1. El pecado es demencia. 2Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. 3Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. 4El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? 5¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? 6¿Qué iban a querer oír o intentar asir? 7¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? 8Usar los sentidos es no saber. 9Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.
2. El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. 2Su propósito es luchar. 3Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar. 4Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. 5Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para sustituir a la meta de engañarse a sí misma que antes tenía. 6La verdad puede ser su objetivo, tanto como las mentiras. 7Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad.
3. El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos falsos. 2Las ilusiones son la "prueba" de que lo que no es real lo es. 3El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intemporalidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte. 4Y Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrupción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre.
4. Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador. 2Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. 3El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. 4Mientras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.
5. ¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? 2¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? 3¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? 4¿Hoy quizá? 5El pecado no existe. 6La creación no ha cambiado. 7¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? 8¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?
TEMA DE ESPECIAL RELEVANCIA
LIBRO DE EJERCICIOS
4. ¿Qué es el pecado?
Comentado por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
Recordemos que la idea de pecado surge con la creencia en la separación de Dios por lo cual creemos que cometimos una falta imperdonable para Dios que nos genera culpa y miedo, por la creencia en el inevitable castigo de Dios. Está asociado a todos los sentimientos de indignidad, de maldad, de desvalorización, de culpabilidad, que nos acompañan mientras tengamos al ego como guía de nuestra mente.
Hoy, Jesús, nos amplía más el concepto en el tema especial 4. ¿Qué es el pecado?:
”El pecado es demencia. Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está”.
Vimos en la lección 251 la importancia de tener la verdad como mi única necesidad y como esto se traduce en claridad sobre mis objetivos. Si voy en busca de mis mundos particulares, que satisfagan mi necesidad de ser especial, esto lo tengo que sostener en ilusiones en las que creo, pero que no son estables y, en cualquier momento, se derrumban. Lo cual no puede sino traerme inestabilidad y falta de cordura, como dice Jesús. Es claro, que es una perfecta demencia dejar la Paz y el Amor de Dios, por los inestables y conflictivos cambios del mundo del ego. Lo único que me saca de la demencia del pecado es la verdad por eso puedo decir: *No necesito más que la verdad*.
Continúa Jesús:
”El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? ¿Qué necesidad tendrían de vistas, sonidos o del tacto? ¿Qué querrían oír o intentar asir? ¿Qué necesidad tendrían de los sentidos? Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más”.
Como hemos visto antes de la separación estábamos en la Unidad, en el Conocimiento. No existía la percepción y su división en sujeto y objeto, no existían los órganos de los sentidos del cuerpo que nos permiten hacer distinciones y comparaciones y que conllevan a los juicios. Los órganos de los sentidos, el cuerpo, pueden estar al servicio del ego o del Espíritu Santo. Si me decido a reconocer que El Hijo de Dios es mi Identidad como dice la lección 252, puedo poner los sentidos y la percepción al servicio de la salvación y no en un medio para ratificar la demencia del pecado.
Nos dice Jesús:
”El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. Su propósito es luchar”.
El cuerpo al servicio del ego se centra en la lucha. En el mundo del ego hay que luchar para sobrevivir. Nada se consigue sin lucha por que la lógica que lo mueve es o soy yo o es el otro. Siempre hay ganadores y perdedores. Lo cual, inevitablemente, lleva al conflicto y a que se desarrollen relaciones de ataque-defensa permanentemente. Pero también nos dice Jesús en relación al cuerpo:
”Mas la meta por la que lucha puede cambiar. Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para substituir la meta de engañarse a sí mismo que antes tenía. La verdad puede ser su objetivo tanto como las mentiras. Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad”.
El cuerpo, que es neutro, puede ponerse al servicio del Espíritu Santo y utilizarse como medio de comunicación para transmitir la verdad y la Palabra de Dios y contribuir a la salvación.
Continúa Jesús:
”El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos falsos”.
El pecado, la creencia en la separación, la conciencia de una falta cometida en el pasado, originan, fomentan, ilusiones, que nos permitan fabricar nuestros pequeños mundos particulares en los cuales nos sentimos especiales y separados de Dios y de nuestros hermanos. Y estas ilusiones, por su misma naturaleza, fracasan necesitándose “nuevas ilusiones”. Y pare de contar. Y así se sigue sin parar. En la lección de hoy nos da Jesús una respuesta clara para salir de este círculo de las ilusiones como es decidirnos a aceptar Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios.
Continúa Jesús:
”El pecado “prueba” que el Hijo de Dios es malvado, que la intemporalidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte”.
El ego parte de que la separación de Dios fue real y que por eso somos malvados, y merecedores de todo tipo de castigos de los cuales no podemos escapar porque Dios nos va a castigar, inevitablemente. El ego centra nuestra atención en el cuerpo que se puede enfermar, sufrir y morir. No quiere que veamos nuestra naturaleza espiritual. Si morimos esta es la prueba de que la separación de Dios fue real y, de esa manera, ha triunfado sobre Dios porque no ha sido capaz de garantizar la vida de Su Hijo, y, en consecuencia, la eternidad desaparece. Esto no es sino una locura completa y un desconocimiento del Amor de Dios para nosotros que no puede sino tener para nosotros perfecta paz tal como vimos en la lección 255:
”El Hijo de Dios no puede sino estar libre de preocupaciones y morar eternamente en la paz del Cielo”.L-255. 1:5
Nos dice Jesús:
”Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador”.
Jesús, nos ha dicho que estar en el ego, que creer en la realidad de la separación de Dios, con su concerniente miedo a su inevitable castigo, es estar dementes. Es estar dementes creer, que un Padre amoroso, como es Dios, pueda castigar de forma inimaginable a Su Hijo por un error que se puede corregir con la ayuda del Espíritu Santo y mediante la utilización del perdón. La lección de hoy es el antídoto a esta idea demente del pecado: Dios es mi único objetivo hoy y el perdón es el medio para hacer realidad dicho objetivo.
Continúa Jesús:
”Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, con una corta vida que acaba en la muerte”.
Jesús, compara todo lo que hace el ego con la creencia en el pecado, como un juego de niños. Los niños, en su lógica, inventan toda clase de juegos. Incluso, pueden jugar a que se separaron del padre. Pero, cuando salen del juego, saben que era sólo un juego: que nunca se separaron de su padre. Siguiendo con la metáfora, el caso es que la mente que se creyó separada del Padre, se tomó en serio el juego y lo dio por hecho. Y proyectó este mundo y el cuerpo. Escenario de toda clase de sufrimientos y de conflictos. Pero esto se puede corregir si tenemos a Dios como objetivo y al perdón como nuestro propósito, cambiando nuestra manera de pensar.
Continúa Jesús:
”¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? ¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? ¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? ¿Tal vez hoy?”
Es el sentirnos culpables debido a la creencia en el pecado lo que nos impide decidirnos por el camino de Dios. Pesa mucho la culpa en nosotros, tanto, que tenemos que proyectarla a nuestros hermanos, originando los juicios que se van a constituir en el detonante de la ira que nos produce el hecho de que nuestros hermanos no hagan lo que queremos, porque ellos también están haciendo lo mismo con nosotros. Y, con esa lógica, es inevitable el conflicto que se retroalimenta con los resentimientos, el no querer soltar el pasado y la falta de perdón. Para salir de esta situación tenemos que aceptar la lección 259: Que recuerde que el pecado no existe.
Para hacer realidad esta lección y sanar nuestra mente de la creencia en el pecado, necesito ayuda. No lo puedo hacer solo porque he llenado mi mente de tantos resentimientos, de tantas ofensas que, supuestamente, no puedo olvidar que se convierten en verdaderas cadenas mentales que no me dejan mover. Necesito la ayuda de Jesús y del Espíritu Santo para que me ayuden a perdonarme a mí mismo por haberme valido de mis hermanos al hacerlos objeto de mi culpa y de mi creencia en el pecado.
Finalmente nos dice Jesús:
”El pecado no existe. La Creación no ha cambiado. ¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? ¿Hasta cuando santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuando?”
El llamado de Jesús no puede ser más insistente. Si el pecado no existe ¿por qué seguir alimentando el miedo a un hipotético castigo de Dios por la creencia en la separación, cuando la separación de Dios, nos asegura Jesús, nunca ocurrió? ¿Por qué seguir creyéndole al ego y no a Dios? ¿Por qué seguir eligiendo el sufrimiento y el sacrificio en lugar de hacer la Voluntad de Dios que lo que dispone es que seamos felices? Decidámonos a decir: ¡AHORA DIOS!
4. ¿QUÉ ES EL PECADO?
Comentado por:
Oscar Gómez Díez
El tema del pecado es central en Un Curso de Milagros, no para validarlo sino para invalidarlo. Casi que podríamos decir que si la creencia en el pecado no estuviese tan arraigada en nuestro medio no sería necesario Un Curso de Milagros, o por lo menos, no como está diseñado actualmente. Pues la creencia en el pecado da lugar a la culpa, el miedo, el ataque, la ira y los resentimientos, entre otras emociones que definen nuestros egos.
El pecado es la creencia en la separación, y en esa aparente huida de Dios fabricamos este mundo de formas, cuerpos y conflictos de toda índole. La salvación pasa por deshacer la creencia en el pecado, para recordar nuestra verdadera identidad como Hijos eternos del Amor.
Dos de las aseveraciones más contundentes de este texto es que “El pecado no existe.” (L- PII. 4.5:5) y que ”El pecado es demencia” (L- PII. 4.1:1) pero la creencia en el pecado tiene un enorme poder en la llamada cultura occidental, (Europa y América), de ahí que el Curso esté escrito en un lenguaje cristiano, para que nos permita reinterpretar los paradigmas de culpa y miedo de la llamada sociedad occidental, pues casi todas las manifestaciones emocionales que en nuestro medio llaman enfermedad mental, tienen su base en los pensamientos de pecado, culpa y miedo. “El pecado es demencia. Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad.” (L- PII.4.1:1-2)
EL PECADO EN OTRAS RELIGIONES:
En la cultura judeo cristiana se considera el pecado como una ofensa a la divinidad, contrario al Budismo y el Hinduismo, que no tienen el concepto del pecado como una agresión contra la divinidad, y hablan más bien de conductas dañinas contra si mismo, es el caso de los llamados 3 venenos en el budismo: la codicia, la ira y la ignorancia, lo que da lugar al principio del karma, (ley de causa y efecto) somos el resultado de nuestras acciones.
En el Hinduismo, pese a que el concepto de pecado si existe, (“papa” en el idioma Sánscrito) no tiene la misma connotación que en la cultura católica y cristiana. Se habla más bien de acciones que generan karma negativo, e igual que el Budismo, no se considera como una ofensa contra Dios, sino contra si mismo, son conductas o acciones que nos impide evolucionar para desarrollar los dones del Dharma o acciones nobles y positivas.
EL PECADO ORIGINAL:
De las tres religiones monoteístas que parten de un mismo árbol común, y se declaran hijos de Abraham: el judaísmo, el cristianismo y el islam, y que tienen como referente común el Antiguo Testamento de la Biblia, paradójicamente la que tiene una visión más radical sobre el pecado original es el cristianismo, y de ellas la de mayor peso doctrinal es la religión católica, que desarrolló toda una teología sobre el pecado a partir del siglo II de nuestra era, y que considera que por razón de la expulsión del Paraíso, (por habernos comido la manzana prohibida,) perdimos los atributos divinos de inmortalidad, y que este pecado original lo heredamos por todas las generaciones subsiguientes, quienes seguiremos pagando nuestra culpa con sufrimiento, enfermedad y muerte. Por ser heredada, la culpa del pecado original, perdemos por consiguiente el libre albedrio, pues nacemos pecadores y morimos pecadores. A no ser que alguien expíe nuestros pecados, y se sacrifique por nosotros, ese alguien para ellos es Jesucristo.
Para el judaísmo no existe un pecado original a la manera del catolicismo, sino transgresiones específicas que cada cual comete, y contrariamente, la expulsión del paraíso, es considerado por algunos sectores del judaísmo, como el primer acto de libre albedrio de los seres humanos. Para el judaísmo los humanos nacen puros y luego y elijen pecar con lo que conlleva sufrimiento en sus vidas.
El islam no considera que nacemos pecadores, ni que heredamos tal condición, no plantea que otros paguen por los errores de los demás, “Nadie cargará con la culpa ajena” (Sura 17, versículo 16). En otras palabras no hay pecado original que se hereda. El Islam está basado sobre la responsabilidad individual, y sobre esa base establece su relación con Dios.
El cristianismo parte de la naturaleza pecaminosa del ser humano, condición heredada de la trasgresión de Adam y Eva, y ésa naturaleza pecadora no la sanamos sólo con seguir las leyes de Dios, por lo tanto, se requiere hacer un sacrificio mayor, una ofrenda a Dios para que seamos perdonados, según esa religión, ese sacrificio se realizó con la crucifixión de Jesús, quien con su sangre expió nuestros pecados.
En términos históricos lo que hace el cristianismo es una vuelta al círculo del sacrificio presente en muchas culturas. Inicialmente se iniciaron los sacrificios humanos, después del episodio de Abraham con su hijo, se procedió al sacrificio de animales, en el caso del judaísmo el cordero, y el cristianismo retoma el sacrificio humano como símbolo de salvación, y hace de la crucifixión de Jesús el gran sacrificio, de ahí que lo llamen “el cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, con lo que el mensaje de amor, paz y perdón de Jesús queda desvirtuado. La idea de hacer santo cualquier cuerpo, así sea el de Jesús, conlleva necesariamente a una identificación con el ego, con la que perdemos la perspectiva de nuestra verdadera identidad espiritual, pues todos los cuerpo son ilusorios, contrario al espíritu que es real, eterno e impecable. No hay ningún cuerpo santo. Ningún objeto, cuerpo o forma de este mundo tiene los atributos eternos del amor. Todo lo que cambia, se degrada o muere no es real, es ilusorio.
El Amor no tiene forma, pues es un atributo de Dios Quien es amorfo, como lo es Su Hijo, el Cristo que nos habita.
Los sacrificios son una antigua creencia de muchos pueblos, que piensan que si se le hace una ofrenda de sangre a Dios, este va a contener su ira, y nos concederá la gracia del perdón por nuestros pecados. Estas prácticas se basan en dioses vengativos y furiosos que sólo logramos calmar con ofrendas de sangre. Muy lejano del Dios del Amor, que no exige castigos ni sacrificios. Pues el Amor no se niega a sí mismo, y no duda de Sí Mismo, pidiendo sacrificios como pagos por pecados o culpas, o para probar lealtades o fidelidades basadas en el miedo y el temor al castigo.
La verdadera salvación pasa por desvirtuar la creencia en el pecado, la culpa, y el miedo a Dios. Del miedo a Dios surgen las creencias en los sacrificios. Hasta que no comprendamos que Dios es sólo Amor, y nada más que Amor, y que no tiene opuestos, por lo tanto, no podría ser amor y venganza a la vez, o amor y castigo a la vez.
La idea de un Dios furioso y vengativo, es una de las peores herencias del antiguo testamento. Jesús se propuso revisar toda la teología del miedo con un mensaje de amor y paz en una sociedad muy cerrada y con una iglesia judía que castigaba con la muerte cualquier mensaje que consideraban opuesto a sus doctrinas, de ahí que Jesús tuviera que hablar en forma de parábolas con el propósito de evitar una confrontación directa con los jerarcas judíos de la época, pero sólo logró aplazar el desenlace trágico, al desafiar un poder tan arraigado como el que existía en la Palestina de hace 2 mil años atrás.
Pese a que el cristianismo nos dice, que Jesús nos salvó con su sacrificio, seguimos dándonos golpes de pecho, rezando “el yo pecador” y pidiendo misericordia divina. El verdadero mensaje de Jesús no es el sacrificio ni la crucifixión, sino la redención a través del amor, la paz y el perdón.
EL PECADO EN UN CURSO DE MILAGROS:
El Curso de Milagros parte de un presupuesto totalmente distinto a las religiones dualistas: la absoluta inocencia del Hijo de Dios. Por lo tanto, *“El pecado no existe.”*y tampoco existen todas las demás emociones asociadas con el pecado como la culpa y el miedo.
El Curso se identifica más con la parábola del Hijo pródigo de Jesús, que con el mito de la expulsión del Paraíso del Génesis. Sobre este supuesto fuimos nosotros los que decidimos abandonar el paraíso. No fuimos expulsados, porque Dios siendo sólo Amor no juzga ni castiga. Por tal razón, somos nosotros los que debemos regresar al Paraíso, recordando y aceptando nuestro origen divino, perdonando todo aquello que nos impide experimentar el amor que somos, entre ellos, la creencia en el pecado y la culpa. “El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos falsos.” (L- PII.4.3:1)
El Curso es reiterativo que somos tal como Dios nos creó, o sea, un espíritu inmortal, impecable, inocente, que goza de los mismos atributos de Dios, pues fuimos creados a Su semejanza. El mundo y los cuerpos son fabricaciones del ego, o de la mente errada del Hijo de Dios que cree haberse separado del Padre, y esto es sólo una ilusión, pues no es más que un sueño de separación. “Las ilusiones son la “prueba” de que lo que no es real lo es.” (L- PII.4.3:2)
EL ORIGEN DEL MUNDO Y LOS CUERPOS:
La creencia del pecado original, nos hace pensar que hemos ofendido a Dios, y en la huida por el temor al castigo o venganza divina fabricamos el mundo y los cuerpos. “El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. Su propósito es luchar. Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar.” (L- PII.4.3:1-3) el cuerpo es un instrumento de la separación, y por lo tanto, está diseñado para atacar. Pero el Espíritu Santo nos enseña a percibir el cuerpo de otra manera, convirtiéndolo en un instrumento de comunicación y perdón.
“El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? ¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? ¿Qué iban a querer oír o intentar asir? ¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.” (L- PII.4.1:4-8) El cuerpo está dotado de unos órganos sensoriales diseñados para percibir un mundo externo a nosotros, con lo que nuestro mundo interno, que es nuestro mundo real, queda ocultado o velado por la percepción. De ahí que se nos diga que “Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.” (L- PII.4. 4. 1:8) el conocimiento es la forma todo abarcante que Dios ve la totalidad de la Creación, el conocimiento es también un atributo del Hijo de Dios, pues fuimos creados a Su semejanza, y cuando nos liberemos del mundo de la percepción regresaremos al mundo del conocimiento, de la omnisciencia.
EL PECADO Y LAS LEYES DEL CAOS:
El Curso nos habla en el capítulo 23 del Texto, de las 5 leyes del caos, o leyes del ego (T-23.II). Para el tema que estamos examinando ahora, vale la pena recordar la segunda y tercera ley del caos.
La segunda ley del caos nos dice que todos somos pecadores, y por lo tanto, ”todo el mundo merece ataque y muerte” (T-23.II.4:1) Esta creencia parte de la base de que ”el error merece castigo y no corrección. Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón” (T-23.II.4:2-3) El pecado merece castigo, diferente al error que se puede corregir. El pecado implica que sólo Dios te puede perdonar, y tus hermanos en nombre de Dios te puede castigar. La sociedades modernas son mecanismos de vigilancia y control de los unos sobre los otros, para castigarse los unos sobre los otros. El infierno son nuestras relaciones, ese es el mundo que fabricamos, pues se basa en que la verdad es diferente para cada cual (primera ley del caos), por lo tanto, ”el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos” (T-23.II.2:5)
La tercera ley del caos, es el miedo a Dios, ”Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, pues Él se ha convertido en el “enemigo” que la causó y no sirve de nada recurrir a Él” (T-23.II.7:2-3) de esta manera el ego nos aleja de Dios, pues en vez de sentir amor y confianza en Él, sentimos mucho miedo, y buscamos negociar con Dios nuestra salvación, ofreciéndole sacrificios de sangre con el supuesto propósito de calmar su furia.
El miedo a Dios, hace que lo excluyamos como fuente de salvación, pues lo percibimos como enemigo de nuestra existencia, pues creemos que nos castiga con carencias, sufrimientos, enfermedades o la muerte. Solo el perdón restablece el Amor y nuestra unicidad con Dios y nuestra plena confianza en Él.
EL INFANTIL JUEGO DE LA SEPARACIÓN:
Finalmente Jesús, describe el sueño de separación y pecado como un juego infantil y nos pide que le pongamos fin a este juego inútil que sólo nos produce sufrimiento. Y eso lo lograremos cuando tomemos la decisión de elegir el amor y nada más que el amor como nuestro único camino y nuestra única meta, hasta despertar en el Cielo, que es el único Hogar del Amor:
“Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. Mientras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.” (L-PII.4. 4:2-4)
Jesús termina esta disertación sobre el pecado como un juego de niños, preguntándonos: ”¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? ¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? ¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? ¿Hoy quizá?” (L-PII.4.5:1-4)
La decisión es nuestra, el Espíritu Santo siempre está disponible para cuando decidamos pedirle que sea nuestro único guía, para que nos recuerde que “El pecado no existe.” y por lo tanto, nuestra realidad inmortal nunca ha cambiado ni va a cambiar, sólo debemos despertar del sueño de separación, “La creación no ha cambiado. ¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? ¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?” (L-PII.4. 5:6-8) Hoy podemos tomar la decisión de poner fin a la separación y de volver al Amor, las puertas siempre han estado abiertas, y los brazos de Dios siempre han estado extendidos esperando nuestro regreso.
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