LECCIÓN 140 La salvación es lo único que cura.

LECCIÓN 140

La salvación es lo único que cura.



1. La palabra “cura” no puede aplicarse a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. ²Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta “mejor”. ³Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. ⁴Sus métodos de curación, por lo tanto, no pueden sino substituir una ilusión por otra. ⁵Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se siente ahora restablecido.

2. Mas no se ha curado. ²Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para curarse. ³Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. ⁴No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. ⁵¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? ⁶Pues o bien uno está dormido o bien despierto. ⁷En esto no hay términos medios.

3. Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. ²Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. ³Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. ⁴Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños se desvanecen. ⁵Y así, sanan por toda la eternidad.

4. La Expiación cura absolutamente y cura toda clase de enfermedad. ²Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. ³Donde no hay culpa no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpa. ⁴La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. ⁵Pero sí elimina la culpa que hacía posible la enfermedad. ⁶Y eso es ciertamente curación. ⁷Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.

5. ¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! ²Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. ³Dios mora en templos santos. ⁴Allí donde ha entrado el pecado se Le obstruye el paso. ⁵No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. ⁶Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse de Su beneficencia. ⁷No hay lugar del que la santidad esté ausente ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.

6. Éste es el pensamiento que cura. ²No hace distinciones entre una irrealidad y otra. ³Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. ⁴Esto no es magia. ⁵Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. ⁶No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente gravedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. ⁷Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.

7. No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. ²La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar. ³Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. ⁴Pero la mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. ⁵No hay otro cambio que éste. ⁶Pues ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen substancia, realidad, núcleo ni nada que sea verdaderamente diferente?

8. Hoy nos proponemos cambiar de parecer con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente un cambio en ellas. ²Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. ³Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. ⁴Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que la podamos perder de vista. ⁵Sólo necesitamos buscarla y con toda seguridad la hallaremos.

9. Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. ²E iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. ³Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. ⁴En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. ⁵Todas las ilusiones son falsas, y se pueden subsanar precisamente porque no son verdad.

10. Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. ²Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase, restaurando así la cordura del Hijo de Dios. ³Ninguna otra voz salvo Ésta puede curar. ⁴Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y apacible morada de Dios.

11. Al despuntar el día nos despertamos oyéndolo a Él y permitiendo que nos hable durante cinco minutos; y al concluir el día Lo volvemos a escuchar cinco minutos más antes de irnos a dormir. ²Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no uno por uno, sino todos de una vez. ³Pues todos son lo mismo. ⁴No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. ⁵Lo oímos ahora. ⁶Hoy venimos a Él.

12. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta, oremos:


²La salvación es lo único que cura. ³Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.


⁴Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con una paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes ni ofrecernos pruebas de que es real. ⁵Esto es lo que aprenderemos hoy. ⁶Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. ⁷Hoy es el día en que nos llega la curación. ⁸Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.


AUDIOS de la Lección 140
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 140
A través de Mariano Noé 


Ocurrir de la Lección 140
a través de Martin Musarra


Lección 140
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda


























*LECCIÓN 140*

 

*La salvación es lo único que cura*.

 

Comentada por:

Jorge Luis Álvarez Castañeda

 

*¡Que la paz sea con nosotros hoy!*

 

Esta es una lección que cuestiona porque se relaciona con temas muy importantes en este mundo como son la enfermedad y la curación.

 

Nos dice Jesús en la lección:


_”La palabra “cura” no puede aplicarse a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta “mejor”. Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. Sus métodos de curación, por lo tanto, no pueden sino substituir una ilusión por otra. Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se siente ahora restablecido”_.

 


De entrada, Jesús, nos aterriza: la curación y la enfermedad se relacionan es con la mente y no con el cuerpo. Es en la mente donde se encuentra el problema y la solución. Todos los remedios para la enfermedad llámense medicamentos, talismanes, etc., si acaso, alivian el síntoma, transitoriamente, pero no resuelven la causa. Y mientras no se resuelva la causa en la mente el problema se seguirá repitiendo.



¿Y cuál será la causa que está en la mente? Todos los resentimientos, pensamientos de ataque, el miedo, y, sobre todo, la culpabilidad. La culpabilidad cuyo ancestral origen se relaciona con la creencia en la separación de Dios. Ese es el contenido que se manifiesta en miles de formas, aparentemente diferentes, pero que todas tienen el mismo contenido. 



Jesús, siempre nos dice que nos centremos en el contenido, vale decir, en el maestro que está dirigiendo la mente en un momento determinado: el ego o el Espíritu Santo. Con el ego nos centramos en el cuerpo y no encontramos ninguna salida definitiva al dolor del cuerpo. Con el Espíritu Santo, mediante la Expiación, al eliminar la culpa, no cura al enfermo, pero elimina la culpa que hace posible la enfermedad.



De este proceso de sanación con el Espíritu Santo, Jesús, nos dice: 



_”Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hace es soñar que está despierto.”_.


 

Son sueños de perdón y de amor que superan los resentimientos, los ataques, la culpa, el miedo, las relaciones especiales, el sufrimiento, el sacrificio, etc., que el ego nos propone a todo momento. Corrigen los pensamientos de separación y siempre buscan que toda la Filiación se beneficie. 


Jesús nos dice:


_”La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar”_.



Jesús, nos llama a no dejarnos engañar por nuestros ojos. No se nos pide que neguemos el mundo. Lo que nos pide, Jesús, es que esto no nos quite la paz. Esto exige mucho trabajo de vigilancia de nuestra mente y de perdón, de darnos cuenta que, nuestra identidad como Ser, no está en este mundo. Puedo ver el dolor y mitigarlo amorosamente, sin dejarme engañar por él. Puedo decir, como decía Rosa María Wynn la traductora del Curso al español: _”Esto no es de Dios”_ y, al momento, entregarlo a la Expiación para que el Espíritu Santo lo corrija.



Nos dice Jesús: 


_”Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabilidad”_. 



Aquí, volvemos a otro tema central del Curso. La relación entre forma y contenido. En la forma, puede haber muchísimos síntomas y enfermedades a nivel físico y psicológico. Pero todas expresan un mismo contenido: la culpabilidad por la separación.



Dice Jesús:


_”La Expiación cura absolutamente y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. Donde no hay culpa no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpa. La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpa que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar”_.



La Expiación no se centra en el síntoma. Lo que hace es centrarse en la culpa, en la mente. Permite que se presente el milagro o la corrección de nuestra mente donde el pasado ya no es el obstáculo para perdonar y de esa manera atiende a la verdadera causa del síntoma y lo cura. Esto se puede traducir en cambios en lo físico, o no. Lo importante es la experiencia de la sanación de la mente que se traducirá en mayor paz interior.



Jesús continúa:


_”¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. Dios mora en templos santos. Allí donde ha entrado el pecado se Le obstruye el paso. No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse de Su beneficencia. No hay lugar del que la santidad esté ausente ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar”_.

 


 La paz será nuestra cuando nos decidamos a elegir a Jesús como nuestro maestro. La santidad está en nuestras mentes correctas, el pecado en nuestras mentes equivocadas. La cura vendrá cuando me alejo del ego y acudo al Espíritu Santo. Si me decido por el ego no quiero reconocer la santidad de mi mente. 


La curación procede de la santidad, nos dice Jesús. Y la santidad no puede estar donde se le concede valor al pecado, vale decir, a la separación. No hay ningún lugar del que la santidad esté ausente. Este es el pensamiento que cura. Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno. Se trata de llevar las ilusiones ante la verdad donde se producen cambios reales.



Nos dice Jesús:


_”No Hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado o la enfermedad puedan morar… . Éste es el pensamiento que cura. No hace distinciones entre una irrealidad y otra. Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. Esto no es magia. Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente gravedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real"_.

 

La salvación está en todas partes. Este es el pensamiento que cura, nos dice Jesús. Ese saber que podemos acudir a Dios siempre que queramos, que siempre nos acompaña y que siempre podemos decidirnos a seguir por el camino del perdón y de la aceptación de la Expiación para nosotros mismos, es la seguridad que tenemos de sanar nuestra mente. Únicamente, se requiere de nosotros el pedir la ayuda divina. Es nuestra pequeña dosis de buena voluntad en la que insiste Jesús. Dios está presto a ayudarnos, pero necesitamos pedirlo.


Continúa Jesús:

_”No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar. Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. Pero la mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste. Pues ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen substancia, realidad, núcleo ni nada que sea verdaderamente diferente?”_


Hemos visto que la causa de la enfermedad proviene de la mente y no del cuerpo. El cuerpo, como este mundo, es neutro. Son nuestros pensamientos que proyectamos la causa de cómo lo vemos de acuerdo al maestro que escojamos como guía para ver: el ego o el Espíritu Santo. Esto no quiere decir, que no tomemos medicamentos, ni que no vayamos al médico si nos sentimos enfermos. Jesús, insiste es en que la magia que utilice no curará el pensamiento de separación y de culpa que es la verdadera causa de los síntomas. Todas mis preocupaciones sobre la enfermedad y de cualquier tipo las puedo llevar ante la luz de la verdad. Y le pido ayuda al Espíritu Santo que me permita verlas con los ojos del amor y no del miedo.


Jesús nos dice:


_”Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que la podamos perder de vista. Sólo necesitamos buscarla y con toda seguridad la hallaremos”_.

 

Se trata de ir al interior de nuestra mente, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, para encontrar la fuente de la curación a la cual acudimos valiéndonos del perdón y de la Expiación. Necesitamos llegar con nuestras mentes limpias. Sólo necesitamos decidirnos a buscarla y, Jesús, nos asegura que la hallaremos. Y para ello, 

Nos dice Jesús:

_”Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase, restaurando así la cordura del Hijo de Dios. Ninguna otra voz salvo Ésta puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y apacible morada de Dios”_.




Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo realizar esta lección tal como se les propone de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Sin olvidarse de reír. 


¡Muchas, muchísimas, bendiciones!

Jorge Luis Álvarez Castañeda






Kenneth Wapnick


*“La salvación es lo único que cura.”*


*Lección 140*


“Esta es una lección interesante (140) debido al uso de la palabra «cura». Aparte de dos lugares en el texto y una vez en el libro de ejercicios, esta lección (y su repaso) es el único lugar en Un Curso de Milagros donde aparece. Sin embargo, encontramos «cura» en los dos anexos, Psicoterapia y El Canto de la Oración. Por lo general, se considera que una cura es algo que le sucede al cuerpo. Los psicoterapeutas también hablan de curar la mente de alguien, aunque su comprensión de «mente» difiere del Curso. Por lo tanto, «cura» casi siempre se usa en relación con algo físico o psicológico que está mal, y esa es su connotación aquí – el contexto es la enfermedad, pero el mensaje familiar de la lección es que la enfermedad realmente está en la mente. Por lo tanto, si quieres una “cura”, tienes que curar (o sanar) la mente del pensamiento de culpa.


Esta lección también discute la magia, contrastándola implícitamente con la curación. La magia es cualquier cosa que el ego ofrece para resolver el problema en el nivel sintomático, lo que significa que no resuelve el problema en absoluto. La curación trae el problema a su origen – la decisión de la mente de ser un ego.


Otro tema importante en esta lección es el primer principio de los milagros, «no hay grados de dificultad en los milagros». Cada problema es el mismo, por lo que los síntomas de la enfermedad (emocionales o físicos, por más dolorosa que sea la experiencia) no son diferentes entre sí. Al contrario de la primera ley del caos del ego (T-23.11.2: 3), no existe una jerarquía de ilusiones.


(1:1-2) «La palabra “cura” no puede aplicársele a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta “mejor”.»


Aquí y en la siguiente oración, Jesús se refiere al cuerpo físico y psicológico. Muchas cosas en el mundo pueden aliviar algunos síntomas, algunas veces, pero no pueden curar la causa. Esto no significa que debas sentirte culpable cuando tomas magia o tomas medidas para ayudar a tu cuerpo, sino que debes llamar al remedio por su propio nombre: «magia». La magia no es pecado, sin embargo, como ya hemos visto:


“Todos los remedios materiales que aceptas como medicamento para los males corporales son reafirmaciones de principios mágicos…Esto no quiere decir, sin embargo, que el uso de tales agentes con propósitos correctivos sea censurable.” (T-2.IV.4:1,4)


El punto es que la magia no curará la mente, ya que no te despertará del sueño. Sin embargo, puede ser una forma reconfortante y no amenazante de tratarte a ti mismo o a los demás. Jesús te pide que comprendas la enfermedad de la mente, para que el remedio de la mente – el perdón – pueda aplicarse donde sea y como sea útil.


(1:3) «Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe.»


Jesús está hablando no solo de la medicina tradicional (y no tradicional), sino también de las formas tradicionales (y no tradicionales) de psicoterapia.


(1:4-5) «Sus medios de curación, por lo tanto, no pueden sino substituir una ilusión por otra. Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano.»


Por lo tanto, por ejemplo, tienes un dolor de cabeza y tomas una aspirina. El dolor de cabeza desaparece y te sientes mejor. No hay nada de malo en sentirse mejor físicamente, pero la verdadera causa del dolor de cabeza sigue siendo – la decisión de la mente de estar enferma, haciendo que la culpa sea real y proyectándola sobre el cuerpo. Sin embargo, aunque no hay nada de malo en sentirse mejor físicamente, «hay» algo erróneo en creer que el problema se cura cuando no es así.


Esto asegura su supervivencia continua en la mente, que depende de la proyección sobre los cuerpos en forma de enfermedad o ira. Con la causa subyacente desconocida, la proyección parece tener vida propia, más allá del control del individuo que la proyecta. Esto asegura que la proyección continuará ininterrumpidamente, al igual que los síntomas de una forma u otra: la sustitución de una ilusión por otra ilusión. El siguiente párrafo explica esto:


(2:1-3) «Mas no se ha curado. Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para restablecerse. Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes.»

La culpabilidad en la mente está a salvo. Nada la ha cambiado, lo que explica por qué experimentamos el cuerpo como enfermo. Esto nos permite concluir que el problema no está en la mente sino en el cuerpo. Nuestra atención está así dirigida a hacer que se sienta mejor, a medida que el astuto ego reestablece nuestra insensatez (evitar que nos percibamos como una mente). El problema real – la culpabilidad de la mente que proviene de su decisión de estar separada – se olvida. Esto significa que la causa de la enfermedad permanece y continuará emergiendo en el cuerpo a través de la proyección – la sustitución de los síntomas de Freud: si no deshaces la causa, sigue generando otros síntomas. Puedes o no reconocerlos como tales, pero mientras haya culpa, inevitablemente generará alguna sombra de sí misma – nuestros multitudinarios síntomas.


(2:4-7) «No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. ¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? Pues o bien uno está dormido o bien despierto. En esto no hay términos medios.»


Ese es otro ejemplo de una declaración de Nivel Uno. Hay verdad e ilusión, sin términos medios. No importa lo que ocurra en el mundo ilusorio de los sueños, ya que todo es ficticio. Es por eso que «no hay grados de dificultad en los milagros» o «la curación». Los problemas ocurren en la mente del soñador, y se deshacen simplemente al elegir un maestro diferente. El problema es la separación, que conduce a la culpa, que a su vez conduce a un mundo físico y un problema físico. La causa de la separación se deshace cuando le pedimos ayuda al Espíritu Santo para reconocer que no hay separación o culpa, y por lo tanto no hay mundo físico, cuerpo o problemas. La curación se logra, por lo tanto, cuando nos damos cuenta de que todos los problemas son lo mismo:


“No puede haber grados de dificultad en la curación por el simple hecho de que toda enfermedad es una ilusión. ¿Sería acaso más difícil desvanecer la creencia que tiene un demente en una alucinación mayor, que la que tiene en una más pequeña? ¿Podría reconocer más rápidamente la irrealidad de una voz estridente, que la de una voz agradable? ¿Desecharía más fácilmente una orden para que mate que se le pide con un susurro, que una que se le pide a gritos? ¿Y afectaría el número de tridentes que tienen los diablos que él ve la credibilidad de éstos en su percepción? Su mente ha calificado todas esas ilusiones de reales, y, por lo tanto, son reales para él. Cuando se dé cuenta de que no son más que ilusiones, desaparecerán. Y lo mismo ocurre con la curación. Las propiedades de las ilusiones que hacen que éstas parezcan diferentes entre sí, son realmente irrelevantes, pues sus propiedades son tan ilusorias como ellas mismas.” (M-8.5)


Así, la luz de la Expiación – la presencia del Espíritu Santo en la mente que sueña – nos despierta de los sueños ilusorios de enfermedad del ego.


(3:1) «Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto»


Los sueños felices no tienen nada que ver con un mundo más agradable. Son sueños de perdón, que deshacen los infelices sueños de ataque y culpa del ego. Así, felizmente corrigen los pensamientos de separación de la mente al recordarnos nuestros intereses compartidos con la Filiación.


(3:2) «Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño, a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño.»


El perdón deshace las ilusiones, aunque en sí mismo es una ilusión porque perdona lo que nunca ocurrió. Ya hemos visto que, a diferencia de los demás, el perdón no genera más ilusiones, como lo hacen los círculos viciosos del ego de culpabilidad-ataque y ataque-defensa. El objetivo final del perdón es despertarnos del sueño, en oposición al propósito del ego de mantenernos dormidos. Las ilusiones del ego de ataque y separación tienen como su razón de ser mantener el pecado real, pero verlo en los demás. Tal proyección constituye la esencia de los sueños de odio del mundo, la protección para los sueños secretos de culpa del ego (véase T-27.VII.11: 6-12: 2).


(3:3) «Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente.»


Los sueños felices de perdón y curación son los heraldos de la verdad, presagiando su amanecer al preparar nuestras mentes para ello. Ellos anuncian la verdad; pero en sí mismos no son la verdad. La encantadora sección “Los heraldos de la eternidad” describe esta función de la relación santa:


“Cada milagro de unión es un poderoso heraldo de la eternidad. Nadie que tenga un solo propósito, unificado y seguro, puede sentir miedo. Nadie que comparta con él ese mismo propósito podría dejar de ser uno con él.


Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuentra mucho más allá de éste. Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida.” (T-20.V.1:6-2:4)


Así el perdón, el reflejo de la verdad de la mente recta, nos lleva a la eternidad.


(3:4-5) «Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños desaparecen. Y así, sanan para toda la eternidad.»


Ellos “sanan para toda la eternidad” porque deshacen la causa del tiempo – la culpa – en su origen. La magia deshace la aparente causa al margen de su origen; es decir, en el mundo o cuerpo. El milagro, por otro lado, devuelve suavemente nuestra atención a la verdadera enfermedad de la mente, la decisión en favor de la culpabilidad – y así nos permite tomar la decisión correcta para deshacerla – el perdón:


“No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que los milagros iluminen dulcemente tu mundo. Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse entre tú y tu hermano, únete a él. Y de este modo, será evidente que la enfermedad no tiene causa. El sueño de curación reside en el perdón, que dulcemente te muestra que nunca pecaste. El milagro no dejará ningún vestigio de culpabilidad que pueda traerte testigos de lo que nunca fue. Y preparará en tu almacén un lugar de bienvenida para tu Padre y tu Ser.” (T-28.III.8:1-6)


(4:1) «La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enfermedad.»


La Expiación sana y cura porque deshace la culpa. La palabra «cura» se usa específicamente aquí porque inmediatamente la asociamos con el cuerpo, una asociación falsa que ahora, llevada a la conciencia, puede corregirse.


(4:2) «Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar.»

Un tema recurrente en Un Curso de Milagros es que no debemos dejarnos engañar por nuestros ojos. Como sabes, no se te pide que niegues que hay un mundo, ni que la gente sufre; pero no debes permitir que la apariencia de sufrimiento te quite tu paz mental. «Es» posible estar en este mundo y no ser afectado por él, pero eso exige mucho trabajo y vigilancia. Tal persistencia es recompensada cuando te das cuenta de que tu identidad no es de este mundo. Por lo tanto, ves el dolor y lo mitigas amorosamente, aunque no eres engañado por él. Sabiendo que tu realidad está fuera del sueño, permaneces fuera del sueño de enfermedad de otro. Al no reforzarlo, te conviertes en un instrumento de curación, porque demuestras que la paz del Hijo de Dios no se ve amenazada por los sueños de enfermedad:


“Cuando aceptas un milagro, no añades tu sueño de miedo a uno que ya está siendo soñado. Sin apoyo, el sueño se desvanecerá junto con todos sus aparentes efectos, pues es tu apoyo lo que lo refuerza. Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de acuerdo en que están separadas. Por lo tanto, su decisión conjunta es estar enfermas. Si te niegas a dar tu conformidad y aceptas el papel que juegas en hacer que la enfermedad sea real, la otra mente no podrá proyectar su culpabilidad, ya que no has colaborado en dejar que se perciba a sí misma como separada y aparte de ti. De este modo, ninguna de las dos percibe el cuerpo como enfermo desde diferentes puntos de vista.


Unirte a la mente de un hermano bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos. La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan.” (T-28.III.1:6-2:6)


El milagro es el medio que Jesús usa para sanar nuestras mentes y la de nuestros hermanos de la culpabilidad. Por lo tanto, él habla en otro lugar de un “milagro de curación” (por ejemplo, T-28.IV.10: 9; M-22.4: 4).


(4:3) «Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabilidad.»


Esta es una declaración muy inequívoca. La enfermedad es culpa – sin culpabilidad, no hay enfermedad. Puede haber una apariencia de enfermedad en términos de síntomas físicos o psicológicos, pero sin la culpabilidad, tú, como una mente, no te experimentarás a ti mismo como enfermo. La enfermedad es culpa. Punto. No se define por la «forma» o el síntoma, sino por el «contenido» de culpa que se proyecta en el cuerpo. En ninguna parte se afirma esto más explícitamente que en el Anexo de Psicoterapia:


“Una vez que el Hijo de Dios se ve culpable, la enfermedad no se puede evitar. Se ha pedido y se recibirá. Y todos los que piden la enfermedad se han condenado ahora a sí mismos a buscar remedios que no les pueden ayudar, pues su fe está puesta en la enfermedad y no en la salvación…La enfermedad no puede ser sino la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo puede ser su sombra sino deforme?


El descenso al infierno sigue paso a paso un curso inevitable, una vez se ha tomado la decisión de que la culpa es real. La enfermedad y la muerte y la miseria acechan ahora la tierra en inexorables vaivenes, algunas veces simultáneamente y otras en siniestra sucesión.” (P-2.IV.2:1-3, 6-7; 3:1-2)


Una vez que se define el problema, la solución sigue naturalmente, como ahora vemos:


(4:4-7) «La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.»


De nuevo, uno no podría pedir una declaración más clara en Un Curso de Milagros sobre la naturaleza de la enfermedad y la curación. La Expiación no cambia el síntoma, hace crecer nuevamente una extremidad o sana un órgano enfermo, porque estos no constituyen una cura. Simplemente “elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad” y no presta atención al síntoma. Más bien, a través del milagro, la Expiación elimina la causa de la enfermedad. Recuerda estas importantes líneas:


“El milagro no hace nada. Lo único que hace es deshacer. Y de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No añade nada, sino que simplemente elimina. Y lo que elimina hace mucho que desapareció…El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó, y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. Recordar la causa de algo tan sólo puede dar lugar a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos.


Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ésta ya no existe. Con su partida desaparecieron sus consecuencias, pues se quedaron sin causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que deseases sus efectos?” (T-28.I.1:1-5,8-9; 2:1-3)


Los síntomas no son más que el «efecto» de la culpa que es su «causa». Esto tiene sentido solo cuando recordamos que el cuerpo no existe fuera de la mente. De hecho, no existe en absoluto. Además, la mente no está en el cuerpo. La enfermedad, entonces, es el pensamiento de culpa de la mente, la sombra del pecado que creemos que nos separa del Amor de Dios, y la Expiación representa nuestra elección corregida por el Espíritu Santo, que deshace la separación, la culpa y el ataque, y por lo tanto la enfermedad. Sin culpa, no queda nada a lo que la enfermedad pueda regresar.


(5:1) «¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos!»


“La paz será tuya cuando me aceptes como tu maestro”, dice Jesús, “porque yo soy la paz de Dios”. No encontraremos esa paz en los vanos sueños de especialismo del mundo, donde nuestros problemas y curas son percibidos como tales.


(5:2) «Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado.»


La santidad está en nuestras mentes correctas, el pecado en nuestras mentes equivocadas. El enfoque en Un Curso de Milagros es siempre y solo en la mente. La cura viene cuando me alejo del ego y recurro al Espíritu Santo, el recuerdo de mi santidad como Cristo. Cuando elijo el pecado y sus efectos – culpa, miedo, ataque, enfermedad y muerte – afirmo que no quiero la santidad. La palabra importante aquí es «valorar»: valoro el pecado, y lo venero y lo adoro; le doy la bienvenida en mi mente y no quiero dejarlo ir, agarrándolo con fuerza porque asegura mi individualidad. En la presencia de la santidad, este yo separado desaparece, y así el pecado es el protector y escudo de mi ego. Pero deja ir el pecado, y el canto de santidad del Cielo irrumpirá.

“Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. Y tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz a él, haciéndolo así aún más dulce. Y todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. Y lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz.” (T-26.IV.5)


(5:3-4) «Dios mora en templos santos. Allí donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso.»


Estos templos santos son nuestras mentes, porque Jesús no está hablando de un edificio. “Donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso” a Dios debido al principio de «uno o el otro». Como vimos al final del segundo párrafo: ” o bien uno está dormido o bien despierto. No hay términos medios.” Hay santidad o impiedad, la presencia de Dios o Su ausencia, y siempre elegimos una u otra. Un Curso de Milagros nos ayuda a comprender por qué: o bien nos aferramos a nuestro yo individual o estamos dispuestos a aceptar que este yo no nos hace felices. Nuestras mentes engañadas creen que sí, porque el pecado de la individualidad excluye a Dios y Su Unicidad, convirtiéndose en el árbitro de la verdad, y estableciendo nuestro yo como real:


“Pecar supondría violar la realidad, y lograrlo. El pecado es la proclamación de que el ataque es real y de que la culpabilidad está justificada. Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable, y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.” (T-19.II.2:2-7)


“…si el pecado es real, ni tú ni Dios lo sois…Así Dios y Su creación parecen estar separados y haber sido derrocados. Pues el pecado demostraría que lo que Dios creó santo no puede prevalecer contra él, ni seguir siendo lo que es ante su poderío.” (T-19.II.2:2-7)


(5:5) «No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté.»


Esta es otra declaración del principio de Expiación: Nada existe fuera de la Mente de Dios. Dentro del sueño hay ciertamente lugares donde Dios está ausente, porque el mundo fue hecho para ser un lugar donde Dios «estaría» ausente, como veremos más adelante:


“El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar…” (WpII.3.2:4)


(5:6-7) «Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse de Su beneficencia. No hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.»


Dentro del sueño, nuevamente, hay tal lugar. Sin embargo, desde el punto de vista de Jesús – fuera del sueño, al que nos invita a venir – no hay ningún lugar donde Dios esté ausente porque la separación nunca ocurrió; no hay lugar fuera del Cielo porque no podría haber nada fuera de la totalidad y la Plenitud de Dios. Sin duda, somos libres de creer en los ídolos de especialismo del ego, pero la creencia es un pobre sustituto del conocimiento y no puede verdaderamente reemplazarlo.


“¿Dónde están los ídolos? ¡En ninguna parte! ¿Podría haber brechas en lo que es infinito? ¿Podría haber un lugar en el que el tiempo pudiese interrumpir la eternidad? Un paraje de obscuridad allí donde todo es luz o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito no tiene un lugar donde poder existir. Los ídolos están más allá de donde Dios ha establecido todas las cosas para siempre, y donde no dejó cabida para nada, excepto Su Voluntad. Un ídolo no es nada, ni se encuentra en ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes.” (T-29.VIII.7)


(6:1) «Este es el pensamiento que cura.»


Esto se refiere a las oraciones 5 a la 7 en el último párrafo. El pensamiento que cura es el principio de Expiación que dice que no hay nada fuera de Dios. De esta manera, los pensamientos de pecado y culpa, dolor y enfermedad desaparecen de nuevo en la nada de la que provinieron (M-13.1: 2).


(6:2-3) «[El pensamiento de Expiación] no hace distinciones entre una irrealidad y otra. Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación.»


La Expiación es consciente de dónde está la necesidad de sanar, y por lo tanto no busca sanar el cuerpo. Sin embargo, mientras nos identifiquemos con el cuerpo, creemos que la necesidad de curación está en cualquier lugar menos en la mente. Es por eso que Jesús nos aconseja:


“No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él.” (T-21.in.1:7)


En este contexto, podríamos decir: “No busques sanar al cuerpo enfermo, sino elige cambiar de mentalidad sobre el cuerpo enfermo”. Debemos darnos cuenta de que el síntoma físico – como cualquier cosa en este mundo – es una señal de alerta, y necesitamos que Jesús nos enseñe que lo que percibimos y experimentamos en nuestro cuerpo o en el de otro es una sombra de la decisión de la mente de estar enfermo. Recientemente vimos que la enfermedad física o psicológica imita la deformidad (P-2.IV.2: 6). La enfermedad, una sombra del pensamiento deformado de culpa, dice que no soy tal como Dios me creó, porque soy un yo separado y limitado. Como la culpa es una, la enfermedad también debe ser una, por lo que no puede haber “distinciones entre una irrealidad y otra”: culpa es culpa; ilusión es ilusión


(6:4-7) «Esto no es magia. Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente seriedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.»


De nuevo, no hay «ningún grado de dificultad en los milagros». Todos los errores son lo mismo – una uña enterrada o un cáncer, un argumento leve o una guerra nuclear. Son lo mismo porque su contenido ilusorio de culpabilidad es el mismo. Este no es el caso dentro del sueño, y no se nos pide que neguemos nuestras experiencias allí. Sin embargo, Jesús sí nos pide que tomemos su mano para que él nos lleve suavemente fuera del sueño a mirar nuestras vidas y entender que todas las cosas aquí son una locura. Así, la magia del ego, transformada por el milagro, se convierte en el medio de curación de la Expiación.


(7:1) «No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar.»


Es el cuerpo el que no puede sufrir la enfermedad, sin embargo, Jesús no está diciendo que no deberías tomar medicamentos si estás enfermo. Simplemente nos pide que no lo llamemos cura o sanación. La magia alivia el síntoma y, no se puede insistir demasiado en ello, nada en Un Curso de Milagros debería tomarse como una excusa para no ver a un médico o tomar medicamentos si estás enfermo, ni descansar si estás cansado y comer si tienes hambre. Jesús solo pide que te des cuenta de que la magia en lo que estás haciendo no curará el pensamiento de separación que es la causa última de cada problema:


“El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la «mente» que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad no causó nada ni tuvo efectos.” (T-28.II.11:6-7)


(7:2) «La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar.»


Tú acudes a la mente para la curación, que luego sana el cuerpo simultáneamente. Jesús usa las palabras de manera diferente aquí, de modo que en la primera oración dice que el cuerpo no puede sufrir la enfermedad, y en la segunda dice que la curación debe “aplicarse a lo que está enfermo”, es decir, a lo que se experimenta como enfermo. En otras palabras, no vas primero al cuerpo sino a la mente, ya que esa es la causa. Cuando esta causa se deshace, la experiencia de la enfermedad desaparecerá. Sabrás que la enfermedad ha desaparecido cuando experimentes el amor y la paz de Jesús. Ese es el síntoma “positivo” de la curación, y en ese instante de curación el cuerpo no existe en absoluto (T-18.VII.3: 1), por lo que el estado del cuerpo es irrelevante.


Recuerda estas líneas:


“Y reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bienestar, de dolor o de placer.” (W-pI.136.17:2-3)


Este es el punto de la segunda oración: Aceptando la Expiación, estás curado. Esta curación se extiende al cuerpo, en el sentido de que ya no lo experimentarás como enfermo. De nuevo, cuando en la presencia del amor tu cuerpo se vuelve irrelevante, ya no existe.


(7:3-5) «Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste.»


Llevo mis preocupaciones sobre la enfermedad – de hecho, todas las preocupaciones están enfermas – a la verdad en mi mente; la oscuridad de las ilusiones a la luz de la verdad; mis pensamientos de ego a Jesús – este es el proceso de la curación. Recuerda, la enfermedad es separación, y la curación deshace la separación al unirme a mi nuevo maestro. Cuando comprendas la naturaleza de la curación, será obvio lo que se necesita. Si estás enfermo, ansioso, deprimido o enojado, es porque rechazaste a Jesús y tomaste la mano del ego en su lugar. Simple. Cuando estás despejado, la elección es clara: ¿quiero dolor o quiero estar equivocado? Si quiero dolor, quiero tener la razón; si quiero estar equivodado, quiero que desaparezca el dolor de la separación:


“No busques fuera de ti mismo. Pues todo tu dolor procede simplemente de buscar en vano lo que deseas, y de insistir que sabes dónde encontrarlo. ¿Y qué pasaría si no estuviese allí? ¿Preferirías tener razón a ser feliz? Alégrate de que se te diga dónde reside la felicidad, y no la sigas buscando por más tiempo en ningún otro lugar, pues buscarás en vano. Mas se te ha concedido conocer la verdad, y saber que no la debes buscar fuera de ti mismo.” (T-29.VII.1:6-12)


En resumen, entonces, cuando entendemos la verdadera elección, ya no hay más elección: la felicidad ha reemplazado al dolor; la curación a la enfermedad; Dios al ego. Y estamos en paz.


(7:6) «Pues, ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen substancia, realidad, núcleo, ni nada que sea verdaderamente diferente? »


Esta es una declaración más del primer principio de los milagros, que deshace el primer principio del ego, la tan citada primera ley del caos: «hay una jerarquía de ilusiones» (T-23.II.2: 3). Esta afirmación puede reformularse para instarnos suavemente a mirar más allá de la miríada de «formas» diferentes e ilusorias al «contenido» ilusorio subyacente:


“Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. Si se tuviese que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad.” (T-30.VI.7:1-3)


(8:1-2) «Lo que hoy nos proponemos es tratar de cambiar de mentalidad con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente alternar entre una y otra. Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros.»


Esta es una metáfora, por supuesto. Como se discutió previamente, Dios no pudo ubicar la fuente de la curación en nuestras mentes, ya que Él no conoce la enfermedad. Cuando nos dormimos, llevamos con «nosotros» al sueño de separación de la mente, el recuerdo sanador del Espíritu Santo. Por lo tanto, si queremos mantener nuestra individualidad, debemos mantener el problema de la mente sobre la separación lejos de nuestra experiencia del problema – en el mundo del cuerpo – y, por lo tanto, lejos de la fuente de la curación en la mente. Para ser sanados, sólo necesitamos traer el problema de vuelta a su fuente. En otras palabras, ya no buscaríamos una cura de los síntomas, deshaciendo los «efectos», sino la verdadera cura, deshaciendo la «causa». Al hacerlo, la desesperación de nuestro dolor que nunca termina se convierte en esperanza:


“No obstante, ¿dónde tienen lugar los sueños, sino en una mente dormida? ¿Y podría acaso un sueño hacer que la imagen que proyecta fuera de sí mismo fuese real?…No busques esperanzas más allá de tu Padre. Pues la esperanza de felicidad «no es» la desesperación.” (T-29.VII.9:1-2; 10:6-7)


Nuestra esperanza radica en reconocer que las ilusiones cambiantes nunca producen una cura. El uso de la magia inevitablemente lleva a la desesperación si se piensa que es curativa, ya que la enfermedad de la mente se mantendrá. Elegir el milagro, por otro lado, promueve la verdadera curación, ya que deshace la causa de todas las ilusiones, independientemente de su forma:


“Por lo tanto, la enfermedad es un error y necesita corrección…Si la enfermedad es real, en verdad no se puede pasar por alto, puesto que pasar por alto la realidad es insensatez. Sin embargo, ese es el propósito de la magia: transformar en realidad las ilusiones a través de una falsa percepción. Esto no puede sanar, puesto que se opone a la verdad. Tal vez una ilusión de salud sustituya la ilusión de enfermedad por un corto tiempo, pero no durará. El miedo no puede ser ocultado por las ilusiones durante mucho tiempo, puesto que es parte de ellas. Escapará y adoptará otra forma, pues es la fuente de todas las ilusiones.” (P-2.IV.7:1, 3-8)


(8:3) «Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos.»


En otras palabras, la enfermedad está en nuestras mentes, al igual que la curación. No tengo que buscarlos afuera, porque permanecen dentro. Sin embargo, primero debo darme cuenta de que tengo una mente; de lo contrario, miraré en el lugar equivocado. Mi yo no es un cuerpo, y antes de despertar a mi verdadero Ser, debo elegir sanar el yo ilusorio de mi mente de su enfermedad: la decisión protegida en favor de la culpa en lugar de la inocencia. Tal curación de la decisión de la mente, entonces, es el perdón, como leemos, nuevamente del anexo de Psicoterapia:


“El proceso de la psicoterapia, pues, se puede definir simplemente como perdón, pues no hay sanación que pueda ser otra cosa. Los que no perdonan están enfermos, pues creen que ellos no han sido perdonados. El asirse a la culpa, el abrazarla estrechamente y cuidarla, el protegerla con amor y el mantener en alerta su defensa, todo esto no es otra cosa que una implacable negativa a perdonar. “Dios no puede entrar aquí” repiten los enfermos, una y otra vez, mientras lamentan su pérdida y, sin embargo, se regocijan en ella. La sanación ocurre a medida que un paciente comienza a escuchar el canto fúnebre que entona y a cuestionar su validez. Hasta que no lo escuche, no puede entender que es él quien se lo canta a sí mismo. Escucharlo es el primer paso en la recuperación. Cuestionarlo tiene que convertirse entonces en su elección.” (P-2.VI.1)


La enfermedad y la curación, entonces, son ambas elegidas, y todo el poder en el Cielo y la tierra descansa en la parte tomadora de decisiones de nuestras mentes. Es por eso que Jesús hace un paralelo con la famosa cita bíblica, ejemplificando que la curación “Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos”:


“Mi mente será siempre como la tuya porque fuimos creados iguales. Fue sólo la decisión que tomé lo que me dio plena potestad tanto en el Cielo como en la tierra. El único regalo que te puedo hacer es ayudarte a tomar la misma decisión…Yo soy tu modelo a la hora de tomar decisiones. Al decidirme por Dios te mostré que es posible tomar esta decisión y que tú la puedes tomar.” (T-5.II.9:1-3, 6-7)


(8:4-5) «Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que se pueda extraviar. Sólo necesitamos buscarla y la hallaremos.»


Vimos esta idea en la lección anterior: mi Identidad está aquí; solo necesito aceptarla. La curación está aquí; solo necesito aceptarla. «Buscar» en el mundo asegura que no se «encontrará» la curación; mirar dentro garantiza que lo será – de ahí la simplicidad de la salvación y la curación.


(9:1-2) «Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. Hoy iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento.»


Una vez más, Jesús no está diciendo que debemos negar nuestros sentidos físicos. Sin embargo, no debemos dejarnos engañar al pensar que dicen la verdad. Ten en cuenta que el cuerpo no es ni más ni menos que una proyección del pensamiento de separación de la mente. Por lo tanto, “no nos dejaremos engañar”. A diferencia de los prisioneros de Platón, permitiremos que se nos enseñe a ir más allá de las apariencias hacia la verdad.


(9:3-5) «Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. Todas las ilusiones son falsas, y se pueden sanar precisamente porque no son verdad.»


Jesús continúa repitiendo sus temas: «No hay jerarquía de ilusiones, ni grados de dificultad en los milagros». Sin importar cuál sea el problema – una leve irritación o una intensa furia, punzadas de dolor o agonía insoportable – la causa es la misma. Cualquier cosa que experimentes es una pantalla en la que proyectas pensamientos que no quieres mirar porque no quieres dejarlos ir. Pedirle ayuda a Jesús específicamente significa que miras a través de sus ojos, viendo más allá del mundo de las formas multitudinarias al «contenido» único de las ilusiones, y más allá al «contenido» único de la curación. En en el anexo de Psicoterapia, él describe la ilusión de que existen diferentes formas de enfermedad:


“La enfermedad es locura porque toda enfermedad es mental, y en ella no hay grados. Una de las ilusiones a través de las cuales se percibe la enfermedad como real es la creencia de que la enfermedad varía en intensidad; que el grado de amenaza difiere de acuerdo con la forma que toma. Aquí radica la base de todos los errores, pues todos ellos no son más que intentos de transigir, que se hacen por ver sólo una parte ínfima del infierno. Esto es una burla tan ajena a Dios que tiene que ser inconcebible por siempre. Pero los locos lo creen porque están locos.” (P-2.IV.8)


Nuestra cordura se basa en la comprensión de la locura del ego, que cura toda enfermedad como una sola.


(10:1) «Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean.»


Esto no significa, una vez más, que no deberías tomar analgésicos si estás enfermo. Tal consejo sería muy cruel. “La curación y la liberación del miedo” (T-2.IV), citado a menudo en este libro, deja en claro que Jesús no está ofreciendo tal consejo. Él nos pide que despojemos a nuestros amuletos mágicos, talismanes y medicinas de creencias sanadoras. Suavemente, su amor nos lleva a través del laberinto de la magia al corazón de los milagros, a través de las «formas» de la ilusión al «contenido» del reflejo de la verdad. Por lo tanto, dejamos a un lado el propósito del ego para nuestra magia, no necesariamente la magia misma.


(10:2-4) «Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios. Ésta es la única Voz que puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios.»


En la mente dividida hay, de hecho, dos maestros – uno hará daño y Otro ayudará. Por lo tanto, Jesús te suplica que elijas al Espíritu Santo. Si realmente deseas ser feliz y pacífico, dejarás que sea tu Maestro y Sanador. Una vez más, Él te guía a través de la ilusión de las apariencias hacia la verdad, si ese es tu deseo.


(11:1) «Nos despertamos oyéndolo a Él, y le permitimos que nos hable durante cinco minutos al comenzar el día, el cual concluiremos escuchando de nuevo durante cinco minutos antes de irnos a dormir.»


Despertarme por la mañana para pensar en la lección diaria y el Espíritu Santo como mi Maestro, refleja mi deseo de que el día sea un salón de clases, no un lugar donde mis necesidades puedan o no ser satisfechas, donde cosas maravillosas o terribles puedan suceder. Si mi día es un salón de clases, no tiene sentido elegir un maestro de mentiras, pero tiene perfecto sentido elegir Uno que enseñará la verdad. Ese pensamiento orienta mi día, como Jesús nos instruye en las “Reglas para tomar decisiones”:


“Si adoptas una perspectiva correcta al despertar, habrás ganado ya una gran ventaja.” (T-30.I.1:5)


Cuando te enojes, recuerda que esto es simplemente parte de tu salón de clases, un plan de estudios que el ego eligió para hacerte daño. Sin embargo, con tu nuevo Maestro, la situación puede enseñar una lección diferente. El aprendizaje del perdón requiere una vigilancia continua, el significado de la tercera lección del Espíritu Santo: “Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino” (T-6.V-C).


Observa tu mente a lo largo del día para ver los pensamientos de ataque, y si tu día ha de ser un salón de clases, acudirás a tu Maestro para que te ayude a ver esto de otra manera, aprendiendo por qué estás enojado, crítico y enfermo. La respuesta es tu miedo a Su amor, habiendo usado lo externo como una excusa para mantenerte alejado de él:


“Un ídolo no puede ocupar el lugar de Dios. Deja que Él te recuerde Su Amor por ti, y no trates de ahogar Su Voz con los cantos de profunda desesperación que les ofreces a los ídolos de ti mismo.” (T-29.VII.10:4-5)


Este proceso de elegir la verdad sobre los ídolos constituye nuestra necesidad de practicar en el transcurso del día, como estas lecciones del libro de ejercicios nos guían dulcemente a hacer.


(11:2) «Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por separado, sino todos de una vez.»


El tema de mirar vuelve, esta vez centrándose en nuestros pensamientos interferentes. La declaración está escrita en forma pasiva, pero el Espíritu Santo dejará a un lado nuestros pensamientos del ego solo cuando los traigamos a Él. El problema es elegirlos, y nuestra preparación consiste en tomar conciencia de nuestra decisión. Los pensamientos de juicio y dolor no son lo que parecen, ya que son parte de la estrategia defensiva del ego para proteger nuestra individualidad y mantener alejado el amor. Debemos aprender que todas las ilusiones y defensas son lo mismo, como leemos:


(11:3-6) «Pues todos son lo mismo. No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. Lo oímos ahora. Hoy venimos a Él.»


Esto no significa que literalmente escucharás la Voz de Dios Mismo. La Voz que experimentamos expresa Su Amor en forma simbólica. Cuando liberamos los “pensamientos que constituyen una interferencia”, el «contenido» de Su Amor es todo lo que queda, experimentado en una «forma» que podemos aceptar y comprender.


(12:1-3) «Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta, oremos:


La salvación es lo único que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.»


Mi tarea es simplemente vaciar mi mente, mi corazón y mis manos de los pensamientos del ego que interfieren con escuchar al Espíritu Santo. Ya no trato de definir el problema como algo externo, porque esto establece la solución como algo externo también – una forma de magia. Al alejarme de la estrategia de ocultación y camuflaje del ego, traigo el problema a la elección equivocada de la mente, mientras escucho la dulce Voz de mi Padre proclamar que estoy curado.


(12:4) «Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes, ni ofrecernos pruebas de que es real.»


El comienzo del encantador poema de Helen “Despierta en la Quietud”, que ya nos resulta familiar, expresa este mismo sentimiento, casi palabra por palabra:


“La paz te cubre, dentro y afuera lo mismo,

En un silencio resplandeciente y en paz tan profunda

Ningún sueño de pecado y mal puede acercarse

Tu mente serena.”


(Los Regalos de Dios, p. 73)


Al vaciar nuestras mentes de pensamientos de especialismo, ya no estamos tentados de ver el mundo como una prueba de que el ego es real, o de usar la enfermedad o cualquier problema como prueba de que teníamos razón y de que Dios estaba equivocado. La paz de la salvación se convierte en nuestra única cura y pensamiento. Su paz se ha hecho nuestra.


(12:5-6) «Esto es lo que aprenderemos hoy. Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. »


“Aguardar en silencio” significa que dejo a un lado el chillido estridente de mi ego, el pensamiento que dice que tengo razón – tanto el problema como la solución se encuentran en el mundo. Silenciar esos pensamientos permite que el pensamiento verdadero de curación vuelva a mi conciencia.”


Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.









*LECCIÓN 140*


*"La salvación es lo único que cura."*


Comentada por:

Oscar Gómez Díez 

 

Para una mejor comprensión de esta lección, primero debemos precisar que entendemos por salvación.


 En la tradición cristiana la salvación es el sacrificio que Jesús hizo por nosotros cuando fue crucificado. Se supone que ese sacrificio nos salvó de nuestros pecados. En este caso la salvación es el sacrificio que alguien hace por nosotros. Es la absurda idea de que necesitamos sacrificar al amor para que el amor vuelva a nosotros. 


Un Curso de Milagros reinterpreta el concepto de salvación, definiéndolo como la sanación de nuestra mente por el Espíritu Santo. 


Nuestra mente es salvada de la creencia que nos separamos de Dios, de la culpa, el miedo y todos los conflictos o enfermedades que creemos experimentar. La salvación se realiza a través de los milagros y el perdón. 


Términos como Expiación, milagros, Perdón, Espíritu Santo y Jesús se pueden considerar como sinónimos de salvación.


Cuando perdono a un hermano se convierte en mi salvador. En tus hermanos te salvas o te condenas, depende de sí le expresas amor y perdón, o juicios y ataques. Todo perdón es una elección hacia la unidad y el amor. 


La causa de nuestras enfermedades están en nuestras mentes, y es allí y sólo allí donde se debe realizar la curación, buscarlas en otra parte es inútil y le da alas al sistema de creencias del ego de reafirmar el cuerpo, la separación y la enfermedad. Reconocer que *“lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar.”* (T.28.II.11:7) es esto lo que nos puede sanar, pues en este reconocimiento radica el retorno de la verdad y la curación de nuestras mentes. 


El Curso considera el cuerpo y la mente gobernada por el ego como ilusorios, por lo tanto, la medicina de este mundo lo que hace es *"sustituir una ilusión por otra."* La que está enferma es la mente, y esta proyecta sobre el cuerpo sus culpas, miedos y ataques. El cuerpo es un efecto no la causa de la enfermedad, por ello, *“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma.”* (T.25.In.3:1-2).


La lección comienza cuestionando el concepto de curar que se utiliza en el mundo y de los remedios que se utilizan para enfrentar la enfermedad. *"Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta "mejor"."* pero eso no es sanación de la mente, pues la culpa y el miedo siguen intactos, y se manifestarán de otra manera *"Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano."*

*" Mas no se ha curado."* Simplemente en su sueño de separación, soñó que estaba enfermo y *"encontró una fórmula mágica para restablecerse."* pero no ha despertado de su sueño de separación, su mente sigue enferma, y será la causa de otros síntomas en su cuerpo. *"No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño."* es una mente que todavía no se ha perdonado, que no recuerda aún su verdadero Ser. 


Contrariamente *"La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enfermedad."* esta es la verdadera curación, pues sana la fuente de la enfermedad: la culpa en nuestra mente. *"Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabilidad."* mientras exista culpa en nuestra mente, vamos a experimentar enfermedad.


*LA EXPIACIÓN CURA LA MENTE:*


La medicina del mundo no sana la culpa, por lo que seguirá tratando síntomas, que pueden generar mejorías temporales en el cuerpo pero no la sanación de la mente donde se origina la enfermedad del cuerpo. 

*"La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación."* quiere decir que la Expiación no se ocupa del cuerpo, pues la causa de toda enfermedad es la culpa, la Expiación sana las causas, el cuerpo es solo un efecto, pero *"sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar."*


La curación procede de la santidad. La santidad es un amor impecable, por lo que no es posible hallarla allí donde alojemos la creencia en los pecados, primero debemos perdonar dichos pensamientos. *" Dios mora en templos santos."* la santidad reside en nuestras mentes, no en ningún edificio, si nuestra mente le da cabida al ego, a la culpa y al ataque, se obstruye la presencia de Dios y por lo tanto, a los pensamientos que curan. 


*"Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada."* esto no quiere decir que no vayamos al médico ni dejemos de tomar las medicinas que nos receten, quiere decir que temporalmente nuestra mente no ha logrado aún completar su proceso de auto curación, que todavía tenemos culpas por perdonar. Pero *"La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente."* esto es el perdón. *"No hay otro cambio que éste."*


De lo que se trata es de cambiar de mentalidad en relación a la fuente de la enfermedad, reconocer que todas nuestras ilusiones son falsas y darle paso a la verdad, darle paso al amor. La curación es el resultado de este reconocimiento, de perdonar lo que no es verdad, para que el amor, la única verdad brille en nuestros corazones. 

 Así que el ejercicio de hoy es encontrar la fuente de la curación, *"la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros."* esa fuente de la curación es el Espíritu Santo en nuestras mentes, el amor que somos, que lo encontraremos cuando nos aquietamos y lo llamamos con devoción desde el fondo de nuestro corazón. 


*PRÁCTICA:*


Aquiétate durante 5 minutos, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia las siguientes palabras:


*"La salvación es lo único que cura."*

*"Háblanos, Padre, para que nos podamos curar."*

 

Y en la medida que estas palabras se asientan en tu consciencia, te relajas y te dejas ir de la mano de la Fuente de toda curación, la Voz que habla por Dios, quien nos liberará de toda culpa y sufrimiento, quien nos sanará de todo pensamiento falso, ante Él llevamos todas nuestras ilusiones para que la luz de la verdad las deshaga, y el amor ocupe la totalidad de nuestra mente. 


*"Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios."*


*"Ésta es la única Voz que puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios."*


Para invocar y escuchar la Voz que habla por Dios, debemos tener pensamientos sostenidos a lo largo del día y de la noche, acostándonos y despertándonos oyéndolo a Él. Un santo es aquel piensa en Dios durante todo el día, se acuesta pensando en El y se despierta oyendo su santa Voz. La mente Santa no permite que entre ninguna sombra de oscuridad, ni un solo pensamiento de culpa o dolor, pues ha recordado su verdadero origen, la Fuente de todo Amor y de toda curación. 


*"Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por separado, sino todos de una vez. Pues todos son lo mismo."*


*"Lo oímos ahora. Hoy venimos a Él. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta"* es una oración, es una plegaria, un soltar todos los apegos de este mundo y un entregarse a la Fuente de todo Amor. 


*PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:*


Cada hora a lo largo del día, repetiremos las palabras del ejercicio, dedicaremos como mínimo un minuto cada hora, a oír la respuesta a nuestra plegaria, aguardando en quietud y silencio la Voz que cura toda enfermedad y toda ilusión, para ello nos diremos:


*"La salvación es lo único que cura."*

*"Háblanos, Padre, para que nos podamos curar."*


Cuando aprendemos a invocar y escuchar la Voz que habla por Dios, llevamos ante Él todos nuestros pensamientos falsos sobre la culpa, el miedo, el cuerpo, la enfermedad, para que sean sanados por la luz de la verdad, ese día es hoy, el día que a los pensamientos de separación le llega su fin, pues nos hemos unido a la Fuente de todo Amor y toda curación. Hoy es el día que hemos recordado quienes somos realmente, es el día en que la luz disipó toda oscuridad, el día en que la enfermedad desapareció junto a la culpa y el dolor, el día en que el Amor llegó y lo inundó todo con su dulce Voz, con su radiante luz, el día que la paz llegó a nuestras mentes para jamás volverse a ir, el día en que el tiempo se fue para darle paso a la eternidad, el día que descubrimos que el Amor nunca se fue, que siempre ha estado, y que lo que partió fue lo que nunca ha sido, la ilusión de que podía existir algo distinto al Amor. El día en que el Amor restableció su Reino en nuestras mentes, el día que nuestro corazón palpita solo de gozo y dicha. 



 TEXTO







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BENDICIONES!





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