LECCIÓN 136
La enfermedad es una defensa contra la verdad.
1. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propósito que aparentemente tiene la enfermedad. ²Pues entonces comprende también que este propósito no tiene sentido. ³La enfermedad, al no tener causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. ⁴Una vez que se reconoce esto, la curación es automática. ⁵Pues este reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.
2. La enfermedad no es un accidente. ²Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de autoengaño. ³Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, atacarla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un insignificante montón de partes desconectadas. ⁴El objetivo de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. ⁵Las partes se ven como si cada una de ellas fuese completa en sí misma.
3. Las defensas no son involuntarias ni tampoco se forjan inconscientemente. ²Son como varitas mágicas secretas que agitas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. ³Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. ⁴En ese segundo o fracción de segundo en que tomas la decisión, reconoces exactamente lo que te propones hacer y luego lo das por hecho.
4. ¿Quién sino tú considera que existe una amenaza, decide que es necesario escapar de ella y erige una serie de defensas para contrarrestar la amenaza que ha juzgado como real? ²Nada de esto puede hacerse de manera inconsciente. ³Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo causaste.
5. La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu “realidad” es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. ²Mas puedes recordar lo que has olvidado si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. ³El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor en lo que se refiere a tus deseos. ⁴No confundas esto con un hecho. ⁵Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. ⁶Ése es su propósito y eso es lo que hacen.
6. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe. ²Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier desenlace que pueda tener lugar. ³Cuando se arrancan partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es. ⁴Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real a fin de que ocupe el lugar de lo que sí que lo es.
7. La enfermedad es una decisión. ²No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, que te debilita y te hace sufrir. ³Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. ⁴Ahora enfermas para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus dominios.
8. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? ²Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes sino estar separado de la verdad. ³Experimentas dolor porque el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él. ⁴De esta, manera, tu “verdadera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. ⁵Pues fíjate, ese puñado de polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades, pararte el corazón y ordenarte que mueras y dejes de existir.
9. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de querer morir. ²Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno, y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad. ³El Hijo no es más que polvo, el Padre está incompleto y el caos se sienta triunfante en Su trono.
10. Tal es el plan que has elaborado para tu defensa. ²Y crees que el Cielo tiembla ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas pretenden imponerle. ³Mas ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventó? ⁴¿Quién sino él podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?
11. Dios no sabe nada de tus planes para modificar Su Voluntad. ²El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. ³Y el Cielo no se ha inclinado ante el infierno ni la vida ante la muerte. ⁴Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad. ⁵Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con nada de eso. ⁶Las defensas son planes para derrotar lo que no puede ser atacado. ⁷Lo que es inalterable no puede cambiar. ⁸Y lo que es absolutamente impecable no puede pecar.
12. Ésta es la simple verdad. ²No recurre a la fuerza ni al dominio. ³No exige obediencia ni intenta demostrar cuán lamentables e inútiles son tus intentos de planificar defensas que la pudiesen alterar. ⁴La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propósito. ⁵Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. ªNo obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios ha dispuesto para ti.
13. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión. ²Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. ³Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. ⁴Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. ⁵Lo que Él dispone, no obstante, está aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.
14. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. ²Y ésta alborea en cualquier mente que esté dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. ³La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.
15. Éste es nuestro objetivo hoy. ²Dedicaremos un cuarto de hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. ³Y la verdad vendrá, pues nunca ha estado separada de nosotros. ⁴Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos, ⁵la cual introducimos con una plegaria de curación para que nos ayude a superar nuestra actitud defensiva y permita que la verdad sea como siempre ha sido:
⁶La enfermedad es una defensa contra la verdad. ⁷Aceptaré la verdad de lo que soy y dejaré que mi mente sane hoy completamente.
16. La curación resplandecerá a través de tu mente abierta a medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la contienda y de las imaginaciones vanas. ²No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender de la luz de la verdad. ³No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus sueños, ni sus absurdos y obscuros anhelos con dobles propósitos que se persiguen descabelladamente. ⁴La mente sanará de todo deseo enfermizo que haya jamás tratado que el cuerpo obedeciera.
17. Ahora el cuerpo se ha curado porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio. ²Y reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. ³Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bienestar, de dolor o de placer. ⁴La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. ⁵Lo único que queda es su utilidad y nada más.
18. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado. ²A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. ³La salud del cuerpo queda plenamente garantizada porque ya no se verá limitado por el tiempo, por el clima o el cansancio, por lo que coma o beba ni por ninguna de las leyes a la que antes lo sometías. ⁴No tienes que hacer nada para que esté bien, pues la enfermedad se ha vuelto imposible.
19. Mas para conservar esta protección es preciso que te mantengas extremadamente alerta. ²Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma.
20. De ocurrir esto, remédialo de inmediato no permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. ²No te confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus adentros:
³He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. ⁴La enfermedad es una defensa contra la verdad. ⁵Mas yo no soy un cuerpo. ⁶Y mi mente es incapaz de atacar. ⁷Por lo tanto, no puedo estar enfermo.
LECCIÓN 136
La enfermedad es una defensa contra la verdad.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
La lección 136 La enfermedad es una defensa contra la verdad es una de las lecciones más importantes del Curso. Mediante la enfermedad nos defendemos de la verdad, vale decir, de Dios.
Jesús, nos aclara que es una defensa:
_”es un mecanismo demente de auto-engaño…La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra”_.
¿Y por qué tenemos que defendernos de Dios? Porque creemos que nos va a castigar por habernos separado de Él. Para defendernos de Dios la mente colectiva ego que creyó separarse proyecta este mundo y al cuerpo. La culpa y el miedo, producto de la separación, son proyectados, por los millones de fragmentos en que pareció dividirse esa mente colectiva, en el mundo y en el cuerpo. Surge la mentalidad dualista: sujeto- objeto, vida – muerte, mente- cuerpo, etc. Esta mentalidad dualista niega la realidad no-dualista de lo que somos: somos sólo mente y no mente y cuerpo.
En el caso de la enfermedad la enfermedad es de la mente y no del cuerpo. En el cuerpo proyectamos nuestra culpa, nuestros resentimientos y pensamientos de ataque, nuestros juicios y pensamientos no amorosos, de tal manera, que nos autocastigamos para que Dios no lo haga.
Lo que quiere el ego es que nos centremos en el cuerpo y en lo externo. Así, nos enfermamos es por un virus, por el medio ambiente, por la contaminación, por los desastres naturales. Nada que centre nuestra responsabilidad en nuestra mente.
Recordemos esta hermosa oración de Jesús en capítulo 21 sección II:
Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido y se me concede tal como lo pedí.
T-21. II. 2: 3-5
_“Todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido y se me concede tal como lo pedí”_, nos dice Jesús.
De entrada rechazamos esta afirmación. ¿Cómo así que yo pedí que me diera esta enfermedad? ¿Cómo lo hice? Bueno, no es sino que analicemos los múltiples pensamientos de ataque hacia nuestros hermanos y hacia nosotros mismos que tenemos diariamente: que se mueran, que les pase algo negativo, que fracasen, que les vaya mal, etc.
Recordemos que los pensamientos tienen poder como lo vimos en la lección 19 No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos. Así que no podemos ir por el mundo agrediendo y agrediéndonos con nuestros pensamientos sin que esto no nos afecte. Jesús, nos ha dado una salida para estos pensamientos no amorosos: la Expiación o el entregarle estos pensamientos al Espíritu Santo para que los transforme en pensamientos amorosos.
Nos dice Jesús:
_”La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos”_.
Aquí, está muy claro el proceso de la enfermedad como decisión de la mente. Supongamos, que estamos con un hermano y algo de lo que dice o hace, no nos gusta. En ese momento, podemos tomar una decisión de acuerdo al maestro que elijamos. Si elegimos al ego, tendremos pensamientos de ataque. Si elegimos al Espíritu Santo miraremos que lo que hace el hermano es hacernos una petición de ayuda o de amor. Y nos perdonamos, con la ayuda del Espíritu Santo, cualquier pensamiento no amoroso que hayamos tenido al respecto. Y la situación no fue sino una hermosa situación de perdón.
En el caso, de decidirnos por el ego este pensamiento no amoroso, de ataque se nos devuelve. Recordemos una de las enseñanzas fundamentales de Jesús: Dar es lo mismo que recibir. Si doy pensamientos de ataque, estos pensamientos de ataque los recibimos nosotros. Cualquier síntoma o enfermedad expresa que, en algún momento, ante una situación que reclamaba que aceptara la verdad, es decir, que viera en un hermano un Hijo de Dios y no lo juzgara y atacara en mi mente o externamente, en ese momento, se presentó una ausencia de perdón. Si la situación de no perdón me es clara, bien. Si no la ubico, simplemente la perdono porque seguro que estuvo presente.
Jesús, nos dice que la enfermedad no es un accidente, no se debe a algo externo sino que obedece a una decisión para defendernos de la verdad, vale decir, de Dios.
Las defensas no son involuntarias ni inconscientes. Hay un pensamiento detrás de ellas, así sea en un microsegundo, donde se decide pensar no amorosamente, se decide no pensar con Dios y, en ese instante, se decide utilizar la enfermedad como defensa contra la verdad. Por eso, Jesús, nos dice que este proceso no puede hacerse de manera inconsciente. Otra cosa es que, inmediatamente, lo olvidemos y creamos que la enfermedad se debe a motivos externos.
También, nos dice Jesús, que la enfermedad es una decisión que nuestra mente toma cuando se está ante la verdad. La verdad es que la Voluntad de Dios es que seamos felices. Pues cuando enfermamos nuestro cuerpo le decimos a Dios que no es más poderoso que nosotros pues nosotros somos más poderosos que Él pues le llevamos la contraria y enfermamos.
Dios, no sabe de nuestros planes para cambiar Su Voluntad. Si los supiera haría real este mundo. Las defensas son planes para derrotar lo que no puede ser derrotado: la verdad. Y la verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ese es su propósito. Sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios ha dispuesto para ti. No intenta convencerte ni imponerte la verdad.
Para acceder a la verdad se necesita que la queramos, que la pidamos. Es la pequeña dosis de buena voluntad de que habla Jesús. La curación se presentará en tu mente a medida que la paz y la verdad ocupen el lugar de las imaginaciones vanas de este mundo. Ahora el cuerpo sana porque la mente, como la fuente de la enfermedad, está dispuesta a recibir alivio. Todo esto atravesado, de principio a fin, por el perdón.
Esta es una lección muy importante. Les recomiendo que la estudien y hagan la práctica como se les plantea, de la mano de Jesús y el Espíritu Santo. Sin olvidarse de reír. La plegaria de curación la pueden utilizar ante cualquier síntoma que se les presente en cualquier momento:
La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Kenneth Wapnick
LA ENFERMEDAD ES UNA DEFENSA CONTRA LA VERDAD.
Lección 136
Esta es una de las lecciones más importantes del libro de ejercicios, no solo por lo que dice sobre la enfermedad, sino por sus comentarios más generales sobre cómo nos defendemos contra la verdad. Para repasar brevemente, el plan del ego afirma que el pecado y la culpa son reales, una estrategia para hacer que temamos a la mente y entonces la abandonemos, proyectando nuestro ser pecaminoso y culpable para que sea percibido en otra persona. Así vemos pecado y culpa en el cuerpo de otra persona - ataque - o en el nuestro propio - enfermedad. Sin embargo, tanto si la culpa y el dolor se ven en tu cuerpo o en el mío, me olvido de su fuente en mi mente, cumpliendo así el objetivo del ego de mantenernos sin mente, y por lo tanto incapaces de elegir la verdad.
Así, mientras Jesús habla específicamente sobre la enfermedad, especialmente en la segunda parte de la lección, él podría decir fácilmente que el juicio es una defensa contra la verdad, como son la ira, la depresión, la ansiedad y el especialismo en cualquier forma. El contenido de todo lo que sentimos que es un problema aquí - lo que requiere nuestra atención y planificación - es el mismo. Las formas pueden diferir, pero ver problemas en el mundo aleja nuestra atención de la mente - el propósito del ego para todo. De esta manera nunca recordaremos que el verdadero problema está dentro. Por eso es tan tentador ver a Jesús y al Espíritu Santo haciendo algunas cosas para nosotros en el mundo. El hacer cosas, significa que hay problemas reales aquí, demostrando la realidad del mundo y haciendo más fácil olvidar que la mente es la única fuente de los problemas y su solución.
📘(1:1) Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propósito que aparentemente tiene la enfermedad.
Este importante tema se refleja en las declaraciones del texto y del manual para el maestro:
La enfermedad es una forma de demostrar que puedes ser herido. Da testimonio de tu fragilidad, de tu vulnerabilidad y de tu extrema necesidad de depender de dirección externa. El ego usa esto como su mejor argumento para demostrar que necesitas su dirección. (T-8.VIII.6:1-3)
Para que la curación pueda tener lugar, es necesario que se entienda el propósito de la ilusión de la enfermedad. Sin ese entendimiento la curación es imposible.
La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. ¿Quién elegiría sufrir a menos que pensase que con ello podría ganar algo, y algo que tiene valor para él? Indudablemente cree que está pagando un precio módico por algo de mayor valor, pues la enfermedad es una elección, una decisión. (M-5.1:1-I.1:4)
Recordemos que en Un Curso de Milagros, el propósito lo es todo. Cuando entiendes el propósito de algo, puedes hacer algo al respecto. Por eso es importante comprender la estrategia y el propósito fundamental del ego: mantenernos enraizados en el cuerpo para que así olvidemos que tenemos una mente. La verdadera curación es imposible a menos que nos demos cuenta del "propósito que aparentemente tiene la enfermedad". No es que la enfermedad nos haya elegido, o que haya venido sin ser vista, la hemos elegido.
(1:2-3) Pues entonces comprende también que dicho propósito no tiene sentido. Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista.
Se nos dice en el manual que "todas ellas [las formas de enfermedad] tienen el mismo propósito, y que, por lo tanto no son en modo alguno diferentes” (M-5.III.3:2). Su finalidad es protegernos del pecado y la culpa en nuestras mentes. Sin embargo, dado que el pecado y la culpa no están realmente allí, el propósito del ego no tiene sentido. Si decimos que el pecado es la causa de la enfermedad, pero en realidad no hay ningún pecado, entonces la enfermedad, como el efecto, es tanto una ilusión como la creencia de que estamos separados de Dios. Ver, por ejemplo:
Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece. Pues desaparece tan pronto como la idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura. Al pecado y a la enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de mantenerla excluida de la luz de la razón. (T-26.VII.2)
Dicho de otra manera, el propósito de la enfermedad es probar la existencia del pecado, pero el pecado no tiene causa porque proviene de la nada: nunca nos separamos verdaderamente de Dios. Por lo tanto, al proceder de la nada, el pecado en sí mismo debe ser nada, como lo es la defensa contra él. Como dijo el rey Lear: "Nada saldrá de la nada" (I, i). El mundo y el cuerpo son nada y provienen de la nada. El problema es que pensamos que el pecado es real, y por lo tanto pensamos que necesitamos una defensa; es decir, la enfermedad. Una vez más, lo que es nada causando que nada sea defendido por nada.
(1:4) Una vez que se reconoce esto, la curación es automática.
Esto es porque la enfermedad es la creencia de que la separación es real. Ya que la enfermedad no tiene nada que ver con el cuerpo, la curación no tiene nada que ver con el cuerpo. La manifestación de la enfermedad en los síntomas físicos no es más que la proyección del pensamiento enfermo o de separación de la mente. Porque las ideas no abandonan su fuente, la idea de la enfermedad física nunca ha abandonado su fuente en la mente - el pensamiento que dice que estoy separado de Dios. La Expiación deshace la separación a medida que la curación deshace la enfermedad - a medida que la verdad deshace la ilusión. Este, entonces, es el núcleo de la curación: un cambio de mentalidad sobre la realidad - desde la separación hasta la Expiación - lo cual no tiene nada que ver con el cuerpo en absoluto. El siguiente pasaje del manual para el maestro hace que la naturaleza de la curación sea clara:
La curación es directamente proporcional al grado de reconocimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Sólo con decir: “Con esto no gano nada” uno se curaría. Pero antes de uno poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. En primer lugar, resulta obvio que las decisiones son algo propio de la mente, no el cuerpo. Si la enfermedad no es más que un enfoque defectuoso de solventar problemas, tiene que ser entonces una decisión. Y si es una decisión, es la mente, y no el cuerpo, la que la toma….. La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. Y esto es cierto con respecto a cualquier clase de curación….. ¿Qué es lo único que se necesita para que éste cambio de percepción tenga lugar? Simplemente esto: el reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente, y que no tiene nada que ver con el cuerpo. (M-5.II.1:1-6; 2:1-2; 3:1-2)
(1:5) Pues dicho reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.
Llevas las ilusiones a la verdad, no al revés. Cuando le pides a Jesús que te ayude en este mundo, traes su verdad a tu ilusión, pensando que el Cielo te está ayudando aquí. Sin embargo, solo se ayuda al ego, porque esto perpetúa la ilusión de separación por medio de reforzar la realidad del mundo y del cuerpo, y de que los problemas aquí son la causa de tu infelicidad. En cambio, Jesús te pide que traigas esta ilusión a la mente, dándote cuenta de que el problema no es tu cuerpo enfermo o el de otro, sino la elección por el ego. La ilusión oculta es que el ego dice la verdad, y el problema es creerla. Así llevas la ilusión del cuerpo a la ilusión en tu mente, y después, al tomador de decisiones que corrige la elección equivocada. La curación es el feliz resultado de este proceso de traer la oscuridad del ego a la luz del Espíritu Santo:
La Expiación….. lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad; o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. Llevar las ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. (T-14.IX.1:1,3-4)
📘(2:1-2) La enfermedad no es un accidente. Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño.
Otro término para mecanismo demente es magia, que se describe en el Curso como el tratar de resolver un problema que no existe, y que, por lo tanto, no está allí. La enfermedad es "un mecanismo demente de auto-engaño", ya que nos engañamos al pensar que hay un problema en el cuerpo, que necesita una solución - otra forma de magia - y así remediar el cuerpo enfermo:
Todos los remedios materiales que aceptas como medicamento para los males corporales son re-afirmaciones de principios mágicos. (T-2.IV.4:1)
La magia es auto-engaño porque el problema no es el cuerpo enfermo, sino la mente enferma. Nunca nos daremos cuenta de que esta mente es también una ilusión hasta que primero recordemos que tenemos una mente. La enfermedad, entonces, es una de las formas más persuasivas del ego de mantener nuestra atención arraigada en el cuerpo; una forma específica de la estrategia más general del ego de mantenernos sin mente.
(2:3-5) Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, atacarla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un insignificante montón de partes desarmadas. La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. Las partes se ven entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma.
Esto se puede entender en dos niveles. Primero, creer que hay partes separadas - órganos, sistemas biológicos, etc. - dentro de mi cuerpo. En ese sentido, una de las frecuentes críticas en contra de la medicina occidental es que no trata a toda la persona o cuerpo, sino solo sus partes: un hígado enfermo, una pierna fracturada, malestar estomacal, dolor de cabeza, etc. En segundo lugar, veo a este cuerpo como el problema. Si lo veo o no holísticamente no tiene importancia, ya que el cuerpo todavía se ve como separado de otro, por no hablar de una mente de la cual ni siquiera soy consciente.
La verdad del Hijo de Dios es que él es íntegro - como espíritu. En el sueño de este mundo de la fragmentación, de hecho, parece como si estuviéramos separados: cada uno de nosotros es un universo en sí mismo. Si yo me cuido a mí mismo, lo que le pase a alguien más es irrelevante, ya que no tiene ningún efecto en mí - en marcada comparación con la famosa frase de John Donne: "Ningún hombre es una isla entera por sí mismo". Sin embargo, el ego nos haría creer que el Hijo de Dios ha sido destruido en fragmentos, atacando así su Identidad como espíritu unificado. Así pensamos que estamos separados el uno del otro, y que los sistemas en cada cuerpo separado actúan independientemente. Por lo tanto, decimos nuevamente, que tenemos malestar estomacal, dolor de garganta o un ataque de ansiedad. En otras palabras, pensamos en términos de síntomas específicos, exactamente lo que el ego quiere. La separación es así un hecho real, con la enfermedad como un medio poderoso para reforzar esa "realidad", y en eso radica su propósito.
Jesús ahora deja la discusión de la enfermedad, a la que volverá, y aborda las defensas en general, describiendo cómo el ego cumple con su estrategia de mantenernos sin mente.
📘(3:1-2) Las defensas no son involuntarias ni se forjan inconscientemente. Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer.
Digamos que te encuentras cada vez más sintiendo la presencia de Jesús y creyendo en lo que enseña su curso. Lo practicas con mayor frecuencia, ya que reconoces que el juicio ya no te hace feliz, ni haces las cosas por tu cuenta. Por lo tanto, el pedirle ayuda a Jesús te trae paz, al igual que el hecho feliz de estar equivocado. Pero todavía hay una vocecita que te susurra no tan dulcemente al oído que, si continúas identificándote con Jesús y sus enseñanzas serás aniquilado, perdiendo tu individualidad y especialismo, y pronto no quedará nada de ti. Escuchando este amenazante mensaje, nos asustamos y alejamos a Jesús para que vuelvan nuestros aliados de culpa, miedo, ataque, y enfermedad, creyendo que estamos a salvo una vez más. Esta dinámica de miedo a las represalias del ego por nuestro rechazo se refleja en este pasaje ya citado:
Cuando te unes a mí lo haces sin el ego porque yo he renunciado al ego en mí y, por lo tanto, no puedo unirme al tuyo. Nuestra unión es, por consiguiente, la manera de renunciar al ego en ti. La verdad en nosotros dos está más allá del ego….. Siempre que el miedo se interpone en el camino hacia la paz, es porque el ego ha intentado unirse a nuestra jornada, aunque en realidad no puede hacerlo. Presintiendo la derrota e irritado por ella, se considera rechazado y se vuelve vengativo. (T-8.V.4:1-3; 5:5-6)
Tal represalia constituye nuestras defensas, siendo la enfermedad una de las armas favoritas del ego.
Estas defensas parecen ser algo que simplemente nos sucede. Sin embargo, como nosotros veremos en breve, hubo una fracción de segundo cuando nos dimos cuenta de la amenazante naturaleza del mensaje amoroso de Jesús. En ese instante lo arrojamos lejos rápidamente. Así quedamos abrumados por la culpa porque una vez más nos separamos del Amor de Dios - recordamos el instante original cuando creímos que desechamos el amor - y no podemos sino negar nuestra culpa y proyectarla. Así, la fuente de nuestra repentina angustia es vista fuera de nosotros - la varita mágica secreta del ego se ha vuelto a agitar. Lo que se percibe como externo puede incluir personas, circunstancias, el clima o nuestros propios cuerpos. La forma no es lo importante - todo lo que le importa al ego es poner nuestra atención en una causa externa para nuestra molestia, reflejando otra exitosa defensa contra la verdad.
(3:3-4) Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. En ese segundo, o fracción de segundo en que decides emplearlas, reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho.
Esto no es solo una declaración de lo que hacemos y de cómo se hizo el mundo en sí, sino de cómo nuestros mundos individuales se hacen continuamente - día tras día. El propósito de Un Curso de Milagros - en el contexto de este pasaje - puede entenderse como una ayuda para regresar a ese instante que hemos reprimido, para que podamos elegir nuevamente. Cambiar nuestras mentes no tiene sentido a menos que vayamos al momento cuando tomamos la decisión de decirle a Dios: "No Te quiero. Mi individualidad y mi especialismo son más importantes". Debemos regresar a ese momento, el cual no está en el tiempo, siendo ahora el mismo momento como lo era entonces. Recuerda:
Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada minuto, no hacer sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del amor. (T-26.V.13:1)
El progreso en Un Curso de Milagros se puede medir por la rapidez con que reducimos la brecha entre el efecto - nuestra miseria y dolor - y su causa original - decirle a Dios que Su Amor no es suficiente. Por lo tanto, no queremos tomar la mano de Jesús y salir del sueño, sino que en cambio buscamos traerlo a él al sueño, para que podamos ser felices aquí. Nos pide que nos demos cuenta de lo que nosotros estamos haciendo, no de lo que se nos está haciendo a nosotros. Este es el significado de la cláusula: "reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho"- donde empujamos lejos a Jesús para preservar nuestro especialismo, pero culpando a otro por ello.
📘(4:1) ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la amenaza que ha juzgado real?
El tú, es el tomador de decisiones, no el yo individual con el que nos identificamos. El tomador de decisiones de mentalidad-errada dice que si elegimos a Jesús tendremos que escapar de la amenaza que su amor representa para nuestro especialismo. Esta línea es una versión simplificada de lo que Jesús analiza en "El concepto del yo frente al verdadero Ser" (T-31.V.10-13), donde nos pide que consideremos lo que precede a la doble imagen de nosotros mismos como pecadores y víctimas inocentes - el tomador de decisiones que es una sombra del instante ontológico cuando nosotros, como un Hijo, evaluamos la Expiación del Espíritu Santo como una amenaza, rechazándola por la promesa del ego de la individualidad. Aquí hay un extracto de ese pasaje, en el contexto de la parte de nuestra mente que eligió estos conceptos del pecado y la inocencia:
Más ¿quién eligió primero? … alguien tuvo que haber decidido primero cuál de ellas elegir y cuál rechazar…… Algo tuvo que haber tenido lugar antes de que surgieran estos conceptos de uno mismo. Y algo tuvo que haber aprendido las enseñanzas que los originó. (T-31.V.12:6-7; 13:2-3)
Este algo es el tomador de decisiones.
(4:2-3) Todo esto no puede hacerse de manera inconsciente. Más una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo has causado.
Nuestro plan requiere tal olvido, porque si recordamos lo que estamos haciendo, nos daríamos cuenta de la locura inherente de tratar de escapar del miedo a través de una defensa que nos hace aún más temerosos. La enfermedad es una forma mágica, altamente inadaptada, que intenta resolver el problema del miedo en la mente, nacido de nuestra culpa. Si recordáramos, nosotros claramente renunciaríamos a la defensa, ya que no tiene sentido comenzar con miedo a la aniquilación de nuestras mentes por parte de un Dios vengativo, y terminar voluntariamente con la aniquilación, porque nuestros cuerpos morirán inevitablemente.
El sistema de pensamiento del ego, por lo tanto, no tiene sentido, por lo que su plan nos llama a olvidar, y es también el por qué el plan del Espíritu Santo nos pide que recordemos lo que hemos hecho. Tomar la mano de Jesús significa que junto con él desvelamos el plan secreto del ego y lo vemos por lo que es. Esto se logra mediante nuestra práctica diaria de vernos a nosotros mismos elegir estas defensas mágicas, e inadaptadas. Cuando reconocemos que ellas no funcionan, estaremos motivados por el dolor de nuestros juicios y nuestras enfermedades, a dejarlas ir, aceptando así la Expiación.
📘(5:1) La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tú “realidad ” es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control.
Nuestro pensamiento es: “Yo no soy el que eligió estar enfermo; algo o alguien me enfermó de esta manera". No importa si estamos hablando de una enfermedad viral, o de otra persona con pensamientos negativos. El plan me pide que crea que soy el efecto y que otra cosa es la causa. Sin darme cuenta de que yo configuré esto - me alegro secretamente de estar molesto y enfermo, incluso si esto significa mi muerte - porque significa que estoy separado del resto. Recuerda esta línea escalofriante:
“Mírame hermano, por tu culpa muero”. (T-27.I.4:6)
(5:2) Mas puedes recordar lo que has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido.
Cuando hemos olvidado - el plan del ego - todo parece desesperado. Es por eso que Jesús dice que el plan del ego es "a prueba de tontos", pero debido a la presencia del Espíritu Santo en nuestra mente, el plan no es "a prueba de Dios" (T-5.VI.10:6). Todo lo que se requiere para que nosotros elijamos el plan de deshacer del Espíritu Santo es darnos cuenta de que nuestro plan no funciona. La motivación para aprender este curso es nuestro dolor e infelicidad, entendiendo que éstos provienen de nuestra elección y de nada más. Esto requiere "estar dispuesto a reconsiderar la decisión", lo cual es imposible si seguimos sin mente y ni siquiera sabemos que hay una decisión de reconsiderar.
La conclusión, por lo tanto, es que debemos volver a la mente donde se tomó la decisión equivocada, y ahora la podemos deshacer. El doble escudo del olvido, al que yo ya me he referido, es primero, la culpa de la mente que impide que el tomador de decisiones elija la verdad; y segundo, el mundo que nos protege de la culpa. El mundo actúa como un escudo porque cuando veo mi culpa en ti, no tengo que reconocerla en mí mismo. La culpa en mi mente, igualmente, me protege de la verdad de Quién soy. Además, la culpa me aleja de mi mente para que nunca pueda reconsiderar la decisión, porque la culpa es una decisión - no una realidad ontológica - de preservar mi existencia individual. Recuerda, el primer escudo es la culpa que me protege de elegir el Amor de Dios en mi mente, y el segundo es el mundo y el cuerpo que protegen la culpa.
(5:3) El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor, en cuanto que eso es lo que deseas.
Cuando no recordamos nuestra elección errónea por la individualidad, es porque la estamos protegiendo. En otras palabras, olvidar es una decisión activa. No es causada por estrés o envejecer, sino por la decisión de la mente, que dice: "Quiero conservar mi existencia separada, pero no quiero ser responsable de su dolor asociado. Así me olvido de mi decisión y culpo a otro por ello".
(5:4-6) No confundas esto con un hecho. Las defensas hacen que los hechos sean irreconcilia-bles. Ése es su propósito, y eso es lo que hacen.
El hecho no es que yo esté separado ni que sea un individuo que existo por mi cuenta, sino que soy un niño de Dios. Ese es el significado del principio de Expiación - la separación nunca ocurrió. El propósito de todas las defensas es evitar que recordemos ese hecho. El "hecho" del ego, en contraste, es que elegimos nuestra individualidad sobre Dios. Todo lo demás defiende esa verdad, para que no cambiemos nuestras mentes.
El ego, entonces, inventa una historia de pecado, culpa y miedo - contradiciendo el hecho de la Unidad amorosa de Dios - para echarnos de nuestras mentes - literal y figurativamente. Dice que el pecado, la culpa y el miedo son un hecho, seguidos por el hecho inevitable de que Dios nos castigará. Por lo tanto, huimos de la mente y creamos un mundo para escondernos en el cuerpo. Esta identidad física ahora se convierte en el hecho: mi cuerpo está enfermo o sufre por lo que alguien o alguna otra cosa le ha hecho. Recopilamos los testigos del dolor para confirmar la realidad del cuerpo: hechos infundados que nos defienden contra hechos infundados. Así nos alejamos del único hecho en el sueño: nuestra elección equivocada contra el verdadero Hecho. El propósito de Un Curso de Milagros en general, y esta lección en particular, es hacernos recordar lo que hemos hecho, para que podamos olvidarlo adecuadamente.
Antes de continuar con el párrafo 6, permítanme hacer algunos comentarios más sobre las defensas. Recuerda cuántas veces Jesús enfatiza que el propósito lo es todo. Él dice, por ejemplo, que la única pregunta que deberíamos plantearnos es: “¿Para qué es?” (T-4.V.6:7-10; T-24.VII.6; T-29.VI.5) A través de la comprensión del propósito entenderemos el significado de los acontecimientos precedentes y el de nuestras defensas. Si pensamos en la verdad como abstracta, no-específica y completa, la manera perfecta para que el ego se defienda contra la realidad es velar por que el tomador de decisiones nunca cambie su mente y elija el Espíritu Santo. Por lo tanto, fabrica un mundo de detalles, lo opuesto a la totalidad de la verdad. Estos detalles son reunidos para generar problemas inexistentes, con los cuales pasamos el resto de nuestro tiempo y la energía tratando de resolverlos. Esta defensa masiva sirve para ocultar el verdadero problema, el cual descansa en la mente tras haber elegido al ego.
📘(6:1) Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe.
Una defensa crea un problema inexistente, que parece ser totalmente auto-sustentado. En el contexto de esta lección, el problema o la defensa es la enfermedad. El ego nos dice que el dolor está localizado en el cuerpo, una entidad en sí misma. Así, la causa de nuestra enfermedad se encuentra dentro del cuerpo - la enfermedad - y el remedio - ayuda mágica - se aplica al cuerpo. Una vez más, nunca nos damos cuenta de que el verdadero problema reside en la decisión de la mente por el ego. El siguiente pasaje hace eco de esta discusión en el contexto de nuestros sueños de especialismo:
No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuentre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. Más las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido. (T-24.V.2)
(6:2) Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier resultado que pueda derivarse de él.
En otras palabras, el problema no es lo que pensamos específicamente que es - el dolor corporal, un trauma emocional, una cuenta bancaria agotada, o un problema mundial. El problema o amenaza se encuentra dentro del proceso mismo de elegir la fragmentación del ego.
(6:3) Cuando se arrancan partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es.
En un sentido más amplio, las partes separadas son los segmentos aparentemente separados de la Filiación, cada uno pensando que es un todo, una entidad aparte de las demás. El cuerpo separado afirma esto como la realidad. El problema, sin embargo, es que, si pensamos que el problema radica en mi cuerpo, en el tuyo o en el mundo, el dolor resultante no es el resultado de mis experiencias específicas, sino que simbolizan - el "hecho" de que existo al haber destruido a Dios. Nuevamente, los detalles específicos "se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad", y por lo tanto simbolizan nuestra culpa. Ya no somos culpables de lo que hemos hecho o dejado de hacer, sino que estamos enojados por lo que otro hizo o dejó de hacer. Estos sentimientos representan la elección de la mente por el ataque del ego. Otro pasaje del texto complementa nuestra discusión de cómo el ego busca dar sentido a un mundo que no tiene un significado inherente - porque es ilusorio - al crear literalmente un mundo "unificado" de partes separadas:
No permitas que tus ojos se posen en un sueño ni que tus oídos den testimonio de una ilusión. Pues los ojos fueron concebidos para que viesen un mundo que no existe, y los oídos, para que oyesen voces insonoras….. Pues los ojos y los oídos son sentidos sin sentido, y lo único que hacen es relatar lo que ven y lo que oyen. Más no son ellos los que ven y oyen, sino tú, quien ensambló cada trozo irregular, cada migaja y fragmento absurdo de prueba para que diera testimonio del mundo que deseas. (T-28.V.5:3-4,6-7)
Este mundo de partes separadas niega la Totalidad que es el universo de Dios. Tal es el propósito del ego para sus defensas - enfermedad e ira - y el éxito aparente de su misión es atestiguado por la historia de nuestros mundos individuales y colectivos.
(6:4) Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el lugar de lo que sí es real.
No podríamos pedir una declaración más explícita de cómo el ego esconde de nosotros el pensamiento expresado en esta frase. No quiere que estemos en contacto con la parte tomadora de decisiones de nuestras mentes y, con razón, porque teme el poder de la mente para elegir en contra de él, escogiendo a Jesús como su maestro. Una vez que el tomador de decisiones ha juzgado el problema - solo él puede terminar con su existencia, ya que lo ha hecho real - el ego fabrica las defensas que constituyen su sistema de pensamiento, las cuales culminan en el universo físico que oculta el hecho de que es nuestra elección estar por nuestra cuenta. Esta elección de la mente es el problema y la enfermedad, y no tiene nada que ver con lo físico.
📘(7:1-2) La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir.
Este pensamiento se repite desde la primera parte de la lección, pero aquí específicamente aborda la enfermedad. Nuestro mundo atestigua el "hecho" de que las cosas nos suceden; que eventos más allá de nuestro control nos hacen estar felices o tristes, sanos o enfermos. Sin embargo, el mundo no es más que una pantalla de humo para ocultar la decisión fundamental de la mente de ser un ego. Ese es el problema, y reconocerlo es la solución.
(7:3) Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse.
El mundo que "parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse" es el mundo separado del especialismo, manifestado en nuestra existencia física/psicológica, que es la sombra de la decisión de la mente de estar separada. Cuando elegimos a Jesús como nuestro maestro, sin embargo, al elegir la corrección en lugar del problema, el ego se vuelve temeroso y cruel, y entonces contraataca:
El ego se engaña con respecto a todo lo que haces, especialmente cuando respondes al Espíritu Santo, ya que en esos momentos su confusión aumenta. Es muy probable, por lo tanto, que el ego te ataque cuando reaccionas amorosamente, ya que te ha evaluado como incapaz de ser amoroso y estás contradiciendo su juicio….. En ese caso es cuando pasa súbitamente de la sospecha a la perversidad, ya que su incertidumbre habrá aumentado. (T-9.VII.4:4-5,7)
Una vez más, es el mundo de nuestra existencia individual el que da tumbos y se derrumba. Como defensa, decidimos rápidamente volver a nuestro aliado y amigo, el sistema de pensamiento del ego:
La “belleza” del pecado, la sutil atracción de la culpabilidad, la “santa” imagen encerada de la muerte y el temor de la venganza del ego a quien le juraste con sangre que no lo abandonarías… (T-19.IV-D.6:3)
Una vez que se elige la culpa, se proyecta sobre el cuerpo y estamos enfermos, o nuestra ira busca enfermar a otra persona por habernos tratado injustamente. Como se explicó anteriormente, todo sucede rápidamente, tan rápidamente de hecho, que olvidamos el problema originado en nuestras mentes. Todos sabemos que estamos enojados, deprimidos y con dolor, sin tener el recuerdo de su causa, para el gran deleite del ego.
(7:4) Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.
Nuestros "falsos castillos" son las defensas que aparentemente protegen nuestra existencia. La verdad en este contexto es el espíritu, nuestra realidad e identidad. Es el cuerpo tangible, como veremos en solo un momento, lo que parece probar que nuestra realidad no es el espíritu.
📘(8:1-2) ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad.
La premisa subyacente aquí es que el cuerpo no es la verdad, porque la verdad es no-específica, total, inmutable y eterna; exactamente lo opuesto a las características del cuerpo. Sin embargo, si me identifico con mi cuerpo - como lo demuestra mi dolor - y el cuerpo no es la verdad, yo tampoco puedo ser la verdad. Ese es el argumento lógico del ego para mantenernos separados de ésta.
(8:3) Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él.
Recuerda que el ego nos ha convencido de que somos cuerpos, y no mentes o espíritu. Nosotros tenemos un nombre e identidad, y cuerpos a nuestro alrededor que nos responden como si existiéramos - como cuerpos. Ya me he referido a la Lección 190, "Elijo el júbilo de Dios en lugar del dolor" que dice:
Si Dios es real, el dolor no existe. Más si el dolor es real, entonces es Dios Quien no existe. (L.pI-190.3:3-4)
Es uno u otro. Si quiero probar que no soy parte de Dios, lo que significa que no soy como Él - inmutable, eterno y espíritu - todo lo que necesito hacer es sentir dolor. Esto establece firmemente el "hecho" de mi existencia física, lo que significa que soy diferente de lo que Dios creó. Como mi dolor parece muy real, mi Identidad como Cristo solo puede ser un sueño.
(8:4) De esta manera, tu “verdadera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado.
"Verdadera" está entre comillas porque nuestra verdadera identidad no es el cuerpo. Como hemos discutido antes, Jesús a menudo se refiere al cuerpo, el cual pensamos que es tan maravillosamente importante, como un “puñado de polvo”. Creemos que somos este cuerpo, para olvidar nuestro glorioso Ser.
(8:5) Pues fíjate, ese polvo [el cuerpo] puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir.
El sufrimiento y la muerte son la experiencia de todos, lo que parece demostrar que el mundo es real y que el cuerpo es un hecho. Si esto fuera así, nuestra identidad como espíritu sería un sueño, y nada más que un pensamiento fugaz. Recuerda, que las defensas del ego tienen como su único propósito el de hacernos olvidar la decisión de la mente que elige el ego en lugar del Espíritu Santo.
📘(9:1-2) De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de querer morir. Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad.
Recordemos la maravillosa línea de Wordsworth: "El mundo es demasiado para nosotros". El mundo ciertamente parece representar un poder más allá de los de Dios. Este poder se convierte en la prueba de que el ego ha triunfado una vez más sobre el Cielo. ¡Mira lo que podemos hacer! Podemos hacer la vida, y luego hacer que cese. Dios no puede hacer esto, porque Él crea solamente la vida, no la muerte. El hecho es que podemos establecernos como señor de la vida y de la muerte. Así tenemos poder sobre la vida, que en última instancia nos da poder sobre Dios. Además, el frágil cuerpo - "este puñado de polvo”- parece ser testigo de la realidad de este pensamiento demente de la grandiosa locura.
El diseño de Dios es el plan de la Expiación, pero dado que Dios en verdad no tiene un diseño o plan, esto refleja el hecho de que la Voluntad de Dios y la nuestra son iguales. Esta unidad de Voluntades trasciende toda creencia en la separación, incluida la creencia de que podemos atacar a Dios y obtener algo con eso.
(9:3) El Hijo no es más que polvo, el Padre no está completo y el caos se sienta triunfante en Su trono.
Mientras creas que existes en este mundo, aceptas como verdad todo lo establecido en este párrafo. De hecho, es imposible creer que tu vida depende de una respiración, o que tu felicidad descansa en el capricho de otro - lo que todos creemos - sin aceptar que efectivamente hemos triunfado sobre Dios. De hecho, no existe Dios; sólo el ego. Esto es el por qué a la gente le encanta proclamar: "Yo soy Dios". Sus egos gritan de alegría: "Yo existo, y existo porque triunfé sobre el Cielo". Este es el significado último del pecado:
No hay un solo baluarte en toda la ciudadela fortificada del ego más celosamente defendido que la idea de que el pecado es real, y de que es la expresión natural de lo que el Hijo de Dios ha hecho de sí mismo y de lo que es. Para el ego eso no es un error. Pues ésa es su realidad: la “verdad” de la que nunca se podrá escapar. Ése es su pasado, su presente y su futuro. Pues de alguna manera se las ha arreglado para corromper a su Padre y hacerle cambiar de parecer por completo. ¡Llora, pues, la muerte de Dios, a Quien el pecado asesinó! Este sería el deseo del ego, que en su demencia cree haberlo logrado. (T-19.II.7)
📘(10:1) Tal es el plan que has elaborado para tu propia defensa.
Vemos cuán bellamente funciona esto como una estrategia del ego. Mientras yo sea un cuerpo y crea que soy real, no solo no tengo una mente o un tomador de decisiones, sino que no hay nada que pueda elegir, incluso si pudiera, porque no hay un Espíritu Santo que me recuerde a mí Ser y Su Fuente. Solo existe este cuerpo “glorioso” que vive y muere, experimenta placer y el dolor, y anhela el cumplimiento de su propio especialismo.
(10:2-4) Y crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas quieren imponerle. Más ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventa? ¿Quién más podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?
Así tenemos este sistema de pensamiento delirante y grandioso en el que creemos que existimos al haber destruido el Cielo. Sin embargo, cuando nos despertamos del sueño y miramos hacia atrás, vemos su tontería inherente, porque solo un loco podría creer que los delirios son la realidad. Dentro del sueño, sin embargo, parece muy real, porque somos nosotros los que creemos en él, a diferencia del Espíritu Santo, y Dios Que ni siquiera conocen el sueño.
📘(11:1-3) Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad. El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. Y el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la vida ante la muerte.
Este es otro lugar en Un Curso de Milagros que claramente dice que Dios no sabe nada sobre nuestra locura. Esto es algo bueno, porque si Él lo supiera, significaría que el ego sería real y lo imposible habría ocurrido. El pensamiento más reconfortante de todos es que Dios ni siquiera sabe de nosotros. Para el ego, por supuesto, tal afirmación es enfurecedora e insultante. Sin embargo, sigue siendo el pensamiento verdade-ramente salvífico en el sueño, que refleja el principio de la Expiación de que la separación nunca ocurrió. Jesús así nos presenta aquí lo opuesto al sistema de creencias del ego que discutió en el párrafo 9. Nada ha ocurrido para cambiar la realidad. Dios sigue siendo Dios, y no hay nada más:
… Él sólo conoce lo que es Uno. Él solamente conoce una sola creación, una sola realidad, una sola verdad y un solo Hijo. Nada puede estar en conflicto con lo que es uno solo…. La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos….. En lo que es todo no hay cabida para nada más. (T-26.III.1:2-4,8,12).
(11:4) Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad.
Creemos esto, pero el creerlo no lo hace real. Al principio del texto, Jesús dice que somos libres de rechazar nuestra herencia, pero no de establecer lo que ésta es (T-3.VI.10:2). Así nosotros podemos creer que el ego es nuestro tesoro, pero eso no lo hace verdadero. Tal locura no se puede establecer como la realidad:
Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. Fueron promulgadas para tu protección y son tan inviolables como tu seguridad. (T-10.in.1:5-6)
No has atacado a Dios y ciertamente Lo amas. ¿Puedes acaso cambiar tu realidad? Nadie puede disponer su propia destrucción….. Lo que crees ser puede ser muy odioso, y lo que esta extraña imagen te lleva a hacer puede ser muy destructivo. Más la destrucción no es más real que la imagen, si bien los que inventan ídolos ciertamente los veneran. Los ídolos no son nada, pero sus adoradores son los Hijos enfermos de Dios. (T-10.III.1:1-3,6-8)
(11:5-8) Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. Las defensas son planes para derrotar lo que no puede ser atacado. Lo que es inalterable no puede cambiar. Y lo que es absolu-tamente impecable no puede pecar.
Nuevamente, las defensas son un sistema de pensamiento psicótico con el propósito de defender contra otro pensamiento psicótico: lo imposible ha sucedido, la realidad es un sueño y el sueño es la verdad. No obstante, la locura del pecado no tiene efecto en la verdad de nuestra realidad como espíritu, creado como uno con Dios, y tan impecable como Él.
📘(12) Ésta es la simple verdad. No recurre a la fuerza ni al dominio. No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y lamentables son tus intentos de planear defensas que la pudiesen alterar. La verdad solo desea brindarte felicidad, pues ése es su propósito. Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. No obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone para ti.
Jesús explica nuevamente que el Espíritu Santo simplemente nos recuerda otra opción que nosotros podemos hacer. Él no hace nada, porque no hay nada que hacer. Él no resuelve un problema inexistente, ya que eso establecería las condiciones del mundo como reales. El ego, por lo tanto, amaría al Espíritu Santo por ocuparse de nuestros problemas aquí. Sin embargo, todo lo que Él hace es hacer brillar a la verdad, como un faro en la mente que llama a nuestro tomador de decisiones errante de vuelta a la única elección significativa que podría hacer. No hace falta decir, la frase final sobre la verdad, el suspiro se dice poéticamente, porque la verdad no suspira. Esta hermosa imagen corrige la imagen del ego de la verdad como una destructora, retratando en su lugar la bondadosa verdad que espera nuestro regreso, deseando solo que aceptemos la felicidad que nos ofrece.
📘(13:1) Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión.
El hecho es que lo que Dios quiere para nosotros debe ser recibido, porque Él quiere que seamos parte de Él, lo que significa que somos parte de Él. Ya hemos recibido los dones de Dios de vida y amor eternos porque no estamos separados de Él. Sin embargo, nosotros intentamos desesperadamente negar esta realidad, afirmando la ilusión de que los dones que nosotros hemos establecido - la existencia y el especialismo - son verdaderos. A pesar de todo, éstos no pueden extinguir la luz de la verdad - tener y ser son uno, como lo son dar y recibir:
En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: Dios te ha dado todo. Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortalmente. En el lenguaje del ego, “tener” y “ser” significan dos cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. El Espíritu Santo sabe que lo “tienes” todo y que lo “eres” todo. Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de “obtener”, que implica carencia, ha sido previamente aceptada. Por eso es por lo que no hacemos ninguna distinción entre tener el Reino de Dios y ser el Reino de Dios. (T-4.III.9)
(13:2-3) Pues el tiempo permite pensar que lo que Dios ha dado es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo.
Nosotros somos un Pensamiento en la Mente de Dios, y esta Identidad permanece fuera del tiempo. Así, Jesús corrige la visión tradicional de realizar buenas obras para poder recibir los futuros regalos de Dios, ya sea en esta vida o en el más allá. Aquí tenemos otro tema importante en Un Curso de Milagros: el Amor de Dios está separado del tiempo, como lo está nuestra realidad, en donde Sus dones han sido dados y recibidos. Su Amor no es algo que ganamos o pagamos, sino algo que simplemente aceptamos - en el presente - como nuestra realidad como un Pensamiento de Dios, que espera pacientemente nuestra decisión de recordar:
El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto afectado en modo alguno por tu olvido. Siempre será exactamente como era antes de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes y como fue durante el lapso en que lo habías olvidado. (T-30.III.7:6-8)
(13:4) Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad.
En lecciones posteriores discutiremos el tema del tiempo con mayor profundidad. Pero aquí vemos que ese momento es solo otra defensa, parte del mundo separado que busca probar nuestra existencia como una entidad individual dentro de un cuerpo, una criatura del tiempo y el espacio. Recuerda que el mundo del tiempo del ego - pasado, presente y futuro - no es más que una proyección en la forma de su trinidad impía de pecado, culpa y miedo. El tiempo parece real porque creemos que el pecado, la culpa y el miedo son reales, sin embargo, el tiempo carece de significado, tal como su fuente.
(13:5) Lo que Él dispone, no obstante, está aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.
En otras palabras, nada se ha interpuesto entre nosotros y nuestro Creador y Fuente. Este tema funda-mental es una de las piedras fundamentales del libro de ejercicios, como hemos visto, así como del texto y del manual. Por ejemplo:
Y seremos eternamente tal como Dios nos creó, y lo único que deseamos es que Su Voluntad sea la nuestra. Las fantasías de otra voluntad separada desaparecen, pues hemos encontrado unidad de propósito. (M-28.5:8-9)
📘(14:1-2) El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. Y ésta alborea en cualquier mente que está dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades.
Nuestra responsabilidad es deponer nuestras armas, dejando de lado nuestro sistema defensivo por la pequeña dosis de buena voluntad de volver al lugar en la mente donde elegimos contra Jesús. Ahora elegimos por él, y miramos a través de sus ojos amorosos a todo lo que habíamos hecho real hasta ahora. Él no puede traernos la verdad. Él es la verdad. Llevamos nuestras ilusiones a él, y miramos sin juzgar las ilusiones que hicimos en el mundo y en nuestras mentes erradas. Mirando con él, desaparecen porque no eran nada. Cuando las ilusiones son llevadas a la verdad, su luz las disipa:
Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. ¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contradicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? Lo que desaparece en la luz no es atacado. Simplemente desaparece porque no es verdad. (T-14.IX.2:1-5)
(14:3) La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.
No tenemos que esperar un tiempo futuro para que la verdad sea nuestra realidad. Viene en el momento en que le damos la bienvenida, haciéndonos conscientes de lo mucho que no la queremos y de cómo erigimos la defensa del especialismo para mantenerla alejada. Tal es la honestidad que Jesús nos pide que demostremos.
Libro "Viaje a través del Libro de Ejercicios de UCDM " por el Dr. Kenneth Wapnick TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL POR DANIEL BEZVESELNY.
LECCIÓN 136
"La enfermedad es una defensa contra la verdad."
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
Esta es una lección muy metafísica en su exposición conceptual y muy sanadora en la práctica de sus ejercicios.
Esta lección nos plantea una contraposición entre la enfermedad y la verdad. "La enfermedad es una defensa contra la verdad." si examinamos esta idea, vemos que la enfermedad aparece como una negación de algo que tiene identidad propia: la Verdad, entendida esta como Dios y sus leyes.
Así que recordemos que es la verdad para que comprendamos mejor el alcance de esta lección. El tema de la verdad lo abordamos hace poco en la lección 134 y se definía de la siguiente manera:
"La verdad es la creación de Dios" (L-134)
"Todo lo que es verdad le pertenece a Él, refleja Sus leyes e irradia Su Amor." (L-134)
La verdad es Dios y su creación. Los atributos de Dios, además del amor, la paz y la dicha, también lo son la plenitud, la invulnerabilidad y la eternidad, por lo que tendríamos que concluir, que la enfermedad no tiene nada que ver con Dios.
En el estado del Cielo los cuerpos, la enfermedad y la muerte no existen. En la lección de ayer (L135) aprendimos que toda defensa es un ataque. Hoy estudiaremos que la enfermedad es un ataque contra la verdad, pero como "Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad." Él no ve ataques. El Amor ve solo Amor. El ego cree que está atacando a Dios, pero en realidad es que "todo ataque es un ataque contra uno mismo” (T.10.II.5:1). Es un ataque contra la mente del Hijo de Dios que se cree separado del Padre.
Dios no está en guerra contra el ego, Dios no está en conflicto consigo mismo, como si sucede con el ego, con la mente que se cree separada.
La mente ilusoria busca afirmar la separación por medio de la enfermedad. De ahí la importancia de comprender "cuál es el propósito que aparentemente tiene la enfermedad." El cuerpo es una proyección de la mente, una imagen que esta fabricó, y "Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista." Una vez que la examinamos desde las causas, que la enfermedad no es real, "se reconoce esto, la curación es automática."
Y ahora entramos en el terreno de las definiciones: "La enfermedad no es un accidente." la enfermedad no es algo que "nos ocurre" independientemente de nuestra mente. Es un recurso de nuestra mente falsa, "Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño."
Y ¿cuál es el propósito de ese mecanismo de auto engaño? "su propósito es ocultar la realidad, atacarla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un insignificante montón de partes desarmadas."
El ego necesita demostrar la inexistencia de Dios y de nuestro Ser, necesita demostrar que la totalidad, y su unidad no existen.
"La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra." Los mecanismos de percepción del ego nos muestran un mundo de personas separadas y en conflicto, objetos separados, circunstancias separadas, como si nada se pudiese relacionar y unir. La enfermedad es "un ataque contra la totalidad"
"La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir."
"Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas," es mi mente quien elige enfermarse, la que elige mostrarse como víctima de algo que la ataca, con el propósito de evadir a la verdad. Pero, ¿para que hace el ego todo este auto engaño de enfermarse? "Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad." la enfermedad hace que mi mente se identifique con el cuerpo y se olvide de mi Ser.
"Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él." de esa manera la "identidad" del ego queda preservada, y mi verdadera identidad como Hijo de Dios con todos sus atributos queda oculta. Pero el ego no puede cambiar lo inalterable. La culpa no puede afectar la absoluta inocencia del Hijo de Dios. Nuestro Padre no tiene nada que ver con lo que aparentemente nos ocurre en este mundo, "La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propósito." Esta es la verdad que nos recuerda el Espíritu Santo. Los sueños de separación no han afectado la verdad de lo que soy: "El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad." La verdad florecerá nuevamente en toda mente que este dispuesta a deponer sus armas, a renunciar al juego de la separación, y reconocer su unidad indisoluble con Dios y todo lo creado.
PROPOSITO:
Pedirle a la verdad que me libere de este sueño de separación. Encontrar la verdad de lo que soy, salir a su encuentro, darle la bienvenida, unirme a ella, y al hacerlo toda enfermedad desaparece, el cuerpo se sana y cumple una nueva función, se pone al servicio del amor y el perdón.
PRÁCTICA:
Aquiétate durante 15 minutos, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia "una plegaria de curación para que nos ayude a superar nuestra actitud defensiva y permita que la verdad sea como siempre ha sido:" memoriza las siguientes palabras, cierra los ojos e introdúzcalas en tu conciencia repitiéndolas:
"La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente."
Y en la medida que estas palabras se asientan en tu consciencia, te relajas y te dejas ir de la mano de Quien te trae la luz de la verdad y te libera de toda creencia en la enfermedad y la separación. "Y la verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros."
"Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos." esta práctica nos recuerda el pasaje bíblico en la que Jesús nos decía que: "la verdad os hará libres" (Juan 8:31-38)
Si hacemos bien la práctica, la lección es muy explícita sobre los benéficos resultados que obtendremos: "No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la verdad."
"La mente sanará de todo deseo enfermizo que jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera."
"Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio."
Y además nos entrega unos medios de verificación sobre los resultados sanadores que podemos obtener, nos ofrece por lo menos 6 indicadores de sanación:
1. "reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto."
2. "Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bienestar, de dolor o de placer."
3. "La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. Lo único que se conserva es su utilidad y nada más."
4. "Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado."
5. "A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil."
6. "La salud del cuerpo queda plenamente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías."
PRÁCTICAS FRECUENTES Y RESPUESTA A LA TENTACION:
Todos los beneficios sanadores de las prácticas de esta lección pueden ser permanentes o temporales, ello depende si nos mantenemos alerta a favor de la verdad y el amor.
" Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma."
De ocurrir eso, nos pide que lo remediemos de inmediato, no permitiendo nuevos ataques contra mi mismo que me hagan daño, y no confundiéndome respecto a lo que de verdad necesita sanarse: mi mente. En esos casos me digo mentalmente:
"He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo."
"La enfermedad es una defensa contra la verdad."
"Mas yo no soy un cuerpo."
"Y mi mente es incapaz de atacar."
"Por lo tanto, no puedo estar enfermo."
En esta hermosa lección Jesús pone en práctica su antigua enseñanza de que "la verdad os hará libres", nos explica el alcance de este postulado y nos enseña a practicarlo. Depende de nosotros aceptar la verdad que nos habita, reconocerla y pedirle que nos sane. La verdad siempre estará disponible, siempre responderá nuestro llamado, nuestra pequeña dosis de buena voluntad consiste en llamar a la verdad, tocar sus puertas, en ese momento descubriremos que las puertas del Amor siempre han estado abiertas, pues la totalidad no tiene muros, ventanas ni puertas, su infinita paz lo abarca todo, su dicha no la contiene nada, en ese momento descubrimos que al renunciar al ego no perdemos nada y lo conquistamos todo.
Oscar Gómez Díez
TEXTO
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