1. La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. 2La Voluntad de Dios es la única Voluntad. 3Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. 4La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. 5La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. 6En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.
2. La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla. 2La idea en sí es completamente cierta. 3Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. 4Sin ilusiones, el conflicto es imposible. 5Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda.
3. Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lentamente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:
10Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente en seguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. 11Di de inmediato:
4. Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido. 2Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:
5. Después de que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. 2Sumérgete en ella y siente cómo te envuelve. 3Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. 4Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental en vez de somnolencia y enervamiento.
6. La paz se caracteriza por la dicha. 2Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. 3Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. 4Haz esto cuantas veces sea necesario. 5Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.
7. En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:
4Trata entonces de hallar lo que buscas. 5Dedicar uno o dos minutos cada media hora a hacer este ejercicio—con los ojos cerrados a ser posible—será tiempo bien empleado.
LECCIÓN 74
No hay más voluntad que la de dios.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
La lección 74 es una lección muy bella que genera mucha paz y busca que aceptemos que nuestra voluntad es la misma de la Dios pues Dios es nuestra verdadera Identidad. Nuestro Ser tiene las mismas cualidades de nuestro Padre, por eso, no podemos estar en conflicto y nunca nos hemos separado de Dios. Otra cosa es que creamos que sí y así fabricamos este mundo de conflicto.
Nos dice Jesús en la lección:
_”La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. La Voluntad de Dios es la única Voluntad. Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo”_.
Para el ego es fundamental que suframos. Necesita que nos sintamos víctimas para poder atribuirle a otro lo que nos sucede, para centrar nuestra atención en lo que sucede afuera y no dentro de nuestra mente, para que no veamos la necesidad de sanar nuestra mente mediante el perdón y la aceptación de la Expiación para nosotros mismos. Recordemos que la Expiación es el proceso mediante el cual el Espíritu Santo deshace la creencia en el ego y en la separación. Su principio es que la separación de Dios nunca ocurrió, pues, Dios, cuando surgió la “idea loca de la cual el Hijo de Dios olvidó reírse”, de querer separarse de Dios y se cayó en este sueño de separación, Dios, creó el Espíritu Santo para que nos ayude a regresar a casa.
Al caer en este sueño, como producto de la proyección de la mente colectiva que se creyó separada, surge este mundo y el cuerpo y aparecieron las ilusiones y los conflictos originados por el pecado o creencia en la separación, la culpa y el miedo. Nuestra única responsabilidad es aceptar la Expiación para nosotros mismos y lo hacemos siempre que le entregamos al Espíritu Santo nuestros errores para que Él los corrija. Es decir, se trata de ir sanando nuestra mente con la ayuda del Espíritu Santo y el perdón. Por eso, Jesús, considera que No hay más voluntad que la de Dios,
_“es el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios”_.
Nos hemos pasado haciendo nuestra voluntad y lo que hemos hecho es sufrir y hacer sufrir a nuestros hermanos. Hoy, Jesús, nos llama a aceptar la realidad de Dios en nuestras vidas aceptando que Su Voluntad es la nuestra. Y la Voluntad de Dios es que seamos felices. La pregunta que debemos hacernos es ¿para que nos negamos a aceptar la Voluntad de Dios?
Si nunca hubo separación de Dios no podemos sino ser como Él pues somos su creación y compartimos Su Voluntad. Por eso, nuestra voluntad es la Suya. La Voluntad de Dios para Su Hijo no puede ser sino perfecta felicidad, dicha, paz, cordura, abundancia, Amor… no puede ser conflicto, ataque, miedo, desolación, enfermedad, depresión, tristeza… Son las ilusiones, creadas por la creencia en la separación, las que originan los conflictos.
_“No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto”_,
nos dice Jesús.
Por lo tanto, si veo pensamientos de conflicto es porque estoy cayendo en las ilusiones y estoy negando que mi voluntad es la de Dios. Jesús, no quiere que neguemos los conflictos, que neguemos nuestra obscuridad. Quiere que la miremos con Él. Recordemos las lección 70 Mi salvación procede de mí, donde, Jesús, nos decía que nos conducía a través de las nubes de nuestros resentimientos hacia la luz de la verdad.
Si estamos atentos a nuestros pensamientos de ataque y de conflicto, los miramos sin miedo y los entregamos al Espíritu Santo para que los corrija - la Expiación – y si perdonamos habremos alcanzado estados de paz. Recordemos lo que nos dice Jesús:
_“La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz”_.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Realicen la lección como se les propone, siempre en compañía del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 74
comentada por Ken Wapnick
(Lección 74: “No hay más voluntad que la de Dios” )
(1:1) «La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios.»
“Esta es la manera en que Jesús reformula para nosotros nuestra única responsabilidad, que es aceptar la Expiación para nosotros mismos. La diminuta y alocada idea, una vez tomada en serio por el ego, dice que la separación de Dios es un hecho, y que el Hijo tiene una voluntad separada y distinta de la Voluntad de su Creador. Esta “voluntad” del Hijo ahora puede establecer su propia realidad como una entidad autónoma. A partir de esa premisa básica, el sistema del ego sigue lógicamente, hasta e inclusive la creación del universo físico. El ego es, por lo tanto, una afirmación que dice que de hecho hay una voluntad aparte de la de Dios. Esto está en contraste con el principio de la Expiación que dice que no hay más voluntad «sino» la de Dios. Cualquier otro pensamiento es ilusorio, y por lo tanto nunca ha ocurrido. Esta idea se resume sucintamente en las siguientes líneas del manual para los maestros, en el contexto de la idea de separación:
“En el tiempo esto ocurrió hace mucho. En la realidad, nunca ocurrió.” (M-2.2:7-8)
Nuevamente, Jesús dice que esta idea – “no hay voluntad que la de Dios” – es el pensamiento central de estos ejercicios. De hecho, el objetivo de Un Curso de Milagros es enseñarnos a aceptar la Expiación para nosotros mismos; negar la aparente realidad del sistema de pensamiento del ego, que se basa en la diminuta y alocada idea tomada en serio – “[en el olvido del Hijo de reírse de la diminuta y alocada idea] ese pensamiento se convirtió en una idea seria,” (T-27) .VIII, 6: 3) – y un yo individual creyó tener una voluntad autónoma fuera de la Voluntad de Dios.
(1:2-3) «La Voluntad de Dios es la única Voluntad. Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya.»
Esta es la última cosa en el mundo que el ego siempre quiere que comprendamos, porque si nuestra voluntad es la Suya, no hay separación – otra forma de establecer el principio de Expiación, que deshace el ego. Además, si no hay otro que Dios, no puede haber elección y, por lo tanto, ningún tomador de decisiones. El Espíritu Santo salvaguarda este pensamiento de Expiación en nuestras mentes, y el miedo del ego de que elijamos identificarnos solo con esto lo motiva a desarrollar la estrategia de que no nos percibamos como una mente – el mundo de los cuerpos. Este temor se resume sucintamente en la siguiente declaración del texto:
“Tienes miedo de saber cuál es la Voluntad de Dios porque crees que no es la tuya. Esta creencia es lo que da lugar a la enfermedad y al miedo.” (T-11.I.10:3-4)
(1:4) «La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido.»
Encontramos en estas lecciones- y es por eso que las estamos estudiando tan de cerca – la totalidad del sistema de pensamiento del ego que se presenta de manera más completa en el texto. Si tengo una voluntad que está separada de la de Dios, el ego me dice que la gané al triunfar sobre mi Gran Adversario. Al ganar así el gran conflicto, merezco los maravillosos frutos de la individualidad. Sin embargo, este triunfo es llamado «pecado» por el ego, seguido de la «culpa», cuya proyección nos lleva a fabricar un Dios a nuestra propia imagen y semejanza: Uno que contra Quien se ha pecado y ahora, con enojo y justificación, busca la retribución, un ataque que justificadamente «tememos». Como recordarás de nuestra discusión previa, la segunda y tercera leyes del caos (T-23.II.5-8) abordan específicamente el tema de un Dios vengativo y enojado; una imagen presente en todos, independientemente de su religión o la falta de ella. En el mundo occidental, la imagen se basa en el Dios bíblico: una deidad vengativa que cree en la realidad del pecado.
Una vez que proyectamos nuestro pecado, un campo de batalla aparentemente eterno se establece en nuestras mentes. «Ese» es el conflicto – entre nosotros y Dios, ya que Él es Aquel a Quien creemos que hemos atacado, y Cuya venganza es demandada por nuestra culpa. No hace falta decir que este no es el verdadero Dios. Sin embargo, dentro de nuestro sueño demente, que comienza con la creencia de que somos individuos autónomos, este conflicto es bastante real. Nos lleva a reprimir el pensamiento aterrador y – a través de la proyección – inventar un mundo en el que vemos conflictos a nuestro alrededor, pero que ya no están en nuestras mentes. Creemos que todo el mundo y todas las cosas están en guerra con nosotros, las sombras fragmentarias del conflicto original. Ya sea que esto tome la forma de enemigos directos – lo que llamamos odio especial – o los enemigos más sutiles que llamamos nuestros amores especiales – el conflicto permanece. Es una batalla no solo con los individuos, sino con la vida misma, cuya principal característica es la muerte. Por lo tanto, como enseñó Freud, desde el momento en que nacemos nos estamos preparando para morir. El pensamiento máximo de la muerte, por lo tanto, es el conflicto primario que experimentamos aquí, pero esto no es más que un fragmento del conflicto original, basado en el pensamiento que tenemos una voluntad separada de la de Dios. Ganamos esa voluntad al destruirlo, y ahora Él se levantará de la tumba y nos destruirá, arrebatándonos la vida que creemos que le quitamos.
(1:5-6) «La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.»
Recuerda por un momento las Lecciones 24 y 25, en las que Jesús explica que no sabemos lo que más nos conviene. Uno de los ejercicios nos hizo tomar un problema y pensar en su mejor solución. Jesús nos dijo que si realmente lo hiciéramos concienzudamente nos daríamos cuenta de que tenemos objetivos conflictivos y, por lo tanto, no podríamos estar seguros de lo que es mejor para nosotros. En un momento pensamos en algo que funcionaría bien, y en el siguiente pensamos en otra cosa. Esto nos obliga a decidir entre estos objetivos cambiantes, que es la manera en que Jesús nos enseña que no entendemos nada, y ciertamente no lo que más nos conviene.
Los objetivos conflictivos que experimentamos reflejan el conflicto original en nuestras mentes entre Dios y nosotros mismos, que realmente está dentro de nosotros mismos. Esta proyección del ego de un Dios es un montaje. Por lo tanto, Él no está realmente allí, no siendo otra cosa que una parte dividida de nuestras mentes ya divididas. El conflicto del ego es «uno o el otro, mata o te matarán» – un conflicto que se representa dentro de nuestras mentes, porque las figuras en nuestras vidas que creemos que nos están victimizando no son más que personajes en nuestros propios sueños: figuras alucinatorias de nuestro sistema de pensamiento delirante. Sin embargo, cuando nos alejamos del sistema de pensamiento del ego – conflicto, pecado e individualidad – y regresamos con el Espíritu Santo, hemos aceptado la Expiación. Ahí Entonces, solo hay «un» objetivo – ya aceptado – que es recordar Quiénes somos y regresar a casa.
(2:1) «La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla.»
De hecho, podemos encontrar la paz «únicamente» a través de esta idea. Viene en muchas, muchas formas diferentes, pero su esencia es que la paz se encuentra al aceptar la idea de que nunca nos separamos de Dios y, por lo tanto, no estamos separados de nadie ni de ninguna otra cosa.
(2:2-4) «La idea en sí es completamente cierta. Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. Sin ilusiones, el conflicto es imposible.»
Las ilusiones son todo lo que el ego nos dice que es verdad. Así, una vez que comenzamos con la premisa básica de que hay otra voluntad además de la de Dios – la diminuta y alocada idea tomada en serio, que nos lleva a creer que existimos como individuos separados – las otras ilusiones siguen lógicamente: soy pecaminoso, culpable y temeroso de castigo, mi destino inevitable si he de permanecer en mi mente. Para proteger este yo recién adquirido, tengo que proyectar el conflicto básico entre mí y mi imagen de Dios, fabricando un mundo en el que experimento un nuevo conjunto de problemas – todos percibidos fuera de mi mente.
Estas, entonces, son las ilusiones, y provienen de que no aceptamos el principio de la Expiación de que no hay otra voluntad que la de Dios, lo que significa que la separación nunca ocurrió. Por lo tanto, una vez que estas ilusiones son observadas y dejadas ir, no puede haber conflicto, lo cual, de nuevo, es entre la parte culpable y pecaminosa de nosotros mismos que no queremos dejar entrar en la conciencia, y la parte culpable y pecaminosa de nosotros mismos que hemos proyectado como la imagen de Dios. Cuando ya no se le concede fe al pensamiento del pecado, no pueden haber ilusiones o conflictos; y por lo tanto no hay dolor o sufrimiento.
(2:5-3:1) «Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda. Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lentamente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:»
Mencioné dos veces antes que muchas declaraciones en el libro de ejercicios pueden malinterpretarse como afirmaciones, similares a las que se encuentran en muchos sistemas de la Nueva Era, donde se usan para hacer callar los egos de las personas reemplazando los pensamientos negativos con los positivos. Es bastante obvio que esto no funciona, ya que todo lo que logra es reprimir nuestros malos pensamientos en el inconsciente, y todo lo que se reprime tiene una forma más desafortunada de encontrar su camino de regreso, ya sea atacando a otros (juicio) y / o atacarnos a nosotros mismos (enfermedad).
Jesús no nos anima a llevar la verdad a la ilusión – la verdad de estas declaraciones a la ilusión en la que creemos – sino que nos está enseñando a llevar las ilusiones de los pensamientos de nuestro ego a esta verdad. Cada vez que estemos tentados de sentirnos enojados, por lo tanto, debemos llevar ese malestar y todas sus aparentes causas a la verdad: nos lo hemos inventado. Sabemos que lo hicimos porque no hay otra Voluntad sino que de Dios.
Para repetir, estas no son declaraciones que deberíamos usar para hacer callar nuestros egos, sino que deberíamos llevar los chillidos estridentes de culpa y juicio de nuestro ego al gentil pensamiento de la lección. Este proceso es válido no sólo para estos ejercicios, sino para todos los demás.
Por eso decimos:
(3:2-3) «No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto.»
Esto significa que cuando te encuentres infeliz o molesto en el transcurso del día y veas honestamente tu ego, te darás cuenta de que estás enojado porque crees que estás en conflicto – alguien o algo te ha causado dolor, y esa es la “causa” del problema. Si recuerdas esta declaración – “No hay voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto” – reconoces que todo lo que ahora percibes proviene del pensamiento de que estás en conflicto con Dios. Sufres a manos de otra persona, te sientes mal o has perdido la paz como resultado de las condiciones en el mundo – todo debido a que crees que estás separado de tu Creador. Dicho de otra manera, conflicto significa dualidad, que es la esencia del estado ilusorio del ego de estar separados; mientras que la Voluntad de Dios expresa la verdad no dualista de la unicidad de nuestra realidad como el Hijo de Dios.
Esta lección continúa el proceso de entrenamiento que nos haría comenzar siempre – no solo aquí, sino siempre – a revisar el sistema de pensamiento del ego que subyace en nuestro malestar, enojo, depresión, enfermedad, ansiedad o temor. Cuando miramos el ego con Jesús a nuestro lado, automáticamente hacemos lo que él nos pide en esta lección. Como él nos dice al comienzo del texto, él es la Expiación (T-LIII.4: 1): la experiencia y símbolo dentro de nuestro sueño de que no hay otra Voluntad que la de Dios. Su amorosa presencia en nuestras mentes es prueba de que nada se interpuso entre nosotros y el Amor de Dios, y que, además, nada «podría» interponerse entre nosotros y este Amor, como ahora leemos:
(3:4-9) «Dedica entonces varios minutos a añadir pensamientos afines, tales como:
Estoy en paz.
Nada puede perturbarme. Mi voluntad es la de Dios.
Mi voluntad y la de Dios son una.
La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz.»
Jesús continúa diciéndonos cómo proceder en estos ejercicios:
(3:10-13) «Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente enseguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. Di de inmediato:
No hay más voluntad que la de Dios. Estos pensamientos conflictivos no significan nada.»
Una vez más, Jesús no quiere que hagamos callar nuestro dolor o neguemos nuestra experiencia de conflicto con alguien o algo, sino que le traigamos nuestro sufrimiento. Esto es análogo a lo que el gran maestro indio Krishnamurti enfatizó en sus enseñanzas:
«Permanece con el dolor». Esto no fue un llamado al masoquismo. Fue una exhortación a sus alumnos para que no cubrieran el dolor, sino que continuaran a través de él hacia el amor más allá. En Un Curso de Milagros, Jesús es quien nos guía a través del dolor que le hemos traído primero, hacia la paz que nos espera más allá del velo de conflicto del ego.
(4:1) «Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido.»
Como hemos visto a lo largo de estas lecciones, Jesús nos está pidiendo que prestemos cuidadosa atención a nuestras mentes, que las escudriñemos para encontrar los pensamientos de conflicto. Luego pasamos de nuestra infelicidad y angustia al pensamiento subyacente de separación que es la base para la experiencia de los conflictos específicos. En lugar de tratar de evitar la situación de conflicto que parece difícil de resolver, Jesús nos anima a prestarle atención – “resérvalo para un examen más detenido” – lo que significa llevarlo a él para que la culpabilidad de la mente pueda ser vista y liberada.
(4:2-5) «Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios. Yo la comparto con Él.
Mis conflictos con respecto a ________ no pueden ser reales.»
No puedo darme cuenta de que los conflictos entre tú y yo son irreales a menos que acepte el hecho de que los he hecho reales, «muy reales». Primero tenemos que mirar el conflicto a medida que lo experimentamos, y luego volverlo a su origen. Este proceso de mirar, por supuesto, es la suma y sustancia de Un Curso de Milagros, un proceso que es imposible a menos que busquemos en el lugar correcto: la parte tomadora de decisiones de la mente, donde se cometió el error por primera vez. El cierre del Capítulo 5 en el texto proporciona un ejemplo de la enseñanza explícita de Jesús a este respecto:
“…el proceso de des-hacimiento, que no procede de ti, se encuentra no obstante en ti porque Dios lo puso ahí. Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí a la Expiación en paz.” (T-5.VII.6:4-5)
En otra parte del texto, Jesús discute el conflicto y cómo se resuelve mediante la visión del Espíritu Santo, cuya difusión es el objetivo de Un Curso de Milagros:
“El Espíritu Santo desvanece las ilusiones sin atacarlas, ya que no puede percibirlas en absoluto. Por consiguiente, no existen para Él. Resuelve el aparente conflicto que éstas engendran, percibiendo cualquier conflicto como algo sin sentido. He dicho anteriormente que el Espíritu Santo percibe el conflicto exactamente como es, y el conflicto no tiene sentido. El Espíritu Santo no quiere que entiendas el conflicto; quiere, no obstante, que te des cuenta de que, puesto que el conflicto no tiene sentido, no es comprensible.” (T-7.VI.6:1-5)
De nuevo, esta es la razón por la cual Jesús quiere que percibamos el conflicto; para que podamos ver «más allá» de él hacia la verdad.
Esto concluye la primera parte del ejercicio. La segunda parte sigue:
(5:1) «Después que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho.»
En otras palabras, primero tenemos que ser conscientes de nuestros pensamientos oscurecedores, las nubes a través de las cuales en una lección anterior Jesús nos dijo que nos guiaría (Lección 70). Más allá de estas nubes de defensa está la paz de Dios. Constantemente Jesús nos recuerda que la paz no puede venir sin antes deshacer el conflicto; la luz sólo regresa cuando atravesamos la oscuridad; y el amor no puede ser recordado a menos que miremos el odio.
(5:2-4) «Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo. Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental en vez de somnolencia y enervamiento.»
Muchas personas experimentan una tendencia a quedarse dormidas cuando comienzan a meditar o a hacer las lecciones. Este es el punto de referencia de Jesús aquí, y nos está ayudando a entender su propósito defensivo de proteger nuestro miedo. La somnolencia no ocurre porque somos estudiantes cansados o insinceros. Viene porque tememos el estado de paz. Cuando seamos conscientes de nuestros pensamientos de conflicto, no nos quedaremos dormidos. Por lo tanto, deberíamos preguntarnos por qué nos mantenemos despiertos con estos pensamientos y nos dormimos cuando estamos a punto de ir más allá de ellos hacia la paz de Dios. La respuesta es obvia. La paz es amenazante porque dice que no hay otra voluntad que la de Dios, y la nuestra es una con la Suya. Si la separación nunca ocurrió; entonces «nosotros» tampoco ocurrimos. «Ése» es el miedo; el miedo a perder nuestro yo individual.
Es importante que cuando comiences a distraerte – al estar cansado, dormirte o pensar en todo menos en el ejercicio – que no te juzgas ni te sientas culpable, sino que te des cuenta de que la distracción proviene de tu miedo al objetivo de la lección.
(6) «La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. Haz esto cuantas veces sea necesario. Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.»
Lo que es útil acerca de tales declaraciones es la gentileza de Jesús al señalar nuestra resistencia potencial a estas lecciones. Si él espera que tengamos dificultades y no nos juzga por ello, no hay ninguna razón, una vez más, para juzgarnos a nosotros mismos cuando nos olvidemos de hacer los ejercicios, o comenzarlos y dormirnos rápidamente. Cuando nos permitimos ir más allá de los pensamientos de ira, depresión y conflicto, sentimos gozosamente la paz de saber que nuestros pecados están perdonados y no han tenido ningún efecto sobre el amor y en el interior. Tal alegría es imposible si no aceptamos primero nuestros autoconceptos de pecado, culpa y fracaso. “Fracasar” con el libro de ejercicios nos ofrece oportunidades perfectas de mirar estos conceptos del ego, y luego ir más allá de ellos hacia la verdad acerca de nosotros mismos.
(7) «En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios. Hoy busco Su paz.
Trata entonces de hallar lo que buscas. Dedicar uno o dos minutos cada media hora a hacer este ejercicio -con los ojos cerrados a ser posible- será tiempo bien empleado.»
Si el objetivo de la paz es verdaderamente nuestro, aceptaremos felizmente abrazar los medios para alcanzarlo también. Nuestros recuerdos constantes a lo largo del día reflejan este abrazo. Por lo tanto, una vez más, olvidar el “uno o dos minutos” que se nos pide que pasemos cada treinta minutos nos ayuda a ponernos en contacto con nuestra ambivalencia sobre el objetivo. Esto nos alerta sobre nuestro conflicto interno y brinda oportunidades constantes para perdonarnos a nosotros mismos por el “pecado” de apartar a Dios. De vez en cuando volveremos a este aspecto tan importante de nuestra práctica de libro de ejercicios.”
Lección 74 comentada por Ken Wapnick
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 74
"No hay más voluntad que la de Dios."
En esta lección se expone una idea central del Curso, nos dice que cuando nos identificamos con la Voluntad de Dios necesariamente nos conducirá a la paz, y también nos va enseñar a identificar la verdadera paz del ensimismamiento.
Nuestro problema consiste en creer que oscilamos entre dos voluntades, la de Dios y la del ego. Realmente sólo hay una, la otra es solo un pensamiento falso que desaparece cuando se la contempla desde la verdad.
No existe ningún conflicto entre Dios y el ego. Pues la Verdad sabe lo que es, y no reconoce la ilusión, y la ilusión jamás puede llegar hasta la Verdad.
El ego ha creado un mundo dual, de pensamientos contrapuestos, el conflicto se da entre ilusiones, a las que hemos dado realidad. No existe ningún conflicto entre la verdad y la ilusión. No existe un conflicto entre la Voluntad de Dios y la "voluntad" del ego. Al reconocer que "No hay más voluntad que la de Dios." el conflicto desaparece y sobreviene la paz. Nuestro problema consiste que en lugar de contemplar lo que en verdad somos, nos quedamos contemplando lo que no somos, cada vez que emitimos un juicio, culpamos a otros, los condenamos, le estamos dando realidad a la separación y al conflicto, y parecemos estar atrapados en nuestra propia trampa.
Reconocer y aceptar que "No hay más voluntad que la de Dios." es tomar la determinación que unes tu voluntad a la de Dios, y tener la certeza que tu voluntad es parte de la de Dios, y saber que la voluntad de Dios es solo Amor y nada más que Amor, en ese instante, necesariamente tienes que constatar que el miedo y conflicto no existen pues no fueron creados por Dios.
Aceptar que "No hay más voluntad que la de Dios." es reconocer que jamás me he separado de mi Padre, que no tengo una voluntad separada de la de Él, que mi "yo individual" no es real, que no es más que una proyección de mi sueño de separación, y que esa proyección no ha afectado ni puede afectar a la Creación. "La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos." unir mi voluntad a la de Dios me conduce a una paz tal que no sólo hay ausencia de conflicto sino que se experimenta como dicha.
Aceptar que "No hay más voluntad que la de Dios." es reconocer que este mundo de conflictos y miedos no es real, por la sencilla razón de que no es la Voluntad de Dios.
En Dios no hay conflictos "Sin ilusiones, el conflicto es imposible." si estamos en Dios, el conflicto es imposible. La paz es un atributo de Dios, si acepto Su Voluntad, acepto la paz que extiende Su Amor.
Si quieres tener paz, debes unir tu voluntad a la de Dios. Fuera de Dios no existe nada. Solo creencias en el conflicto, en el miedo y en las carencias.
El propósito de esta lección, de unir tu voluntad a la de Dios, es "experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda." los ejercicios de hoy buscan que experimentemos esa paz, y nos van a explicar cómo lograrla y cómo no confundirla con mecanismos de negación de nuestro ego como el ensimismamiento.
Veamos esta práctica en detalle, pues nos plantea importantes diferencias respecto a las anteriores que debemos conocer.
PRÁCTICA:
Recuerda aquietarte 10 o 15 minutos, tanto en la mañana como en la noche.
"Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lentamente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:"
"No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto."
Después dedica unos minutos a añadir pensamientos afines, que nos permita discernir sobre la idea del día. Por ejemplo puedes decir:
"Estoy en paz."
"Nada puede perturbarme. Mi voluntad es la de Dios."
"Mi voluntad y la de Dios son una."
"La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz."
Si durante la meditación se presentan pensamientos conflictivos, puedes decirte:
"No hay más voluntad que la de Dios. Estos pensamientos conflictivos no significan nada."
SANACIÓN A TRAVÉS DE LA VERDAD:
Si encuentras algún conflicto muy fuerte con alguien, dedícale más atención, "Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:"
"No hay más voluntad que la de Dios. Yo la comparto con Él."
"Mis conflictos con respecto a _____ no pueden ser reales."
"Después de que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo." esta es la experiencia central del ejercicio de hoy. Disfrútala y sumérgete en ella.
LA PAZ ES DICHA Y CONSCIENCIA PLENA:
Pero también es posible que puedas confundir la paz con el ensimismamiento, que es sinónimo de embelesamiento, embobamiento, o somnolencia, que son mecanismos evasivos de nuestro ego con el objeto de no reconocer nuestra verdadera identidad como perfectos Hijos de Dios. "Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar." La forma más común de ensimismamiento, consiste en abstraerse del mundo exterior, con el objeto de concentrarse en sus problemas o preocupaciones, es el caso de algunas personas que están físicamente en una reunión, pero mentalmente están ausentes. Eso no es paz.
La verdadera paz, es mucho más que ausencia de conflictos, es un estado de plenitud y bienestar, hay total consciencia del momento presente y se experimenta como dicha. Por eso nos precisan que "Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental en vez de somnolencia y enervamiento." La verdadera paz nos genera "una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental" esta es una significativa diferencia respecto a la falsa paz. Así que cuando estés en tu meditación ten presente que la verdadera "paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz."
Las recomendaciones que nos hace para el ejercicio de hoy, son muy importantes y válidas para futuras meditaciones, por eso debes tener en cuenta que "Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio." O sea, no permitas que la somnolencia te gane terreno, pues no es mas que un mecanismo defensa del ego. "Haz esto cuantas veces sea necesario. Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando." en otras palabras, si no logras el objetivo del ejercicio de hoy, de experimentar una paz dichosa, por lo menos evita, caer en los mecanismos evasivos del ego del ensimismamiento. Procura mantener la consciencia del momento presente.
PRÁCTICAS CORTAS:
Dedica uno o dos minutos cada media a hora, y con los ojos cerrados, diciéndote para tus adentros:
"No hay más voluntad que la de Dios. Hoy busco Su paz."
Aquiétate por un momento, buscando encontrar la paz de Dios.
Que mejor regalo que experimentar una paz dichosa como resultado de reconocer que no hay más voluntad que la de Dios, y de elegir unir mi voluntad a la de Dios. Practiquémosla con entusiasmo y devoción.
Bendiciones