EL MIEDO Y EL TEMOR A DIOS - algunas citas de UCDM sobre

“Con lentitud, constancia y amabilidad se gana esta carrera” Ken Wapnick
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ALGUNAS CITAS DE UN CURSO DE MILAGROS 

SOBRE EL MIEDO Y EL TEMOR A DIOS

 


        MIEDO:

 



Nunca podrás controlar por ti mismo los efectos del miedo, pues el miedo es tu propia invención, y no puedes sino creer en lo que has inventado.
(T-1.VI.4:2).






Todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percepción errónea de que tienes la capacidad de usurpar el poder de Dios.
(T- 2.I.4:1).




Si tienes miedo, es que estás equivocado con respecto a lo que es valioso. 
(T-2.II.1:7).




Tanto la separación como el miedo son creaciones falsas que tienen que deshacerse a fin de que se pueda restaurar el templo y abrir el altar para que se reciba la Expiación. 
(T-2.III.2:3).




Si tienes miedo, es que estás equivocado con respecto a lo que es valioso.
(T-2.II.1:7).




Tanto la separación como el miedo son creaciones falsas que tienen que deshacerse a fin de que se pueda restaurar el templo y abrir el altar para que se reciba la Expiación. 
(T-2.III.2:3).




Tener miedo parece ser algo involuntario y no estar bajo tu control. 
(T-2.VI.1:1).




La presencia del miedo indica que has elevado pensamientos corporales al nivel de la mente.
(T-2.VI.1:6).




Tener miedo parece ser algo involuntario y no estar bajo tu control.
(T-2.VI.1:1).





La presencia del miedo indica que has elevado pensamientos corporales al nivel de la mente.
(T-2.VI.1:6).




Siempre que tienes miedo es señal inequívoca de que le has permitido a tu mente crear falsamente y de que no me has permitido guiarla.
(T- 2.VI.2:10).




Cada vez que tienes miedo es porque has tomado una decisión equivocada.
(T-2.VI.3:2).




El miedo es siempre un signo de tensión que surge siempre cuando hay conflicto entre lo que deseas y lo que haces.
(T-2.VI.5:1).




El miedo no es nada realmente y el amor lo es todo.
(T-2.VII.5:3).

Cuando todo lo que retengas en la memoria sea digno de amor, no habrá ninguna razón para que sigas teniendo miedo.  Ese es tu papel en la Expiación. 
(T-2.VIII.5.10-11)



Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. (T-3.VI.10:4).




El miedo no puede ser real sin una causa, y Dios es la única causa.
(T- 9.I.9:6).




No puedes crear lo irreal porque la ausencia de realidad es temible y el miedo no es algo que pueda ser creado.
(T-9.I.13:4).




Cualquier intento de negar lo que simplemente es tiene necesariamente que producir miedo, y si el intento es fuerte producirá pánico.
(T-9.I.12:1).




El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote donde quiera que vas.
(T-11.III.4:4).




¿Y de que otra manera puede uno disipar las ilusiones, excepto examinándolas directamente sin protegerlas? No tengas miedo, por lo tanto, pues lo que estarás viendo es la fuente del miedo, y estás comenzando a darte cuenta de que el miedo no es real.
(T-11.V.2:2-3).




Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a considerar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha enseñado que el miedo en sí es una petición de ayuda.
(T-12.I.8:7).




Pues el miedo es una súplica de amor, en la que se reconoce inconscientemente lo que ha sido negado.
(T-12.I.8:13).




El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida. Si al percibirlo en otros aprendes a subsanar esa sensación de pérdida, se elimina la causa básica del miedo.
(T-12.I.9:1-2).





El miedo y el amor son las únicas emociones que eres capaz de experimentar.
(T-12.I.9:5).




La otra [el miedo] adopta muchas formas, ya que el contenido de las fantasías individuales varía enormemente. Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. Están compuestas de imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír. Constituyen un mundo privado que no se puede compartir. Pues únicamente tienen sentido para su hacedor, y, por consiguiente, no tienen sentido en absoluto. En este mundo su hacedor ronda solo, ya que únicamente él las percibe.
(T- 13.V.1:4-9).




Dije anteriormente que solo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. Una de ellas es inmutable aunque se intercambia continuamente, al ser ofrecida por lo eterno a lo eterno. Por medio de este intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. La otra adopta muchas formas, ya que el contenido de las fantasías individuales difiere enormemente. Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. Están compuestas de imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír. Constituyen un mundo privado que no se puede compartir. Pues únicamente tienen sentido para su hacedor, y, por consiguiente, no tienen sentido en absoluto.
(T-13.V.1:1-8).




El miedo, por definición, conlleva sustitución, pues es el sustituto del amor. El miedo es una emoción fragmentada y fragmentante. Parece adoptar muchas formas y cada una parece requerir el que uno actúe de modo diferente para poder obtener satisfacción.
(T-18.I.3:1-4).




El miedo parece habitar en la obscuridad, y cuando tienes miedo es que has retrocedido.
(T-18.III.2:4).




No permitas que tu temor del pecado impida la corrección del error, pues la atracción que ejerce la culpabilidad es solo miedo. He aquí la única emoción que has inventado, independientemente de lo que aparenta ser. He aquí la emoción de los secretos, de los pensamientos privados y del cuerpo. He aquí la emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de diferencias y a la pérdida de la igualdad. He aquí la única emoción que te mantiene en las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.
(T-22.I.4:6-10)





Puedes estar completamente seguro de que todo lo que aparenta ser felicidad y no es duradero es realmente miedo
(T-22.II.3:5).






¡Cuán débil es el miedo! ¡Cuán ínfimo e insensato! ¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! Tal es "tu enemigo": un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo.
(T-22.V.4:1-4).






Y el miedo, con labios mortecinos y ojos que no ven, obcecado y de aspecto horrible, es elevado al trono del amor, su moribundo conquistador, su sustituto, el que te salva de la salvación. ¡Cuán bella parece la muerte a las leyes del miedo! ¡Dale gracias al héroe que se sentó en el trono del amor y que salvó al Hijo de Dios para condenarlo al miedo y a la muerte.
(T-23.II.15:6-8).






Sea cual sea el término que hayas utilizado para referirte a tu sufrimiento, este ya no existe. Aquel que es portador del milagro percibe que todos ellos son uno y lo mismo, y los llama miedo. De la misma manera en que el miedo es el testigo de la muerte, el milagro es el testigo de la vida.
(T-27.VI.5:4-7).






Pues el dolor y el pecado son la misma ilusión, tal como el odio y el miedo, y el ataque y la culpabilidad son uno.
(T-29.II.3:3).






Pero nunca está ausente del sueño, pues el miedo es el elemento básico de todos los sueños. Puede que la forma en que estos se manifiesten cambie, pero es imposible que se componga de ninguna otra cosa.
(T-29.IV.2:5-6).




Los sueños que crees que te gustan son aquellos en los que las funciones que asignaste se cumplieron, y las necesidades que te adscribiste, fueron satisfechas. No importa si esas necesidades se satisfacen o si son simplemente algo que se desea. Es la idea de que existen lo que produce el miedo.
(T-29.IV.4:3-5).




Siempre que tienes miedo, de la clase que sea —y tienes miedo si no estás experimentando una profunda felicidad, certeza de que dispones de ayuda o una serena confianza de que el Cielo te acompaña— ten por seguro que has forjado un ídolo que crees que te va a traicionar.
(T- 29.IX.9:1).




El resultado de la autotraición tiene que ser el miedo, pues el miedo es un juicio, y conduce inevitablemente a la frenética búsqueda de ídolos y de muerte. 
(T-29.IX.9:3).




El miedo es un juicio que nunca está justificado. Su presencia no significa nada, excepto que sirve para mostrarte que escribiste un guion tenebroso y que como resultado de ello, tienes miedo.
(T-30.VII.3:8-9).




La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia fortaleza.
(L-48.3:1)


El miedo no puede por menos que cegar, pues ésta es su arma: no puedes ver aquello que temes ver. El amor y la percepción, por lo tanto, van de la mano, pero el miedo oculta en las tinieblas lo que se encuentra ahí.
(L.130.2:4-5)


Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.
(L-160).




El miedo es un extraño en los caminos del amor. Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. Y de este modo no te conocerás a ti mismo.
(L-160.1:1-3).




Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. Más si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.
(L-160.4:7-8).




El miedo es insaciable y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.
(L-161.7:5)




Pues ahora el amor tiene un "enemigo", un opuesto; y el miedo, el extraño, necesita que lo defiendas contra la amenaza de lo que realmente eres.
(L-170.3:3)




El miedo es un engaño. Da testimonio de que te has visto a ti mismo como nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser real.
(L-240.1:1-2)




El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo. Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor.
(L- 240.3.2:1-3)




El cuerpo es un sueño. Al igual que otros sueños, a veces parece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños.
(L-260.5. 3:1-2).






El nombre del miedo es simplemente un error.
(L-282.2:4)




El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. 
(L- 331.1:7)




Los nuevos sueños perderán su atracción temporal y se convertirán en sueños de miedo, que es el contenido de todos los sueños.
(P-3.II.6:6)


Aquel que verdaderamente se ha curado no tiene miedo, pues el amor ha entrado allí donde antes estaban los ídolos y el miedo ha cedido finalmente ante Dios.
(O.3.III.6:6)

 

 

MIEDO A LA MUERTE

 



Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción
(19.4.C.1:5).

TEMOR A DIOS:

 



Lo que parece ser el temor a Dios es en realidad el miedo a tu propia realidad.
(T-9.I.2:2).




El cuarto obstáculo [para la paz]: El temor a Dios.
(T-19.4.D)




He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga abandonar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación.
(T-19.IV.D.3:4)




Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte.
(T- 23.IV.1:1)




Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. Pues exiges a tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. Y Dios mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace de ahí.
(T-24.I.8:1-4)

Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del amor.  Y así mueres cada día para vivir otra vez, hasta que cruces la brecha entre el pasado y el presente, la cual en realidad no existe.  Esto es lo que es toda vida: un aparente intervalo entre nacimiento y muerte y de nuevo a la vida; la repetición de un instante que hace mucho que desapareció y que no puede ser revivido.  Y el tiempo no es otra cosa que la creencia demente de que lo que ya pasó todavía está aquí y ahora.
(T26-V.13)



¡El temor a Dios! El mayor obstáculo que la paz tiene que salvar no ha desaparecido todavía. Los demás ya han desaparecido, pero este todavía sigue en pie, obstruyendo tu paso y haciendo que el camino hacia la luz parezca obscuro y temible, peligroso y sombrío.
(T-29.I.3:1- 3).




El temor a Dios no es el miedo de perder tu realidad, sino el miedo de perder tus ídolos.
(T-29.VII.9:6-7)




De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de considerar que el perdón es algo inmerecido. Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor de Dios.
(T-30.VI.4:3-4)




El temor a Dios es el resultado ineludible de la lección que afirma que su Hijo es culpable, de la misma manera en que el Amor de Dios no puede sino recordarse cuando el Hijo reconoce su inocencia.
(T- 31.I.10:1)






El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpabilidad y a la muerte, no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que os mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él.
(T-31.VII.9:1).




Cada uno le dice claramente a su mente atemorizada: "Has usurpado el lugar de Dios. No creas que Él se ha olvidado". Aquí es donde más vívidamente se ve reflejado el temor a Dios.
(M-17:7.3-4)


El que se ha dado cuenta de la Bondad de Dios, ora sin temor.
(O.1.I.6:5)




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