Lea la Introducción al Sexto Repaso de Un Curso de Milagros aquí
LECCIÓN 203
No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.
1. (183) Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.
2El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él.
3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.
AUDIOS de la Lección 203
de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la Lección 203
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.
Ocurrir de la Lección 203
a través de Martin Musarra
Lección 203
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 203
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
(183) Invoco el Nombre de Dios y el Mío Propio.
El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi Nombre, así como el de Él.
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
Al invocar el Nombre de Dios recuerdo mi verdadera Identidad como Hijo de Dios y que mi naturaleza es Espíritu y no cuerpo. El Nombre de Dios me recuerda mi unidad con Dios y no con el ego. Para el ego soy un ser lleno de maldad y de culpa que merezco ser castigado. Pero tengo el remedio a la mano cuando tenga estos pensamientos: Invoco el Nombre de Dios y me apoyo en el Espíritu Santo para que me ayude a perdonarme.
Proceso de práctica de la lección.
1. Tiempo de quietud por la mañana y por noche.
Tiempo mínimo 15 minutos. Ideal 30 minutos o más. Trata de dedicarle todo el tiempo que puedas y un poco más.
Repite:
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
(183) Invoco el Nombre de Dios y el Mío Propio.
El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi Nombre, así como el de Él.
Cierra los ojos. Aquietar la mente. Nos olvidamos del miedo del ego y recordamos el amor que somos como Hijos de Dios.
No engancharse en pensamientos distractores. Pide la guía del Espíritu Santo. Si llega algún pensamiento distractor le ordenas a tu mente que no le preste atención y dices:
No quiero este pensamiento. El que quiero es: Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz.
La idea de hoy es:
Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.
2. Recordatorios cada hora.
Repite:
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
Invoco el Nombre de Dios y el Mío Propio.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.
Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.
También, nos recomienda Jesús repetir la idea entre una hora y otra.
3. Respuesta a la tentación.
No dejar ningún pensamiento trivial sin cuestionarlo. Si llega alguno le aseguras a tu mente que eso no es lo que quieres.
Le dices: No quiero este pensamiento. El que quiero es: Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les propongo leer la introducción al SEXTO REPASO. De igual manera, realizar las prácticas como se les propone en la introducción siempre de la mano de Jesús y el Espíritu Santo y sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Lección 203 comentada por Ken Wapnick
(Lección 203 – Repaso VI)
1) (183) «Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.»
«El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él.»
“Primero tengo que ser consciente de mis pensamientos de maldad y de pecado – no es que sean verdaderos, pero es lo que me dice la culpa. Llevo esos pensamientos de maldad, pecado y culpabilidad al Nombre de Dios, que me ayuda a comprender el contenido detrás de la forma: mi verdadera Identidad y herencia como Hijo de Dios. La siguiente lección expresa la misma idea.”
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 203
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."
1. (183) "Invoco el Nombre de Dios y el mío propio."
Invocar el nombre de Dios es una de las lecciones más simbólicas para recordar a Dios y tenerlo presente en nuestra mente la mayor parte del tiempo.
Realmente Dios no tiene nombre. El nombre Dios es un genérico que utilizan las religiones para designar al Ser supremo, el creador del universo, al dador de la vida.
El nombre Dios en nuestra cultura, es la latinización del griego Deus del que se origina el nombre Zeus, padre de los dioses en la mitología griega. Recordemos que el Nuevo Testamento se escribió, en griego, entre los años 50 y 150 de nuestra era, por personas, que dada la época, lo más seguro es que no conocieron personalmente a Jesús.
La relatividad de los nombres de Dios, se manifiesta en que cada cultura designa por lo general a su Dios con mayúscula y a los dioses de otras culturas en minúsculas. De ahí deviene la creencia en dioses de pueblos particulares, que se consideran así mismos, como “el pueblo elegido de Dios”. El cristianismo al trascender el marco de referencia del pueblo judío sienta las bases de su universalización, pues el amor y la paz no pueden ser patrimonio de un pueblo específico sino de todos los Hijos de Dios.
El griego como idioma original del Nuevo Testamento establece una diferencia con el Antiguo Testamento, que se escribió en hebreo y arameo que eran los idiomas que utilizaba el pueblo judío y el que utilizó Jesús en su ministerio.
Al ser escrito el Nuevo Testamento en griego, este parece convertirse en el idioma oficial del cristianismo primitivo. Cuando la iglesia católica se convirtió en la religión oficial del imperio romano en el año 325, el latín se convirtió en el idioma oficial del catolicismo. La Biblia sólo podía ser traducida al latín, cualquier intento de traducirla a los idiomas nacionales, terminaba con la vida del hereje en la hoguera. La hegemonía del latín como único idioma de la Biblia se mantuvo por más de mil años. Hace un poco más de tres siglos atrás se comienza a traducir la Biblia en los idiomas nacionales, más sin embargo, hasta hace menos de un siglo las misas se oficiaban únicamente en latín.
La paradoja de la historia, es que el latín pasó de ser el idioma oficial del imperio romano, el mismo imperio que crucificó a Jesús, a ser convertido en un idioma sagrado, el idioma en que se estudiaba el Nuevo Testamento, que habla de la obra de Jesús, y en el que se oficiaban las misas en las que se evocaba a Jesús.
Cada religión tiene su propio catálogo de nombres de Dios, en nuestro medio son muy conocidos los utilizados por el judaísmo como Yahvé, Jehová, Adonaí, Elohim, etc.
El Curso no utiliza ninguno de esos nombres, ni ningún nombre específico de Dios, pues parte del presupuesto que Dios no tiene nombre, y que las palabras son símbolos de símbolos, y por lo tanto, están doblemente alejadas de la realidad. Así que invocar el nombre de Dios y el mío propio, es una manera de recordar la presencia de Dios en nuestra mente. El significado está mucho más allá del cualquier nombre o símbolo. ”Décimos “Dios es”, y luego guardamos silencio, pues en ese conocimiento las palabras carecen de sentido” (L- 169. 5:4)
Queda la pregunta, ¿por qué entonces la lección habla de invocar el nombre de Dios? La única respuesta, es que el Curso se escribió en lenguaje cristiano e inspirado a partir de la cultura cristiana, y a partir de allí, llevarnos a una experiencia unificadora de Dios.
Ahora, si usted se identifica con un nombre específico de Dios puede utilizarlo, como una forma de invocarlo, ya sea Jehová, Shiva, Osiris, Alá, o cualquier otro. Los símbolos los podemos utilizar como una manera de recordar a Dios, teniendo la consciencia que el símbolo no substituye en ningún momento la realidad omnipresente, que todo lo abarca y todo lo puede, a la que llamamos Dios.
Sobre esa base podemos decir:
"El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él." (L 203)
El nombre de Dios me "libera de todo pensamiento de maldad" es una manera de decir que el nombre de Dios me libera del ego y todo pensamiento de culpa y ataque. Cuando invocas el nombre de Dios, estas invocando los atributos que el representa como el amor, la paz y la dicha, que son nuestra única realidad, invocar el nombre de Dios es invocar la Verdad que nos habita.
PRÁCTICA DIARIA:
"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."
(183) "Invoco el Nombre de Dios y el mío propio."
"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."
Con estas ideas nos levantaremos por la mañana, pasaremos todo el día y nos acostaremos pensando en ellas y nos levantaremos nuevamente.
Con estas ideas meditaremos en la mañana y en la noche, mínimo 15 minutos, y haremos una pausa cada hora para recordarlas en quietud y silencio y hacerlas nuestras, para igualmente repetirlas entre horas lo más que podamos.
RESPUESTA A LA TENTACION:
A lo largo del día, "Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:"
"No quiero este pensamiento. El que quiero es ________ ."
(sexto repaso – 6:1-2)
En el caso de hoy el pensamiento que quiero es:
(183) "Invoco el Nombre de Dios y el mío propio."
"Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado." (sexto repaso - 6:4)
”La iluminación es un reconocimiento no un cambio.” (L 188.1:4) Y ese reconocimiento pasa por una elección que debemos hacer de manera permanente, esa elección es entre el ego y Dios. Debemos elegir entre lo falso y lo verdadero, invocar el nombre de Dios es elegirlo a Él en lugar del ego, y de afirmar nuestra unidad indisoluble con Dios. Reconocer mi verdadera identidad como mente en lugar de cuerpo, es parte de este mismo proceso, de decidir siempre a favor de Dios y Su Reino. La salvación es una negación y una afirmación. Negarnos lo que no somos: ego, para afirmar lo que somos: una mente, libre e ilimitada, tal como Dios nos creó. La elección culmina con el reconocimiento definitivo de nuestro Ser, en ese momento, sólo el Amor y nada más que el Amor, ilumina nuestra vida.
TEXTO Cap 20
T.20.III
CELEBRANDO EL MILAGRO
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