en ese contexto, se da la percepción. Recordemos que la percepción aparece como consecuencia de la creencia de la separación de Dios en la cual aparece un sujeto que ve objetos que están separados de él y utiliza la comparación y las polaridades (alto- bajo, triste-alegre, etc.) para hacer sus juicios y valoraciones. Con la creencia en la separación, la mente colectiva que creyó separarse de la Mente de Una de Dios, proyecta un mundo de millones y millones de cuerpos que contienen fragmentos de mente. A esos nombres de objetos y de cuerpos se les da un significado y se consideran significativos. Esos miles y miles de nombres es la herencia que recibimos del mundo para afirmar que es real, que expresa la realidad.
Vale la pena recordar que es lo real y la realidad. Lo real son las creaciones de Dios. La realidad nos fue dada por Dios. Sólo hay una sola realidad, no hay diferentes realidades. La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo o la ocasión. Su naturaleza es inmutable. Hay perfecta unidad en ella. Lo contrario de la realidad son las ilusiones. La realidad es algo seguro, bondadosa con todo el mundo y con todas las cosas. No es atemorizante. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o sus actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas.
Jesús, nos dice que todavía tenemos necesidad de usar los símbolos del mundo, pero nos llama a no dejarnos engañar por esto pues no es la verdadera realidad. Podemos valernos de ellos, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, para comunicarnos con nuestros hermanos y transmitirles el mensaje del Nombre de Dios y que su realidad no son esos símbolos del mundo.
Jesús, manifiesta la necesidad de tener intervalos de tiempo donde entremos en contacto con la Palabra y el Nombre de Dios que es nuestro Ser. Estos instantes santos, nos permiten asimilar la grandeza de Dios para luego regresar a la obscuridad de este mundo y proclamar que éste no es real.
Jesús nos dice:
_“Usa todos los nombres y símbolos nimios que delinean el mundo de la obscuridad. Mas no los aceptes como tu realidad. El Espíritu Santo se vale de ellos, pero no se olvida de que la Creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente, la Cual une a todas las cosas dentro de Sí Misma”_.
Este solo Nombre, solo Significado y sola Fuente, es Dios. El tener esto claro es profundamente sanador. Ya no estamos dispersos en miles y miles de planes y objetivos. Tenemos un solo referente: El Nombre de Dios.
En la práctica de hoy, Jesús, nos propone aceptar lo que Dios nos ha dado. Tengamos la certeza de que nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. Unificamos un solo Nombre en nuestra práctica. Un solo Nombre para unificar la visión.
Proceso de práctica de la lección.
1. Tiempo de quietud por la mañana y por noche.
Reflexión sobre la idea del día. Cerrar los ojos. Aquietar la mente. No engancharse en pensamientos distractores.
Aceptar el Nombre de Dios cómo tu herencia en reemplazo a los miles de nombres que has heredado de este mundo que lo que hacen es profundizar la separación. El Nombre de Dios es tu Ser y es lo único que necesitas para alcanzar la paz y la felicidad.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta sin palabras sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Repite la idea de hoy. Repite el Nombre de Dios una y otra vez hasta que sea la única idea en tu mente. Si llegan pensamientos distractores repite el Nombre de Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz.
Tiempo mínimo 5 minutos. Ideal 30 minutos o más.
La idea de hoy es:
El Nombre de Dios es mí herencia.
2. Recordatorios cada hora.
1 o 2 minutos a la hora en punto.
Repite la idea recordando que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.
Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.
3. Respuesta a la tentación.
Cuando aparezca la tentación de ver en un hermano únicamente su cuerpo y desconozcas su verdadera Identidad como Hijo de Dios, utiliza el Nombre de Dios. También si sientes que necesita perdonar y que estás perdiendo la paz, utiliza la idea del día.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo leer la Introducción a las lecciones 181-200 porque nos ayudará a no perder la perspectiva de lo que estamos haciendo. De igual manera, realizar las prácticas como se les propone siempre de la mano de Jesús y el Espíritu Santo y, sin olvidarse de reír, porque la Voluntad de Dios para nosotros es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 184 comentada por Ken Wapnick
El Nombre de Dios es mi herencia.
“Esta es la segunda lección que trata específicamente con el Nombre de Dios y, para recordar nuestra discusión de la Lección 183, el término «Nombre de Dios» no debe tomarse literalmente, como se afirma al final de la lección, “Dios no tiene nombre”. La frase se usa solo como corrección para el pensamiento de mentalidad errada del ego, específicamente para la creencia en la separación: el nombre del ego de pecado, ataque, castigo y muerte. Por lo tanto, el «Nombre de Dios» es un símbolo que nos recuerda nuestra unidad como Hijo de Dios y la Unidad de Cristo con Dios. Por lo tanto, el tema principal de la lección es cómo invocar el Nombre de Dios nos ayuda a recordar que el mundo de separación es ilusorio, fabricado para negar la realidad de la perfecta unidad de Dios. Por lo tanto, aquí se representa la dicotomía de dualidad y no dualidad, percepción y conocimiento, separación y unidad – todo lo cual refleja la separación de Dios.
La primera parte de la lección habla de la creencia del ego de que efectivamente logró lo imposible: la separación de Dios el Creador.
(1:1-4) «Vives a base de símbolos. Has inventado nombres para todas las cosas que ves. Cada una de ellas se ha convertido en una entidad aparte, identificada por su propio nombre. De esta manera la segregas de la unidad.»
El Hijo de Dios es la unidad perfecta, pero creemos que hemos hecho añicos su perfección, lo que ha resultado en miles de millones de fragmentos de la Filiación original. Cada fragmento es una ilusión, ya sea de homo sapiens o de cualquier miembro de los reinos animal, vegetal o mineral. Todo lo que parece tener forma, que puede reconocerse discretamente como algo separado de otra cosa, es parte de la distorsión del ego de la Filiación unificada. Recuerda, cuando Jesús se refiere al Hijo de Dios, no está hablando de seres humanos. El Hijo de Dios es un Pensamiento en la Mente de Dios y, en su estado separado, un pensamiento en la mente dividida que trasciende las formas específicas – animadas o inanimadas – a las que identificamos y damos nombres. Recordemos esta oración de Jesús en el texto:
“Te doy las gracias, Padre, sabiendo que Tú vendrás a salvar cada diminuta brecha que hay entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo. Tu santidad, absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos. Y están unidos porque lo que mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos. ¡Cuán sagrado es el más diminuto grano de arena, cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada, pues el todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás.” (T-28.IV.9)
(1:5-6) «De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.»
Esta es una descripción maravillosa del mundo perceptivo. Para volver a señalar este punto, cuando Jesús nos dice que Dios no creó el mundo, lo dice literalmente. Él no creó un mundo perceptivo y separado en el que hay diferencias individuales – de hecho, en el que hay individualidad de cualquier tipo. Dado que Dios no reconoce a los individuos, Él no conoce nuestro yo separado que existe fuera de Su Mente, lo que significa que este yo no es real. Asegúrate de no confundir las enseñanzas de Un Curso de Milagros con las de otros caminos espirituales, que hacen que el universo físico sea parte de lo divino.
(2:1) «Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo.»
Esto se aplica tanto a la percepción de mentalidad correcta como a la de mentalidad errada. El mismo hecho de que puedas percibir -reconociendo un objeto o persona como diferente de otro- te dice que este mundo es un sueño, y no el mundo de la unidad que Dios creó como el hogar de Su Hijo.
(2:2) «Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú.»
Todo lo que vemos es una proyección de nuestros pensamientos ilusorios, viendo así “algo donde no hay nada”, pero pensando que existen fuera de nosotros cosas reales – aspectos del Hijo separado y fragmentado. Al mismo tiempo, no vemos nada donde existe la verdadera unidad del Hijo de Dios. Estos dos pasajes expresan esta naturaleza ilusoria del mundo separado, pero uno que nos parece tan real:
“Pero en ese banco de nubes [de culpabilidad] es fácil ver todo un mundo. Las cordilleras, los lagos y las ciudades que ves, son todos producto de tu imaginación; y desde las nubes, los mensajeros de tu percepción regresan a ti, asegurándote que todo eso se encuentra allí. Se destacan figuras que se mueven de un lado a otro, las acciones parecen reales, y aparecen formas que pasan de lo bello a lo grotesco.Y esto se repite una y otra vez, mientras quieras seguir jugando el juego infantil de pretender ser otra cosa.” (T-18.IX.7:1-4)
“El mundo que tú ves no existe porque el lugar desde donde lo percibes no es real. La brecha [de separación] se halla celosamente oculta entre las tinieblas, e imágenes nebulosas surgen para cubrirla con formas vagas e indefinidas y con siluetas cambiantes, por siempre insubstanciales e inciertas. Sin embargo, en la brecha no hay nada.” (T-28.V.7:2-4)
(2:3-4) «De esa manera, crees haber “creado” vida en la separación. Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.»
El propósito del cuerpo es traer mensajes que hablen de la realidad del mundo, reflejando nuestra creencia en la realidad del pensamiento de separación del ego. Porque creemos que vemos un mundo fenomenal, creemos que es verdad y, por lo tanto, creemos que hay vida aquí. Sin embargo, siempre debemos recordar el pasaje que nos dice que cualquier cosa fuera de la unidad perfecta no solo no tiene vida, sino que no existe, a pesar de nuestros ingeniosos esfuerzos por hacer que lo que no vive viva y respire:
“¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? ¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo?
Fuera del Cielo no hay vida. La vida se encuentra allí donde Dios la creó. En cualquier otro estado que no sea el Cielo la vida no es más que una ilusión…Fuera del Cielo la vida es imposible, y lo que no se encuentra en el Cielo no se encuentra en ninguna parte. Fuera del Cielo lo único que hay es un conflicto de ilusiones, de todo punto insensato, imposible y más allá de la razón, aunque se percibe como un eterno impedimento para llegar al Cielo. Las ilusiones no son sino formas. Su contenido nunca es verdad.” (T-23.II.18:8-19:3,6-9)
(3:1-2) «¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese.»
Nuestro deseo es establecer la separación como real, pero también establecer que no somos responsables de ella, siendo las víctimas inocentes de lo que el mundo nos ha hecho. Hemos visto esta idea expresada muchas veces antes, y este pasaje ya citado parcialmente expresa de manera convincente el propósito de la percepción de hacer realidad nuestro deseo oculto:
“Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito…Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.” (T-24. VII.8:5, 8-10)
(3:3-4) «A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.»
Como hemos discutido en la lección anterior, estas cosas no tienen nombre porque no existen y, por lo tanto, nos damos cuenta de su poca importancia y falta de valor. Los nombres que les damos son parte de la misma ilusión. En este pasaje, Jesús enseña que una vez que pensamos que el mundo es real y hemos dado nombres a sus formas – es decir, creemos que entendemos su naturaleza – parecen ser causales. Por ejemplo, los cuerpos de las personas parecen afectarnos; las toxinas y los virus parecen enfermarnos. Son una causa con verdadero efecto, nos dice el ego, que es nuestro sufrimiento. Sin embargo, el efecto es una ilusión porque su causa es una ilusión, y las “consecuencias inherentes a sí misma” nunca están separadas de su causa. Ya que no hay nada fuera de nosotros en el mundo, nada aquí puede ser una causa, y por lo tanto no puede tener ningún efecto- lo que experimentamos es así una invención. Sin embargo, el ego mantiene su sistema de pensamiento ilusorio al convencernos de lo contrario: lo que sentimos se debe a algo que está fuera de nosotros. Este importante pasaje contrasta la falta de causa con la Causa verdadera:
“Lo que tú recuerdas nunca sucedió, pues procedió de una ausencia de causa, que tú pensaste que era una causa. Cuando te des cuenta de que has estado recordando consecuencias que carecen de causa y de que, por lo tanto, jamás pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte. El milagro te recuerda una Causa que está eternamente presente y que es inmune al tiempo y a cualquier interferencia. Dicha Causa nunca ha dejado de ser lo que es. Y tú eres Su efecto, tan inmutable y perfecto como Ella Misma.” (T-28.I.9:1-6)
(4:1) «Así es como se construye la realidad a base de una visión parcial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad.»
Esta es la tercera vez que hemos visto a Jesús jugando con la palabra parcial, con el mismo doble significado cada vez: cuando vemos parcialmente vemos sólo en parte – un fragmento separado, no el todo; parcial también significa sesgado, teniendo una agenda oculta que gobierna nuestras percepciones. Jesús tiene ambos significados en mente aquí. La “visión parcial” refleja los primeros tres párrafos, que no vemos el todo, sino solo la parte. Sin embargo, el hecho de que su propósito sea oponerse a la verdad revela que la percepción del ego no es un testigo imparcial. Tiene su punto de partida: demostrar que tiene razón sobre la separación y que Dios está equivocado.
(4:2-4) «Su enemigo es la unidad. Concibe cosas sin importancia y las contempla. Y la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.»
Encontramos otra descripción incisiva de la agenda oculta del ego para todos los que vienen a este mundo: atacar la unidad y decirle a Jesús que lo que él cree está mal, porque nosotros sabemos mejor. Un Curso de Milagros enseña que todo lo que percibimos es una ilusión, “Nada es tan cegador como la percepción de la forma.” (T-22.111.6: 7), y sabemos que la percepción es ilusoria porque vemos en fragmentos y no el todo. Creemos que el Hijo de Dios es muchos, con diferencias que sí marcan la diferencia. Estas se convierten en fuentes de placer, en las cuales satisfacemos nuestras necesidades especiales de amor, o establecemos que alguien tiene el poder de lastimarnos, en cuyo caso satisfacen nuestro odio especial. Por lo tanto, es inevitable que Jesús, así como su mensaje – entonces, y ahora en Un Curso de Milagros – sea percibido como una amenaza. Mientras nos identifiquemos con el cuerpo y creamos que nuestros pensamientos y experiencias específicas son reales, debemos creer que su curso es peligroso y no tendremos más remedio que atacarlo, distorsionarlo o negarlo. Recuerda las palabras de Jesús sobre sí mismo:
“Muchos pensaron que yo les estaba atacando, aunque es evidente que eso no era cierto…Lo que tienes que reconocer es que cuando no compartes un sistema de pensamiento, lo debilitas. Los que creen en él perciben eso como un ataque contra ellos. Esto se debe a que cada uno se identifica con su propio sistema de pensamiento, y todo sistema de pensamiento se centra en lo que uno cree ser.” (T-6.V-B.1:5, 7-9)
(5:1) «Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción.»
A pesar de que todavía distorsionamos o discutimos con las enseñanzas de Jesús, negar su presencia en nuestras mentes correctas no significa que se haya ido. Su visión permanece y aguarda nuestra decisión. Cuando finalmente decidamos aceptar su amor, guiará suavemente nuestras percepciones hasta que percibamos la totalidad del propósito, no las necesidades separadas.
(5:2-3) «Es difícil enseñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunicación y compartir conceptos de manera que tengan sentido.»
Este es el mismo pensamiento del que habla Jesús al principio del Capítulo 31, donde se dirigió a Helen, quien se quejaba de la dificultad del Curso y de cómo ella no podía aprenderlo. La respuesta de Jesús a ella, y a todos nosotros, fue simple y clara: “No me digas que no se te puede enseñar. Mira el poder de tu mente y la habilidad de aprendizaje. Te has enseñado a ti misma mil nombres extraños y miles más – una tarea de lo más desalentadora cuando la realidad es la perfecta unidad”. La mente es tan extraordinariamente poderosa que podemos dormirnos y soñar un sueño, creyendo que su mundo de multiplicidad es verdadero. Por lo tanto, Jesús niega nuestras afirmaciones de que no podemos aprender su curso simple, porque sólo necesitamos decir: “Estoy equivocado acerca de todo.” El principio «es» simple, y una vez entendido, nunca más tomaríamos nuestros pensamientos tan seriamente, reconociendo que nuestros ataques de ego son como la rabieta de un niño pequeño que grita: “¡Lo quiero así!” (T-18.II.4: 1). Una vez más, Jesús nos pide que no le protestemos que no podemos aprender o practicar Un Curso de Milagros – nuestra experiencia de aprendizaje contradice nuestras palabras.
(6:1) «Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa.»
El contraste presentado en esta lección es entre nuestra herencia como el verdadero Hijo de Dios, parte de Su Unicidad viviente, y nuestra herencia de separación como el hijo del ego. El mundo nos otorga esta herencia porque lo fabricamos para hacer eso; y una vez que olvidamos nuestro papel, no hay forma de recordar nuestra responsabilidad por ello. El siguiente pasaje, parte del cual ya hemos visto antes, contrasta nuestra herencia y filiación dual – el especialismo del ego y el Amor de Dios:
“Éste [especialismo] es tu hijo, amado por ti como tú lo eres por tu Padre. Él es quien ocupa el lugar de tus creaciones, que sí son tu hijo, y que se te dieron para que compartieses la Paternidad de Dios; no para que se la arrebatases. ¿Quién es este hijo que has hecho para que sea tu fortaleza? ¿Qué criatura de la tierra es ésta sobre la que se vuelca tanto amor? ¿Qué parodia de la creación de Dios es ésta que ocupa el lugar de tus creaciones? ¿Y dónde se encuentran éstas, ahora que el anfitrión de Dios ha encontrado otro hijo al que prefiere en lugar de ellas?…tu deseo de ser especial susurra: “He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco”. Así es como el “hijo” se convierte en el medio para apoyar el propósito de su “padre”…Tal es la parodia que se hace de la creación de Dios. Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar testimonio de Su Amor y de compartir Su propósito- así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.” (T-24.VII.1:7-11; 10:6-7, 9-10)
(6:2) «Y todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real.»
Estos signos y símbolos son cualquier cosa que refuerza la separación, el ataque, el dolor, la muerte o el especialismo. Sin embargo, recuerda las palabras de advertencia de Jesús a nosotros:
“Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben representar algo distinto de ellos mismos. Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan.” (T-19.IV-C. 11:2-3)
En otras palabras, es la «fuente» del sistema de pensamiento de separación del ego el problema, no los «efectos» de nuestra toma de decisiones defectuosas.
(6:3-4) «Eso es lo que propugnan. No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí.»
De hecho, creemos que nos sentamos en una habitación con escritorios, bolígrafos y un libro frente a nosotros, sin ser conscientes de que esto es un sueño y nosotros sólo figuramos en él. ¿Quién podría olvidar estas líneas tan citadas?
“¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? ¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? ¿Podrías tener fe en lo que ves si aceptases esto? ¿Y lo verías?” (T-20.VIII.7:3-7)
(6:5) «Se puede ver, tal como es de esperar.»
El objetivo del esfuerzo científico es comprender y predecir el universo físico. Creemos en las leyes de la ciencia, hasta que surja una nueva inspiración que cambie los “hechos” previamente aceptados. Sin embargo, en un momento dado estamos seguros de que tenemos razón con respecto a lo que percibimos y experimentamos «porque» lo percibimos y experimentamos.
(6:6-7) «Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.»
El mundo y la materialidad se afirman como la realidad última, y cualquier cosa que lo niegue – por ejemplo, Un Curso de Milagros – se califica de errónea o psicótica, lo que explica la tentación de tantos estudiantes del Curso de cambiar su no-dualismo a un punto de vista de un mundo que Dios ciertamente creó. Decir que Dios no creó el universo físico es visto como una locura, y también como la mayor amenaza del ego. Si el mundo es una ilusión, mi yo individual también es ilusorio, dejando sin respuesta la pregunta aterradora: ¿Quién soy yo?
(7:1-2) «Tal es la enseñanza del mundo. No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar.»
Como vimos en la Lección 182, mientras creamos que estamos en este mundo, nos identificaremos con su enseñanza porque refuerza nuestro sistema de pensamiento de separación e individualidad.
(7:3) «Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus premisas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos.»
Jesús ahora cambia a la manera de mentalidad correcta de ver el mundo. Una vez que reconocemos sobre qué descansa el aprendizaje del mundo, podemos decir: “Tiene que haber otra manera de ver esto”. Así empezamos a entender la naturaleza del mundo, de donde se originó, y nuestro papel dentro de él, abriendo nuestras mentes para que Jesús nos enseñe su otra manera.
(7:4) «El aprendizaje que se limita a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado.»
La radicalidad de Un Curso de Milagros yace en su negación de que lo que el mundo enseña es verdad. Como resultado, las personas pueden tratar temerosamente de difuminar sus enseñanzas para decir que es como alguna otra espiritualidad que el mundo aprecia. Sin embargo, si caes en esa trampa, no tendrá mucho sentido y no entenderás el papel del mundo en tu salvación, como se describe a continuación.
(7:5) «Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser puestos en duda.»
Visto correctamente a través de la guía de Jesús, el mundo es un salón de clases en el que “una nueva percepción viene a mí” (W-pII.3 13). El mundo no cambia; nuestra elección de maestro interno cambia. Cuando elegimos los ojos de Jesús como los nuestros, vemos el mundo de manera diferente – todo se convierte en una oportunidad para recordar Quiénes somos como el Hijo de Dios. Es importante no arrastrar al mundo hacia la espiritualidad del Curso. Si lo haces, no entenderás el “lugar apropiado” del mundo, ya que lo verás como teniendo un significado y una realidad en y por sí mismo, en lugar del que Jesús le dio: enseñarnos que no hay mundo.
Luego vienen las frases que a menudo se malinterpretan, y se usan como un medio para contradecir todo lo que acabamos de decir acerca de Un Curso de Milagros:
(8:1-2) «No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. ¡Las ilusiones, sí! »
El mundo real es nuestro significado – hicimos ilusiones y el Espíritu Santo creó el mundo real – que es la suma de las enseñanzas de Jesús de que el mundo es un aula en la que aprendemos su naturaleza ilusoria. En el siguiente pasaje, Jesús describe al Espíritu Santo como el Hacedor del mundo real – no como creador, ya que este, como el perdón, es una ilusión, aunque una gentil:
Así, cuando Jesús dice: “No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. ¡Las ilusiones, sí! ”, no se refiere a la ilusión del perdón. El punto es reconocer que el cambio en la percepción que nos permite ver el mundo como un salón de clases no proviene de nosotros, sino del Espíritu Santo, Quien induce el cambio de la percepción falsa a la verdadera:
“En este punto es donde se producen suficientes cambios cuantitativos para producir un verdadero salto cualitativo.” (T-5.I.7:6)
(8:3-4) «Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges.»
No hay manera de que podamos entender “lo que es cierto en la tierra y en el Cielo”, el significado de “está más allá de tu capacidad de nombrar”. Lo que es verdad en el Cielo es la perfecta Unidad de Dios, y lo que es verdad en el mundo es Su reflejo – la relación santa . Cuando estamos a cargo, vemos un cuerpo, alguien separado de nosotros que cumple el propósito de satisfacer nuestras necesidades de amor especial o de odio especial. Sin embargo, con el Espíritu Santo como nuestros ojos, vemos expresiones de amor o peticiones de amor, a medida que aprendemos Su feliz lección de perdón que deshace las percepciones juzgadoras del ego:
(8:5) «Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente.»
La verdadera identidad de nuestro hermano es el espíritu. Sin embargo, creemos que es un cuerpo cuyo propósito es satisfacer nuestras necesidades especiales. Así nuestra percepción fragmentada impide recordar nuestra realidad compartida. La verdadera percepción, sin embargo, ve a través de los bloques de culpa a la luz que brilla en todos nosotros como uno:
“El mundo se yergue como un sólido muro ante la faz de Cristo. Pero la percepción verdadera lo ve sólo como un frágil velo, tan fácil de descorrer que no podría durar más de un instante. Por fin se ve el mundo tal como es. Y ahora no puede sino desaparecer, pues en su lugar ha quedado un espacio vacío que ha sido despejado y preparado. Donde antes se percibía destrucción, aparece ahora la faz de Cristo, y en ese instante el mundo queda olvidado y el tiempo acaba para siempre al disolverse el mundo en la nada de donde provino.” (C-4.4)
(8:6-7) «Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en aceptar ese nombre que le das como su nombre. Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.»
Cuando te veo como un objeto de especialismo de mi ego, no solo refuerzo mi creencia en la separación, sino también la tuya. Te digo que tienes razón al pensar en ti mismo como un ego, y en el proceso yo refuerzo el ego en mí mismo. Así que si ambos estamos en nuestras mentes erradas, reforzamos el ego del otro. Por lo tanto, “su unidad queda doblemente negada” porque tú y yo creemos que lo es, y reforzamos esa elección errónea en y por los demás. Sin embargo, si tú estás en la mente correcta y yo en la errada, no te verás afectado por mis pensamientos de ataque y mis percepciones erróneas, ya que sabrás que no tienen nada que ver contigo, ofreciéndome así la oportunidad de elegir de nuevo.
Pasaré por los siguientes tres párrafos con relativa rapidez, ya que los he analizado en profundidad en otra parte. Nos muestran nuestra función dentro de un mundo de ilusión, que no es negar la percepción o experiencia del cuerpo, sino darles un propósito diferente. Por eso hablamos de Un Curso de Milagros escrito en dos niveles: el metafísico, que dice que sólo el Cielo es real y todo lo demás ilusorio; y el práctico, que describe dos maneras de percibir el mundo de lo ilusorio.
(9:1) «Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente.»
Jesús nos dice que sería muy extraño si enseñara que este mundo es una ilusión, y sin embargo nos alienta a aceptar nuestra función aquí. Él explica cómo integramos estos dos niveles:
(9:2-3) «Todavía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. Mas no te dejes engañar por ellos.»
Así, Jesús dice: “Te estoy enseñando a vivir en este mundo, pero a reconocer que no eres de él. Mientras creas que eres un cuerpo, necesitas relacionarte con los símbolos del mundo. Sin embargo, en la medida en que me permitas ser tu maestro, te ayudaré a darte cuenta de que lo que experimentas no es lo que parece. Todo en el sueño es un símbolo, que sólo tiene dos fuentes: las mentes correctas e incorrectas.” Esto se resume en la clarificación de términos:
“La mente puede gozar de rectitud o estar errada, dependiendo de la voz que escuche. La mentalidad recta escucha al Espíritu Santo, perdona al mundo, y en su lugar ve el mundo real a través de la visión de Cristo…La mentalidad errada escucha al ego y teje ilusiones; percibe el pecado, justifica la ira, y considera que la culpabilidad, la enfermedad y la muerte son reales.” (C-1. 5:1-2; 6:1)
(9:4-5) «No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comunicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero reconoces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.»
Todo aquí es una sombra del pensamiento del ego, que, siendo una ilusión, no representa nada. A través de este reconocimiento podemos liberarnos de los símbolos del mundo. Sin embargo, tal liberación debe venir de una manera que pueda ser entendida y aceptada. Recuerda el pasaje del texto donde Jesús dice: “El valor de la Expiación no reside en la manera en que ésta se expresa.” (T-2.IV.5: 1). Para que la Expiación se exprese con amor, es necesario que venga en símbolos que se puedan entender sin miedo. Esto explica por qué Un Curso de Milagros viene dentro de un marco dualista. Sin que su mensaje se exprese en símbolos, nunca podríamos entenderlo. Jesús ejemplifica así para nosotros su declaración previamente citada del texto sobre el uso del lenguaje dualista que podemos entender, en la condición separada en la que creemos que existimos:
“De acuerdo con esto [el perdón], se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cuál una sola no tendrá sentido. Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que «se encuentra» más allá de ellas.” (T-25.I.7:1-5)
La confusión de los símbolos con la fuente es la causa raíz de la mayoría de los problemas que los estudiantes tienen con Un Curso de Milagros. Sus palabras, frases y lenguaje simbolizan un amor que no es de este mundo, un amor que es la fuente del Curso y la base para entender su significado. Como maestros de Dios, debemos aprender a usar las palabras y los símbolos de este mundo, no porque creamos que son reales, sino porque son formas útiles de reflejar el amor no específico de Jesús que viene de fuera del sueño. Desafortunadamente, muchos estudiantes y maestros de Un Curso de Milagros quedan atrapados en los símbolos y los hacen realidad, sin darse cuenta de que cualquier símbolo, frase o término dualista en este Curso no debe tomarse literalmente. Discutiremos este punto crucial nuevamente en la próxima lección. Por ahora, lee los comentarios familiares de Jesús en el manual para los maestros sobre “una nueva forma” de usar palabras:
“¿Debe evitar, entonces, el maestro de Dios el uso de las palabras cuando enseña? ¡Por supuesto que no! Son muchos a los que aún es necesario acercarse por medio de las palabras, ya que todavía son incapaces de oír en silencio. No obstante, el maestro de Dios debe aprender a utilizar las palabras de otra manera. Poco a poco aprenderá a dejar que las palabras le sean inspiradas, a medida que deje de decidir por sí mismo lo que tiene que decir…El maestro de Dios acepta las palabras que se le ofrecen y las expresa tal como las recibe. No controla lo que dice. Simplemente escucha, oye y habla…Detrás de los símbolos que usan los maestros de Dios se encuentra la Palabra de Dios. Y Él Mismo imbuye las palabras que ellos usan con el poder de Su Espíritu, y las eleva de meros símbolos a la Llamada del Cielo en sí.” (M-21.4:1-5, 7-9; 5:8-9)
(10:1) «Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la obscuridad.»
Jesús se refiere al instante santo, en el que nos damos cuenta de que hay algo mal con nuestras percepciones. Volviendo a Jesús en nuestras mentes, nos ayudamos a darnos cuenta de que hay otra manera de ver – a través de la lente del instante santo. Más específicamente, Jesús habla aquí de los intervalos que estas lecciones nos piden que reservemos cada día, para que podamos pasar un poco de tiempo con él.
(10:2) «Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reconocimiento de lo que es verdad.»
El instante santo – el reflejo de la Unicidad de Dios – es el lugar de la Palabra de Dios, el principio de la Expiación que afirma que la separación nunca ocurrió. Por lo tanto, corrige todos los pensamientos y percepciones del ego, llevándolos a la verdad de nuestro estado unitivo.
(10:3) «Y luego vuelves a la obscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irrealidad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la obscuridad.»
Por lo tanto, hemos de estar presentes en este mundo, como todos los demás, como aprendimos en la Lección 155. Tenemos el mismo cuerpo que los demás, que funciona esencialmente igual, pero ahora tiene un propósito diferente al anterior. No se nos exhorta a ir a un monasterio o convento, o retirarnos al desierto, porque Jesús quiere que practiquemos Un Curso de Milagros en el mundo de nuestras relaciones. De este modo, nos enseña su visión dividida: por un lado, centrado en los específicos del mundo; en el otro, enfocado en su presencia llena de luz en la mente. Él nos informa del propósito apropiado de todo lo que se encuentra aquí, expresado en términos que podemos aceptar y entender. Nuestro comportamiento parece mundano, ya que su propósito es ser útil, pero no nos identificamos con las interpretaciones del mundo. Recuerda esta declaración del manual que refleja esta visión dividida:
“Los ojos del cuerpo continuarán viendo diferencias. Pero la mente que se ha permitido a sí misma ser curada, dejará de aceptarlas. Habrá quienes parezcan estar más “enfermos” que otros, y los ojos del cuerpo informarán, como antes, de los cambios que se produzcan en su aspecto. Mas la mente curada los clasificará a todos de la misma manera: como irreales. Éste es el don de su Maestro: el entendimiento de que, al clasificar los mensajes que la mente recibe de lo que parece ser el mundo externo sólo dos categorías son significativas. Y de éstas, sólo una es real. De la misma manera en que la realidad es completamente real, independientemente de los conceptos de tamaño, forma, tiempo o lugar, pues no pueden existir diferencias en ella, así también las ilusiones carecen de distinciones. La única respuesta para cualquier clase de enfermedad es la curación. La única respuesta para cualquier clase de ilusión es la verdad.” (M-8.6)
(11:1-2) «Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la obscuridad. Mas no los aceptes como tu realidad.»
Muchas personas creen erróneamente que si practican Un Curso de Milagros no deben participar en ciertos comportamientos, como la guerra, el sexo o el matrimonio, o relacionarse con ciertos grupos, como abogados o médicos, porque son del ego. Cierto, ¡pero todo es del ego! Es el «propósito» que le damos a lo que hacemos lo que es importante, así que Jesús dice: “Usa todos los nombres nimios” – no algunos, todos – que son parte de tu mundo, pero “no los aceptes como tu realidad”. En otras palabras, no los identificamos como verdad, sino que los vemos como oportunidades para reforzar nuestro aprendizaje y ayudarnos a enseñar a otros. Una vez más, es una cuestión de propósito: ¿para qué son los símbolos?
“La percepción, sin embargo, puede servir para otro propósito. No está sujeta al deseo de ser especial, excepto si así lo decides. Y se te ha concedido poder tomar otra decisión y usar la percepción para un propósito diferente. Y lo que veas servirá debidamente para ese propósito y te demostrará su realidad.” (T-24.VII.11:10-13)
(11:3-4) «El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conveniencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.»
Esta última parte de la lección se enfoca en la idea de que todo en el mundo es igual, ya que todos comparten el propósito del ego o del Espíritu Santo. No hay excepciones, de lo contrario nos estaríamos suscribiendo a la primera ley del caos del ego: «hay una jerarquía de ilusiones» (T-23.II.2: 3). Una vez más, leemos sobre el propósito:
“Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebidas. Y cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. Dios dio a todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito que justificase un milagro.” (T-26.VII.15:1-3)
(12:1-2) «Dios no tiene nombre. Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una. Y con esta lección finaliza todo aprendizaje.»
Como discutimos en la Lección 183, el «Nombre de Dios» no debe ser comparado con Su Nombre en el Cielo. «Él no tiene Nombre». Más bien, el «Nombre de Dios» debe considerarse como un símbolo de mentalidad correcta que enseña la lección – la lección final – de llevar a la Expiación nuestros pensamientos de fragmentación: los nombres – sagrados para el ego – de separación, pecado y especialismo.
(12:3-4) «Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. Toda brecha se cierra y la separación se subsana. »
Aunque todos tenemos nombres en este mundo, aprendemos que seguimos siendo lo mismo: compartimos el único interés de despertar del sueño de odio y muerte del ego. Esta unidad inherente significa que nuestros pensamientos de juicio y ataque no son más que intentos endebles de negar la unidad que compartimos como Cristo, así como su reflejo de perdón de mentalidad correcta.
(12:5-6) «El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabricaste como justo tributo para el Hijo que Él ama.»
Al afirmar que Dios ha dado una respuesta, Jesús usa un símbolo que no quiere que tomemos literalmente. Si Dios realmente dio una respuesta, Él solo podría haberlo hecho dentro de un marco dualista: «Dios» le dio una «respuesta» a «Su» Hijo sobre su «problema real». Así vemos otro ejemplo de cómo Jesús usa las palabras y los símbolos de nuestro mundo, pero con un contenido diferente. Dios no es una persona, y no ve problemas y da respuestas, sin embargo, ver a Dios de esta manera es un símbolo útil para los niños pequeños que creemos que hemos sido abandonados por la respuesta enojada de nuestro padre a nuestro pecado. La aceptación de esta corrección simbólica para nuestro problema ilusorio nos permite, en última instancia, aceptar la verdadera Respuesta: el Amor siempre presente de Dios, nuestra verdadera herencia como Su Hijo amado.
(13:1-2) «Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra.»
Una vez más, lo que importa es la experiencia, no del cuerpo, sino la paz de la mente, que no se parece a nada de lo que este mundo puede ofrecer, como Jesús lo deja claro en el manual para los maestros:
“La paz de Dios es…desde cualquier punto de vista…una experiencia radicalmente distinta de cualquier experiencia previa. No trae a la mente nada que haya sucedido antes. No evoca nada que se pueda asociar con el pasado. Es algo completamente nuevo.” (M-20.2:2-5)
(13:3-5) «Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. Invocamos un solo Nombre en nuestras prácticas. Y nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.»
Antes de que podamos aceptar la verdad del único Nombre de Dios y nuestro Nombre como Su único Hijo, primero debemos reconocer nuestros errores, poniéndonos en contacto con los intentos del ego por satisfacer nuestro especialismo, hacer realidad las diferencias y justificar los juicios. Sólo entonces podemos recurrir al Nombre de Dios como el símbolo de corrección de la mente, dándonos cuenta de que nuestros errores no han tenido ningún efecto. Recordemos el primer principio de los milagros, la base de este proceso de curación:
“No hay grados de dificultad en los milagros. No hay ninguno que sea más “difícil” o más “grande” que otro. Todos son iguales. Todas las expresiones de amor son máximas.” (T-1.I.1:1-4)
(14:1-3) «Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos comparten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. Éste es el Nombre que usamos en nuestras prácticas. Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen.»
Nuestra práctica no consiste en meditar específicamente en el Nombre de Dios, sino en darse cuenta de las diferencias que hemos hecho reales e importantes, y que hemos utilizado como arma contra Dios y nuestro verdadero Ser.
(14:4-5) «Y se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendiciones que podemos dar según las recibimos.»
Nuestra visión tiene su origen en la presencia y el amor de Jesús, no en la necesidad del ego de separarse y demostrar que tiene razón.
(15:1-3) «Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad.»
Una vez más, debemos ser conscientes de cómo hemos utilizado las diferencias perceptivas como un arma contra otros. No negamos las diferencias que experimentamos o percibimos, sino que sólo tenemos que negar que hacen una diferencia. Esto no podemos hacerlo sin la Ayuda que cambia nuestro propósito de separación a unidad.
Y ahora una de las líneas más importantes en Un Curso de Milagros:
(15:4) «Y nos sentimos contentos y agradecidos de haber estado equivocados.»
Puedes decir que has avanzado en Un Curso de Milagros cuando estás realmente agradecido por el hecho de que te has equivocado en absolutamente todo. La humildad genuina – a ser discutida nuevamente en la Lección 186 – deshace la arrogancia de pensar que sabes lo que es mejor para ti y para el mundo. Por lo tanto, «quieres» estar contento y agradecido de que estás equivocado. En primer lugar, sin embargo, ten en cuenta lo “descontento” y “desagradecido” que estás, y lo enojado que te hace sentir que Jesús, y no tú, tenga razón. Es útil saber cuán exasperante es darse cuenta de que este curso es verdadero: cada palabra, así como cada palabra que has pensado, pronunciado o escrito ha sido falsa. “¿Preferirías tener razón a ser feliz?” (T-29.VII.1: 9) sigue siendo la única pregunta que debemos responder.
(15:5-9) «Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que nosotros mismos hemos hecho. Tu Nombre nos une en la unicidad que es nuestra herencia y nuestra paz. Amén.»
En resumen, invocar el Nombre de Dios simboliza pedir ayuda a Jesús para deshacer nuestros errores pasados en la percepción. Esto significa que primero debemos reconocerlos como errores, lo que nos libera para reclamar nuestro Nombre y herencia legítimos como el Hijo de Dios.”
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 184
El Nombre de Dios es mi herencia.
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Esta lección nos va enseñar acerca de los símbolos y su significado, como la forma con la que construimos la "La realidad" de este mundo.
Cada día recreamos la separación y le damos realidad, de ahí la dificultad para salir del mundo de la percepción. Estamos atrapados por nuestras propias ilusiones.
En este mundo somos seres simbólicos, nos relacionamos y comunicamos a través de símbolos. A cada cosa, objeto o entidad biológica o humana le asignamos un nombre, y le damos un significado, y lo vemos separado de nosotros.
Recreamos la separación desde los cuerpos, cuando nace un bebé y se separa del vientre de su madre, le asignamos un nombre, le damos una entidad aparte, y le enséñanos el mundo de los símbolos y los significados, y con cada nombre que aprende, con cada significado que se le asigna este bebé va creciendo considerando que todos esos objetos o seres separados son la realidad. "Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges."
Lo que no tiene nombre, no tiene realidad, no existe. Vemos lo concreto, lo específico, y con ello vamos perdiendo la visión de la totalidad, de la unidad que subyace en toda la creación.
En este mundo de opuestos, los conflictos y las carencias profundizan la separación, vemos enemigos y peligros por doquier, el miedo y los juicios nos gobiernan. Cuestionar la realidad de este mundo nos parece una locura, cuando la locura es considerar real este mundo.
De ahí que las primeras lecciones del Libro de Ejercicios de Un Curso de Milagros, estén centradas en quitarle el significado a las cosas que vemos en este mundo, con el propósito de ver el verdadero significado que está más allá de las cosas y las formas, el Amor que lo abarca todo, la unidad que sustenta la vida, el significado de Dios y Su Creación.
Jesús como gran pedagogo que es, nos enseña que este cambio del falso significado al verdadero no lo podemos hacer de manera abrupta, nos asustaríamos, y no podríamos cumplir nuestra función docente, de enseñar la irrealidad del mundo y la realidad de Dios.
Así que necesitamos seguir utilizando los símbolos como medio de comunicación en el mundo, pero con la consciencia de que no son reales, los usamos por conveniencia mientras perdónanos las ilusiones, avanzamos hacia el mundo real, donde los símbolos y las palabras van perdiendo significado y en la que el verdadero significado y Su Fuente va adquiriendo cada vez más realidad en nuestra vida. Mientras tanto viviremos en este mundo con la consciencia que no somos de este mundo. O como le respondió Jesús a Poncio Pilato hace 2 mil años atrás: "Mi Reino no es de este mundo."
Para realizar este proceso de deshacer las creencias y símbolos de este mundo, se han diseñado las enseñanzas de este libro: perdonar nuestros errores, dejar de juzgar y condenar a nuestros hermanos, y verlos más allá de sus cuerpos, viéndolos con los ojos del amor, percibiendo en ellos la luz que compartimos, afirmando nuestra unidad eterna.
Pero también tenemos que experimentar a la Fuente del único significado, experimentar la totalidad del Amor, la luz que lo abarca todo, eso lo hacemos con nuestras meditaciones, en la quietud y el silencio de los instantes santos, en la que nos adentramos a la eternidad.
Contemplemos la unidad con Dios y regresemos al mundo a enseñar que sólo hay un Nombre, un solo significado, una sola unidad en la que todo y todos estamos integrados. Con esa convicción, los símbolos del mundo se desvanecen, el espacio que separaba las cosas va desapareciendo y el tiempo que parecía establecer una brecha entre la ley de causa y efecto, se va colapsando cuando perdónanos nuestro pasado, mientras construimos un presente de amor y perdón, y un futuro que hemos puesto en las manos de Dios.
"Dios no tiene nombre. Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una y con esta lección finaliza todo aprendizaje."
Metafísicamente hablando Dios no tiene nombre, quien se lo asignaría? Para que lo necesitaría? Acaso necesita de un nombre para diferenciarse de Su Hijo que es Su extensión?
Así se lo dijo a Moisés en la zarza ardiente, cuando este le preguntó por Su nombre y Su respuesta fue: "Soy el que Soy".
Tomás de Aquino también reflexionó sobre las enorme dificultad de asignarle un nombre a Dios con el riesgo de distorsionar Su significado.
Entonces para que utilizamos el Nombre de Dios? Para que decimos: ¿"El Nombre de Dios es mi herencia."?
Esto es parte de nuestro aprendizaje, no podemos quitarle al mundo todos sus nombres, símbolos y significados sin ofrecer una alternativa, un Nombre que simbolice a la Fuente de todo significado. Sin el Nombre de Dios, la salvación se nos presentaría como un horroroso vacío, un viaje a ninguna parte.
Pero cuando vamos unificando nuestras metas, y tengamos un solo propósito, cuando nos dejemos guiar por la amorosa mano del Espíritu Santo, y vamos dejando atrás el mundo, con sus millones de nombres, símbolos y significados ilusorios, y estamos en presencia de la luz de la eternidad, y sentimos como el Amor que todo lo abarca nos acoge en Sus brazos, cuando sólo expresamos amor y gratitud, y dánzanos con un gozo infinito al fundirnos con el Amor que todo lo es; En ese momento nos respondemos: que importancia tiene saber Su Nombre?.
Cuando estamos ante Dios, no estamos ante un extraño, sino ante el Amor que somos, en ese instante sabremos que Su Nombre es el nuestro: Soy lo que Soy, por siempre jamás.
Una vez comprendido el significado del Nombre de Dios, podemos comenzar y terminar cada práctica que hagamos con esta hermosa oración:
"Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. Y nos sentimos contentos y agradecidos de haber estado equivocados. Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que nosotros mismos hemos hecho. Tu Nombre nos une en la unicidad que es nuestra herencia. y nuestra paz. Amén."
CELEBRANDO EL MILAGRO
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