LECCIÓN 83 Segundo Repaso

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LECCIÓN 83

 Hoy repasamos estas ideas:

 

1.    (65) Mi única función es la que Dios me dio.

 

2 No tengo otra función salvo la que Dios me dio. 3 Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. 4 Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. 5 Cuaquier duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.

 

2.    Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:

 

2 Mi percepción de esto no altera mi función.

3 Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.

4 No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.

 

3.    (66) Mi función y mi felicidad son una.

 

2 Todas las cosas que proceden de Dios son una. 3 Proceden de la Unicidad1 y tienen que ser recibidas cual una sola. 4 Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. 5 Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.

4.    Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:

 

2 Esto no puede separar mi felicidad de mi función.

3 La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.

4 Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.

 

1 N.T. A la palabra “unicidad”, que de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española significa “calidad de único”, se le dado aquí un nuevo significado. En la presente obra se ha utilizado “unicidad” exclusivamente para traducir la palabra inglesa “oneness” en su acepción de “calidad, estado o hecho de ser uno”.








AUDIOS de la Lección 83
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 80
A través de Mariano Noé


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a través de Martin Musarra


Lección 83 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda



















LECCIÓN 83

Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Nos dice Jesús:

En la lección 83  se van a repasar las siguientes lecciones:

1. (65) Mi única función es la que Dios me dio.

”No tengo otra función salvo la que Dios me dio. Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. Cualquier duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.

Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:
Mi percepción de esto no altera mi función.
Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.
No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.

Comentario del resumen de la lección 65.

Quiero destacar lo que dice Jesús: 
¬“Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar”_ 

Jesús, nos está diciendo aquí sobre la importancia de ser coherentes y lo único que da esta coherencia es tener claro un propósito que oriente nuestras vidas. El propósito, la función que nos propone, es el perdón. Todo lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos deben constituirse en oportunidades para aprender a perdonar pues este es el camino para llegar a Dios. Sin olvidar, que a Dios no podremos llegar solos sino con nuestro hermano. En otras lecciones, Jesús, nos ha dicho que mi única función es ser la luz del mundo, ser feliz, la salvación y el perdón. En realidad, no se puede conseguir las otras funciones sin el perdón. Cuando perdono dejo la culpa que me mantiene en el miedo, que me impide estar en el presente, que me mantiene en el sufrimiento, en el sacrificio y el dolor. Que no me deja tener paz.

Si tengo una única función no puedo tener metas conflictivas, sé para donde voy y no actúo a ver que pasa como es la lógica del ego. Si me meta es regresar a casa, a Dios, a través del plan de Dios para la salvación, el perdón es el medio que me ayuda a sanar mi mente, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, de tal manera que, desde mi mente recta, me sienta unido a Dios y a mis hermanos, a los que no veré como mis enemigos sino como mis salvadores porque me hacen el favor de mostrarme lo que tengo que cambiar y perdonar. No haré nada que implique ataque y separación. Apostaré a la unidad. Se acaban las dudas cuando reconozco que mi única función es perdonar.

Si percibo conflicto, algo que no esté de acuerdo, con el plan de Dios para la salvación, no quiere decir que el plan esté cuestionado. Simplemente, es una oportunidad para elegir de nuevo y perdonar. El ego, siempre va a querer que crea que no tengo perdón ni salvación. Si me equivoco perdono y no me valdré de las situaciones externas para hacer de ellas una justificación para seguir fracasando más. Reconozco, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús, que me equivoqué y perdono.

2. (66) Mi función y mi felicidad son una.

”Todas las cosas que proceden de Dios son una. Proceden de la Unicidad y tienen que ser recibidas cual una sola. Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. 5Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.

Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:
Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.
Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.

Comentario del resumen de la lección 66

Dios, quiere que sea feliz. No quiere que me sacrifique, que sufra, que tenga miedo. No vinimos a estar en “un valle de lágrimas”. La Voluntad de Dios es que seamos felices, ahora. No en un futuro lejano cuando se cumplan determinadas condiciones. Como Hijos de Dios somos merecedores de la felicidad, ahora. No seamos arrogantes y le llevemos la contraria a nuestro Padre. No vinimos a sufrir. 

Dios es Unidad. La creencia en la separación pretende que nos sintamos por fuera de la Unidad de Dios y que nos centremos en el deseo de ser especiales, encerrados en nuestros pequeños mundos de ilusiones.

La manera de alcanzar la felicidad es mediante el perdón. Recordemos lo que hemos aprendido: el perdón es el medio para superar los resentimientos que nos impiden ver la luz en nosotros, que no nos dejan ver los milagros a los que tenemos derecho, que nos mantienen en un continuo ataque hacia nosotros mismos, que nos separan de nuestros hermanos y del Amor de Dios. Así, que decidámonos a ser felices y perdonemos. Pero no perdonemos solos sino con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús.

El perdón me aporta felicidad. Cualquier error que cometa lo puedo corregir con el perdón y la aceptación de la Expiación para mí mismo y no me hace indigno de la felicidad como quiere el ego. Simplemente, elijo de nuevo el camino de Dios. Nada, ni nadie, puede quitarnos la paz, si no lo permitimos. 

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les recomiendo leerse la introducción al segundo repaso,  realizar la lección como se les propone y escuchar el mensaje de Dios que los está esperando. No realizarla solos sino con el Espíritu Santo y con Jesús. Sin olvidarse de reír, porque la Voluntad de Dios para nosotros es que seamos felices. 

¡Muchas, muchísimas, bendiciones!
Jorge Luis Álvarez Castañeda



Kenneth Wapnick 
Lección 83
Repaso II

(1:1) (65) «Mi única función es la que Dios me dio.» 

«No hay» nada más.

(1:2-5) «No tengo otra función salvo la que Dios me dio. Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.» 

Nuestra función es perdonar, la única razón de mentalidad correcta para estar en el mundo. No estamos aquí para salvarlo, ganar mucho dinero, formar una familia feliz, tener un cuerpo sano o vivir hasta los ciento cincuenta años. Recordar esto eliminará el conflicto, porque creer que nuestra función es externa inevitablemente estará en conflicto con nuestra función interna de darnos cuenta de que nada externo es importante; únicamente el cambio de pensamiento provocado por el cambio de los maestros.

El conflicto también resulta de querer estudiar este curso y regresar a casa, al mismo tiempo que anhelas ser su gran maestro, o, aparentemente más humildemente, su devoto estudiante, mientras que aún deseas los regalos de especialismo: dinero, fama, poder y amor. En estos casos, consideramos un objetivo externo tan importante - si no más - que el interno, estableciendo el conflicto que fue el objetivo del ego desde el principio. Sin embargo, este curso terminará con el conflicto, no lo exacerbará, y el único propósito de mentalidad correcta del mundo externo, una vez que lo hemos fabricado, es que sea el espejo que nos muestre la elección que hemos hecho internamente. Sólo entonces nuestras mentes - la verdadera fuente del conflicto - podrán ser sanadas, como explica el siguiente pasaje:

“No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. Ése es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él, y, por lo tanto, es el único que tiene. Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que tanto este mundo como el tiempo y todas las apariencias lleven a cabo, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo. Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte.” (T-24.VI.4:1-4)

La curación es, pues, el único propósito cuerdo del mundo. Una vez que lo fabricamos como una expresión de nuestro odio a Dios y a Cristo, nuestro nuevo Maestro cambia su propósito. El mundo se convierte en el vehículo para mostrarnos, primero, que tenemos una mente, y segundo, la decisión en favor del ego que tomamos dentro de ella. Ahora la decisión correcta es inevitable, y estamos seguros del propósito del perdón a medida que la duda desaparece.

Ahora buscamos aplicar lo que estamos aprendiendo:

(2:2-3) «Mi percepción de esto no altera mi función. 
Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.» 

Cualquiera que sea la situación que creo que está perturbando mi paz no tiene ningún efecto en mi mente. Dicho de otra manera, nada de lo que percibo como externo tiene el poder de cambiar mi propósito de perdón. Independientemente de las reacciones del ego ante una situación, mi función permanece dentro, amorosa y pacientemente salvaguardada para mí por Jesús. El lector puede recordar nuestra cita anterior de este hermoso pasaje en el texto - Jesús haciendo eco de su gentil y paciente papel como nuestro maestro - parte del cual miramos nuevamente:

“He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abrigado. Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminiscencia.”  (T-5.IV.8:3-4)

A pesar de las travesuras de nuestro ego, no podemos perder. Nuestra locura no tiene efecto en la cordura interna, ni en nuestra función cuerda del perdón.

(2:4)  «No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.» 

Permítaseme no usar una situación externa como un medio para justificar la creencia de que hay algún propósito en mi vida que no sea deshacer el sistema de pensamiento del ego. El mundo está muy feliz de cooperar en el plan del ego - después de todo, el ego fabricó el mundo para que cooperase - al brindarnos una oportunidad tras otra para justificar nuestros juicios y resentimientos, nuestra percepción de que hemos sido injustamente tratados; una injusticia que sólo puede remediarse con nuestra respuesta defensiva y, en ocasiones, agresiva. Sin embargo, nos dicen dos veces: la ira nunca está justificada (T-6.in.1:7; T-30.VI.1:1-2). Restaurar la paz de la mente es nuestra única responsabilidad, y el reconocimiento de este hecho feliz es el corazón de nuestra función de perdón.

(3:1) (66) «Mi función y mi felicidad son una.» 

Esto se debe a que nuestra felicidad no resulta de nada en el mundo. Recuerda que las leyes del especialismo nos dicen que nuestra felicidad proviene del cuerpo: el nuestro o el de otro, o cualquier cosa externa. Esto, nuevamente, debe engendrar conflicto, porque la felicidad viene sólo cuando dejamos de lado la culpa, el gozoso efecto del perdón. Sin embargo, si pensamos que hay placer en el mundo, inevitablemente estaremos en conflicto. Esto ciertamente no significa que debamos sentirnos culpables porque todavía buscamos el placer corporal, sino solo que debemos ser conscientes de lo que estamos haciendo. Este no es un curso para sacrificar o renunciar a lo que sentimos que es importante, sino para aprender, como Jesús nos instruye cerca del final del texto, que renunciar al mundo no es renunciar a nada y, por lo tanto, no hay sacrificio involucrado. Así, al mismo tiempo que nos pide que renunciemos a lo que no es nada, Jesús nos está ayudando a reconocer que todo aquí no es nada. Sólo entonces podremos realmente renunciar al mundo:

“¡Renuncia al mundo! Pero no con una actitud de sacrificio, pues nunca lo deseaste. ¿Qué felicidad que jamás buscaste en él no te ocasionó dolor? ¿Qué momento de satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante? La dicha no cuesta nada. Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es felicidad. ¡Que la honestidad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! Por todas ellas hubo que pagar un precio exorbitante y sufrir penosas consecuencias.” (T-30.V.9:4-12)

Este es un curso para abrir nuestros ojos para que entendamos cómo lo que pensamos, sentimos y hacemos encaja en el plan de Expiación de Dios. Todo lo que deseamos afuera puede servir a un propósito santo, si permitimos que el Espíritu Santo nos enseñe su verdadero significado. Por lo tanto, para repetir este punto importante, comprender que nuestra felicidad no proviene de lo externo no debe hacernos sentir culpables. Es una declaración que simplemente nos ayuda a darnos cuenta de que toda nuestra vida está basada en el conflicto, y de esa comprensión viene el final del conflicto y el alborear de la verdadera felicidad.

(3:2-4) «Todas las cosas que proceden de Dios son una. Proceden de la Unicidad y tienen que ser recibidas cual una sola. Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente.» 

El ego trata de separarnos de Dios y de nuestro ser - «en la mente» - y luego hacer que creamos que nuestra felicidad y función descansan fuera de nosotros - «en el cuerpo». Una vez que entendemos el principio de unicidad, sin embargo, todo está claro. El contraste es sorprendente entre este principio y cómo vivimos nuestras vidas, que se caracterizan por la separación, las diferencias y los eventos discretos: nos sentimos bien algunos días y otros no; bien con algunas personas pero no con otras; bien con las mismas personas a veces pero no otras veces, y así sucesivamente. Nuestra experiencia nunca está unificada, porque todo se rige por la adhesión al principio del ego de «uno o el otro»: mis intereses y los tuyos están separados - si yo gano tú pierdes, si yo pierdo tú ganas.  Jesús nos ayuda a darnos cuenta de que el camino de regreso a la Unicidad viviente de Dios es a través de reflejar Su Amor, lo que hacemos al percibirnos unos a otros a través de la lente de los intereses compartidos.

(3:5) «Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.» 

El propósito de estas lecciones es enseñar lo que nos haría felices. Hemos visto repetidamente que la felicidad no reside en el cumplimiento de algo externo, porque eso es meramente transitorio.

Jesús nos pide que apliquemos la idea de la lección de la siguiente manera:

(4:2-3) «Esto no puede separar mi felicidad de mi función. 
La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.»

Al igual que en la lección anterior, se nos pide que reconozcamos que cualquiera que sea la forma de enojo que nos enfrente, no tiene poder para cambiar la felicidad que trae el perdón. La felicidad proviene de la decisión de la mente, y ningún poder en el mundo puede quitarnos eso. Solo nuestra decisión puede, y desafortunadamente lo ha hecho.

Podemos ver una y otra vez en estas aplicaciones cómo Jesús nos pide que tomemos estas ideas relativamente abstractas y las apliquemos en nuestras situaciones cotidianas. Eso es obligatorio si hemos de aprender este curso, que no es realmente un proceso intelectual. Si bien el aprendizaje intelectual de su mensaje es importante - ese es el propósito del texto, después de todo - si no aplicamos las enseñanzas, no significan nada. Por lo tanto, el énfasis de estas lecciones es que pasemos por nuestro día como normalmente lo haríamos, pero en el momento en que algo perturbe nuestra paz o nos exalte, darnos cuenta de que esto no puede tener ningún efecto en nuestra felicidad y función, que están dentro de nosotros. Simplemente las hemos cubierto con ilusiones, que no tienen ningún efecto sobre la verdad.

La última declaración repite este pensamiento:

(4:4) «Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.»

Cuando algo te hace feliz y te da placer, date cuenta de que esta experiencia está separada de tu función de perdón, por lo que no durará. La verdadera felicidad en este mundo proviene de dejar de lado la culpa, el problema que nos hizo huir de nuestras mentes, ya que creíamos que huíamos del Cielo. El deshacimiento de la culpa, entonces, es la fuente de la dicha, porque deshace todo sufrimiento y dolor, y nos devuelve al hogar que nunca abandonamos. Nuestra felicidad durante el día se equipara con el perdón, en donde reconocemos que nada ni nadie tiene el poder de quitarnos la paz de Dios. Es nuestra, esperando nuestra aceptación. La conciencia de este hecho, incluso si aún no estamos listos para elegir la paz, proporciona una insinuación de dicha y un sentido de esperanza, que son imposibles mientras pensemos que necesitamos manipular, seducir o cambiar el mundo. Esto puede funcionar algunos días, pero nunca todo el tiempo. De hecho, este es el criterio que Jesús nos pide que utilicemos para evaluar el valor de cualquier cosa en el mundo, como dice en la Lección 133. Anticipándonos a este incisivo pasaje, leemos:

“...si eliges algo que no ha de durar para siempre, lo que estás eligiendo carece de valor. Un valor temporal no tiene valor alguno. El tiempo jamás puede anular ningún valor real. Lo que se marchita y perece jamás existió, y no tiene nada que ofrecerle al que lo elige.” (W-pI.133.6:1-4)

Simplemente darnos cuenta de que ya no tenemos que dar “valor a lo que no lo tiene” (W-pI.133, título), incluso si aún no estamos listos para dejarlo ir, es una fuente de esperanza."


~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.




LECCIÓN 83

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

 Hoy repasamos estas dos lecciones:

 "(65) Mi única función es la que Dios me dio."

"(66) Mi función y mi felicidad son una."

Si examinamos estas dos lecciones que vamos a repasar hoy, veremos que tienen una idea común: mi función. Con dos variantes. Una, que Dios me dio mi función, y la otra, que mi función y mi felicidad son una. 
Así que empecemos por definir que entendemos por función. 
Una función es una actividad particular que realizamos con un propósito determinado. En el mundo la  función nos la determina alguien externo a nosotros, por ejemplo, el empleador, cuando se nos contrata para un trabajo específico, o nos la auto asignamos nosotros mismos, cuando elegimos una actividad o profesión autónoma. 

El Curso empieza por descartar todas las funciones que creemos tener en este mundo, y nos afirma que:  "No tengo otra función salvo la que Dios me dio." Si yo reconozco la anterior afirmación,   quiere decir que ninguna función que desempeñe en este mundo tiene valor, pues este mundo es una ilusión. 

En nuestra vida cotidiana parece que hacemos lo contrario.  Aparezco con múltiples funciones, las que considero importantes, un trabajo, un negocio, una familia, amigos, y muchas actividades diarias por resolver. ¿Quiere decir que si acepto mi única función debo renunciar a las que tenia en el mundo? ¿Dejar de hacerlas? Desde el nivel metafísico, allá debemos llegar; desde un segundo nivel las realizamos supeditándolas a la función que Dios me dio. El Curso no nos está pidiendo que renunciemos a las funciones del mundo, pero si que nos está pidiendo una jerarquía frente las funciones que creo desempeñar en este mundo, desde ahora las veré desde mi única función, la de perdonar todo aquello que parece estar en conflicto con mi paz. Y  "Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas." si solo acepto la función que Dios me dio, no tendría propósitos conflictivos, no tendría que decidir entre una meta u otra y tensionarme o estresarme, por ejemplo, aceptar o no un determinado trabajo, o realizar o no un determinado viaje, pues "Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar." Al aceptar mi función, elijo escuchar al Espíritu Santo, sabré lo que debo pensar, decir y hacer, y las dudas son reemplazadas por certezas.

Para que entendamos mejor la idea de la función que Dios me dio, examinemos el tema de la función desde una perspectiva más metafísica. Tratemos de imaginar que estamos en el estado del Cielo, allí la condición de nuestro espíritu es de amor, paz, plenitud y felicidad. Ese es nuestro estado natural. Nadie te va a decir en el Cielo que debes permanecer en paz o debes ser feliz, simplemente somos, pues esa es la voluntad con la que Dios nos creó, nuestro espíritu al ser creado a semejanza de Dios, simplemente ES. En este mundo olvidamos quienes somos, al creernos separados de Dios, arrastramos una carga de culpa, miedo y conflictos. Así que el despertar de este sueño de separación consiste en recordar quienes somos, Platón lo denominaba reminiscencia. 

Así que "Mi única función es la que Dios me dio." en este mundo  consiste en perdonar para recordar quien realmente soy. Una vez remuevo todo aquello que bloquea mi visión espiritual, reconozco mi verdadera identidad. Esto no es un reconocimiento intelectual, si no un reconocimiento experiencial de amor, paz y dicha. Esa es la función que Dios me dio. El perdón al ser un reflejo del amor de Dios, es el medio a través del cual recordaré quien Soy. 

 La anterior explicación, me permite comprender mejor la siguiente lección de repaso:

"(66) Mi función y mi felicidad son una."  

Si soy Hijo del Amor, y siendo la felicidad un atributo del Amor, "Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente." mi felicidad y mi función proceden de Dios,  por eso son lo mismo. 

INSTRUCCIONES PARA EL REPASO:

En la introducción del repaso nos dice que:
1. Una sesión de ejercicios larga, de 15 minutos por cada una de las ideas de repaso. 
2. Varias sesiones cortas, en la que alternamos las dos lecciones diarias. 
Se trata de estudiar y reflexionar sobre las ideas del repaso, con sus comentarios, antes de entrar en un estado de quietud y silencio, para luego cerrando los ojos te pones en un estado receptivo de escuchar. "Dedica tres o cuatro minutos a leerlos lentamente, varias veces si así lo deseas, y luego cierra los ojos y escucha." (Introducción 2do repaso) uno de los propósitos de este segmento de repaso es que aprendamos a escuchar la Voz del Espíritu Santo. 

Para las aplicaciones a las ideas de repaso se sugieren las siguientes variantes:

(L65)  "Mi percepción de esto no altera mi función."

"Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio."

"No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio."

 (L66) "Esto no puede separar mi felicidad de mi función."

"La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto."

"Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función."

Reconocer y aceptar la función que Dios me dio, como mi única función, es comprender que en este mundo ilusorio lo único que debemos hacer es despertar del sueño de separación, y la única manera de hacerlo es perdonar todo lo que no es verdad, permitiendo que lo que es verdad aflore en mi consciencia como lo que es: amor, paz y felicidad. 

Oscar Gómez Díez 



TEXTO




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