Aquí la Introducción a la segunda parte del Libro de Ejercicios de UCDM
LECCIÓN 313
Que venga a mí ahora una nueva percepción.
1.Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor. 2y éste vendrá dondequiera que se le invite. 3Esta visión es Tu regalo. 4Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdonado. 5Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. 6Permite que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertarme del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme.
2.Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. 2¡Qué bellos somos! 3¡Cuán santos y amorosos! 4Hermano, ven y únete a mí hoy. 5Salvamos al mundo cuando nos unimos. 6Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros.
AUDIOS de la Lección 313
de CELEBRANDO EL MILAGRO
Lectura de la Lección 313
A través de Blanca Nivia Morales Contreras
Ocurrir de la Lección 313
a través de Martin Musarra
Lección 313
comentada por
Jorge Luis Álvarez Castañeda
LECCIÓN 313
Que venga a mí ahora una nueva percepción.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Jesús, nos propone hoy tener una nueva percepción: la percepción verdadera. Recordemos lo que nos ha enseñado sobre la proyección y la percepción. Así como pensamos, así como veamos internamente, será lo que proyectemos externamente y, de esa manera, se condicionará nuestra percepción.
Hoy, nos pide Jesús que nuestro estado mental, nuestros pensamientos sean los de Cristo para, de esa manera, poder tener la percepción de Cristo o del Espíritu Santo, la visión de Cristo que nos permita mirar a nuestros hermanos más allá del cuerpo, verlos como Espíritu, verlos como Hijos de Dios y no del ego.
Nos dice Jesús en la lección:
”Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor. Y este vendrá donde quiera que se le invite”.
La visión de Cristo nos permite mirar todas las cosas sin mancha de pecado, es decir, sin separación, sin demencia, sin pérdida de la cordura, sin que las ilusiones reemplacen a la verdad, sin miedo. No hay miedo porque se ha invitado al amor, se reconoce al amor como nuestra naturaleza al igual que la de nuestros hermanos. Si se acepta el amor no se excluye a nadie, que es lo que motiva el miedo.
Continúa Jesús en la lección:
“Esta visión es Tu regalo. Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdonado. Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla”.
La visión de Cristo es el regalo que me hace mi Padre para sanar mi percepción. Ya no veo un mundo de separación y de conflicto; ya no estoy anclado en el pasado que no me deja perdonar a mis hermanos; ya no pongo mi deseo de ser especial como lo fundamental; ya tolero los errores de mis hermanos y los perdono si son motivos de separación para mí; ya veo paz, bondad, amor, inocencia, alegría…en mis hermanos y en el mundo. El ver un mundo perdonado implica que no vea enfermedad, pérdida, ni carencia en mis hermanos porque reconozco mi verdadera identidad, como Hijo de Dios, como Cristo, que es la misma de mis hermanos.
Continúa Jesús:
”Que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertar del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme”.
La visión de Cristo contempla todo en la luz. La visión de Cristo me permite bendecir a mis hermanos y ver en ellos su santidad. La impecabilidad que veo en mi interior la traslado a mis hermanos y, de esa manera, los veo. Mi impecabilidad ha permanecido en el altar al Nombre de Dios en el interior de mi mente ante el que deposito las azucenas de mi perdón, como la ofrenda que le hago a Dios. Allí se encuentra el Hijo de Dios, el Cristo, mi Ser mismo: mi verdadera Identidad.
Nos pide Jesús finalmente:
”Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos! ¡Cuán santos y amorosos! Hermano, ven y únete a mí hoy. Salvamos al mundo cuando nos unimos. Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros”.
Si yo veo a mi hermano con la visión de Cristo, mi hermano, aunque sea por un instante, verá la grandeza que lo acompaña como Hijo de Dios y, a su vez, se me devolverá, y, yo me veré de la misma manera.
En la unidad ratificamos el llamado de Dios a despertar. La luz, el llamado a despertar de este sueño de la separación, siempre ha estado conmigo, hace parte del recuerdo de Dios que siempre me acompaña así lo oculte bajo capas y capas de resentimientos y conflictos.
Con relación al tema del Juicio Final
Dice Jesús en el tema especial 10. ¿Qué es el Juicio Final?:
”El Juicio Final sobre el mundo no encierra condena alguna. Pues ve a éste completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno. Y al no tener causa ni función ante los ojos de Cristo, simplemente se disuelve en la nada. Ahí nació y ahí ha de terminar”.
Con el proceso de perdón y de aceptación de la Expiación para nosotros mismos recuperamos el recuerdo de nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios y aceptamos que este mundo del ego sólo fue un sueño de separación, que creímos. Nunca nos hemos separados de Dios, ni Dios nos va a castigar ni a condenar.
Proceso de práctica de la lección
1.Tener momentos con Dios por la mañana y por noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
2.Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
3.Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
4.Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
LECCIÓN 313:
Que venga a mí ahora una nueva percepción
Kenneth Wapnick
Esta es otra lección importante, que sigue a las dos anteriores. Recordemos que comenzamos con un juicio negativo sobre nosotros mismos, que nos lleva a crear un mundo negativo percibido fuera de nosotros mismos. Eventualmente nos damos cuenta de que debe haber otra manera, porque la nuestra nos está haciendo demasiado infelices. Así pues, oramos: "Ahora deja que una nueva percepción venga a mí." Esto no significa invocar una percepción mágica que viene a nosotros, porque venimos a ella. La fuente de esta nueva percepción -la visión de Cristo- son nuestras mentes correctas. Nosotros somos los que nos alejamos eligiendo en contra de ella; por lo tanto, nosotros somos los que debemos regresar y elegir de nuevo.
(1:1-5) Padre, hay una visión que contempla todas las cosas como sin pecado, de modo que el temor se ha ido, y donde estaba es el amor invitado a entrar. Y el amor vendrá donde se le pida. Esta visión es tu regalo. Los ojos de Cristo miran a un mundo perdonado. En Su vista están todos sus pecados perdonados, pues Él no ve ningún pecado en nada de lo que mira.
El amor y el miedo se excluyen mutuamente y no pueden estar presentes simultáneamente. Lo mismo sucede con el perdón y el juicio. Pedirle ayuda a Jesús significa mirar a través de sus ojos perdonadores el reflejo del amor, y en esa visión somos perdonados y sanados, y el mundo con nosotros.
(1:6) Ahora que Su verdadera percepción venga a mí, para que pueda despertar del sueño del pecado y mirar dentro de mí mi impecabilidad, la cual Tú has guardado completamente inmaculada sobre el altar de Tu santo Hijo, el Ser con el cual me identificaría.
El altar sagrado es nuestra mente. Nuestra inherente impecabilidad ha sido mantenida pura y sin mancha a través de la Presencia del Espíritu Santo, recordándonos que la realidad no ha cambiado, nuestras creencias locas en sentido contrario. La frase clave en este pasaje es "mira dentro". No podemos ver nuestra impecabilidad hasta que veamos primero la imagen del mal, la oscuridad y el pecado que creemos que existe. Sólo entonces nos damos cuenta de que esta imagen es un fino velo que apenas contiene la luz de la impecabilidad detrás de ella. Sin embargo, primero debemos mirar la oscuridad interior, eligiendo hacerlo pidiendo la ayuda de Jesús para ver de otra manera las relaciones especiales que hicimos para ser el depositario del pecado.
(2:1-4) Contemplemos hoy a los demás a la vista de Cristo. ¡Qué hermosos somos! Qué santo y qué amoroso! Hermano, ven y únete a mí hoy.
Si quieres esta visión, debes dejar que Jesús te enseñe a ver la luz de Cristo en todos, no sólo en ciertas personas santas, sino en todos los que has condenado y contra los que has juzgado. Qué hermosa se vuelve la filiación cuando es vista como realmente es: una!
(2:5-6) Salvamos al mundo cuando nos hemos unido. Porque en nuestra visión se vuelve tan santa como la luz en nosotros.
El concepto de Jesús de salvar al mundo no puede ser entendido desde la perspectiva del cuerpo, sino sólo desde fuera del sueño en el que nos damos cuenta de que Dios tiene un Hijo, y que el mundo que parecía surgir de su mente nunca ha dejado su fuente. Si esa mente cree que está separada, el mundo separado parecerá real. Sin embargo, cuando la mente es sanada, no hay separación y el mundo es salvado de nuestra creencia en ella. Una vez más, esto no tiene sentido desde la perspectiva del mundo, a menos que adoptemos la posición megalomaníaca de que cambiamos de opinión y que el mundo se salve gracias a nosotros. Sin embargo, este nosotros es parte del mundo y la crucifixión del Hijo de Dios. La salvación del mundo ocurre sólo cuando estamos más allá del sueño con Jesús, dejando atrás nuestro ser crucificado
LECCIÓN 313
"Que venga a mí ahora una nueva percepción"
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
En las dos últimas lecciones veíamos como funciona el mecanismo de la proyección y de la percepción desde la perspectiva del ego y desde la interpretación del Espíritu Santo. La primera la hemos llamado percepción falsa, y a la segunda, percepción verdadera. En esta lección se nos exhorta a pedir siempre la percepción verdadera, la nueva percepción que viene a reemplazar a la que el ego nos tenía acostumbrados a ver, y que nos mantenía esclavizados de la culpa, el miedo, las carencias y conflictos.
A esa nueva percepción accedemos gracias al regalo de la visión de Cristo, gracias a ver con inocencia y amor todas las cosas. Por ser un regalo no se nos pide nada a cambio, no tenemos que hacer nada para obtenerlo, solo desear tenerlo, darle la bienvenida, aceptarlo en nuestros corazones. La visión de Cristo me ayudará a despertar del sueño de separación, pues no veré pecado alguno, el miedo ha desaparecido y sólo el amor gobierna mi vida.
ORACIÓN DEL DÍA:
"Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor. y éste vendrá dondequiera que se le invite. Esta visión es Tu regalo. Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdonado. Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. Permite que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertarme del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme."
Imaginémonos por un momento, un mundo en el que todos nos contemplemos con la visión de Cristo, en el que todos veamos la inocencia de los unos y de los otros, ¿que veríamos? Solo paz, armonía, unidad, fraternidad, bondad, generosidad, sólo amor. El miedo, el conflicto, el ataque han desaparecido. Solo veríamos la unicidad de toda la Creación, ya no hay "unos" y tampoco "otros" La separación se desvanece en la medida que la unidad es restituida en nuestra consciencia. Solo queda la belleza de la existencia, el amor en toda su grandiosidad. "Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos! ¡Cuán santos y amorosos! Hermano, ven y únete a mí hoy."
Cuando los ojos del amor contemplan al mundo, este se se salva, pues deja de ser una fabricación falsa del ego, para convertirse en el mundo real, en un mundo perdonado y feliz, pues la luz de la santidad lo abarca todo: "Salvamos al mundo cuando nos unimos. Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros."
Si el amor y sólo el amor impregna nuestra consciencia, y ya no hay rastros de culpa y miedo, la santidad ha sido restaurada en nuestras mentes, por lo tanto, el mundo que contemplemos será tan santo como nosotros.
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "10. ¿Qué es el Juicio Final?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.
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