LECCIÓN 297 El perdón es el único regalo que doy.

         LECCIÓN 297

Lea aquí la Introducción a la Segunda Parte del Libro de ejercicios



LECCIÓN 297
El perdón es el único regalo que doy.

1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2 Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3 Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4 Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al yo aceptar la Expiación para mí mismo. 

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2 Gracias a Ti por Tus eternos dones, y gracias a Ti también por mi Identidad.



AUDIOS de la Lección 297
de CELEBRANDO EL MILAGRO



Lectura de la Lección 297
A través de Mariano Noé 


Ocurrir de la Lección 297
a través de Martin Musarra


Lección 297 comentada por 
Jorge Luis Álvarez Castañeda




































LECCIÓN 297

El perdón es el único regalo que doy.


Comentada por: 
Jorge Luis Álvarez Castañeda


¡Que la paz sea con nosotros hoy!


Jesús, nos ha enseñado la importancia del perdón. Nos ha dicho que es la llave de la felicidad, que sana la percepción de la separación,  que pone fin al deseo de ser especial, que es el deseo de estar unido al hermano y no separado, que es la última ilusión en este mundo del ego que pone fin a todas las ilusiones, es decir, que es una ilusión que sana, etc. Un curso de milagros es un curso para aprender a perdonar.


Jesús, nos dice en la lección:


”El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación”.


Perdono mi manera de ver a mi hermano que ha sido la del ego y me ha separado de él. Y cuando lo hago se produce un milagro pues he corregido mi manera de ver a mi hermano: lo veo como un Hijo de Dios, como yo. Y este regalo que lo doy a mi hermano, es el que me hago a mí mismo. Esta es la sencilla fórmula de la salvación, nos dice Jesús.


En la lección 126 nos aclara esta idea:


”Y el verdadero perdón que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir. Lo que no se ha recibido no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene necesariamente que haberse recibido”. L-126. 7:5-6


Continúa Jesús en la lección:


”Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al yo aceptar la Expiación para mí mismo”.


Quiero salvarme de la manera como percibo a mis hermanos separados de mí, de la creencia de que sus comportamientos no influyen en mis pensamientos y los míos en los de ellos. Y que su suerte, me es indiferente. Esta es la clara manifestación del especialismo que me domina donde lo que cuenta es mantener mi pequeño mundo particular, a como dé lugar. Y esto lo hago mediante el perdón: me perdono, con la ayuda del Espíritu Santo, la manera como me veo a mí mismo, a mis hermanos, al mundo, a Dios, cuando tengo al ego como maestro. Y me decido a querer tener la guía del Espíritu Santo y de Jesús para salvarme del mundo del ego, ahora. 


Acepto la Expiación para mí mismo, es decir, acepto la sanación de mi manera de pensar dominada por en el ego en la cual aceptaba la separación, el pecado, la culpa, el miedo, la enfermedad, el sufrimiento y el sacrificio, las relaciones especiales, la ira y el ataque, etc. Esto lo consigo mediante la aceptación de la mente recta bajo la guía del Espíritu Santo y de Jesús.


La oración de la lección es un llamado a aceptar los regalos que nos ha dado Dios, incluido el perdón. Vale la pena que la hagamos a lo largo del día:


”Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! Gracias a Ti por Tus eternos dones, y gracias a Ti también por mi Identidad”.


Con relación al tema del mundo real


Jesús, nos dice en el tema especial 8. ¿Qué es el mundo real?:


”El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado. Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido redimido”.


En el mundo real se abandona la culpabilidad que busca conservar el pasado y el futuro en tu mente, al igual que la condenación así misma, para que el ego siga persistiendo. El Espíritu Santo te ayudará a escapar de la culpabilidad y dicho escape no es otra cosa que la salvación. 


El pecado no es sino una falta de amor. Es una equivocación que nos negamos a corregir, una petición de ayuda que no queremos oír. El pecado se ataca con el castigo y, de esa manera, se perpetúa. Para el ego, cometemos pecados que merecen castigos. Para el Espíritu Santo, cometemos errores que pueden ser corregidos con el Espíritu Santo. El mundo real es el regalo del Espíritu Santo con el cual sanamos nuestra mente y reconocemos que el pecado y la culpabilidad son sólo ilusiones que se superan aceptando la verdad de lo que somos como Hijos de Dios.
 
Proceso de práctica de la lección


Tener momentos con Dios por la mañana y por noche

Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.

Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.

Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús. 
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.

En tu meditación intenta entrar en  contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.

Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.


Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:

”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)

Recordatorios cada hora. 

Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.

Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios. 

Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.

 Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos  a Dios.

Respuesta a la tentación.

Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.

Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.

Muchas, muchísimas, bendiciones.












Lección 297. «El perdón es el único regalo que doy.»
Kenneth Wapnick 

"Esto refleja la importante idea de que dar y recibir son lo mismo.

(1:1) «El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo.» 

Este regalo es nuestro cambio de mentalidad. Debemos darnos cuenta de que los regalos que hemos elegido en lugar del perdón - los regalos del especialismo, «uno o el otro», tener la razón - no nos han traído lo que realmente deseamos: el deshacimiento del miedo. Llevar al Espíritu Santo nuestros regalos secretos - la esencia del perdón - permite que Sus regalos sean nuestros para siempre, y - a través de nosotros - también del mundo. Recuerda este pasaje anteriormente citado:

“Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo.” (T-22.VI.9:2-9)

(1:2-3) «Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación.» 

El principio de la salvación del ego es que me escapo de aquello que doy: seré salvo de mi culpabilidad, dándotela a ti. El Espíritu Santo deshace esa cruel locura haciendo que me de cuenta de que cuando te culpo me culpo a mí mismo, ¡una cosa tonta y contraproducente de hacer! Ver esa necedad me ayuda a darme cuenta de cuán erróneamente he estado mirando todo.

(1:4) «Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.» 

Felizmente recuerdo que el Hijo de Dios es uno, y al perdonar a mi hermano me perdono a mí mismo. Ese es el gozoso mensaje de la salvación, y uno que gustosamente acepto para mí mismo y para el Mundo.

(2) «Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.»

¿Quién no estaría agradecido por el regalo de la gracia de Dios, cuando a través de su gentil perdón llega la salvación? El Hijo que deambulaba solitario y solo se hace pleno, y agradece a su Padre por Su regalo de amor, visto en sí mismo y en todos sus hermanos-- la visión que cura al mundo:

“Tu deseo de ver hace que la gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. ¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? A Dios le complacería que lo hicieses. No es Su Voluntad que no reconozcas a tu salvador. Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite, ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.” (T-25.VI.3) "

~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.













LECCIÓN 297
El perdón es el único regalo que doy.

Esta es una lección centrada en el tema del principio de dar y recibir. Damos lo que tenemos y damos lo que deseamos tener. Para finalmente darnos cuenta que todo lo que damos, es solo a nosotros mismos a quien damos. 
El perdón es lo único que queremos  dar, y lo único que podemos recibir, y el único regalo real que nos podemos dar en un mundo de ilusiones. Con el perdón nos regalamos la paz y la dicha que creímos haber perdido cuando huimos del amor. "El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo."

Cuando perdono, es a mi mismo a quien perdono, pues nada ni nadie me ha hecho daño, excepto mis propios pensamientos. Por lo tanto, "todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy."

El principio de dar y recibir "es la sencilla fórmula de la salvación." si la aplicamos correctamente confirmaremos que somos la fuente de nuestras propias experiencias. Si todo surge en mi mente, y lo que creo ver no son más que mis imágenes mentales proyectadas afuera, llegaré a la conclusión que no tengo  que cambiar lo que veo afuera, solo debo cambiar lo que está adentro, cambiar mis pensamientos de juicio y ataque por pensamientos de perdón y amor, y podré contemplar un mundo en paz. El perdón  es el regalo que me doy,  y ese es el mejor regalo que le puedo ofrecer al mundo, es mi mejor contribución a la paz, pues mi paz es la paz del mundo. "Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al yo aceptar la Expiación para mí mismo."
El perdón no es sólo el mejor regalo que me puedo dar y que puedo ofrecer, sino que es el único regalo. No hay  otro, que me permita reconocer el amor que soy, el único que me puede enseñar la inocencia de mis hermanos, quienes a la vez, me reflejarán mi propia iinocencia. El único regalo que me sitúa en la confianza presente, el que disipa el miedo y me permite disfrutar de la paz y la alegría de vivir, pues mi mente se ha liberado de las ataduras del pasado, y contempla plácidamente cada momento de la existencia como un regalo eternamente presente que la Fuente del Amor siempre me había dado, y que por un momento creí olvidar. Gracias Padre, por tus infinitos  regalos, gracias por recordarme quien Soy, gracias por enseñarme el camino de regreso a casa. 

ORACIÓN DEL DIA:

"Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia!  Gracias a Ti por Tus eternos dones, y gracias a Ti también por mi Identidad."

PRACTICA:

Repasa el tema especial de esta sección, titulado "8. ¿Qué es el mundo real?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea  y la oración del día, y si logras   memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:

"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)

No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad. 







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