La santidad eterna mora en mí.
1. Mi santidad está mucho más allá de mi capacidad de comprender o saber lo que es. 2 No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3 Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4 Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.
2. Padre, mi santidad no proviene de mí. 2 No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3 No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4 Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5 Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6 En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7 Y puedo conocer mi santidad, 8 pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.
LECCIÓN 299
La santidad eterna mora en mí.
Comentada por:
Jorge Luis Álvarez Castañeda
¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Como Hijo de Dios, como el Cristo, el Ser que soy, soy santo. La santidad hace parte de las características de Dios que, como Su Creación, comparto con Él.
Así nos dice, Jesús, en la lección:
”Mi santidad está mucho más allá de mi capacidad de comprender o saber lo que es. No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es”.
No tengo capacidad para comprender las dimensiones de mi santidad, pero Dios la reconoce. La parte de mi mente dominada por el ego necesita que me vea culpable e indigno de ella. Mediante la santidad me libero de todos los efectos del pecado o creencia en la separación de Dios para que pueda reconocer la verdad: fui creado por Dios y no por el ego. También me libero de la culpabilidad que me mantiene en el infierno de la repetición de todas las situaciones que me causan malestar porque, supuestamente, mediante el sufrimiento, me puedo salvar.
Jesús, ha enseñado que no tengo que hacer nada. Nada con el ego y todo se resuelve a favor de Dios. Como Creación de Dios soy la Voluntad de Dios y comparto la santidad con Él. La Voluntad de Dios no tiene límites. No puedo contentarme con las ilusiones y los sueños del ego que quiere que sufra cuando la Voluntad de Dios es que nadie sufra.
Esto lo aclara Jesús en el capítulo 8 sección IV:
”Si lo que la Voluntad de Dios dispone para ti es paz y dicha absoluta, y eso no es lo único que experimentas, es que te estás negando a reconocer Su Voluntad. Su Voluntad no fluctúa pues es eternamente inmutable. Cuando no estás en paz, se debe únicamente a que no crees que estás en Él”. (T-8.IV.1:1-3)
Nos dice Jesús en la oración de la lección:
”Padre, mi santidad no proviene de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz”.
Mi santidad proviene de Dios, no de mí. Dios, en Su infinita bondad, quiere que comparta Sus dones, sus características, que puedo negarme a aceptarlas, siguiendo al ego, pero, que siempre me acompañan hasta cuando decida aceptarlas. No me contentaré con ilusiones y sueños cuando mi Padre ha dispuesto para mí, el Cielo.
Continúa Jesús:
”Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca”.
El poder de mi santidad es ilimitado porque es consecuencia de mi condición de Hijo de Dios, creado como una extensión de la Mente de Dios. Su poder trasciende, va más allá de las leyes de espacio y tiempo de este mundo. Nada la puede limitar. En la santidad todas las cosas sanan, nos dice Jesús. Las limitaciones son del mundo del ego. En el mundo de la santidad de mi Ser todas las ilusiones de conflicto y enfermedad sanan, no tienen razón de ser, no surgen. Cuando reconozco mi verdadera identidad como Hijo de Dios, como el Cristo, como el Ser que soy, cualquier limitación del ego desaparece.
Con relación al tema del mundo real
Nos dice, Jesús, en el tema especial 8. ¿Qué es el mundo real?:
”El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había asignado. Ahora espera un solo instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es”.
Este mundo es un aula de aprendizaje para aprender a perdonar, a deshacer la creencia en el ego. El tiempo desaparecerá cuando ya no facilite dicho aprendizaje y el Hijo de Dios haya avanzado en el proceso de perdón y de la aceptación de la Expiación para sí mismo. En ese último paso, el mundo real desaparece, Dios nos eleva al Cielo porque se ha recuperado el recuerdo de Dios. Esto implica que todas las resistencias al Amor de Dios hayan desaparecido y acepte plenamente que la santidad eterna mora en el Hijo de Dios, como se vio en la lección de hoy.
Proceso de práctica de la lección
Tener momentos con Dios por la mañana y por noche
Momentos en los cuales se tenga una experiencia con la verdad, es decir, con el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, mientras ello nos haga felices. El tiempo utilizado será el que se considere necesario para lograr el objetivo. Podría ser media hora o más. Estos momentos buscan que tengamos o nos acerquemos a tener instantes santos permanentes. Perdonamos, con la Ayuda de Dios, lo que nos esté quitando la paz.
Se invoca a Dios. En lugar de palabras sólo necesitamos sentir Su Amor.
Se pide la guía del Espíritu Santo y de Jesús.
Se lee despacio los temas especiales que acompañan la lección del día. Se reflexiona sobre ellos. Luego, se lee la lección del día.
En tu meditación intenta entrar en contacto con esa parte de tu mente donde hay paz y amor, tranquilidad, alegría. Es tu mente recta, donde está Cristo, tu Ser.
Mantén la mente quieta, sin palabras, y te olvidas de todo lo que habías creído saber y entender, y te quedas sólo con la sensación y certeza de que estás con Dios.
Espera a Dios. Él llegará y te dará un mensaje de amor y de paz. Pero, esto requiere nuestra disposición a escucharlo tal como lo ha enseñado Jesús en la lección 71:
”Él responderá en la misma medida que tú estés dispuesto a oír Su Voz. No te niegues a oírla. El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta”. (L-71. 9:7-10)
Recordatorios cada hora.
Cada hora recordaremos a Dios.
Invocamos Su Nombre. Recordaremos la lección del día y siempre que nos sintamos tentados a olvidarnos de nuestro objetivo. También perdonaremos con Dios los pensamientos no amorosos que hayamos tenido en esa hora. Pueden ser 2 o tres minutos con los ojos cerrados.
Recuerda que mientras lo haces Cristo permanece a tu lado dándote fortaleza. Luego, siente la quietud y silencio y espera a Dios.
Recordatorios frecuentes de la lección entre horas.
Ayudan en el entrenamiento de tener siempre presente a Dios. Invocamos a Dios.
Respuesta a la tentación.
Invocamos el Nombre de Dios y repetimos la idea del día cuando sintamos que nos estamos olvidando del objetivo de la lección, sintamos que estamos perdiendo nuestra paz y necesitemos perdonar.
Les deseo muchas experiencias con esta lección que contribuyan a su paz interior y a tener una experiencia directa de la verdad con miras a abandonar el mundo del dolor y adentrarse en la paz. Siempre pidiendo la ayuda del Espíritu Santo y de Jesús. Y, sin olvidarse de reír porque la Voluntad de Dios, para nosotros, es que tengamos perfecta felicidad.
Muchas, muchísimas, bendiciones.
«La santidad eterna mora en mí.» (Lección 299)
Kenneth Wapnick
(1) «Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.»
Mientras piense que soy un yo individual y corporal, nunca podré conocer mi santidad, porque el yo del ego fue hecho para ocultar al santo Hijo que descansa a salvo y confortablemente en la mente recta. Su santidad sólo puede ser conocida mediante la unión de mi voluntad con la de Dios, lo cual hago a través del perdón del Espíritu Santo. En esta unión me doy cuenta de que todo lo que creí era falso, porque estaba basado en la separación. Estamos más que familiarizados con estas aleccionadoras líneas, cuya aceptación nos traerá la salvación:
“Todavía estás convencido de que tu entendimiento constituye una poderosa aportación a la verdad y de que hace que ésta sea lo que es. Más hemos subrayado que no tienes que comprender nada. La salvación es fácil de alcanzar precisamente «porque» no te pide nada que no puedas dar ahora mismo.” (T-18.IV.7:5-7)
Todo lo que se nos pide dar es el reconocimiento de nuestra «falta» de santidad, liberar nuestra identificación con ella. Esto permite que la santidad natural de la mente resplandezca sin impedimento alguno por la culpabilidad. Nuestra parte es simplemente traer la falta de santidad a la santidad, la ilusión a la verdad, y el miedo al amor. Recuerda esta afirmación de suma importancia del texto:
“Tu tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has levantado contra él. No es necesario que busques lo que es verdad, pero sí es necesario que busques todo lo que es falso.” (T-16.IV.6:1-2)
(2:1-4) «Padre, mi santidad no procede de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz.»
Las obscurecientes ilusiones de nuestro sistema de pensamiento mantienen la verdad oculta en nuestras mentes, pero no pueden eliminar su brillante luz. Ese es el verdadero evangelio de Jesús. Sin importar cuán poderoso parezca ser el ego, no puede arrebatarnos la verdad que está en nosotros. Cuando estés tentado a sentirte desanimado y con pocas esperanzas, date cuenta de que estás diciendo que la luz de Cristo en tu mente se ha extinguido - que lo que el ego siempre ha mantenido era cierto: la separación es la realidad. Sin embargo, la feliz verdad es que nada ha cambiado, el pecado no ha destruido la santidad, y nuestra perfección como Hijo de Dios sigue siendo tal como fue creada. Así, nuestra gratitud brota dentro de nosotros mientras leemos:
(2:5-8) «Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.»
La apertura de “Qué postula” en el Prefacio del Curso afirma esto también:
“La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo lo que Él creó es real. La verdad está más allá del aprendizaje porque está más allá del tiempo y de todo proceso. No tiene opuestos, ni principio ni fin. Simplemente es.” (p. x)
Lo que Dios creó santo y perfecto nunca ha dejado de serlo, y por este Hecho estamos contentos y agradecidos."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick.
LECCIÓN 299
La santidad eterna mora en mí.
Comentada por:
Oscar Gómez Díez
La santidad es una cualidad inherente a todo Hijo de Dios, pues Sus creaciones son perfectas e inalterables. No podemos cambiar lo que Dios ha hecho, tan sólo en sueños podemos ocultarlo, negarlo e ignorarlo. De ahí que Jesús nos diga que la iluminación es un reconocimiento no un cambio.
Si nosotros fuéramos una mina de diamantes, y comenzamos a cavar en ella, removiendo tierra y piedras, hasta que descubrimos un diamante, nos damos cuenta que este siempre ha estado allí, sólo estaba oculto debajo de la tierra. Nuestra función con el perdón es remover todos los obstáculos de culpa y miedo que nos impiden ver y reconocer nuestro diamante interior, nuestra luz interior, nuestra santidad.
El ego busca a través de nuestra identificación con el cuerpo ocultar nuestra santidad, ocultar nuestra luz, de ahí la importancia de no identificarnos con el cuerpo, que fue creado para ocultar nuestra santidad. De ahí que no hay ningún cuerpo santo, pues la santidad es eterna, cualidad que no tiene ningún cuerpo.
El mundo define la santidad como libre de pecado o culpa, es impecable. Más sin embargo, el siguiente texto nos dice que es mucho más que eso: "Mi santidad está mucho más allá de mi capacidad de comprender o saber lo que es." mientras creamos vivir en este mundo no es muy difícil comprender o saber lo que es la santidad en su total plenitud, pues estamos limitados por los órganos de percepción de nuestro cuerpo y por las falsas interpretaciones del ego. "No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya." Solo Dios cuya luz y conocimiento todo abarcante no está limitado, sabe la verdad que por ahora parezco no dimensionar. Solo hasta que una mi voluntad con la Suya, la Verdad iluminará todo mi Ser y me reconoceré tal como Dios me creó. "Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es." y por eso, hoy con certeza y convicción puedo proclamar que "La santidad eterna mora en mí."
ORACIÓN DEL DIA:
"Padre, mi santidad no proviene de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca."
PRACTICA:
Repasa el tema especial de esta sección, titulado "8. ¿Qué es el mundo real?" Trate de leer y repetir cuantas veces puedas la idea y la oración del día, y si logras memorizarlas mucho mejor, hazlas tuya, pues es la manera como buscaremos comunicarnos con Dios todos los días; luego guardamos silencio para escuchar Su amorosa respuesta, tal como nos lo dice Jesús a continuación:
"Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo." (L- 221.2:1-6)
No te olvides de realizar tus meditaciones cada mañana y cada noche, si puedes dedicarle media hora o más seria excelente, lo mismo que los recordatorios cada hora, y de responder a toda tentación con la idea del día, pero sobretodo que sea una práctica gratificante, pues ahora el tiempo pasa a un segundo plano. Cuando estamos con Dios el tiempo no existe pues estamos con el Señor de la eternidad. Los momentos que le dedicamos a Dios son instantes santos que nos dedicamos a nosotros mismos, a nuestro amor, nuestra paz y nuestra felicidad.