LECCIÓN 160 Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.

LECCIÓN 160

Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.

 

1. El miedo es un extraño en los caminos del amor. ²Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. ³Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. ⁴Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque diferente de ti: ⁵¿Quién podría estar en su sano juicio en tales circunstancias? ⁶¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es, y juzgar en contra de sí mismo?

2. Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea tan ajena a la verdad que habla un idioma distinto, percibe un mundo que la verdad desconoce y entiende aquello que la verdad juzga como carente de sentido. ²Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es suyo, mientras que el que está en su hogar es el que es el extraño. ³No obstante, qué fácil sería decir: "Este es mi hogar. ⁴Aquí es donde me corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que hacerlo".

3. ¿Qué razón hay para no decir esto? ²¿Cuál podría ser la razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has permitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? ³Nadie se dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos.

4. ¿Quién es el extraño? ²¿A quién no le corresponde estar en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo? ³¿Es acaso el miedo obra Suya, creado a Su semejanza? ⁴¿Es acaso el miedo lo que el amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? ⁵No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo, ⁶pues no pueden coexistir. ⁷Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. ⁸Mas si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.

5. ¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! ²Todo aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir: "Yo soy el extraño aquí. ³De modo que le cedo mi hogar a uno que es más como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío". ⁴Ahora se ha exilado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo, menos de esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar.

6. ¿En pos de qué va a ir ahora? ²¿Qué podría encontrar? ³Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha imposibilitado su regreso. ⁴Está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. ⁵El milagro vendrá. ⁶Pues su Ser sigue morando en su hogar. ⁷Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha confundido a Sí Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. ⁸E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo.

7. ¿Quién es el extraño?. ²¿No es acaso aquel a quien tu Ser no invoca? ³Ahora eres incapaz de reconocer a ese extraño que merodea entre vosotros, pues le has cedido tu legítimo lugar. ⁴No obstante, tu Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. ⁵Dios no está confundido con respecto a la creación. ⁶Está seguro de lo que es Suyo. ⁷Ningún extraño se puede interponer entre Su conocimiento y la realidad de Su Hijo. ⁸Él no sabe de extraños. ⁹Él está seguro de Su Hijo.

8. La certeza de Dios es suficiente. ²A aquel a quien Él reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su Hijo para siempre. ³Él ha contestado tu pregunta: "¿Quién es el extraño?" ⁴Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un extraño para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti. ⁵Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar en Él, y no es un extraño para Sí Mismo.

9. Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar en el mundo lo que es Suyo. ²Su visión no ve extraños, sino que contempla a los Suyos y se une a ellos jubilosamente. ³Ellos lo ven como un extraño, pues no se reconocen a sí mismos. ⁴No obstante, a medida que le den la bienvenida, lo recordarán. ⁵Y Él los conducirá dulcemente de regreso a su hogar, donde les corresponde estar.

10. Cristo no se olvida de nadie. ²No deja de darte ni uno solo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue instituido. ³Él no se ha olvidado de ti. ⁴Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como Él lo hace. ⁵El que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la salvación.




AUDIOS de la Lección 160
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 160
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.


Ocurrir de la Lección 160
a través de Martin Musarra


Lección 160
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda































*LECCIÓN 160*

 

*Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí*.

 

Comentada por:

Jorge Luis Álvarez Castañeda

 

*¡Que la paz sea con nosotros hoy!*

 

En esta lección, Jesús, nos presenta uno de los componentes fundamentales del sistema de pensamiento del ego: el miedo. 


Jesús nos dice:



_”El miedo es un extraño en los caminos del amor. Identifícate con el miedo y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. Y de este modo no te conocerás a ti mismo”_.

 


Recordemos que Dios es amor y nuestra identidad es amor como el Hijo de Dios que soy tal como vimos en la lección 94 *Soy tal como Dios me creó.*



Jesús, nos amplía el tema del miedo en el capítulo 2 sección VI:


_”Sólo tu mente puede producir miedo. Hace eso cada vez que está en conflicto con respecto a lo que quiere, lo cual inevitablemente produce tensión, ya que existen discrepancias entre lo que quiere y lo que hace al respecto. Eso sólo puede corregirse aceptando un objetivo unificado”_. T-2. VI. 6: 7-9



Ya hemos estudiado, a lo largo de las lecciones, que el problema no es el mundo, lo que pasa en él sino las interpretaciones que hacemos de él de acuerdo al maestro que escojamos para que nos guíe. El mundo nos propone multitud de problemas y situaciones que no son sino uno sólo: la _separación._ Ante los cuales no hay sino una sola solución: _la salvación_. 


Esto lo estudiamos en las lecciones 79 y 80. Si hacemos de la salvación el “objetivo unificado” de que habla Jesús, se acaba el miedo.


Lo anterior, requiere que contemos siempre con el Espíritu Santo como nos dice, Jesús, capítulo 2 en la sección VI:


_”El Espíritu Santo no puede pedirte que hagas más de lo que estás dispuesto a hacer. La fuerza para hacer lo que Él te pide procede de una firme resolución por tu parte. Hacer la Voluntad de Dios no produce ninguna tensión una vez que reconoces que Su Voluntad es la tuya”_. T-2. VI. 6: 2-5


Continúa Jesús en la lección: 


_”No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo a la vez, pues no pueden coexistir. Si tú eres real, el miedo no puede ser sino una ilusión. Más si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe”_. 



Recordemos que lo real hace relación a la verdad, a la realidad, a Dios. 


Nos dice Jesús:

 

En el miedo se 

_”está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. El milagro vendrá. Pues su Ser sigue morando en su hogar. Y su Ser no ha invitado a ningún extraño con ningún pensamiento ajeno a Él. E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo”_.

 


El miedo, el ego, el ser con minúscula, el personaje que hemos fabricado desde que nacimos, no es nuestro Ser, el Hijo de Dios, el Cristo que somos. Con la mediación del Espíritu Santo sacaremos del “almacén de nuestra mente” las azucenas del perdón y nos perdonaremos a nosotros mismos por haberle dado, por un momento, la razón al miedo y no al amor. 


Jesús, nos aclara la relación entre el miedo y el amor en el capítulo 13 en la sección V:


_”Dije anteriormente que sólo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. Una de ellas es inmutable aunque se intercambia continuamente, al ser ofrecida por lo Eterno a lo eterno. Por medio de ese intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. La otra adopta muchas formas, ya que el contenido de las fantasías individuales difiere enormemente. Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes”_. T-13. V. 1: 1-4



     Por lo tanto, siempre estamos ante la alternativa: o elegimos al amor o elegimos al miedo.


_”El miedo procede de una falta de amor”_ (T-2. VI. 7: 6), nos dice Jesús en el capítulo 2 sección VI.


Dice Jesús en la lección:

 

_”¿Quién es el extraño? ¿No es acaso a quien tu Ser no invoca?”_



 Tu Ser, con mayúscula, no invoca al extraño, al miedo. En el hogar de mi mente no entra el miedo, a no ser que se lo permita. Mi Ser, el Hijo de Dios, proviene de Dios.


 Continúa Jesús en la lección:


_”Dios no está confundido con respecto a Su Creación. Está seguro de lo que es Suyo. Ningún extraño se puede interponer entre Su Conocimiento y la realidad de Su Hijo. Él no sabe de extraños. Él está seguro de Quien es Su Hijo”_.


 

El problema es que creemos tener la razón siempre. Por eso, a la pregunta _”¿Quién es el extraño?”_ contestamos con los criterios del ego. Se trata ahora de escuchar al Cristo que nos dice:


_“Eres el Hijo de Dios. Eres el amor y no el miedo…Cristo no se olvida de nadie. No deja de darte ni uno sólo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue establecido”_.



No podemos avanzar espiritualmente sin nuestros hermanos. Al Cielo no se llega sólo. Nuestras relaciones con ellos son el aula de clase donde cumplimos la función que Dios nos encomendó en este mundo: perdonar. Nuestros hermanos sirven de testigos para que veamos lo que tenemos que cambiar en nuestras vidas. Lo que no nos guste de ellos, no es de ellos sino proyecciones nuestras y, ahí, es donde tenemos que pararnos, aquietarnos y pedir la ayuda al Espíritu Santo o a Jesús para perdonar.



*Proceso de práctica de la lección*.



Como, Jesús, no vuelve a dar instrucciones para realizar las lecciones sino a hasta mucho más adelante, me permito recordar las que hemos trabajado hasta hora.


_Tiempo de quietud por la mañana y por noche_.


Reflexión sobre la idea del día. Aquietar la mente. No engancharse en pensamientos distractores. Esperar a Dios. Tiempo mínimo 5 minutos. Ideal 30 minutos o más. 

La idea de hoy es:


*Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí*.




_Recordatorios cada hora_.


1 o 2 minutos a la hora en punto.

Repite la idea recordando que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.


Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.


_Respuesta a la tentación_.


Cada vez que sientas la tentación de desconocer el Hijo de Dios que eres, necesites perdonar y sientas que estás perdiendo la paz: repite la idea del día.


Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo estudiar y realizar la lección de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Y sin olvidarse de reír pues la Voluntad de Dios para nosotros es perfecta felicidad.


Muchas, muchísimas, bendiciones.

Jorge Luis Álvarez Castañeda







Lección 160 comentada por Ken Wapnick


 Lección 160 – Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí. 

“Nuestro tema ahora cambia, ya que esta lección se enfoca en el poder de la mente para elegir si queremos hacer nuestro hogar en el sistema de pensamiento de miedo del ego, o en el sistema de pensamiento de amor del Espíritu Santo.


(1) «El miedo es un extraño en los caminos del amor. Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque diferente de ti. ¿Quién podría estar en su sano juicio en tales circunstancias? ¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es, y juzgar en contra de sí mismo?»


Hemos visto -antes en el libro de ejercicios y en el texto- una discusión similar de los intentos del ego de confundirnos sobre nuestra identidad. Este es un pasaje representativo que se refiere a que hemos acogido el miedo en la mente en lugar de la luz, y al doloroso precio que pagamos como resultado:


“El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado «de» la luz y «en» la luz. La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado.” (T-11.III.4:4-10)


Cuando el tomador de decisiones del Hijo de Dios elige al ego en vez del Espíritu Santo, automáticamente se convierte en un extraño para Cristo. En ese punto el Ser se convierte en algo ajeno, y el sistema de pensamiento del ego es bienvenido en Su lugar, simbolizado aquí por el miedo. Cuando doy la bienvenida al verdadero extraño en mi mente, se convierte en mi identidad – el hogar del pecado, la culpa y el miedo. Quien realmente soy – espíritu – se convierte en el extraño ajeno. Así me he vuelto loco, creyendo que soy quien no soy; y quien no soy, ahora creo que soy. Es una verdadera crisis de identidad.


(2:1) «Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea tan ajena a la verdad, que habla un idioma distinto, percibe un mundo que la verdad desconoce y entiende aquello que la verdad juzga como carente de sentido.»


Recordarás que “El pecado como ajuste” discute esta idea de un extraño a quien hemos traído a la casa de la mente:


“No procures que el Hijo de Dios se adapte a su demencia. En él reside un extraño que, mientras vagaba sin rumbo, entró en la morada de la verdad, mas tal como vino así se irá…No le preguntes a ese transeúnte: “¿Qué Soy?” Él es la única cosa en todo el universo que no lo sabe…Y a lo único que es ciego en todo el universo vidente de la verdad le preguntas: “¿Cómo debo contemplar al Hijo de Dios?” ” (T-20.III.7:1-2, 5, 10)


En el contexto de esa discusión, el extraño es el sistema de pensamiento del ego. Aquí, es el miedo.


En el pasaje del libro de ejercicios, Jesús refleja la naturaleza no transigente de la realidad. La verdad y el amor no conocen el miedo. En otras palabras, Dios no conoce la ilusión porque está fuera de Su Mente y por lo tanto no existe. La “idea tan ajena a la verdad” es la separación de Dios; la verdad es el principio de Expiación de que la separación nunca ocurrió. Así el ego habla un lenguaje ajeno a la verdad del Espíritu Santo. Ninguno de los dos puede entender al otro, como lo expresa este pasaje sobre la inocencia y la culpa:


“Los culpables y los inocentes son totalmente incapaces de entenderse entre sí. Cada uno percibe al otro diferente de cómo se percibe a sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunicación entre ellos, pues cada uno ve al otro de modo distinto de como se ve a Sí mismo. Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conocimiento de lo que tú eres con Dios. Y sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que es Dios. Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha existido. La comunicación con Dios es vida. Sin ella nada puede existir en absoluto.” (T-14.IV.10)


(2:2-4) «Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es suyo, mientras que el que está en su hogar es el que es el extraño. No obstante, qué fácil sería decir: “Éste es mi hogar. Aquí es donde me corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que hacerlo”. »


Hemos olvidado quiénes somos y nos hemos quedado sin hogar. Abandonamos nuestro verdadero hogar y abdicamos de nuestra realidad, adoptando en cambio un hogar que no es realmente nuestro. De hecho, no se encuentra ahí en absoluto. Es importante saber que tomamos esta decisión no sólo una vez, sino continuamente, eligiendo la pequeñez por encima de la grandeza. Ya estamos familiarizados con que Jesús nos dice que no pedimos mucho, sino demasiado poco:


“¿Qué dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga todo. Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo…Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. Y sólo puede tener miedo de ello. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser la incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?” (T-26.VII.11:1-3,7-14)


Lo poco que pedimos es un poco de alivio del miedo, sin darnos cuenta de que realmente deberíamos pedir su total eliminación. Sin embargo, el ego nos dice que si no hay miedo no hay yo, porque nuestra identidad corporal proviene del miedo, nacido de la necesidad de escapar de la ira de Dios en nuestras mentes. En este mundo, por lo tanto, somos criaturas de miedo, y Jesús a menudo nos dice que este es el origen y el contenido de los sueños – su símbolo para el estado de separación. He aquí tres ejemplos representativos:


“Pues todos los sueños son sueños de miedo, no importa en qué forma parezcan manifestarse. El miedo se ve adentro o afuera, o en ambos sitios. O puede estar oculto tras formas agradables. Pero nunca está ausente del sueño, pues el miedo es el elemento básico de todos los sueños. Puede que la forma en que éstos se manifiestan cambie, pero es imposible que se compongan de ninguna otra cosa.” (T-29.IV.2:2-6)


“Los nuevos sueños perderán su temporal encanto y se convertirán en sueños de miedo, que es el contenido de todos los sueños.” (P-3.II.6:6)


El miedo es la única emoción del mundo. Sus formas son muchas – llámalas como quieras, pero todas son una en contenido….. No hay trozos de sueños. Cada uno contiene todo el miedo, lo opuesto del amor, el infierno que oculta el recuerdo de Dios, la crucifixión de Su santo Hijo (Los Regalos de Dios, pp. 115, 116).


Si no hay miedo, de nuevo, yo no existo. En el estado de miedo, por lo tanto, el amor y mi Ser son los extraños, como lo es mi maestro Jesús. Elijo en cambio al que enseña que mi miedo está justificado, dando a la locura del mundo el poder de robarme mi hogar: la paz de Dios.


(3:1) «¿Qué razón hay para no decir esto?»


Jesús pregunta así: “¿Por qué no dirías que tu hogar es la mente correcta? El hecho de que el ego grite su estridente locura no significa que tengas que escucharlo.”


(3:2-3) «¿Cuál podría ser la razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has permitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? Nadie se dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos.»


Este párrafo me dice cuál es el problema. Creo que este mundo y este cuerpo me dan lo que quiero, al igual que el sistema de pensamiento del ego que complace mi especialismo, manteniendo mi identidad a salvo. Puede que no siempre sea una identidad feliz, por decir lo menos, pero hay una parte de mí que salta de alegría por ello, diciendo: “¿No es maravilloso? ¡Yo existo! Cuanto más sufro, más puedo responsabilizar a otros por ello. ¡No puedo perder!” Es importante entender esta dinámica. No desterraríamos el amor, desecharíamos a Jesús, y abrazaríamos el miedo a menos que creyéramos que el ego nos dio algo más adecuado a nuestro gusto: la preservación de nuestra individualidad – el verdadero hogar del ego.


(4:1-2) «¿Quién es el extraño? ¿A quién no le corresponde estar en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo?»


“¿Quién es el extraño?” – repetido como un leitmotiv musical en la lección. ¿El amor o el miedo? La respuesta correcta, por supuesto, es el miedo, pero todos creemos que el amor es el extraño, porque lo desterramos. El mensaje de Jesús para nosotros, sin embargo, es que el miedo no es apropiado para el hogar que Dios nos dio. Nosotros, como hijos del Amor, pertenecemos con Él y con el Espíritu Santo como nuestro Maestro.


(4:3) «¿Es acaso el miedo obra Suya, creado a Su semejanza?»


Esto es tomado del Génesis:


“Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza” ” (Genesis 1:26).


Jesús nos dice que lo que verdaderamente ha sido creado a imagen y semejanza de Dios es el amor, no el miedo.


(4:4-8) «¿Es acaso el miedo lo que el amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo, pues no pueden coexistir. Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. Mas si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.»


Vemos repetidamente esta declaración de Nivel Uno: Dios o la ilusión, el amor o el miedo – sin nada entremedio. El amor no conoce el miedo, ni Dios conoce la ilusión de separación. El fundamento metafísico del Curso es «uno o el otro», ejemplificado en este silogismo basado en la famosa declaración de la primera epístola de Juan – “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18):


Todos los aspectos del miedo son falsos porque no existen en el nivel creativo, y por lo tanto no existen en absoluto. En la medida en que estés dispuestos a someter tus creencias a esta prueba, en esa medida se corrigen tus percepciones. Al separar lo falso de lo verdadero, el milagro procede de esta manera:


“El amor perfecto expulsa el miedo.

Si hay miedo,

es que no hay amor perfecto.


Más:


Sólo el amor perfecto existe.

Si hay miedo,

éste produce un estado que no existe.” (T-1.VI.5: 1-8)


(5:1-3) «¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! Todo aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir: “Yo soy el extraño aquí. De modo que le cedo mi hogar a uno que es más como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío”.»


He desechado mi verdadero Ser por una identidad de miedo, convirtiéndome así en un hijo de la separación en lugar de la Unidad, abandonando mi verdadero hogar y dándolo a un extraño.


(5:4) «Ahora se ha exiliado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo menos de esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar.»


En algún momento nos damos cuenta de que este mundo no es nuestro hogar, pero hemos olvidado que abandonamos nuestro verdadero hogar. Además, hemos proyectado toda la responsabilidad, creyendo que nuestro hogar nos ha sido negado: “Alguien me lo hizo”. Así fue fabricado el mundo, y luego se olvidó su fuente. La siguiente lección enseña que hicimos un mundo de específicos para que pudiera haber alguien fuera a quien culpar y odiar: “Sí, no estoy en casa; sí, soy huérfano… ¡pero no es mi culpa!”


(6:1-3) «¿En pos de qué va a ir ahora? ¿Qué podría encontrar? Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha imposibilitado su regreso.»


Este es el verdadero significado del especialismo: buscamos en vano nuestro hogar, buscando desesperadamente el amor y la felicidad en el mundo, pero nunca los encontramos.


“El ego está seguro de que el amor es peligroso, y ésta es siempre su enseñanza principal. Nunca lo expresa de este modo. Al contrario, todo el que cree que el ego es la salvación parece estar profundamente inmerso en la búsqueda del amor. El ego, sin embargo, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse simplemente de esta manera: “Busca, pero no halles”…La búsqueda que el ego emprende está, por lo tanto, condenada al fracaso. Y como también te enseña que él es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba en una percepción de auto-derrota. Pues el ego es incapaz de amar, y, en su frenética búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encontrar…Si sigues sus enseñanzas, pues, irás en busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.” (T-12.IV.1:1-4; 2:1-3; 3:5)


Mi regreso es imposible porque busco en el lugar equivocado. Una vez que le doy la espalda al Espíritu Santo, estoy atrapado en el cuerpo de mentalidad errada del ego. Busco allí lo que me haga feliz y me traiga paz; cosas espirituales, santas y religiosas que me salven. Sin embargo, nunca los encontraré en este mundo, porque sólo existen en mi mente correcta – mi hogar lejos de casa.


(6:4-5) «Está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. El milagro vendrá.»


A pesar de haber desechado la mente correcta, ésta permanece dentro de nosotros. En algún punto nos damos cuenta de que cometimos un error y entendemos por qué no somos felices. Entonces volvemos a nuestras mentes y elegimos el milagro del Espíritu Santo y encontramos nuestro Amor:


“El Espíritu Santo te ofrece otra promesa, la cual te conduce a la dicha. Pues Su promesa es siempre: “Busca y hallarás”, y bajo Su dirección no podrás fracasar. La jornada en la que el Espíritu Santo es tu Guía es la jornada que te conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él Mismo lo consumará.” (T-12. IV.4:4-6)


(6:6-8) «Pues su Ser sigue morando en su hogar. Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha confundido a Sí Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo.»


Esta es el recuerdo de Quiénes somos como Cristo, sostenido para nosotros por el Espíritu Santo. Cristo no conoce el miedo, el extraño, pero nosotros sí. Por lo tanto, nuestro tomador de decisiones invierte su decisión equivocada y se identifica ahora con este recuerdo de nuestro hogar, como hemos visto en esta declaración familiar:


“En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad.” (T-10.I.2:1-2)


(7:1-2) «¿Quién es el extraño? ¿No es acaso aquel a quien tu Ser no invoca? »


Mi verdadero Ser – otro símbolo para la Voz del Espíritu Santo – no invoca a mi ego, ni a un miedo del que no sabe nada. Simplemente brilla en nuestras mentes como un faro.


(7:3) «Ahora eres incapaz de reconocer a ese extraño que merodea entre vosotros, pues le has cedido tu legítimo lugar.»


No sé si el miedo es el extraño, pero sé que existo como un cuerpo individual -temeroso y molesto, culpable y solo. No me doy cuenta de que esta ha sido mi elección, porque creo que el miedo es mi realidad y mi hogar. Hemos visto el pasaje que describe cómo el ego hace casi imposible reconocer la presencia de la verdad en nuestras mentes, expresado en el contexto del especialismo y el Espíritu Santo. Aquí está de nuevo en su forma más completa, en paralelo con nuestra anterior discusión sobre la incapacidad de la verdad y la ilusión para comunicarse entre sí:


“Tú no eres especial. Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? ¿Qué respuesta del Espíritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual, ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el “poderío” de tu especialismo. Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.


Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente, y un significado distinto. Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y “a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. La visión de Cristo es su “enemigo”, pues no ve aquello que ellos quieren ver y les mostraría que el especialismo que ellos creen ver es una ilusión.” (T-24.II.4-5)


(7:4-9) «No obstante, tu Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. Dios no está confundido con respecto a la creación. Está seguro de lo que es Suyo. Ningún extraño se puede interponer entre Su conocimiento y la realidad de Su Hijo. Él no sabe de extraños. Él está seguro de Su Hijo.»


Recordemos las palabras tan citadas y encantadoras del texto: “no se perdió ni una sola nota del himno celestial” (T-26.V.5:4). La separación no tuvo ningún efecto sobre la verdad, y Dios no conoce el ego, ni su sistema de pensamiento de miedo. Él simplemente es; y como Su Hijo, nosotros somos uno en Su Ser. Observa cuán a menudo Jesús regresa a este importante tema del Amor perfecto de Dios sin saber nada acerca del ego imperfecto y su separación.


(8:1-3) «La certeza de Dios es suficiente. A aquel a quien Él reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su Hijo para siempre. Él ha contestado tu pregunta: “¿Quién es el extraño?” »


El problema es que no hemos hecho esta pregunta, y el propósito de Un Curso de Milagros es que la hagamos. Cuando lo hacemos, al menos reconocemos que hay algo que no conocemos aquí, porque habíamos sido tan positivos que tuviéramos razón. Puede que no nos haya gustado el miedo o la culpa, pero creíamos que eran ciertas. Plantear la pregunta correcta significa preguntar quién es el extraño: el amor o el miedo. Por lo tanto, reconocemos que hay una elección. Sin embargo, hasta que se llega a ese punto, sólo sabemos que el miedo es una realidad y tenemos que sacarle el máximo partido. Esto sirve al propósito del ego de mantener alejada nuestra seguridad inherente como Hijo de Dios, salvaguardada para siempre en Su Corazón donde Él nos colocó cuando nos creó uno con Él. El Epílogo a la clarificación de términos expresa esta certeza:


“Hace mucho tiempo que el final se escribió en las estrellas y se plasmó en los Cielos con un rayo de luz brillante que lo ha mantenido a salvo en la eternidad y a lo largo del tiempo, y que aún lo conserva inalterado, imperturbable e inmutable.” (C-ep.2:5-6)


Esta hermosa imagen se hace eco del pasaje del texto citado anteriormente:


“El Pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno. Se encuentra tan alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que está allí. No obstante, brillará por toda la eternidad sereno, puro y hermoso. En ningún momento ha dejado de estar allí, ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.


El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y firmemente anclada. La perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. El firmamento la envuelve y la mantiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo…Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen, ni por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho Pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios.” (T-30.III.8:4-9:3; 10:2-5)


(8:4-5) «Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un extraño para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti. Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar en Él, y no es un extraño para Si Mismo. »


Esto está tomado de la línea bien conocida en el evangelio de Mateo: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (19:6). Aunque hemos abandonado el amor, el amor no nos ha abandonado y no somos extraños a él ni a Dios. En el texto abundan las referencias a este texto bíblico, de las cuales las dos siguientes son representativas:


“El Hijo de Dios es uno. A quienes Dios ha unido como uno, el ego no los puede desunir.” (T-17.III.7:2-3)


“En realidad tu hermano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría separar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser?” (T-22.V.3:4-5)


Así reinterpretada – la declaración bíblica se refiere al divorcio – Jesús usa la cita para otra forma del principio de Expiación: la Unidad del Hijo de Dios no puede ser, y nunca ha sido quebrantada o fragmentada.


(9:1-2) Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar en el mundo lo que es Suyo. Su visión no ve extraños, sino que contempla a los Suyos y se une a ellos jubilosamente.


Piensa de nuevo en Cristo (o en el Espíritu Santo) como un faro que irradia una luz de amor en nuestras mentes. Buscamos, y en algún momento vemos la luz y nos damos cuenta de que cometimos un error: «Hay» una salida del mar oscurecido que es el infierno del ego, una salida de una noche que parecía interminable. Y así damos gracias con alegría:


“¡Alegrémonos de poder caminar por el mundo y de tener tantas oportunidades de percibir nuevas situaciones donde el regalo de Dios se puede reconocer otra vez como nuestro! Y de esta manera, todo vestigio del infierno, así como los pecados secretos y odios ocultos, desaparecerán. Y toda la hermosura que ocultaban aparecerá ante nuestros ojos cual prados celestiales, que nos elevarán más allá de los tortuosos senderos por los que viajábamos antes de que apareciese el Cristo.” (T-31.VIII.9:1-3)


Jesús nos pide gratitud por la verdad en nuestras mentes que nunca ha cambiado, corrigiendo nuestra ingratitud nacida del miedo. Así hemos mantenido la verdad oculta, porque estar en su presencia significaba el fin de nuestro sistema de pensamiento. Ahora estamos agradecidos de poder elegir la verdad que es lo único que nos traerá felicidad y paz.


(9:3) «Ellos lo ven como un extraño, pues no se reconocen a sí mismos.»


Mientras nos identifiquemos con el miedo y nuestra identidad especial y separada, no sabremos la verdad. No nos daremos cuenta de que nosotros, como ego, somos el extraño, mientras que nosotros, como Cristo, estamos en casa. A través del perdón de los demás llegamos a reconocer nuestra identidad compartida y la verdad del extraño brillante que, como nuestro hermano mayor, nos ha traído la salvación de la Pascua:


“Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. Yo [Jesús] era un extraño y tú me acogiste, a pesar de que no sabías quién era. Mas lo sabrás por razón de tu ofrenda de azucenas. En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti, es tu Amigo ancestral, reside su liberación y tu redención junto con él. La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. Pues la Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía.” (T-20.I.4:2-8)


(9:4-10:1) «No obstante, a medida que le den la bienvenida, lo recordarán. Y Él los conducirá dulcemente de regreso a su hogar, donde les corresponde estar. Cristo no se olvida de nadie.»


Tal vez recuerdes el primer poema de Helen, “El regalo de Navidad”, que escribió unos meses antes de que se escribiera esta lección. El poema comienza: “Cristo deja a nadie atrás. Por esto sabéis que él es el Hijo de Dios” (Los Regalos de Dios, p. 95). Esa misma hermosa idea se expresa aquí: “Cristo no se olvida de nadie.” Es útil notar lo rápido que pasamos de largo a las personas cuando las juzgamos, somos insensibles a sus peticiones de ayuda, o simplemente las usamos para nuestra propia gratificación.


(10:2) «No deja de darte ni uno solo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue instituido.»


Nuestras vidas son salones de clase, en los que todos con quienes no encontramos durante el día – una persona importante o una que vemos sólo una vez en una circunstancia menor – nos da la oportunidad de aprender lo rápido que desestimamos, descuidamos y usamos a las personas. Miramos este horrible hecho sin juzgar y sin culpa, dándonos cuenta de que al excluir a otro nos excluimos a nosotros mismos. Nos preguntamos, entonces, si este es el regalo que realmente queremos – «para nosotros mismos»:


“Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo. Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo. Cada vez que dos Hijos de Dios se encuentran, se les proporciona una nueva oportunidad para salvarse. No dejes de darle la salvación a nadie, para que así la puedas recibir tú.” (T-8.III.4:1-7)


(10:3-5) «Él no se ha olvidado de ti. Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como Él lo hace. Él que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la salvación.»


No recordarás que estás en casa en Cristo, con Jesús como tu maestro y su amor como tu meta, hasta que primero compartas ese pensamiento con todos los que ves o incluso piensas. Concluimos así esta lección inspiradora con un pasaje de «El Canto de Oración», expresando el cierre del viaje, el final de la escalera en la que estamos con Cristo; nuestro hermano a nuestro lado, uno con nosotros y con toda la Filiación:


“Alto se ha elevado la escalera. Has llegado casi hasta el Cielo. Hay poco más que aprender antes de completar el viaje. Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse en oración contigo:


No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí.


Y así lo es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que verdaderamente compartes con él. Pues has comprendido que jamás se fue, y que tú, que parecías solo, eres uno con él.


La escalera termina con esto, puesto que el aprendizaje ya no se necesita. Ahora estás ante el portal del Cielo, y tu hermano se encuentra allí al lado tuyo. Los prados son profundos y tranquilos, pues aquí el lugar señalado para el momento en que vinieras tú te ha esperado largo tiempo. Aquí terminará el tiempo para siempre. En este portal la misma eternidad se unirá a ti. La oración se ha convertido en lo que siempre estuvo destinada a ser, porque has reconocido el Cristo en ti.” (S-1.V.3:5-4:6) “


~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.








LECCIÓN 160


Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.


Comentada por:

Oscar Gómez Díez 


En el estado del Cielo, el Amor es total, absoluto, todo abarcante y sin opuestos, pues el Amor es lo que Dios es. Así que nuestro Hogar eterno es el Amor, es Dios, es el Cielo. 


La separación fue la negación del amor y de la unidad, y dio lugar a este mundo de opuestos, y nos olvidamos de quienes somos realmente. Vagamos por el mundo cual hijo pródigo que abandona su hogar y se pierde a si mismo. No sabe quien es, por lo tanto, no sabe cómo regresar a su verdadero hogar, pues ha permitido que un extraño gobierne su mente: el ego. Y ese extraño que arrastra tras de sí la culpa de la separación busca deshacerse de ella y la proyecta sobre los otros a los que ve como una amenaza, los ve como enemigos, teme sus ataques, construye defensas, ataca, se defiende, en una espiral que no parece tener fin, pues ese extraño se ha enquistado en tu mente, a ese extraño lo llamamos miedo, y en este mundo aparece como lo opuesto al amor. 


Tenemos miedo a todo y a todos, tenemos miedo a las pérdidas, a los ataques, a la destrucción, hasta llegar al peor de todos los miedos: el miedo a la muerte. Recordemos que tras la separación surge el miedo, por la creencia en un supuesto castigo divino, y el peor castigo de todos es la muerte, ese es nuestro mayor miedo, eso es lo que nos recuerda el mito del pecado original, que recreamos todos los días, generación tras generación, arrastrando una culpa que pareciera que nada ni nadie nos la pudiera quitar de encima. 


El miedo es ese extraño que invitamos a nuestras mentes divididas en remplazo del Amor. Ahora ese extraño que crees que te habita considera que está en su hogar y que tú eres un extraño, se ha invertido la realidad y te has perdido en el laberinto de los pensamientos de la separación, y pareciera imposible salir de allí sin la ayuda de un milagro. 


El milagro llegará a rescatarte, pues el Amor no se olvida de nadie, pero para ello debes reconocerlo, aceptarlo, elegirlo. Sin tú voluntad de ser libre jamás lo serás, realmente, solo aplazaras tu liberación, la sanación de tu mente y el regreso a tu verdadero hogar. 


Esta lección nos reitera la metodología del Curso, que es sencilla, pero requiere disciplina y constancia de nuestra parte para que sea eficaz y podamos disfrutar de sus resultados. El método se expone a lo largo de la lección, desde la idea del día:

*"Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí."* aquí nos está diciendo que recordemos y afirmemos lo que somos y neguemos lo que no somos. Que elijamos siempre el amor y nos decidamos solo por el amor. Que perdónenos siempre lo que no es real en nosotros, en el caso de hoy el miedo, para que lo que es real emerja y brille en nuestra consciencia. Que recordemos a Cristo pues Él nunca se ha olvidado de nosotros. Que Cristo siempre nos contempla con amor, sin juicio y sin condena. Que nos invita a que contemplemos a todos nuestros hermanos de la misma manera, pues si no lo hacemos nos olvidamos de Cristo y nos olvidamos de nosotros mismos. Y como aprendimos en las lecciones pasadas, debemos desarrollar la visión de Cristo, la visión del amor y contemplar a nuestros hermanos más allá del error, más allá de cualquier supuesta culpa, renunciando al juicio y al ataque y sólo ver la luz de lo que son: los perfectos Hijos de Dios, tan inocentes como nosotros, en ese momento ya no vemos enemigos ni competidores, sólo vemos hermanos, solo nos vemos a nosotros mismos. El Amor ha venido en rescate del amor, la salvación ha llegado y nos conduce de regreso a nuestro Hogar eterno. El miedo queda atrás, el amor brilla adelante, nuestro Hogar nos espera y marchamos con la alegría y la gratitud de quien tiene certeza de quien es, y para donde va.


 *PRÁCTICA:*


Aquiétate durante 5 minutos como mínimo, o hasta 15 ó 30 minutos, de acuerdo a tu disposición, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia las siguientes palabras:


*"Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí."*


Y en la medida que te relajas, y en profundo silencio interior, le pides al Espíritu Santo que te ayude a recordar que eres solo amor, que el amor es tu hogar, y que el miedo es un extraño, que te había quitado la paz, y elijes abandonar el miedo, se lo entregas al Espíritu Santo para que lo deshaga por ti y lo reemplace por el amor que eres. 


*PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:*


Nos sentaremos un par de minutos cada hora, en silencio a reiterar nuestro único propósito, de pedir ver a nuestros hermanos con la visión de Cristo, a perdonar todo aquello que nos impida ver la inocencia en ellos, pues de lo contrario, no vería mi propia inocencia, así que me lo recordaré diciendo:


*"Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí."*


Pídele al Espíritu Santo que te ayude a ver a todos tus hermanos con la visión de Cristo, con la visión del perdón y del amor, verás como el miedo desaparece al no ver enemigos, al no temer a ningún futuro incierto, pues te has situado en el presente, has perdonado el pasado y has puesto el futuro en las manos de Dios. 


*RESPUESTA A LA TENTACION:*


Si a lo largo del día sientes miedo o algún temor que te hace sentir inseguro y vulnerable, recuerda responder con la idea del día:


*"Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí."*


Recordar lo que somos: amor, es el mejor remedio para sanarnos de lo que no somos: miedo. Recuérdalo en todo momento, en todo lugar, acéptalo, asúmelo, practícalo sonriendo desde tu corazón al corazón de todos los hermanos que te cruces en tu camino, pues al reconocerlos a ellos estás reconociendo al Cristo en ti, estás expulsando a ese extraño que se había introducido en tu mente para negar al amor y erigir al miedo como un dictador, que te atormentaba día tras día y noche tras noche, en un laberinto de temores imaginarios que te alejaban de la realidad que eres. Recuerda no caminas solo pues el Amor no se olvida de nadie y siempre marchará a tu lado guiándote por los senderos que conducen a la paz y a la felicidad. El amor siempre estará en ti pues nunca se ha ido de ti. 






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