LECCIÓN 311 Juzgo todas las cosas como quiero que sean.




Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM

LECCIÓN 311

Juzgo todas las cosas como quiero que sean.


1. Los juicios se inventaron para usarse como un arma contra la verdad. 2Separan aquello contra lo que se utilizan, y hacen que se vea como si fuese algo aparte y separado. 3Luego hacen de ello lo que tú quieres que sea. 4Juzgan lo que no pueden comprender, ya que no pueden ver la totalidad, y, por lo tanto, juzgan falsamente. 5No nos valgamos de ellos hoy, antes bien, ofrezcámoselos de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente. 6Él nos salvará de la agonía de todos los juicios que hemos emitido con­tra nosotros mismos y re-establecerá nuestra paz mental al ofre­cernos el juicio de Dios con respecto a Su Hijo.

2. Padre, estamos esperando hoy con mentes receptivas a oír Tu juicio con respecto al Hijo que Tú amas. 2No lo conocemos, y así, no lo pode­mos juzgar. 3Por lo tanto, dejamos que Tu Amor decida qué es lo que no puede sino ser aquel a quien Tú creaste como Tu Hijo.




AUDIOS de la Lección 311
de CELEBRANDO EL MILAGRO


Lectura de la Lección 311
A través de Blanca Nivia Morales Contreras


Ocurrir de la Lección 311
a través de Martin Musarra


Lección 311
comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda




































LECCIÓN 311

Juzgo todas las cosas como quiero que sean.

Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda

¡Que la paz sea con nosotros hoy!


Esta es la primera lección que desarrolla el tema del Juicio Final. Recordemos que el Juicio Final del Dios no es un juicio de castigo terrible como hemos aprendido. No encierra condena alguna. 

Hoy, Jesús, nos dice que Juzgo todas las cosas como quiero que sean. Ya desde la lección 2 Le he dado a todo lo que veo el significado que tiene para mí, nos decía de la subjetividad que acompaña a todo aquello con lo que nos relacionamos: veo lo que quiero ver, oigo lo que quiero oír.

El juicio le corresponde a Aquel que sabe: el Espíritu Santo. Por eso, siempre que nos encontremos haciendo juicios se los entregamos al Espíritu Santo para que los transforme en pensamientos amorosos.

Jesús nos dice en la lección:

”Los juicios se inventaron para usarse como un arma contra la verdad. Separan aquello contra lo que se utilizan y hacen que se vea como algo aparte y separado. Luego, hacen de ello lo que tú quieres que sean. Juzgan lo que no pueden comprender, ya que no pueden ver la totalidad, y, por lo tanto, juzgan falsamente”.

Los juicios separan, fomentan el miedo y el ataque. Una vez, que he aceptado la separación, me valgo de los juicios para justificarla. Los juicios no ven la totalidad, sólo ven parcialmente porque la percepción engaña. Siempre se refieren al pasado, buscan justificar nuestra inocencia al proyectar sobre nuestros hermanos la culpa que cargamos por la creencia en la separación de Dios más las otras culpas que acumulamos en este trasegar por este mundo del ego.

Hay una relación entre la ira y los juicios que vale la pena analizar. Diríamos que, entre ellos, se alimentan mutuamente. 

Nos dice Jesús en el capítulo 29 sección IV:

”Cuando te invade la ira, ¿no es acaso porque alguien no llevó la función que tú le habías asignado? ¿Y no se convierte esto en la “razón” que justifica el ataque?” T-29. IV. 4:1-2

A todas las personas con las que nos relacionamos les atribuimos una función que consideramos deberían desempeñar: como padre, hijos, pareja, profesores, amigos, jefes, etc.  Esa función la sustentamos en juicios. Si los hermanos no cumplen nuestras expectativas haremos juicios descalificadores que pueden incrementar la ira. Dicha ira, incrementada por los juicios, entrañan la proyección de la separación en la cual no acepto mi responsabilidad sino que culpabilizo a otro. De esa manera me veo, a mí mismo, como inocente.

Continúa Jesús en la lección:

”No nos valgamos de ellos hoy, antes bien, ofrezcámoselos de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente. Él nos salvará de la agonía de todos los juicios que hemos emitido contra nosotros mismos y restablecerá nuestra paz mental al ofrecernos el Juicio de Dios con respecto a Su Hijo”.

Cuando vea que voy a hacer un juicio se lo entrego a Aquel que sabe: el Espíritu Santo. Él lo transformará en un pensamiento amoroso, en un pensamiento de paz. No me condeno por hacer juicios. El Espíritu Santo restablece nuestra paz mental: me quita la imagen de culpa y de miedo que tengo de mí mismo. Me ayuda a verme como lo que soy: el inocente Hijo de Dios. 

La oración de la lección merece hacerla a lo largo del día:

”Padre, estamos esperando hoy con mentes receptivas a oír Tu Juicio con respecto al Hijo que Tú amas. No lo conocemos, y así, no lo podemos juzgar. Por lo tanto, dejamos que Tu Amor decida qué es lo que no puede sino ser aquel a quien Tú creaste como Tú Hijo”.

Con relación al tema del Juicio Final

Nos dice, Jesús, en el tema especial 10. ¿Qué es el Juicio Final?: 

”El Segundo Advenimiento de Cristo le confiere al Hijo de Dios este don: poder oír la Voz que habla por Dios proclamar que lo falso es falso y que lo que es verdad jamás ha cambiado”.
 
Nos negamos a aceptar la verdad. Nos negamos a aceptar que la verdad es Dios; que la verdad tiene que ver con que fuimos creados por Él; que la verdad es total, que la verdad es dicha, paz, unidad, grandeza, perfección; que Soy tal como Dios me creó. Pero he tenido miedo de la verdad, la he negado y he preferido fabricar ilusiones. Si aceptara la verdad de mi verdadera identidad no experimentaría ningún sufrimiento y dolor. No creería en el sacrificio ni en el ataque. No tendría necesidad de hacer juicios que me generen ira como vimos en la lección de hoy, la 311, Juzgo todas las cosas como quiero que sean.
 
Por fortuna, siempre contamos con el Espíritu Santo y con Jesús, quienes, si se lo permitimos, nos ayudarán a distinguir lo verdadero de lo falso.


Proceso de práctica de la lección

1. Tener momentos con Dios por la mañana y por noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.



Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.


Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.


Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)

2. Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

3. Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos  a Dios.

4. Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.













Kenneth Wapnick 

”Juzgo todas las cosas como quiero que sean.»

Lección 311

"Esta lección y las tres que siguen, de la 311 a la 314, son de una sola pieza, centradas en la dinámica del sistema del pensamiento del ego y su deshacimiento: Primero miramos dentro de nuestras mentes, elegimos al ego como nuestro maestro y luego proyectamos su juicio, percibiendo en los demás lo que en realidad está dentro de nosotros. Finalmente, comprendiendo nuestro error, pedimos ayuda al Espíritu Santo para aceptar Su corrección. El error de nuestra mente ha sido llevado así al instante santo, y somos curados. Ahora la Lección 311:

“Juzgo todas las cosas como quiero que sean” es verdad desde el punto de vista del ego, así como del Espíritu Santo. Si quiero reforzar mi creencia en la realidad de la separación, así es como percibiré y juzgaré al mundo. Si, por otro lado, quiero saber que estaba equivocado - que la separación de Dios nunca ocurrió y que por lo tanto nada aquí es real - sólo percibo y juzgo la corrección.

(1:1-3) «Los juicios se inventaron para usarse como un arma contra la verdad. Separan aquello contra lo que se utilizan, y hacen que se vea como si fuese algo aparte y separado. Luego hacen de ello lo que tú quieres que sea.»

Nos defendemos contra la verdad a través del juicio, tal como lo hacemos a través de la enfermedad, la culpa y la depresión. Partimos de la persona u objeto especial que juzgamos como deseable o indeseable, visto a través de la lente de nuestro especialismo. Sin embargo, este juicio viene de nuestra auto-condenación original de que existimos por haber robado el Ser y la vida de Dios, apropiándonos de Ellos para nosotros mismos y dejándolo a Él sin vida. Proyectando nuestro propio juicio, vemos entonces que los demás nos quitan lo que secretamente creemos que tomamos de ellos, y aún más secretamente, lo que creemos que tomamos de Dios.

(1:4) «Juzgan lo que no pueden comprender, ya que no pueden ver la totalidad, y, por lo tanto, juzgan falsamente.» 

La única forma en que podemos ver la totalidad es liberar el sistema de pensamiento de la separación que la redujo. Si originalmente éramos parte de la totalidad y ahora creemos que existimos fuera de ella, la totalidad ya no puede ser totalidad, lo que significa que nunca podremos conocerla.

(1:5-6) «No nos valgamos de ellos hoy, antes bien, ofrezcámoselos de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente. Él nos salvará de la agonía de todos los juicios que hemos emitido contra nosotros mismos y re-establecerá nuestra paz mental al ofrecernos el Juicio de Dios con respecto a Su Hijo.» 

En esta importante declaración, Jesús no dice que no debemos juzgar. Él nos dice, más bien, que llevemos nuestros juicios al Espíritu Santo, nuestras tenebrosas piedras angulares a Su luz. Por otra parte, es inútil incluso intentar renunciar al juicio, porque si lo hacemos, es sólo porque primero lo hicimos real, lo que garantiza su supervivencia. Por lo tanto, pedimos ayuda a Jesús para ver las consecuencias del juicio, no sólo por el daño que trae a los demás dentro del sueño, sino por el daño que nos trae debido a que nos mantiene en el sueño. El valor del Espíritu Santo, por lo tanto, no consiste en decirnos qué hacer con nuestras vidas, sino simplemente en ser la Presencia amorosa a la cual acudimos con nuestros juicios. Cuando vemos que estos no nos ofrecen lo que queremos, son deshechos. El Espíritu Santo es así el faro de luz que representa la verdad del juicio de Dios: Su Amor nunca ha cambiado, a pesar de nuestro juicio contra el Hijo de Dios.

(2) «Padre, estamos esperando hoy con mentes receptivas a oír Tu juicio con respecto al Hijo que Tú amas. No lo conocemos, y así, no lo podemos juzgar. Por lo tanto, dejamos que Tu Amor decida qué es lo que no puede sino ser aquel a quien Tú creaste como Tu Hijo.»

Escuchamos el Juicio de Dios de que somos Su bienamado Hijo, al darnos cuenta de que él es uno. Nuestros juicios han buscado reemplazar esa verdad con el juicio del ego de que el Hijo de Dios es fragmentado y pecaminoso. Entonces, ¿cómo podemos escuchar al Espíritu Santo hablarnos acerca del Hijo de Dios si insistimos en que alguien nos ha tratado injustamente? Llevar nuestros juicios al Suyo, de nuevo, es cómo desaparecen."

Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.















LECCIÓN 311
 
"Juzgo todas las cosas como quiero que sean."

Comentada por:
Oscar Gómez Díez 
 
"Los juicios se inventaron para usarse como un arma contra la verdad." Los juicios son el instrumento del ego no sólo para negar la verdad, sino también para pretender desvirtuarla. 

"Separan aquello contra lo que se utilizan, y hacen que se vea como si fuese algo aparte y separado." todo juicio separa, distancia, agrede, señalan culpables y enemigos, establecen la responsabilidad de lo que parece sucedernos fuera de nosotros, y no en nuestra mente, que es la fuente de nuestros pensamientos y juicios. 

Los juicios reflejan los deseos ocultos del ego, distorsionan la realidad y buscan volver real lo que es falso. El ego proyecta sus culpas afuera, en forma de juicios y  "Luego hacen de ello lo que tú quieres que sea." los juicios pretenden darle realidad a situaciones o circunstancias que  no son verdaderas. 

"Juzgan lo que no pueden comprender, ya que no pueden ver la totalidad, y, por lo tanto, juzgan falsamente."  por su naturaleza, los  juicios que hacemos siempre serán  falsos, pues dan cuenta de una supuesta realidad basada en percepciones, sin considerar que carecemos del conocimiento de la  totalidad, como la que goza Dios o el Espíritu Santo, de ahí que lo único real o amoroso que podemos hacer es poner en manos Dios o del Espíritu Santo todo juicio que podamos percibir.  

El Amor restablece la verdad y nos invita delicadamente a abandonar todo juicio. De ahí que Jesús nos exhorta a que no hagamos juicios:
"No nos valgamos de ellos hoy, antes bien, ofrezcámoselos de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente." El Espíritu Santo nos enseña a perdonar todo juicio que hagamos, a identificarlos y abandonarlos, y los reinterpreta como una petición de amor. 

El Espíritu Santo nos ayuda a ver cada situación que percibíamos como no amorosa, como una oportunidad para perdonar y sanar nuestra mente. "Él nos salvará de la agonía de todos los juicios que hemos emitido contra nosotros mismos y re-establecerá nuestra paz mental al ofrecernos el juicio de Dios con respecto a Su Hijo." Con la guía del Espíritu Santo podemos elegir de nuevo, y en lugar de juzgar y condenar, podemos contemplar todas las cosas con amor y con perdón, siendo la paz el regalo que nos ofrecemos como perfectos Hijos del Señor de la paz. 

ORACIÓN DEL DÍA:

"Padre, estamos esperando hoy con mentes receptivas a oír Tu juicio con respecto al Hijo que Tú amas. No lo conocemos, y así, no lo podemos juzgar. Por lo tanto, dejamos que Tu Amor decida qué es lo que no puede sino ser aquel a quien Tú creaste como Tu Hijo." 

El único juicio de Dios con respecto a Su Hijo es este:
“Tú sigues siendo Mi santo Hijo, por siempre inocente, por siempre amoroso y por siempre amado, tan ilimitado como tu Creador, absolutamente inmutable y por siempre inmaculado. Despierta, pues, y regresa a Mí.  Yo soy tu Padre y tú eres Mi Hijo”." (L-PII.10.5:1:3)
 
PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "10. ¿Qué es el Juicio Final?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras  memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad. 
 





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