LECCIÓN 224
Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Jesús, en la lección 224 Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo, habla sobre nuestra verdadera identidad como el Hijo de Dios, el Cristo, el Ser que somos, pleno de todas las características de Dios. Cristo, nunca ha abandonado a Su Padre, no conoce el miedo, ni el sufrimiento, ni la muerte. Cristo, es el Hijo de Dios, es el Ser que compartimos y que nos une unos a otros y también con Dios. Cristo, es el eslabón que tengo con Dios, es el recuerdo de Dios que nunca me ha abandonado desde cuando creí haberme separado de Él. Cristo, es mi verdadera identidad y, por eso es, como nos dice Jesús, que esta
”es tan invulnerable, tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida, y tan absolutamente benéfica y libre de culpa”
que contrasta absolutamente con el ser con minúscula, el personaje que hemos fabricado desde el ego donde lo que prima es el miedo, la culpa, el ataque, el conflicto.
El más grande regalo que Dios me ha dado es mi identidad como Cristo. Jesús, nos insiste en que recordemos quienes somos. Hay una realidad, hay un hogar de paz, amor, bondad, júbilo, fortaleza, seguridad, en nuestra mente, a la que podemos acudir con la ayuda del Espíritu Santo y mediante el perdón. Jesús, quiere que, hoy, experimentemos nuestra verdadera identidad como Cristo, así sea por un instante, para que veamos que, más allá de este mundo, hay algo más grande a lo que tenemos derecho: el mundo real.
El mundo real, es ese estado de paz y plenitud, lleno de los pensamientos amorosos que hemos incorporado en nuestra vida. Ese mundo real lo podemos vislumbrar en los instantes santos. Se trata de encontrarnos con la visión de Cristo llena de paz y de amor para que veamos este mundo diferente. Hoy, le vamos a pedir a nuestro Padre que nos ayude a recordar nuestra identidad
”pues estoy cansado del mundo que veo”
Con relación al tema del perdón
Jesús, nos dice en el tema especial 1. ¿Qué es el perdón?:
_”Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone en duda a pesar de que no es verdad. La mente se ha cerrado y no puede liberarse”_.
La falta de perdón se sustenta en los juicios. Tengo que llenarme de argumentos para justificar que mi hermano es mi enemigo y justificar mi ira y odio hacia él. Me aferro a la, supuesta, ofensa que hizo mi hermano y no quiero soltarla para justificar mi falta de perdón. Pero, Jesús, nos ha enseñado que mi hermano no me ha hecho nada. Son mis propias interpretaciones, mis propios juicios, sobre lo hecho por mi hermano, lo que hace que pierda mi paz interior y no pueda reconocer mi identidad como Hijo de Dios. Si no perdono a mi hermano, sino cambio los juicios que me separan de él, no podré recordar que Dios es mi Padre y el ama a Su Hijo.
Proceso de práctica de la lección.
1. Tener momentos con Dios por la mañana y por noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como nos lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
_”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”_. (L-71. 9:7-10)
2. Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios. Perdonamos, con Dios, lo que nos haya quitado la paz en esa hora. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. Pueden ser o 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios.
4. Respuesta a la tentación.
Repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Kenneth Wapnick
Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.
Lección 224
"Esta lección contrasta a Cristo, nuestro verdadero Ser, con el pequeño yo del ego que creemos ser.
(1:1) «Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine.»
Este es de nuevo un hermoso símbolo. El Cielo no espera a que Cristo lo ilumine, porque la luz del Cielo y de Cristo son una en pureza y verdad:
“La verdad en ti permanece tan radiante como una estrella, tan pura como la luz, tan inocente como el amor mismo. Y tú eres digno de que se haga tu voluntad.” (T-31.VI.7:4-5)
(1:2-3) «Ella ilumina también al mundo. Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo.»
Recordamos al mundo la luz del Cielo. En el texto, Jesús habla de nuestra Identidad como los “Grandes Rayos”, y en el mundo somos una pequeña chispa que refleja los Rayos de Cristo:
“Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor…” (T-10.1V.8:2-3)
(1:4-7) «No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir. Mi verdadera Identidad y sólo Ella es la realidad. Es el final de las ilusiones. Es la verdad.»
Jesús habla del mundo real, cuya consecución es el final de las ilusiones. El Hijo de Dios ha recordado su Identidad, y este es el regalo de su visión felizmente familiar que comparte con el mundo:
“Traigo a vuestros cansados ojos una visión de un mundo diferente...Mas tenéis que compartir esta visión con todo aquel que veáis, pues, de lo contrario, no la contemplaréis. Dar este regalo es la manera de hacerlo vuestro. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese.” (T-31.VIII.8:4-7)
(2:1-2) «Mi Nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer.»
Esto se remonta al conocido final de “El concepto del yo frente al verdadero Ser” (T-31.V.17:6-7). Recordar Quiénes somos deshace nuestro falso yo, el cual, no obstante miserable, sigue siendo una identidad que reconocemos y con la que nos sentimos extrañamente cómodos. Sin embargo, ahora entendemos los dolorosos parámetros de nuestras vidas - «mata o te matarán» - dentro de los cuales a veces deseamos ser el asesino, y otras veces el asesinado, que seamos las víctimas inocentes. Puesto que creemos que conocemos el mundo, al darse cuenta de repente de que no entendemos nada nos hace sentir desorientados, como mínimo.
(2:3-4) «Recuérdamelo ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar.»
La visión de Cristo corrige el mundo que se ha vuelto tan cansado y que, sin embargo, puede ser llevado a un suave final a través de la mente que ha sanado de los maestros de Dios:
“No obstante, sólo el tiempo se arrastra pesadamente, y el mundo ya está muy cansado. Está viejo, agotado y sin esperanzas...Al tiempo, no obstante, le llegará su final, y propiciar ese final es la función de los maestros de Dios, pues el tiempo está en sus manos.” (M-1.4:4-5, 8) "
Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 224
"Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Con esta idea estoy afirmando mi verdadera identidad como Hijo de Dios. Recordemos que con la separación negamos a Dios y Su Reino y fabricamos un mundo de formas y cuerpos como un substituto del Amor de Dios. Luego nos inventamos el mito de la expulsión del paraíso, en la que culpamos a Dios de nuestras desgracias, a la vez, que vivimos temerosos de supuestos castigos de Dios por haberlo "ofendido", como si fuera posible que un falso poder externo a Dios capaz de perturbar Su Paz y Su Amor. La inmutabilidad es uno de los atributos de Dios y nadie ni nada puede afectarla.
*"Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine."*.
Reconocer, aceptar y asumir mi verdadera identidad es poderosamente sanador, pues reconozco mi inocencia, estoy libre de toda culpa, y por lo tanto, no le temo al Amor de Dios, y elijo reflejar Su Amor en este mundo. "Ella ilumina también al mundo. Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo."
Reconocer mi verdadera identidad como Hijo de Dios, es reconocer que Soy Hijo del Amor, y gozo de todos Sus atributos como mi herencia natural, y decido compartirlos tal como los he recibido: "No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir."
Establecer nuestra verdadera identidad, es restablecer la verdad de lo que somos, y ponerle fin al mundo de las ilusiones en las que creemos vivir: "Mi verdadera identidad y sólo Ella es la realidad. Es el final de las ilusiones. Es la verdad."
ORACIÓN DEL DÍA:
"Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. Recuérdamelo ahora Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar."
PRACTICA:
Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mejor, hazla tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.