TERAPIA ESPIRITUAL UN CURSO DE MILAGROS
Sanando con Jesús:
Elige cambiar la ira por el perdón
Presentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
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TEORÍA
La ira siempre entraña la proyección de la separación, la proyección de la culpa sobre mis hermanos. La ira es un intento de hacer que el otro se sienta culpable. Y el hacer sentir culpable al otro es la única base que el ego acepta para guiar las relaciones especiales. Las relaciones especiales son aquellas que se establecen entre parejas, entre padre e hijos, entre hermanos, amigos, jefes, etc., basadas en la carencia. Es decir, hay un sentimiento de carencia, donde no acepto mi condición de Hijo de Dios, que lo tengo todo y busco alguien o algo que me dé lo que, supuestamente, no tengo. Cuando hago sentir culpable a mi hermano puedo manipularlo, hacer que acepte mis deseos, lo puedo controlar y hacer que yo gane y el otro pierda.
Siento ira cuando el otro no realiza la función que yo, para realizar mis intereses especiales, creo que debe desempeñar. Así, si creo necesitar atención o necesito algo y creo que el hermano no me la proporciona puedo sentir ira y esto se convierte en la razón, en la excusa perfecta, que justifica mi ataque hacia él.
Cuando sigo al ego busco las imágenes mas conflictivas, mas dolorosas del pasado con mi hermano, las exagero, las potencio y me lleno de argumentos para poder sentir ira hacia mi hermano con las consecuencias que esto trae. No veo a mi hermano en el presente, no reconozco los cambios que pueda tener ahora.
Nos dice Jesús, en el capítulo 30 sección IV:
_”La ira *nunca* está justificada. El ataque *no* tiene fundamento. Con esto comienza uno a escapar del miedo y con esto también es cómo se logrará”_. T-30. IV. 1:1-3
La ira nunca está justificada pues procede de una interpretación y no de un hecho incontrovertible para todos: lo que para un hermano es motivo de ira, para otro no lo es. Detrás de la ira se encuentra la culpa que se siente y que se remonta a la ancestral culpa inconsciente por la creencia en la separación de Dios, culpa infundada porque de Dios nunca nos hemos separado, aunque, creamos que sí fue cierto. Si a eso le sumamos las culpas particulares que hemos venido acumulando en nuestras vidas, cargamos una inmensa culpa que necesitamos descargar en nuestros hermanos a los cuales culpamos de lo que nos pasa cuando las cosas no salen como esperamos. Es decir, necesitamos un culpable para sentirnos inocentes. Pero, a su vez, esa culpa produce miedo de que, algún día, Dios nos va a castigar por habernos separado de Él. El miedo a Dios es un miedo ancestral, muy inconsciente. Cargamos también otro miedo, más consciente, que es el miedo a la muerte. Entre estos dos miedos, nos movemos en este mundo del ego.
Si aceptamos que la ira nunca está justificada, que no es un hecho, de esa manera no habrá lugar para el miedo porque podemos decidirnos a cambiar de interpretación. Estábamos escuchando al ego. Por eso, Jesús, nos asegura en la lección 48 *No hay nada que temer*:
_”La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia fortaleza. La conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedas reconocer, has recordado a Dios y has dejado que Su Fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad. En el instante en que estés dispuesto a hacer eso, ciertamente no habrá nada que temer”_. L-48. 3:1-3
Volviendo a la ira nos dice Jesús en el capítulo 6 sección I:
_”La proyección implica ira; la ira alimenta la agresión y la agresión fomenta el miedo”_. T-6. I.3:3
Importante reflexión de Jesús. Son mis propios pensamientos, los que veo internamente, los que proyecto o percibo externamente en mis hermanos y en el mundo, alimentados por la ira. La ira alimenta la agresión, así sea en mis pensamientos, o mediante golpes, silencios, insultos, etc. Y como resultado, surge el miedo por la posible respuesta o defensa de la persona que he agredido. Se presenta así un ciclo de ataque – defensa que continuamente se retroalimenta con los resentimientos del pasado que no se quieren soltar ni perdonar.
Con la ira, quiero negar mi responsabilidad y acusar al otro de ser el causante de mi insatisfacción y, así, aumento la separación con mi hermano y me sitúo en condición de víctima inocente. Pero la ira tiene que justificarse para que pueda funcionar y es aquí donde aparecen los juicios.
Recordemos que el juicio es un proceso mental de intentar decidir lo que las cosas son para nosotros, cuales deseamos y cuáles no, cuales aceptamos y cuales rechazamos. Los juicios surgen con la creencia en la separación donde aparece la percepción, donde hay un sujeto y un objeto, donde hay polaridades – grande, pequeño; luz; obscuridad, etc. - y tenemos que hacer comparaciones.
Con el ego los juicios son condenatorios, buscan la separación, el ataque y se fundamentan en el pasado. El juicio no sería nuestra función: se la dejamos al Espíritu Santo para que nos oriente.
Si la ira nunca está justificada, en cambio:
_”El perdón *siempre* está justificado”_. T-30. VI. 2:1
Si partimos de la definición del diccionario de perdón como olvidar la falta de una persona contra ella u otras personas y no guardarle rencor por ello, encontramos similitudes con el perdón que propone el Jesús en “El canto de la oración”: el perdón – para – salvar donde lo que se hace es saltar el error, no verlo. Olvidarlo, es decir, perdono y olvido. Distinto al perdón predominante en el mundo del ego, el llamado _perdón – para – destruir_ donde se parte de ver el error en el hermano, hacerlo real en la mente para luego, yo que me considero tan especial y generoso, perdonarlo. Yo me coloco por encima del hermano al que, supuestamente, perdono. Es el típico perdono, pero no olvido.
Se perdonan las ilusiones, no la verdad. La verdad hace relación a Dios y a Su Creación: fuimos creados por Dios y no por el ego. Una ilusión es una creencia en algo que parece real, pero no lo es. La principal ilusión, en este mundo del ego es la creencia en la separación de Dios, de la cual se desprenden todas las demás ilusiones. En este mundo las ilusiones están centradas en el cuerpo al que se considera como la fuente de placer o dolor. El perdón es una ilusión, pero es una ilusión que sana la mente. Por eso, el perdón siempre está justificado. Siempre permite sanar las ilusiones de este mundo. El perdón perdona los errores cometidos por creer en las ilusiones.
El temor a Dios, que es una de las leyes con las cuales se mueve el mundo del ego, no está justificado. No nos va a castigar por el error de creer habernos separado de ÉL. Separación que nunca sucedió. El caso es que creemos que, si fue cierto y para solucionar esta creencia Dios creó al Espíritu Santo, para que nos ayude a regresar a ÉL.
El temor a Dios es el resultado de considerar que el perdón es algo inmerecido porque me considero culpable. Pero me salvo de esta situación, si perdono. Si puedo ver que mi hermano es digno de perdón aprendo que yo también lo soy. Mi hermano no ha podido cometer ningún error que borre la verdad acerca de él: que es un Hijo de Dios.
Jesús, nos amplía la importancia del perdón en la lección 297:
_”El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación”_. L-297.1: 1-3
Es otra manera de mostrar una de las principales enseñanzas de Jesús: Dar es lo mismo que recibir. ¿Qué es lo que doy? Si doy paz, recibo paz; si doy conflicto, recibo conflicto; si doy amor, recibo amor; si doy perdón, recibo perdón…Esa es la sencilla fórmula de la salvación, nos asegura Jesús: todo lo que doy, me lo doy a mí mismo; todo lo que hago, me lo hago a mí mismo.
Perdono todas las ilusiones del pasado que el ego quiere que reviva de acuerdo a mis deseos para que el presente se constituya en una organización de la manera como busco alcanzar esos deseos del pasado. El futuro, en consecuencia, será la planificación de esos deseos del pasado. De esa manera, me salto el presente que es el único tiempo donde puedo realizar cambios en mi mente y reconocer que puedo hacer la Voluntad de Dios y ser feliz. Dios está en el presente. No me quedo pegado de las supuestas ofensas o condiciones desfavorables del pasado sino que las perdono, ahora. Si las hubiera perdonado en el pasado las habría olvidado. Pero escogí memorias del pasado que me hagan sentir víctima para justificar mi especialismo y justificar mi ira cuando las cosas no salgan como yo quiero.
PRÁCTICA
Le propongo un ejercicio de auto- indagación. Decídase a ir al interior de su mente y mirarse con mente abierta y honestidad. Tómese el tiempo que necesite. Hágalo sin afán. Le sugiero que escriba. El escribir ayuda a la concentración, evita el divagar de la mente y ayuda al compromiso con la actividad.
Le propongo realizar las siguientes actividades:
_Invocar la ayuda de un poder superior_.
Le sugiero que lo haga con la ayuda del Espíritu Santo, de Jesús, de Dios o de cualquier Poder superior que considere. Esto es abrirse a la aceptación de que necesitamos una ayuda superior pues has intentado realizar las cosas a tu manera y las cosas no han salido como esperabas. Háblele a ese Poder superior como a un amigo, con la confianza, con la seguridad, de que, si se aquieta, es decir, si para los juicios, se le inspirará una respuesta que no fomente la separación.
La oración de la página 30 del Texto de Un curso de milagros es una excelente ayuda:
_”Puedes hacer mucho en favor de tu propia curación y la de los demás si en situaciones en que se requiere tu ayuda piensas de la siguiente manera_:
*Estoy aquí únicamente para ser útil*.
*Estoy aquí en representación de Aquel que me envío*.
*No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo debo hacer, pues Aquel que me envío me guiará*.
*Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee porque sé que Él estará allí conmigo*.
*Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar*. T-2. V. 18: 1-6
_Desarrollo de la terapia_
Puede realizar lo siguiente:
Puede preguntarse:
¿Qué le está quitando, en este momento, la paz, es decir, la tranquilidad, la calma en relación a la ira con un hermano?
Describa la situación que le produjo ira.
¿La otra persona realizó lo que usted quería que hiciera?
¿Qué hizo usted? ¿Qué le dijo?
¿Qué buscaba lograr con esa conducta?
¿Qué pensamientos tuvo relacionados con la ira? Escoja el que considera más importante, el que más lo mueva.
¿Ese pensamiento es un hecho incontrovertible o una imaginación o interpretación suya?
Si lo afirma que pruebas tiene para comprobarlo. Y a cada prueba le hace la pregunta anterior.
¿Piensa que otras personas reaccionarían de la misma manera como usted lo hace ante la situación que le está produciendo ira? ¿Por qué?
¿Cómo hubiera deseado que las cosas hubieran sucedido para que en usted no se hubiera desencadenado la rabia?
¿Ese deseo suyo tuvo en cuenta la situación de la otra persona? ¿Sabía realmente que estaba pasando con ella?
¿Cuándo siente ira como influye esto en su relación con los demás, consigo mismo, con Dios?
¿En la situación producida por la ira hay envueltos pensamientos no amorosos. ¿Cuáles serían?
Qué diría el Espíritu Santo, Jesús, Dios de esos pensamientos?
Vaya a la situación inicial que le produjo la ira. Ahora la ve con estos pensamientos amorosos. Puede decirse como dice la lección 34 *Podría elegir paz en lugar de esto*.
_Se hace un trabajo de perdón con el pensamiento que le causó sufrimiento y le hizo perder la paz en relación con un hermano_.
Puede valerse de la lección 46 o la lección 121 de Un curso de milagros. Y también de la oración anexa. Cierre los ojos. Imagine la presencia del Espíritu Santo o el Poder superior que considere. Está con usted. Es su amigo. Y está a su lado para ayudarle a dejar todos los pensamientos que le estén causando sufrimiento. Sienta esa presencia que deshace todos esos pensamientos de miedo y deja sólo los pensamientos de paz y amor de Dios. Si siente que le es difícil perdonar considere la posibilidad de hacerlo, únicamente, por un instante. Observe como se siente al hacerlo.
ORACIÓN DEL PERDÓN
_Espíritu Santo, por favor, ayúdame a perdonarme a mí MISMO(A) por haber usado, sin saberlo, a ____________ (persona, dolor, enfermedad, falta, ansiedad, miedo, auto-juicio, enojo, etc.) para atacarme, separarme de mis hermanos y del Amor de Dios como mi santo Ser_.
_Amén._
_Se hace un trabajo de Expiación_.
La Expiación es el proceso de corrección de la percepción, de nuestra manera de ver el mundo con el ego y en el que se le pide al Espíritu Santo que anule todas consecuencias de nuestras decisiones equivocadas al tener pensamientos no amorosos en relación al pensamiento que me está quitando la paz. Se trabaja con la oración anexa:
ORACIÓN DE LA EXPIACIÓN
_Espíritu Santo, te entrego mi decisión equivocada de tener estos pensamientos no amorosos acerca de _________ (persona, dolor, enfermedad, falta, ansiedad, miedo, autojuicio, enojo, etc.) para que los transformes en pensamientos amorosos. Amén_.
_Tómase un tiempo para integrar_
De un tiempo para integrar lo que ha sucedido. No tenga miedo. No está solo (a). El Espíritu Santo, Jesús, Dios lo acompaña. Disfruta este momento. Integra este momento de paz, de unidad, de amor con Dios y tus hermanos. Mereces tener este espacio de silencio. Mereces ser feliz. No se distraigas de estar contigo mismo (a) y con Dios.
_Tiempo de milagros_
El milagro es una corrección que se hace en la mente de la manera como nos vemos a nosotros mismos, a nuestros hermanos y a Dios. Así, donde antes veía un enemigo en mi hermano ahora veo un salvador porque me muestra lo que tengo que cambiar y perdonar.
¿De que se ha dado cuenta? ¿Qué correcciones hizo en relación a la situación que le quitaba la paz al principio? ¿Cómo se siente?
_VII. _Agradezca, al Poder superior que considere, por haberle ayudado a realizar esta terapia_.
Agradezca al Padre, que le haya dado el don del perdón con el cual retira todos los obstáculos interpuestos en su mente para mantener su especialismo y, así, justificar la separación.
Esta terapia la puede seguir realizando con cualquier otro problema con un hermano que le quite la paz en el futuro.
Nota:
Las oraciones fueron inspiradas en el libro de Nouk Sánchez “El final de la muerte. Las enseñanzas profundas de Un curso de milagros”.
Muchísimas bendiciones