Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.
1. Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. ²Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entre¬garme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. ³En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo. ⁴Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí.
2. Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. ²Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. ³Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. ⁴Lo que Tú no has dado es irreal. ⁵¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?
AUDIOS de la Lección 322
de CELEBRANDO EL MILAGROLectura de la Lección 322
A través de Blanca Nivia Morales Contreras
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a través de Martin Musarra
Lección 322
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 322
Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Esta lección cuestiona uno de los pilares del sistema de pensamiento del ego: el sacrificio.
”Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más”, nos dice Jesús.
Recordemos que lo real se relaciona con las creaciones de Dios y las ilusiones son algo que creemos que es real pero que no lo es. La ilusión más ancestral es la creencia en la separación de Dios a partir de la cual proyectamos este mundo y el cuerpo. Mediante las ilusiones desarrollamos nuestro deseo de ser especial con el cual fabricamos nuestros pequeños mundos particulares, centrado en nuestras relaciones especiales, con los cuales queremos sentirnos diferentes y mejores que nuestros hermanos, quienes también andan en lo mismo. Esto puede conducir a conflicto porque, por las leyes del ego, para que alguien alcance algo, alguien tiene que perder en la lógica de que es él o soy yo. Y esto mantiene la ilusión de la separación continuamente viva. Por fortuna, Dios nos ha dado una ilusión que pone fin a las demás ilusiones: el perdón. El perdón es la ilusión final que perdona lo que nunca se dio – la separación- y nos conduce hacia la verdad de Dios.
Jesús, nos habla de sacrificar las ilusiones. Recordemos el tema del sacrificio. La idea de sacrificio es una de las ideas más importantes para el ego. Sacrificar es el acto de renunciar o perder algo voluntariamente con la idea de obtener algo más y se hace en favor de algún dios o de otra persona con el fin de obtener algo valioso o importante.
El sacrificio es totalmente desconocido para Dios. Dios le ha dado a Su Hijo todo: Es completamente abundante, lo tiene todo, no necesita nada, no sabe de pérdidas. El sacrificio es la base de las relaciones especiales del ego llámense de pareja, entre padres e hijos, entre amigos, laborales, etc.
Las relaciones especiales se centran en que alguien o algo me va dar aquello de lo que carezco, desconociendo que, como Hijo de Dios, lo tengo todo y no necesito nada. En las relaciones especiales se cree que el verdadero amor exige y también da sacrificio. La idea de sacrificio procede del miedo y desconoce nuestra naturaleza del amor que somos como Hijos de Dios.
Continúa Jesús:
”Y a medida que estas desaparecen, descubro los dones que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. En cada regalo Suyo yace Su recuerdo”.
Al dejar las ilusiones, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, y, haciendo uso del perdón y de la aceptación de la Expiación para mí mismo, puedo descubrir los regalos, los dones que mi Padre me ha dado. Mi principal regalo, mi principal don, recibido de mi Padre es mi Ser. Ser que comparto con Él. De ahí se desprenden los demás regalos que Dios me ha dado: el amor, la paz, la bondad, la dicha, la felicidad, la mansedumbre, la fortaleza, el perdón, la Gracia, el mismo Espíritu Santo para que me ayude a despertar de este sueño de la separación.
Continúa Jesús:
”Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí”.
Los sueños son ilusiones de la mente. El sueño, como ilusión que es, es una protesta contra lo real. Expresa el deseo de que las cosas sean como yo quiero, son una manera de escapar de la culpa proyectándola a mis hermanos. Además, todos, independientemente la forma como se presenten, tienen un contenido de miedo. Y buscan ocultar el Ser, el Hijo de Dios, el Cristo que soy.
Hagamos la oración a lo largo del día:
”Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. Lo que Tú no has dado es irreal. ¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?”
Con relación al tema de la Creación.
Nos dice, Jesús, en el tema especial 11. ¿Qué es la Creación?:
”Los Pensamientos de Dios han de ser por siempre y para siempre exactamente como siempre han sido y como son: inalterables con el paso del tiempo, así como después de que éste haya cesado”.
Los Pensamientos de Dios son eternos, son manifestaciones del poder creativo de Dios. Nunca cambian. Las características del tiempo no lo afectan. Están a la espera de que Su Hijo se decida a aceptarlos, a darles la bienvenida y a recordarlos. Ningún Pensamiento de Dios ha abandonado la Mente del Padre, porque como sabemos, las ideas no abandonan Su Fuente.
La lección de hoy nos recuerda que *Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real*y lo real son los Pensamientos de Dios. Renuncio sí, a las ilusiones.
Proceso de práctica de la lección
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. . Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Kenneth Wapnick
«Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.»
Lección 322.
"Las lecciones 322 y 323 tratan el importante tema del sacrificio. Si bien no es un tema principal en el Libro de Ejercicios, es prominente en el texto y merece una discusión aquí. El sacrificio es el principio reinante del sistema de pensamiento del ego -- si hemos de obtener lo que queremos, alguien o algo debe ser sacrificado: «uno o el otro». Al principio, fue el Amor de Dios lo que fue sacrificado para asegurar nuestra individualidad. Siguiendo la ley de proyección, una vez hecho real el sacrificio creímos que sería usado contra nosotros, y que Dios a su vez exigiría el sacrificio de Su Hijo pecador.
Por otra parte, como el principio detrás del nacimiento de nuestras identidades individuales, el sacrificio también gobierna el mundo, por no mencionar que es el modo de auto-preservación del ego. Por lo tanto, todos los yoes que emanan de ese sistema de pensamiento comparten la creencia de que la salvación significa sacrificio. Si, por ejemplo, el Dios del ego debe ser salvado de mi ataque pecaminoso contra Él, Él va a exigirme sacrificio. Por consiguiente, creemos que Dios nos pide que renunciemos a algo que es nuestro. Esta es la base de muchas religiones del mundo, y ha sido una tema crucial en el cristianismo: Jesús tuvo que ser sacrificado para que pudiéramos ser perdonados por Dios y compartir Su vida eterna. El ego así nos hace creer que para recuperar el Amor de Dios tenemos que pagar por él devolviendo la vida que robamos, recuperándola paradójicamente en el más allá. Sin embargo, no queremos devolverlo todo, porque entonces desapareceríamos, y por tanto lo hacemos por partes: un poco de felicidad, placer o la sangre del cuerpo -- pero nunca todo.
Puesto que creemos que Dios exige que devolvamos los entes separados que hemos juzgado como reales, Jesús necesita recordarnos que renunciamos a lo que nunca fue real, y por ello la salvación pide que renunciemos a un sistema de pensamiento que era ilusorio desde el principio. Así él explica en el texto cómo su curso “apenas requiere nada de ti. Es imposible imaginarse algo que pida tan poco o que pueda ofrecer más.” (T-20.VII.1: 7-8). Él nos dice que todo lo que él requiere es que dejemos ir el ego, que es inherentemente nada. Para nosotros, por supuesto, el ego lo es todo y, por lo tanto, dejarlo ir se considera sacrificial. Las personas en la vida religiosa - y desafortunadamente esto va para los estudiantes de Un Curso de Milagros también - han cambiado el foco del sacrificio del «contenido» a la «forma». En consecuencia, creen que Dios exige que renuncien al placer: el sexo, la comida, el dinero y la comodidad.
Así, el ego tuerce el concepto del sacrificio a su favor y nos hace abandonar ciertos comportamientos, lo que nos lleva a creer que hemos logrado algo significativo. Sin embargo, el sistema de pensamiento del ego subyacente permanece intacto, la motivación del ego desde el principio. Jesús explica muchas veces que el sacrificio ha dado lugar a la extraña idea del martirio (por ejemplo, T-3.I, T-6.I), en donde nos convertimos en mártires de la salvación. Es por eso que las personas luchan por abandonar las adicciones, los hábitos y las relaciones, porque piensan que esto es lo que se les pide. Sin embargo, si renunciamos a la «forma» y retenemos el «contenido», no hemos renunciado a nada. Eso no significa que no sea útil a veces cambiar el comportamiento, pero si no cambiamos el sistema de pensamiento subyacente de la mente, cambiar el comportamiento es sólo la mitad del trabajo, como Jesús dice en este conocido pasaje sobre la enfermedad:
“El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la «mente» que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad no causó nada ni tuvo efectos.” (T-28.11.11: 6-7).
Ahora, a la lección:
(1) «Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo. Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en Mí.»
La frase clave es “cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser” Este es un énfasis importante de la enseñanza de Jesús a lo largo de Un Curso en Milagros: que nos volvamos conscientes del propósito del sistema de pensamiento del ego al que hemos dado nuestra lealtad. Nuestros sueños de especialismo y sacrificio son intencionales; es decir, hay una razón por la que elegimos ser miserables. Vinimos a este cuerpo para evitar la conciencia del poder de la mente para elegir nuestro Ser en lugar del ego. Este subterfugio es lo que necesitamos ver: nuestros mundos macrocósmicos y microcósmicos forman parte de la trama cuidadosamente planeada del ego para evitar que volvamos a la mente, donde ciertamente elegiríamos la verdad en lugar de la ilusión, y la corrección en vez del pecado. El sacrificio del cuerpo, entonces, se convierte en el concepto central en el plan del ego para «su» salvación.
(2:1-2) «Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios.»
En el Cielo, la pérdida es imposible. Sin embargo, dentro del sueño que llamamos nuestras vidas, podemos de hecho sacrificarnos, creyendo que se nos pide que renunciemos a nuestra posesión más preciada: la “perla de inestimable valor” (T-23.II.11: 2) de nuestra identidad, rodeada del especialismo del ego. Por lo tanto, dentro de nuestra experiencia aquí, este yo especial - nacido del sacrificio, y sostenido y amenazado por él al mismo tiempo - es real e importante para nosotros. Es sólo cuando salimos del sueño con Jesús que podemos mirar de vuelta y decir: “Dios mío, me estoy aferrado a la nada. No sólo eso, a lo que me he estado aferrando me está haciendo miserable e infeliz, ¿por qué me identifico con un yo que ni siquiera existe? ¿Por qué, excepto en la locura, seguiría eligiendo hacer esto?”
(2:3-5) «Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. Lo que Tú no has dado es irreal. ¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?»
En otras palabras, todo a lo que renunciamos es una ilusión, porque Dios no nos dio el yo separado. Lo que Él dio - nuestra Identidad como Cristo- nunca lo podemos perder, y lo que Él no ha dado no tiene ninguna realidad. Por esta razón es imperativo para casi todos en este mundo - sean religiosos o no - creer en un Dios o algún principio mayor que les dio vida. Por la misma razón, muchos estudiantes de Un Curso de Milagros tienen dificultad con la idea de que Dios no creó este mundo, y por qué las religiones necesitan tener a Dios involucrado aquí de alguna manera. Si Él no nos dio este mundo o cuerpo, no tienen realidad y, por lo tanto, no podemos tener una existencia verdadera aquí.
Reconocer que no existimos en absoluto es nuestro mayor temor, pero apoyamos, reforzamos y salvamos nuestras identidades especiales al traer a Dios a ellas, creyendo que nacemos en este mundo como cuerpos que viven vidas consideradas como santas, como parte de una actividad espiritual en curso o proceso divino. Por lo tanto, un pasaje como el anterior es uno de los pensamientos más temidos que el ego puede oír. Una vez más, es aterrador que se nos diga que Dios no nos dio este cuerpo o nuestro especialismo. En verdad, Él sólo se dio a Sí Mismo mediante la extensión de Su Amor, y esto no tiene nada que ver con el mundo o nuestro yo ilusorio."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 322
"Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Esta lección nos vuelve a hablar sobre las renuncias, los sacrificios, y la verdad, lo que es real.
El sistema de pensamiento del Curso, establece unos criterios sencillos pero radicales para determinar lo que es verdad y lo que no lo es. La verdad es Dios y sus atributos como el Amor, la paz, la felicidad, la plenitud. Pero en este mundo tenemos unas caricaturas de estos atributos con sus respectivos opuestos, como el miedo, el conflicto o el sufrimiento, entonces surgiría la pregunta, ¿como diferencio lo que es verdad de lo que no lo es.? La respuesta es que la verdad tiene que ser eterna, inmutable, inmortal, que no esté sujeta a cambios. Todo lo que no sea eterno o inmutable, todo lo que cambia, se degrada o parece morir, no es verdad, no es real. Por lo tanto, todo lo que no sea amoroso e inmutable, no es real, es ilusorio. De ahí que lo primero que nos dice la lección es que, "Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más." Aquí sacrificio es sinónimo de renuncia. A lo único que puedo renunciar es a mis propias ilusiones, al mundo falso que he inventado, pues a la verdad como al Amor no puedo renunciar pues es mi naturaleza, es la Voluntad de Dios que no puedo modificar.
Las ilusiones, mi falsa percepción del mundo, mis juicios, son como una enorme cortina oscura que me ocultan la verdad y el Amor que soy. "Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios." Esos ancestrales mensajes que Dios me envía se realizan a través del Espíritu Santo, la Voz que habla por Dios. "En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo." El recuerdo del Amor de Dios se nos manifiesta cada vez que perdonamos, cada vez que renunciamos a una ilusión, a una percepción falsa. El perdón es el regalo que Dios nos envía a través de Su Voz, y nos recuerda que, "cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí." El Espíritu Santo es el recuerdo del Amor de Dios en nuestras mentes, la única parte real en nosotros, nuestra mente recta, nuestra mente amorosa.
ORACIÓN DEL DÍA:
"Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. Lo que Tú no has dado es irreal. ¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?"
Tras la creencia en la separación arrastramos un miedo atávico, el miedo al castigo de Dios. Y desde antaño consideramos cada desastre natural, enfermedad o pérdida económica como un castigo de Dios, y buscamos apaciguar la ira de Dios, ofreciéndole sacrificios. Primeros fueron los sacrificios humanos y después de animales. El episodio de Abraham en su intento fallido de sacrificar a su hijo Isaac, muestra esa transición. En este mundo consideramos que para obtener algo debemos sacrificamos, debemos renunciar a algo a cambio. El Amor no sabe de sacrificios ni pide sacrificios, esta es otra distorsión de nuestra mente falsa, de nuestro ego. Por eso la oración nos dice que el sacrificio es "inconcebible", no podemos renunciar a la verdad, a lo real, al Amor, pues esa es la Voluntad de Dios, tan solo puedo renunciar a lo que no es real, a lo que no sea amoroso, por eso, "Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real." puedo renunciar al miedo, a las creencias en la culpa, el juicio, el ataque, a los conflictos, a las carencias o a las enfermedades. Puedo y debo renunciar al sistema de creencias del ego, a todo lo que me impide volver a Dios y contemplar el Amor que Soy.
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "11. ¿Qué es la Creación?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.
CELEBRANDO EL MILAGRO
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