LECCIÓN 273 Mía es la quietud de la Paz de Dios.



Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 273

Mía es la quietud de la paz de Dios.


1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Si esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.

2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.






AUDIOS de la Lección 273
de CELEBRANDO EL MILAGRO

Lectura de la Lección 273
A través de Blanca Nivia Morales Contreras


Ocurrir de la Lección 273
a través de Martin Musarra


Lección 273 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda


































LECCIÓN 273

Mía es la quietud de la Paz de Dios.



Comentada por: 

Jorge Luis Álvarez Castañeda


¡Que la paz sea con nosotros hoy!


Hoy, para ampliar el conocimiento de Cristo, Jesús, nos propone la lección 273 Mía es la quietud de la paz de Dios. Vale la pena mirar la quietud de que nos habla Jesús. Se trata de parar los juicios, de soltar la ira generada por los juicios, de soltar el pasado, de soltar la culpa y el miedo, en últimas, de soltar el ego y confiar en Dios como nuestro único objetivo, como nuestra razón de ser.


 Ya Jesús, en otras lecciones, nos ha enseñado la importancia de la paz. La paz es el criterio de nuestro estado mental y el indicador de que si algún pensamiento no amoroso, ha cruzado por mi mente requiere que perdone, siempre con Jesús y el Espíritu Santo. Y entre más pronto perdone, mejor. Por eso, en esta Segunda parte del Libro de ejercicios, nos estamos entrenando para cada hora dedicar un tiempo para recordar a Dios y perdonar los pensamientos no amorosos que hayan pasado en la hora anterior o desde la última vez que lo hicimos, de tal manera que, la hora que empiece, sea una hora limpia de conflictos y abierta a la presencia de Dios. 


Jesús nos dice en la lección:


”Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma”.

 

El estar en perfecta calma se relaciona con mi proceso de perdón y el aceptar la Expiación para mí mismo. Es importante destacar la actitud amorosa y comprensiva de Jesús para el caso en que todavía no estemos listos. No hay de su parte un juicio, una crítica, sólo hay una actitud comprensiva.


 Jesús, nos llama, también, a retomar las prácticas tan pronto podamos. Pero Jesús confía en nosotros. Él sabe que todos vamos a emprender el camino de regreso a casa. El cuándo, depende únicamente de nuestra decisión como nos dice Jesús:


”Si esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. Sólo necesitamos decirle a nuestras mentes con absoluta certeza: “Mía es la quietud de la Paz de Dios”, y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo”.


Importante enseñanza de Jesús. Si no tenemos la paz nos aquietamos y pedimos ayuda al Espíritu Santo y a Jesús para recobrarla. Jesús, ya antes nos había hablado de la necesidad de gobernar nuestra mente. 


En la lección 236 nos decía Jesús:

”Tengo un reino que gobernar… Gobierno mi mente, y te la ofrezco a Ti”. L-236. 1:1, 2:2


También, Jesús, en la introducción al Sexto repaso, nos enseñaba la necesidad de confrontar cualquier pensamiento trivial que se presentara diciéndole a la mente:


No quiero este pensamiento. El que quiero es _____


Si el sentimiento de pérdida de la paz se presenta lo trato amablemente, sin hacer juicios. Me tranquilizo, me aquieto, pido ayuda y espero la respuesta que se me inspire. Eso sí, no hago nada si no he recuperado la paz. 


La oración de la lección vale la pena que la repitamos a lo largo del día:


Padre, Tu paz es mía. ¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? No puedo perder los dones que Tú me has otorgado. Por lo tanto, la paz con la que agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.


Con relación al tema de Cristo


Jesús nos dice en el tema especial 6. ¿Qué es el Cristo?:


”Cristo es el vínculo que te mantiene uno con Dios y la garantía de que la separación no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por siempre en Él”.


El sueño del ego de la separación de Dios es, sólo eso, un sueño. Nunca nos hemos separado de Dios. Ese es el principio de la Expiación. Cristo es esa parte divina que todas las mentes que se creen separadas, poseen. Cristo es el Hijo de Dios cuyos pensamientos son tan amorosos como los de Su Padre. Cristo es esa parte amorosa que tenemos que siempre nos llama a perdonar y estar en paz. En la lección de hoy se decía Mía es la quietud de la paz de Dios. Cristo, precisamente, es esa parte de nuestra mente donde hay perfecta paz y a la cual podemos acudir cuando queramos. 



Proceso de práctica de la lección


Tener momentos con Dios por la mañana y por noche


Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.


Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.


Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 

Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.


En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.


Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.


Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:


”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)


Recordatorios cada hora. 


Cada hora recordaremos a Dios.

Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.


Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 


Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.


 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos  a Dios.


Respuesta a la tentación.


Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.


Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.


Muchas, muchísimas, bendiciones.







Kenneth Wapnick 

Viaje por Lecciones UCDM - Lección 273 - 

 Mía es la quietud de la paz de Dios. 


"Jesús nos dice que sabe que no siempre vamos a elegir la paz de Dios:


(1:1-2) «Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. Si esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así.» 


Jesús nos pide que no pretendamos ser gigantes espirituales: “Sé que no estás listo para un día de tranquilidad y paz imperturbables, porque si lo estuvieras, no me necesitarías como tu maestro, ni este libro de ejercicios. Por lo tanto, déjame enseñarte a perdonar, permitiendo que la paz llegue a tu mente perturbada y conflictiva.” Él continúa:


(1:3-4) «Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.» 


Para hallar paz y superar la perturbación a la que hemos sucumbido, sólo necesitamos acudir a Jesús y decir: “Estoy agradecido de que tengas razón y que yo esté equivocado” De ahí la humildad a la que volvemos repetidamente. Tenemos que ser conscientes, entonces, de que si no estamos en paz es porque elegimos al ego, una elección en favor del conflicto. Por consiguiente, siempre es el caso que nuestra falta de paz no es causada por lo que alguien más nos ha hecho, sino por algo que «nosotros» nos hemos hecho. Sin embargo, podríamos elegir con la misma facilidad al Espíritu Santo como nuestro Maestro, porque aún en medio de nuestra locura, Su verdad nos aguarda pacientemente, como leemos en el texto:


“Cuando te parezca ver alguna forma distorsionada del error original tratando de atemorizarte, di únicamente: "Dios es Amor y el miedo no forma parte de Él", y desaparecerá. La verdad te salvará, pues no te ha abandonado para irse al mundo demente y así apartarse de ti.” (T-18.1.7:1-4)


(2) «Padre, Tu paz me pertenece. ¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? No puedo perder los dones que Tú me has dado. Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.»


Sólo nuestro temor a ello podría robarnos la paz que Dios ha dispuesto que sea nuestra. Esto es nuestra propia obra, y es esencial que entendamos la decisión de la mente y reconozcamos nuestra motivación subyacente. En otras palabras, hay un propósito detrás de nuestro sentimiento de infelicidad o perturbación. La paz y la felicidad tienen consecuencias que temen nuestros egos, porque ya no sabríamos quiénes somos. Por lo tanto, en lugar de aceptar la responsabilidad por el conflicto que hemos elegido, lo proyectamos en los demás y les acusamos por habernos quitado nuestra paz, dejándonos inquietos y perturbados. Recordemos, no obstante, esta estrofa del poema de Helen, “Heaven’s Gift”, que nos recuerda que la pérdida de cualquier tipo, de cualquier fuente, es una ilusión - permanecemos siempre unidos en la paz que nuestro Padre nos dio:


"Nadie puede apartarnos del todo.

Su misma totalidad es una garantía

Es completo para siempre. No puede haber

Ninguna pérdida dejada sin restaurar antes de que llegue."


(Los Regalos de Dios, p. 80)"


Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.






LECCIÓN 273

 "Mía es la quietud de la paz de Dios."


Comentada por:

Oscar Gómez Díez 


De la idea del día se desprenden varios importantes  temas:

1. La paz de Dios es un estado de quietud, de contemplación y silencio. 

2. Puedo llegar a  la paz de Dios  a través de mi quietud y silencio interior.

3.  Entrar en quietud y silencio depende de mi decisión. 

4. Desde la quietud y mi silencio interior puedo observar el mundo, sin juzgarlo ni involucrarme en los dramas que parecen acontecer, y desde ese estado descartar lo que no es  real. 

4. Experimento la paz de Dios cuando perdono todo aquello que me pueda impedir recordarla. 

5. La paz de Dios es un atributo que Dios me regaló desde que me creó, y permanece en mi por siempre, solo debo recordarla para experimentarla.


"Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma." Esta frase nos evidencia la pedagogía amorosa de Jesús. Quizás tú práctica con el Curso te haya preparado "para pasar un día en perfecta calma", pero quizás aún  no estás listo. Y "Si esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así." y si no estas listo, no pasa nada, no se te juzga ni condena por ello, simplemente te dice que podemos aprender "cómo es posible pasar un día así." En otras palabras, si no he sido un buen estudiante del Curso de Milagros, puedo llegar a serlo, es una decisión que debo tomar, la velocidad de mi aprendizaje la determinó yo mismo, hacer disciplinadamente las lecciones, practicar y practicar hasta que sea un hábito de vida. 

Es posible que en nuestro día a día, creemos que estamos  experimentando problemas y conflictos, para ello Jesús nos ofrece su fórmula infalible, el perdón: "Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz." La paz de Dios es nuestra herencia natural, si creemos  perderla, fue porque lo permitimos, pero igualmente, podemos recuperarla perdonando las creencias que dieron lugar a que pensara que perdí mi paz. 


Y finalmente, además de estudiar, practicar y perdonar, Jesús nos recuerda el poder de las  afirmaciones de Un Curso de Milagros: "Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo." Las afirmaciones nos ayudan a recordar quienes somos, al repetirlas las hacemos reales en nuestras mentes, hasta que la paz de Dios pasa de ser un anhelo a una vivencia, un estado de serena tranquilidad, donde los acontecimientos de este mundo los observaremos de forma neutral sin juicios, ni condenas, simplemente reconocemos que no son reales, y abandonamos tales creencias, y la paz retorna a nuestra consciencia. 


La paz de Dios es nuestra realidad inmutable, haberla perdido es sólo una creencia, y tales creencias existen sólo porque todavía las sostenemos en nuestras mentes, pero podemos elegir soltarlas, abandonarlas, esto es, perdonarlas. De ahí que la oración del día, nos ayuda a recordar que nada ni nadie nos puede quitar la paz de Dios, pues nada ni nadie son reales, son simples ilusiones, que desaparecen ante la  luz de la verdad. 


ORACION DEL DÍA:


"Padre, Tu paz me pertenece. ¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? No puedo perder los dones que Tú me has dado. Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso."


PRACTICA:


Repasa el tema especial de esta sección, titulado "6. ¿Qué es el Cristo?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:


"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)


No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad. 




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