LECCIÓN 252 El Hijo de Dios es mi Identidad.




Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 252

El Hijo de Dios es mi Identidad.
 
1. La santidad de mi Ser transciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora. 2Su refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que jamás haya contemplado. 3Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza. 4Su fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar al mundo, sino del Amor ilimitado de Dios Mismo. 5¡Cuán alejado de este mundo debe estar mi Ser! aY, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!

2. Padre, Tú conoces mi verdadera Identidad. 2Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo, para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el Cielo.





AUDIOS de la Lección 252
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 252
A través de  Blanca Nivia Morales Contreras


Ocurrir de la Lección 252
a través de Martin Musarra


Lección 252 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda



































LECCIÓN 252

El Hijo de Dios es mi Identidad.


Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda


¡Que la paz sea con nosotros hoy!

Esta lección apunta a resolver el principal problema que tenemos: no sabemos quiénes somos. Hemos perdido nuestra verdadera identidad. Hacíamos parte de la Mente Una de Dios y decidimos que no era suficiente ser parte de Dios y elegimos tener la idea loca de separarnos de nuestro Padre, de nuestro Creador. Y esa mente colectiva se fraccionó en billones de fragmentos y proyectó este mundo y a billones de cuerpos en los cuales creía protegerse de la creencia falsa del castigo de Dios. Como hemos visto, en cada uno de esos fragmentos existe el recuerdo de Dios que no se ha perdido, que nos acompaña siempre: el Hijo de Dios, el Ser, el Cristo. 

Jesús nos aclara en el capítulo 24 sección VII:

_”El Hijo de Dios aún conserva la Voluntad del Padre. El hijo del hombre percibe una voluntad ajena y desea que sea verdad”_. T-24.VII.11:7-8 

La voluntad de hijo del hombre está motivada por el deseo de ser especial que, no es sino una expresión de ese deseo de ser especial ancestral, que llevó a la separación de Dios. Cada hijo del hombre quiere realizarse por separado. Desconoce el Hijo de Dios, el Ser, el Cristo que lo habita, al igual que a su hermano. Prefiere verse como un cuerpo y desconocer su naturaleza como espíritu. Ayer, veíamos como vivíamos buscando y buscando cosas que nos hicieran felices y como fracasábamos, una y otra vez en conseguirlo. 

Jesús, nos describe esta situación de una manera poética, sin dejar de ser dramática, en el capítulo 28 en la sección III: 

”La puerta está abierta, no para que entren ladrones, sino tus hermanos hambrientos, quienes confundieron el brillo de una piedrecilla con oro y almacenaron un puñado de nieve reluciente creyendo que era plata. Sin embargo, a este lado de la puerta abierta no tienen nada. ¿Qué es el mundo, sino una diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días, meses y años? ¿Y que sois vosotros que vivís en el mundo, sino una imagen fragmentada del Hijo de Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un trocito de barro separado e incierto?” T-28. III.7:2-5  

Por fortuna, este ser que describe Jesús no es el Hijo de Dios. Sino el ser con minúscula, el personaje, que hemos decidido escoger teniendo al ego como maestro.

 El Hijo de Dios es perfecto, como su Padre, como nos dice Jesús en la lección:

”La santidad de mi Ser trasciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora. Su refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que haya contemplado jamás. Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza. Su fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar el mundo, sino del Amor ilimitado de Dios Mismo. ¡Cuán alejado de este mundo debe estar mi Ser! Y, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!”  

 Que hermosa descripción del Hijo de Dios, el Ser, el Cristo que somos. Esta es nuestra realidad divina que no podemos reconocer solos porque estamos atrapados en el mundo de la percepción, de la separación, de las comparaciones. De este mundo de la percepción no podemos salir solos. Necesitamos al Espíritu Santo, que fue creado por nuestro Padre para ayudarnos a salir de este mundo de la separación y de la percepción y para que recobráramos nuestra conciencia de unidad con nuestros hermanos y con Dios. Si confiamos en Dios y nos dejamos guiar, si reconocemos que no sabemos nada, pero, que a nuestro lado siempre hay Alguien que sabe y al cual le podemos pedir ayuda cuando nos decidamos a hacerlo, con absoluta seguridad, que podremos reconocer y aceptar que El Hijo de Dios es mi Identidad.  

Por eso, no nos queda sino integrar la oración de la lección:

_”Padre, Tú conoces mi verdadera identidad. Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo, para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el Cielo”_. 

Con relación al tema del pecado

Jesús nos dice en el tema especial 4. ¿Qué es el pecado?:
_”El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? ¿Qué necesidad tendrían de vistas, sonidos o del tacto? ¿Qué querrían oír o intentar asir? ¿Qué necesidad tendrían de los sentidos? Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más”_.
 
Como hemos visto antes de la separación estábamos en la Unidad, en el Conocimiento. No existía la percepción y su división en sujeto y objeto, no existían los órganos de los sentidos del cuerpo que nos permiten hacer distinciones y comparaciones y que conllevan a los juicios. Los órganos de los sentidos, el cuerpo, pueden estar al servicio del ego o del Espíritu Santo. Si me decido a reconocer que El Hijo de Dios es mi Identidad como vimos en la lección de hoy, puedo poner los sentidos y la percepción al servicio de la salvación y no en un medio para ratificar la demencia del pecado. 

Proceso de práctica de la lección


Tener momentos con Dios por la mañana y por noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. 

Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.

Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser. 

Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.

Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

_”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”_. (L-71. 9:7-10)

Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios. . Perdonamos, con Dios, lo que nos haya quitado la paz en esa hora.

Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos  a Dios.

Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda












LECCIÓN 252
 
"El Hijo de Dios es mi Identidad."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 

Recordemos que  la primera parte del libro de ejercicios (hasta lección 220) está centrada en deshacer el sistema de pensamiento del ego, la segunda parte, (desde la 221 en adelante) está centrada en consolidar en nuestra mente el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, y reconocer y aceptar el amor que somos. 

"El Hijo de Dios es mi Identidad." la separación nos generó una crisis de identidad. Nos creemos cuerpos separados, con un yo psicológico individual, con el que libramos una batalla en un mundo lleno de peligros y amenazas. Un mundo lleno de carencias, conflictos, enfermedades y muerte. Un mundo en que luchamos por sobrevivir, pues el miedo y los sufrimientos parecen ocultarnos nuestra verdadera identidad. 

Lo que parece que hemos olvidado es que nosotros mismos inventamos este mundo. Ahora debemos recordar quienes somos para despertar del sueño de separación. 

Mi verdadera identidad es todo lo contrario: "El Hijo de Dios es mi Identidad." ser el Hijo de Dios, es ser una mente libre e ilimitada, eterna y feliz, invulnerable y disfrutando de una paz infinita. Esa es mi verdadera identidad, hoy la reconozco y la acepto. 

"La santidad de mi Ser transciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora."  el mundo que vivimos está regido por la percepción. Los ojos del cuerpo jamás podrán mostrarme mi verdadero Ser, y no lo podré ver con los ojos del mundo, solo será posible verle con el conocimiento de la totalidad de la que Dios goza y de la que gozamos como Hijos de Dios, y  que disfrutaremos cuando regresemos a los brazos de nuestro Padre. Solo desde esa perspectiva podría ver toda la belleza y grandeza de mi verdadera identidad. "Su refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que jamás haya contemplado." la luz del Amor no la podremos contemplar en este mundo, sólo podremos ver su reflejo en la medida que perdonemos y soltemos todos los obstáculos que habíamos puesto para no ver ni sentir el amor que somos. 

"Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza." en este mundo confundimos el Amor ilimitado con el amor limitado y condicionado de nuestras relaciones especiales, por eso nos parece inconcebible una extraordinaria luz que lo abarca todo mientras se goza de una paz y dicha infinita. "Su fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar al mundo, sino del Amor ilimitado de Dios Mismo."

Después de perdonar y despejar todos los obstáculos que le habíamos puesto al amor, podemos decirnos: "¡Cuán alejado de este mundo debe estar mi Ser! Y, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!" Cuando nos abracemos en el Amor infinito todo sufrimiento, toda carencia y toda tristeza desaparecerán para siempre, y no alcanzarán a ser ni siquiera un mal recuerdo, pues mi verdadera identidad y mi verdadero Ser son un gozo eterno de Amor, paz y dicha. 

ORACIÓN DEL DÍA:

"Padre, Tú conoces mi verdadera Identidad. Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo, para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el Cielo."

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "4. ¿Qué es el pecado?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.  










TEXTO T.25


















CELEBRANDO EL MILAGRO 

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BENDICIONES!










 



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