1. La idea de hoy—que es completamente ajena al ego y a la manera de pensar del mundo—es crucial para la inversión de pensamiento al que este curso dará lugar. 2 Si creyeras lo que la idea de hoy afirma, no te resultaría difícil perdonar completamente, tendrías certeza con respecto a tu objetivo y no tendrías ninguna duda acerca de tu rumbo. 3 Entenderías los medios a través de los cuales se alcanza la salvación y no vacilarías en emplearlos ahora mismo.
2. Examinemos lo que crees en lugar de esta idea. 2 Te parece que los demás están separados de ti, que son capaces de adoptar comportamientos que no tienen repercusión alguna sobre tus pensamientos, y que los que tú adoptas no tienen repercusión alguna sobre los de ellos. 3 Tus actitudes, por lo tanto, no tienen ningún efecto sobre ellos y sus súplicas de ayuda no guardan relación alguna con las tuyas. 4 Crees además que ellos pueden pecar sin que ello afecte la percepción que tienes de ti mismo, mientras que tú puedes juzgar sus pecados y mantenerte a salvo de cualquier condenación y en paz.
3. Y así, cuando “perdonas” un pecado, no ganas nada directamente. 2 Es una ofrenda de caridad a alguien que no se la merece, a fin de demostrar simplemente que tú eres mejor y que te encuentras en un plano superior a él. 3 Él no se ha ganado la limosna de tu tolerancia—que tú le concedes sabiendo que no es digno de tal dádiva— ya que sus pecados lo han situado por debajo de una verdadera igualdad contigo. 4 No tiene derecho a tu perdón, 5 el cual supone un regalo para él, pero no para ti.
4. De este modo, el perdón es básicamente pernicioso: un capricho caritativo, benévolo tal vez, pero inmerecido; una dádiva que a veces se concede y a veces se niega. 2 Puesto que es “inmerecido”, es justo no otorgarlo, pero no es justo que tú tengas que sufrir por haberte negado a concederlo. 3 El pecado que perdonas no es tu pecado. 4 Lo cometió alguien que se encuentra separado de ti. 5 Y si tú entonces eres magnánimo con él y le concedes lo que no se merece, la dádiva es algo tan ajeno a ti como lo fue su pecado.
5. Si esto fuera verdad, el perdón no tendría ningún fundamento sobre el que basarse con certeza y seguridad. 2 Sería una excentricidad, según la cual algunas veces decides conceder indulgentemente un perdón inmerecido. 3 Conservarías, no obstante, el derecho a no eximir al pecador de la justa retribución por su pecado. 4 ¿Crees que el Señor de los Cielos iba a permitir que la salvación del mundo dependiera de esto?
5 ¿No sería acaso Su interés por ti ciertamente ínfimo si permitiera que tu salvación dependiera de un capricho? 6. No entiendes lo que es el perdón. 2 Tal como lo ves, no es sino un freno al ataque abierto que no requiere corrección alguna en tu mente. 3 Tal como lo percibes, no puede aportarte paz. 4 No constituye un medio por el cual liberarte de aquello que ves en otro, pero no en ti mismo. 5 No tiene poder alguno para restaurar en tu conciencia tu unidad con él. 6 Eso no es lo que Dios dispuso que el perdón fuese para ti.
7. Al no haberle concedido al Padre el regalo que te pide, no puedes reconocer Sus regalos, y crees que no te los ha dado. 2 Sin embargo, ¿te pediría Él un regalo que no fuera para ti? 3 ¿Podría acaso contentarse con gestos vacíos y considerar que tales míseros regalos son dignos de Su Hijo? 4 La salvación es un regalo mucho mejor que eso. 5 Y el verdadero perdón, que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir. 6 Lo que no se ha recibido, no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene necesariamente que haberse recibido.
8. Hoy trataremos de entender la verdad según la cual el que da y el que recibe son uno. 2 Vas a necesitar ayuda para dar sentido a esto, ya que es una idea completamente ajena a los pensamientos a los que estás acostumbrado. 3 Mas la Ayuda que necesitas está aquí. 4 Deposita hoy tu fe en Él, y pídele que esté contigo a la hora de practicar con la verdad. 5 Y si logras captar aunque sea un pequeño atisbo de la liberación que reside en la idea que practicamos hoy, éste será ciertamente un día de gloria para el mundo.
9. Dedica hoy quince minutos en dos ocasiones a tratar de entender la idea de hoy. 2 Esta idea es el pensamiento mediante el cual el perdón pasa a ocupar el lugar que le corresponde entre tus prioridades. 3 Es el pensamiento que liberará a tu mente de cualquier obstáculo que te impida comprender el significado del perdón y que te permitirá darte cuenta de lo valioso que es para ti.
10. Mientras permaneces en silencio, cierra los ojos al mundo que no comprende lo que es el perdón y busca refugio en el sereno lugar en el que los pensamientos se transforman y donde las falsas creencias se abandonan. 2 Repite la idea de hoy y pide ayuda para poder entender lo que realmente significa. 3 Estate dispuesto a dejarte enseñar. 4 Alégrate de oír lo que te dice la Voz de la Verdad y de la curación, y entenderás las palabras que Él te diga y reconocerás que son las tuyas.
11. Tan a menudo como puedas hoy, recuérdate a ti mismo que tienes un objetivo, una meta que hace que éste sea un día especialmente importante para ti y para todos tus hermanos. 2 No permitas que tu mente se olvide de este objetivo por mucho tiempo, sino que di para tus adentros:
3 Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy. 4 La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad está conmigo ahora. 5 Y confiaré plenamente en Él.
6 Permanece luego en silencio por un momento y deja que tu mente sea receptiva a Su Corrección y a Su Amor. 7 Y creerás lo que Le oigas decir, pues recibirás lo que Él te dé.
AUDIOS de la Lección 126 de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la Lección 126
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a través de Martin Musarra
Lección 126
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
*LECCIÓN 126*
*Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy*.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
*¡Que la paz sea con nosotros hoy!*
Esta es otra lección que cuestiona. La idea de hoy es un desarrollo de la enseñanza de Jesús de que dar es lo mismo que recibir. Y que dar no significa, de ninguna manera, perder. Si doy amor, recibo amor. Si doy conflicto, recibo conflicto.
En todas las lecciones que hemos estudiado siempre ha habido referencias a la importancia de nuestros pensamientos en relación al mundo que vemos. Hemos hablado de la proyección y la percepción: lo que vemos internamente determina lo que vemos afuera. En relación a nuestros hermanos podemos tener pensamientos de separación, de conflicto, de culpabilizarlos para nosotros sentirnos inocentes, de atribuirles todos nuestros pecados y miedos, etc. Y eso se traduciría en verlos separados de nosotros y mi comportamiento con ellos puede ser nada amoroso: privilegiando siempre el conflicto sobre la paz. Aquí, estaríamos teniendo al ego como maestro.
Dios, nos dio al Espíritu Santo para que, valiéndonos del perdón, podamos sanar nuestra mente. Pero lo que prima en el mundo del ego es el _perdón-para-destruir_ que se centra en el error y lo magnífica para demostrar lo “malo” e indigno es el otro al cual, en el colmo de mi generosidad, yo decido perdonar.
Busca es reforzar la culpa para yo sentirme inocente. Es el típico “perdono, pero no olvido.” Con ayuda del Espíritu Santo puedo identificar que, lo que estoy viendo en mi hermano, es una invención mía que no tiene que ver con lo que realmente es mi hermano pues son sólo mis acusaciones basadas en mis proyecciones. Lo que se sigue es perdonar con el Espíritu Santo como maestro: el _perdón-para-salvar_. Aquí no se ve el error. Sólo se ve la inocencia de mi hermano que me he negado a ver por proyectarle mis culpas y resentimientos.
Jesús nos dice en la lección:
_”La idea de hoy—que es completamente ajena al ego y a la manera de pensar del mundo—es crucial para la inversión de pensamiento al que este curso dará lugar. Si creyeras lo que la idea de hoy afirma, no te resultaría difícil perdonar completamente, tendrías certeza con respecto a tu objetivo y no tendrías ninguna duda acerca de tu rumbo. Entenderías los medios a través de los cuales se alcanza la salvación y no vacilarías en emplearlos ahora mismo”_.
Y es que tenemos confusión en dos temas fundamentales: en la manera como entendemos nuestra relación con los demás y como entendemos el perdón.
En la relación con nuestros hermanos creemos que están separados de nosotros y que los comportamientos de ellos y los de nosotros no se influencian mutuamente y no influyen en los pensamientos que tenemos. A ellos, les atribuimos todos los pecados y nosotros creemos que los podemos juzgar sin que ello nos afecte.
Tampoco entendemos lo que es el perdón. Creemos que si perdonamos es porque, nosotros que somos tan especiales, tan comprensivos, tan caritativos, etc., decidimos concederle el perdón a alguien que no se lo merece. Es decir, nosotros nos colocamos por encima de la persona a la que nos dignamos perdonar. Este es el perdón del ego.
Jesús, en el Anexo a Un curso de milagros en la sección denominada “El perdón” de “El canto de la oración”, nos aclara sobre el perdón del ego al que llama el perdón-para-destruir-:
_”El perdón para destruir no pasará por alto ningún pecado, ningún crimen, ni ninguna traza de culpa, que pueda buscar, encontrar y “amar”. Amado de su corazón es el error, y las faltas lucen enormes y crecen y se expanden ante su mirada. Selecciona cuidadosamente todas las cosas perversas, y pasa por alto lo amoroso como si de una plaga se tratase: algo odioso teñido de peligro y de muerte. El perdón- para - destruir _es_ la muerte, y eso es lo que ve en todo lo que contempla y odia”_. (O.2. I. 2: 2-4).
No podía ser más clara esta descripción de Jesús: buscamos sólo los errores, los exageramos para justificar la separación y vernos a nosotros mismos como mejores y justificar el especialismo que nos mueve. Y este perdón, como dice Jesús,
_”no te puede brindar paz. No constituye un medio por el que liberarte de aquello que ves en otro, pero no en ti mismo. No tiene poder alguno para restaurar en tu conciencia tu unidad con él. Eso no es lo que Dios dispuso para ti”_
Jesús, frente al perdón del ego nos propone otra mirada:
_”Y el verdadero perdón, que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir. Lo que no se ha recibido no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene que haberse recibido”_.
Jesús, nos completa esta idea en el canto de la oración en la sección 2 apartado 1:
_”No veas el error. No lo hagas real. Selecciona lo amoroso y perdona el pecado al elegir en su lugar la faz de Cristo”_. (O.2.I. 3: 3-5).
Seleccionar de nuestros hermanos lo amoroso, lo bondadoso, lo amable, lo alegre…y quedarnos con ello. No vemos el error en nuestros hermanos sólo vemos la faz de Cristo en ellos. Y, cuando hacemos esto, hacemos realidad el pensamiento de la lección de hoy: *Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.*
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les sugiero realizar estas prácticas con el Espíritu Santo y con Jesús y sin olvidarse de reír, pues hoy van a escuchar la Palabra de Dios.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Kenneth Wapnick
“Todo lo que doy a mí mismo a quien se lo doy.”
Lección 126:
“Esta es otra lección (126) importante, uno de los pocos lugares en Un Curso de Milagros donde Jesús habla sobre el «perdón-para-destruir», el término de El Canto de la Oración (S-2.II). Hay tres lugares donde él hace eLección sto: aquí en la Lección 126; nuevamente en la Lección 134, “Permítaseme poder percibir el perdón tal como es”; y en “La justificación del perdón” en el Capítulo 30 (T-30.VI). En estos tres lugares, Jesús discute – sin usar los términos – el «falso perdón y el perdón-para-destruir», que el ego usa para atraparnos aún más en su propio especialismo.
El tema clave de esta lección actual es doble: dar es de la mente y la mente del Hijo de Dios es una. Es por eso que dar y recibir son lo mismo. «Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy» porque no hay nadie fuera de mí. Mi hermano y yo somos uno. Si le doy amor, me lo estoy extendiendo a mí mismo; si le ataco, también me lo estoy haciendo a mí mismo.
Dar y recibir ocurre solo en la mente, y dado que la mente del Hijo de Dios es una, son uno. El «perdón-para-destruir» refleja la creencia del ego de que no somos uno, sino dos, y así se refuerza su sistema de pensamiento de separación, por no mencionar su justificación para el ataque.
(1:1) «La idea de hoy, que es completamente ajena al ego y a la manera de pensar del mundo, es de suma importancia para la inversión de pensamiento al que este curso dará lugar.»
La inversión del sistema de pensamiento del ego de separación deshace, a través del perdón, la creencia en intereses separados, lo que nos recuerda que nuestra identidad es una. En otras palabras, como el texto nos recuerda: “…sólo te relacionas contigo mismo.” (T-31.V.15: 5).
Lo que te doy me lo doy a mí mismo; culpa o amor, odio o perdón. Es por eso que nuestros intereses son compartidos: son uno.
(1:2-3) «Si creyeses lo que la idea de hoy afirma, no te resultaría difícil perdonar completamente, tendrías certeza con respecto a tu objetivo y no tendrías ninguna duda acerca de tu rumbo. Entenderías los medios a través de los cuales se alcanza la salvación, y no vacilarías en emplearlos ahora mismo.»
No lo creemos porque tememos su implicación de que ya no existamos como individuos separados. La separación comenzó con el pensamiento de que Dios y yo estamos separados. De hecho, estamos tan separados y somos tan diferentes que yo existo y Él no, la creencia que es el origen del ego. Ya hemos visto la cuarta ley del caos: “posees aquello de lo que te apropias”. Dios no tiene vida y yo sí; además, me siento en Su trono de creación.
Así es como nos diferenciamos. El principio de «uno o el otro» sigue siendo la piedra angular del sistema de pensamiento del ego de separación, odio y asesinato.
Por lo tanto, cuestionar este pensamiento significa cuestionar nuestra propia existencia, y es por eso que elegimos no hacerlo. Sin embargo, a pesar de no ser conscientes de nuestra unidad con Dios, aún podemos aprender de Él a través de nuestras relaciones. Al aceptar los «medios» del perdón, reconocemos que realmente deseamos su «fin»: la salvación y el Amor de Dios.
(2:1) «Examinemos lo que crees en lugar de esta idea.»
Pasamos al perdón-para-destruir, un concepto basado en la idea de que tú y yo estamos separados, en propósito y en uno mismo. Nuestros intereses son diferentes: tú quieres lo que yo quiero, y yo quiero lo que tú quieres. Así nos encontramos en el campo de batalla de la relación especial.
(2:2-3) «Te parece que los demás están separados de ti, que son capaces de adoptar comportamientos que no tienen repercusión alguna sobre tus pensamientos, y que los que tú adoptas no tienen repercusión alguna sobre los de ellos. Tus actitudes, por lo tanto, no tienen ningún efecto sobre ellos, y sus súplicas de ayuda no guardan relación alguna con las tuyas.»
Eso es porque estamos separados. Nuestros cuerpos nos mantienen de esa manera, y si supiéramos que somos mentes, también creeríamos que están separadas. El ego depende para su protección de nuestro pecado proyectado, inventando figuras percibidas como pecaminosas y diferentes de nosotros: esta persona es la pecadora; yo el inocente. Por lo tanto, creo que tienes un efecto en mi cuerpo, pero mis pensamientos sobre ti siguen siendo míos, impermeables al cambio.
Por lo tanto, si estás en problemas, mi ego está exultante, porque esto significa que eres castigado y yo estoy libre de culpa. De ninguna manera me veo relacionado con tu situación. Puedo elegir ayudarte, pero esa es mi decisión, que no tiene ningún efecto sobre mí porque «yo» te estoy ayudando a «ti», el que tiene dificultades. Esta es la culminación de la estrategia del ego: tú tienes el problema en lugar de yo; tú eres el pecador que Dios destruirá, no yo, el inocente. Es obligatorio que mantenga esta percepción, de lo contrario me horrorizará la enormidad de mi pecado y me aterrorizaré del castigo de Dios. Es una parte intrínseca del plan del ego para nuestra (léase: «su») salvación que practiquemos el perdón-para-destruir, su arma «por excelencia» para demostrar que las diferencias son la realidad, y la igualdad la ilusión:
“El perdón-para-destruir tiene muchas formas, pues es un arma del mundo de la forma. No todas ellas son obvias, y algunas se ocultan cuidadosamente bajo lo que aparenta ser caridad. Pero todas las formas que parece tomar sólo tienen esta meta; su propósito es separar y hacer diferente lo que Dios creó igual.” (S-2.II.1:1-3)
(2:4) «Crees además que ellos pueden pecar sin que ello afecte la percepción que tienes de ti mismo, mientras que tú puedes juzgar sus pecados y mantenerte a salvo de cualquier condenación y en paz.»
Aquí es donde el ego siempre nos guía: dado que tú tienes el problema, yo soy libre. Además, mi “inocencia” me da el derecho de juzgar tu pecado, porque ya no recuerdo su origen. Solo soy consciente de lo que percibo fuera de mí – lo que inventé – olvidando que soy el soñador del sueño. Aquí es crucial el principio del ego, «las ideas abandonan su fuente»: puedo, según mi ego, proyectar mis pensamientos culpables de pecado sobre ti, y escapar así del castigo. Como no estamos conectados, el ego continúa, sin importar lo que haya en ti, o incluso que yo ponga el pecado allí. Tú no me contaminas, ni te he contaminado. De hecho, tu pecado prueba mi inocencia, como en este pasaje del texto que comienza con una línea familiar para todos los estudiantes del Curso:
“Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando injustamente. Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de otro. ¿Puedes acaso comprar la inocencia descargando tu culpabilidad sobre otro? ¿Y no es acaso la inocencia lo que tratas de conseguir cuando lo atacas? ¿No será la represalia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? ¿No te hace sentir más seguro creer que eres inocente con respecto a eso, y que has sido una víctima a pesar de tu inocencia? No importa cómo se juegue el juego de la culpabilidad, alguien siempre tiene que salir perdiendo. Y alguien siempre tiene que perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella, y hacerla suya.” (T-26.X.4)
Este principio de «uno o el otro» – tu culpa o la mía – caracteriza la relación especial, el hogar de culpabilidad del ego y su barricada contra el amor.
(3) «Cuando “perdonas” un pecado, no ganas nada con ello directamente. Es una ofrenda de caridad a alguien que no se la merece, a fin de demostrar simplemente que tú eres mejor y que te encuentras en un plano superior a él. Él no se ha ganado la limosna de tu tolerancia -que tú le concedes sabiendo que no es digno de tal dádiva- ya que sus pecados lo han situado muy por debajo de una verdadera igualdad contigo. No tiene derecho a tu perdón, el cual supone un regalo para él, pero no para ti.»
Esto es autoexplicativo. Debemos estar atentos durante todo el día para ver cómo escenificamos continuamente este ataque patente. Las descripciones de Jesús de esta dinámica – ya sea aquí, en El Canto de la Oración o en otro lugar – revelan la naturaleza destructiva de este “perdón”. Sin embargo, desconocemos cuán sutilmente exhibimos esto todo el tiempo. Juzgamos a alguien más, por ejemplo, y dejamos que la acusación se disfrace de perdón, todo lo cual nos pone claramente en una posición superior. Esta es la distorsión del perdón del ego, en el que parece que eres el ganador del perdón que tan graciosamente te he otorgado. Así has recibido mi “inocencia”, incluso si no lo mereces. El Canto de la Oración describe convincentemente la arrogancia y el odio que se disfrazan de bondadoso perdón:
“En este grupo, primero, existen las formas en las que una persona “mejor” se digna condescender para salvar a un “inferior” de lo que en realidad es. El perdón aquí se basa en una actitud de amable altivez tan lejana del amor que la arrogancia jamás podría desalojarse. ¿Quién puede perdonar y despreciar al mismo tiempo? ¿Y quién puede decir a otro que está inmerso en el pecado, y al mismo tiempo percibirlo como el Hijo de Dios? ¿Quién esclaviza para enseñar lo que es la libertad? No hay unión aquí, sólo aflicción. Esto no es en realidad misericordia. Esto es muerte.” (S-2.II.2)
(4:1) «De este modo, el perdón es básicamente algo falso: un capricho caritativo, benévolo tal vez, pero inmerecido; una dádiva que a veces se concede y a veces se niega.»
En otras palabras, si creo que lo mereces, te perdonaré; de lo contrario, no lo haré. Pero «yo» soy el que lo determina, una decisión basada en satisfacer mis propios intereses.
(4:2) «Puesto que es inmerecido, es justo no otorgarlo, pero no es justo que tú tengas que sufrir por haberte negado a concederlo.»
Tú eres el que debería sufrir cuando no otorgo el perdón, no yo, porque no lo mereces, y eso justifica mis resentimientos, por no mencionar convencer a otros de que tengo la razón. La gran proyección de esta dinámica es la Deidad bíblica, Quien es el único que juzga quién debe recibir el Amor del Cielo, y a quién no debe ser otorgado.
(4:3) «El pecado que perdonas no es tu pecado.»
Debido a que el objetivo del ego es hacer que el pecado sea real, visto en cualquier lugar menos en nosotros mismos, mantenemos nuestra existencia individual; por lo tanto, el pecado de otro no solo es responsable de ello, sino que pagará su precio.
(4:4-5) «Alguien que se encuentra separado de ti lo cometió. Y si tú entonces eres magnánimo con él y le concedes lo que no se merece, la dádiva es algo tan ajeno a ti como lo fue su pecado.»
Para el ego, no tengo que recibir el regalo del perdón porque no soy pecador; «tú» lo eres, y por lo tanto te perdono. Subyacente a mi perdón está la percepción de que tú y yo somos diferentes, lo que justifica esta práctica. Considera dónde estaríamos sin diferencias. Después de todo, fue la unión de un espermatozoide y un óvulo – dos células diferentes – lo que nos dio “vida”. Nuevamente, nuestra separación está demostrada por el hecho de que tu pecado no es mío, y el perdón que tan generosamente te ha sido dado tampoco es mío, ya que no lo necesito. Sin embargo, al practicar el «perdón-para-destruir», nos aseguramos de que el perdón del Espíritu Santo también nos sea negado.
(5:1) «Si esto fuese verdad, el perdón no tendría ningún fundamento sobre el que basarse con certeza y seguridad.»
Si esta versión del perdón fuera cierta, descansaría sobre un capricho, que pienso que debería hacerse. Una vez más, el ejemplo más claro del sistema de pensamiento del ego en acción es la forma en que Dios ha sido percibido a lo largo de los siglos, y ciertamente Su representación en la Biblia. El perdón y el Amor de Dios ciertamente pueden caracterizarse: ser amables, como caprichosos; a veces Él perdona misericordiosamente los pecados, mientras que otras veces destruye a las personas que los han cometido. Jesús no es diferente. Un ejemplo no tan conocido de la ira de Dios en acción se encuentra en el libro del Génesis (38: 1-10), donde Dios está disgustado – sin razón alguna – con Er, el hijo primogénito de Judá:
“Pero Er … ofendió grandemente a Yahweh [Dios], así que Yahweh causó su muerte.”
Este crimen divino se repite luego con Onan, el próximo hijo de Judá, a quien su padre le pidió que durmiera con su cuñada viuda a fin de producir un hijo para su hermano asesinado. Sin embargo, sabiendo que el niño no sería suyo, Onan practicó el «coitus interruptus» y:
Lo que hizo fue ofensivo para Yahweh, por lo que provocó su muerte también. Nunca se sabe de qué lado de la cama Dios se ha despertado ese día hasta que es demasiado tarde. Tu misma existencia depende de Su estado de ánimo, o la de Su Hijo. El amor divino tal como se practica en la Biblia difícilmente es consistente, a diferencia del amor que Jesús nos presenta en su curso.
(5:2-3) «Sería una excentricidad, según la cual algunas veces decides conceder indulgentemente un indulto inmerecido. Conservarías, no obstante, el derecho a no eximir al pecador de la justa retribución por su pecado.»
Dentro de la Iglesia Católica, el sacerdote tiene el poder de perdonar o no perdonar los pecados, a menos que el pecado sea mortal, lo cual nunca puede ser perdonado. Nuevamente, es el Dios cambiante del ego Quien es la fuente de este perdón no inclusivo, reservándose para Sí Mismo el derecho de juzgar, ya sea justa o injustamente. Huelga decir que este Dios falso ha sido hecho a nuestra propia imagen y semejanza, ya que Él imita la práctica del «perdón-para -destruir».
(5:4-5) «¿Crees que el Señor de los Cielos iba a permitir que la salvación del mundo dependiera de esto? ¿No sería acaso Su interés por ti ciertamente ínfimo si permitiese que tu salvación dependiese de un capricho?»
La perfecta Unicidad del verdadero Amor de Dios es lo que perdona, porque expresa la verdad de que nada ocurrió. Por lo tanto, cuando te perdono, me doy cuenta de que lo que sostenía contra ti era una proyección de mi propio pecado, y tanto tu pecado como el mío eran defensas contra nuestra unidad inherente. Esbozando una lección posterior, leemos:
“Tu única función aquí en la tierra es perdonarlo, para que puedas volver a aceptarlo como tu Identidad. Él es tal como Dios lo creó. Y tú eres lo que él es. Perdónale ahora sus pecados y verás que eres uno con él.” (W-pI.192.10:6-8)
(6:1-2) «No entiendes lo que es el perdón. Tal como lo ves, no es sino un freno al ataque abierto que no requiere corrección alguna en tu mente.»
Intento frenar el ataque abierto debido a tus acciones pecaminosas. Nada tiene que cambiar en mí porque yo no soy el problema; tú lo eres. Sin embargo, dado que «las ideas no abandonan su fuente», el ataque encubierto de mi mente pasa desapercibido, protegido por la proyección, el pensamiento que no perdona descrito en este pasaje de la Parte II del libro de ejercicios:
“Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone en duda a pesar de que es falso. La mente se ha cerrado y no puede liberarse. Dicho pensamiento protege la proyección, apretando aún más sus cadenas de manera que las distorsiones resulten más sutiles y turbias, menos susceptibles de ser puestas en duda y más alejadas de la razón.” (W-pII.1.2:1-4)
(6:3-6) «Tal como lo percibes, no te puede brindar paz. No constituye un medio por el que liberarte de aquello que ves en otro, pero no en ti mismo. No tiene poder alguno para restaurar en tu conciencia tu unidad con él. Eso no es lo que Dios dispuso para ti.»
“Lo que Dios dispuso para ti” – a través del Espíritu Santo – es que el perdón de otro es el perdón de mí mismo. En el perdón-para-destruir, sin embargo, la percepción es siempre una de separación. El perdón no puede otorgarme paz porque he rechazado la respuesta en alguien más, y por lo tanto, mi inquietud interior permanece, continuamente haciendo sentir su presencia en las sombras de conflicto que se encuentran en mi vida cotidiana.
Así se niega nuestra función de perdón, una función que se describe de esta manera en el manual para los maestros:
“Ésta es la función de los maestros de Dios: no ver voluntad alguna separada de la suya, ni la suya separada de la de Dios.” (M-5.III.3:9)
Jesús procede ahora al verdadero perdón, el medio para desempeñar nuestra función:
(7:1) «Al no haberle concedido al Padre el regalo que Él te pide, no puedes reconocer Sus regalos, y crees que Él no te los ha dado.»
La forma en que recuerdo el regalo de Dios de Su Amor – inmutable a pesar de mis sueños dementes – es darme cuenta de que lo que estoy viendo en ti es una invención. No puedo saber que lo inventé hasta que primero reconozca mis percepciones proyectadas. Por lo tanto, debo tomar conciencia de mis juicios, los pecados de los que te acuso. Jesús me ayuda al mostrarme que lo que percibo en ti es lo que secretamente percibo en mí, lo que ahora puedo cambiar. Por lo tanto, se nos instruye en el texto:
“Si percibes que un hermano te ha ofendido, arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo el que te ofende y estás engañado con respecto a Él…Si lo que percibes te ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no condena. Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación.” (T-11.VIII.12:1,3-4)
Una vez engañados por el Hijo de Dios – nosotros y nuestros hermanos – la dinámica de proyección nos hace creer que nos han sido negados los regalos de Dios, como lo explica el siguiente pasaje familiar:
“Cristo está en el altar de Dios, esperando para darle la bienvenida al Hijo de Dios. Pero ven sin ninguna condenación, pues, de lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar.” (T-11.IV.6:1-2)
La forma de saber que fuimos «nosotros» quienes atrancamos la puerta es reconocer nuestro propio juicio y ataque.
(7:2-3) «Sin embargo, ¿te pediría Él un regalo que no fuese para ti? ¿Podría acaso quedar satisfecho con gestos vacíos y considerar que tales míseros regalos son dignos de Su Hijo?»
Estos “gestos vacíos” y “míseros regalos” son las formas de perdón del mundo: por ejemplo, has hecho algo terrible, pero esta vez te libraré de la culpa. Se basan en la idea de que los pecados separados que veo en ti son reales y demostrables. Sin embargo, Dios no podría estar satisfecho con nuestras estratagemas egoístas del perdón porque Él no conoce la separación, y por lo tanto no podría conocer nada excepto la perfecta Unicidad de Su Hijo.
(7:4-6) «La salvación es un regalo mucho mejor que eso. Y el verdadero perdón, que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir. Lo que no se ha recibido, no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene que haberse recibido.»
En otras palabras, lo que se extiende a través de mí a ti, me cura, porque el «tú» que creo que está afuera es una parte separada de mí mismo. Al cambiar mi percepción de ti, cambio mi percepción de mí. Además, todo lo que te doy me lo doy a mí mismo – el regalo de la salvación.
(8:1-2) «Hoy trataremos de entender la verdad según la cual el que da y el que recibe son uno. Vas a necesitar ayuda para poder entender esto, ya que es una idea completamente ajena a los pensamientos a los que estás acostumbrado.»
Jesús nos deja saber que esto es difícil. Sería maravilloso si pudiéramos aceptar la verdad de esta declaración, pero no podemos. La Unicidad del Hijo de Dios es demasiado ajena a nuestro yo separado como para ser significativa, porque si la afirmación “dar y recibir son en verdad lo mismo” fuera verdad, todo lo que creo sobre mí sería falso. Siempre se reduce a esto: si al tomar la mano de Jesús perdono, entonces todos mis autoconceptos están equivocados. Esto naturalmente incluye el pensamiento de separación, la base para creer que dar y recibir son diferentes.
(8:3-4) «Mas la Ayuda que necesitas ya está aquí. Deposita tu fe en Él hoy, y pídele que esté contigo a la hora de practicar con la verdad.»
El punto clave es pedir ayuda al Espíritu Santo. No lo haremos a menos que pensemos que tenemos un problema. Por lo tanto, la carga de Jesús como nuestro maestro radica en enseñar que cada vez que percibimos problemas externos que requieren solución, necesitamos reconocer que es nuestro problema. Permitir que nuestra paz y amor se vean afectados por algo externo es una proyección de nuestro propio pecado, el punto detrás de este pasaje sobre las reacciones a los pensamientos mágicos de los demás:
“La manera de lidiar con la magia es, por lo tanto, una de las lecciones fundamentales que el maestro de Dios tiene que aprender cabalmente. Su responsabilidad principal al respecto es no atacarla. Si un pensamiento mágico despierta hostilidad -de la clase que sea- el maestro de Dios puede estar seguro de que está reforzando su propia creencia en el pecado y de que se ha condenado a sí mismo. Puede estar seguro además que les ha abierto las puertas a la depresión, al miedo y al desastre.” (M-17.1:4-7)
Los pensamientos mágicos – reacciones del ego en cualquier nivel- sirven felizmente como el espejo que nos remite a nuestra creencia oculta en la magia y el pecado: el poder del ego para suplir nuestra necesidad de amor y sustento. Esta conciencia del pecado nos motiva a tener fe en la ayuda del Espíritu Santo: «para nosotros mismos». Dado que la percepción es interpretación, lo que mis ojos perciben no es el problema, sino mi interpretación de lo que veo – alguna versión de creer que hay un problema lo suficientemente serio como para quitarme la paz de Dios. De nuevo, Necesito ayuda para aprender que mi problema está dentro, donde también está mi Ayuda.
(8:5) «Y si sólo logras captar un pequeño atisbo de la liberación que reside en la idea que practicamos hoy, éste será ciertamente un día glorioso para el mundo.»
Jesús no está diciendo que tenemos que saber esto las veinticuatro horas, todos los días. Él está contento si tenemos un instante para darnos cuenta de la verdad de su enseñanza y la falsedad de la nuestra; verdaderamente un instante de gloria para nosotros y el mundo dentro de cada uno de nosotros.
(9) «Dedica hoy quince minutos en dos ocasiones a tratar de entender la idea de hoy. Esta idea es el pensamiento mediante el cual el perdón pasa a ocupar el lugar que le corresponde entre tus prioridades. Es el pensamiento que liberará a tu mente de cualquier obstáculo que te impida comprender el significado del perdón y lo valioso que es para ti.»
A medida que avanzamos en el día, nuestra prioridad no debe ser lograr las cosas que “necesitamos” hacer, sino aprender a perdonar. Esto significa aprender que la separación de nuestro hermano nunca está justificada. Sin embargo, todavía no tenemos que aceptar la unicidad de nuestra realidad compartida, sino solo que nuestras percepciones de separación han sido erróneas, especialmente cuando implicaban dar poder a algo fuera de nosotros para robarnos nuestra paz.
Para repetir este punto importante, si no pones estos principios en práctica diariamente, no hay esperanza de aprender este curso. Debes reconocer que, independientemente de lo que esté sucediendo durante tu día, lo único importante es dejar que Jesús te enseñe la forma adecuada de percibir tus relaciones. De este modo, vigilas gentilmente tu mente para ver qué tan rápido te olvidas de él y elevas el especialismo para que sea tu máximo valor.
(10:1) «Mientras permaneces en silencio, cierra los ojos al mundo que no comprende lo que es el perdón, y busca amparo en el sereno lugar en el que los pensamientos quedan transformados y donde las falsas creencias se abandonan.»
Este silencioso santuario es el tomador de decisiones que ha elegido al Espíritu Santo sobre el ego. Traemos las ilusiones de nuestras percepciones erróneas a Su verdad, que nos recuerda que estamos equivocados. Este estado feliz y agradecido convierte nuestras mentes en un santo altar – el espacio silencioso donde el Amor del Cielo limpia nuestros sueños febriles de odio y dolor. En las bellas palabras de la segunda estrofa del poema de Helen, “Conversión”:
“Hay un silencio en el cual la Palabra de Dios
Ha infundido un significado ancestral, y sigue siendo.
Nada queda sin decir ni recibir.
Extraños sueños son lavados en las aguas doradas
Del silencio ardiente de la paz de Dios.
Y lo que era malvado de repente se convierte en
El regalo de Cristo para aquellos que Lo invocan.
Su regalo final no es nada más que un sueño,
Sin embargo, en ese único sueño está el sueño realizado.”
(Los Regalos de Dios, p. 61)
(10:2-3) «Repite la idea de hoy, y pide poder entender lo que realmente significa. Estáte dispuesto a dejarte enseñar.»
Esta última oración es crucial. Tienes que estar “dispuesto a dejarte enseñar”, lo cual no puede suceder hasta que primero aceptes que te has enseñado a ti mismo incorrectamente. Recuerda de nuevo estas dos afirmaciones del texto, colocadas juntas:
“Renuncia ahora a ser tu propio maestro…pues no fuiste un buen maestro.” (T-12.V.8:3; T-28.I.7:1)
Tienes que estar dispuesto a decir que estás equivocado. Siempre que te sientas tentado a sentirte fuertemente acerca de algo – bueno o malo – sabes que has elegido al ego. La fortaleza de la paz de Dios radica en su quietud – calmada, uniforme e inmutable. Tus reacciones de juicio, enojo, anticipación, ansiedad o preocupación muestran que ha soltado la mano de Jesús y tomado la del ego en su lugar. En el momento en que eres enfático sobre algo, ya no estás tranquilo. Nuevamente, la paz es tranquila y quieta, y no disminuye o fluctúa. Es por eso que Jesús toma prestado el “suave murmullo” bíblico (1 Reyes 19:12) para referirse a la Voz del Espíritu Santo, y declara:
“El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena.” (T-23.I.1:1)
En esa quietud encontramos la fortaleza para ser enseñados por la Voz que habla por la Quietud Misma.
(10:4) «Alégrate de oír lo que te dice la Voz de la verdad y de la curación, y entenderás las palabras que Él te diga y reconocerás que son tus propias palabras.»
Esta idea también se expresó al final de la última lección: la Voz del Espíritu Santo es nuestra voz, Sus palabras, nuestras palabras. No es solo que tú y yo no estamos separados, sino que el Espíritu Santo, Jesús y yo tampoco estamos separados. De hecho, estamos separados dentro del sueño, donde todavía necesitamos un Maestro, Cuyas palabras dejamos sustituir por las nuestras. Sin embargo, junto con Ellos, nos damos cuenta de que hay una Voz y una Palabra detrás de todas las palabras.
(11) «Tan a menudo como puedas hoy, recuérdate a ti mismo que tienes un objetivo, una meta que hace que éste sea un día de especial importancia para ti y para todos tus hermanos. No permitas que tu mente se olvide de este objetivo por mucho tiempo, sino que di para tus adentros:
Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy. La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad está conmigo ahora. Y confiaré en Él plenamente.
Permanece luego en silencio por un momento y deja que tu mente sea receptiva a Su corrección y a Su Amor. Y creerás lo que le oigas decir, pues recibirás lo que Él te dé.»
Cerramos la lección con una sola exhortación más de Jesús para mantener la meta del perdón en lo más alto de nuestras mentes. A medida que avanzamos en nuestro día – tentados a ver intereses separados en lugar de compartidos, creer que dar implica sacrificio y pérdida: recordatorios silenciosos de nuestro pecado de robo – buscamos recordar Quién nos acompaña y Cuyo amor nos ayuda a elegir de nuevo. Tan pronto como recordemos, vamos dentro para aquietar nuestras mentes turbulentas y silenciar nuestros pensamientos llenos de odio. La Presencia del Espíritu Santo es el faro, Cuya luz de perdón desvanece todos los pensamientos de separación y culpa.
Ahora felizmente recibimos lo que Él ha dado, ya que el regalo resplandece en nuestras mentes para otorgar el mismo regalo al mundo. Al dar sabemos que hemos recibido, y lo que hemos recibido ahora felizmente dejamos que sea dado a través de nosotros. ¡Qué hermosa es realmente la salvación! “
Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 126
"Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
La idea de hoy nos explica el principio de dar y recibir aplicado al perdón, diferenciando el falso perdón del ego, del perdón verdadero del Espíritu Santo que nos enseña Jesús.
Para el ego, la idea de que "Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy." le parece exótica e incomprensible, pues considera que dar es perder. Para el ego dar es contrario a su propósito de tener y poseer. Jesús nos enseña lo contrario. Solo nos damos a nosotros mismos, pues hacemos parte de una totalidad que hasta ahora no comprendíamos, y nos ofrece la ayuda para tal comprensión.
"La idea de hoy, que es completamente ajena al ego y a la manera de pensar del mundo, es de suma importancia para la inversión de pensamiento al que este curso dará lugar." si comprendiéramos esta idea, no nos resultaría difícil perdonar, pues entenderíamos que sólo nos perdónanos a nosotros mismos, pues todo lo que hacemos, pensamos o decimos, nos lo hacemos a nosotros mismos. Solo somos víctimas de nuestros propios pensamientos e interpretaciones de los que parece ocurrirnos en este mundo.
¿COMO ES EL FALSO PERDÓN DEL EGO?
Cuando el ego "perdona" considera que "Es una ofrenda de caridad a alguien que no se la merece, a fin de demostrar simplemente que tú eres mejor y que te encuentras en un plano superior a él."
"Él no se ha ganado la limosna de tu tolerancia -que tú le concedes sabiendo que no es digno de tal dádiva- ya que sus pecados lo han situado muy por debajo de una verdadera igualdad contigo."
El perdón del ego considera superior a quien perdona e inferior al perdonado. Establece una desigualdad y una relación de poder que es ajena a la perfecta igualdad de los hijos de Dios.
"No tiene derecho a tu perdón, el cual supone un regalo para él, pero no para ti. De este modo, el perdón es básicamente algo falso: un capricho caritativo, benévolo tal vez, pero inmerecido; una dádiva que a veces se concede y a veces se niega."
Este no es la clase de perdón que corrige nuestros errores de percepción, y sana nuestras culpas y miedos. No es el perdón que nos conduce a la paz y despeja los obstáculos para experimentar el amor, tal como nos lo enseña Jesús y el Espíritu Santo.
NO ENTENDEMOS LO QUE ES EL VERDADERO PERDÓN
El Curso nos señala que la percepción del ego nos impide entender el verdadero perdón. El perdón del ego no sana, no corrige los errores, quizás frena algún ataque.
"Tal como lo percibes, no te puede brindar paz. No constituye un medio por el que liberarte de aquello que ves en otro, pero no en ti mismo." el "perdón" del ego parte del presupuesto de que "perdono pero no olvido", o sea, que el supuesto perdón del ego conserva el resentimiento, lo que impide una verdadera sanación.
¿CÓMO ES EL VERDADERO PERDÓN?
"el verdadero perdón, que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir."
"Lo que no se ha recibido, no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene que haberse recibido." cuando nos perdonamos y ofrecernos perdón, recibimos paz y amor, por lo que cuando damos es a nosotros mismos que nos damos.
Desde la perspectiva de este mundo, no es difícil entender que dar y recibir es lo mismo. Para comprenderlo vamos a necesitar la ayuda del Espíritu Santo, pues esta idea es contraria al sistema de pensamiento del ego al cual hemos estado acostumbrados.
PRÁCTICA:
Aquiétate durante 15 minutos, dos veces al día. Preferiblemente una por la mañana y otra por la noche, en una meditación en la buscáremos comprender la idea de hoy.
"Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.”
”La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad, está conmigo ahora. Y confiaré en Él plenamente."
"Mientras permaneces en silencio, cierra los ojos al mundo que no comprende lo que es el perdón, y busca amparo en el sereno lugar en el que los pensamientos quedan transformados y donde las falsas creencias se abandonan."
Es en la quietud y el silencio, y con la ayuda del Espíritu Santo, donde mis pensamientos no amorosos y conflictivos, mis culpas y miedos son "transformados y donde las falsas creencias se abandonan." de ahí la importancia del silencio y la quietud, pues en ese espacio de meditación el Espíritu Santo nos ayuda a sanar nuestra mente. Es el espacio en el que le permitimos al Amor y al perdón unificar nuestra mente con Dios y con todos nuestros hermanos. Es ahí donde comprendemos que todo lo que doy, es a mi mismo a quien se lo doy.
PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:
"Tan a menudo como puedas hoy, recuérdate a ti mismo que tienes un objetivo, una meta que hace que éste sea un día de especial importancia para ti y para todos tus hermanos. No permitas que tu mente se olvide de este objetivo por mucho tiempo, sino que di para tus adentros:"
"Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy. La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad, está conmigo ahora. Y confiaré en Él plenamente."
"Permanece luego en silencio por un momento y deja que tu mente sea receptiva a Su corrección y a Su Amor. Y creerás lo que le oigas decir, pues recibirás lo que Él te dé."
Si comprendemos, aceptamos y asumimos que dar y recibir son lo mismo, será muy fácil comprender y aplicar el perdón que nos propone el Curso. El mundo que vemos es una proyección de nuestras mentes. Por lo que no hay nada que perdonar afuera, no hay pecadores ni culpables, lo único que tenemos que perdonar son nuestras percepciones, nuestras interpretaciones del mundo. Lo que tenemos que perdonar son nuestros pensamientos acerca del mundo. La causa no está en el mundo, si no en nuestra mente. Cuando perdono, sano mi mente y sano el mundo, no el mundo físico de las formas, si no el mundo que parece existir en la mente, es el mundo que desaparece con el perdón y que es reemplazado por el Amor, lo único real en mi.
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