LECCIÓN 77 Tengo derecho a los milagros.

LECCIÓN 77

Tengo derecho a los milagros.


1. Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres. 2Recibirás milagros debido a lo que Dios es. 3Y ofrecerás milagros debido a que eres uno con Él. 4Una vez más, ¡cuán simple es la salvación! 5Es sencillamente una afirmación de tu verdadera identidad. 6Esto es lo que celebraremos hoy.

2. Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo. 2No depende de ningún poder mágico que te hayas atribuido ni de ninguno de los rituales que has ingeniado. 3Es inherente a la verdad de lo que eres. 4Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es. 5Tu derecho a los milagros quedó establecido en tu creación y está garantizado por las Leyes de Dios.

3. Hoy reivindicaremos los milagros a los que tienes derecho, pues te pertenecen. 2Se te ha prometido total liberación del mundo que construiste. 3Se te ha asegurado que el Reino de Dios se encuentra dentro de ti y que nunca lo puedes perder. 4No pedimos sino lo que en verdad nos pertenece. 5Hoy, sin embargo, nos aseguraremos también de no conformarnos con menos.

4. Comienza las sesiones de práctica más largas de hoy diciéndote a ti mismo con absoluta certeza que tienes derecho a los milagros. 2Cierra los ojos y recuerda que estás pidiendo únicamente lo que por derecho propio te pertenece. 3Recuérdate también a ti mismo que los milagros nunca se le quitan a uno para dárselos a otro, y que al reivindicar tus derechos estás haciendo valer los derechos de todo el mundo. 4Los milagros no obedecen las leyes de este mundo. 5Provienen simplemente de las Leyes de Dios.

5. Después de esta breve fase introductoria, espera en silencio la ratificación de que tu petición te ha sido concedida. 2Has pedido la salvación del mundo así como la tuya. 3Has pedido que se te concedan los medios a través de los cuales se puede lograr esto. 4Es imposible que no se te den garantías al respecto. 5No estás sino pidiendo que se haga la Voluntad de Dios.

6. Al hacer esto no estás realmente pidiendo nada. 2Estás afirmando un hecho innegable. 3El Espíritu Santo no puede sino asegurarte que tu petición te ha sido concedida. 4El hecho de que la aceptases lo confirma. 5Hoy no hay cabida para la duda ni la incertidumbre. 6Estamos haciendo por fin una petición real. 7La respuesta es una simple exposición de un simple hecho. 8Recibirás la ratificación que buscas.

7. Nuestras sesiones de práctica más cortas serán frecuentes, y estarán dedicadas a recordar un simple hecho. 2Repite hoy frecuentemente:

3Tengo derecho a los milagros.

4Pídelos cada vez que se presente una situación que los requiera. 5Reconocerás tales situaciones. 6Y como no estás dependiendo de ti mismo para encontrar el milagro, tienes pleno derecho a recibirlo siempre que lo pidas.

8. Recuerda también que no te debes conformar con nada que no sea la respuesta perfecta. 2Si te asaltan tentaciones, di de inmediato:

3No intercambiaré milagros por resentimientos.

4Quiero únicamente lo que me pertenece.

5Dios ha establecido mi derecho a los milagros.




AUDIOS de la Lección 77
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 77
A través de Mariano Noé


Ocurrir de la Lección 77
a través de Martin Musarra


Lección 77 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda





LECTURA DE LA LECCIÓN 77



LECCIÓN 77
COMENTADA POR JORGE LUIS ALVAREZ CASTAÑEDA




OCURRIR DE LA LECCIÓN 77



LECCIÓN JORGE PELLICER




LECCIÓN DAVID HOFFMEISTER




LECCIÓN MARIA IBARS




LECCIÓN KENNETH WAPNICK



LECCIÓN 77

Tengo derecho a los milagros.

Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Esta lección es una muestra más de lo metódico que es Jesús en su enseñanza. Se necesitaron 76 lecciones para que Jesús nos hablara, explícitamente, de un elemento central del Curso como son los milagros. Es una muestra más de la necesidad que tenemos de confiar en el proceso y de aprender a esperar. Estamos siendo guiados correctamente.

Esta lección nos abre a una nueva mirada sobre lo que somos como el Hijo de Dios. Tenemos derecho a vivir mejor, a vivir en un sueño feliz y esto lo logramos cuando sanamos nuestra mente mediante los milagros. Pero eso implica que perdonemos y cuando perdonamos, de la mano del Espíritu Santo y de Jesús, corregimos nuestra manera de mirar a nuestros hermanos y, en vez de ver un enemigo, vemos un salvador que nos está mostrando lo que tenemos que corregir en nuestra vida, lo que tenemos que cambiar y perdonar.  Así, surgen los milagros. Por eso, Jesús, quiere que seamos conscientes del derecho que tenemos a los milagros dada mi condición de Hijo de Dios. Los milagros me pertenecen y no puedo contentarme con menos.

Jesús nos dice:
_”Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres. Recibirás milagros debido a lo que Dios es. Y ofrecerás milagros debido a que eres uno con Él. Una vez más, ¡cuán simple es la salvación! Es sencillamente una afirmación de tu verdadera identidad. Esto es lo que celebraremos hoy”_.

Jesús, es muy claro aquí: Tengo derecho a los milagros dada mi condición de Hijo de Dios. He recibido ese don que hace parte de mi Ser para ofrecerlo a mis hermanos pues soy uno con Dios, hago parte de Él. Nunca me he separado de Dios. Cuando soy consciente de esto es porque he aceptado mi verdadera identidad como Hijo de Dios y no del ego y estoy en condición de ofrecer milagros. Y, de esa manera, integro el milagro, lo hago mío. Dar es lo mismo que recibir, nos ha enseñado Jesús. Y, de esa manera, me decido por la salvación. Y un milagro es, por tanto, una expresión de amor hacia mi hermano y hacia Dios. El Amor de Dios es lo que lo inspira. Inspira la corrección de la mente dominada por el ego y sumida en el resentimiento y los conflictos por parte del Espíritu Santo y de Jesús, previa la petición de ayuda de nuestra parte: nuestra “pequeña dosis de buena voluntad”, fundamental en este proceso. El milagro, por lo tanto, no tiene nada que ver cambios en el mundo externo, en el cuerpo, en los objetos, sino en la mente. Cuando dejo de ver a un hermano como mi enemigo y lo veo como mi salvador al mostrarme lo que tengo que cambiar y perdonar, esto es un milagro. Puedo convertir este mundo del ego en un aula de aprendizaje para aprender a perdonar.  

La decisión por el milagro implica dejar el ego de lado y aceptar la Ayuda del Espíritu Santo y de Jesús para decidirnos por el mundo real y contemplar todas las cosas con la visión de Cristo y así poder hacer, a este mundo de conflicto, en un sueño feliz. 
Y si hago esto, Jesús, me asegura que se darán
_“los medios a través los cuales se puede lograr esto”_. 

Si pido milagros se me darán. Se acaban las dudas e incertidumbres. Se que mi objetivo es Dios, que siempre está a mí lado y que mi propósito es perdonar. Confío. Me hago a un lado y dejo que el Espíritu Santo y Jesús garanticen mi derecho a los milagros. Puedo repetir a lo largo del día:
    Tengo derecho a los milagros.

Ante cualquier situación que me quite la paz puedo decir:

No intercambiaré milagros por resentimientos.
Quiero únicamente lo que me pertenece.
Dios ha establecido mi derecho a los milagros.

Continuamente podemos reclamar nuestro derecho a los milagros y podemos ofrecerlos a nuestros hermanos. La experiencia es muy importante en el Curso. Este mundo es un aula de aprendizaje para aprender a perdonar. Continuamente tenemos impulsos a realizar actividades en los cuales queremos acercarnos a nuestros hermanos pero aparece el ego y nos dice que lo hagamos más tarde, que para qué, que el hermano no se lo merece, etc., y, si le hacemos caso, perdemos, así, una oportunidad para perdonar y sanar nuestra mente.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les propongo realizar la lección como se propone siempre en compañía del Espíritu Santo y de Jesús, sin olvidarnos de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda


Lección 77 comentada por Ken Wapnick

Lección 77: “Tengo derecho  a los milagros”)

“Esta es la primera mención (lección 77) de los milagros en el libro de ejercicios. Hay una referencia indirecta previamente en las lecciones, pero la discusión de este tema central ocurre aquí por primera vez. Puesto que es tan fácilmente incomprendido, hablaré brevemente sobre el milagro antes de pasar a la lección misma.

En Un Curso de Milagros, a Jesús le gusta usar términos que parecen sugerir una cosa y proporcionarles un significado completamente diferente. El término «milagros», que le da su nombre al Curso, es un excelente ejemplo. Casi todos asocian la palabra con algo externo. Ya sea que uno crea en la Biblia o no, todos en nuestro mundo occidental hemos sido influenciados por los relatos de los diversos milagros descritos en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Un examen muestra que implican algún cambio en el cuerpo o en el mundo, ya sea la separación del Mar Rojo, la curación de la enfermedad o la resurrección de los muertos. En el Curso, los milagros se entienden de manera diferente, sin tener nada que hacer con lo externo, sino únicamente con un cambio de mentalidad. Las lecciones 77 y 78 indican que la mejor manera de pensar acerca de un milagro es como una corrección para nuestras percepciones defectuosas y, sobre todo, como el medio para deshacer nuestra angustia o dolor. En la Lección 193, Jesús explica que toda angustia proviene de una falta de perdón: “Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón.” (W-pI.193.4: 1); y en nuestra próxima lección él discute los milagros como la respuesta a nuestros resentimientos.

A medida que avancemos en estas lecciones, piensa en el milagro como un cambio en la mente o, más específicamente, en un cambio de maestro: del ego al Espíritu Santo. Ese cambio corrige todas las percepciones y pensamientos erróneos, la fuente de nuestro sufrimiento. Por lo tanto, cuando Jesús dice al comienzo de esta lección “Tengo derecho a los milagros”, nuevamente, él no se refiere a algo externo, ni a la gracia de Dios descendiendo sobre nosotros desde lo alto, bendiciéndonos a nosotros, a nuestras familias o a cualquier otra persona. Tenemos derecho al fin de nuestro dolor simplemente porque somos el Hijo de Dios, que no puede estar sufriendo. Él puede soñar que sufre, soñar que se separó de Dios, pero lo cierto es que sigue siendo tal como Dios lo creó. El milagro es el nombre de Jesús para la dinámica que nos permite comprender que todo lo que hemos hecho – nuestro mundo personal y colectivo – es un sueño. Somos los soñadores de este sueño y, por lo tanto, somos nosotros los que podemos cambiar de mentalidad al respecto, como lo vemos en este pasaje del texto:

“En realidad no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan sólo una parte del sueño de otro. El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra quién es el soñador. Te enseña que mientras estés dormido puedes elegir entre diferentes sueños, dependiendo del propósito que le hayas adscrito a tu soñar. ¿Deseas sueños de curación o sueños de muerte?” (T-28.II.4 : 1-4)

Pasemos ahora a la lección, que nos lleva un paso más hacia la aceptación de los sueños de curación, el precursor de nuestro despertar del sueño de separación:

(1:1-2) «Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres. Recibirás milagros debido a lo que Dios es.»

La fuente del milagro es la presencia de Jesús o del Espíritu Santo en nuestras mentes. Esta presencia nos recuerda Quiénes somos como el Hijo uno de Dios. En “Los principios de los milagros”, Jesús explica que su Fuente está más allá de nuestra evaluación (T-1.I.2: 2), lo que significa que Dios está más allá de nuestro entendimiento. Jesús o el Espíritu Santo reflejan la verdad de Dios – el principio de Expiación – que es que la separación de Dios nunca ocurrió. Por lo tanto, recibiremos milagros porque «ya» los hemos recibido. La corrección está completamente presente en nuestras mentes, esperando nuestra aceptación.

(1:3) «Y ofrecerás milagros debido a que eres uno con Dios.»

Cuando elegimos el milagro – la elección de regresar a nuestras mentes y cambiar la decisión del ego al Espíritu Santo – hemos deshecho la creencia en la separación. En ese instante santo no hay un Hijo de Dios separado, sólo el Hijo «uno». Por consiguiente, el milagro que hemos aceptado se extiende naturalmente a través de nosotros a toda la Filiación, porque nuestra mente sanada es toda la Filiación. En el instante en que hemos elegido a Jesús – el gran símbolo del Hijo uno – como nuestro maestro e identificado con su amor, llegamos a ser como él. “A Jesus Prayer” de Helen, expresa el ferviente deseo de que sea así, en nuestra primera de varias referencias a este poema inspirado e inspirador:

“Una imagen perfecta de lo que puedo ser Tú me muestras, para que pueda ayudar a renovar la visión deficiente de Tus hermanos. Cuando levanten la vista, no dejes que me miren a mí, sino sólo a Ti.”

(Los Regalos de Dios, p. 83)

Además, Jesús nos dice en el texto que cuando tomamos su mano vamos más allá del ego porque él está más allá del ego:

“Yo voy delante de ti porque he transcendido el ego. Dame, por lo tanto, la mano, puesto que tu deseo es transcenderlo también.” (T-8.V.6:7-8)

En el instante santo, hemos trascendido los pensamientos de separación y ofrecemos milagros en el sentido de que somos uno con Dios cuando hemos elegido a Su Maestro. Como uno con nuestro Creador, debemos ser uno con Su creación; una unidad que abraza sus fragmentos aparentemente separados.

Las palabras de la lección parecen sugerir que un milagro es algo que hacemos. De hecho, muchas declaraciones al principio del texto parecen sugerir eso también. Como hemos discutido anteriormente, sin embargo, el lenguaje de Un Curso de Milagros permite que Jesús nos hable en un nivel que podemos entender, que implica experimentarnos a nosotros mismos y a los demás como cuerpos. Aunque el lenguaje en muchos lugares sugiere que los milagros implican el comportamiento, en verdad no son más que pensamientos de corrección que elegimos y, por lo tanto, aceptamos.

De nuevo, una vez aceptado, el milagro se extiende naturalmente a través de nuestras mentes unidas. Nosotros, como individuos separados – cuerpo y ego – no hacemos nada. No ofrecemos milagros en el nivel corporal, ni los recibimos allí. El milagro es simplemente un proceso de decisión en nuestras mentes que permite que ocurra la extensión.

(1:4) «Una vez más, ¡cuán simple es la salvación!»

Este es un tema recurrente en Un Curso de Milagros. La salvación es simple porque dice, por ejemplo que: “lo falso es falso y que lo que es verdad jamás ha cambiado.” (W-pII.10.1: 1). Lo que es falso es el sistema del ego, independientemente de las muchas formas en que ello venga; y lo que nunca ha cambiado es la verdad de Dios. Como Jesús nos recuerda repetidamente: ¿Qué podría ser más simple?

(1:5-6) «Es sencillamente una afirmación de tu verdadera Identidad. Esto es lo que celebraremos hoy.»

Elegir el milagro corrige la percepción errónea de que somos un ego, tenemos una mente dividida, y no somos tal como Dios nos creó. Cuando nos damos cuenta de lo que «no» somos, el recuerdo de lo que somos – Cristo, la Identidad del Hijo de Dios – alboreará en nuestras mentes.

(2:1) «Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo.»

La ilusión primaria sobre nosotros mismos es que somos cuerpos. Por lo tanto, no tenemos derecho a los milagros en el nivel corporal para mejorar nuestros sueños o los de nuestros seres queridos. Nuestro verdadero derecho es a un cambio de mentalidad o, una vez más y al punto, a un cambio de maestro. Por lo tanto, nuestro nuevo maestro nos enseña que no somos parodias de nuestro Ser: cuerpos en lugar de espíritu. Recuerda la declaración de Jesús a Helen en “Los regalos de Dios”: “Porque no soy un sueño que viene en burla” (The Gifts of God, p. 121). En otras palabras, Jesús no es un cuerpo, el héroe del sueño del ego que se burlaría de nuestra creación como espíritu. Del mismo modo, tampoco lo somos. Por lo tanto, reclamamos el milagro de la corrección que nos recuerda la verdad sobre nosotros mismos.

(2:2) «No depende de ningún poder mágico que te hayas adscrito ni de ninguno de los rituales que has ingeniado.»

Desde la perspectiva de Un Curso de Milagros, los milagros que se describen en la Biblia son formas de magia. Son lo que hace un cuerpo milagroso en nombre de otros cuerpos. El Dios bíblico, también, está muy involucrado con el mundo físico, y es retratado como la fuente de los milagros, a menudo trabajando a través de Sus agentes elegidos: los profetas o el mismo Jesús. Todas estas son formas de magia porque no tienen nada que ver con un cambio de mentalidad. El problema que requiere la intervención del milagro es externo a la mente. De hecho, no hay nada en la Biblia acerca de una mente -aunque la palabra se use ocasionalmente- en el sentido en que se define en el Curso. El problema es por lo tanto percibido como externo, y el milagro actúa en consecuencia para remediar el problema.

En Un Curso de Milagros esto es todo diferente. La fuente del problema se traslada del cuerpo a la mente que concibió el problema. Esto es, en última instancia, un aspecto de la culpabilidad, que sólo puede resolverse mediante el milagro.

(2:3-5) «Es inherente a la verdad de lo que eres. Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es. Tu derecho a los milagros quedó establecido en tu creación y está garantizado por las leyes de Dios.»

La verdad de lo que somos es Cristo, y Su recuerdo está en nuestras mentes correctas a través de la presencia del Espíritu Santo. Ahí es donde se encuentra el milagro, esperando a ser elegido. El “Ello” a lo largo de este párrafo se refiere a nuestro reclamo de milagros. Tenemos derecho a ellos debido a Quiénes somos como el Hijo de Dios, lo que significa que tenemos derecho a la corrección ya presente en nosotros.

(3) «Hoy reivindicaremos los milagros a los que tienes derecho, pues te pertenecen. Se te ha prometido total liberación del mundo que construiste. Se te ha asegurado que el Reino de Dios se encuentra dentro de ti y que jamás lo puedes perder. No pedimos sino lo que en verdad nos pertenece. Hoy, sin embargo, nos aseguraremos también de no conformarnos con menos.»

Nuevamente, los milagros nos pertenecen porque están dentro de nuestras mentes, y no se pueden encontrar en nada fuera de ellas. La promesa de la “total liberación del mundo que construiste” y la seguridad de que “el Reino de Dios se encuentra dentro de ti y que jamás lo puedes perder”, es el propósito del principio de Expiación: la separación de Dios nunca ocurrió. Es esa verdad del Espíritu Santo la que nos libera del mundo, porque el mundo provino de la creencia de que de hecho nos separamos, una creencia que inició el
desarrollo del sistema de pensamiento de individualidad – pecado, culpa y miedo – culminando en la proyección que dio lugar al mundo. Por lo tanto, si no hay individualidad, porque la separación de Dios nunca ocurrió, automáticamente somos liberados del mundo.

Esta es la verdad a la que tenemos derecho porque «somos» la verdad: una extensión de la amorosa Voluntad de Dios.

Vemos aquí un tema recurrente en Un curso de milagros: Al elegir al ego en lugar del Espíritu Santo, la pequeñez en lugar de la grandeza (T-15.III), nos conformamos con una parodia de nuestra creación en lugar de la gloriosa verdad de Quiénes somos. En otras palabras, nos conformamos con las migajas en lugar del banquete, las partes de la canción en lugar de la canción misma. Así nos dicen en las primeras páginas de “El Canto de la Oración”:

“El verdadero sonido es siempre un canto de acción de gracias y de amor. No puedes, por lo tanto, pedir el eco. Es la canción la que constituye el regalo. Con ella vienen los sobreagudos, las armonías, los ecos, pero estos son secundarios. En la verdadera oración sólo escuchas el canto. Todo lo demás es simplemente agregado.” (S-1.I.2:9-3:5)

O, como dice Jesús de “La canción olvidada”: “Las notas no son nada” (T-21.I.7: 1).

Nuestra preferencia por la vida en el cuerpo a la vida como espíritu es el colmo, no sólo de la locura, sino del autodesprecio. Jesús dice más adelante en el texto:

“No te contentes con la pequeñez. Pero asegúrate de que entiendes lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella. La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo. La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. En este mundo no hay nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte. Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. La pequeñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. Y siempre elegirás una a expensas de la otra.” (T-15.III.1)

En resumen, se nos dice que nuestro problema no es que pidamos mucho, sino demasiado poco (T-26.VII.11: 7). De hecho, tenemos derecho a todo.

(4:1-2) «Comienza las sesiones de práctica más largas de hoy diciéndote a ti mismo con absoluta certeza que tienes derecho a los milagros. Cierra los ojos y recuerda que estás pidiendo únicamente lo que por derecho propio te pertenece.»

Hemos visto repetidamente la importancia de utilizar estas ideas cuando nos sintamos tentados a creer que estamos separados: sintiéndonos especiales, enojados, culpables, ansiosos o deprimidos. Habiendo así hecho realidad algún aspecto del sistema de pensamiento del ego, necesitamos darnos cuenta tan pronto como sea posible de que hemos tomado la decisión equivocada del maestro equivocado.

En este punto, pedimos ayuda para ver que el problema que estamos experimentando es uno que inventamos porque lo necesitamos para preservar nuestra identidad individual. Este yo está en la mente, elegido por el tomador de decisiones, y mientras veamos el problema en el mundo o el cuerpo, afirmamos nuestra percepción de que no somos una mente. Por lo tanto, no hay manera de que podamos cambiar nuestras mentes, un estado que es la salvación del ego, y con el que todos hemos estado identificados tan fuertemente. Es por eso que ejercicios como estos son tan vitales para nuestro desaprendizaje.

(4:3-5) «Recuérdate también a ti mismo que los milagros jamás se le quitan a uno para dárselos a otro, y que al reivindicar tus derechos estás haciendo valer los derechos de todo el mundo. Los milagros no obedecen las leyes de este mundo. Proceden simplemente de las leyes de Dios.»

Las cinco leyes del caos discutidas en el Capítulo 23 del texto, son las descripciones más convincentes en Un Curso de Milagros de estas “leyes del mundo”. La cuarta ley del caos dice que “posees aquello de lo que te apropias.” (T-23.II.9: 3), que se basa en la enseñanza ahora familiar del ego: «uno o el otro» – si tú lo tienes, yo no; si yo lo tengo, tú no. Por lo tanto, si tienes inocencia y la quiero, debo quitártela. Esto te establece como pecaminoso – estar sin inocencia – dejándome impecable, porque he tomado tu estado inocente y lo he hecho mío.

La ley de Dios es que somos uno. Por lo tanto, lo que es verdad para ti debe ser verdad para mí. Las leyes del ego – las leyes del caos – se basan en la creencia en las diferencias. La primera ley del ego es que existe una jerarquía de ilusiones y que las diferencias son reales (T-23.II.2: 1-3). Un Curso de Milagros enseña en cambio que hay una sola ley en el Cielo – la Unicidad y el Amor perfectos. Los milagros están así presentes en todos porque el Espíritu Santo está igualmente presente en todos. No hay excepciones porque no puede haber excepciones en la verdad del Cielo o sus reflejos en la tierra.

(5) «Después de esta breve fase introductoria, espera en silencio la ratificación de que se te ha concedido tu petición. Has pedido la salvación del mundo así como la tuya. Has pedido que se te concedan los medios a través de los cuales se puede lograr esto. Es imposible que no se te den garantías al respecto. No estás sino pidiendo que se haga la Voluntad de Dios.»

Como el texto nos recuerda – dos veces: “El resultado es tan seguro como Dios” (T-2.III.3: 10; T-4.1I.5: 8). No podemos fracasar. Sin embargo, creemos que podemos, si no aprovechamos los medios – el milagro o el perdón – que nos proporciona el Espíritu Santo para ayudarnos a recordar la Voluntad que Dios tiene para nosotros, para recordar que «somos» Su Voluntad. En ese recuerdo, provocado por el milagro, llega la salvación.

(6) «Al hacer esto, no estás realmente pidiendo nada. Estás afirmando un hecho innegable. El Espíritu Santo no puede sino asegurarte que se te ha concedido tu petición. El hecho de que la aceptases lo confirma. Hoy no hay cabida para la duda ni la incertidumbre. Estamos haciendo por fin una petición real. La respuesta es una simple exposición de un simple hecho. Recibirás la ratificación que buscas.»

El problema, como hemos visto muchas veces, es nuestra arrogancia al pensar que conocemos el problema y, por lo tanto, sabemos qué pregunta hacer, siempre una versión de: ¿Cómo debo comportarme? ¿Qué debería decir? ¿Cuál es la respuesta a mi problema? ¿Adónde debería mudarme? ¿Qué trabajo debo tomar? ¿En qué relación debería estar involucrado? Todas estas no son más que pseudo-preguntas, diseñadas para distraernos de darnos cuenta del verdadero problema de la separación, el enfoque de las Lecciones 79 y 80.

En verdad, no estamos pidiendo nada. Le pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a darnos cuenta de que cometimos un error, y que ahora podemos tomar la decisión correcta. Ese es el significado de Jesús que dice al principio del texto que “la única oración que tiene sentido es la del perdón porque los que han sido perdonados lo tienen todo.” (T-3.V.6: 3). Nuestra verdadera oración es que aceptemos el milagro o la corrección que ya está presente dentro de nosotros. Esto significa que debemos apartar la vista de las distracciones – problemas percibidos, ya sea en mi cuerpo o en el de otra persona – llevándolas a nuestras mentes para que podamos entender que el problema no es algo externo, sino una elección equivocada dentro. De nuevo, esta corrección es la esencia del milagro, y pedirla es la única petición real que podemos hacer, cuya respuesta se encuentra en el instante santo, como explica el siguiente pasaje:

“No trates, por lo tanto, de solventar problemas en un mundo del que se ha excluido la solución. Lleva más bien el problema al único lugar en el que se halla la respuesta y en el que se te ofrece amorosamente. En él se encuentran las respuestas que solventarán tus problemas, pues no forman parte de ellos y toman en cuenta lo que puede ser contestado: lo que la pregunta realmente es. Las respuestas que el mundo ofrece no hacen sino suscitar otra pregunta, si bien dejan la primera sin contestar. En el instante santo puedes llevar la pregunta a la respuesta y recibir la respuesta que fue formulada expresamente para ti.” (T-27 IV.7)

(7:1-4) «Nuestras sesiones de práctica más cortas serán frecuentes, y estarán dedicadas a recordar un simple hecho. Repite hoy frecuentemente:

Tengo derecho a los milagros.

Pídelos cada vez que se presente una situación que los requiera.»

Jesús nuevamente nos está diciendo que estas lecciones – y por lo tanto su curso – no tienen ningún significado si no las usamos para ayudar a deshacer nuestro dolor y angustia. Nos pide que pensemos muy específicamente sobre la idea de hoy, y que busquemos ayuda cuando estemos molestos y tentados de culpar a alguien o a alguna otra cosa por nuestra incomodidad.

(7:5-6) «Reconocerás tales situaciones. Y como no estás dependiendo de ti mismo para encontrar el milagro, tienes pleno derecho a recibirlo siempre que lo pidas.»

Este es un punto extremadamente importante: el gran cambio. Hasta ahora hemos confiado en nosotros mismos, o una imagen proyectada de nosotros mismos a la que llamamos Jesús, el Espíritu Santo o Dios – alguna figura mágica que deshará nuestro dolor y angustia sin que tengamos que cambiar nuestras mentes. La súplica a estas figuras de salvador mágico fue realmente una oración por magia, no una verdadera curación. Jesús ahora está asumiendo que ya no nos estamos diciendo cuál es el problema y, por lo tanto, no le pedimos a la imagen que inventamos de él que resuelva el problema por nosotros. En cambio, vamos a la fuente del problema, la decisión de la mente de estar por su cuenta y tener la razón, en lugar de ser feliz. Pedir verdaderamente la ayuda de Jesús o el Espíritu Santo dice que ya no queremos estar por nuestra cuenta, asegurando que el milagro sea una vez más nuestro. Un mensaje especial para Helen abordó este mismo tema: Jesús advirtió a su escriba que no tratara de definir el problema que necesitaba responder:

“Cualquier pregunta específica implica una gran cantidad de suposiciones que inevitablemente limitan la respuesta. Una pregunta específica es en realidad una decisión sobre el tipo de respuesta que es aceptable. El propósito de las palabras es limitar, y al limitar, hacer que una vasta área de experiencia sea más manejable. Pero eso significa manejable por ti.” (Ausencia de Felicidad: La Historia de Helen Schucman, La Escriba de Un Curso de Milagros, página 445).

El punto radica en que reconocemos que todos los problemas son los mismo y, por lo tanto, pedir el milagro: pedirnos a nosotros mismos que lo elijamos, es la única cosa significativa que podemos hacer. Solo el milagro permite que ocurra una corrección verdadera e ilimitada de la separación.

(8) «Recuerda también que no te debes conformar con nada que no sea la respuesta perfecta. Si te asaltan tentaciones, di de inmediato:

No intercambiaré milagros por resentimientos. Quiero únicamente lo que me pertenece. Dios ha establecido mi derecho a los milagros.»

Este párrafo lleva al tema de la próxima lección: los milagros y los resentimientos son estados mutuamente excluyentes. Los primeros residen en nuestras mentes correctas, cuando elegimos al Espíritu Santo como nuestro Maestro; los segundos en nuestras mentes equivocadas, cuando proyectamos la responsabilidad de nuestro ataque sobre otros, incluso sobre Dios Mismo.

~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.


LECCIÓN 77

 "Tengo derecho a los milagros."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

En esta lección no estamos hablando de derechos como lo entiende el mundo, estipulados por textos como una Constitución o por códigos y garantizados por policías, fiscales y jueces. 

Aquí estamos ante un tipo de derecho natural o divino.  De ahí que nos dice que "Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres." y lo que eres es el inocente Hijo de Dios. El derecho a los milagros no tiene nada que ver con lo que en este mundo concebimos como derechos, es un derecho que va mucho más allá del concepto kantiano de dignidad humana que fue la base de los derechos humanos. El origen de mis derechos a los milagros no es de este mundo, ni proviene de este mundo, "Recibirás milagros debido a lo que Dios es." es por nuestra condición de  Hijos de Dios, que tenemos derechos a los milagros. Somos Hijos del Amor que tuvimos un sueño  erróneo que nos habíamos separado del Padre, pero el Amor y la perfección nos recuerdan quienes somos, y el derecho que tenemos a los milagros, no es más  que la corrección del error,  por lo que tenemos derecho a volver al Amor y la perfección, pues ese es nuestro estado natural. 

Y la tercera razón por lo que tenemos derecho a los milagros, es que somos una sola Mente, somos una unidad, que el  Curso la llama Filiación, razón por la cual "ofrecerás milagros debido a que eres uno con Dios." esto quiere decir que cuando perdonamos, no somos los únicos que sanamos, para que él milagro se dé debemos ofrecerlo a aquellos  hermanos que sufrían el mismo conflicto o problema que acabamos de perdonar. 

La lección reitera que "Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo." mi derecho a los milagros no depende de lo que yo piense de mí mismo en este mundo, ni de lo que piensen los demás de mi. Es un derecho establecido por Dios, lo puedo negar pero no lo puedo cambiar. "No depende de ningún poder mágico que te hayas adscrito ni de ninguno de los rituales que has ingeniado." a lo largo de la historia y de las diversas culturas nos hemos inventado múltiples rituales mágicos con el objeto de cambiar nuestra realidad en este mundo. Ninguno de ellos puede cambiar ni modificar mi derecho a los milagros, pues "Es inherente a la verdad de lo que eres. Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es."   Nuestro vínculo con Dios no se ha roto, creemos que lo interrumpimos, pero solo es una creencia "Se te ha asegurado que el Reino de Dios se encuentra dentro de ti y que jamás lo puedes perder." La práctica de hoy busca demostrarnos que esto es cierto y nos llevará a experimentarlo "No pedimos sino lo que en verdad nos pertenece." y eso se nos dará, por eso no nos conformaremos con menos. 

PRÁCTICA  LARGA:

Recuerda que debes aquietarte de 10 a 15 minutos. Comienza a decirte con absoluta certeza la idea del día que:

"Tengo derecho a los milagros."

Luego cierra los ojos, con la consciencia de que  estás pidiendo lo que por derecho propio te pertenece, más que un reclamo ante un tercero, es un recordar lo que eres. "Recuérdate también a ti mismo que los milagros jamás se le quitan a uno para dárselos a otro, y que al reivindicar tus derechos estás haciendo valer los derechos de todo el mundo." esto es la perfecta igualdad de los hijos de Dios. en esto consiste ofrecer los milagros, pues es dando como recibimos. 
"Los milagros no obedecen las leyes de este mundo. Proceden simplemente de las leyes de Dios." Los milagros obedecen únicamente a las leyes del Amor, que nos recuerdan que lo que Dios creó a Su semejanza permanece por siempre junto a Él gozando de Sus mismas cualidades. 

Debemos  aquietarnos y esperar en un silencio  receptivo para escuchar alguna respuesta que ratifica nuestra petición: "La respuesta es una simple exposición de un simple hecho. Recibirás la ratificación que buscas." Los milagros son una constatación de lo que eres "Al hacer esto, no estás realmente pidiendo nada. Estás afirmando un hecho innegable." realmente no estás pidiendo nada de este mundo, estás pidiendo que se te ayude a volver a ser lo que eres, hacer uso de tu mente recta, de la visión de Cristo, corrigiendo todos los errores que te impiden experimentarlo, esos son los milagros a los que tienes derecho. "El Espíritu Santo no puede sino asegurarte que se te ha concedido tu petición. El hecho de que la aceptases lo confirma. Hoy no hay cabida para la duda ni la incertidumbre." Estamos pidiendo que se nos libere del mundo de conflictos que hemos inventado, y como son ilusiones, la verdad viene en nuestra ayuda y las disuelve, el amor viene a ocupar el lugar que le habíamos dado al falso mundo que habíamos fabricado. 

PRÁCTICAS  CORTAS:

En esta lección no se precisa la frecuencia de las prácticas cortas, ayer nos pedía 4 o 5 veces por hora, podríamos tener esa frecuencia de referencia. 

"Nuestras sesiones de práctica más cortas serán frecuentes, y estarán dedicadas a recordar un simple hecho. Repite hoy frecuentemente:"

"Tengo derecho a los milagros."

Pídelos cada vez que se presente una situación que los requiera. Reconocerás tales situaciones."

"Y como no estás dependiendo de ti mismo para encontrar el milagro, tienes pleno derecho a recibirlo siempre que lo pidas." y si lo pedimos, la respuesta será perfecta, pues proviene de la perfección misma. 

RESPUESTA A LA TENTACION:

Si a lo largo del día se te presentan situaciones conflictivas, o emociones que te quiten la paz responde a tales tentaciones con las  siguientes palabras:

"No intercambiaré milagros por resentimientos."
"Quiero únicamente lo que me pertenece."
"Dios ha establecido mi derecho a los milagros."

Cuando estoy proclamando mis  derechos a los milagros, simplemente estoy recordando quien soy, y el Espíritu Santo o Jesús, me contestaran, y dirigirán mis pasos, para corregir mis errores y me conducirán por el camino que me llevarán de regreso a casa, al corazón de Dios.
TEXTO



CELEBRANDO EL MILAGRO 

CELEBRA LA CORRECCIÓN QUE OCURRE AHORA 

BENDICIONES!




Share:

Facebook comments: