LECCIÓN 101
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
1. Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. 2 Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. 3 Todavía crees que la salvación requiere que sufras como penitencia por tus “pecados”. 4 Pero no es así. 5 No obstante, no podrás evitar pensar que lo es mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.
2. Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. 2 La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. 3 Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad. 4 Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y eso es por lo que claman. 5 Pues saben que eso es lo que les espera, y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará para que salden la deuda que tienen con Dios. 6 Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. 7 Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.
3. Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. 2 El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. 3 La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. 4 Su ira es insaciable e inclemente, aunque totalmente justa.
4. ¿Quién buscaría un castigo tan brutal? 2 ¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece? 3 ¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento? 4 Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. 5 Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.
5. Hoy necesitas las sesiones de práctica. 2 Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitablemente ha de ocurrir como consecuencia de él nunca sucederá, pues carece de causa. 3 Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. 4 El pecado no existe. 5 Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.
6. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa. 2 La dicha es justa, y el dolor no es sino la señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo. 3 No tengas miedo de la Voluntad de Dios. 4 Por el contrario, ampárate en Ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha forjado en tu febril imaginación. 5 Di:
6 La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7 El pecado no existe ni tiene consecuencias.
8 Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. a Luego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brindarán a tu mente.
7. Da gustosamente estos cinco minutos para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. 2 Escápate hoy de la locura. 3 Ya estás en el camino que conduce a la libertad y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para ir todavía más deprisa hacia la anhelada meta de la paz. 4 El pecado no existe. 5 Recuerda esto hoy y repite en silencio tan a menudo como puedas:
6 La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7 Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.
AUDIOS de la Lección 101
de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la Lección 101
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.
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a través de Martin Musarra
Lección 101 comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 101
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Esta lección, es otra lección dedicada a la felicidad, por lo tanto, muy bella y esperanzadora. Siempre, se nos ha dicho de hacer la Voluntad de Dios, pero lo que no se nos ha dicho es que hacer la Voluntad de Dios implica ser felices. Es decir, que si sufrimos, nos sacrificamos, nos enfermamos, entramos en conflicto…no estamos haciendo la Voluntad de Dios. Y una de las cosas que nos causa y potencia el sufrimiento es la aceptación del pecado como real y no como lo que es: una ilusión. Si el pecado fuera real habría que aceptar el sufrimiento como algo necesario e, incluso, beneficioso.
Nos dice Jesús en la lección:
_”Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. Todavía crees que la salvación requiere que sufras como penitencia por tus “pecados”. Pero no es así. No obstante, no podrás evitar pensar que lo es mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar”_.
Para, Jesús, salvación significa, deshacer el sistema de pensamiento del ego, deshacer la culpa, perdonar, felicidad y, de ninguna manera, no hay que pagar por ella. Para el ego, los pecados requieren castigo, para el Espíritu Santo no existen pecados sino errores que pueden corregirse, de tal manera, que, con su ayuda, podamos ser felices.
¿Y quién es el Espíritu Santo?
_“El Espíritu Santo es el Maestro perfecto. Se vale únicamente de lo que tu mente ya comprende para enseñarte que tú no lo comprendes. El Espíritu Santo puede tratar con un alumno reacio sin oponerse a su mente porque parte de ella está todavía de parte de Dios. A pesar de los intentos del ego por ocultarla, esa parte es todavía mucho más poderosa que el ego, si bien este no la reconoce. El Espíritu Santo la reconoce perfectamente porque se trata de Su Propia morada: el lugar de la mente donde Él se siente a gusto”_. (T-5.III.10: 1-5)
Jesús, nos dice que el Espíritu Santo nos conoce perfectamente. Siempre que pidamos su ayuda Él nos va a responder y a ayudar a comprender. Cuando se dice que no se entiende el Curso, es muy posible, que lo estemos estudiando sin su ayuda, porque si confiamos aprenderemos lo que necesitamos de acuerdo a lo que nuestra mente ya comprende. Es decir, que las situaciones de aprendizaje siempre son máximas: se aprende lo máximo que podemos en ese momento. Se trata de confiar y no caer en las trampas del ego que siempre va a buscar desanimarnos y valerse de cualquier situación para hacernos desistir. Además, el Espíritu Santo es el maestro por excelencia
Y sigue Jesús hablándonos del Espíritu Santo:
_“Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no hay nada que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte. El irá delante de ti despejando el camino, y no dejará escollos en los que puedas tropezar ni obstáculos que pudiesen obstruir tu paso. Se te dará todo lo que necesites. Toda aparente dificultad simplemente se desvanecerá antes de que llegues a ella. No tienes que preocuparte por nada, sino, más bien, desentenderte de todo, salvo del único propósito que quieres alcanzar”_. (T-20.IV.8:4-
En la lección de ayer, la lección 100, Jesús, nos decía: Mi papel en el plan de Dios para la salvación es esencial. Se nos hacía un llamado a aceptar dicho plan: un plan perfecto que produce felicidad a diferencia del plan del ego que produce dolor y conflicto. A este plan se le opone la creencia del ego en el pecado, muy acentuada a partir de la creencia en la separación.
Veamos lo que es el pecado: Es la creencia en la realidad de la separación de Dios lo cual, para el ego , considera imperdonable y esto nos hace caer en la culpa que, necesariamente, exige castigo.
Jesús, nos aclara en el capítulo 19 en la sección II la diferencia entre error y pecado:
_”Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. Pues el error puede ser corregido, y lo torcido, enderezado…El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. Pecar supondría violar la realidad, y lograrlo. El pecado es la proclamación de que el pecado es real y de que la culpabilidad está justificada. Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. De este modo la Creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser derrotada y atacada”_. (T-19. II.1:1-3, 2:1-5)
Para el Espíritu Santo no existen pecados sino errores y, estos, se corrigen con su intervención en el proceso de la Expiación. La Expiación es el plan de corrección del Espíritu Santo para deshacer el ego y sanar la creencia en la separación, que nunca ocurrió en realidad, pero como pensamos que fue cierto, se necesita su intervención. El medio de la Expiación es el perdón.
Jesús nos dice en la lección:
_“Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. Si el pecado es real, la felicidad no puede ser sino una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad”_.
Jesús, nos aclara sobre el término real:
“¿Y que es real sino las Creaciones de Dios y aquellas que son creadas como las Suyas?” (T-8.VI. 5:6)
Este mundo no fue creado por Dios, por lo tanto, no es real. Fue fabricado por la mente colectiva que se creyó separada de Dios llamada ego. Si el pecado fuera real, entonces Dios habría creado este mundo y tendríamos razón al reclamarle por las injusticias de éste y en esperar, en cualquier momento, el castigo divino. El pecado, por lo tanto, no es real sino una ilusión, o sea, algo que se cree que es real pero que no lo es. La creencia en el pecado es la fuente de la culpabilidad y del miedo.
Continúa Jesús:
_“Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable”_.
El pecado no es real. Es una ilusión del ego. No hay que pagar ningún costo por él, no hay que hacer penitencias, ni castigar el cuerpo, ni hacer sacrificios para que Dios no nos vaya a castigar. Esto no es cierto. El pecado no existe. Dios no está enfadado con nosotros, Dios no nos quiere castigar, Dios quiere que seamos felices, Dios quiere que hagamos Su Voluntad. ¿Y cuál es la Voluntad de Dios? Que seamos felices. Por eso Jesús quiere que hagamos nuestras estas ideas, que las interioricemos:
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
El pecado no existe ni tiene consecuencias.
La Voluntad de Dios para mi es perfecta felicidad.
Esa es la verdad, pues el pecado no existe.
En la lección de hoy, como en la anterior, se te pide ir al interior de tu mente donde se encuentra la Voluntad de Dios para ti, ese lugar de luz, donde sólo existe la felicidad.
Les recomiendo realizar la lección como se les propone siempre de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Y hoy, que es un día de felicidad, con mayor razón, no se olviden de reír.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 101 comentada por Kenneth Wapnick
( Lección 101: “La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.” )
“Como comenté antes, la Lección 100 comenzó una serie de seis lecciones que analiza algún aspecto de la Voluntad de Dios para nosotros, en las que Jesús habla sobre el deshacimiento de los errores del ego, «el» tema central de Un Curso de Milagros. El deshacimiento del ego es la forma en que desempeñamos nuestra función de perdón, recordando Quién somos. Los aspectos particulares del sistema de pensamiento del ego abordados por Jesús en esta serie son el pecado, el sufrimiento, el miedo, la versión del ego de dar – es decir, relaciones especiales – y el sistema pensamiento de separación en sí mismo.
Antes de comenzar, permítanme regresar a mis comentarios anteriores sobre el uso del lenguaje de Un Curso de Milagros. Esto es especialmente importante cuando uno considera el libro de ejercicios, y más aún cuando uno piensa que estudiar el Curso significa practicar las lecciones sin prestar mucha atención al texto. El uso de Jesús del lenguaje en su mayor parte debe ser entendido como metafórico, especialmente aquí. Ya hemos notado que cuando habla de Dios como solitario o incompleto, no está hablando literalmente. Al decir que la Voluntad de Dios para nosotros es perfecta felicidad, Jesús habla como lo haría un padre con un niño: todo lo que quiero es que seas feliz. El contexto es que Dios es un Padre amoroso, que corrige el pensamiento del ego de que Él es punitivo y solo quiere que nos sacrifiquemos y suframos como pago por nuestros pecados. Además, Dios no tiene un plan, aunque el libro de ejercicios habla mucho de esto. Un padre amoroso, maestro o amigo tiene planes para nosotros; los médicos y terapeutas planifican nuestra salud, mientras que los asesores financieros planifican nuestra riqueza. Estos son símbolos comunes en nuestro mundo, pero en verdad Dios no tiene ningún plan. Si lo hiciera, estaría reconociendo una necesidad o problema que no existe, exactamente lo opuesto al principio de la Expiación.
Por lo tanto, cuando leas estas palabras, ten en cuenta que Jesús es nuestro hermano mayor hablando con hermanos menores que solo pueden entender su mensaje de amor en este contexto metafórico: «el plan» o «la voluntad de Dios para nosotros» simplemente apunta a Su Amor abstracto y no específico.
(1:1-2) «Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación.»
Veremos en breve cómo Jesús elabora sobre su enseñanza de que la salvación significa felicidad, y nos habla de la versión del ego de la salvación – el sufrimiento y el sacrificio. Una vez más, es el deshacimiento del sistema de pensamiento del ego lo que nos permite aceptar la verdad de la Expiación que ya está presente en nuestras mentes, aunque cubierta por estos pensamientos del ego.
(1:3-5) «Todavía crees que la salvación requiere que sufras como penitencia por tus “pecados”. Pero no es así. No obstante, no podrás evitar pensar que lo es, mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.»
Recuerda el importante principio de que el pecado y la culpa exigen castigo, expresado nuevamente en esta lección y en estas dos declaraciones familiares:
“El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.” (T-19.II.1:6)
“Pues el ego lleva el pecado ante el miedo, exigiendo castigo. Mas el castigo no es sino otra forma de proteger la culpabilidad, pues lo que merece castigo tuvo que haber sucedido realmente. El castigo es siempre el gran protector del pecado, al que trata con respeto y a quien honra por su perversidad.” (T-19.III.2:2-4)
El pecado y la culpabilidad establecen que he hecho algo terrible contra Dios, Quien por lo tanto tiene justificación para castigarme. Si creo que Él es un Dios de amor, Su castigo solo puede verse como una extensión de Su amorosa Voluntad. En consecuencia, mi Padre quiere que sufra, así me sentiré mejor. Como Jesús pregunta, a propósito de la crucifixión: “¿Crees que nuestro Padre piensa realmente así?” (T-3.I.2: 8). Subyacente a este pensamiento demente se encuentra la necesidad del ego de hacer que el pecado sea real, y luego hacer que parezca que es el plan de Dios que expiemos a través del sufrimiento y el sacrificio. En esta lección, encontramos otra forma en la que Jesús corrige ese pensamiento equivocado.
(2:1-2) «Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento.»
La frase “si el pecado es real” es un motivo recurrente a lo largo de esta lección, y notarás que este pasaje refleja la segunda y tercera leyes del caos del ego (T-23.II.4-8). La expiación ahora viene a través de la satisfacción de la venganza de Dios, que, huelga decirlo, es la proyección del ego. Dondequiera que exista una situación donde uno gana y otro pierde, sabes que la mano del ego está en ello, expresando su sistema de pensamiento de dolor, sufrimiento y pérdida.
(2:3) «Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad.»
Esta es otra aparición del principio de «todo o nada», nuestro Nivel Uno: Solo Dios es real. Si el dolor y el pecado son reales, Dios no lo es. Si se Le equipara con la felicidad, que es real, no puede haber pecado. ¿Cómo podemos ser felices si creemos que asesinamos a Dios, robamos Su tesoro, huimos para escapar de su ira y ahora pasamos el resto de nuestras vidas ocultándonos de Su segura venganza? Y dentro del sueño del ego, «es» una venganza segura, porque vemos cómo mueren todos los seres vivos.
(2:4) «Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y por eso es por lo que claman.»
Sabemos que hemos clamado por el dolor y la muerte porque nuestras vidas se centran en evitar el sufrimiento y prevenir la muerte. Soñamos así porque demuestra que el pecado es real, estableciendo así que el pensamiento de separación también es real. Por lo tanto, existimos y Dios no, y la muerte y el dolor se convierten en nuestros protectores y amigos.
(2:5) «Pues saben que eso es lo que les espera [muerte y dolor], y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará, de modo que puedan saldar la deuda que tienen con Dios.»
Esta es una declaración explícita del sistema de pOensamiento del ego, que revela por qué la vida de todos lleva consigo algún aspecto del dolor y el sufrimiento. Ocasionalmente entran en períodos de lo que creemos son felicidad y dicha. Sin embargo, estos son efímeros, porque la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. Sin importar cuán felices pensemos que hayan sido nuestras vidas, la muerte es el final seguro. Mientras creamos que somos pecadores, creemos que merecemos el castigo de la muerte. Por lo tanto, nos atraen el pecado y la culpa – y no nos equivoquemos, todos hacemos las mismas cosas que nos hacen culpables – porque eso demuestra que existimos.
Los tres primeros obstáculos a la paz expresan convincentemente nuestra atracción por el sistema de pensamiento del ego de culpa, dolor y muerte (T-19.IV-A-C). El terror que golpea nuestros corazones, entonces, es: ¿Quién sería sin mi culpa y mi pecado? Pero nuestro miedo al castigo garantiza que este sistema de pensamiento de pecado y culpa permanezca intacto, al igual que nuestra identidad de ego.
(2:6-7) «Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.»
Como un Hijo, buscamos escapar del miedo de la mente al castigo de Dios al hacer un mundo y un cuerpo en el cual escondernos. Una vez aquí, sin embargo, no hacemos otra cosa que recrear el pensamiento de separación en nuestras vidas individuales, como se expresa en esta línea tan citada:
“Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del amor.” (T-26.V.13:1)
Esperamos contra toda esperanza que se demuestre que Dios que está equivocado y no tendrá que castigarnos. En el sistema del ego, sin embargo, Dios siempre tiene la razón porque morimos, prueba de Su venganza justificada: nuestro asesinato a manos de Dios está merecido debido a nuestro pecado. En el análisis final no hay escape, como se expresa en este evocativo pasaje del manual, parcialmente citado antes:
“¿Cómo se puede resolver esta injusta batalla? Su final es inevitable, pues su desenlace no puede ser otro que la muerte…Y ahora ya no queda ninguna esperanza, excepto la de matar. En eso estriba ahora la salvación. Un padre iracundo persigue a su hijo culpable. Mata o te matarán, pues éstas son las únicas alternativas que tienes. Más allá de ellas no hay ninguna otra, pues lo que pasó es irreversible. La mancha de sangre no se puede quitar y todo el que lleva esta mancha sobre sí está condenado a morir.” (M-17.6:1-2; 7:7-13)
Recordemos el maravilloso pasaje en el texto (T-4.V.4), ya discutido, donde Jesús expone la locura del ego que nos dice que nosotros – las mentes repletas de culpa – deberíamos hacer un cuerpo para escapar de la muerte segura a manos de Dios. Luego vivimos en el cuerpo, olvidando cómo y por qué lo hicimos, y terminamos muriendo de todos modos. Debido a que hemos olvidado los orígenes del cuerpo, no tenemos más remedio que aceptar la inevitabilidad de la muerte. El único escape verdadero – cambiar de mentalidad – nos ha sido negado por el ingenio de la estrategia del ego de evitar que nos percibamos como una mente.
El hecho del asunto, por supuesto, es que estamos en el cuerpo porque creímos en el ego, que mintió. Nos dijo que estaríamos seguros si hiciéramos un cuerpo. Procedimos en consecuencia, pero aunque quizás estemos seguros durante algunos años, la vulnerabilidad inherente del cuerpo hace que nuestro moribundo final sea inevitable. A través de Un Curso de Milagros, Jesús espera que veamos a través del engaño del ego y nos daremos cuenta de que todo lo que nos dice es falso.
Esto significa que todo lo que el mundo nos dice es falso también, ya que el mundo no es más que la forma proyectada del sistema de pensamiento del ego. Solo a través de la visión de la verdad de Jesús podemos escapar del amargo ciclo de vida y muerte del ego.
Nuestro repertorio de temas y variaciones continúa con el tema de la lección:
(3:1) «Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor.»
Esta es la esencia de la tercera ley del caos:
“No hay manera de liberarse o escapar. La Expiación se convierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón.” (T-23.II.8:1-2)
En la locura del ego, la Voluntad de Dios es que suframos dolor, satisfaciendo la exigencia de Su vengativa ira. Cuando esta insaciable necesidad de castigo ha sido aplacada, el dolor se convierte, en Su “misericordia”, en el medio de nuestra salvación. Las siguientes líneas continúan con este tema:
(3:2-3) «El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. »
Esto describe la vida en el cuerpo. Algunos parecen salirse con la suya con menos dolor que otros, porque mueren instantáneamente en el apogeo de sus vidas, habiendo sufrido un daño mínimo. Sin embargo, el mundo los llora como aún más victimizados, porque sus vidas fueron cruelmente apagadas a los cuarenta, en lugar de a los ochenta. Al final, una vez más, todos mueren, por lo que no hay ninguna esperanza. Los lectores pueden recordar esta descripción del sueño del mundo a partir del texto, que es similar al 3: 3 anterior:
“Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz.” (T-27.VII.12:1)
Además, dado que nuestros cuerpos son simplemente microcosmos del mundo, si mueren, el mundo físico finalmente morirá también. De hecho, esto es lo que los científicos nos dicen, aunque fechan su desaparición en millones, si no en miles de millones de años. Sin embargo, todo es parte del mismo sistema de pensamiento. Cuando te das cuenta de que el tiempo es una ilusión, no importa si vives durante un año, noventa años o cien mil millones de años; al final, tu pequeña vida terminará, lo que demuestra que no puede haber sido la vida verdadera, que, viniendo de Dios, es eterna. Recordemos nuevamente estas importantes líneas:
“Fuera del Cielo no hay vida. La vida se encuentra allí donde Dios la creó. En cualquier otro estado que no sea el Cielo la vida no es más que una ilusión. En el mejor de los casos parece vida, en el peor, muerte. Ambos son, no obstante, juicios acerca de lo que no es la vida, idénticos en su inexactitud y falta de significado. Fuera del Cielo la vida es imposible, y lo que no se encuentra en el Cielo no se encuentra en ninguna parte.” (T-23.II.19:1-6)
Nada de esto tiene sentido a menos que recuerdes que tu identidad se encuentra en la mente y no en el cuerpo. Al ser una ilusión, el cuerpo no puede nacer y, por lo tanto, no puede morir.
(3:4) «Su ira es insaciable e inclemente, aunque totalmente justa.»
Este mundo es cruel, pero el ego nos dice que el dolor que sentimos está justificado por nuestro pecado, la obstinada creencia de que tenemos razón y que Dios está equivocado. Con cada respiro que tomamos, por lo tanto, afirmamos nuestra existencia física y pecamos contra Dios. Dado que el pecado y la culpa exigen castigo, estamos justificados en nuestro sufrimiento. Por lo tanto, es imposible creer que Dios quiere nuestra felicidad. Esto significa que mientras creamos que existimos como individuos, no podemos creer que Dios quiere que seamos felices, a pesar de lo que las religiones del mundo nos dicen.
De hecho, Él solo está llevando a cabo Su ira ilimitada y despiadada bajo el disfraz de la salvación. Corrigiendo esta locura, Jesús enseña que la Voluntad de Dios para nosotros es perfecta felicidad, asegurando que debemos despertar de nuestra pesadilla de dolor para aprender que nuestra existencia individual no era más que un sueño, porque nuestra realidad como Cristo no ha cambiado.
(4:1-2) «¿Quién buscaría un castigo tan brutal? ¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece?»
Una vez que creemos que la salvación es la muerte, ¿por qué no querríamos huir de Dios y Jesús? Es por eso que, si extendemos lógicamente estas palabras, ningún cristiano podría amar verdaderamente a su salvador, porque exige sufrimiento y sacrificio, juicio y castigo.
De hecho, Jesús fue la máxima víctima del sufrimiento y el sacrificio, en cumplimiento de la noción punitiva de la justicia de Dios. ¿Quién podría amar a alguien que, representando a Dios, desea nuestra muerte? Además, esta muerte, si es verdaderamente redentora, debe ser dolorosa. Sin embargo, la situación empeora: como no podemos tolerar la culpa por nuestro pecado de no amar a Jesús, la reprimimos, lo que inevitablemente lleva a su proyección. Así es la culpabilidad el nombre del juego del ego. Cuanto más culpables nos sentimos, más secretos somos, y mayor es nuestra necesidad de negar nuestro pecado y culpar a los demás, hasta e incluso a Dios y a Jesús. Estas dinámicas dementes se convierten en el medio para ahogar la Voz de Dios. No es de extrañar, entonces, que no haya ninguna esperanza en este mundo.
(4:3) «¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento?»
Esto explica el uso que Jesús hace de la metáfora para describir el Amor de Dios. Creemos que Su Voluntad para nosotros es perfecta miseria y muerte. Por lo tanto, al dirigirse a nosotros a nivel de niños pequeños aterrorizados que se han escapado de su hogar, Jesús dice: “No tengas miedo. Papá no está enojado contigo. Su amorosa Voluntad para ti es perfecta felicidad”. Así él deshace el odioso mito del castigo del ego sustituyéndolo con un dulce relato de perdón. Esto explica lecciones como esta, que contrarrestan la visión egocéntrica de Dios que inevitablemente nos lleva a rechazar Su amable y amorosa Voz de salvación.
(4:4-5) «Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.»
Estas declaraciones ofrecen un maravilloso resumen del sistema de pensamiento del ego y, por lo tanto, del mundo. Su lógica es irrefutable, una vez que rechazamos la premisa básica de que Dios es un amor de unicidad no dualista. El pecado, el castigo y la crueldad no tienen lugar en tal sistema de pensamiento, pero ciertamente lo tienen en el sustituto del ego, fundado sobre la premisa de que el amor de Dios es un amor de separación.
(5:1-2) «Hoy necesitas las sesiones de práctica. Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitablemente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suceder, pues carece de causa.»
Vemos aquí otra articulación del principio de «causa y efecto». El mundo físico, con sus dolores y sufrimientos, alegrías y felicidad, es el producto del pecado. Si aprendemos que el pecado no es real – porque nunca nos separamos del Amor de Dios – habremos deshecho la causa; y sin una causa no puede haber ningún efecto. Sin embargo, si valoramos los efectos (culpa, miedo y dolor), afirmamos la causa (el pecado), el cual queremos porque garantiza nuestra existencia.
(5:3) «Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio.»
En lecciones posteriores veremos este importante tema de la mentalidad abierta, que recuerda la décima característica de los maestros avanzados de Dios (M-4.X). Esto se logra dejando ir el desorden del ego que colocamos en nuestras mentes para desterrar la Expiación. El núcleo de este desorden es la culpabilidad, que en verdad habíamos “hecho del Hijo de Dios un demonio”. Sin embargo, a través de la liberación de la culpabilidad es el Hijo de Dios redimido; restaurado finalmente a su Identidad como Cristo.
(5:4-5) «El pecado no existe. Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.»
La forma en que practicas es ser consciente de todos los pecados percibidos – en ti y en los demás – y cómo los valoras. No importa a quién atacas – tú o los demás – porque es lo mismo, como vemos en esta importante declaración del texto, parte de la cual ya hemos citado:
“…pues al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a albergarla adentro. Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera.
Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación, te estás culpando a ti mismo. Y no puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. Por eso es por lo que la culpa tiene que ser deshecha, no verse en otra parte. Échate a ti mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás lo es.” (T-11.IV.4:5-5:5)
Todo lo que hace al pecado real es apreciado por el ego, ya sea que se vea en uno mismo o en otro. El perdón, sin embargo, deshace todo pecado y ataque como uno solo.
(6:1) «La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa.»
Nuevamente, si tenemos dolor, es porque queremos su causa. No nos importa el sufrimiento como tal, sino el propósito al que sirve. La fuente del dolor no tiene nada que ver con las causas que identificamos, sino con la creencia en nuestra existencia, definida por el ego como pecado.
Reforzar esta creencia es el propósito del ego, ya que esto niega que la Voluntad de Dios para nosotros sea perfecta felicidad.
(6:2) «La dicha es justa, y, el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo.»
Cuando te sientas molesto o enfermo, hazte a un lado y di: “Esto no es causado por las razones que creo, sino por haber creído que un Dios iracundo iba a castigarme por mi pecado. Simplemente cometí un error y elegí al maestro equivocado. Un Curso de Milagros me ofrece el Maestro correcto, Cuyo mensaje de inocencia acepto ahora dichosamente.” ¡Cuán simple es la salvación!
(6:3-4) «No tengas miedo de la Voluntad de Dios. Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha forjado en tu febril imaginación.»
Siempre que tengamos miedo, es en última instancia porque hemos visto en otro una imagen del Dios que secretamente tememos. Todos sufren de un problema de autoridad; sin embargo, en realidad no tememos a las autoridades terrenales, sino al Dios que simbolizan. Creemos que este ego Dios está decidido a castigarnos debido a nuestro pecado de rechazarlo y traicionarlo, abandonando Su Amor para establecer nuestro propio reino de amor especial. En lugar de creer estas febriles mentiras, deberíamos decir:
(6:6-7) «La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
El pecado no existe ni tiene consecuencias.»
Siempre queremos demostrar – a nosotros mismos, al mundo y a Dios – que el pecado tiene una consecuencia, y la consecuencia soy «yo». Me miro en el espejo cada mañana y veo la consecuencia, el efecto físico de mi pecado. Luego sigo mi día demostrando que esta es la verdad. Si soy culpable por lo que estoy haciendo, demuestro la realidad del pecado al proyectarlo en otros.
De cualquier manera, yo existo, y la Voluntad de Dios para Su Hijo es perfecta miseria. Es nuestra percepción de nuestro hermano lo que nos permite ver cómo hemos percibido a Dios. Este pasaje ya citado del texto ilustra este hecho perceptivo:
“Él [nuestro hermano] representa a su Padre, a Quien ves ofreciéndote tanto vida como muerte.
Hermano, lo único que Él da es vida. Sin embargo, los regalos que crees que tu hermano te ofrece representan los regalos que sueñas que tu Padre te hace a ti.” (T-27.VII.15:7-16:2)
Por lo tanto, es el perdón de los demás lo que nos permite perdonar a Dios. Más allá de nuestra creencia en el pecado, se encuentra la visión de Cristo del Espíritu Santo – para ser visto primero en otro, y luego en nosotros mismos – esperando pacientemente nuestra aceptación.
(6:8) «Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. Luego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brindarán a tu mente.»
La forma en que “encontramos la dicha” es a través de mirar de otra manera el mundo que nos rodea, especialmente nuestras relaciones. En lugar de enfocarse en buscar la felicidad a costa de alguien más – la Voluntad de Dios según el ego: el sacrificio es la salvación y, por lo tanto, la felicidad – vemos todas las situaciones como oportunidades para aprender el perdón, cuyo núcleo es la percepción de que los Hijos de Dios comparten las mismas necesidades e intereses. En esa visión se encuentra la verdadera dicha.
(7) «Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. Escápate hoy de la locura. Ya estás firmemente plantado en el camino que conduce a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para que vayas aún más deprisa hacia la meta de paz que te aguarda. El pecado no existe. Recuerda esto hoy, y repite en silencio tan a menudo como puedas:
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.»
Si el pecado no existe, nadie es culpable y todos están equivocados. Recuerda que lo que es verdad para uno debe ser verdad para todos. Esta es la lección de Jesús: el Hijo de Dios es uno, y no existen las diferencias, excepto en la mente desquiciada que necesita que alguien gane y otro pierda. Si “la Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad”, debe ser así para todos. Esta es la única verdad, y este es el único camino que conduce del aprisionamiento a la libertad, del conflicto a la paz, del odio al amor. Así felizmente aprendemos que la Voluntad de Dios también es nuestra. “
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 101
"La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Para comprender mejor esta lección tratemos de imaginarnos como vivíamos antes de la separación, o antes de la expulsión del Paraíso, como lo describe la tradición judeo cristiana. El Cielo era un estado de perfecta paz y felicidad, lleno de plenitud y abundancia, y nuestra condición era semejante a la de Dios: inmortales e invulnerables. Esa condición la perdimos tras la separación. Nuestra "nueva" condición es lo opuesto del estado del Cielo. De la paz pasamos al conflicto, del amor al miedo, de la abundancia a la carencia, de la inmortalidad a mortalidad, a la degradación y la muerte, de la felicidad al sufrimiento. Y esa nueva condición era el resultado de un supuesto castigo de Dios porque nos comimos una manzana. Desde esa época arrastramos el estigma del "pecado original " desde ese momento somos pecadores, y arrastramos nuestra culpa por miles de generaciones sin que Dios nos levante el castigo que nos decretó cuando nos expulsó del Paraíso.
De esta manera, Dios se convierte en un ser insensible, indolente frente a nuestro sufrimiento. La salvación se vuelve imposible, y creemos que sólo la logramos a través de un camino de dolor y sufrimiento, en la que le ofrendamos inútilmente sacrificios a un Dios que no logramos complacer. Es el círculo vicioso del ego, nos hace creer que sufrimiento tras sufrimiento vamos a lograr una redención que parece alejarse más y más, como cuando corremos tras el sol en el horizonte de un atardecer, al que nunca alcanzaremos.
La creencia en el "pecado original", es la base de nuestro sistema de creencias, la que explica nuestros sufrimientos y la que nos condena a la infelicidad. La felicidad se convierte en una utopía inalcanzable y no en una realidad presente. El Curso de Milagros viene a decirnos que ese relato no es cierto. Que Dios no nos expulsó del Paraíso. Ese relato es sustituido por la parábola del hijo pródigo que nos enseñó Jesús. Fuimos nosotros los que soñamos separarnos del Padre y somos nosotros quienes debemos elegir volver a casa.
Dios no castiga porque nunca nos ha condenado. El pecado que implica castigo no existe. Hubo un error y este se corrige mediante el perdón. Al perdonar nuestras culpas y miedos lo que queda es lo que en verdad somos: amor, paz y felicidad. "Todavía crees que la salvación requiere que sufras como penitencia por tus "pecados"." esa falsa manera de percibir la salvación a través del sacrificio y el dolor, es un obstáculo para que experimentemos la felicidad.
EL PECADO NO EXISTE:
Para sustentar la verdad del Amor la lección despliega toda su argumentación lógica:
"Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible."
"La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento."
"Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad." mientras depositemos nuestra fe en el pecado no podremos ser felices, pues siempre estaremos esperando el castigo, el miedo controla nuestras vidas.
"Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor."
"El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable." la creencia en el pecado no nos deja otra opción que el castigo y el sufrimiento.
"¿Quién buscaría un castigo tan brutal? ¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece?" el miedo al castigo y el sufrimiento nos hacen temer a Dios, nos aleja del Amor, fabricando sustitutos con el cual consolarnos.
PROPÓSITO:
Liberarnos de la carga de culpas y miedos por nuestras creencias en el pecado y el castigo, para que experimentemos la felicidad que somos.
"Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitablemente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suceder, pues carece de causa."
"Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio."
PRÁCTICA:
Aquiétate durante los primeros 5 minutos de cada hora y con la absoluta confianza de que te vas a liberar dite:
"La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad."
"El pecado no existe ni tiene consecuencias."
Sumérgete en el silencio de tu consciencia y "Luego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brindarán a tu mente."
"Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real."
"Escápate hoy de la locura."
La práctica de esta lección nos va a liberar de la fuente de nuestros sufrimientos, de la justificación de nuestros resentimientos, y nos sanará de la creencia en la inevitabilidad del castigo y del dolor.
PRÁCTICAS CORTAS Y FRECUENTES:
Repitamos con la mayor frecuencia posible durante todo el día la siguiente frase'
"La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad."
"El pecado no existe."
"Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy."
"La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa."
"La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo."
"No tengas miedo de la Voluntad de Dios."
Reconoce que el pecado no existe, y repite en silencio con la mayor frecuencia posible lo siguiente:
"La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad."
"Ésa es la verdad, pues el pecado no existe."
La felicidad que somos parecía que se había esfumado para siempre, y equivocadamente creíamos que recuperarla requería sacrificios, dolor y sufrimiento. El pecado nos había quitado la felicidad. Habíamos permitido que el ego gobernara nuestras vidas. Hoy nos liberamos de esas creencias, hoy proclamamos nuestra libertad, hoy reconocemos nuestra verdadera identidad como el perfecto e inocente Hijo de Dios, hoy experimentaremos el gozo de nuestra libertad, hoy aceptaremos la felicidad que somos, pues esa es la voluntad de Dios. El Amor no puede si no desear la felicidad para Su Hijo bien amado, pues la felicidad es un atributo del Amor.
TEXTO
CELEBRANDO EL MILAGRO
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