LECCIÓN 78 ¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!

 LECCIÓN 78

¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!


1. Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. 2Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar. 3Y al alzarlo ante tus ojos no puedes ver el milagro que se encuentra tras él. 4Éste, no obstante, sigue allí aguardándote en la luz, pero en lugar de él contemplas tus resentimientos.

2. Hoy vamos a ir más allá de los resentimientos para contemplar el milagro en lugar de ellos. 2Invertiremos tu manera de ver al no dejar que tu mirada se detenga antes de que veas. 3No esperaremos frente al escudo de odio, sino que lo dejaremos caer y, suavemente, alzaremos los ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios.

3. Él te espera tras todos tus resentimientos, y a medida que dejas éstos a un lado, él aparecerá radiante de luz en el lugar que antes ocupaba cada uno de ellos. 2Pues cada resentimiento constituye un obstáculo a la visión, mas según se elimina, puedes ver al Hijo de Dios allí donde siempre ha estado. 3Él se encuentra en la luz, pero tú estabas en las tinieblas. 4Cada resentimiento hacía que las tinieblas fuesen aún más tenebrosas, lo cual te impedía ver.

4. Hoy intentaremos ver al Hijo de Dios. 2No nos haremos los ciegos para no verlo; no vamos a contemplar nuestros resentimientos. 3Así es como se invierte la manera de ver del mundo, al nosotros dirigir nuestra mirada hacia la verdad y apartarla del miedo. 4Seleccionaremos a alguien que haya sido objeto de tus resentimientos y, dejando éstos a un lado, lo contemplaremos. 5Quizá es alguien a quien temes o incluso odias; o alguien a quien crees amar, pero que te hizo enfadar; alguien a quien llamas amigo, pero que en ocasiones te resulta pesado o difícil de complacer; alguien exigente, irritante o que no se ajusta al ideal que debería aceptar como suyo, de acuerdo con el papel que le asignaste.

5. Ya sabes de quien se trata: su nombre ya ha cruzado tu mente. 2En él es en quien pedimos que se te muestre el Hijo de Dios. 3Al contemplarlo sin los resentimientos que has abrigado en su contra, descubrirás que lo que permanecía oculto cuando no lo veías se encuentra en todo el mundo y se puede ver. 4El que era un enemigo es más que un amigo cuando está en libertad de asumir el santo papel que el Espíritu Santo le ha asignado. 5Deja que él sea hoy tu salvador. 6Tal es su función en el plan de Dios, tu Padre.

6. En nuestras sesiones de práctica más largas de hoy lo veremos asumiendo ese papel. 2Pero primero intenta mantener su imagen en tu mente tal como lo ves ahora. 3Pasa revista a sus faltas, a las dificultades que has tenido con él, al dolor que te ha causado, a sus descuidos y a todos los disgustos grandes y pequeños que te ha ocasionado. 4Contempla las imperfecciones de su cuerpo así como sus rasgos más atractivos, y piensa en sus errores e incluso en sus “pecados”.

7. Pidámosle entonces a Aquel que conoce la realidad y la verdad de este Hijo de Dios, que podamos contemplarlo de otra manera y ver a nuestro salvador resplandeciendo en la luz del verdadero perdón que se nos ha concedido. 2En el santo Nombre de Dios y en el de Su Hijo, que es tan santo como Él, le pedimos:

3Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él.

4Los ojos del cuerpo están cerrados, y mientras piensas en aquel que te agravió, deja que a tu mente se le muestre la luz que brilla en él más allá de tus resentimientos.

8. Lo que has pedido no se te puede negar. 2Tu salvador ha estado esperando esto hace m_ucho tiempo. 3Él quiere ser libre y hacer que su libertad sea también la tuya. 4El Espíritu Santo se extiende desde él hasta ti, y no ve separación alguna en el Hijo de Dios. 5Y lo que ves a través de Él os liberará a ambos. 6Mantente muy quedo ahora y contempla a tu radiante salvador. 7Ningún sombrío resentimiento nubla la visión que tienes de él. 8Le has permitido al Espíritu Santo expresar a través de ese hermano el papel que Dios le asignó a Él para que tú te pudieras salvar.

9. Dios te da las gracias por estos momentos de sosiego en que dejas a un lado tus imágenes para ver en su lugar el milagro de amor que el Espíritu Santo te muestra. 2Tanto el mundo como el Cielo te dan las gracias, pues ni uno solo de los Pensamientos de Dios puede por menos que regocijarse por tu salvación y por la del mundo entero junto contigo.

10. Recordaremos esto a lo largo del día, y asumiremos el papel que se nos ha asignado como parte del plan de Dios para la salvación y no del nuestro. 2La tentación desaparece cuando permitimos que todo aquel que se cruza en nuestro camino sea nuestro salvador, rehusándonos a ocultar su luz tras la pantalla de nuestros resentimientos. 3Permite que todo aquel con quien te encuentres, o en quien pienses o recuerdes del pasado, asuma el papel de salvador, de manera que lo puedas compartir con él. 4Por ti y por él, así como por todos los que no ven, rogamos:

5iQue los milagros reemplacen todos mis resentimientos!




AUDIOS de la Lección 78
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 78
A través de Mariano Noé


Ocurrir de la Lección 78
a través de Martin Musarra


Lección 78 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda





LECTURA DE LA LECCIÓN 78


LECCIÓN 78
COMENTADA POR JORGE LUIS ALVAREZ CASTAÑEDA




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LECCIÓN JORGE PELLICER



LECCIÓN DAVID HOFFMEISTER


LECCIÓN MARIA IBARS




LECCIÓN KENNETH WAPNICK



















LECCIÓN 78

¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!

Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Jesús, quiere, en esta lección, que tomemos conciencia de como los resentimientos nos impiden tener acceso a los milagros y ver en nuestro hermano el Hijo de Dios que es. Recordemos que los resentimientos nos llevan, una y otra vez, a revivir el mismo conflicto, a estar atados al pasado y a no querer perdonar lo que nos impide que tengamos acceso a los milagros, a los que tenemos derecho, como vimos en la lección anterior.

Jesús nos dice en la lección:
_”Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar. Y al alzarlo ante tus ojos no puedes ver el milagro que se encuentra tras él. Éste, no obstante, sigue allí aguardándote en la luz, pero en lugar de él contemplas tus resentimientos”_.

En todo momento, siempre, estamos eligiendo entre los resentimientos y los milagros, entre el conflicto y la paz, entre las ilusiones y la verdad, entre el ego y el Espíritu Santo. Si elegimos los resentimientos no vemos la grandeza del hermano o de nosotros mismos y ocultamos, así, nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios, la luz que nos acompaña siempre, los milagros a los que tenemos derecho y que están ocultos detrás del odio que preferimos alimentar, en vez de perdonar. Esto lo hacemos bajo la influencia del ego. Pero, por fortuna, tenemos otro maestro, en nuestra mente, que es el Espíritu Santo que continuamente nos llama a perdonar y a que convierta un mensaje de odio en uno de amor y a ejercer mi derecho a los milagros. El milagro nos espera siempre en la luz de nuestra mente recta y nos acerca a la visión de Cristo para que podamos sentir que Dios siempre nos ha acompañado y nunca hemos estado solos y separados de Él. 

Esta lección trata de la percepción verdadera también llamada la visión o la visión de Cristo. Se trata de vernos diferente de cómo nos vemos. Recordemos la relación entre proyección y percepción. Lo que veamos en el interior de nuestra mente será lo que proyectemos, lo que veamos, lo que percibamos afuera. Si tenemos resentimientos percibiremos resentimientos y odio en nuestros hermanos, y excluiremos los milagros a que tenemos derecho: veré en ellos enemigos y no salvadores que nos están mostrando lo que necesitamos cambiar y perdonar. Necesitamos ir más allá de las apariencias del personaje que hemos fabricado y ver la luz que nos caracteriza. Necesitamos dejar de lado la percepción falsa del ego que no ve sino enemigos, conflictos, separación, pecado, culpa y miedo y decidirnos por la visión de Cristo que ve inocencia, santidad, ve luz en los hermanos y los perdona y los bendice con milagros. La visión de Cristo es una visión interna, no tiene relación con los ojos físicos. La visión de Cristo, la percepción verdadera, relacionada con el perdón, la aceptación de la Expiación para nosotros mismos, el instante santo, las relaciones santas bajo la guía del Espíritu Santo y de Jesús, cuando sea completa nos acercará al último paso que dará Dios para llevarnos al conocimiento, al Cielo. A esa meta todos vamos a llegar pero necesitamos, ahora, decidirnos por dejar los resentimientos y buscar los milagros porque los resentimientos se constituyen en obstáculos a la visión.

Jesús, nos propone que hoy reconozcamos que tras ese personaje que, ahora, odiamos y al que le tenemos miedo, se encuentra el Hijo de Dios. Nos llama a dirigirnos a la verdad con la visión con la cual, como vimos en la lección 48 No hay nada que temer. No veremos enemigos por ninguna parte sino Hijos de Dios llenos de luz. Estamos llenos de resentimientos hacia muchísimos hermanos porque nos aferramos a las historias del pasado en las cuales, supuestamente, el hermano hizo o dejo de hacer algo que nos afectó o que no compartimos o porque no cumplió con la función que le asignamos, etc. En fin, las razones para tener resentimientos y sentirnos separados de nuestros hermanos son múltiples y nos llevan a sentirnos separados casi de todo el mundo, como nos ha enseñado Jesús. El caso es que nos negamos a dejar los resentimientos. Esto se relaciona con la culpa que cargamos y que necesitamos descargar, proyectar en nuestros hermanos para mantenernos, supuestamente, en la inocencia, así para lograrlo tengamos que sufrir como lo explica Jesús en el capítulo 27 en la sección 1:
_”El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia”_. (T-27. I. 1:1) 

Hoy, nos llama Jesús, a ver al hermano, al que hacemos objeto de nuestros resentimientos, sin ellos. Lo que queda es el Hijo de Dios, el amigo, el salvador que cumple el papel en el plan de Dios para la salvación de ayudarnos a reconocer nuestra Identidad como Hijo de Dios. En realidad lo que veo en mi hermano no es al Hijo de Dios sino al ego. El Hijo de Dios es el Cristo que permanece en nuestras mentes rectas  y que vemos a través del Espíritu Santo. La luz de Cristo que veo en ti no es más que el Hijo de Dios que hice real en mi mente. 

Hoy, le pediremos al Espíritu Santo que nos permita ver a nuestro hermano como nuestro salvador:
_”resplandeciendo en la luz del verdadero perdón que se nos ha concedido”_, como dice Jesús.

Sabemos que el perdón es el instrumento fundamental de que se vale Jesús para enseñarnos a sanar nuestras mentes. Creemos que ya perdonamos pero cuando menos pensamos vuelve y aparece el conflicto. ¿Por qué? Porque queremos perdonar solos, sin la ayuda de Dios. Recordemos la lección 46 Dios es el Amor en el que perdono.
 
También, habría que ver qué tipo de perdón estamos haciendo: si el perdón para-destruir- del ego, que perdona pero no olvida o el perdón-para-salvar del Espíritu Santo, que perdona y olvida y no ve el error.

Hoy, le pedimos al Espíritu Santo que nos permita contemplar al hermano objeto de nuestros resentimientos, de otra manera, con la visión de Cristo. En el Nombre de Dios le pedimos:

Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él.

El contemplar a mi hermano con la visión de Cristo, sin resentimientos, me producirá una inmensa paz. Lo veo inocente, libre de culpa. Todo lo que le he atribuido es producto de la creencia en la separación de Dios que me produce una inmensa culpa inconsciente que tengo que proyectarle y que se incrementa con las diversas culpas que he acumulado en este mundo del ego. Ahora, me decido a ver en mi hermano en la inocencia e impecabilidad. A ver con los ojos del Amor y no del miedo.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Y realizar la lección como se propone siempre en compañía del Espíritu Santo y de Jesús, sin olvidarnos de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda

Kenneth Wapnick

Lección 78

“¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!”

“En esta lección (78) podemos ver mucho más específicamente que los resentimientos son el problema y los milagros la solución. Podría mencionar que esta es la primera lección que está en verso blanco. Esto no tiene ninguna relación con el significado de la lección, por supuesto, pero para aquellos que aprecian a Shakespeare, cuyo verso principal era el pentámetro yámbico, esto es una ventaja. Antes de esta lección, hubieron pasajes ocasionales que se deslizaban dentro y fuera del verso blanco, pero esta es la primera vez que una lección está escrita enteramente en métrica. Jesús luego regresa a la prosa hasta más tarde. Si a medida que avanzas en esta lección te encuentras leyendo en cadencias rítmicas, estás respondiendo al pentámetro yámbico, incluso sin darte cuenta.

(1:1) «Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro.»

Creemos que las decisiones que tomamos son entre A y B, elecciones que siempre se consideran externas. ¿Veo a esta persona o a esa otra? ¿Como esta comida o algo más? ¿Voy aquí o allá? Jesús nos dice que estas elecciones no son más que formas que ocultan la elección subyacente y única: ¿elijo al ego o al Espíritu Santo, el ataque o el perdón, los resentimientos o los milagros?

(1:2) «Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar.»

Ten en cuenta la naturaleza intencional de los resentimientos. Hemos visto que el propósito es todo en Un Curso de Milagros, y Jesús declara que la única pregunta que deberíamos hacer es: ¿Qué propósito tiene? (T-17.VI.2: 1-2) El propósito que le damos a una circunstancia es todo el significado que tiene. Directamente implícito aquí es que el resentimiento es una defensa, “un tenebroso escudo de odio” que nos impide elegir el milagro “que pretende ocultar”. Por lo tanto, nunca estamos enojados o críticos por las razones que creemos. Creemos que nuestro enojo es causado por algo que está fuera de nosotros: lo que alguien hace o dice, o una situación que no nos gusta. Sin embargo, esta afirmación nos permite saber que el verdadero propósito – el contenido subyacente del pensamiento de ataque – es nuestro deseo de ocultar el milagro de nuestra visión.

(1:3) «Y al alzarlo ante tus ojos no puedes ver el milagro que se encuentra tras él.»

¿Por qué no queremos ver el milagro? Si lo hiciéramos, estaríamos viendo dentro de nuestras mentes, dándonos cuenta de que la razón por la que estamos enojados es porque tomamos la decisión equivocada. En otras palabras, somos los soñadores de nuestros sueños, y por lo tanto, los únicos que tenemos el poder de cambiarlos – la última cosa en el mundo que el ego quiere que descubramos. Lo que preserva la creencia en la realidad del ego es el hecho de que no recordamos que lo inventamos. El ego no tiene existencia en sí mismo, lo que significa que el mundo que surgió de él tampoco tiene existencia. Su aparente realidad radica en el poder de la mente del Hijo para creer en él.

El problema del ego, para recapitular nuestras discusiones anteriores, no es el Amor de Dios, del cual no sabe nada. Su problema es el tomados de decisiones, el poder de la mente del Hijo para elegir al ego. Esto significa que en cualquier momento dado – el instante santo en que el Hijo puede retirar ese poder y elegir el milagro del Espíritu Santo en su lugar – el ego entonces desaparecería, al igual que nuestra existencia individual. Ese, entonces, es el miedo del ego: la redención, no la crucifixión (T-13.III.1: 10-11). Para asegurar que esto no suceda, el ego fabrica un complejo sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo, y proyecta esto en un mundo específico en el cual podemos justificar el abrigar resentimientos. Estos defienden contra la culpabilidad de la mente, que a su vez defiende contra el amor en nuestras mentes. Por lo tanto, el “escudo de odio” del ego nos impide ver el milagro, impidiendo así que alguna vez lo elijamos.

(1:4) «Éste, no obstante, sigue allí aguardándote en la luz, pero en lugar de él contemplas tus resentimientos.»

El milagro de la corrección aguarda, lo que en última instancia significa Aquel que «es» la corrección. En consecuencia, si desea mantener el Amor del Espíritu Santo lejos de ti, sólo necesitas pelear con alguien. Jesús dice lo mismo en el manual en el contexto de la paz de Dios:

“La paz de Dios no puede hacer acto de presencia allí donde hay ira, pues la ira niega forzosamente la existencia de la paz. Todo aquel que de alguna manera o en cualquier circunstancia considere que la ira está justificada, proclama que la paz es una insensatez, y no podrá por menos que creer que no existe.” (M-20.3:3-4)

La ira es como un escudo sólido o un muro, detrás de lo cual está el Amor de Dios. Si le temes a este Amor, sabiendo que en su presencia desaparece tu especialismo, manténlo alejado peleando con alguien, ya sea física, verbalmente o en tus pensamientos. La forma que adopte la ira no importa, ya que la dinámica es la misma: las tinieblas de nuestros resentimientos ocultan la luz del milagro.

(2:1-2) «Hoy vamos a ir más allá de los resentimientos para contemplar el milagro en lugar de ellos. Invertiremos la manera como ves al no dejar que tu vista se detenga antes de que veas.»

Implícito aquí es que nuestros ojos no son los instrumentos de ver. El verdadero ver, o visión, ocurre en nuestras mentes, como ya hemos visto muchas veces. Ocurre solo cuando elegimos a Jesús como la fuente de nuestra visión. Cuando lo excluimos nos volvemos ciegos. “Vemos” separación y pecado dentro; y, por lo tanto, creemos que vemos un mundo separado y pecaminoso afuera. Pero nada de eso es ver. Recordemos nuestra línea citada anteriormente: “Nada es tan cegador como la percepción de la forma”, ahora visto en su contexto más completo:

“Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría…Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No pueden ver más allá de aquello para cuya contemplación fueron fabricados. Y fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. Su percepción es ciertamente extraña, pues sólo pueden ver ilusiones, al no poder ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa de lo que no es nada. Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es absolutamente real. Mas ¿cómo va a poder ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de un sólido muro se tratase? Está restringida por la forma, habiendo sido concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.

Esos ojos, hechos para no ver, jamás podrán ver. Pues la idea que representan nunca se separó de su hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. ¿Qué otro objetivo tenía su hacedor, salvo el de no ver? Para tal fin, los ojos del cuerpo son los medios perfectos, pero no para ver. Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan en lo exterior sin poder ir más allá de ello. Observa cómo se detienen ante lo que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra más allá de la forma. Nada es tan cegador como la percepción de la forma. Pues ver la forma significa que el entendimiento ha quedado velado.” (T-22.III.4:3; 5:3-6:8)

Es por eso que Jesús nos enseña a nunca confiar en nuestras percepciones. Se basan en la forma, el fragmento sombrío del sistema de pensamiento de separación y culpa del ego.

(2:3) «No esperaremos frente al escudo de odio, sino que lo dejaremos caer, y, suavemente, alzaremos los ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios.»

En los primeros años de estudiar Un Curso de Milagros, inevitablemente pensamos que el Hijo de Dios que contemplamos es alguien externo a nosotros. Es sólo más tarde, cuando trabajamos con el Curso durante un período de tiempo, que nos damos cuenta de que el Hijo de Dios no tiene nada que ver con lo que ven nuestros ojos físicos, ya que lo experimentamos en la mente, cuya imagen proyectamos en otros. El Hijo que hemos hecho real dentro es así lo que percibimos afuera:

«la proyección da lugar la percepción». Sin duda, el contexto de estas lecciones es el cambio en nuestra percepción de nuestros compañeros de amor u odio especial. En verdad, sin embargo, solo estamos cambiando de mentalidad sobre el Hijo de Dios «en nuestras mentes». Antes de que podamos cambiar la percepción interna del Hijo de culpable a impecable, primero debemos reconocer que el Hijo es nosotros mismos y no otro. Solo entonces, felizmente deponemos nuestro escudo de odio.

(3:1-2) «Él te espera tras todos tus resentimientos, y a medida que dejas éstos de lado, él aparecerá radiante de luz en el lugar que antes ocupaba cada uno de ellos. Pues cada resentimiento constituye un obstáculo a la visión, mas según se elimina, puedes ver al Hijo de Dios allí donde él siempre ha estado.»

El Hijo siempre ha estado dentro de su Padre, a Quien nunca dejó. Por lo tanto, él siempre ha estado dentro de la mente, que contiene el recuerdo de su Fuente. El principio de la Expiación nos recuerda que la oscuridad de nuestro odio no tiene poder sobre la luz; los resentimientos del ego no pueden resistir el rostro de Cristo brillando en el perdón más allá del obstáculo a la visión.

(3:3) «Él se encuentra en la luz, pero tú estabas en las tinieblas.»

El Hijo de Dios es el Cristo que permanece en nuestras mentes rectas a través del Espíritu Santo, aunque lo envolvimos con velos de separación, culpa y odio. Estos son los velos que nosotros, en nuestras mentes delirantes, hemos elegido para reemplazar la luz en nuestra conciencia.

(3:4-4:1) «Cada resentimiento hacía que las tinieblas fuesen aún más tenebrosas, lo cual te impedía ver. Hoy intentaremos ver al Hijo de Dios.»

Llegamos ahora a otro ejercicio de perdón, que nos ayuda a ver la luz que está justo más allá de la oscuridad de odio y juicio del ego. Ten en cuenta, una vez más, que el contexto es ver al Hijo de Dios en nuestro hermano, contra quien creemos que abrigamos resentimientos. Sin embargo, dado que lo que percibimos afuera refleja lo que percibimos dentro, la luz de Cristo que veo en ti no es más que el Hijo de Dios que hice real en mi mente. Mi aprendizaje de ver al Hijo de Dios en ti, mi hermano en el especialismo, refleja mi ver al mismo Hijo en mí.

(4:2-5) «No nos haremos los ciegos para no verlo; no vamos a contemplar nuestros resentimientos. Así es como se invierte la manera de ver del mundo, al nosotros dirigir nuestra mirada hacia la verdad y apartarla del miedo. Seleccionaremos a alguien que haya sido objeto de tus resentimientos y, dejando éstos a un lado, lo contemplaremos. Quizá es alguien a quien temes o incluso odias; o alguien a quien crees amar, pero que te hizo enfadar; alguien a quien llamas amigo, pero que en ocasiones te resulta pesado o difícil de complacer; alguien exigente, irritante o que no se ajusta al ideal que debería aceptar como suyo, de acuerdo con el papel que tú le has asignado.»

En “Los diferentes papeles del sueño”, cerca del final del texto, Jesús explica que nos enojamos con los demás porque no cumplen el papel que les hemos dado en nuestro sueño (T-29.IV.4: 1). Este tipo de ejercicio, repetido de diferentes maneras a lo largo del libro de ejercicios, es algo que debemos practicar todo el tiempo, no solo cuando estamos trabajando con una lección en particular. Debería aplicarse siempre que tengamos la tentación de enojarnos con alguien. A veces es la misma persona – todos tenemos nuestros blancos favoritos – pero podría ser alguien, como Jesús describe aquí, a quien consideramos como un amigo o un ser querido. Cuando las personas se comportan de una manera que presiona nuestros botones (nos sacan de nuestras casillas), podemos ver esto como una oportunidad para darnos cuenta de que la relación es solo una pantalla sobre la que proyectamos la culpabilidad por haber alejado el amor de Jesús.

Si nos permitiéramos experimentar su amor, nunca podríamos enojarnos o molestarnos con nadie. Sería imposible debido al principio mental de «uno o el otro»: odio o perdón; miedo o amor. Cuando nos sentimos enojados, siempre es así porque: 1) decidimos que el amor de Jesús era demasiado amenazante para nuestro especialismo y nos separamos de él; 2) seguidamente reprimimos la culpa por este pecado percibido, cometido de nuevo; y 3) buscamos y encontramos a otros en quienes podríamos proyectar nuestra culpabilidad, creyendo mágicamente que nos habíamos liberado de ella. Luego, olvidamos este proceso de tres pasos, conscientes únicamente de su producto final: dolor, enojo y desilusión. En este punto debemos recordarnos a nosotros mismos el ejercicio, volviendo a nuestras mentes para pedirle ayuda a Jesús, diciendo, como una variación de T-5.VII.6: 7: “Debo haber mirado a estas personas equivocadamente, porque les echo la culpa de mi pérdida de paz.” Por lo tanto, usamos la circunstancia como una oportunidad para darnos cuenta de que lo que estamos percibiendo afuera refleja directamente el pecado y la culpa que primero percibimos dentro. En lugar de verlo en nosotros mismos y aceptarlo allí, habíamos elegido verlo en otras personas.

Es sólo al pedir la ayuda de Jesús – es decir, al unirnos a él – que podemos deshacer la causa de nuestro malestar, que reside en nuestra culpa por apartarlo. Es por eso que acudir a él o al Espíritu Santo es un tema principal de Un Curso de Milagros. Pedir Su ayuda es precisamente lo que deshace la causa raíz de nuestra angustia, sin tener en cuenta su naturaleza. En un pasaje importante al final del manual para los maestros, Jesús nos dice que pedirle guía al Espíritu Santo es la forma de salir de la culpa:

“Hay otra ventaja -y muy importante por cierto- en poner en manos del Espíritu Santo todas las decisiones cada vez más. Aunque su importancia es obvia, tal vez no hayas pensado en este aspecto: seguir las directrices del Espíritu Santo es permitirte a ti mismo quedar absuelto de toda culpa. Es la esencia de la Expiación. El núcleo central del programa de estudios. La imaginaria usurpación de funciones que no te corresponden es la causa del miedo. El mundo que ves refleja la ilusión de que has usurpado una función que no te corresponde, haciendo que el miedo sea algo inevitable. Devolver dicha función a Quien le corresponde es, por lo tanto, la manera de escapar del miedo. Y esto es lo que hace posible que el recuerdo del amor retorne a ti. No pienses, entonces, que necesitas seguir la dirección del Espíritu Santo sólo por razón de tus propias insuficiencias. Necesitas seguirlas porque es la manera de escaparte del infierno.”
(M-29.3)

Esta visión de buscar la ayuda del Espíritu Santo cambia el enfoque de la «forma» de lo que creemos que estamos pidiendo al «contenido» de deshacer la arrogancia del ego al pensar que está mejor por su cuenta.

El proceso de sanación comienza así con la experiencia de la ira o la desilusión con otro, al haber reprimido las decisiones de la mente en cuanto al pecado, la culpa y la proyección. Nuestro compromiso de aprender y practicar este curso se puede ver en la rapidez con la que podemos solicitar la ayuda del Espíritu Santo para cambiar la forma en que vemos a alguien afuera, como una forma de reflejar el cambio en la forma en que deseamos vernos a nosotros mismos.

(5:1-3) «Ya sabes de quien se trata: su nombre ya ha cruzado tu mente. En él es en quien pedimos que se te muestre el Hijo de Dios. Al contemplarlo sin los resentimientos que has abrigado en su contra, descubrirás que lo que permanecía oculto cuando no lo veías, se encuentra en todo el mundo y se puede ver.»

Encontramos aquí una indicación del tema de la generalización, que es central para las próximas dos lecciones. Si pudiera aceptar que inventé mi resentimiento contra ti – y nadie tiene problemas para encontrar a alguien para usar en el ejercicio – en algún momento generalizaré la lección y me daré cuenta de que he resuelto mis resentimientos contra todos. La oscuridad que vi en ti la vi en todas las personas, porque está en mí. Sin embargo, la luz que ahora veo en ti también está en todas las personas, porque eso también está en mí. Tenemos que practicar con específicos, pero solo para que podamos aprender a generalizar y reconocer que hay un solo problema y una sola solución. Como Jesús dice más adelante en el libro de ejercicios:

“La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.” (W-pI.161.4:7-8)

(5:4-6) «El que era un enemigo es más que un amigo cuando está en libertad de asumir el santo papel que el Espíritu Santo le ha asignado. Deja que él sea hoy tu salvador. Tal es su función en el plan de Dios, tu Padre.»

Nuestro hermano es nuestro salvador – “más que un amigo” – no porque posea atributos mágicos, sino porque nos damos cuenta de que lo que estamos viendo en él es una proyección de lo que se encuentra en nosotros mismos. Esto nos permite ser salvados de nuestra culpa y los efectos desastrosos de nuestras decisiones equivocadas. Si no hubiera sido por esta relación especial, no hubiéramos tenido ninguna oportunidad de salvación. Esto, entonces, es la esencia del plan de Expiación “de Dios”:

El mundo, que fue hecho como un ataque contra Dios y un sustituto de Su Amor, se convierte en un salón de clases en el que aprendemos a recordarlo. No hay nada que redima en el mundo mismo, sino que nuestra redención viene de darle un propósito diferente.

(6) «En nuestras sesiones de práctica más largas de hoy lo veremos asumiendo ese papel. Pero primero intenta mantener su imagen en tu mente tal como lo ves ahora. Pasa revista a sus faltas, a las dificultades que has tenido con él, al dolor que te ha causado, a sus descuidos y a todos los disgustos grandes y pequeños que te ha ocasionado. Contempla las imperfecciones de su cuerpo así como sus rasgos más atractivos, y piensa en sus errores e incluso en sus “pecados”.»

Jesús nos está pidiendo que seamos honestos con nosotros mismos (y con él) acerca de nuestros resentimientos: que no retengamos ninguna percepción de la conciencia. Si lo hacemos, estamos eligiendo retener algunos “puntos de oscuridad” (T-3 1.VIII.12: 5) en nosotros mismos que nunca deseamos entregar a la sanadora luz del perdón. Son estos “puntos” que hemos proyectado en otro – nuestro salvador – los que se convierten en el medio para sanarnos a nosotros mismos.

(7:1) «Pidámosle entonces a Aquél que conoce la realidad y la verdad de este Hijo de Dios, que se nos conceda poder contemplarlo de otra manera y ver a nuestro salvador resplandeciendo en la luz del verdadero perdón que se nos ha concedido.»

De nuevo, necesitamos pedir ayuda para cambiar la elección errónea en nuestras mentes, no la situación externa; cambiamos nuestras mentes, no a alguien más. Como dice Jesús en un pasaje paralelo del texto:

“Sueña dulcemente con tu hermano inocente, quien se une a ti en santa inocencia. Y el Mismo Señor de los Cielos despertará a Su Hijo bienamado de este sueño. Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores. Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado. Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha prestado. Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto.” (T-27.VII.15:1-6)

(7:2-3) «En el santo Nombre de Dios y en el de Su Hijo, que es tan santo como Él, le pedimos:

Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él. »

Pedimos ayuda “de modo que pueda unirme a él”. Estrictamente hablando, por supuesto, no nos unimos a otra persona, porque ya estamos unidos. Sin embargo, la experiencia de unirse a alguien deshace el pensamiento de ataque que nos mantuvo separados. Es realmente una oración a nosotros mismos – la parte tomadora de decisiones de nuestras mentes – para que comencemos el proceso de reconocer que el Hijo de Dios es uno. Si te ataco, mi compañero de amor u odio especial, estoy diciendo que el Hijo está separado, dividido en dos: «tú» y «yo», y el resto de la Filiación que está en ti. La oración anterior por la experiencia de la unidad es, por lo tanto, la corrección para tal pensamiento demente.

(7:4) «Los ojos del cuerpo están cerrados, y mientras piensas en aquel que te agravió, deja que a tu mente se le muestre la luz que brilla en él más allá de tus resentimientos.»

Jesús ciertamente no está hablando de un cambio perceptual externo, sino de un cambio milagroso en el sentido que tiene el Curso de ese término: el cambio de la mente de los resentimientos a los milagros.

(8:1-3) «Lo que has pedido no se te puede negar. Tu salvador ha estado esperando esto hace mucho tiempo. Él quiere ser libre y hacer que su libertad sea también la tuya.»

Esto se puede entender en dos niveles. Cada uno de nosotros necesita el perdón mutuo porque podemos ayudarnos mutuamente a entender que tomamos la decisión equivocada y ahora podemos tomar la decisión correcta. Cuando te identificas con tu culpabilidad y te ataque, lo refuerzo diciendo que, en efecto, tu decisión en favor el ego era correcta. Sin embargo, cuando estoy en mi mente recta y no ataco, independientemente de cómo me percibas, te envío un mensaje diferente, comunicándote que la misma elección que hice tú la puedes hacer: “Tu mente contiene dos alternativas. El que has elegido – el que yo había elegido también- fue un error. Cuando he corregido mi mente, represento para ti la misma elección”.

Recuerda el pasaje del manual para los maestros que hemos visto anteriormente, en el que nos decimos unos a otros:

“¡He aquí, Hijo de Dios, lo que la Vida te puede ofrecer! ¿Prefieres elegir la enfermedad [o la culpabilidad] en su lugar?” (M-5.III.2:11-12)

En última instancia, por supuesto, el salvador que “ha estado esperando esto hace mucho tiempo” es nosotros mismos. Entendemos metafísicamente que no hay nadie ahí fuera, por lo que la persona que percibimos es una parte separada de nosotros mismos: el yo culpable que necesita perdón. Nuestra percepción errónea de esta persona se convierte así en el medio por el cual corregimos la percepción errónea original de nosotros mismos.

(8:3-5) «El Espíritu Santo se extiende desde él hasta ti, y no ve separación alguna en el Hijo de Dios. Y lo que ves a través de Él os liberará a ambos.»

En esta etapa del trabajo con Un Curso de Milagros, lo más probable es que no te dés cuenta de lo que significan estas líneas literalmente. No es que el Espíritu Santo nos vea a ti y a mí como separados, ambos amados Hijos de Dios. Él no nos ve como separados en absoluto, porque no lo estamos. A medida que nuestra experiencia del Curso se profundice con el tiempo, nuestra comprensión de líneas como estas se profundizará también. Nos daremos cuenta de que esto literalmente significa que no somos seres separados, sino partes separadas de un ser más grande que es uno, como nuestro verdadero Ser es Uno.

(8:6-8) «Mantente muy quedo ahora, y contempla a tu radiante salvador. Ningún sombrío resentimiento nubla la visión que tienes de él. Le has permitido al Espíritu Santo expresar a través de ese hermano el papel que Dios le asignó a Él para que tú te pudieses salvar.»

Nuestra tranquilidad es el resultado de haber silenciado la estridente voz de especialismo del del ego, permitiéndonos escuchar el suave sonido de la Expiación del Espíritu Santo. Su visión de la inherente impecabilidad del Hijo de Dios es lo que permite reemplazar la tenebrosa vista de resentimientos y odio. Esta visión abraza a la Filiación como una – mi hermano y yo mismo – cuando reconozco a mi salvador en la persona que había elegido excluir del amor; el salvador que soy yo.

(9) «Dios te da las gracias por estos momentos de sosiego en que dejas a un lado tus imágenes para ver en su lugar el milagro de amor que el Espíritu Santo te muestra. Tanto el mundo como el Cielo te dan las gracias, pues ni uno solo de los Pensamientos de Dios puede sino regocijarse por tu salvación y por la del mundo entero junto contigo.»

Esta gratitud es nuestra, por haber tomado finalmente la decisión correcta: unidad en vez de separación; milagros en lugar de resentimientos; Dios en lugar del ego En esa elección, toda la Filiación se sana cuando recuerda la unidad que nunca había destruido, su voz se unió al fin con la canción de gratitud – la oración de amor- que describe Jesús en la hermosa apertura de El Canto de la Oración:

“La oración es el mayor regalo con el cual Dios bendijo a Su Hijo al crearlo. Era ésta entonces lo que ha de llegar a ser: la única voz que el Creador y la creación comparten; el canto que el Hijo entona al Padre, Quien devuelve a Su Hijo las gracias que el canto Le ofrece. Perpetúa la armonía, y perpetúa también la feliz concordia del amor que eternamente se profesan uno a otro. Y en esto la creación se extiende. Dios da gracias a Su extensión en Su Hijo. Su Hijo da gracias por su creación, en el canto de su crear en Nombre de Su Padre. El amor que comparten es lo que toda oración habrá de ser por toda la eternidad, cuando el tiempo termine. Porque así era antes de que el tiempo pareciese existir.” (S-1.in.1)

(10) «Recordaremos esto a lo largo del día, y asumiremos el papel que se nos ha asignado como parte del plan de Dios para la salvación, y no del nuestro. La tentación desaparece cuando permitimos que todo aquel que se cruza en nuestro camino sea nuestro salvador, rehusándonos a ocultar su luz tras la pantalla de nuestros resentimientos. Permite que todo aquel con quien te encuentres, o en quien pienses o recuerdes del pasado, asuma el papel de salvador, de manera que lo puedas compartir con él. Por ti y por él, así como por todos los que no ven, rogamos:

¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!»

Esto, nuevamente, es una expresión de la unicidad del Hijo de Dios. Mientras creamos que él es muchos – cuerpos separados involucrados con otros cuerpos – necesitamos practicar con cada uno, aplicando el “plan de Dios para la salvación”: el perdón de nuestras relaciones especiales. Entonces, cada persona se convierte en nuestro salvador individual, ya que cada uno ofrece la oportunidad de salvarse de la elección equivocada de hacer real la separación. En algún momento nos damos cuenta de que cada persona es todas las personas, y, finalmente, que «no hay ninguna persona ahí fuera en absoluto» – solo el Hijo de Dios que está en nuestras mentes. Puesto que las mentes están unidas, el Hijo de Dios también está en todas las personas. Esta visión de la luz de los milagros reemplazando el tenebroso velo de los resentimientos se expresa hermosamente en “La visión del Salvador”:

“¡Mirad el papel que se os ha encomendado en el universo! El Señor del Amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno Él le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que especialmente se le confiaron. Y esto es lo que él aprende cuando primero ve a otro tal como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja de lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión él ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había obscuridad, y el velo que cubría su vista ha sido descorrido.” (T-31.VII.8)

Pasamos ahora a las Lecciones 79 y 80, que presentan el tema familiar de la salvación, pero expresado de manera diferente. Nuestra sinfonía basada en el tema del perdón continúa así, con su serie casi infinita de variaciones. “


~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.



LECCIÓN 78

 "¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!"

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

Esta lección es una práctica de perdón. Tiene como tema  perdonar nuestra ira, nuestros resentimientos. Nos explica cómo nuestra ira y nuestro resentimientos se convierten en una verdadera muralla que nos impiden ver la luz de Cristo en nuestros hermanos. 
Así mismo, nos recuerda que aquellos hermanos quienes son objeto de nuestras iras y resentimientos, son nuestros salvadores, los reconoceremos al perdonar nuestra falsa percepción sobre ellos, lo que nos permitirá  que veamos la luz que ellos nos  reflejan a través de la visión espiritual que obtenemos gracias al perdón. 

Todo ello es el resultado de las decisiones que tomamos:  "Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro."  El objetivo de la lección de hoy es que tomemos la decisión  de ir  "más allá de los resentimientos para contemplar el milagro en lugar de ellos."  Nuestro problema es como percibimos a nuestros hermanos, debido a los juicios y condenas que emitimos sobre ellos, así que el  propósito de la lección es invertir "la manera como ves" al retirar mis iras y resentimientos sobre mis hermanos, podremos  percibir la luz  de ellos, que nuestros resentimientos ocultaban, recordándonos quienes somos como perfectos Hijos de Dios. 

El  perdón que nos enseña el Curso de Milagros, tiene 3 pasos, como nos señala la lección 23:
1. Identificar 
2. Abandonar 
3. Reemplazar 

En esta lección vamos a ver cómo se cumplen estos tres pasos. 

PRÁCTICA  LARGA:

Recuerda aquietarte durante 10 o 15 minutos. 

Primer paso del perdón 

1. ”Identificar:”

”Seleccionaremos a alguien que haya sido objeto de tus resentimientos y, dejando éstos a un lado, lo contemplaremos."

"Quizá es alguien a quien temes o incluso odias; o alguien a quien crees amar, pero que te hizo enfadar; alguien a quien llamas amigo, pero que en ocasiones te resulta pesado o difícil de complacer; alguien exigente, irritante o que no se ajusta al ideal que debería aceptar como suyo, de acuerdo con el papel que tú le has asignado."

"Ya sabes de quien se trata: su nombre ya ha cruzado tu mente. En él es en quien pedimos que se te muestre el Hijo de Dios. Al contemplarlo sin los resentimientos que has abrigado en su contra, descubrirás que lo que permanecía oculto cuando no lo veías, se encuentra en todo el mundo y se puede ver."

"intenta mantener su imagen en tu mente tal como lo ves ahora. Pasa revista a sus faltas, a las dificultades que has tenido con él, al dolor que te ha causado, a sus descuidos y a todos los disgustos grandes y pequeños que te ha ocasionado."

"Contempla las imperfecciones de su cuerpo así como sus rasgos más atractivos, y piensa en sus errores e incluso en sus "pecados"."

Identificamos nuestros resentimientos, a quienes aparentemente los representan, y los contemplamos sin juicios ni condenas. Reconocer y observar todo aquello que nos quita la paz, es un paso esencial en la práctica del perdón. 

Segundo paso del perdón

2. ”Abandonar:”

"No esperaremos frente al escudo de odio, sino que lo dejaremos caer, y, suavemente, alzaremos los ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios." 

"Los ojos del cuerpo están cerrados, y mientras piensas en aquel que te agravió, deja que a tu mente se le muestre la luz que brilla en él más allá de tus resentimientos."

Al pedir que se me permita ver a mi hermano de otra manera, al dejar caer los escudos de mis odios, al elegir abandonar mis resentimientos, el verdadero perdón se me ha concedido y podré contemplar a mi hermano como un Hijo de Dios, y mi mente  podrá ver la luz que se encuentra más allá de mis resentimientos. 

Mientras eliges abandonar los resentimientos que abrigabas contra tu hermano, puedes decir: "Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él."

"Él se encuentra en la luz, pero tú (yo) estabas en las tinieblas."

"Cada resentimiento hacía que las tinieblas fuesen aún más tenebrosas, lo cual te impedía ver."

En este segundo paso elegimos soltar, abandonar nuestros resentimientos, es una decisión que libera nuestra mente de los lastres de nuestro pasado. 

Tercer paso del perdón 

3. ”Reemplazar:”

"Lo que has pedido no se te puede negar. Tu salvador ha estado esperando esto hace mucho tiempo.  Él quiere ser libre y hacer que su libertad sea también la tuya. El Espíritu Santo se extiende desde él hasta ti, y no ve separación alguna en el Hijo de Dios. Y lo que ves a través de Él os liberará a ambos."

"Mantente muy quedo ahora, y contempla a tu radiante salvador. Ningún sombrío resentimiento nubla la visión que tienes de él. Le has permitido al Espíritu Santo expresar a través de ese hermano el papel que Dios le asignó a Él para que tú te pudieses salvar."

"Dios te da las gracias por estos momentos de sosiego en que dejas a un lado tus imágenes para ver en su lugar el milagro de amor que el Espíritu Santo te muestra."

"Hoy intentaremos ver al Hijo de Dios. No nos haremos los ciegos para no verlo; no vamos a contemplar nuestros resentimientos."

"Así es como se invierte la manera de ver del mundo, al nosotros dirigir nuestra mirada hacia la verdad y apartarla del miedo."

De esta manera se reemplaza nuestros odios y resentimientos por amor y perdón. Los milagros han reemplazado mis resentimientos. Ahora contemplo a mi hermano, como lo que realmente es: un Ser de luz y amor, tal como soy yo. Al desaparecer la barrera de mis resentimientos, solo queda el amor, lo único real en mi. 

PRÁCTICAS CORTAS:

Repite varias veces cada hora la idea del día:

"¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!"

"Recordaremos esto a lo largo del día, y asumiremos el papel que se nos ha asignado como parte del plan de Dios para la salvación, y no del nuestro.”

RESPUESTA A LA TENTACION:

 "La tentación desaparece cuando permitimos que todo aquel que se cruza en nuestro camino sea nuestro salvador, rehusándonos a ocultar su luz tras la pantalla de nuestros resentimientos."

"Permite que todo aquel con quien te encuentres, o en quien pienses o recuerdes del pasado, asuma el papel de salvador, de manera que lo puedas compartir con él. Por ti y por él, así como por todos los que no ven, rogamos:"

”¡Qué los milagros reemplacen todos mis resentimientos!"

Permitir que los milagros reemplacen mis resentimientos, se logra a través del perdón, de llevar mis errores ante la luz de la verdad, elegir abandonarlos y permitir que el Espíritu Santo reemplace todo pensamiento de odio y culpa que yo pueda tener, por pensamientos de amor y paz. Permitamos que los milagros sucedan, abramos nuestros corazones a la luz  que disipa la oscuridad de nuestros resentimientos. La luz ha llegado y la Voluntad de Dios se ha cumplido. 



TEXTO





CELEBRANDO EL MILAGRO 

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BENDICIONES!




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