LECCIÓN 218


Lea la Introducción al Sexto Repaso de Un Curso de Milagros aquí


LECCIÓN 218


 

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.





1. (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.


²Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. ³Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.


⁴No soy un cuerpo. ⁵Soy libre.
⁶Pues aún soy tal como Dios me creó.



AUDIOS de la Lección 218
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 218
A través de Blanca Nivia Morales Contreras.


Ocurrir de la Lección 218
a través de Martin Musarra


Lección 218
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda







































LECCIÓN 218

Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

(198) Sólo mi propia condenación me hace daño.

Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.


No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

Sólo mi propia condenación me hace daño.

Jesús quiere, con este pensamiento, seguir desarrollando el tema de nuestra propia responsabilidad en relación con lo que nos sucede: lo que nos sucede es producto de nuestros pensamientos, determinados por el maestro que hayamos escogido para que los guíe y no como consecuencia de algo externo a nosotros. Lo externo puede afectarnos o, no, de acuerdo a las interpretaciones que hagamos. 

Hoy, nos dice que Sólo mi propia condenación me hace daño. La condena es una manifestación de la culpa por la creencia en la separación de Dios. Esta culpa se está reviviendo y actualizando, inconscientemente, sin parar de crecer. Como cargo esta culpa, la proyecto a mis hermanos.

Ya hemos hablado de este pensamiento de Jesús en el capítulo 27 sección I:

_”El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia”_. T-27. I. 1: 1 

Con tal de tener a quien culpar me someto a ser tratado, así sea, injustamente porque tengo que mostrarme inocente. Así, no salimos de la repetición de una de las primeras palabras de los niños: “Yo no fui”. Puede que esta afirmación de Jesús no nos guste. Es cuestión de preguntarse: ¿Cuántas veces caemos en la repetición de situaciones con nuestros hermanos que sabemos que nos van a causar dolor y, sin embargo, las hacemos?

Pero el mecanismo de la culpa no sólo se proyecta hacia afuera en forma de ira, prejuicios, resentimientos, discriminación, racismo, etc., sino hacia nosotros mismos en forma de ataque, desvalorizaciones, insultos, lamentos, quejas, expresiones de impotencia e incapacidad, comparaciones descalificadoras, etc., cuando no cumplimos con los niveles que el ego nos propone. Y cuando hago esto que, desafortunadamente, hacemos de forma continua, nos olvidamos que somos el Hijo de Dios. Nos olvidamos de la gloria que nos pertenece en razón de nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios que siempre está con nosotros. Nos olvidamos que no somos un cuerpo. Somos espíritu y, por lo tanto, somos libres.

La gloria, el regalo de belleza, grandeza, santidad que corresponde a Dios, pero que Él, generosamente, nos da, lo puedo contemplar cuando dejo de condenarme y condenar a mis hermanos, que también disponen de la gloria de Dios. Recibo la gloria de Dios para que la comparta con mis hermanos. Y la manera de superar la condena que me limita es mediante el perdón. El perdón es lo único que me saca de la culpa y la condena y me concede la libertad que necesito para disfrutar el regalo de la gloria de Dios a que tengo derecho por ser Su Hijo. Claro, que como siempre, con la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús.

No sobra insistir en que siempre tenemos a nuestra mano el perdón al cual podemos acudir cuando sintamos algún tipo de sufrimiento y dolor como nos dice, Jesús, en la lección 198:

_”No olvides hoy que toda forma de sufrimiento oculta algún pensamiento que niega el perdón. Y que no puede haber ningún tipo de dolor que el perdón no pueda sanar”_. L-198. 9:5-6

Esto se puede, también, expresar en las enfermedades. Detrás de toda enfermedad hay una falta de perdón, hay un ataque contra el Hijo de Dios o contra Dios. Y como vimos en la lección 216:

Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo. Si ataco, sufro. Más si perdono, se me da la salvación.
L-216. 1: 2-4 

Proceso de práctica de la lección

1. Tiempo de quietud por la mañana y por noche. 

Tiempo mínimo 15 minutos. Ideal 30 minutos o más. Trata de dedicarle todo el tiempo que puedas y un poco más.
 

Repite y reflexiona sobre estas ideas de Jesús:

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

Sólo mi propia condenación me hace daño.

Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

Cierra los ojos. Aquieta la mente. Nos olvidamos del miedo del ego y recordamos el amor que somos como Hijos de Dios.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.


No engancharse en pensamientos distractores. Pide la guía del Espíritu Santo. Si llega algún pensamiento distractor le ordenas a tu mente que no le preste atención y dices:

No quiero este pensamiento. El que quiero es: Sólo mi propia condenación me hace daño.

Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz.

La idea de hoy es:

Sólo mi propia condenación me hace daño.


2. Recordatorios cada hora.

Repite:
No soy un cuerpo.  Soy libre pues aún soy tal como Dios me creó.

Sólo mi propia condenación me hace daño.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza.

Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. Dale gracias por los regalos de la hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que empieza.

3. Respuesta a la tentación.

No dejar ningún pensamiento trivial sin cuestionarlo. Si llega alguno le aseguras a tu mente que eso no es lo que quieres.

 Le dices:

 No quiero este pensamiento. El que quiero es: Sólo mi propia condenación me hace daño.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior. Les propongo leer la introducción al SEXTO REPASO. De igual manera, realizar las prácticas como se les propone en la introducción, siempre de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Y sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda



















LECCIÓN 218 
Kenneth Wapnick


(1) (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.

Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas, hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme. 

Mi visión no es oscura por lo que me has hecho, ni mi infelicidad es el resultado de tu misericordia y abuso. Son el resultado de una elección que he hecho, y por lo tanto una que puedo deshacer. Tan fácilmente como elegí la ceguera de la condenación, puedo elegir la visión del perdón.


















LECCIÓN 218

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 
 
"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."
 
1. (198) ”Sólo mi propia condenación me hace daño.”
 
En esta lección vamos  a conocer  los efectos que tienen sobre nosotros la culpa, la condena y el ataque, así como el poder sanador del perdón.
 Igualmente aprenderemos la dimensión más metafísica del perdón. Intentaré explicar ambas, más mi sugerencia, es poner más énfasis en la práctica que en la teoría, si comprendes en estos momentos la dimensión metafísica del perdón, está muy bien, si no logras comprenderla por ahora, no te preocupes, céntrate en la práctica, pues sólo experimentando es como la verdad  se hace real en ti. 
"Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme." ( L-218) 

LA CULPA Y EL MUNDO ILUSORIO:

En las lecciones anteriores hemos visto que todo está contenido en mi mente, por lo que debo responsabilizarme de mis pensamientos. Trato de liberarme de la culpa inconsciente proyectándola sobre mis hermanos, y al condenarlos me condeno a mi mismo, pues  todos somos una sola mente, la mente del Hijo de Dios que se cree separado de su Padre. 
Cuando condeno a un hermano no me libero de la culpa, lo único que hago es afirmarla en mi y como consecuencia percibir enemigos y peligros tras mi ataque.

"Si puedes condenar, se te puede hacer daño." (L198) Si condenó, el ataque se hace real para mi, *"Pues habrás creído que puedes hacer daño, y el derecho que te prescribes puede ahora usarse contra ti"*(L198) Todo ello sucede en mi mente, el mundo exterior no es más que la pantalla donde proyecto mi película mental. Solo cuando perdono, renuncio a los juicios y dejo de proyectar, mi mente se sana, recupero la paz y el amor florece en mi corazón. 

De ahí que este mundo sea una ilusión, un sueño de separación. "Condena y te vuelves un prisionero. Perdona y te liberas. Ésta es la ley que rige a la percepción." (L198)  

El  perdón no existe en el Cielo, pues no hay nada que perdonar en un estado de total Amor y perfección. El Conocimiento de la totalidad es la condición del Cielo, la percepción la condición del mundo. Las leyes de este mundo, las leyes de percepción no rigen en el Cielo, donde rige el Conocimiento, la ley del Amor. En este mundo somos prisioneros de la culpa, el miedo y el ataque; en el estado del Cielo gozamos del Conocimiento de la perfecta libertad. 

En el estado del Cielo nunca ocurrió la separación  pues las creaciones de Dios son inmutables, por lo tanto, nada ha cambiado, la "separación" tan sólo ha sido un sueño del Hijo de Dios, que se  olvidó reírse de su sueño y creyó que era real, y forjó un mundo de ilusiones. Por eso  "tenemos que lidiar con ellos por un tiempo como si en realidad hubiesen tenido lugar." (L198) y esto es así, pues nosotros creemos que la separación es real, que este mundo es real, por lo que nuestro despertar parece requerir un proceso en la que el Espíritu Santo nos ayuda con la  reinterpretación de nuestras percepciones mientras transitamos de este mundo ilusorio al mundo real  hacia la visión del amor. El perdón restablece la verdad que somos y nos conduce de regreso al Cielo. 

DIMENSIÓN METAFÍSICA DEL PERDÓN:

La dinámica de este mundo es que las ilusiones forjan nuevas ilusiones, los ataques generan nuevos ataques, los conflictos generan nuevos conflictos, en una espiral  que parecen no tener fin. Para ayudarnos a liberarnos de la esclavitud de las ilusiones, el Espíritu Santo introduce otra ilusión, con el fin de deshacer todas las otras ilusiones, esa ilusión es el perdón: "el perdón es la ilusión que constituye la respuesta a todas las demás ilusiones." (L198) el perdón es una ilusión pues no existe en el Cielo, pues allí no hay nada que perdonar. Lo que no existe en el Cielo no es real, es ilusorio. El criterio para determinar la verdad en Un Curso de Milagros es que  debe tener los mismos atributos de Dios, esto es eterno, inmutable, emanando amor infinito y gozando de una paz y dicha sin fin. 

La diferencia con todas las demás ilusiones que son mecanismos del ego para afirmar la separación, es que el perdón es una ilusión que nos trae el Espíritu Santo para ayudarnos a deshacer todas las ilusiones, y despertarnos del sueño de separación.  El perdón opera como el principio de similitud de  la homeopatía (Similia similibus curentur) Lo similar cura a lo similar, el perdón (una ilusión) sana todas las ilusiones, igual como sucede con las vacunas, tan de moda en estos momentos. 
El perdón es una ilusión que niega la realidad de todas las demás ilusiones. 

"El perdón desvanece todos los demás sueños, y aunque en sí es un sueño, no da lugar a más sueños." (L198) 
El perdón tiene un solo propósito, ponerle fin a todos los sueños de separación de este mundo:
"El perdón representa el fin de todos los sueños, ya que es el sueño del despertar." (L198)

EL PERDÓN Y LA VERDAD:

El perdón "No es en sí la verdad. No obstante, apunta hacia donde ésta se encuentra, y provee dirección con la certeza de Dios Mismo." (L198) Recordemos que Dios y lo que Él crea es la verdad. La verdad pues goza de los mismos atributos de Dios, o sea, que sea eterno, inmutable, impecable, amoroso y por siempre dichoso, lo que no tenga los mismos atributos de Dios, no es verdad, es una ilusión que se desvanecerá en la misma  ilusión del tiempo. 

A través del perdón encontraremos la verdad, y esta la experimentaremos en  "La quietud de tu Ser" (L198)  pues "permanece impasible y no se ve afectada por semejantes pensamientos ni se percata de ninguna condenación que pudiera requerir perdón." (L198) Todos los sueños, de la clase que sean, son algo extraño y ajeno a la verdad. 

PRÁCTICA DIARIA:

"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."

(198) "Sólo mi propia condenación me hace daño."

"No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó."

Con estas  ideas nos levantaremos por la mañana, pasaremos todo el día y nos acostaremos pensando en ellas y nos levantaremos nuevamente. 
Con estas ideas meditaremos en la mañana y en la noche, mínimo 15 minutos, y haremos una pausa cada hora para recordarlas en quietud y silencio y hacerlas nuestras, para igualmente   repetirlas entre horas lo más que podamos. 

RESPUESTA A LA TENTACION:

A lo largo del día, "Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:"  

"No quiero este pensamiento. El que quiero es ________ ."
(L– r VI. 6:1-2)
 En el caso de  hoy el pensamiento que quiero es:

"Sólo mi propia condenación me hace daño."

"Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado." (L-r VI.6:4)

No  dejes pasar ni un solo pensamiento  vano en tu mente sin confrontarlo, sin perdonarlo, ya sea de ira, ataque, carencia, tristeza, culpa, miedo o cualquier otro pensamiento no amoroso que niegue tu realidad inmortal. La salvación depende que no dejes ni una sola mancha de oscuridad en tu mente, para que la luz de tu Amor ilumine al mundo y a todas las mentes que Dios creó una contigo.  











TEXTO Cap. 21




T.21








CELEBRANDO EL MILAGRO 

CELEBRA LA CORRECCIÓN QUE OCURRE AHORA 

BENDICIONES! 



Share:

Facebook comments: