LECCIÓN 360 Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz.




Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 360

Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz.

1. Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti. ²Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables. ³Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. ⁴Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. ⁵En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. ⁶En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. ⁷Y con este pensamiento decimos felizmente “Amén”.





AUDIOS de la Lección 360
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 360
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.


Ocurrir de la Lección 360
a través de Martin Musarra


Lección 360
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda


































LECCIÓN 360

Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que por medio de nosotros el mundo sea bendecido con paz.

Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Este tema especial ¿Qué soy? termina con una lección dedicada a la paz. Ya hemos visto la importancia de la paz para las enseñanzas de Jesús. La paz parte de mí mente y, mediante la mediación del Espíritu Santo y de Jesús, puedo ver, en mi hermano, el Hijo de Dios que es para, de esa manera poder, reconocerlo en mí mismo. Esto implica no hacer juicios, ver la impecabilidad de mi hermano y no caer en la ira. Esto nos coloca en condiciones, para tener la visión de Cristo y mediante el perdón poder extender paz y bendiciones a nuestros hermanos y el mundo.

Nos dice Jesús en la lección:

”Padre, Tu Paz es lo que quiero dar al haberla recibido de Ti”.

Recibí la Palabra de Dios y la quiero compartir con mis hermanos. La reconozco y dejo de ponerle obstáculos. Asumo la condición de ministro, mensajero o maestro de Dios: escucho la llamada de la Palabra de Dios, la recibo, la doy a mis hermanos para, de esa manera, integrarla.

Continúa Jesús:

”Soy Tu Hijo, eternamente tal como me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables”.
.
Soy el Hijo de Dios y acepto mi verdadera identidad plena, abundante, inocente, impecable, tal como la de Dios, que ha querido compartir su Identidad con nosotros. Jesús, utiliza la metáfora de los Grandes Rayos para comparar a Dios con el sol, como la Fuente de la cual todos Sus Hijos provenimos y seríamos sus rayos, sus emanaciones que se desprenden de Él.
 En todos Sus Hijos hay una pequeña chispa que expresa el recuerdo de Dios y cuando esta se enciende, mediante el perdón, vemos en nuestro hermano el Hijo de Dios que es, al igual que nosotros. Con cada experiencia de perdón que tengamos y de sanación de la mente, los grandes rayos se extienden a los hermanos. Naturalmente, que estamos hablando a nivel de la mente, no del cuerpo.
 
Continúa Jesús:

”Quiero llegar a Ellos en silencio y con certeza, pues no hay ningún otro lugar donde ésta se pueda hallar”.

A los Grandes Rayos, como expresión de Dios, puedo llegar en silencio, es decir, sin juicios de ataque, con la certeza que da el tener claro que mi único objetivo es Dios, y mi único propósito, en este mundo, es perdonar. Con los Grandes Rayos puedo llegar a Cristo que me vincula a Dios. La paz llega cuando reconozco mi naturaleza de Hijo de Dios y soy como un rayo de una Fuente: la Mente de Dios.
Dice Jesús:

”Que la paz sea conmigo y con el mundo entero”.

No puedo tener paz aislándome de mis hermanos. Si siento que no tengo paz es muy posible que haya tenido un pensamiento de ataque hacia un hermano. Es el momento de aquietarme, pedir ayuda y no hacer juicios. Es el momento de ver, en mi hermano, el Cristo que es, lo cual lo hace poseedor de los Grandes Rayos en el interior de su mente recta.

Finalmente, nos dice Jesús:

”En la santidad fuimos creados y en la santidad permanecemos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente “Amén”.

Dios, mi Creador, me creó en la santidad y en esta permanezco, así, me empeñe en seguir al ego que me dice que soy un ser pecador, e indigno de la presencia de Dios. En Dios y en mí, como Su Creación, lo único que existe es santidad. No hay motivo para tener miedo ni atacar. Me siento en la Unidad de Dios y gozo de Su perfecta paz. No queda espacio, en mi mente, sino para la bondad de Dios. Desde la paz puedo decir felizmente: Amén.

Con relación al tema de que soy.

Nos dice, Jesús, en el tema especial 14. ¿Qué soy?:

”Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios”.

Ahora, siempre es ahora, en el camino de la salvación. Ahora, he sido redimido cuando, a partir, primero, de mi decisión de pedir ayuda, reconozco que estaba equivocado por seguir al ego y me he abierto a la intervención del Espíritu Santo y de Jesús para que sanen mi mente mediante el perdón y la aceptación de la Expiación para mí mismo. 

Después, de dejar que la Ayuda divina obre en mi mente, asumo mi papel de ministro, mensajero o maestro de Dios y le llevo la Palabra a mis hermanos y, de esa manera, la integro. De esta forma, contribuyo al plan de Dios para la salvación que me puede llevar a las puertas del Cielo donde Dios dará el último paso y me entrará Corazón de Dios.

Proceso de práctica de la lección

1. Tener momentos con Dios por la mañana y por la noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. . Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.



Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 

Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.

Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.

Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)

2. Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios. Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.

4. Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.








Kenneth Wapnick 

«Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz.»

Lección 360

"Esta lección es una hermosa representación de la unicidad del Hijo de Dios.

(1:1) «Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti.» 

Si estoy enamorado de mi yo personal - el yo que se basa en el conflicto - intentaré continuamente atacar la paz y negarla a mí mismo y a todos los demás. Sin embargo, cuando el dolor se vuelve demasiado grande, elegimos gustosamente la Expiación que por sí solo elimina todo dolor y restaura la paz de Dios a nuestra agradecida conciencia.

(1:2) «Yo Soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables.» 

Este es el único lugar en el Libro de Ejercicios donde Jesús usa la frase “Grandes Rayos”. No son nada visual o perceptual, ni están asociados de ninguna manera con los rayos de luz de los que hablan otros sistemas metafísicos. Tal como se entiende en Un Curso de Milagros, el término es un símbolo de la Luz de Cristo que es nuestro verdadero Ser. Dios, entonces, sería el “Sol” - la Fuente - y nosotros las emanaciones o extensiones - los Rayos - de esa Luz. En el texto, Jesús habla de la pequeña chispa del Gran Rayo que existe en todos nosotros: el recuerdo esa gran Luz, sostenida para nosotros en nuestras mentes rectas por el Espíritu Santo, y que se encuentra completamente presente en todos los fragmentos aparentes de la Filiación:

“En muchos lo único que queda es la chispa, pues los Grandes Rayos están velados. Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin ser vistos...La chispa, no obstante, sigue siendo tan pura como la luz mayor porque es lo que queda de la llamada de la creación. Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te contestará.” (T-10.IV. 8:1-3, 6-7)

(1:3) «Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza.» 

Alcanzo la chispa de ese Gran Rayo en todos, en reconocimiento de nuestra unicidad inherente como el Hijo de Dios. Jesús nos anima a pedir ayuda para percibir la Luz de Cristo - en lugar de la oscuridad del ego - que brilla en todos. Al “oír” el silencio del ego en nuestros hermanos, escuchamos la Voz del Espíritu Santo que responde a nuestras plegarias por paz con Su certeza - la realidad del único Hijo de Dios, en quien depositamos nuestra fe:

“Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo.” (T-9.1I.4:1-2)

(1:4-7) «Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente "Amén".»

De nuevo, todos somos uno, y si quiero recordar mi Unicidad como Cristo, no puedo excluir a ninguno de los Hijos de Dios de la visión de santidad, ni querría, sabiendo su tremendo costo para mí de perder mi Ser. "

~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.













LECCIÓN 360

"Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

Si observamos las últimas lecciones tienen como tema central la paz, y la unicidad de la Creación. Proclamo y reconozco la paz que reside en mi por ser  el santo Hijo de Dios. Al reconocer y aceptar mi impecabilidad y mi inocencia, esta se traduce necesariamente en paz, que es la condición de Dios y Su Creación. 

En este mundo  solo llegamos a la paz a través del perdón. Al sanar las relaciones con mis hermanos, al reconocer y aceptar que todos somos uno, somos el santo Hijo de Dios,  la misma paz que Dios me ha dado la comparto, de esta manera bendecimos al mundo. 

ORACIÓN DEL DIA:

"Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti. Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables. Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente “Amén”.

Dios nos creó santos e impecables, esa es nuestra condición eterna, eso no ha cambiado nunca, así nosotros en nuestro loco sueño de separación lo hayamos pensado. El milagro del perdón nos despierta a nuestra realidad inmortal, y podremos volver a ver los grandes rayos de la Creación, la luz del Cristo en mi, cuya chispa el Espíritu Santo mantuvo viva en mi mientras creía errar por un mundo extraño y caótico. Aquietamos nuestra mente y corazón y en silencio contemplamos la  luz que siempre nos ha habitado.
 
Gracias Padre, por Tus bendiciones y por Tu infinito Amor! 

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "14. ¿Qué soy" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.  











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